miércoles, 4 de diciembre de 2019

EL PAÍS MAURICIO MACRICORREO ARGENTINOGRUPO SOCMA 04 de diciembre de 2019 · Actualizado hace 3 hs La fiscal Boquín reclamó que se active el procedimiento de "salvataje" de la empresa Las deudas millonarias de los Macri por el Correo

La presentación judicial pide a la Cámara Comercial que obligue al grupo empresario a poner las acciones en venta y a detallar cómo pagará a sus más de 700 acreedores la deuda de 4500 millones de pesos. Contra la intención de los representantes estatales y de los empresarios a apostar al paso del tiempo, solicita acciones urgentes.
Socma y Sideco podrían quedar en bancarrota si los acreedores no aceptan o si no se presentan interesados. 
Socma y Sideco podrían quedar en bancarrota si los acreedores no aceptan o si no se presentan interesados.  
La fiscal Gabriela Boquín le reclamó a la sala B de la Cámara Comercial que tome una decisión en el expediente sobre la deuda del Correo Argentino, de los Macri, y le señaló que debe abrir en forma urgente el procedimiento de “salvataje”, que implicaría poner las acciones a la venta y que el posible interesado además diga cómo les pagará a los acreedores su millonaria deuda. En rigor, podría ser el paso previo a la quiebra, el fantasma del que huye desde siempre el grupo empresario de la familia presidencial, ya que podría arrastrar a sus empresas activas. 
“Se han dilapidado cuantiosos activos a lo largo de la inusitada extensión que se le ha dado al trámite del concurso en abierta violación al principio de igualdad ante la ley respecto de otros concursados (…) los representantes del Estado, en consonancia con la concursada han dilatado contra legem el presente proceso”, dice el nuevo dictamen de la fiscalía, que recupera los términos de un planteo anterior. 
El texto suma un ingrediente: denuncia que el juez federal Ariel Lijo, que tiene la causa penal sobre el acuerdo intentado entre el Correo y el Estado para licuar la deuda, retiene el expediente comercial hace dos meses, cuando la ley solo le permite consultarlo durante cinco días. La Cámara se lo exigió ayer. Ahora habrá que ver si este tribunal avanza en alguna definición.
El nuevo dictamen de Boquín, al que accedió Página/12, tiene fecha del 27 de noviembre, y pone asuntos cruciales sobre el tapete:
· Desde que ella denunció en 2017 el intento de un pacto perjudicial para las arcas públicas sobre la deuda del Correo, no se logró un nuevo acuerdo. Tanto los representantes estatales como los Macri-empresarios apostaron en mágica coincidencia al paso del tiempo. Se supone que el Estado debería hacer todo lo posible por cobrar, pero no sucedió. La Procuración del Tesoro dijo en su última presentación que no tuvo tiempo suficiente de analizar la oferta final de la empresa, que admitía pagar la deuda original del año 2003 (296 millones de pesos) pero pretendía que los intereses solo se computen si gana juicios al Estado. Según Boquín la deuda hoy es de 4500 millones de pesos.
· El escenario es el mismo de hace 18 años, cuando el Correo entró en concurso. En 2004 la Cámara Comercial había indicado el “cramdown” o salvataje de la empresa, pero la jueza de primera instancia no lo implementó. El tribunal de alzada lo abrió en 2010, el Correo apeló y desde entonces está inexplicablemente sin ser resuelto ese planteo.
· Con el salvataje, se abre un registro para que en los cinco días posteriores se inscriban los interesados en comprar acciones y deben decir cómo pagarán a los acreedores. Estos tienen que definir si otorgan o no su conformidad. Pero, recuerda la fiscal, el respaldo que había conseguido el Correo en el acuerdo firmado en 2016, luego anulado, estaba compuesto por conformidades truchas. Ella denunció que los acreedores estaban representados por los estudios de abogados vinculados al propio Correo y a los integrantes de su directorio. El 80 por ciento de los que habían dado su aval tenía esas características. Esas conformidades fueron denunciadas y ya no se podrían usar.
· Si no se anotan interesados o los acreedores (que son algo más de 700) los rechazan, la única vía posible es la declaración de quiebra, que arrastraría a las empresas controlantes, Socma y Sideco.
Boquin vuelve a insistir ahora en concretar el procedimiento de salvataje. Correo no es una firma tentadora para posibles compradores, porque está declarada inactiva y a la vez denunciada por operaciones dudosas y posibles maniobras de vaciamiento en favor de las firmas controlantes y de allegados al grupo Macri. Esto la pone en una situación complicada, que explica también por qué al no lograr diluir su deuda (como pretendía) la apuesta es el paso del tiempo. La dilación es el eje de los cuestionamientos de la fiscalía de cámara, que señala la llamativa coincidencia de objetivos e intereses del Estado y de la empresa.
El Procurador del Tesoro –hoy todavía Bernardo Saravia Frías, integrante de la “mesa judicial” macrista--, señaló Boquín, se escudó en un decreto sobre conflicto de intereses dictado por el propio gobierno como supuesto gesto de transparencia cuando salió a la luz el escándalo del acuerdo del Correo pero generó un mecanismo burocrático. “Ha pretendido justificar esta dilación de más de dos años, lo cual es irrazonable, en pos de una supuesta transparencia”, por la aplicación del decreto 201/2017 con lo que “se perjudica al Estado Nacional y se beneficia a la concursada”, dice la fiscalía. “Es inaceptable que en un trámite en el que el Estado nacional sea parte se desnaturalice el proceso concursal por la existencia de conflicto intereses y tampoco se puede admitir que, por los mismos, se termine beneficiando con elongación de plazos, el no pago de los créditos y sin sufrir las consecuencias propias de un concurso fracasado a aquel por el que debería aplicársele la normativa legal con el mayor rigor…”
“Observo la necesidad de encauzar el proceso concursal a fin de evitar que el transcurso del tiempo fulmine las expectativas del Estado Nacional y el resto de los acreedores de recuperar sus créditos”, insiste la fiscal. Para avanzar pide que Lijo devuelva el expediente. El juez lo había requerido con la excusa de que estaba pendiente en la causa penal contra quienes participaron del convenio con el Correo –entre ellos el ministro Oscar Aguad— un estudio contable. Tiene la causa comercial hace dos meses, pero la fiscal advirtió que la Ley de Concursos y Quiebras solo le permitía tenerla por cinco días.
Las camaristas Matilde Bellerini y María Lilia Gómez Alonso de Díaz Cordero oficializaron el pedido ayer ante Lijo, pero no está claro aún si es la antesala de una decisión postergada hace años. Boquín sañala que ya se produjo “un daño” por “la licuación del pasivo concursal” lo que afecta a todos los acreedores. Añadió su alarma por la posible existencia de otras deudas (llamadas “pasivos posconcursales”) tributarias, como la falta de pago de impuesto a las ganancias y a la ganancia mínima presunta, por 600 millones de pesos. Y otras deudas por 32 millones.
En un momento tan crucial de este caso, la Procuración General mantiene un expediente disciplinario abierto contra Boquín, situación sobre la cual pidió explicaciones el relator de la ONU sobre independencia judicial, Diego García Sayán al Estado argentino, entre otros temas. Las actuaciones comenzaron con la denuncia de dos ex empleadas de la fiscalía por supuestos malos tratos, una de ellas pareja de un juez que concursa para ocupar un lugar en la sala de la Cámara Comercial que tiene el caso del Correo. 
La periodista Luciana Bertoia reveló en El Cohete a la Luna que se sumó el testimonio de otro ex empleado, que pedía desde febrero último un traslado a Mar del Plata por razones familiares, pero el procurador interino, Eduardo Casal, no se lo otorgaba. Según habría informado el hombre a la Unión de Empleados de la Justica (UEJN), le planteaban que debía declarar contra la fiscal. Lo hizo después de las PASO. Al mes consiguió su traslado. Tanto la UEJN como el gremio Sipreba respaldaron a Boquín. 
Ella presentó su descargo y resta un dictamen del consejo evaluador. La estrategia de apostar a sacarla de la cancha incluyó pedidos del Correo ante la Cámara y la Corte. El Estado respondió a la ONU: “No pueden ser imputables al Estado las estrategias procesales de una de las partes, en este caso el Correo Argentino, que a través de sus abogados intentó apartarla sin éxito, lo que da la pauta del correcto funcionamiento del Poder Judicial….”. Como si el Correo y el gobierno de Macri fueron algo distinto. 

martes, 3 de diciembre de 2019

DEPORTES DDHHBÁSQUETBOL 03 de diciembre de 2019 Un doble con pasión por la memoria La historia de José Luis Suárez, jugador de básquet desaparecido

José Luis Suárez, con la camiseta número 13 de Independiente de San Cayetano.
José Luis Suárez, con la camiseta número 13 de Independiente de San Cayetano. 
Cuando lo secuestraron iba a jugar al básquetbol. Tenía un partido en Olavarría por el torneo regional. A menudo recorría la provincia porque era de San Cayetano, un pueblo del sudeste bonaerense. Solía viajar 584 kilómetros desde La Plata, donde estudiaba y militaba. Durante la dictadura estaba por finalizar el profesorado de Educación Física y militaba en la Federación Juvenil Comunista (la Fede)
José Luis Suárez era tan apasionado por su deporte, que en las horas previas a su desaparición el jueves 9 de junio de 1977 le escribió una carta a su entrenador: "Flaco, poneme en la planilla que de alguna manera llego". Omar Parrachini contó años después que "nunca llegó y jamás se supo más nada de él". Tenía 24 años cuando se lo llevó un grupo de tareas. Vivía en un departamento de la calle 35, entre 121 y 122 con sus compañeros Luis Dimattia, Néstor Omar Zaragoza y Juan José Riqueza, también desaparecidos. Su sobrina Paula Zubillaga lo recuerda como alguien que "siempre estaba de buen humor, muy simpático, divertido y además muy cariñoso y familiero".
El Flaco, así lo apodaban a Suárez, era un muchacho alto y de ojos vivaces, usaba barba y vestía esos típicos pantalones cortitos y ajustados de los deportistas en la década del 70. Al básquetbol jugó en todas las divisiones (cadetes, juveniles y Primera) y con 18 años recién cumplidos ya se había consagrado campeón de la Asociación Necochense de Básquetbol. Su club de toda la vida, Independiente de San Cayetano, ganó en diciembre de 1970 el torneo oficial de la liga y la Copa “Bodas de Oro Ecos Diarios” de manera invicta. Él integraba el plantel superior que ese año debutó en los campeonatos de Necochea. También representó al seleccionado de su pueblo.
El recorte muestra el título de la Liga de Necochea en 1970.
Su historia deportiva contiene una anécdota que resume con precisión su amor por el básquet. Zubillaga conserva una carta en la cual su tío le cuenta al técnico de Independiente: "Yo empiezo las clases el 10 de abril así que si ustedes aceptan jugar el cuadrangular voy a poder estar, pero no sé si lo consideran conveniente. Estaba pensando sacarme el yeso unos 4 o 5 días antes de los 20 estipulados por el doctor para poder practicar algo. Hace una semana que estoy en cama y la pata no se deshincha y por eso no me enyesan". Las líneas son del 17 de marzo de 1972 cuando ya estudiaba en la ciudad de las diagonales.
"Él ni bien terminó la Secundaria se fue a La Plata. Cursó Psicología pero después la abandonó y había intentado hacer Bioquímica en la UBA. En 1974 ingresó en Educación Física", recuerda su sobrina en diálogo con Página/12. En el certificado analítico que firma Celina Nieto, la jefa del Departamento de Alumnos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de aquella época, aparece la última materia que aprobó el Flaco Suárez: didáctica de la enseñanza media y superior. Le pusieron un siete el 11 de marzo de 1977. La Universidad Nacional de La Plata le entregó a la familia en marzo de este año el legajo reparado. Lo recibieron sus hermanas María Cristina y Silvana.
Hijo de Hugo Suárez y Angélica Di Biaggi, José Luis nació en San Cayetano el 9 de diciembre de 1952. En una semana hubiera cumplido 67 años. Sus padres, ya fallecidos, “denunciaron la desaparición en la Conadep de Mar del Plata, en la Asamblea Permanente, la Liga por los Derechos del Hombre, la Municipalidad de La Plata, el gobierno de la provincia de Buenos Aires, la Dirección de Investigaciones, hicieron el mismo camino que los familiares de las víctimas de la dictadura. Si no militaron en organizaciones de Derechos Humanos fue porque no tenían con quien compartir esa experiencia, porque José Luis era el único desaparecido del pueblo. Pero nunca se quedaron de brazos cruzados", cuenta Zubillaga.
Según el testimonio brindado ante la Conadep en 1984 por Francisco Ferrer, habría estado detenido–desaparecido en la Comisaría 5ta de La Plata – hoy reconvertida en un Espacio para la Memoria – y además en el centro clandestino de detención La Cacha. Mario Dahul, un ex concejal de San Cayetano que bregó por un homenaje a Suárez en su propio pueblo durante dos mandatos consecutivos, fue su compañero de militancia. En un artículo que escribió en el sitio www.caynet.com.ar el 9 de junio de 2017 recuerda que "el 28 de diciembre de 1972 es la fecha fundacional del Círculo de la Federación Juvenil Comunista de San Cayetano, trabajo logrado gracias a la activa militancia de 'Cebolla' D'Annunzio desde La Plata, desde donde se sumaron muchos compañeros, entre ellos José Luis Suárez…"
Dahul también evocó cómo hacían política en el pueblo antes de las elecciones celebradas en marzo de 1973 cuando regresó el peronismo al gobierno con la fórmula Cámpora - Solano Lima. Cuenta en su texto que con el Flaco y una compañera de militancia fueron citados por el comisario de San Cayetano por unas pintadas contra Nueva Fuerza, un partido de derecha que se presentó a aquellos comicios y que les había tapado unas consignas de la Alianza Popular Revolucionaria (APR) integrada por intransigentes (el PI), demócratas cristianos, Udelpa y el PC. El policía quería saber qué partidos formaban ese frente y en cuál militaban, pero no pudo arrancarles la respuesta. En los comicios locales la APR sacó cuatro concejales y perdió la intendencia por muy poco con el partido que había fundado Álvaro Alsogaray.
Suárez, parado y de barba, disfrutaba del básquetbol.
La semilla que dejó sembrada el militante de la Fede en San Cayetano germinó en un roble plantado en la Plaza América del pueblo que, en rigor, es una ciudad cabeza de partido. Lo llaman el árbol de la memoria y ahí se le hizo el primer homenaje al basquetbolista el 9 de junio de 2006 después de que se aprobara colocar una placa con la inscripción: "Árbol de la Memoria en Homenaje a José Luis Suárez, joven sancayetanense desaparecido por la dictadura en la Ciudad de La Plata el 09 de Junio de 1977".
Durante la gestión del intendente actual, el radical Miguel Angel Gargaglione, el concejo deliberante aprobó una ordenanza para que se le pusiera José Luis Suárez al polideportivo local. En un espacio como ése le hubiera gustado dar clases de educación física. El Flaco tenía proyectado regresar a donde había nacido. No pudo hacerlo. Sabía que lo seguían porque en uno de sus tantos viajes desde La Plata para jugar al básquetbol lo fueron a buscar a Gonzáles Chávez – un pueblo cercano – y no apareció en el colectivo que solía traerlo. Sus compañeros, el técnico Parrachini y Rubén Mas, lo encontraron después en el club Independiente. Había cambiado de ruta. Esa fue la última vez que lo vieron.
gveiga@pagina12.com.ar

EL PAÍS CRISTINA KIRCHNERCOMODORO PY 03 de diciembre de 2019 Las preguntas que dejó Cristina Kirchner en Comodoro Py

Imagen: EFE
No se trata de Cristina Kirchner . Aunque es importante como ser humano, igual que Florencia o Máximo. Se trata de la Justicia. Que es la víctima de esta historia. Y en consecuencia, los ciudadanos quedan como los deudos. Los macristas y los kirchneristas. Las masacre se cometió contra la Justicia. Se la llora, se la duela. En Tribunales, Cristina expuso el cadáver insepulto de la Justicia.
Qué tristeza, qué rabia, esa muerte a mansalva.
Un cadáver que se quiere desaparecer y se lo oculta a sus deudos. Nada de medios para mostrar el destripado. La vida tendrá que seguir como si nada hubiera pasado. Como si estuviera viva. Como si se la pudiera manosear con impunidad porque no dirá nada, por vergüenza, o por complicidad de cuerpo.
Pero está dicho que nadie termina enterrado sin duelo ni velorio. Cada frase de Cristina Kirchner en la audiencia, una mujer a la que le arrojaron por la cabeza 13 causas judiciales para destruirla en la política, para que no llegue, resonó con el fragor de la que a pesar de todo llegó.
La que habló en la audiencia fue la vicepresidenta electa, la que derrotó a los que promovieron esas causas en su contra, entre políticos, periodistas y funcionarios judiciales que quisieron sacar ventaja. Aunque le impidieron transmitir en directo, es una voz que no han podido acallar echándole encima el cadáver de la Justicia. Y lo que Cristina denunció fue eso: el cadáver que le echaron encima.
Es una pena que el lado macrista de la sociedad no pueda ver el daño que le hicieron. O habría que decir que es una pena que no quiera verlo. Porque el daño se lo hicieron también a ese lado de la sociedad. Y fue planificado desde el primer momento.
La muerte estaba anunciada desde que lanzaron el asalto a la Magistratura y a la Corte en la primera semana de gobierno. Los medios oficialistas lo mostraron, entre divertidos y pícaramente transgresores como quien apaña al violador simpático. No se puede mirar para otro lado. Fueron cómplices.
¿Van a condenar a la vicepresidenta en una causa donde no hay pruebas, como hicieron con otros ex funcionarios y dirigentes sociales cuando gobernaba el macrismo? ¿Van a confirmar que son instrumento de persecución política como fueron durante el macrismo? ¿Van a pedir la jubilación como están haciendo muchos de los funcionarios que armaron estas causas? ¿Y aunque se vayan todos, cómo queda lo que queda?
Al finalizar, le preguntaron a Cristina Kirchner si iba a responder preguntas. Dijo que no era ella quien tenía que responder preguntas, sino los jueces que se las querían formular. Pero tampoco son los jueces. Es la sociedad que necesita una Justicia la que tiene que encontrar esas preguntas y buscar las respuestas.
Hay un mundo de abogados, de jueces y fiscales que viven la Justicia como poder sectorial. Ese mundo festejó la demostración de su poder cuando el macrismo operó con muchos de ellos para destruir al odiado populismo. Y les pareció grandiosa la persecución judicial por odio político. Todos ellos forman parte de algo moribundo. Más tarde o más temprano, la sociedad tendrá que parir lo nuevo.

EL PAÍS LAWFARECRISTINA KIRCHNER 16 de octubre de 2018 Opinión

Qué es el lawfare, el término que utilizó Cristina Kirchner en su declaración
Imagen: EFE
La expresión "lawfare" se popularizó hace unos años: “golpe blando”, “golpe institucional” o “golpe parlamentario”. De este modo se definía el desplazamiento irregular de un presidente sin recurrir a los militares, a la manera del golpe de Estado tradicional, y a menudo sin siquiera apelar a métodos violentos. La evidente autocontradicción del concepto –¿cómo puede ser “institucional” un “golpe”? ¿qué es un “golpe suave” sino una caricia?– revelaba el desconcierto que produce lo nuevo. Frente a lo desconocido, el lenguaje político avanza a tientas y choca contra nuevos oxímoron, el último de los cuales es lawfare, curiosa mezcla de ley y de guerra, de derecho y de conflicto. 
Aparecido por primera vez en un artículo publicado en 2001 por el militar estadounidense Charles Dunlap acerca de la manipulación del derecho internacional en contextos bélicos, el concepto de lawfare comenzó a ser utilizado para definir una distorsión en los usos de la justicia hacia el interior de diferentes países. Al tratarse de una idea nueva, más un argumento de lucha política que una verdadera categoría académica, su definición es brumosa. Como sostiene Geraldo Carreiro de Barros Filho (por motivos obvios los desarrollos más elaborados se encuentran en Brasil), el lawfare refiere a la utilización de los jueces como herramienta de persecución política a través de la creación de “maxiprocesos” que involucran un alto nivel de espectacularización, por ejemplo mediante la transmisión en vivo de las detenciones, y por lo tanto exigen una relación fluida entre el Poder Judicial y los medios de comunicación.
Estos procesos suelen recurrir a tipos penales abiertos (“asociación ilícita” en Argentina, “organización criminal” en Brasil) que permiten englobar en una misma causa imputados con diferentes conductas delictuales y distintos niveles de responsabilidad. Como es habitual que las acusaciones se basen en crímenes contra la administración pública difíciles de probar, en donde el “cuerpo del delito” a menudo resulta inhallable, el Poder Judicial suele apelar a recursos procesales controvertidos como la “delación premiada” (“imputado colaborador” en Argentina). Estas figuras flexibilizan las garantías de los acusados y, en combinación con el uso abusivo de la prisión preventiva, le otorgan a los magistrados un amplio margen de discrecionalidad, dando forma a una especie de “justicia penal negociada”. En muchos casos las confesiones se obtienen bajo evidente coerción.
El efecto de las causas es político antes que judicial. Más que el resultado final del juicio, que puede incluso terminar con el sobreseimiento del acusado, lo que importa es el impacto que produce conforme va avanzando. En cierto modo, el lawfare es una vuelta de rosca más a una tendencia conocida, la judicialización de la política, que en América Latina se inició con el ciclo de recuperación democrática de los 80, cuando el Poder Judicial comenzó ampliar su esfera de intervención hasta abarcar cada vez más aspectos de la vida pública: si en un comienzo el fenómeno fue percibido como una forma de evitar un retorno a los autoritarismos del pasado, hoy opera como una “vía rápida” para impedir la restauración populista, con la corrupción como gran argumento de legitimación.
Con las obvias diferencias y matices, se suele argumentar que el lawfare explica las acusaciones recientes contra ex presidentes latinoamericanos como Rafael Correa, con pedido de captura internacional en una causa bastante insólita por el secuestro de un adversario político en Colombia; Cristina Kirchner, en las causas que investiga Claudio Bonadio, y por supuesto Lula, detenido por orden del juez Sergio Moro, que pese a la falta de pruebas lo condenó a doce años de prisión por la supuesta compra del famoso triplex de Guarujá.
La idea de lawfare merece una puesta en cuestión: no para desmentirla, porque es el intento de describir algo que está ocurriendo, sino para calibrar mejor su uso y evitar su aplicación indiscriminada a cualquier contexto. 
El primer aspecto que vale la pena discutir es el nivel de coordinación. Aunque hay una coincidencia de objetivos entre los tres actores que protagonizan el lawfare, es decir el poder político y económico, los jueces y los medios, parece lejos de la sintonía perfecta que describen quienes lo denuncian, que a menudo presentan las cosas como si todo se negociara en un grupo de Whatsapp. Cada actor tiene sus propios objetivos, que pueden converger de manera más o menos permanente pero también ir mostrando contradicciones, puntos ciegos, resultados inesperados.
En el caso de Brasil, por ejemplo, el Lava Jato apuntaba en un comienzo a los funcionarios del PT, en el marco del acelerado proceso de pérdida de popularidad del gobierno de Dilma Rousseff y sustentado por supuesto en la realidad de un sistema de corrupción que efectivamente existía. Surgida inicialmente como una forma de profundizar el desgaste de la gestión petista y evitar su posible continuidad en la figura de Lula, la causa sin embargo se fue abriendo hasta abarcar a buena parte de la clase política y empresarial brasilera. Al día de hoy hay 123 políticos y empresarios ¡condenados!, incluyendo a Eduardo Cunha, arquitecto del impeachment a Dilma, castigado con nada menos que 24 años de prisión, e incluyendo también al empresario más importante del país, Marcelo Odebrecht, que estuvo dos años detenido con prisión preventiva. 
Pero además, en una causa paralela, el presidente Michel Temer fue grabado en secreto por el dueño de la compañía JBS pidiéndole que pague una coima y que resuelva el tema con uno de sus asesores, que luego fue filmando recibiendo un maletín con el dinero. Si Temer no está preso es por su habilidad para sostener la coalición de apoyo legislativo más que por una protección judicial especial: fue la Cámara de Diputados, no la justicia, quien lo salvó. Por último, y para enmarañar aún más las cosas, recordemos que la grabación fue difundida por la cadena O Globo, principal expresión mediática del establishment, que además pidió su renuncia.
Lo que quiero señalar es que, aunque por la celeridad diferencial con la que avanzó la causa y la endeblez de las pruebas en su contra el target principal del Lava Jato siempre fue Lula, que en tanto última chance del retorno del populismo concentra el odio de buena parte de las elites brasileras, la impresión es que, al menos ciertos momentos, la justicia se autonomizó del resto de los actores que alentaron el proceso y produjo resultados que fueron más allá de lo esperado. Un funcionario macrista lo sintetizó con estas palabras: “Hay dos aliados que son aliados pero a los que no controlamos: los jueces federales y Carrió”.
El segundo aspecto que es necesario discutir es el sesgo ideológico. Quienes denuncian el lawfare dan por hecho que se trata de una herramienta de las elites para atacar a los partidos y líderes populares, un arma exclusiva de la derecha contra la izquierda. Sin embargo, es fácil comprobar que políticos conservadores también fueron víctimas de operaciones de este tipo: Pedro Pablo Kuczynski renunció a la presidencia de Perú para evitar el impeachment impulsado por el fujimorismo luego de que la Fiscalía de Estado abriera una causa en su contra por supuestos pagos de Odebrecht a dos consultoras de las que era socio cuando se desempeñaba como ministro (Kuczynski dice que en ese momento trabajaba en el sector privado). La difusión de un video convenientemente editado en el que diputados oficialistas negociaban con un representante opositor su voto de rechazo al juicio político a cambio de obras públicas terminó de definir las cosas: el acuerdo era oscuro pero no ilegal, y de todos modos Kuczynski tuvo que renunciar. 
Otro ejemplo. Otto Pérez Molina, ex general golpista de ultraderecha elegido presidente de Guatemala, renunció a su cargo tras ser acusado de montar un sistema de corrupción en la aduana denominado La Línea, que también incluyó una amplia difusión de escuchas telefónicas, detenciones transmitidas en vivo y un rol protagónico de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, un organismo independiente de apoyo a la Fiscalía creado mediante un convenio entre Naciones Unidas y el Estado guatemalteco. Pérez Molina denunció una aplicación selectiva de la justicia penal por parte de… la izquierda. 
Pero si hay un lugar de América Latina en donde la justicia opera como una herramienta del gobierno ese lugar es Venezuela. Igual que Lula, el líder opositor Henrique Capriles está impedido de presentarse a cargos públicos tras ser inhabilitado por quince años por supuestas irregularidades durante su paso por la gobernación de Miranda. El general Raúl Isaías Baduel, ex ministro de Defensa de Hugo Chávez, fue condenado a ocho años de prisión por supuestos delitos corrupción luego de su salto a la oposición. No hace falta ser Mario Vargas Llosa para admitir que la persecución judicial de opositores es más frecuente en Venezuela que en ningún otro país de la región.
Sin equiparar los casos, pues cada uno exige un análisis particular, cabe preguntarse hasta qué punto el lawfare es un invento de la derecha contra la izquierda o si se trata de una herramienta utilizable también contra gobiernos conservadores débiles (como el de Kuczynski) o por gobiernos populares de tendencia autoritaria (como el de Venezuela). Es decir, si el pretendido sesgo anti-izquierdista se verifica en la práctica o si se trata de una herramienta que no distingue ideologías.
El tercer aspecto a considerar es la influencia de Estados Unidos, al que se le atribuye el manejo del joystick de los procesos. ¿Hasta dónde llega realmente? En primer lugar, es cierto que algunas modificaciones en los códigos penales y ciertas innovaciones procesales tienen un evidente origen norteamericano, como las negociaciones de arreglos extra-judiciales entre fiscales y acusados a cambio de una reducción de las penas o la utilización de la “trampa legal”, que permite tentar a un funcionario público a cometer un delito para verificar su honestidad, como sucedió con Temer. También es verdad que, como señala el sociólogo Sebastián Pereyra, la construcción de la corrupción como un problema social es resultado en buena medida del trabajo de una serie de organizaciones con sede en Estados Unidos, como Transparencia Internacional, que han desarrollado recomendaciones y prácticas que exportan al resto del mundo. Y también es cierto, por último, que diferentes agencias del gobierno norteamericano suelen invitar a jueces y fiscales latinoamericanos a cursos y seminarios de formación. La pregunta es si estos indicios son suficientes, si con esto alcanza para ver detrás de cada proceso la mano invisible del imperio o si se trata de una inspiración de tipo más general. 
En rigor, la experiencia a partir de la cual se construyeron los procesos judiciales latinoamericanos es el Mani Pulite italiano, la megacausa comandada por el fiscal Antonio Di Pietro que pulverizó el sistema político italiano y creó la condiciones para el ascenso de Silvio Berlusconi, y sobre la cual el juez Moro había escrito un elogioso artículo académico antes de iniciar su Lava Jato. 
Rebobinemos antes de concluir. El lawfare no es un invento afiebrado de intelectuales populistas sino el intento de describir algo que efectivamente está sucediendo. Sin embargo, es necesario afinar el concepto para evitar que su generalización lo termine condenado al olvido. Las palabras son como los políticos: requieren un mínimo de credibilidad para seguir operando; si la pierden, se banalizan, se quedan sin fuerzas y se apagan. Porque además hay otro riesgo sobre el que es necesario llamar la atención: que la denuncia del lawfare derive en una minimización política –o la negación lisa y llana– de los delitos cometidos durante el ciclo de gobiernos populares en América Latina. ¿Por qué la izquierda debería cederle gentilmente a la derecha la bandera de la transparencia? ¿En qué errores incurrieron los gobiernos progresistas para que el discurso anti-corrupción sea convincentemente agitado por un ex militar de ultraderecha brasilero, un banquero ecuatoriano o un heredero de la patria contratista argentino? 
La lucha contra la corrupción no es una manía de liberales que quieren destruir el Estado ni una trampa de los medios hegemónicos ni un arma del imperio. Sus consecuencias tampoco: el argumento de que los procesos producen resultados no queridos, que el efecto del Lava Jato es el ascenso de Jair Bolsonaro o que el Mani Pulite desembocó en Berlusconi, resulta éticamente reprochable y políticamente improductivo. Sucede que, como señala Pablo Stefanoni, la transparencia es hoy una demanda policlasista, una respuesta al “republicanismo desde abajo” que se ha ido arraigando en América Latina y que también puede ser capitalizado por la izquierda, como demuestra la exitosa campaña honestista de Andrés Manuel López Obrador en México. 
En suma, la construcción de una nueva ética pública es tanto un imperativo ético como una demanda social: es algo que hay que hacer porque sí y porque la sociedad lo está pidiendo.
* Director de Le Monde diplomatique, edición Cono Sur.

La declaración que no te dejaron ver ni escuchar.

CFK DIXIT.

1. "No sé cómo tuve tiempo de gobernar este país si fui jefa de cuatro asociaciones ilícitas".
2. ”Este tribunal seguramente tiene la condena escrita. No me interesa. A mí me absolvió la historia”.
3. "Había que condenar a un gobierno, el de Néstor Kirchner, que desendeudó el país. Había que traer de vuelta al FMI y para traer el Fondo había que convencer que el que los desendeudó era un chorro y vino a saquear el país".
4. "No soy amiga de Lázaro Báez y nunca lo fui".
5. “El hecho de que una persona sea amigo y tenga empresas no es delito. Si no, cómo lo llamarían al amigo del alma del presidente que se quedó con las empresas energéticas que saquearon los bolsillos de los argentinos”.
6. "El que ejecuta el presupuesto es el jefe de Gabinete, no el Presidente o Presidenta de la Nación. Si es así, van a tener que citar al Presidente de la República, que fue jefe de Gabinete de 2003 a 2008".
7. “Siempre pasan estas cosas en la Argentina contra los peronistas. En el pasado y en estos cuatro años. Ahora, si no sos peronista pero sos multimillonario se presume honesto”
8. "Nunca vi que le allanaran la casa a De la Rua o Sturzenegger para ver qué había pasado con el megacanje. Siempre le digo a Florencia: 'Imagínate si Perón y Evita hubieran tenido hijos”. Es el único consuelo que puedo darle después de todo lo que le han hecho'.
9. Denunció la que sufrieron sus hijos tan sólo por “cometer el delito terrible de ser los hijos de Néstor y Cristina Kirchner”.
10. "El gobierno que se va tenía una mesa judicial donde decidía todo. Hasta decidía quién iba preso, quién no iba preso, qué empresario había que apretar para sacarle la empresa. Todo este plan fue ideado para una feroz e inédita persecución”.
11. "El gobierno utilizó la Oficina Anticorrupción y la UIF para impulsar las causas judiciales".
12. “Irurzun te escucha e Irurzun te mete preso. Esa sería la fórmula de Comodoro Py”.
13. "Siempre asistí a las indagatorias. No fue la misma actitud de todos los de este edificio que después de acusar a medio mundo tardó ocho meses, nueves meses, para ser indagado de cosas gravísimas”.
14. CFK dijo que la negativa a transmitir su declaración obligatoria es "una clase práctica del lawfare en la Argentina llevado a cabo por este tribunal".
15. Tras finalizar su exposición la expresidenta se levantó y fue interrumpida para preguntarle si pensaba responder preguntas. "¿Preguntas? Preguntas van a tener que responder ustedes, no yo", concluyó.