"No estoy ni ahí con la derecha ni la izquierda tibia", aseguró la cantante.
Indignación generó en Mon Laferte el caso de Gustavo Gatica Villarroel, joven que recibió dos proyectiles en sus ojos durante la manifestación que se llevó a cabo en Plaza Italia la tarde del viernes.
Producto de los disparos, el estudiante oriundo de Colina tiene perdido uno de sus ojos. Además, quedó con un daño muy severo en el otro.
“Usted cree que puede seguir así el país? Cree que esto se va a quedar así? Usted debería ir a la cárcel @sebastianpinera”, se descargó la cantante nacional, quien recurrió a su cuenta de Twitter para mostrar su furia.
“Por favor, toda la gente que cree que está bien arrancarle los ojos a alguien por exigir su derecho a vivir con dignidad, dejen de seguirme. Aquí no son bienvenidos”, añadió la cantante, tras recibir todos tipo de comentarios en la red social.
Finalmente, la artista indicó que “no estoy ni ahí con la derecha ni la izquierda tibia, lo que yo quiero es que dejen de torturar al pueblo. Paren su hueveo político @sebastianpinera #CarcelParaPiñera”.
Por favor, toda la gente que cree que está bien arrancarle los ojos a alguien por exigir su derecho a vivir con dignidad, dejen de seguirme. Aquí no son bienvenidos.
No estoy ni ahí con la derecha ni la izquierda tibia, lo que yo quiero es que dejen de torturar al pueblo. Paren su hueveo político @sebastianpinera#CarcelParaPiñera
Mi primer signo de preocupación se produjo a mediados de 2016 en una localidad rural del Departamento (Provincia) de Potosí, Río Mulato. Estaba viajando y me detuve unos minutos allí, un hombre se acercó para charlar conmigo y me preguntó quién gobernaba en la Argentina.
Luego de contestarle le pregunté quién gobernaba en Bolivia; me dijo “un indio, un indio refinado”. Segundos después me informó que Evo Morales quería transformar a Bolivia en Cuba o Venezuela. Entonces comprendí que este slogan había trasvasado a las clases medias urbanas, un riesgo para un gobierno cuya base principal proviene de los sectores rurales.
Para entonces Evo Morales había perdido en un referéndum la posibilidad de ser elegido para un nuevo mandato e impulsaba junto a su gobierno y sus seguidores más cercanos, una vía judicial para habilitarse.
Quienes vivimos este proceso de cerca y tratamos de observarlo con un espíritu crítico, comprendimos que la explicación acerca del liderazgo indiscutible y excepcional del Evo no alcanzaría y que esa movida —que finalmente se consolidó—, acarrearía indudablemente un costo político para el mandatario.
Todo pareciera indicar que esa lectura no llegó a las altas esferas del gobierno, o al imaginario del propio Presidente.
Desde entonces, entre quienes creen y/o repiten que Bolivia será como Cuba o Venezuela, Evo Morales es un Presidente que quiere quedarse en el cargo por la fuerza.
No cuentan los logros inobjetables en el ámbito material, el déficit es simbólico. Macri no logró dominar la esfera material; Evo se empantanó en la vía simbólica.
No pueden leerse los sucesos desatados desde las elecciones del pasado 20 de octubre sin este antecedente. El proceso electoral y los hechos subsiguientes agregan varios elementos para entender la actualidad.
El primero es que hay significativas irresponsabilidades desde todos los sectores: Carlos Mesa no debió salir a festejar que había llegado a la segunda vuelta sin que finalice el conteo al que le faltaban los votos rurales, que siempre favorecen en su gran mayoría a Evo. Morales no debió atribuirse minutos después el triunfo en la primera vuelta, pues era evidente que el resultado iba a ser muy ajustado en términos de definir si había segunda vuelta o no, y él tampoco podía conocer el resultado exacto a esas horas.
Podría haber festejado si se imponía por 25 puntos o más como estaba acostumbrado, pero no si la victoria era –como finalmente parece haber sucedido— por 10,5 puntos, sólo 0,5 puntos por encima de lo requerido para no necesitar de un ballotage.
Para complicar más el escenario, minutos después de estos discursos de los dos candidatos el órgano electoral decidió (queda en el imaginario colectivo que por una orden política) suspender durante 20 horas el conteo rápido que hasta ese momento no computaba muchos de los votos rurales e instalaba una tendencia hacia la segunda vuelta.
La estrategia golpista
Para una oposición —que ya se sabía— estaba preparada para gritar fraude, la mesa quedó servida en bandeja. Los detractores del Evo, para los que el golpe de Estado nunca fue una opción descartable, se encontraron con el escenario que estaban necesitando.
Muchxs me preguntan si la diferencia de 10,5 es real o si hubo algún fraude. No lo puedo responder; dentro de unas 48 horas se conocerán los resultados de la auditoría de la OEA. No es fácil predecir qué dirá el organismo ni cuál puede ser la reacción de oficialistas y opositores.
Sin embargo, parece difícil que la institución capitaneada por Luis Almagro valide el proceso electoral. Adicionalmente los sectores movilizados no demuestran interés en saber qué opina el ente hemisférico. Ahora exigen que Evo Morales renuncie, esa es la línea.
La empresa Ethical Hacking que auditó la elección, declaró el 28 de octubre que no había existido ninguna alteración de datos, pero el pasado jueves su Gerente cambió de versión y aseguró que el proceso estaba viciado de nulidad por una serie de fallos.
Los antecedentes de quienes se oponen a Morales merecen un párrafo aparte. No es que estén agotados por casi 14 años de un gobierno tiránico; quisieron derrocar al “indio” –el Presidente más votado de toda la era democrática— desde el primer minuto que asumió la presidencia. Para ello no dudaron en sumergir a Bolivia en un proceso separatista que puso las cosas al borde de una guerra civil (2006-07-08). Más de una década después se muestran dispuestos a la misma aventura. Ya lo dijo el líder “cívico” de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho: Es ahora o nunca.
No esconde otra cosa que un golpe de Estado.
El nuevo líder anti Evo
Camacho desplazó del escenario a Mesa a fuerza de determinación bíblica. Al escucharlo no queda claro si cree que es el enviado de dios, o dios mismo. En las últimas horas el líder cívico matiza su discurso violento y se vale del creador a tono bolsonarista. Conociendo el paño, es inverosímil valorar que la embajada estadounidense no esté brindando cuanto menos su know-how a este nuevo cruzado. Washington y la derecha boliviana finalmente encuentran una ficha que no puede ser ligada al fracasado pasado neoliberal.
Una fuente del gobierno boliviano asegura desde Washington que Camacho es la apuesta electoral de Michael Kozak, un halcón recientemente designado como subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental (América Latina).
El líder cruceño se muestra como presidenciable pero descarta ser candidato, al tiempo que se pelea públicamente con los principales referentes de la oposición y declara sentirse asqueado al ver qué intereses personales quedan por encima de la Nación.
El cívico es un empresario salpicado por los Panamá Papers e impulsa un mensaje radical y mesiánico. Muy libre de cuerpo, es capaz de lanzarle un ultimátum de 48 horas al Presidente para que presente su renuncia, mientras no se cansa de repetir que no tiene intereses políticos.
Camacho ha anunciado que este lunes se dirigirá junto a los otros sectores alzados hacia el Palacio Quemado para entregar y obligarle a firmar su famosa carta de renuncia a Evo Morales. Parece buscar más enfrentamientos y muertos para endilgarle al Presidente.
Anteriormente y aclamado ante miles de sus seguidores en Santa Cruz, llegó a afirmar que en una sola jornada el gobierno gastó más de 18 millones de dólares para matar y reprimir a su pueblo. Es el momento en el que puede lanzarse cualquier tipo de acusación infame sin dejar de recibir ovaciones. No hay registro de fallecidos y ni siquiera de ningún herido de bala por el accionar de las fuerzas de seguridad. Sin embargo en las marchas opositoras no paran de gritar “Evo asesino”.
Desde que los líderes regionales (el cruceño no es el único) lanzaron su medida de paro cívico nacional e indefinido de carácter pacífico, Bolivia revivió sus peores escenas de odio étnico impulsadas sistemáticamente por los detractores del mandatario. Como no pueden llegar a Morales, muchos “cívicos” optan por golpear a mujeres de pollera.
Los “indios” no se quedan quietos, salen a las calles, intuyo que más que para defender al gobierno, para defenderse a sí mismos. En ciernes, la posibilidad de un conflicto civil de proporciones.
Enfrentamientos étnicos
El miércoles pasado se produjeron graves enfrentamientos en Cochabamba; en uno de los puntos de conflicto, un grupo de jóvenes entrenados para “defender la democracia” denominado Resistencia Juvenil Cochala, arremetió contra una gran movilización de mujeres nucleadas en torno a la organización Bartolina Sisa, aliadas al gobierno. Las mujeres campesinas cometieron el delito de pisar la ciudad, por lo que fueron perseguidas y agredidas por los jóvenes.
Horas más tarde los mismos ciudadanos (que se movilizan en centenares de motos) hicieron algunos kilómetros en dirección sur-oeste para cometer otro acto aberrante. Quemaron la Alcaldía de Vinto, secuestraron y vejaron a su titular, Patricia Arce Guzmán. La escena fácilmente pudo terminar en un linchamiento; la mandataria demostró una valentía conmovedora.
En el mismo escenario perdió la vida Limbert Guzmán, afín a la oposición. No está claro si el joven murió a consecuencia de golpes propinados por seguidores del gobierno o si falleció por efecto de la manipulación de un bazooka casero; esta última versión fue divulgada por el principal medio de comunicación opositor al gobierno (Unitel).
En la mañana del jueves, el vicepresidente Álvaro García Linera ofreció una conferencia de prensa en la que se refirió a estos hechos:
“Nunca ha pasado esto en democracia, eso se llama fascismo, eso es fascismo. Atacar mujeres, agredirlas por su condición étnica, humillarlas, atacar organizaciones sociales. Eso es fascismo. Y lo que Bolivia está enfrentando hoy es una oleada fascista. Es lo peor que tengo como imagen de lo que he vivido en toda mi experiencia en vida democrática; ese es el lenguaje de ellos.”
Vale la pena repasar la conferencia de García Linera, en la que además pueden visualizarse los bazookas utilizados por la Resistencia Juvenil Cochala. Fuentes de la embajada venezolana describen que ese tipo de armamento casero –inédito en las protestas callejeras de Bolivia— es igual al fabricado y utilizado por los estudiantes en su país.
La prensa opositora, financiada por la publicidad estatal, juega su papel. En algunos medios se hizo lo posible por invisibilizar la noticia de la alcaldesa humillada; en la gran mayoría se trató el caso de manera irresponsable, infravalorando la agresión. En el principal programa de análisis político de la Red Uno, el cronista de la noticia nos explicó que los agresores no atacaron, sino que protegieron a la funcionaria.
Golpe de Estado
La situación de máxima tensión e inestabilidad (hasta el cierre de esta edición) se vivió el viernes por la tarde noche, cuando la Unidad Táctica de Operaciones Policiales (UTOP) de Cochabamba anunció un motín policial. En pocos minutos, manifestantes pro “democracia” de todas las capitales departamentales (provinciales) se movilizaron hacia las sedes policiales para exigir que las fuerzas del orden se plieguen al movimiento.
Hasta el momento no está del todo claro qué fuerzas se sumaron al motín, pero en Santa Cruz, Tarija, Chuquisaca y Potosí muchos servidores del orden mostraron su acompañamiento.
En esta Bolivia de hoy, miles de jóvenes están en las calles de las principales ciudades con un discurso de defensa de la democracia; estoy seguro dee que no todxs son violentos ni están de acuerdo con la agenda de corte fascista que promueven los líderes del levantamiento.
Paradójicamente, aspiraciones democráticas muchas veces legítimas pueden abrirle la puerta a una aventura totalmente incompatible con esos principios; a un golpe de Estado.
Hace poco mas de medio siglo falleció Eva Perón víctima de un cáncer. Su muerte expuso en un instante fulminante la profundidad de la grieta que por ese entonces dividía al país: mientras vastos sectores de la población inundaban las calles llorando su desconsuelo, sus enemigos expresaban su alegría pintando “Viva el Cáncer” en los muros de la Capital. Esta identificación entre una enfermedad maligna que destruye las células y tejidos del organismo y un movimiento político que propugna la inclusión social ha perforado el tiempo y hoy sale a la intemperie en los dichos de un empresario vinculado al Presidente, decidido a abandonar el país ante el triunfo electoral del peronismo, “ese cáncer que nos destruye lentamente” (infobae.com 6 11 2019).
Desde su derrocamiento militar en 1955, el peronismo ha sido motivo explícito de numerosos golpes de Estado y excusa de reiterados golpes de mercado. A lo largo del tiempo, la imagen del peronismo como una enfermedad letal ha impregnado de un modo subliminal las interpretaciones políticas del antiperonismo. Ahora transpira por los poros de un Macri que encuentra en el populismo la causa de “los últimos 70 años de decadencia argentina”. El Presidente no parece asimilar la derrota electoral sufrida hace pocos días, algo que algunos periodistas de su intimidad califican como un “empate técnico” (sic). Tampoco tiene intenciones de irse del país o dejar la política. Esta semana protagonizó, en cambio, un verdadero stand-up en el escenario de un teatro colmado de funcionarios compungidos. Luego de una oda a la entrega del gobierno “con las manos limpias… y la conciencia tranquila,” advirtió rapeando a los cuatro vientos que “¡hay gato para rato!” y que será el líder de la oposición política al nuevo gobierno peronista.
El Presidente aprendió algo sustancial a lo largo de su gestión de gobierno: machacando al infinito un relato mentiroso que rasguña miedos ancestrales se puede obtener el respaldo de sectores sociales que de otro modo repudiarían las políticas implementadas. Esta vieja sabiduría de la humanidad, remozada en los principios que guiaron la propaganda nazi en Alemania, fue usada por Macri y sus seguidores para construir un relato simple, que tapa la realidad y moviliza infundiendo miedo y odio: “El peronismo K —sinónimo de “los de abajo”, los corruptos y los autoritarios— es el culpable de todos los fracasos del pasado del presente y del futuro. Ahora viene por todo. Hay que pararlo antes de que nos lleve puestos”.
Este relato impregna subrepticiamente las noticias e historias diseminadas por medios de comunicación altamente concentrados que impiden cualquier tergiversación o atisbo de duda. Esta telaraña mediática es parte del entramado de poder que maneja el Presidente. En el pasado lo usó para perseguir a sus enemigos. Ahora lo usará para obstaculizar los proyectos del nuevo gobierno. Esto, sin embargo, no es todo. Cuenta además con una estructura mafiosa clientelística y corrupta, que viene de lejos. Utilizando esa maraña adosada a las instituciones, ha pergeñado golpes mediático-judiciales para encarcelar a sus adversarios y multiplicar su patrimonio y el de sus amigos.
Retazos de esa estructura mafiosa han empezado a salir a la luz en las investigaciones del juez Alejo Ramos Padilla en Dolores, y en nuevas causas judiciales que se abren al impulso del cambio de gobierno. El reciente pedido de informes al gobierno argentino por parte del Relator para la Independencia de los Magistrados y Abogados de la Organización de Naciones Unidas, Diego García Sayan, abre la puerta para cambios drásticos en esta área. Sin embargo, desde la oposición —y respaldado por el 40% de votantes rabiosamente antiperonistas— Macri buscará retener el control sobre esa estructura mafiosa. Su capacidad de desestabilizar políticamente al nuevo gobierno dependerá de su control sobre esa mafia. Al mismo tiempo, la guerra de trincheras que se propone articular contribuirá a perpetuar ese entramado mafioso.
No se puede esperar buena voluntad de un Macri liderando a la oposición. Su gestión de gobierno deja una economía arrasada y bombas listas a explotar ni bien asuma el próximo gobierno. Ahora seguramente buscará bloquear en el Congreso las acciones que el nuevo gobierno tome para salir de la recesión y del endeudamiento ilimitado.
La oposición insertada en la economía real
Macri tiene aliados cruciales en el llano de la economía real: aquellos grandes empresarios que controlan monopólicamente sectores claves de la economía y pueden formar precios. Poco tiempo atrás, muchos de ellos formaron parte de un grupo de WhatsApp que apoyaba la candidatura de Macri. Ahora se dan cuenta de que la batalla contra la infección peronista debe adoptar nuevas formas y han entrado en acción. Algunos presionan abiertamente al Presidente electo para imponer candidatos en su futuro gabinete de ministros o para mantener a funcionarios macristas en los organismos públicos mas importantes (infobae.com 17 10 2019). Todos se expresan a través de sus respectivas organizaciones empresariales. Habiendo aceptado participar en el Acuerdo Social propuesto por Alberto Fernández, exigen, sin embargo, reivindicaciones de máxima sin hacer concesiones de ninguna índole. Más allá de la diversidad de los reclamos según los sectores de la economía en que están insertados, todos los grandes empresarios encuentran un común denominador en las demandas de mayores subsidios, ajuste del costo salarial y total rechazo al control de precios.
Esto ocurre en circunstancias en que el salario ha perdido la mitad de su valor en dólares desde 2016, la industria ha eliminado 150.000 empleos formales y el 40% de la población vive hoy por debajo del nivel de pobreza. En este contexto de miseria los formadores de precios se apresuran a imponer al futuro gobierno una estructura de precios relativos que les es favorable. El sector alimenticio lidera la estampida inflacionaria dolarizando sus precios. Otro sector, el agropecuario, rechaza todo “incremento de la presión tributaria sobre los sectores productivos” y se ha declarado en alerta ante un posible aumento de las retenciones agropecuarias que pretenda amortiguar el impacto de los precios internacionales sobre los precios de sus productos (lpo.com 6 11 2019). Esta postura unifica al “campo” en su conjunto y politiza a los productores de base.
Macri recibió un apoyo electoral masivo por parte del sector agropecuario en las regiones más ricas del país. Allí amplió las diferencias con el FdT e incluso revirtió resultados en relación a los obtenidos en las PASO. En la franja central del país (Mendoza, San Luis Córdoba, Entre Ríos) cientos de productores unidos a través de grupos de WhatsApp han conformado el movimiento “Argentina del Centro”. Algunos plantean la posibilidad de cortar las rutas, como en el 2008, si las retenciones se modifican. En la carta fundacional de este movimiento se “reclama un reconocimiento de la matriz productiva por sobre el aparato asistencialista. La zona del centro, médula espinal del país propone un cambio de raíz” (lpo.com 6 11 2019).
Poco a poco, la imagen del cáncer peronista empieza a enriquecer su contenido empapándose con los ecos de viejos conflictos nunca resueltos, una grieta que va mas allá del miedo a “los de abajo”, sumando la cruenta disputa por el excedente, los ingresos y la riqueza acumulada entre grupos de propietarios ubicados en distintos sectores de la producción. Así, el cáncer peronista es también una grieta resultante de una matriz productiva forjada al calor de esas luchas. Esta matriz productiva es consecuencia de décadas de acumulación del capital en condiciones de dependencia tecnológica, un proceso que generó una creciente concentración del capital en sectores clave de la economía y una demanda ilimitada de tecnología incorporada en importaciones imposibles de enfrentar con las divisas provenientes de las exportaciones, tanto del sector agropecuario como del industrial. Esta forma de acumulación ha sustituido a lo largo del tiempo la inversión productiva por los subsidios del Estado y la fuga de capitales y ha dado origen a un endeudamiento externo, potenciado a partir de los ’80 con los planes de estabilización del FMI y la apertura de las finanzas locales a la especulación financiera. Ningún gobierno democrático intentó revertir esta matriz productiva.
Alberto Fernández ha prometido en la campaña electoral terminar con el hambre y el endeudamiento de los sectores mas vulnerables, “encendiendo los motores de la economía… alentando las exportaciones y poniendo plata en el bolsillo de la gente” para activar el mercado interno. Sin embargo, la historia reciente demuestra que nada de esto es sustentable si no se modifica la actual estructura productiva del país. Por otra parte, hoy vivimos en una coyuntura mundial amenazada por la recesión, la crisis financiera, la guerra comercial entre las dos potencias económicas mas grandes del mundo, la contaminación ambiental y la militarización de los conflictos geopolíticos. Estamos insertados en ese mundo con una matriz productiva que reproduce al interior de nuestra sociedad limitaciones estructurales y conflictos que nos han encerrado en el actual laberinto.
Hoy la mitad de la capacidad instalada en la industria está ociosa, cerca de 20.000 pymes han desaparecido, múltiples firmas medianas y algunas empresas grandes cierran instalaciones o achican su producción. Paradójicamente, en esta economía en recesión una fuerte intervención del Estado puede abrir el camino hacia un cambio drástico de la estructura productiva que, basándose en el conocimiento científico y tecnológico acumulado en el país, pueda integrar cadenas de valor y sectores de la producción buscando un crecimiento económico con inclusión social y mayor integración nacional.
Cadenas de valor global en un mundo en crisis
Esta semana unos tweets de Jair Bolsonaro anunciando que tres empresas multinacionales se mudarían próximamente de la Argentina al Brasil provocaron un pequeño escándalo. Luego de ser desmentidos, fueron borrados (lanación.com 6 11 2019). Sin embargo, más allá de las desmentidas, en los últimos meses dos de las tres empresas mencionadas han reducido drásticamente su presencia en el país. Este incidente permite atisbar la vulnerabilidad económica de nuestra industria insertada en cadenas de valor global dominadas por empresas multinacionales con control monopólico sobre la información, la tecnología y las decisiones que se toman. La industria automotriz, un sector de enorme importancia en nuestra economía, ejemplifica la irracionalidad de la industrialización argentina de las últimas décadas. Hoy opera a menos de la mitad de la capacidad instalada, acumula 14 meses de caída ininterrumpida de la producción, que en el mes de octubre fue del -18%. La mayor parte de los autos que consumimos son producidos en otros países y nuestra industria tiene enormes dificultades para colocar su producción en el país y en el extranjero.
Esto no es casual. Una crisis global afecta desde hace tiempo a la producción, las ventas y el empleo de las empresas multinacionales que controlan la producción de vehículos tanto en los países centrales como en China y las economías emergentes. Las razones de la crisis son múltiples. La introducción de innovaciones tecnológicas con el objetivo de automatizar la producción y construir vehículos eléctricos y drones provocó una drástica reestructuración del sector. Esto se asocia además con baja de las ventas, desempleo creciente, caída de los salarios e introducción de cambios regulatorios para contener el cambio climático. En otros países, y especialmente en los Estados Unidos, las ventas de las automotrices se han visto afectadas por el alto endeudamiento de la población. Todos estos cambios preceden al desarrollo de la guerra comercial entre China y los Estados Unidos. Esta guerra, sin embargo, ha agravado en los últimos tiempos la caída de las ventas y de las ganancias de las grandes multinacionales que dominan el sector automotor (business insider.com 22 10 2018, cnn.com 12.7 2019). La recesión del sector automotor ha sido de tal magnitud que contribuyó a desencadenar la recesión de la economía global. El FMI ha estimado que la caída de la producción global de vehículos explica un 25% del estancamiento de la producción global entre el 2017 y el 2018 y un 33% de la caída del comercio mundial en el mismo período (zerohedge.com 11 6 2019).
Los cambios ocurridos en la industria automotriz no se han dado al azar. Son la consecuencia de un capitalismo global monopólico que se particulariza por una brecha creciente entre la progresión del endeudamiento y la de la producción. Desde mediados de los ’80 la productividad, los salarios y el producto bruto muestran una tendencia al estancamiento en los Estados Unidos, que se convierte en tendencia declinante hacia el 2001 y permanece como tal hasta nuestros días. Esto ha sido acompañado por un explosivo crecimiento del endeudamiento, y por una expansión mundial de las empresas multinacionales norteamericanas penetrando con sus inversiones el sector industrial de diversos países y dinamizando especialmente a la economía china en las últimas décadas. Uno de los resultados de estos procesos fue una enorme interpenetración del proceso de producción mundial. La guerra comercial desatada en los últimos años entre Estados Unidos y China amenaza con provocar un cimbronazo en las cadenas de valor global. Sin embargo, no las ha destruido ni ha provocado el retorno de la inversión de empresas multinacionales norteamericanas en China a su país de origen como esperaba el gobierno de Trump.
Esta guerra comercial entre China y los Estados Unidos, es algo más que una guerra arancelaria. Es una competencia por el control de la tecnología de guerra, una competencia impulsada por las fuerzas armadas norteamericanas para asegurar su control geopolítico mundial y bloquear la expansión china (zerohedge.com 5 11 2019). Ocurre que el capitalismo global monopólico tiene una faz oculta: la expansión de la industria de guerra norteamericana y una creciente renovación tecnológica. Esto ha derivado en un cambio tecnológico creciente con drásticas consecuencias a nivel mundial sobre la estructura productiva y los mercados de trabajo.
Todos estos procesos señalan la necesidad de introducir cambios en la matriz productiva de nuestro país que, aprovechando racionalmente nuestros recursos humanos y naturales, permitan terminar definitivamente con el hambre, la exclusión social y la desintegración nacional. Esto no se hace de un día para el otro pero el camino se hace al andar. Sin duda alguna, el nuevo gobierno tendrá que enfrentar múltiples y pesados desafíos. Sin embargo, también tendrá la oportunidad de empezar a provocar cambios en la relación de fuerzas que nos ha precipitado en este laberinto.
Aún en la discrepancia, los diálogos de Alberto con Abrams y con Piñera fueron más lógicos que el que mantuvo con Macrì el 28 de octubre, en el que el Presidente saliente sólo pareció motivado por sus intereses personales. Por ejemplo, dijo que se proponía transferir de la Nación a la Ciudad de Buenos Aires por decreto el puerto (a cuyo control aspira Nicky Caputo) y la Inspección General de Justicia, lo cual convertiría a la capital de la Argentina en una guarida fiscal. Alberto le dijo que no lo hiciera, porque en tal caso él anularía esos decretos al asumir. No lo mencionó en la reunión, pero también considera transferir del Poder Ejecutivo a la Cámara Federalde Casación Penal el programa de protección de arrepentidos, tal como solicitaron algunos de los encuadernados por el doctor Glock y el fiscal Carlos Stornelli, quien teme una decisión en contra del consejo evaluador creado por el procurador interino Eduardo Casal.
Durante el desayuno en la Casa de Gobierno, Fernández reclamó que Macrì terminara con las falsas acusaciones por corrupción contra Cristina y le advirtió:
AF: Los mismos jueces que usaste para perseguir a la oposición se van a encarnizar con vos cuando dejes el gobierno.
MM: Yo nunca hablé con un juez para pedirle que persiga a nadie.
AF: Lo hicieron otros en tu nombre: Garavano, Pepín, De Andreis, Torello. ¿Vos nunca te enteraste de nada?
Macrì minimizó la mayoría de las causas y negó seriedad a uno de los denunciantes, el diputado Rodolfo Tailhade.
—¿Vos me querés decir que las denuncias de Elisa Carrió son más serias?— respondió Fernández.
El primer Presidente latinoamericano que fracasa en su intento de reelección se mostró inquieto por cuatro de las causas que lo comprometen y había preparado una carpeta con sus explicaciones sobre cada una de ellas: el Correo Argentino, el soterramiento del tren Sarmiento, los parques eólicos y las autopistas por peaje. Antes de terminar su mandato, Macrì intenta aliviar su situación en esos expedientes. En la del Correo, la estrategia sigue siendo apartar a como dé lugar a la fiscal Gabriela Boquín.
Operaciones que se derrumban
A la antológica definición de Luis Majul sobre un empate técnico en las elecciones presidenciales han sucedido deslizamientos que buscan cierto equilibrio entre el irrenunciable desgaste del Presidente electo y la necesidad de evitar el ridículo autodescalificatorio. El más original fue el gurú fallido Miguel Ángel Broda, para quien Fernández “le sacó a Macri ‘sólo’ 8 puntos porcentuales”.
Como de costumbre, el único analista de la corriente principal que no retaceó importancia al resultado electoral de octubre fue Rosendo Fraga, cuya honestidad intelectual lo lleva a definirse como de centro-derecha. En su informe de noviembre dijo que “el mundo interpreta que ganar en primera vuelta por ocho puntos de ventaja es un triunfo contundente”, y también consideró un éxito el llamado de Trump.
Ese contacto fue gestionado por un rabino del sector mayoritario de la colectividad judía, que desea una pronta renovación de la dirigencia de AMIA y DAIA, que quedó irremisiblemente pegada al gobierno saliente, incluso como punta de lanza en sus políticas más controvertidas. Su desorientación se explicitó en la comida anual de esta semana, donde el presidente de AMIA, Ariel Eichbaum, instó al próximo gobierno a mantener la política del actual respecto de lo que llamó “la lucha contra el terrorismo”, una grosera presión, equivalente a la de los bancos extranjeros que pidieron la confirmación de cuatro funcionarios jerárquicos de la gestión de Maurizio Macrì: Guido Sandleris, Emilio Basavilbaso, Mariano Federici y Leandro Cuccioli, nada menos. Del mismo modo, Macrì cree que puede liderar la oposición e incluso pretende colocar en la presidencia del PRO a Patricia Bullrich, quien negocia en Israel la compra de nuevos artefactos para el espionaje político, del tipo de los que se utilizan en forma desembozada en la serie de HBO Our Boys, una obra de propaganda sobre el conflicto israelo-palestino.
Esas operaciones se derrumban una tras otra frente a los duros hechos. Lo mismo ocurre con la fisura entre el Presidente electo y su vice.
La guerra judicial
Las definiciones de Alberto Fernández durante su visita a México, en la entrevista que concedió a Rafael Correa para la televisión rusa, las que ofreció en el encuentro de los miembros del Grupo de Puebla y ante los secretarios generales de los sindicatos de la CGT, no dejan margen a la especulación.
El ex Presidente ecuatoriano conduce un programa en las emisiones en castellano de la televisión rusa. En respuesta a sus preguntas, Alberto Fernández impugnó la política judicial seguida en toda la región para sacar de juego a los líderes progresistas o populistas, como el propio Correa, Lula y Cristina. El mismo mensaje transmitió ayer al inaugurar las deliberaciones del Grupo de Puebla, en el que se alistan dirigentes progresistas opositores a los gobiernos de Brasil, Chile, Colombia y Ecuador y donde se proyectó el primer video grabado por Lula en libertad.
Fernández recordó que cuando decidió visitar a Lula en su celda de Curitiba durante la campaña electoral hubo quienes le dijeron que no convenía, pero que él no hacía lo conveniente sino lo necesario, que es estar junto a los perseguidos en forma injusta. Entre ambas reuniones visitó la CGT, donde se reunió con los secretarios generales de los gremios que la integran. Antes de comenzar preguntó por qué no estaba Hugo Yasky, el secretario general de la CTA que en el plenario realizado en Lanús con presencia de Alberto, anunció que comenzaba el proceso de negociación para el reintegro de la CTA a la CGT. Los cegetistas le explicaron problemas burocráticos que lo dificultan, pero Fernández repuso que esa unidad era imprescindible, que comprometería para ello la acción de su gobierno y le transmitió al secretario general Héctor Daer que él no podría participar del acto si la conducción cegetista no hacía una referencia explícita a la central creada durante el menemismo para oponerse al plan de privatizaciones. El propio Daer cumplió durante sus palabras introductorias con el pedido de Alberto. Cuando tomó el micrófono, Fernández dijo que su victoria fue posible “porque nos unimos. El secreto de este triunfo no es otro que la unidad y el esfuerzo particularmente de Cristina, porque ella es la esencia de este triunfo que hoy tenemos”.
Ni La Nación ni Clarín ni Perfil destacaron ese párrafo del mensaje. Quien quiera oír, que oiga.
Entre las reuniones que Alberto Fernández mantuvo en México y la libertad de Lula en Brasil, hay un hilo conductor cuyo recorrido dibuja un marcado cambio de tendencia regional, en el que la Argentina tiene un rol decisivo. A los actores locales remisos a tomar nota, Alberto les dedicó su mensaje ante los secretarios generales de la CGT. Sin embargo, la gravísima situación boliviana donde se teme el derrocamiento por la violencia de Evo Morales, indica que no hay una definición inequívoca, sino una disputa regional de resultado abierto. Es imposible no vincular el nuevo alzamiento de la Media Luna boliviana, con la amenaza de la Sociedad Rural de volver a las calles si el futuro gobierno reimplanta las retenciones eliminadas por Maurizio Macrì y aumenta las de la soja.
En México, el Presidente electo se reunió con el jefe de Estado, Andrés Manuel López Obrador, pero también con dos funcionarios clave del gobierno de los Estados Unidos: el encargado del Hemisferio Occidental (como allí llaman a Subamérica y el Caribe) en el Consejo Nacional de Seguridad, Mauricio Claver, quien antes fue director por su país en el Fondo Monetario Internacional, y el delegado del Presidente Donald Trump para los asuntos vinculados con Venezuela, Elliot Abrams.
López Obrador comprometió su ayuda a la Argentina en materia comercial, donde hay un gran desequilibrio favorable a México, pero también su intercesión ante Trump por el trato a la Argentina en el FMI y para la designación del próximo presidente del BID. En principio, Macrì había acordado con Trump y con el Presidente brasileño Jair Bolsonaro, que esa posición fuera ocupada por Rogelio Frigerio (n). El saliente ministro de Obras Públicas pidió el apoyo de Fernández para su postulación, pero el Presidente electo le dijo que tenía su propio candidato, un hombre de su confianza que conoce muy bien el funcionamiento de esa entidad crediticia interamericana. Si esa elección no fuera posible, la Argentina apoyaría a la economista costarricense Rebeca Grynspan, secretaria general Iberoamericana.
Hablar claro
La reunión con el estadounidense de origen cubano Mauricio Claver fue gestionada por la embajada de Estados Unidos en México, que se comunicó en forma directa con Alberto. A diferencia de este encuentro, que fue público, el Presidente argentino recibió a Abrams sin que trascendiera. En este caso, el vuelo del viejo halcón a México fue anunciado a Fernández por la oficina del Secretario de Estado, Mike Pompeo, quien es el único ministro de Relaciones Exteriores de su país que antes se desempeñó como Jefe de la CIA.
Con el Presidente Ronald Reagan, Abrams fue subsecretario de Estado para asuntos Subamericanos, organizó a los contras y su financiamiento con recursos obtenidos mediante la venta de armas a Irán, pese a que estaba bajo embargo estadounidense. Abrams fue condenado por su participación en ese operativo clandestino, pero el Presidente George Bush padre lo indultó. Con el Presidente Bush hijo fue uno de los organizadores de los ataques contra Irak. Su designación a cargo de Venezuela, en enero de este año, pese a que en la interna republicana había militado duramente en contra de Trump, fue un anuncio de que Estados Unidos procuraba el liso y llano derrocamiento de Maduro. Pero esa estrategia fracasó, y eso fue perceptible en los encuentros con Fernández.
Se habló con gran sinceridad, con la presencia de sólo dos personas más: el futuro canciller argentino Felipe Solá y un empresario argentino que acompañó a Claver. Ese misterioso personaje cumple en la OEA el tipo de funciones que en otro tiempo desempeñó Luigi Einaudi. Con la diferencia de que el italiano era embajador de Estados Unidos en la OEA y no un presunto empresario hotelero del Gran Buenos Aires.
En una entrevista que le realizamos en Habrá Consecuencias, por El Destape Radio, Solá anticipó que la Argentina no canjearía su posición sobre Venezuela por apoyo estadounidense en las negociaciones con el FMI. Ninguno de los funcionarios estadounidenses lo planteó en forma tan cruda. Ambos siguieron un libreto común. Dijeron que Trump quería ayudar al futuro Presidente en sus negociaciones con el FMI, y que necesitaba que tuviera éxito, en una región convulsionada por las rebeliones populares en Ecuador y Chile.
Acerca de la situación en Venezuela, ambas partes coincidieron en la búsqueda de una salida electoral, sin proscripciones. Pero los estadounidenses pretendían que el Presidente Nicolás Maduro primero renunciara, que las elecciones fueran preparadas durante un año por un mandatario interino con supervisión internacional y que Maduro pudiera presentarse en igualdad con el resto de los aspirantes. Fernández les dijo que no era un planteo realista. El propio Abrams reconoció que Maduro retenía el apoyo del 35% de los venezolanos, incluyendo en esa suma un 15% propio y un 20% del chavismo puro y duro. Fernández también planteó la inutilidad del bloqueo económico que hace sufrir al pueblo y no tiene efectos políticos y sostuvo que para que la convocatoria electoral tuviera sentido, debía garantizarse que, en caso de derrota, Maduro y los miembros de su gobierno no fueran perseguidos.
—Tuvimos una mala experiencia con el levantamiento del bloqueo— dijo Claver, nacido en Miami, de familia cubana. Ante la incomprensión de su interlocutor aclaró que se refería a la decisión del ex Presidente Barack Obama respecto de Cuba, que Trump rectificó.
—Desde el punto de vista latinoamericano, el levantamiento del bloqueo a Cuba fue la mejor medida de política estadounidense hacia la región— repuso Fernández, quien se preocupó por aclarar que apenas conoció a Maduro durante una visita de Chávez a la Argentina, pero que no tenía relación con él.
Miami 2020
Estos planteos de los funcionarios estadounidenses dan la pauta de la evaluación que hacen sobre el fracaso de las políticas tendientes al cambio de gobierno y lo que ellos llaman nation building. El título del presidente ante sí, Juan Guaidó, tiene tanto valor como el del zar Simeón de Bulgaria, quien pasó más de medio siglo en el exilio, hasta que en 2001 ganó una elección y gobernó como primer ministro durante cuatro años, caso único entre las monarquías pre comunistas. En 2005 fue derrotado y se retiró de la política. Ni las Fuerzas Armadas ni las masas se plegaron a los intentos de derrocamiento violento de Maduro, que incluyeron un atentado con cohetes desde drones. Tanto Claver como Abrams admitieron que el Grupo de Lima estaba muerto, pero pidieron que el nuevo gobierno argentino no protocolizara esa defunción con el anuncio de su retiro, lo que evidenciaría el fracaso de la estrategia desplegada por su gobierno. El interés de los emisarios guarda relación con la campaña para la reelección de Trump, quien dio cambio de domicilio a Miami, porque Florida es un estado clave para la definición electoral.
En lugar del Grupo de Lima, los estadounidenses aceptarían la constitución de un nuevo grupo de países que actúe como gestor de la solución, donde estarían representados México, la Argentina, otros países de la región y un par de naciones europeas, aunque sobre este último punto hay más dudas.
El diálogo con Abrams incluyó un repaso por la situación regional, en el que Fernández llamó la atención sobre la violenta represión de manifestantes pacíficos en Ecuador y acerca de la tremenda desigualdad en Chile. “El único milagro chileno es la paciencia que tuvo su pueblo”, dijo el Presidente electo argentino. Cuando señaló que el 1% de los chilenos acumulaban tanta riqueza como los tres deciles inferiores, Abrams reaccionó con incredulidad.
—No puede ser. Ni en Estados Unidos es así.
—Pero en Chile sí— respondió Fernández, quien zanjó la discusión mostrándole en su teléfono los datos oficiales que confirmaban su aserto.
No está claro si Abrams sabía que Fernández recibió dos llamados de su colega de Chile, Sebastián Piñera, quien lo invitó a que antes de asumir visitara su país. Fernández se rehusó, porque los anuncios de Piñera sobre un endurecimiento de las medidas represivas van en la dirección contraria a la de sus ideas. En esas condiciones, no cree que su eventual visita vaya a ser de alguna utilidad para el mandatario.
Los estadounidenses también plantearon la situación en Bolivia. Fernández fue categórico: “Evo ganó las elecciones por más de diez puntos, y se están discutiendo décimas”. Los acontecimientos posteriores, con el nuevo levantamiento de la Media Luna y los motines policiales, sugieren que no fue convincente. Como afirma en esta misma edición Andrés Sal.Lari, es impensable que la emergencia del nuevo líder cívico Luis Fernando Camacho, bien al estilo del venezolano Guaidó, haya ocurrido sin intervención de la embajada estadounidense. Abrams, vale recordarlo, fue uno de los funcionarios de su país que avalaron el golpe de 2002 contra Hugo Chávez. Las noticias que llegan desde La Paz dan a entender que Evo ha perdido el control de la calle y que los militares por ahora no se inclinan por reprimir la sublevación policial, cuyos líderes simpatizan con Camacho. El ex ministro del Interior de Evo, Hugo Moldiz, quien en mayo de 2015 debió renunciar por la resistencia policial a un plan de reestructuración, advierte que esta madrugada se prevé que el motín policial se extienda a La Paz, librando el camino para que los manifestantes de la derecha dura (y de la izquierda que imagina estar en vísperas de la revolución) ingresen a la casa de gobierno. Sólo podrían impedirlo los movimientos sociales que intentaban retomar el control de la calle, añadió Moldiz. Bolivia tiene un antecedente ominoso: el del fugaz Presidente Gualberto Villaroel, un militar nacionalista al estilo de Perón, con quien estaba en contacto, que en 1946 fue derrocado por una turba que lo asesinó a puñaladas, lo arrastró por la calle y lo colgó en la Plaza Murillo.