domingo, 10 de noviembre de 2019

EL COHETE A LA LUNA DIXIT.

Las carpetas de Macrì

Aún en la discrepancia, los diálogos de Alberto con Abrams y con Piñera fueron más lógicos que el que mantuvo con Macrì el 28 de octubre, en el que el Presidente saliente sólo pareció motivado por sus intereses personales. Por ejemplo, dijo que se proponía transferir de la Nación a la Ciudad de Buenos Aires por decreto el puerto (a cuyo control aspira Nicky Caputo) y la Inspección General de Justicia, lo cual convertiría a la capital de la Argentina en una guarida fiscal. Alberto le dijo que no lo hiciera, porque en tal caso él anularía esos decretos al asumir. No lo mencionó en la reunión, pero también considera transferir del Poder Ejecutivo a la Cámara Federal de Casación Penal el programa de protección de arrepentidos, tal como solicitaron algunos de los encuadernados por el doctor Glock y el fiscal Carlos Stornelli, quien teme una decisión en contra del consejo evaluador creado por el procurador interino Eduardo Casal.
Durante el desayuno en la Casa de Gobierno, Fernández reclamó que Macrì terminara con las falsas acusaciones por corrupción contra Cristina y le advirtió:
AF: Los mismos jueces que usaste para perseguir a la oposición se van a encarnizar con vos cuando dejes el gobierno.
MM: Yo nunca hablé con un juez para pedirle que persiga a nadie.
AF: Lo hicieron otros en tu nombre: Garavano, Pepín, De Andreis, Torello. ¿Vos nunca te enteraste de nada?
Macrì minimizó la mayoría de las causas y negó seriedad a uno de los denunciantes, el diputado Rodolfo Tailhade.
—¿Vos me querés decir que las denuncias de Elisa Carrió son más serias?— respondió Fernández.
El primer Presidente latinoamericano que fracasa en su intento de reelección se mostró inquieto por cuatro de las causas que lo comprometen y había preparado una carpeta con sus explicaciones sobre cada una de ellas: el Correo Argentino, el soterramiento del tren Sarmiento, los parques eólicos y las autopistas por peaje. Antes de terminar su mandato, Macrì intenta aliviar su situación en esos expedientes. En la del Correo, la estrategia sigue siendo apartar a como dé lugar a la fiscal Gabriela Boquín.


Operaciones que se derrumban

A la antológica definición de Luis Majul sobre un empate técnico en las elecciones presidenciales han sucedido deslizamientos que buscan cierto equilibrio entre el irrenunciable desgaste del Presidente electo y la necesidad de evitar el ridículo autodescalificatorio. El más original fue el gurú fallido Miguel Ángel Broda, para quien Fernández “le sacó a Macri ‘sólo’ 8 puntos porcentuales”.
Como de costumbre, el único analista de la corriente principal que no retaceó importancia al resultado electoral de octubre fue Rosendo Fraga, cuya honestidad intelectual lo lleva a definirse como de centro-derecha. En su informe de noviembre dijo que “el mundo interpreta que ganar en primera vuelta por ocho puntos de ventaja es un triunfo contundente”, y también consideró un éxito el llamado de Trump.
Ese contacto fue gestionado por un rabino del sector mayoritario de la colectividad judía, que desea una pronta renovación de la dirigencia de AMIA y DAIA, que quedó irremisiblemente pegada al gobierno saliente, incluso como punta de lanza en sus políticas más controvertidas. Su desorientación se explicitó en la comida anual de esta semana, donde el presidente de AMIA, Ariel Eichbaum, instó al próximo gobierno a mantener la política del actual respecto de lo que llamó “la lucha contra el terrorismo”, una grosera presión, equivalente a la de los bancos extranjeros que pidieron la confirmación de cuatro funcionarios jerárquicos de la gestión de Maurizio Macrì: Guido Sandleris, Emilio Basavilbaso, Mariano Federici y Leandro Cuccioli, nada menos. Del mismo modo, Macrì cree que puede liderar la oposición e incluso pretende colocar en la presidencia del PRO a Patricia Bullrich, quien negocia en Israel la compra de nuevos artefactos para el espionaje político, del tipo de los que se utilizan en forma desembozada en la serie de HBO Our Boys, una obra de propaganda sobre el conflicto israelo-palestino.
Esas operaciones se derrumban una tras otra frente a los duros hechos. Lo mismo ocurre con la fisura entre el Presidente electo y su vice.


La guerra judicial

Las definiciones de Alberto Fernández durante su visita a México, en la entrevista que concedió a Rafael Correa para la televisión rusa, las que ofreció en el encuentro de los miembros del Grupo de Puebla y ante los secretarios generales de los sindicatos de la CGT, no dejan margen a la especulación.

Alberto Fernández con Rafael Correa.

El ex Presidente ecuatoriano conduce un programa en las emisiones en castellano de la televisión rusa. En respuesta a sus preguntas, Alberto Fernández impugnó la política judicial seguida en toda la región para sacar de juego a los líderes progresistas o populistas, como el propio Correa, Lula y Cristina. El mismo mensaje transmitió ayer al inaugurar las deliberaciones del Grupo de Puebla, en el que se alistan dirigentes progresistas opositores a los gobiernos de Brasil, Chile, Colombia y Ecuador y donde se proyectó el primer video grabado por Lula en libertad.





Fernández recordó que cuando decidió visitar a Lula en su celda de Curitiba durante la campaña electoral hubo quienes le dijeron que no convenía, pero que él no hacía lo conveniente sino lo necesario, que es estar junto a los perseguidos en forma injusta. Entre ambas reuniones visitó la CGT, donde se reunió con los secretarios generales de los gremios que la integran. Antes de comenzar preguntó por qué no estaba Hugo Yasky, el secretario general de la CTA que en el plenario realizado en Lanús con presencia de Alberto, anunció que comenzaba el proceso de negociación para el reintegro de la CTA a la CGT. Los cegetistas le explicaron problemas burocráticos que lo dificultan, pero Fernández repuso que esa unidad era imprescindible, que comprometería para ello la acción de su gobierno y le transmitió al secretario general Héctor Daer que él no podría participar del acto si la conducción cegetista no hacía una referencia explícita a la central creada durante el menemismo para oponerse al plan de privatizaciones. El propio Daer cumplió durante sus palabras introductorias con el pedido de Alberto. Cuando tomó el micrófono, Fernández dijo que su victoria fue posible “porque nos unimos. El secreto de este triunfo no es otro que la unidad y el esfuerzo particularmente de Cristina, porque ella es la esencia de este triunfo que hoy tenemos”.

Presidente y vice, Alberto Fernández y Cristina.

Ni La Nación ni Clarín ni Perfil destacaron ese párrafo del mensaje. Quien quiera oír, que oiga.

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