domingo, 1 de septiembre de 2019

UNA HISTORIA SECRETA DEL SIGLO Juventud y política en la obra de Los Redondos / Solari


El viernes 30 de agosto, FEDUBA —el sindicato de docentes de la UBA— nos entregó un reconocimiento al Indio y a mí, por la trayectoria de ambos y por el libro que escribimos en común, Recuerdos que mienten un poco. El texto que sigue es una versión más prolija de lo que quise expresar entonces, en el escenario que nos prestó la Facultad de Filosofía y Letras ubicada en Puán al 400. 


Uno de mis libros favoritos en materia de estudios culturales fue escrito por Greil Marcus y se llama Rastros de carmín. Es un ensayo donde Marcus argumenta que ciertos movimientos de la vanguardia de comienzos de siglo pasado, como el dadaísmo y el situacionismo, fueron antecedentes del punk. Alguna cabeza parlante de esas que opinan compulsivamente por las redes y están enfermas de literalidad diría que es un disparate, desde que gente como Sid Vicious no oyó hablar nunca de Marcel Duchamp. Pero ninguna explosión es consciente de estar explotando. Si algo hay que concederle a Marcus es el valor de postular que, en materia de movimientos culturales, no hay combustiones espontáneas. Por brutalista que parezca, por negador de todo lo que lo antecedió, ningún movimiento cultural carece de una historia secreta.
«Cada nueva manifestación cultural reescribe el pasado —dice Marcus—, toma a viejos malditos y los convierte en héroes nuevos… Los actores del presente hurgan el pasado en busca de antecesores, porque el linaje es legitimidad y la novedad es duda».


Si nunca leyeron el libro, corran a buscarlo. Es inspirador, en tanto plantea hipótesis que nunca se nos habrían ocurrido y encuentra ligazones entre fenómenos que no parecían ligados por nada. Así que bájanselo de algún sitio, ya que la edición es española y en este momento debe estar tan cara como un kilo de yerba Playadito.
Desde que empecé a trabajar con el Indio en su (auto)biografía, Recuerdos que mienten un poco, no pasó un mes sin que me viniese a la mente el subtítulo del libro de Marcus: Una historia secreta del siglo XX. No porque los libros tuviesen intenciones semejantes —pertenecen a géneros disímiles: una biografía fija hechos que pretende indiscutibles, mientras que un ensayo debería subvertirlos—, sino porque, a medida que el Indio desovillaba las anécdotas que hasta entonces había mantenido ocultas, yo adquiría la sensación de que nuestro libro iba a terminar constituyendo —de modo involuntario, insisto— una historia secreta de los últimos 70 años de la Argentina. Cifra que, desde que Macri la utilizó para ponerle fecha al origen presunto de todos los males nacionales, liga la edad de Solari con el inicio del peronismo.


El Indio forma parte de lo que podríamos llamar la generación de los ’70; y se guisó en la matriz cultural de una ciudad universitaria y por eso plural y creativa como La Plata. (En la que también, vale señalarlo, hicieron sus primeras armas por aquellos mismos años Néstor y Cristina Kirchner.) Pero, quizás porque era hijo de padres añosos que se lo permitieron todo y porque tenía un hermano diez años mayor que ya había actuado ante sus ojos dos sendas del deber ser de la época—la militancia política formal en la UES, y más tarde la carrera militar—, prefirió el camino de la experimentación. (O si prefieren, para ponerlo en los términos que se usan en la calle, de la picardía.)
Las historias de la Argentina contemporánea suelen hacer foco en la militancia revolucionaria de los jóvenes de los ´70. Pero el derrotero de Solari y del grupo de delirantes que orbitaban a su alrededor señalaba un camino paralelo, y por ende articulaba una historia secreta de su tiempo. Una historia también llena de víctimas jóvenes, que en este caso fueron pasto de las adicciones y la locura; pero que, precisamente por haberse sustraido a las corrientes del mainstreamjuvenil de entonces —que empujaban hacia la militancia política formal—, nos permite entrever que la represión no estaba dirigida de modo exclusivo a los jóvenes con afinidad partidaria o movimientista. En todo caso, el brazo militar era la expresión más salvaje de una estructura de poder. Pero esa misma estructura tenía claro que no sólo era enemiga de los jóvenes militantes: su deseo de muerte apuntaba, más bien, a todos los jóvenes en general — o para ser más preciso, a todos lxs jóvenes que estuviesen dispuestos a ser jóvenes.
No olvidemos que, hasta entonces, la juventud no había existido como tal. Según la Historia atestigua, la especie pasaba de la escuela al taller o la fábrica, a la guerra, a la responsabilidad familiar. Recién en el mundo de posguerra los baby boomers —aquellos que nacimos entre 1946 y 1964— pisamos el freno y nos negamos a entrar automáticamente en aquel túnel para el que hasta entonces no existía alternativa. El recambio acrítico que había sido la norma, ese recoger la antorcha que nos pasaban nuestros padres para prolongar la misma carrera, voló en mil pedazos. Y todo fue puesto en cuestión: el significado del trabajo, el valor del dinero y de la patria como máquina de guerra, la estética clásica y tantas otras cosas que parecían basales. «Pasar de un trabajo que no te gusta a mirar una pantalla en la que otros viven más intensamente que vos… Eso, en los términos más generales, es la vida en los Estados Unidos», escribió el ensayista y novelista Michael Ventura, tal como Marcus lo cita.


La estructura del poder económico y político respondió con virulencia, porque tiene tolerancia cero con todo cambio que no sea cosmético. (Su esencia es gatopardista. Por eso es posible que los sectores más reaccionarios de sociedades como la nuestra se presenten como adalides del cambio sin ponerse colorados.) Hoy no es posible leer ciertos acontecimientos desde la ingenuidad con que fueron recibidos en su momento. Pelis como Érase una vez en Hollywood, de Quentin Tarantino, y series como Mindhunter, regresan a la obsesión de nuestra cultura con Charles Manson como momento pivotal: parafraseando al J. G. Ballard más vanguardista, autor de textos como El asesinato de John Fitzgerald Kennedy considerado como una carrera de autos barranca abajo Por qué quiero cogerme a Ronald Reagan, lo que ocurrió el 9 de agosto de 1969 en Los Ángeles debería ser titulado El asesinato de Sharon Tate considerado como un golpe contrarrevolucionario. Nadie sabrá nunca qué pasaba dentro de la cabeza de aquel ex convicto diminuto, que le entraba a cualquier cuento que le permitiese venderse como alguien más importante de lo que tenía derecho a ser. Lo cierto es que los crímenes perpetrados por sus discípulos fueron narrados oficialmente de modo que pusiese fin a las aspiraciones de la Era de Acuario: a partir de entonces los hippiesdejaron de ser pacifistas antisistema para convertirse en drogadictos peligrosos, capaces de apuñalar a una embarazada.

John Ehrlichman y su líder, el Presidente Richard Nixon.

Tampoco hay que olvidar la confesión de uno de los funcionarios de Richard Nixon, John Ehrlichman, que fue efectuada en 1996 y salió a la luz recién en 2016. Ehrlichman confesó que la Guerra Contra las Drogas lanzada en 1969 —el mismo año del asesinato de Tate—, a la que por lo demás no se le ha puesto fin desde entonces, fue en realidad una operación de inteligencia. Ehrlichman dijo que Nixon era consciente de quiénes representaban la oposición más feroz a su administración: la izquierda antibelicista y la minoría negra. «Haciendo que el público asociase a los hippies con la marihuana y a los negros con la heroína y criminalizando ambas sustancias, podíamos emprenderla contra ambas comunidades», le dijo Ehrlichman al periodista Dan Baum. «Eso nos habilitaba a arrestar a sus líderes, meternos en sus casas, disolver sus reuniones y vilipendiarlos noche tras noche en las noticias. ¿Sabíamos que estábamos mintiendo respecto de las drogas? Por supuesto que sí».
A eso se refiere el Indio cuando dice que los ’60 fueron «tres putos años, nomás», lo que va del ’67 al ’69: el tiempo que le llevó al poder encontrar la manera de aplastar el intento de una generación de producir un cambio real, copernicano, respecto de los valores de la sociedad.

Los «baby boomers» que querían ser libres: una insurrección que había que aplastar.

Nosotros también recibimos pruebas abundantes de que la estructura del poder actuaba como Saturno, aquel dios mitológico que devoraba a sus hijos para no ser derrocado. Porque aún cuando diezmaron a la generación de Solari, los Kirchner y tantos otros, la guerra contra los jóvenes no cesó. Cambiaron las excusas, nomás. La justificación de la violencia contra los jóvenes mudó de envase, gatopardistamente: se los odió porque eran pobres y chorros potenciales, se las odió porque eran jóvenes y pedían a gritos que se las agrediese sexualmente, se lxs odió porque militaban en política y se parecían —esto no es invento mío, lo dijo una periodista popular aunque en decadencia— a las Juventudes Hitlerianas. Lo que no cambió fue el odio hacia los jóvenes, o hacia todos aquellos que nos rehusásemos a perder la juventud mental.
Los que éramos adolescentes durante la dictadura fuimos obligados a parecer viejos para sobrevivir, a sacrificar la diversidad propia de la juventud: vestirnos todos iguales, como chetitos, nos hacía sentir a salvo. Mi generación fue aquella a la que los poderosos apelaron para que peleásemos por ellos en Malvinas. La repentina inconveniencia de la música en inglés tuvo el efecto colateral de abrir las puertas a los rockeros que hasta entonces no tenían llegada a las radios ni a la TV; y entonces comenzó una primavera para los jóvenes que duró un suspiro, hasta los primeros meses del gobierno democrático. A partir de ese momento, toda crítica al gobierno de Alfonsín, por tibia que fuese, era tildada de desestabilizadora. A mí me echaron de Canal 7 por haber preguntado en la revista Humor por qué el gobierno no transmitía por TV los alegatos del juicio a las Juntas. Y cuando hubo una asonada militar y acudimos a la Plaza en defensa de la democracia —la inmensa mayoría éramos jóvenes—, Alfonsín dijo que la casa estaba en orden y nos mandó a cucha. Y lxs jóvenes volvimos al desierto.

«Felices Pascuas. ¡La casa está en orden!» Hoy, en cambio, el Presidente nos manda a dormir.


En este contexto, una banda delirante que venía de La Plata empezó a brillar de modo cada vez más incómodo. La encabezaba un tipo que era más grande que los músicos del momento; que había sobrevivido a la dictadura exiliándose en las circunvalaciones más remotas de su propia mente; y que se asumía moldeado por experiencias políticas de otro cuño, desde que la juventud de los Estados Unidos creó sus propias organizaciones en vez de meterse en los partidos tradicionales. Sus conciertos daban pie a eventos que estaban más cerca del happening contracultural que del show rockero; su música era energética y las letras entre divertidas y surrealistas. Su opción por la autogestión —que al principio había sido mandatoria, desde que nadie les daba bola, y después persistió para proteger un kiosko que ya habían puesto en marcha a pulmón— los singularizaba como rebeldes en un contexto donde los artistas se desvivían por firmar contratos con una multinacional; su resistencia a aparecer en los medios también contrastaba con la desesperación general por mostrarse en pantallas y radios (una decisión fundada en el placer —no dejarse manosear por los del Moro del momento— aparecía como el negativo perfecto de los artistas dispuestos a hacer cualquier cosa que el medio demandase); y esa módica rebeldía, tan ideológica como funcional, les confería un filo que les permitió adquirir pátina de banda cool.



Pero en el contexto de la equívoca «Primavera Alfonsinista», donde la norma eran las bandas vasodilatadoras —de Viuda e Hijas hasta Los Abuelos de la Nada y Virus—, Los Redondos no desentonaban. Podrían haberse conformado con ser la versión ilustrada de Los Twist; o una banda pachanguera, precursora de Los Auténticos Decadentes. Pero el Indio, que había empezado todo aquello como una joda entre amigos que no paraba de reinventarse, intuyó que había accedido a una plataforma que podía servir para canalizar otras, mejores inquietudes. Y por eso, en vez de lanzar Gulp II en 1986 y replicar el éxito de La gran bestia pop con La gran bestia reggae, concibió un disco que no podía ser más provocador y se llamaba Oktubre, en doble referencia a eventos históricos que por entonces estaban mal vistos y carecían de todo prestigio. En plena desmovilización política alentada por el alfonsinismo, cuando ya se había lanzado el Plan Austral —una seudo moneda que pretendía evitar la hiperinflación— y Alfonsín había borrado con el codo del Punto Final lo que había escrito con las Juntas, Los Redondos rescataban la revolución bolchevique y el mes fundacional del peronismo y ponían en la tapa, Rocambole mediante, una movilización obrera y una catedral en llamas. Había tres canciones en las que se hablaba de bombas.


Mucha gente considera que Oktubre es su mejor disco. Yo no estoy de acuerdo, pero entiendo que sea el más relevante porque es la obra con la cual la banda planteó dónde quería pararse y a qué aspiraba, aquella que lo cambió todo. A partir de entonces, Los Redondos dejaron de ser tan sólo una banda para reperfilarse —je— en la dirección del fenómeno socio-político-cultural que terminarían por detonar. Por aquel entonces el punk ya había languidecido en el Hemisferio Norte; acá existían todavía bandas que se definían de ese modo y practicaban la ferocidad musical que caracterizaba al género, pero en la Argentina el punk como modo de vida nunca superó los confines del arenero donde juegan las minorías. Yo sé que es riesgoso comparar fenómenos que se verifican en lugares distintos y en circunstancias diversas, pero —aunque más no sea para honrar la osadía de Greil Marcus— voy a aventurarme a decir que Los Redondos fueron lo más parecido al punk que vivimos acá.


No sólo por su ética amateur, que de todos modos no era poca cosa. Hay algo del approach de Los Redondos a la música que podría asimilarse al espíritu del punk: el deseo de expresarse por encima del virtuosismo (en aquella época se hablaba del principio D.I.Y, por do it yourself, hágalo usted mismo), la autogestión al margen de las corporaciones (aunque gran parte del movimiento terminó fichando para las grandes discográficas) y la conciencia de que cada concierto era la puesta en escena de un cabaret político donde hasta una escupida tenía sentido como gesto. Pero lo más punk del fenómeno Redondos no pasaba tanto por el desempeño estricto de la banda sino por el efecto que producía en aquellos que la seguían a todas partes.

Presentación de «Oktubre» en Paladium: una insurrección en marcha.

Para empezar, Los Redondos se conducían de un modo que, nuevamente en contraste con las bandas difundidas y bancadas por las corporaciones, era más bien esotérico. Para descubrir cuándo iban a volver a tocar y dónde, tenías que esmerarte; en el mejor de los casos habría un avisito mínimo en algún suplemento, pero lo más seguro era no perder el contacto con la comunidad que se había creado ad hoc, los miles de grupetes que se habían bautizado a sí mismos como una extensión del grupo — o sea, los redonditos. (Marcus rescata las palabras de uno de los difusores del punk en Los Ángeles: «La escena original dependía de gente que se aventuraba y creaba sentidos a partir de oscuros fragmentos de información».) Además, asistir a un concierto significaba una experiencia totalmente distinta a la de los shows de las otras bandas. En cualquier otro concierto, uno atendía respetuosamente y aplaudía cuando correspondía. Ir a ver a Los Redondos suponía, en cambio, poner el cuerpo: disponerse a ser empujado y empujar, a ser bañado por líquidos o licores, a participar del delirio abajo o incluso arriba de la escena — en suma, a correr riesgos, en un tiempo donde el mainstream le daba la espalda a todo lo que recordase el peligro de la dictadura.

Uno de los oscuros volantes que circulaban por entonces.

Lo definitorio era la forma en que el show hacía sentir a sus participantes. Para describirlo, nada mejor que apelar a un textual de Joe Strummer, cantante y guitarrista de The Clash. Cuando sus amigos le preguntaron por qué había formado una banda, Strummer dijo: «Ayer yo pensaba que era una mierda, una mugre. Entonces vi a los Sex Pistols y me convertí en un rey».
Puede que no sea adecuado describir a Los Redondos como una banda punk, pero ese era el efecto que tenían en la gente que iba a escucharlos. Tan pronto como dejaron de ser la novedad que consumía un público selecto y empezaron a seguirlos los pibes desangelados de la periferia, Los Redondos fidelizaron a una juventud —masiva, por cierto— que no encontraba cobijo en ningún otro lado. Aquellos a quienes la desmovilización política del alfonsinismo había dejado huérfanos de norte, sumados a las legiones que el menemismo iría expulsando del sistema convirtiéndolas en indeseables —recordemos que la obsesión por la inseguridad y la transformación de los pibes desocupados en amenazas se inició entonces—, peregrinaron en números crecientes donde fuera que Los Redondos decidiesen tocar. En su vida diaria, esos pibes y pibas eran ninguneados, sospechados, despreciados, perseguidos, humillados. El único lugar donde se sentían acogidos, donde se les reconocía que tenían tanto derecho a ser felices como un egresado del Cardenal Newman y del que se iban sintiéndose reyes y reinas, era aquel donde ocurriese un concierto de Los Redondos.


Fue en los ’90 que se convirtieron en un fenómeno que excede lo artístico, y que se prolongaría y multiplicaría en este siglo durante la travesía del Indio solista. Por eso resulta difícil seguir su desarrollo a través de las páginas culturales de los medios. El Indio bromea que es más fácil ubicar las huellas de la banda en las páginas policiales o de interés general, que sólo potenciaron el equívoco que suele adherirse a los fenómenos que desafían las herramientas tradicionales de comprensión y producen mareos en la Academia. En la Inglaterra de los ’70, los Sex Pistols fueron denunciados en el Parlamento como una amenaza al estilo británico de vida, condenados por los socialistas como fascistas y por los fascistas como comunistas. En la Argentina de los ’90 en adelante, Los Redondos y Solari fueron denunciados como plaga social, nihilistas, responsables de un culto pagano, pornógrafos, vándalos, comerciantes disfrazados de anarquistas, delincuentes anticapitalistas, conservadores y avantgardistas. No eran nada de eso, al menos no exactamente, pero al mismo tiempo no cabe duda de que algo debían estar haciendo bien. Marcus recuerda disfrutar de los Sex Pistols aunque más no fuese porque hacían subir la presión de cierta gente. Cuando uno repara en la clase de gente a quien Los Redondos entonces y Solari ahora siguen poniendo nerviosa, podrá no saber a ciencia cierta qué etiqueta corresponde pegar a su obra pero aún así entiende que algo en ella debe valer bien la pena.

Típica cobertura mediática de un show de Los Redondos.

¿Era este un efecto buscado por la banda? Creo que no. Pero, al mismo tiempo, asumo que en una sociedad que procuraba sistemáticamente la sumisión de los jóvenes, la firme adhesión de estos artistas al principio del placer —eso de hacer lo que deseo hacer y nada más, siempre y cuando no perjudique involuntariamente a nadie— no podía sino propagarse por el tejido social como un virus de esos que en los cómics te convierten en superhéroe.
He dicho más de una vez, sólo a medias en joda, que Los Redondos araron el terreno donde germinó más tarde el kirchnerismo. No insistiré en la hipótesis, para no ser injusto ni con los artistas ni con el movimiento político. Pero de todos modos creo que Los Redondos reunieron a una juventud que estaba cayéndose del mapa, la dotaron de un sentido de pertenencia, le regalaron rituales que la identificaban como parte de una comunidad y le ofrecieron banderas que establecían un código ético-político propio: las frases que lxs pibxs usan para entenderse y trazar una línea de arena desde entonces — lo que va de la invocación a no dejar que nos secuestren el estado de ánimo que cerraba Oktubre al si no hay amor, que no haya nada del Indio solista.


Tan pronto la política volvió a pensar en lxs jóvenes como protagonistas, no sólo los encontró dispuestos: los halló preparados para militar y a la vez cuidarse entre ellos, después de oír durante años la pedagogía que el Indio impartía desde los escenarios. Los Redondos fueron un puente que permitió a más de una generación de argentinos seguir siendo joven sin perder la ternura. Lejos de bestializarse como pretendía la otra pedagogía, aquella que baja desde las alturas del poder —que los quiere bestias porque los animales sólo se dividen en dos categorías: los sumisos y por ende domesticables o comestibles y los salvajes, a los que se reprime y/o encarcela—, los jóvenes se aproximaron a la política como un ámbito natural, donde se amasa una noción con la cual se habían familiarizado escuchando la música y asistiendo a los conciertos de Los Redondos: el bien común. La adscripción partidaria era lo de menos, siempre y cuando se mantuviese dentro del arco definido por Oktubre: respetando los principios de la izquierda internacional cocinada en los ’60 y sin sacar nunca los pies del plato del campo popular.
Esas canciones habían descripto para ellos el mundo de los adultos, lleno de pícaros y de psicópatas de los que había que cuidarse; en cambio, cuando hablaban de jóvenes, las canciones los pintaban siempre llenos de gracia aun cuando lidiasen con las situaciones más indignas. («Nunca pudo comer del queso / sin que la trampera la aplaste», dice el Indio en La murga de la virgencita, esa canción sobre una prostituta de 13 que se ve obligada a entregarse a los camioneros y que, habiendo sido editada en el año 2000, podría ser escrita hoy para describir la Argentina post-Macri.) Aun cuando la violencia que mamaron desde el vientre materno los ha envilecido, conservan una elegancia que reclama nuestra entera atención: pueden ser «siniestros», como el protagonista de Rato molhado, pero nunca dejan de ser a la vez «gentiles» — «Una sombra chinesca / que encandila a la muerte / y se va». ¿Acaso existe otra canción o poesía que rinda mejor homenaje a la dignidad de estxs pibxs a los que el poder tortura a diario ante nuestra impotencia?


Sin las canciones de Los Redondos y del Indio, no hay forma de entender la Argentina de los últimos cuarenta años. Son la versión sonora de nuestra Gran Novela, aquel relato que encapsula la totalidad de nuestro tiempo —desde el indio posta hasta el psicópata que heredará el futuro— mientras cuenta lo más hondo de nuestra vileza y describe el sueño al que aspiramos todavía. Más temprano que tarde, la Argentina terminará siendo gobernada por las generaciones moldeadas por su sensibilidad. Déjenme, entonces, alentar la esperanza de que los adultos que crecieron al calor de esta obra nos empujarán a salir definitivamente de estos ciclos de muerte que regurgitamos por enésima vez, alternando comedia y tragedia.
«El nuestro —dice Greil Marcus, hablando del punk cuando podría estar hablando de Los Redondos y Solari— es el mejor de los esfuerzos concebidos hasta ahora para ayudarnos a salir de una vez por todas del siglo XX». Yo sé que explicar este fenómeno es tan difícil como explicar el peronismo, pero eso no nos impide avanzar de su mano. Por eso Marcus afirma que, aunque los misterios reales suelen no tener solución, convertirlos en misterios mejores está ahora y para siempre en nuestras manos.


UN MUNDO DESORBITADO Lamentablemente el planeta huele a pólvora cada vez más


En los últimos cuatro meses se han agudizado en el mundo tendencias negativas y amenazadoras tanto en el plano de la seguridad internacional como en el de la economía. Se registran casos, incluso, en que se combinan ambas dimensiones. Escarbemos un poco comenzando por la primera, con el sólo propósito de pintar con breves trazos un escenario que se va tornando cada vez más oscuro y peligroso.
5/05: Corea del Norte, que como se sabe ha conseguido producir bombas atómicas y se encuentra experimentando la fabricación de vectores portantes, disparó dos misiles de alcance corto, en abierto desafío a las advertencias recibidas de Estados Unidos y en el marco de una negociación entre ambos países que no avanza pero no ha sido descartada.
11/06: Estados Unidos envía 1.000 efectivos a Polonia para reforzar el contingente de la OTAN. Se sumarán a los 4.000 ya  establecidos allí para fortalecer las tropas que se despliegan en países de esa organización próximos o linderos con Rusia.
19/06: Fracasa una tentativa de reanudar conversaciones sobre la desnuclearización de Corea del Norte. Stephen Biegun, enviado especial de Donald Trump, declaró que no había condiciones para retomar las negociaciones.
21/06: Trump decide abortar un ataque aéreo a Irán cuando la operación ya había comenzado y había aeronaves en vuelo hacia sus respectivos objetivos, entre los cuales se encontraban las plantas de enriquecimiento de uranio de Fordo y Natanz, y el reactor de agua pesada Arak.
24/06: Estados Unidos lanza un ciberataque sobre el sistema informático militar iraní.
Simultáneamente se incrementan las operaciones de control del golfo de Omán y del estrecho de Ormuz por parte de unidades navales de Estados Unidos y del Reino Unido, como así también la interceptación de buques presuntamente transportadores de petróleo de Irán. Esta iniciativa combinada se replica en el Mediterráneo.
25/07: China presenta su primer Libro Blanco de la Defensa. Entre las múltiples consideraciones que contiene se destaca el papel de Rusia como socio estratégico. El acercamiento de ambas potencias también se manifiesta en el texto, que señala que la cooperación militar chino-rusa ha cobrado impulso.
26/07: El senador Lindsay Graham, en representación de Trump, se comunica con el primer ministro turco Mavlut Cavusoglu para advertirle que Turquía sería sancionada por Estados Unidos si concreta la compra de las baterías rusas antimisiles S400, las más eficientes hoy en día. Turquía integra la OTAN y si confirma su decisión produciría una importante fisura en esa entidad.
2/08: Estados Unidos concreta su anunciada salida del tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF, su acrónimo en inglés), que había firmado con Rusia en 1987. Washington  acusó a Moscú de incumplimiento con el INF –cosa que Rusia ha negado— y apoyó en este argumento su retiro del tratado. Instituciones especializadas han señalado que los norteamericanos buscarán desarrollar su arsenal de misiles intermedios con el propósito de desplegarlos vía OTAN en países cercanos a Rusia, como así también en naciones amigas, ribereñas del Océano Pacífico, para ejercer presión sobre China.
3/08: El secretario de Defensa norteamericano, Mark Esper, confirma lo que se acaba de indicar. Declara públicamente que su país desplegaría misiles de alcance medio en Asia para contrarrestar a China.
5/08: India cancela el status constitucional especial de Cachemira, territorio que posee una mayoritaria colectividad musulmana predominantemente de origen pakistaní. Reacciona así a la guerra híbrida desatada por grupos yihadistas en esa zona. Pakistán e India son países nucleares y han sostenido ya dos guerras entre sí.
8/08: Corea del Norte realiza un nuevo lanzamiento de misiles de corto alcance.
20/08: Estados Unidos prueba un misil de rango intermedio de la familia de los Tomahawk, 18 días después de haber abandonado el Tratado INF; puso así en evidencia que había incurrido en un comportamiento similar al que le enrostró a Rusia, del que se valió para salir del antedicho tratado.
Cabe agregar que esta enumeración ha omitido otros conocidos teatros donde de un modo u otro la guerra se ha instalado desde hace ya tiempo: Afganistán, Siria, Irak, Libia y Yemen, que son suficientemente conocidos.
Lamentablemente el mundo huele a pólvora cada vez más. A las trágicas y en su mayoría prolongadas guerras encabezadas sin éxito por Estados Unidos aun en desarrollo en Medio Oriente y adyacencias, se han añadido episodios que podrían haber llevado los designios de Eris —la diosa de la discordia— quién sabe hasta qué rango. Si el ataque a Irán mencionado arriba se hubiera consumado, el mundo estaría probablemente en guerra hoy (o más en guerra de lo que está ahora, lo cual sería casi catastrófico). El potencial conflicto entre India y Pakistán está todavía en el aire, aunque afortunadamente parece tener un decurso menguante. El poco responsable retiro de Estados Unidos del INF ha adelgazado las posibilidades de contención y disuasión nucleares, ¡nada menos!  Y así de seguido conforme a lo que se acaba de exponer. Conviene anotar, además, que en el escueto muestreo recién presentado descuella la figura de ese feligrés de la discordia que lleva el nombre de un célebre personaje de Walt Disney.
En materia económica sobresalen dos fuentes de conflicto relevantes, que involucran a Estados Unidos y a China, en las que los norteamericanos llevan claramente la ofensiva: el  establecido en el terreno de la tecnología informática G5 y la guerra comercial iniciada por Trump en marzo de 2018.
La tecnología G5 es la más avanzada en lo referido a redes móviles que, además, podría interconectar diversos dispositivos y trasladar velozmente información entre ellos. La empresa china Huawei se encuentra a la cabeza de esta carrera en la que, por el contrario, los Estados Unidos se considera retrasado. Esto preocupa al país norteño por dos motivos. Uno es la supremacía económica obtenida por una empresa china, que los norteamericanos preferirían para sí por una rampante razón dineraria: la antaño llamada biyuya en estos pagos. El otro remite a la seguridad nacional, que podría verse afectada por el enorme flujo de información sobre los Estados Unidos que podría obtener China.
Sobre estos fundamentos han iniciado su ofensiva sobre Huawei a la que, el 15 de mayo de este año, Trump colocó en la lista de compañías que representan una amenaza a la seguridad nacional. Lo que ha traído aparejado una especie de boicot que incluye, entre otras medidas, la prohibición para esta empresa de acceder a algunos de los servicios de Google tales como Android, Chrome, YouTube y Gmail, así como privarla de su abastecimiento  de semiconductores que les eran provistos por las firmas Qualcomm e Intel. (Cabe acotar que el inicio de este “combate” sucedió en diciembre de 2018 cuando, a solicitud de los Estados Unidos, Canadá detuvo a la hija del fundador de la empresa china por cargos federales: robo de tecnología a  la firma T-Mobile y violación del régimen de sanciones establecido contra Irán.)
A la guerra comercial con China que inició en marzo de 2018, Trump le añadió un nuevo capítulo a comienzos de agosto de este año. Anunció que impondría aranceles a una amplia gama de bienes de consumo de procedencia china. Aquella respondió inmediatamente por la vía de una moderada devaluación del yuan, que hizo temblar a los mercados cambiarios y bursátiles del mundo. Un llamado de atención que parece haber conducido al Presidente norteamericano a poner las barbas en remojo, al menos por un tiempo.
Bajo estas condiciones deambula un mundo sometido al maltrato, cercano a una belicosidad de alto voltaje. Para colmo de males, inteligentes y conspicuos analistas norteamericanos aportan abordajes críticos poco alentadores. Paul Krugman cierra así una nota publicada el 22 de abril de este año, en el New York Times, titulada La gran abdicación republicana: “Uno de nuestros dos partidos principales, al que le gusta envolverse en la bandera, ya no cree en los valores estadounidenses. Y está muy en el aire si Estados Unidos, como lo conocemos, sobrevivirá”. Más coyuntural pero igualmente agudo, Nouriel Roubini en coautoría con Brunello Rosa, en un artículo titulado La gestación de una recesión y crisis financiera en 2020 (Project Syndicate, 13 de septiembre de 2018), abunda en el tema consignado en el título.
Sería bueno que en casa tuviéramos claro el  complejo y duro contexto internacional con el que comenzará la tercera década del siglo XXI. No para rasgarnos las vestiduras, sino para pararnos frente a este mundo desorbitado y decir sin embargo, como proponía Max Weber, el sabio de Heildelberg, al final de su célebre conferencia sobre la política como profesión. Y abrir así una puerta a la esperanza y a la voluntad ante el tiempo nublado que parece avecinarse en el orbe.

LO QUE EL BREXIT ROMPIÓ La última vez que el Parlamento fue suspendido para acallar a la oposición fue en 1948


Mientras la economía globalizada se encamina a una nueva recesión, inmersa en  conflictos crecientes y “guerras” comerciales y tecnológicas, las democracias de tipo  occidental enfrentan un descrédito cada vez más amplio y el surgimiento de diversos liderazgos de marcados rasgos autoritarios, despectivos de la representación política.
La suspensión (prorogation) del Parlamento británico a instancias de la solicitud del Primer Ministro Boris Johnson abre un nuevo capítulo en la crisis constitucional y política que atraviesa el Reino Unido desde el referendo sobre el Brexit, y obliga a una reflexión más amplia sobre la democracia y los partidos políticos a nivel global.
A diferencia de la “disolución” del Parlamento –en la que los parlamentarios renuncian a sus escaños con miras a una elección general— y de los “recesos” estivales, los representantes de la Cámara de los Comunes no votan sobre la programación y duración de la “suspensión”. Esta es un resorte del líder del partido mayoritario, en este caso el Partido Conservador, que controla el Parlamento como primera minoría por el escasísimo margen de un voto y sólo gracias a una incómoda alianza con el DUP (Democratic Unionist Party) de Irlanda del Norte.  Esta escasísima mayoría, sumada a la intransigencia a la hora de concertar acuerdos con la oposición, enfrenta a esa fuerza a repetidas derrotas, encarnadas en Theresa May hasta forzar su renuncia.
El 28 de agosto Boris Johnson, estrenado Primer Ministro y afamado por ser un fracasado alcalde de Londres y fanático impulsor del Brexit, impuso sorpresivamente la suspensión para acallar a un Parlamento opuesto como a su ultimátum de abandono de la Unión Europea el próximo 31 de octubre, con o sin acuerdo de salida.
La parálisis legislativa comenzará el 9 de septiembre y concluirá el 14 de octubre, con el tradicional discurso de la Reina que marca la apertura de sesiones de los Comunes. La suspensión –que usualmente dura entre cuatro y diez días— se extenderá en esta ocasión por cinco semanas y reducirá, sustancialmente, tanto el tiempo como la efectividad de examen parlamentario de la postura del Ejecutivo sobre el Brexit. La última vez que el Parlamento fue suspendido con el objetivo de acallar a la oposición fue en 1948.
La reacción y el rechazo a semejante iniciativa no se han hecho esperar: desde el conservador Financial Times a los Verdes, pasando por el semanario liberal The Economist al diario progresista The Guardian. En sólo 24 horas, más de un millón de ciudadanos firmaron una petición contra la suspensión del Parlamento y numerosos líderes la han rechazado en términos constitucionales y democráticos. En una declaración conjunta, el Partido Laborista, el SNP, el Partido Demócrata Liberal, Plaid Cymru, el Grupo Independiente para el Cambio y el Partido Verde condenaron la acción como antidemocrática y exigieron que sea revertida. La señalan como severamente antidemocrática y una estrategia en contra de la voluntad de la mayoría parlamentaria que trata e impedir un no deal Brexit.
Las voces del propio Partido Conservador se han alzado en contra de la suspensión. El Whip del Gobierno, Lord Young, presentó su renuncia argumentando que la suspensión socava el rol del Parlamento. Sir John Major, ex Primer Ministro conservador, fue el primero en señalar que correspondía acudir a la vía judicial para impugnar la solicitud elevada por el Primer Ministro a la Reina, a fin de evitar que el Parlamento sea silenciado. El SNP ya ha accionado ante la jurisdicción civil de Escocia a fin de impugnar la suspensión del Parlamento y la audiencia ha sido fijada para el 6 de septiembre. Otros recursos han sido presentados ante la Corte Suprema a fin de activar la revisión judicial de la decisión de Boris Johnson.
Por su parte, el líder laborista Jeremy Corbyn ha catalogado la suspensión como  “un ultraje y una amenaza para nuestra democracia”. Los jóvenes de su partido encabezan la mayoría de las movilizaciones y están convocando a una gran marcha hacia el Parlamento el próximo martes.
Con el fin del receso del verano europeo, los parlamentarios volverán para un debate de emergencia durante la primera semana de septiembre en la cual intentarán recobrar el control del calendario y la agenda legislativa sobre el Brexit y es probable que impulsen una votación de desconfianza (no-confidence vote) contra Boris Johnson.  Los precedentes señalan que, de perder la votación, el Primer Ministro debería renunciar abriendo un nuevo capítulo de la crisis.
Más allá de los debates sobre la salida de la UE,  esta nueva crisis constitucional en uno de los sistemas políticos más antiguos pone en el centro del debate el deterioro que se viene produciendo al interior de las democracias. La jugada política de Johnson desnuda el desprecio de la elite dirigente por los mecanismos de representación y participación popular y señala la fragilidad de los parlamentos. También, la manera en que dirigentes marketineros y manipuladores ponen rápidamente en jaque a sistemas políticos rígidos, incapaces de responder a las necesidades de las mayorías.
La creciente desigualdad económica tiene su correlato en el debilitamiento de la legitimidad democrática y en el deterioro del estado de derecho. El capitalismo financierizado destruyó el Estado de Bienestar y ahora potencia liderazgos autoritarios que debilitan las instituciones. Ya no se trata de países en desarrollo con carencias sociales gigantescas, pocos recursos e instituciones débiles. Ahora el mal ejemplo se derrama desde las cumbres del poder. El mensaje es claro: a mayor concentración, más desigualdad y autoritarismo, menos democracia y menos respeto por el derecho internacional.
“El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Buen momento para reflexionar con Antonio Gramsci.
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EL DEFAULT DE MACRI Llama la atención el silencio de Donald Trump frente a la debacle de su amigo argentino.


El país asiste al estallido de una crisis de índole y magnitud inédita. La alianza Cambiemos en el gobierno se desintegra rápidamente. Como un caleidoscopio girando al infinito: la política y la economía se deforman hasta llegar a lo absurdo. Figuras y lenguajes de pesadilla ocupan la escena. Sus piruetas y muecas, sin embargo, no logran ocultar el drama que germina en las placas tectónicas de la sociedad. Aunque el gobierno haga todo lo posible por ignorarlo, su rumor es inconfundible.
Inmediatamente después de las PASO, una diputada de Cambiemos muy cercana a Macri se autodesignó jefa de la campaña electoral del Presidente y puso en duda el resultado del escrutinio. En su opinión sesuda: este fue obra del “control narco en sectores del conurbano y del norte” (infobae.com 14 8 2019). Y además, “de Olivos nos van a sacar muertos” (pagina12.com 15 8 2019). Como si esto fuera poco, aseguró que ella “tiene arreglado su velorio por si la matan” (lanacion.com23.8.2019). Paralelamente, los trolls oficiales impregnaron las redes sociales y amalgamaron a una multitud ensoberbecida de odio que el sábado 24 de agosto marchó hacia la Plaza de Mayo para «defender a la República» y para «dar vuelta» el resultado electoral. Uno de los manifestantes portaba un cartel con la consigna de la nueva cruzada: “Dios salve a la Argentina”. En el balcón de la Casa Rosada, desencajado de emoción y arropado con una bandera argentina, Macri recibió el chorro de energía proveniente de la multitud al grito de: “¡Sí, se puede!” Dio así comienzo a una semana caótica que desembocó en un nuevo default, esta vez más peligroso que todos los anteriores vividos por el país, a pesar de los vocablos con que se lo intenta licuar.
La semana se inició con un acto de sinceramiento de un amigo de Macri. Ante un foro empresario sostuvo que el país está ante un 2020 incierto: todo dependerá de cuán traumática sea la transición económica hacia el cambio de gobierno. Al mismo tiempo, y en tono urgente, expresó la necesidad de que el FMI desembolse próximamente los algo más de U$S 5000 millones de su préstamo. Sin ellos, el panorama cambiará totalmente. Dejó así transcender su inquietud ante la evidencia de que el país se precipita hacia una transición económica caótica (ámbito.com 27. 8 2019).


El FMI lo sabía

Por ese entonces, ya era claro que el FMI sospechaba algo parecido. Desde las PASO guardó un riguroso silencio. Ese fin de semana llego una misión al país con el objetivo de sondear al candidato del Frente de Todos, Alberto Fernández, y evaluar sus propuestas económicas. En su reunión con Fernández, los miembros de la misión del FMI dejaron sentada su preocupación ante la situación argentina. Contrariamente a lo esperado, el Presidente Macri fue derrotado contundentemente en las PASO y es prácticamente imposible revertir esta situación en los días que quedan hasta las elecciones de octubre. Ni los planes de Macri ni los del FMI contemplaron la posibilidad de una situación semejante. Ahora no está claro cómo se sigue y hay mucho tiempo por delante hasta las elecciones de octubre. Esto implica un verdadero vacío de poder que no puede remediarse adelantando las elecciones. Al FMI le queda la alternativa de hacer lo mismo que hace Macri: abrazar al candidato más votado e involucrarlo en la gestión actual. Con ello lograría dos objetivos: legitimar las medidas que toma el gobierno y enchastrar al vencedor en las PASO haciéndole perder credibilidad ante su electorado.
Alberto Fernández se resiste. Mejor aún, ataca: sugiere que tanto Macri como el FMI deben hacerse cargo de la catástrofe social que han desatado sobre el país. Les recuerda que comparte los objetivos del Acuerdo pero que estos no se han cumplido. En su lugar, casi la totalidad del préstamo ha sido utilizado para financiar la fuga de capitales, algo expresamente prohibido por los estatutos del FMI. Esta andanada de Fernández va al corazón de un problema medular que nadie se atreve a mencionar: la legitimidad de la deuda contraída con el FMI. El candidato alude a este problema desde una tangente: la ilegitimidad de un préstamo que, comprometiendo mas del 60% del capital del FMI, ha sido contraído entre gallos y medianoche, violando las regulaciones del propio FMI. Un préstamo desembolsado casi en su totalidad al finalizar el mandato de un gobierno y en vísperas de su pretendida reelección.


El abrazo de la muerte

La discusión sobre la legitimidad de la deuda no se agota, sin embargo, en este camino. Existe otro, que por el momento permanece en la oscuridad: ¿cuán legitima puede ser una deuda que no fue aprobada por el Congreso de la Nación? Este problema sobrevuela a la escena política y al mercado financiero internacional. En este contexto la pretensión de Macri y del FMI de obligar a la oposición política a hacerse cargo de los estragos de este endeudamiento nacido al margen de las regulaciones existentes, hace ruido.

James Ensor, esqueletos peleando por un arenque en escabeche.

Por ahora, el “háganse cargo” de Alberto Fernández tuvo el mérito de poner límites al intento oficial de darle el abrazo de la muerte. Si el mundo de las finanzas se sacudió, fue porque la ingeniería financiera montada con una desprolijidad digna de la impunidad y la arrogancia de Macri y del FMI ya no se podía sostener. Se inició así un martes negro: el BCRA vendió 300 millones de dólares de sus reservas y no pudo impedir la suba del 2,5% del valor del dólar, a $58,66 en la plaza minorista. Paralelamente el riesgo país creció 9.9% cerrando en 2001, significativa fecha de una debacle del pasado; los bonos cayeron un 12% y las acciones en Wall Street un 14%. Hacia el miércoles, el gobierno quemó nuevamente 467 millones de dólares de sus reservas y no pudo impedir que el dólar superara los $ 60. Al mismo tiempo, tuvo que declarar desierta una licitación de Letras del Tesoro (Letes) por valor de U$S 1000 millones, admitiendo al mismo tiempo que solo había podido renovar el 10% en las ultimas licitaciones. Con una estrepitosa caída de los depósitos en dólares por valor de U$S 2900 millones en las últimas siete jornadas, empezó a hacerse carne en el mercado financiero internacional la idea de que a ese ritmo las reservas del BCRA irían a desaparecer mucho antes de lo pensado.

Los capitales golondrina

La dinámica de la corrida estuvo liderada por los fondos de inversión extranjera. Desde principios de agosto intentaron salir de la bicicleta financiera. “Habían esperado que Macri salvara a la Argentina. Ahora este no podía pagar sus cuentas” ( forbes.com 29 8 2019). Hubo problemas en 2018, pero todo se arregló bajo el ala protectora del FMI. Siguieron entonces haciendo ganancias a tasas de interés únicas en el mundo y protegidos por los dólares del FMI. ¿Qué más se podía esperar? (bloomberg.com 26 8 2019).

James Ensor, los pecados capitales dominados por la muerte.

En particular, diez fondos de inversión creyeron que podían maniobrar cómodamente en un campo político y económico minado de peligros. Sin embargo, la bomba explotó cuando menos lo esperaban (bloomberg.com 26 8 2019). Todos invirtieron en los principales activos argentinos. Uno de ellos, Autonomy Capital, hacia el mes de julio y gracias a sus activos riesgosos argentinos aumento su capital en un 7%. En la primera mitad de agosto perdió el 16% de su valor. Otro fondo, VR Capital, tuvo ganancias del 10.3% hasta el mes de julio, pero perdió el 14.5% de su valor en las dos primeras semanas de agosto.
La debacle ha sido generalizada afectando incluso a los fondos tenedores de acciones de las empresas argentinas que cotizan en Wall Street. PointState, el principal poseedor de las acciones de Pampa Energía negociadas en Wall Street, tuvo perdidas del 3% en el mismo periodo. Odey Asset Managment, uno de los principales accionistas del Banco Macro, “perdió 8% de su valor. Según su CEO, “Macri tiene el carisma de Theresa May. Por suerte no entiendo ni una palabra de lo que dice” (bloomberg.com 26 8 2019).
Así, los fondos no se dieron cuenta de lo que se les venía encima. Siguieron comprando activos «a pesar del terrible récord económico de un gobierno con una pata atada a un organismo internacional detestado en el país (FMI). Se convencieron de que Macri iba a ganar. Hasta que perdió sin remedio» (Bloomberg 28.8 2019). Ahora es el comienzo del final” y no se sabe cómo sigue esta historia


La respuesta del gobierno

Desde su consagración como Ministro, Hernán Lacunza tuvo, según sus propias palabras, una intuición de lo que iría a pasar. La solución a la debacle política de las PASO presentaba tres alternativas para Macri: ganar en octubre, perder o “salir por la ventana”. El gobierno se apresura a este triste final.


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Ante la imposibilidad de contener el dólar, el miércoles el gobierno entró en pánico y anunció medidas destinadas a postergar el pago de la deuda tanto interna como externa. Cuatro son las medidas principales:
  • extender los vencimientos de la deuda de corto plazo (Letes y Lecaps). Rige solo para inversores institucionales
  • enviar al Congreso un proyecto de ley para promover una extensión de los plazos de deuda con jurisdicción local
  • extender voluntariamente los plazos de deuda bajo jurisdicción internacional sin quita de capital ni de intereses
  • iniciación del dialogo para renegociar los vencimientos de la deuda con el FMI.
Al presentar las medidas, el gobierno destaco su mandato prioritario: descomprimir los pagos en dólares que tiene que hacer en el futuro inmediato. Esto en la práctica significa poner más dólares de las reservas a disposición de los fondos de inversión que buscan horizontes más seguros y quieren salir de los activos argentinos. Este otorgamiento de liquidez, postergando los pagos de la deuda, fue presentado como una acción “necesaria para el bien de los argentinos”. Es en cambio un mayor condicionamiento para el próximo gobierno. Sin discutir quita de capital ni intereses, se le transfiere una diagramación de pagos de la deuda que nada tiene que ver con el objetivo de liberar recursos para impulsar los objetivos de crecimiento y distribución de ingresos que ha propuesto el Frente de Todos. Al mismo tiempo, el gobierno no ha dicho qué va a pasar con las LELIQS, fuente de un dinamismo perverso que amenaza la estabilidad de todo el sistema bancario.
Estas medidas no pusieron fin a la corrida. El jueves el BCRA vendió U$S 223 millones para contener al dólar que supero los $ 60. También perdió U$S 900 millones. Se presume que corresponden a importantes salidas de depósitos en dólares. La tasa de interés llego al 78% y el Riesgo País a los 2 276 puntos. La calificadora de riesgo S&P declaro a la deuda argentina en default selectivo. Al cierre de la semana, el dólar pasó de $ 65, la tasa llegó al 83% y el Riesgo País a 2.500 puntos.
Así, el “perfilamiento” de la deuda amenaza con convertirse en un nuevo mega canje de consecuencias nefastas para el país. Si el gobierno de Macri hubiese querido “hacer algo por los argentinos”, habría introducido el control de capitales para apaciguar una volatilidad alta. Hubiese además obligado a los exportadores a liquidar las divisas inmediatamente. Llama también la atención la falta de medidas destinadas a mitigar la emergencia alimentaria y sanitaria y contener el impacto de la corrida cambiaria sobre los precios. A lo largo de toda su gestión el gobierno no ha podido controlar a la inflación. Ahora empuja al país al borde de un abismo nuevo: el default sumado a la hiperinflación.
En este clima de saqueo resonó con fuerza el grito desesperado de la enorme marcha de movimientos sociales exigiendo la emergencia alimentaria y sanitaria. No se puede esperar que el gobierno haga algo al respecto. Ya ha demostrado que lo único que le interesa es sembrar el caos para condicionar al máximo al próximo gobierno. Ante esta situación, la oposición no solo tiene el voto para cambiar la relación de fuerzas. Puede liderar una movilización organizada, desde abajo hacia arriba, para poner fin al flagelo del hambre y la emergencia sanitaria. Así crearía conciencia de todo lo que se juega hoy día en el país. Algo que va mucho más allá de la corrida cambiaria y de las veleidades del capital financiero.


¿Dónde está el amigo de Macri?

Llama la atención el silencio de Donald Trump frente a la debacle de su amigo Macri. Pareciera que el espejismo del triunfo electoral encandila por doquier. Hoy Trump está enredado en múltiples peleas, ancladas en su afán de ser reelecto en 2020 y todavía no ha logrado sintonizar con  Macri, acechado por la debacle.
La guerra comercial con China adquiere diversas connotaciones e intensidad según se desarrollen otros conflictos abiertos por Trump en su lucha por obtener un segundo mandato. Esto último está estrechamente ligado al desencadenamiento de una recesión en la economía norteamericana. La guerra comercial con China ha apresurado los tiempos de la recesión al provocar severos resquebrajamientos en las cadenas de valor global y en la propia economía norteamericana. Para mitigar su impacto, Trump pretende desde hace tiempo que la Reserva Federal recorte las tasas de interés drásticamente. Esta ha intentado evitarlo. Entre otras cosas, intenta reservar munición de guerra para combatir la recesión. Luego de múltiples presiones, Trump logró recientemente que la Reserva redujera la tasa de interés para mitigar el impacto de la guerra comercial con China. Sin embargo, no quedó satisfecho y reclamó más cortes. Al no conseguirlos llegó a acusar públicamente al Presidente de la Reserva de ser un enemigo del país, peor que la propia China (cnbc.com 23 8 2019). Esto desató los demonios de las altas finanzas dando nuevo voltaje a la pelea. Recientemente Bill Dudley, ex presidente de la Reserva Federal de New York desde 2009 hasta 2018, escribió un editorial apelando a sus colegas de la Reserva Federal a dejar su independencia política e impedir que Trump se salga con la suya. Frente al desastroso camino de la guerra comercial desatada por el Presidente, Dudley sostiene que sus colegas tienen dos alternativas: o continúan por ese camino desastroso o envían una clara señal a Trump de que, si sigue actuando de esa manera, será él y no la Reserva Federal quien correrá riesgos, incluidos el de perder la elección. Sugiere que la Reserva Federal debe tomar las medidas que sean necesarias para impedir que la administración tome decisiones incorrectas en el área del comercio internacional, haciéndole ver a Trump que de continuar por ese camino él correrá con las consecuencias (Bloomberg 27 8 2019).
De este modo, los banqueros más poderosos del mundo muestran que la Reserva Federal no es apolítica y está directamente involucrada en batalla por controlar la política del Ejecutivo del país que todavía sigue siendo la potencia mas grande del mundo. Estas batallas se dan en distintas áreas de la administración y afectan al mundo entero. En el ámbito de las finanzas las economías emergentes que, como la nuestra, tienen una enorme deuda en dólares, son especialmente vulnerables a las alternativas de esta puja. Los fondos de inversión navegan ese caldo de cultivo. Sus acciones no sólo dependen de lo que ocurre en nuestro país. En un mundo con trillones de deuda con intereses negativos, los Estados Unidos, con letras del Tesoro todavía levemente positivas, atraen a las golondrinas que huyen hacia puertos más seguros
Esto, conjuntamente con las características de la crisis financiera que hoy vivimos, nos obliga a articular nuevas formas de relaciones financieras que nos protejan de la crisis que amenaza desencadenarse a nivel mundial y permitan al mismo tiempo reforzar el valor de nuestra propia moneda.