domingo, 18 de agosto de 2019

Otra vez contra el muro del default

La forma en que se resuelva la cuestión de la deuda constituye un factor fundamental para el destino político del próximo gobierno y las perspectivas económicas a partir del 2020. Hernán Lacunza se encuentra con el descontrol generalizado en que derivó la economía macrista.
Imagen: REP
Una nueva ronda de la megadevaluación macrista arrojó a la economía hacia un escenario de insustentabilidad de la deuda; ahora sí sin posibilidad de evitarlo. La emisión desaforada de bonos en la primera mitad del mandato, que incluyó uno disparatado a 100 años liderado por el entonces ministro de Finanzas y ahora reaparecido Luis Caputo, y el crédito stand by récord de 57 mil millones de dólares con el FMI, ya había puesto bajo tensión la capacidad de repago. La disparada de la paridad cambiaria trepando hasta los 63 pesos y sin un techo aparente, pese a los intentos de apaciguarla con mensajes políticos de la oposición triunfante, ha definido una situación ineludibleNo hacer nada y esperar un default descontrolado o aceptar que hoy la deuda es impagable y empezar el complejo proceso de una reestructuración ordenada. Un dilema que desde este lunes no dejará dormir a Hernán Lacunza.
El estallido cambiario del día después de las PASO adelanta una recesión más prolongada y un retroceso aún más pronunciado de la economía. De ese modo, con un inmenso pasivo en dólares y un Producto Interno Bruto en pesos devaluado y en caída, el ratio más utilizado para evaluar el nivel de solvencia de una economía se disparó hacia un punto crítico.
A fines del año pasado Deuda/PIB era 86,2 por ciento, y así ya se ubicaba en una situación límite. Una estimación provisoria hoy lo ubica arriba del 100 por ciento. O sea, el total de la deuda del sector público es equivalente al Producto. En las actuales condiciones de inestabilidad, ese indicador tiene más posibilidades de continuar un sendero de deterioro que de mejorar.
La forma en que se resuelva la cuestión de la deuda constituye un factor fundamental para el destino político del próximo gobierno y las perspectivas económicas a partir del 2020.

Insolvencia

El indicador Deuda/PIB muestra cuánto de la producción de bienes y servicios de un año sería necesaria para pagar la deuda. Para países desarrollados es un ratio importante pero no es clave para la evaluación de cuál es la fortaleza de sus economías. Por ese motivo, varios registran cifras arriba del ciento por ciento sin generar demasiada preocupación en el mundo de las finanzas globales.
Para países periféricos, endeudados y dependientes del financiamiento externo, en cambio, es un indicador relevante, aunque no único para evaluar la solvencia. Brinda una aproximación acerca de cuál es la capacidad de pago de la deuda de esa economía. Cuanto más abultado sea el stock de deuda en relación a la riqueza generada en un año menor será el nivel de solvencia.
La desmejora de ese indicador en la economía macrista fue acentúandose con cada una de las rondas de megadevaluación. La primera fue en diciembre de 2015, la segunda en abril del año pasado y la última comenzó el lunes pasado. La paridad subió el impresionante 570 por ciento (de 9,40 a 63,00 pesos) en lo que va del gobierno de Macri. En operaciones a futuro se pacta un dólar de casi 80 pesos para fin de noviembre, que, en caso de concretarse, significaría un aumento de 750 por ciento en los cuatros años de otro experimento neoliberal.
La pérdida de solvencia de la economía tuvo su origen en la decisión de comenzar un frenético endeudamiento desde el primer día que Macri pasó a ocupar la Casa Rosada. El puntapié inicial fue la capitulación a los pies de los fondos buitre, cuando el entonces secretario de Finanzas Luis Caputo aceptó todas las condiciones sin negociar. Ese desgaste de la solvencia continuó con la desregulación total del mercado cambiario y la apertura irrestricta al ingreso y egreso de capitales, lo que abrió las puertas a una plaza cambiaria muy inestable. Para seguir con una política económica que derivó en una prolongada recesión.
La economía macrista recibió una desendeudada, luego de un esfuerzo social mayúsculo de años de cancelación neta de pasivos externo, para dejarla en la insolvenciaY lo hizo en apenas dos años. Pudo sobrevivir desde entonces sólo por el inmenso préstamo del FMI, avalado por los Estados Unidos de Donald Trump, con el ilusorio deseo de frenar el regreso del peronismo a la Casa Rosada.

Deuda

La Secretaria de Finanzas informó que la deuda total (pesos más dólares), al 30 de abril pasado, sumaba 334.289 millones de dólares. Con el ajuste cambiario de estos días, el Producto estimado por el FMI para fin de este año (con una caída de 1,3 por ciento) de 477.743 millones de dólares ha descendido a unos 330.000 millones de dólares. El retroceso será mayor porque la economía caerá por lo menos el doble de esa previsión. El JP Morgan, uno de los más firmes aliados del negocio financiero del macrismo, recalculó en estos días su estimación a un descenso del 2,3 por ciento para este año.
El macrismo no dejó pilar por debilitar de la estructura de la deuda, puesto que también incrementó la dolarización del stock total. Era del 67 por ciento a fines de 2017 para subirla a casi el 80 por ciento en la actualidad. Esto significa que una devaluación pega muy fuerte en las cuentas del Tesoro, al requerir un mayor esfuerzo fiscal (más pesos para conseguir dólares) para hacer frente a los vencimientos de intereses y capital.
El ajuste cambiario licúa la parte de la deuda en pesos cuando se la mide en dólares, sin alterar la porción emitida en divisas. Como el PIB está todo nominado en pesos, la devaluación le impacta plenamente disminuyendo fuerte al ser medido en dólares. De ese modo, en el cociente entre deuda pública y Producto, en dólares, el segundo componente se reduce más que proporcionalmente que el de la deuda (pesos más dólares), lo que termina empeorando el ratio de solvencia.
El recorrido de ese indicador durante la economía macrista es el siguiente: comenzó con la herencia kirchnerista en 37,6 por ciento; en 2017 ya había subido a 54,6 por ciento; trepó al 86,2 por ciento a fines de 2018; y ahora ya se ubica en el ciento por ciento. En casi cuatro año de gobierno de la alianza Cambiemos, casi se triplicó la señal que advierte acerca de la fragilidad de la economía para hacer frente a los vencimientos de deuda.

FMI

En estos días de supervisión y definición de qué hacer en el mercado cambiario, ordenando al titular del Banco Central, Guido Sandleris, cuándo puede intervenir vendiendo dólares, el FMI volvió a tropezar con la misma piedra. Como es costumbre, se equivocó en sus proyecciones de la economía argentina, entre ellas acerca del recorrido que iba a tener el ratio de solvencia de la deuda.
El último reporte de los técnicos que se ocupan de la economía argentina -el cuarto, publicado el mes pasado- asegura que, después de alcanzar el 86 por ciento del PIB en 2018, “se prevé que la deuda del gobierno federal comience a disminuir a partir de 2019 y caiga a alrededor del 60 por ciento del PIB en el mediano plazo”. Informa que en porcentaje del PIB, la deuda del gobierno federal aumentó del 58 por ciento en 2017 al 86 por ciento a fines de 2018.
La tecnoburocracia del Fondo, que espera el desembarco de la conducción de la búlgara Kristalina Georgieva en reemplazo de la francesa Christine Lagarde, quien le dejó con moño el paquete argentino para ocupar ella la presidencia del Banco Central Europeo, estimó que “la deuda disminuirá a alrededor del 77 por ciento del PIB en 2019”. No sólo no bajará sino que ya se ha disparado arriba del 100 por ciento.
El optimismo fondomonetaristas se basaba en que proyectaba estabilidad cambiaria, que con alza de precios iba a apreciarse el tipo de cambio, y una mejora de la economía. Así economistas del Fondo plantearon que la deuda disminuirá “gradualmente” al 60 por ciento del PIB para 2024.
Este es el escenario base que consideraban más probable. Para cubrirse mencionaron uno negativo. Señalaron que dada la elevada proporción de la deuda nominada en moneda extranjera, la eventualidad de un shock del tipo de cambio se presenta como un factor de “vulnerabilidad importante”. En una simulación con una devaluación real del 50 por ciento, “la deuda podría saltar por encima del 115 por ciento del PIB”.

¿Qué hacer?

Los escenarios de la deuda que podrá elegir el próximo gobierno son los siguientes:
1. No hacer nada. Pagar los crecientes intereses de la deuda, apostar a refinanciar cada uno de los vencimientos de capital con la esperanza que, con una economía en vías de estabilización, se reabra el mercado voluntario de crédito.
2. Default descontrolado.
3. Reestructuración ordenada.
La primera opción, que es la que desean financistas y la red de economistas de la city, implica colocar a la economía en el sendero del ajuste fiscal permanente. Con una deuda pública muy dolarizada, la megadevaluación en curso implicará un esfuerzo fiscal descomunal para hacer frente a la carga de intereses. Para cumplir con esos compromisos se deberían hacer recortes en el resto de las partidas del presupuesto nacional. Este ajuste mantendrá a la economía en un círculo vicioso recesivo que exigirá más ajuste para liberar fondos para pagar la deuda, hasta hacerlo social y económicamente inviable. Pensar que se puede eludir esa dinámica con un shock de confianza generado por un nuevo gobierno que impulse el crecimiento económico y, por lo tanto, el aumento de los recursos, es de una ingenuidad que la revisión de la historia económica argentina debería alejar.
La segunda posibilidad es el peor escenarioEl default descontrolado, como el anunciado por Adolfo Rodríguez Saa el 23 de diciembre de 2001, provocaría unos costos financieros y económicos inmensos porque se concretaría sin la previsión necesaria para iniciar la normalización posterior con los mercados de capitales local y externo. Si bien liberaría los recursos destinados al pago de la deuda para disponer medidas expansivas, la inestabilidad general y la fuga de capitales acelerada por la incertidumbre arrojaría a la economía desde la recesión hacia la depresión.
El tercer escenario es el menos costoso para la economía y también para los poseedores de los bonos, aunque tengan que aceptar una quita de capital. La reestructuración de la deuda ordenada evitaría otro stress en el mercado financiero, al tiempo que liberaría recursos fiscales para empezar a ampliar los márgenes de acción de la política económica. Se abriría así un espacio para medidas expansivas que permitiría el inicio de la reconstrucción de la economía.

Ordenar el desquicio

Las paridades de los bonos se derrumbaron hasta el nivel del default descontrolado (cierre de las cotizaciones del miércoles pasado) para ubicarse en otro de una reestructuración ordenada (precios del viernes último). La intervención de las calificadoras de riesgo degradando la deuda argentina a la categoría de bonos basura acelera los tiempos para resolver la cuestión de la deuda.
En lugar de seguir en campaña permanente y de utilizar el Centro Cultural Kirchner como el espacio de velatorio político de Cambiemos, el gobierno de Macri debería asumir la responsabilidad de manejar una transición responsable comenzando con la tarea de ordenar el desquicio que armó con los pasivos públicos.
Un primer paso sería refinanciar el stock total de Letras de cortísimo plazo (Letes, Lecap y Lecer en pesos) por unos 20 mil millones de dólares con un bono en dólares a mediano-largo plazo.
El segundo tiene un elevado grado de coincidencia entre economistas de vertientes ideológicas diferentes: el programa financiero con el FMI es un desastre y debería ser reformulado extendiendo el plazo de repago del stand by de 57 mil millones de dólares de 4 a 10 años. El actual acuerdo ya está caído con las medidas económicas desesperadas anunciadas en forma caótica en estos últimos días, con la insólita ausencia del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, en su divulgación. Como se esperaba, ayer renunció y fue reemplazado por Hernán Lacunza, que estaba a cargo de Economía en la Provincia de Buenos Aires.
La economía macrista marcó un récord inigualable: en apenas un año, incumplió varias metas y modificó otras, para terminar tumbando en dos oportunidades un acuerdo con el FMI.
La tercera instancia es la más compleja: reestructurar la deuda con el sector privado, misión que el FMI denomina “reperfilamiento” de los vencimientos. El caso de la deuda de Ucrania es el antecedente inmediato para observar cómo puede ser ese sendero. Esto implica el involucramiento directo del FMI como mediador y negociador con los grandes fondos de inversión. En esa instancia, el nuevo gobierno deberá resistir la exigencia del Fondo de reformas estructurales a cambio de cumplir con esa misión, recordándole la inmensa responsabilidad que ha tenido con el desastre que deja la economía macrista.
Ucrania logró reprogramar la deuda con acreedores privados en forma voluntaria, evitando el default caótico. Consiguió una quita de capital del 20 por ciento (en el inicio, pretendía 40 por ciento y los dueños de los bonos proponían el 5 por ciento), la extensión de plazos (en cuatro años de cada bono, según los respectivos vencimientos), la suba de la tasa de interés (medio punto promedio), la entrega del cupón PIB (igual que la renegociación argentina con el kirchnerismo) y la utilización de “Los principios básicos sobre reestructuraciones de deuda soberana”, impulsados por Argentina en el segundo mandato de CFK y respaldados por la Asamblea General de Naciones Unidas. Esto último, aprobado en septiembre de 2015, permitió repeler a los buitres de la deuda ucraniana y facilitar la operación porque brindó el marco institucional que legitima el derecho de los países a reestructurar las deudas soberanas. La negociación fue un éxito.
Lo que Argentina no pudo aplicar frente a la sociedad Griesa-Singer porque a los pocos meses de ser gobierno la alianza Cambiemos aceptó todas las exigencias de esa dupla buitre, brinda el escenario para avanzar en una reestructuración ordenada de la deuda, base indispensable para iniciar la recuperación económica y proteger la legitimidad política del próximo gobierno.

CONTRATAPA 18 de agosto de 2019 El sujeto libre se adueñó de la historia

Imagen: AFP
Las PASO le pasaron por encima a Juntos por el Cambio. No sólo fue, como dijo Macri, una mala elección. Fue una paliza apocalíptica. A partir de ese momento el macrismo apeló a diversas tácticas para sobrellevar el tsunami. El mismo domingo de las elecciones, Macri, junto a Larreta (el único triunfador presumiblemente hasta octubre), la gobernadora y Pichetto, apareció en escena antes que los resultados y confesó: “Hicimos una mala elección”. Si hubiera dado los resultados se habría sabido ya que la elección no sólo había sido mala sino una hecatombe. Quince puntos en la nacional y más de diecisiete en la provincia donde la gobernadora Vidal se veía como invencible. Kiciloff, ese marxista según la macarteada de Pichetto, había hecho sobradamente la tarea. Se subió a un pequeño automóvil y recorrió toda la provincia. Fue una muestra de humildad ante la ostentosa e hípermediatica campaña de Vidal. Ganó por paliza. Así, cuando Macri sale a anunciar su derrota el domingo a la noche no tiene que hablar de una goleada sino de una “mala elección”. Y luego termina diciendo que ahora se vayan todos dormir. Se ve que estaba deprimido. Cuando uno está en ese estado dormir es un gran recurso para paliar la angustia. Habrá pensado la táctica para el día siguiente. Seguramente con el infaltable Marcos Peña. La táctica fue cruel. Macri tenía que demostrar que si gana “el kirchnerismo” (del que insiste en hablar, su obsesión) todo se va al diablo, porque “los mercados, el mundo” no quieren al kirchnerismo. Aparte del acrecentamiento de las ganancias, ¿tiene ideología el mercado? Ahora no lo quiere a Macri. Porque sólo quiere a los que le permiten jugosas ganancias. No tienen corazón, tienen billetera, como ya averiguara con ingenua sorpresa el radical Pugliese en el lejano y alborotado 1989. Pero, según Macri en su conferencia de prensa –lamentable- del lunes 12 de agosto, lo que definitivamente no quieren los mercados es que él pierda las elecciones y las gane el indeseado “populismo kirchnerista”. Y ahí está la prueba. ¡El dólar se disparó y el riesgo país está por las nubes! Eso es culpa del kirchnerismo que tendría que hacer… ¡una autocítica! Advirtió sobre lo que va a pasar si esa gente gana en octubre. Pero al dólar (y Martín Redrado hizo la denuncia) lo disparó impidiéndole al Banco Central que lo frenara. A causa de esta medida logró que la inflación subiera muchísimo para unos bolsillos escuetos de argentinos que no pueden soportar más castigos. Pero Macri castiga. Es un gobernante caprichoso, tiene la crueldad de los niños malos y no tolera que le digan: “No”.
Al día siguiente pide perdón. Estaba mal el lunes. No había dormido bien. ¿Tomará Rivotril el primer magistrado? Ayuda a calmar la angustia y favorece el sueño. Si tanto daño nos hace su insomnio será bueno recomendarle una pastilla de 2 mg. Cada noche. Eso le ahorraría reprimendas injustas al pueblo argentino, al que Macri responsabilizó de la fuga del dólar y la consecuente inflación por no haberlo votado. Como dijimos, al día siguiente pide perdón. Le exigió demasiado al pueblo. Subir el Aconcagua, nada menos. Estaba pálido, algo tenso pero no loco como el lunes. Él mismo nos advirtió sobre su locura. “Si me vuelvo loco les puedo hacer mucho daño”. Si calibramos el que nos hizo en estos casi cuatro años, debe entonces haber estado bastante loco.
El martes a la tarde hace una reunión de gabinete ampliado. Ahí, para ahondar más el desastre, habla Carrió. Sobre este personaje ya no queda mucho que decir. Mezcla de pastor evangélico y Miss Piggy, con toques de divertida comediante stand-up, no dejo dislate por decir. Pero ella, como los iluminados, no pierde la fe y arenga a la pálida tropa de Juntos por el Cambio. Lo que pasa –les dice- es que los nuestros están esquiando o disfrutando del verano europeo, que es tan lindo. Cuando en octubre vuelvan y voten vamos ganar con el cincuenta por ciento. También reafirmó su sólida voluntad de luchar hasta el final. Dijo: “De Olivos nos sacan muertos”. Lo más penoso (ya que ella no tiene remedio) fueron los aplausos y vítores del público. Terminaron ovacionándola de pie. En primera fila, Macri, Marcos Peña y Pichetto sonreían con el ingenio de la stand-up comedien y Juliana Awada hasta derramó unas lágrimas. Más cauteloso que todos, Durán Barba se fue del país.
Bolsonaro ataca a los Fernández y dice que no les dará asilo a los argentinos que huyan del país. El contexto geopolítico es complejo y áspero. El mundo se empeña en girar a la derecha. Merkel está enferma y furibundos neonazis buscan reemplazarla. Trump está cada día más intolerante y racista. Boris Johnson, el líder del conservadurismo británico, sigue sus pasos y hasta le copia el look. El Frente de Todos surge como una especie extraña al espíritu rancio del mundo actual. Deberá andar con cautela. Pero es, en medio de este deleznable y áspero presente, un triunfo de la subjetividad libre. El poder mediático no ha logrado esta vez colonizar las conciencias. Se votó en contra de lo previsto por el aparato macrista de propaganda y sometimiento de los sujetos. Habrá que desear con fervor que, en medio de tantas resistencias de la derecha nacional e internacional, el sujeto libre que explotó en las PASO del domingo, vuelva a hacerlo en las elecciones de octubre.

La base de Morón, la Madre Coraje, la timbreadora esforzada María Eugenia Vidal y su casa de papel

Iba a ser más votada que Macri, pero no. La carrera política de una mujer de Flores que ahora busca votos como madre injuriada y lobo agazapado.
Imagen: Bernardino Avila
“Vuestra majestad sabe muy bien -un asesor le escribía en una carta a Luis XIV- que a falta de brillantes acciones de guerra nada realza más la grandeza del príncipe como los edificios.” El Rey lo sabía y, como bien lo muestra Versalles, la serie de Netflix, emprendió una reforma edilicia monumental y se mudó con familia y corte a ese palacio bien lejos de la sede oficial. Cinco siglos más tarde, María Eugenia Vidal a poco de ser electa gobernadora de la provincia de Buenos Aires también se mudó, se fue a vivir con sus 3 hijos en una base aérea de Morón.
Si bien el predio castrense - y la inversión en reformas que se pagó con fondos provinciales- no admite comparación con Versalles, constituye un mensaje por vía inmobiliaria a enemigos y súbditos. Cuando el Rey puso lagos donde no había agua y diseñó jardines sobre pantanos, demostró el poder que no tenía a todo un mundo que se preparaba para engullirlo. Vidal, que ha basado su “escucha a los vecinos” en infraestructura más que en ninguna otra política de entramado social – asfaltó calles, amplió caminos, recientemente inauguró una cárcel para jóvenes aunque también declaró "no voy a abrir hospitales nuevos porque es una estafa a la gente"– hizo un gesto monumental con esta mudanza, un sacrificio versallesco, espejo de un esquema de gobierno que basa su discurso PRO en la gesta de la seguridad “a falta de brillantes acciones.”
La motivación para habitar una base militar resultaría inverosímil en una serie de ficción: un día Vidal encontró una bala en el garage de su casa y luego la amenazaron varias veces. La mudanza es el mensaje: el tamaño de peligro que corre la gobernadora seguida de su decisión de parapetarse, sería proporcional a la promesa (incumplida) de vencer al narcotráfico, la mafia del juego y la policía corrupta. Queda para las intrigas palaciegas que ese trabajo recayera en su Ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, un hombre que, desde su paso como vice Ministerio del Interior de Eduardo Duhalde, en la apoteosis de la “maldita policía”, supo construir firmes vínculos con los uniformados. Para algunos, el verdadero mensaje de Versalles era: “señores, naturaleza, edificio y monarca, son una sola cosa”. Vidal, en este sentido, rodeada de armas, aviones y uniformes, lejos del vecindario, se inscribe en cuerpo y gesto en la doctrina Bullrich.
Mientras tanto, una pregunta recorre la provincia como un dron: si la gobernadora tiene que recurrir a esta medida extrema para estar a salvo, ¿qué le espera al resto de la población que camina por las calles y vive sin custodia?
“Acá tenés la escuela aeronáutica, tenés el museo y acá se hacen horas civiles de vuelo”. Como quien muestra el escritorio y el baño, Vidal presenta su morada a Fantino en un programa emitido el mes pasado. El entrevistador dedica todo el espacio a formular con leves cambios de entonación una única pregunta: ¿Por qué una mujer joven y con hijos se sacrifica viviendo allí? “Por vocación de servicio”.
De fondo, casi tapando el diálogo, suenan los teros, los vientos, ladran perros. Toda una estampa hiperrealista dedicada a acentuar la autenticidad, el bien de cambio de la gobernadora que en un video reciente se presenta golpeando la puerta de un presunto acosador banalizando el trabajo serio contra la violencia de género y utilizando por segunda vez en un spot a la misma “vecina”. Hay que escuchar los sonidos que irrumpen en la entrevista. Como si la fuerza de esa naturaleza intentara hacernos olvidar, que estamos frente a otro momento de campaña. “Cuando me preguntan cuántos hijos tengo, desde 2015 digo que tengo 3 hijos y la provincia.” Así culmina la visita guiada, con la estampa de una madre coraje de la provincia. En otra oportunidad, ya había hecho referencia a su familia ampliada, aunque en clave antiderechos: “En realidad tengo 4 hijos” le dijo a Jorge Lanata en el contexto de la discusión por el Aborto legal Seguro y Gratuito, incluyendo en la cuenta un embarazo que perdió.
Dicen que en lo que queda de campaña intentará distanciarse de Macri con frases todavía más contundentes que las que ya dijo: “no tengo acciones en el exterior, no tengo una cuenta offshore”. Hay algo cierto: incluso contando la causa sobre aportantes truchos a su campaña, Vidal no puede ser percibida idéntica a Macri.
Nació en Flores y no en la cuna de los Blanco Villegas; se educó en un colegio católico de señoritas y estudió en la UCA no en el Newman; tiene una madre denunciada por estafas en mesas de dinero pero no llega ni a competir con los negociados de la familia Macri. Y sobre todo, no pertenece al linaje de los CEO que han estado dirigiendo el país hasta el abismo: María Eugenia Vidal ha sido engendrada en los años 90 en el laboratorio ONG de Rodríguez Larreta. Su facilidad para el timbreo le viene de un maridaje entre catolicismo y esa subcultura de ONG. Su vocación de ayudar al prójimo aunque sin mirar a quién ni cómo se aplica en una suerte de neoperonismo de Excel que no le ha impedido manifestarse contra las universidades del conurbano y declarar sin filtro: “ Nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad”. Vidal que pertenece a la fuerza que estigmatizó a los planeros, no escatimó planes sociales, solo que los despojó de su carácter comunitario. Los planes para mujeres (todos mejorables) que imponían el armado de proyectos laborales mutaron en una oferta de cursos cortos es que no las prepara para nada en concreto y que además las atomiza.
Mariu no es Mauricio pero es parte fundamental del team. En 2011 Macri la elegía como candidata a vice jefa de gobierno en gran medida por su despliegue de impericia e insensibilidad en los episodios del Parque Indoamericano en 2010 como Ministra de Desarrollo Social. Por su deslumbrante falta de previsión, incapacidad para negociar bajo presión, terminar el asunto con dos muertos y cientos de heridos y enfrentar a las cámaras diciendo que todo se resolvió rápido y bien con el correspondiente pase de facturas a la herencia del gobierno nacional.
La bautizaron Heidi y Caperucita Roja. Las mujeres en la política argentina todavía tienen que pasar por ese trámite de ser “sobrenombradas”, una liturgia machista que las hace pasar por la injuria y siempre las unge bipolares. La estrategia política de Cambiemos tiende a hacer marketing con la injuria, así es que Vidal se reconoce en la madre buena y en el lobo agazapado. Su aliada de plomo, Lilita Carrió ya está proponiendo refuerzos para alentar a lxs votantes que se equivocaron en las PASO: “Ahí va a estar Gendarmería para controlar que la gente no tenga miedo de votar a María Eugenia”.

Un plebiscito cocinado a fuego lento

Qué se votó en las PASO. Cuando empezó el Gobierno a construir su derrota. Las movilizaciones, subestimadas y potentes. La autocrítica práctica del peronismo. Los mercados no votan pero determinan. La semana de Macri: fomentar la devaluación, amenazar, cambiar el maquillaje. El oficialismo al rojo vivo: violencia para afuera, internas adentro.
Sigue siendo verdad que el oficialismo es mejor haciendo campaña que gobernando. El problema, para el presidente Mauricio Macri y su equipazo, es que una amplia mayoría popular decidió el voto tomando en cuenta cómo gobierna. La economía real, las vivencias personales-familiares-laborales, los padecimientos, los despidos, la estanflación prevalecieron sobre los recursos discursivos o publicitarios.
La propaganda M distorsiona o miente.
Otro modo de equivocarse es mirar la realidad minuto a minuto, leer la historia (así sea la de corto plazo) como si fuera una saga de títulos de diario. A título de imagen: la historia --aún en tramos cortos-- se parece más a un campeonato largo de fútbol que a un partido. Se extravía quien desdeña la prospectiva sin recordar ni siquiera el presente cercano (un semestre o un año u bienio atrás). 
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El espejismo del cheque en blanco: La derrota electoral rotunda, con pinta de irreversible, es el remate de años en que se cuecen a fuego lento las condiciones económicas, sociales y culturales que preceden a las elecciones. Macri empezó a perder legitimidad de ejercicio en lo que pudo ser su mejor momento: cuando venció en la votación de medio término en 2017. Creyó haber recibido un cheque en blanco cuando se le refrendaba (nada menos) la confianza dispensada en 2015.
Lanzó una ofensiva neocon con medidas para “n” años, promovió la reforma jubilatoria y la laboral. Ésta fue frenada por el consorcio entre kirchnerismo, gobernadores peronistas y las centrales obreras con la Confederación General del Trabajo a la cabeza. Tanto la CGT como casi todos los “gobernas” venían siendo transigentes, negociando, concediendo… Modo de obrar discutible y hasta reprochable pero que no equivale a aceptar ser esclavizado, puesto de rodillas o como quiera llamarse.
Respecto de la reforma jubilatoria baste decir acá que nadie juzga la bondad de una ley que atañe al bolsillo de los ciudadanos por cómo titulan los diarios del día posterior a la aprobación parlamentaria. “La gente” quizá no entienda (ni preste atención) los firuletes del debate. Pero sí está atenta a cuanto le toca cobrar en meses sucesivos y cuanto consigue comprar.
La crisis de abril del año pasado, la primera de las tres corridas cambiarias del mandato presidencial, catalizó el nuevo escenario.
El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) fue un manotazo de ahogado, no una panacea: la economía real cayó en picada. En agosto del año pasado se padeció la segunda corrida ajena al ascenso de Alberto Fernández. En aquel estadio, como ahora, el Gobierno anunció medidas que describió con la palabra clave “alivio” repetida hasta el hastío en esta semana.
La brutal crisis auto infligida se negaba en el Gobierno y se maquillaba en los medios afines.
El círculo amarillo que entorna a Macri leía las encuestas y tomaba en solfa la marejada social que se pronunciaba en las calles y las plazas. La acción directa que copó el espacio público fue subestimada o ninguneada por ajenos y también por varios propios. Merece un subtítulo y algo más.
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Muchedumbres bulliciosas y pacíficas: Las movilizaciones signaron la era macrista. Muchedumbres bulliciosas, pacíficas, coparon calles y plazas coreando consignas creativas, resistiendo con aguante y gracia. Se sucedieron demandas diversas que fueron reivindicadas por diferentes colectivos. La socióloga María Pía López publicó una aguda y bella semblanza anteayer en Página 12.
Mencionemos algunos, sin agotar el inventario. Los sindicatos, las dos CTA, a veces la CGT (tan intermitente cuan poderosa), las organizaciones sociales, los usuarios perjudicados por el tarifazo, los familiares de Santiago Maldonado, Rafael Nahuel o los tripulantes del ARA San Juan, los movimientos feministas, quienes repudiaron el 2x1, conferido por la Corte Suprema a los represores… cientos de etcéteras.
Por cierto, un “elenco estable” de militantes participa en muchas de esas movidas pero no son mayoría ni las hegemonizan. Pusieron el cuerpo personas que nunca habían ocupado el espacio público para reclamar. Solo para dar contados ejemplos: los laburantes despedidos, los vecinos damnificados por tarifazos y apagones, estudiantes y docentes sin práctica política previa.
El jefe de Gabinete Marcos Peña y su jauría de trolls o repetidores de viva voz suponían que atribuir todo “al kirchnerismo” era suficiente para desacreditar a los actos y bajarles el copete a los reclamantes. Fra
Creaciones como los “verdurazos” de todo tipo escenificaron la devastación de la economía solidaria y las producciones regionales. Quién le dice, ojalá, abrieron una hendija para promover nuevas formas de producción y comercialización de alimentos básicos, más baratos y sanos. Un gobierno popular tendría que dinamizar ese legado involuntario del macrismo.
El abanico de reivindicaciones fue encarnado por minorías conscientes, dignas, cuya composición iba variando: la revuelta ciudadana es policlasista, multicolor desde el punto de vista político, transversal en lo partidario, se expande en toda la Argentina. Erosionó al gobierno sin estallidos ni agresiones, lo fue desenmascarando.
Agentes de los Servicios de Inteligencia infiltraron varias marchas y produjeron actos violentos para inculpar a los participantes. Las policías bravas reprimieron con saña. Les fue imposible frenar la oleada, amedrentar a les ciudadanes. La narrativa gubernamental (“la violencia K”) perdió acogida salvo entre su propia grey o un puñado menguante de incautos.
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Del achicamiento al Frente: El kirchnerismo sobrevivió a la derrota en las elecciones de 2015. Enflaquecido por propia voluntad desde 2011 lo achicaron más las deserciones y transfugueadas posteriores al triunfo de Macri.
Cristina capeó la ofensiva judicial-mediática azuzada en complicidad con el Ejecutivo. Conservó su liderazgo sobre una base social fiel que la respeta y la sigue. No pudieron eyectarla de la escena política, no se fue a su casa, no se rindió. Conservaba primacía en una fuerza potente más no tanto como para desbaratar el proyecto electoral del macrismo: repetir el cuadro electoral de cuatro años atrás. Sin Cristina no se podía pero con ella sola no bastaba, rezaba un sensato sentido común. Ella rompió el encierro con dos maniobras sorpresivas, inéditas: el best seller como puntal de campaña y la decisión de no ser candidata presidencial. La fórmula con Alberto Fernández a la cabeza constituyó una autocrítica, aunque no se la enunciara así. Se rearmó el peronismo, se re-convocó, reagrupó, depuso enconos. matizó posturas y programas. Sumó. Los compañeros dirigentes creyeron en la promesa. Ese fue el día en que empezó la campaña, no el de lanzamiento de los spots: con Alternativa Federal desguazada, el macrismo anonadado y el peronismo fortalecido.
Los sabios de la tribu dictaminaron que la respuesta de Macri, sumando a Miguel Pichetto (algo así como una infidelidad transformada en matrimonio) empardaba el enroque de Cristina. De nuevo, una traducción exprés que no medía el impacto práctico dentro del peronismo y la sociedad civil.
El cierre de listas, turbulento y con errores (como todos, en mayor o menor medida) no destruyó la solidez del Frente de Todos (FT) porque nadie se alejó “herido” para colgarse de la “ambulancia” conducida por Pichetto. Esa ambulancia no hubiera llevado a ningún lugar interesante: como mucho al furgón de cola de Cambiemos.
Permanecer en el espacio peronista era más práctico además de acorde con la propia identidad. Y, dato nada menor, sintonizaba a los gobernadores e intendentes con la voluntad de sus comprovincianos, expresada en las elecciones locales, en las visitas de funcionarios nacionales, en los barrios.
Cristina se cuidó para no eclipsar a Alberto en campaña. Mantuvo un discreto segundo plano, dividiendo roles, situada en Santa Cruz en el día de la goleada, silenciosa esta semana. Los memoriosos saben que supo controlar su protagonismo durante toda la presidencia de Néstor Kirchner dejando patitiesos a quienes la sospechaban incapaz de abandonar el centro de la escena. Las circunstancias difieren muuuucho pero la convicción y la destreza se mantienen.
El resultado del enroque impresiona, haciendo juego con el plebiscito. Macri, los empresarios, seguramente los enviados del FMI quieren hablar con “Alberto”. Los medios lo siguen, subrayan sus aciertos, sus afirmaciones, sus silencios. La “teoría Chirolita” se desvanece porque los dos términos de la fórmula y los principales dirigentes del FT obran de consuno. Lo que es posible, entre otros factores, porque están convencidos sobre quién será el presidente si se ratifica el veredicto de las urnas.
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El pueblo, los mercados y Macri: Una proporción alta de la sociedad, mayoritaria o filo mayoritaria (el escrutinio definitivo lo corroborará) precisaba encontrar la herramienta política para expresar rechazo, broncas, cansancios, esperanzas. Para votar en defensa propia frente a un gobierno que los deja en condiciones peores que cuando llegó.
“Los mercados” armaron una tramoya el viernes 9. Miserable seguro, acaso ilegal. El economista neocon Martín Tetaz refrescó una frase sugestiva antes del comicio: “los mercados a veces conocen el futuro porque lo causan”. El lunes 12, una cantidad pequeña de “jugadores moviendo solo 500 millones de dólares causaron una devaluación brutal, La información oficial disponible no permite saber cuántospero sí que hubo menos operaciones que lo habitual. Apueste lo que quiera, fueron unos pocos.
El Gobierno los dejó hacer porque ansiaba la corrida financiera para que Macri culpara y amenazara a los votantes del kirchnerismo. Fue premeditado: el presidente jamás improvisa sus discursos. Desde el primero de marzo interpreta con fallas los guiones: se “saca”, grita desencajado, carajea, revela demasiado su idiosincrasia pero el eje argumental se redacta de antemano. Si se observa bien, Macri nunca retractó la extorsión: “si siguen eligiendo así el mundo los va a castigar”.
La corrección del miércoles tributa a lecturas de encuestas, de reacciones del propio establishment y de dirigentes de Cambiemos. Las decisiones –interinas, módicamente paliativas-- son en general bienvenidas aunque no compensarán la devastadora inflación anterior y posterior al urnazo.
Las peleas intestinas son clásicas después de la derrota… Juntos por el Cambio no hizo excepción. La conflictividad interna crece, se buscan culpables.
Los candidates que siguen en carrera --en especial los que disputan intendencias o gobernaciones-- diseñan tácticas propias, para evitar que el diluvio inunde sus bastiones.
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Voces y silencios. Quien quiera oír que oiga, repasemos.
· Vox populi: se dejó oír, fue argentina, clara y valiente.
· Macri y la diputada Elisa Carrió hicieron alarde de barbarie, violencia, desprecio al adversario (dos tercios de los argentinos). La alusión jocosa de “Lilita” al asesinato del gobernador rionegrino Carlos Soria y las carcajadas del gabinete ampliado valen como autorretrato del oficialismo “republicano” y su respeto al adversario, al otro. Dichos reflejos sinceros, la presencia amenazante de la ministra Patricia Bullrich o del serpentario de Comodoro Py avivan resquemores sobre los meses que vendrán.
· El FMI guardó silencio. Se ignora si instruyó al Ejecutivo y al Banco Central en estos días o si se abstuvo. Las medidas del gobierno contradicen el acuerdo que es pilar de la política económica. Y una mala copia jibarizada de lo que haría Alberto Fernández si llegara a la Casa Rosada, con convicciones, estudio, apoyo de organizaciones sociales y sindicales, conocimiento del mundo popular.
En eso estamos, a una semana de una jornada histórica que produjo un resultado anómalo, un cisne negro. Especie ésta muy típica de la Argentina.
mwainfeld@pagina12.com.ar

CRISIS ARGENTINA.-MACRISMO AL PALO.

ALBERTO FERNANDEZ DIXIT.