La crisis global desatada a partir del estallido financiero de 2008 no ha podido superarse. La dinámica del crecimiento de la economía mundial se desplaza hacia Oriente. China empieza a darle mayor importancia a la innovación tecnológica, lo cual preocupa a Estados Unidos.
“Se implementan cada vez más medidas proteccionistas”, afirma el economista Claudio Lara.
Imagen: Sandra Cartasso
Imagen: Sandra Cartasso
Mientras continúe, el impacto de la guerra comercial entre los Estados Unidos y China sobre la economía mundial irá en aumento.El economista chileno Claudio Lara sostiene que la reacción de la administración Donald Trump pone en evidencia que las capas tectónicas se han desplazado hacia Oriente, no solo en materia de crecimiento sino en la capacidad de impulsar acuerdos internacionales. En su visita en Buenos Aires, invitado por el IADE y Clacso, Lara dialogó con Cash sobre la crisis “terminal” del multilateralismo y los efectos que tendrá esta puja entre gigantes sobre la región latinoamericana.
–¿Por qué el multilateralismo está en crisis? ¿Cómo influye la política comercial de Estados Unidos?
–Creo que el multilateralismo está en una crisis profunda, incluso terminal, en la medida en que ya no existe aquel multilateralismo que se había propuesto con la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Un elemento central es que esos acuerdos debían lograrse por consenso de todos los países participantes. Mientras avanzaba, la discusión entre los países fue encontrando obstáculos. En un determinado momento, la Ronda de Doha ya no pudo seguir operando y surgió la idea de avanzar en acuerdos plurilaterales, con lo que se abandonó la Ronda de Doha y, por ende, los propósitos iniciales de la OMC. Lo que existe hoy son esfuerzos para salvar esa crisis mediante acuerdos plurilaterales que también son difíciles de implementar.
–¿Por qué?
–En primer lugar, por el momento económico que estamos viviendo a nivel mundial. La crisis global desatada a partir del estallido financiero de 2008 no ha podido superarse. Desde aquel 2008 asistimos a un período de estancamiento de largo alcance, un estancamiento secular sin perspectivas de que pueda superarse. Los pronósticos del Fondo Monetario Internacional indican que el mundo va a seguir con un crecimiento y un intercambio comercial bajos. El comercio mundial crece a razón de 1/3 de lo que venía creciendo antes del 2008. En este contexto, asistimos a una agudización del proteccionismo mundial. El Trade Alert advierte que, aun cuando se avance en negociaciones y acuerdos, en la práctica se implementan cada vez más medidas proteccionistas.
–Usted alude a la crisis de 2008 como causante de una transformación en el mapa económico y geopolítico. ¿Dónde visualiza esa transformación?
–En que los países en desarrollo comienzan a tener una mayor importancia en la economía y en el comercio mundial, y van ganando posiciones lentamente. Estos países continuaron creciendo incluso considerando las dificultades que empiezan a aparecer en 2013. El crecimiento de China y de los países asiáticos se reduce, aunque el crecimiento del 6,0 o 6,5 por ciento no es nada despreciable si lo comparamos con el de los países desarrollados. Esto implica que las placas tectónicas se desplazaron hacia Oriente.
–¿Cuál ha sido la respuesta de China al proteccionismo de los países centrales?
–Lo primero que hizo China fue implementar un plan de intervención desde el Gobierno que redundó en inversiones por 650 mil millones de dólares. Eso le permitió mantener su crecimiento, aunque en un rango menor. Y en el año 2011, China decidió cambiar su modelo económico porque percibió que la situación internacional había empeorado sustancialmente a partir de la crisis y, por ende, requería implementar un cambio de modelo para acentuar el mercado interno antes que seguir apostando a su inserción en los mercados internacionales vía exportaciones. Eso se tradujo en un aumento de los salarios de los trabajadores, en una reorientación de la producción interna y en dar mayor importancia a la innovación tecnológica. Lo cual comienza a preocupar a los países occidentales, sobre todo a Estados Unidos.
–¿Cómo se combina ese cambio de modelo económico con su inserción política internacional y, más concretamente, con los acuerdos que impulsa en este escenario?
–China siempre entendió que debía ir tomando posición sobre el multilateralismo. Y gradualmente fue construyendo esa inserción. Empezó con alianzas políticas con los países vecinos en el área asiática y hacia 2014 se expandió con alianzas más allá de Asia, a través de la ruta de la seda. China proponía un mundo más tranquilo y equilibrado, en el que no hubiera disputas de poder sino solo ganadores. El discurso chino ha tenido un relativo éxito, por lo que ha ido ganando adhesiones no solo económicas sino políticas.
La ruta de la seda
–¿Cuál es la propuesta de China y, en especial, con la ruta de la seda?
–China cambia el sentido de los acuerdos comerciales. Mientras que los acuerdos habitualmente transitan sobre negociaciones muy complejas que demoran mucho, China da vuelta la orientación al comenzar con una propuesta bien concreta, como la ruta de la seda y una serie de proyectos de infraestructura. Además, introducen el elemento financiero, de manera que los países que participan de esos acuerdos tengan acceso a financiamiento y así posibilitar la concreción del acuerdo. El financiero es un aspecto que había estado ausente en otros acuerdos de libre comercio. En definitiva, no son acuerdos que se queden en lo discursivo y las buenas intenciones, sino que incluyen cuestiones que lo vuelven práctico y factible en el corto plazo. Pero al tratarse de una construcción hecha con la lógica de Oriente, la incorporación de países de América latina es más difícil y lenta.
–La entrada de este tipo de acuerdos podía hacerse vía Brasil a través de los Brics.
–Otros países también, como Uruguay, han respondido positivamente. Pero sigue siendo complejo porque la forma de inserción de los países latinoamericanos es a través del comercio de materias primas. En ese plano, la discusión se ha centrado en la idea de que China desplaza a los países avanzados que eran los demandantes de materias primas y ahora China estaría jugando ese rol. Es como si América latina hubiera cambiado el eje de su dependencia. Yo creo que China estaría dispuesto a incorporar otro tipo de producciones, por eso digo que es responsabilidad de los gobiernos latinoamericanos el haber optado por un modelo de primarización y no atreverse a un tipo de producción más diversificada.
–¿Qué puede pasar en el mediano plazo atendiendo al giro a la derecha de los gobiernos de la región y, en particular, con el escenario político actual de Brasil?
–En términos económicos, poco o nada pueden ofrecer los gobiernos de derecha. Además, lo que ocurre en la región está totalmente desfasado de lo que está ocurriendo en el mundo a nivel político. En el fondo, los países que mayores vínculos mantienen con China son Chile y Brasil, cuyos gobiernos de derecha proponen discursivamente un acercamiento a los Estados Unidos. Ese discurso es incoherente con su dinámica económica que, a esta altura, es imposible de romper, porque no tienen una propuesta alternativa que reemplace la exportación de materias primas a China. Las exportaciones de Chile a China han aumento y ahora se ubican casi en el 37 por ciento de las exportaciones totales. De manera que cualquier vínculo con Estados Unidos sería disfuncional.
–¿Qué porcentaje de las exportaciones chilenas va a Estados Unidos?
–Entre 13 y 14 por ciento. El caso de Brasil es similar. A Estados Unidos le preocupa el gran ascenso que ha tenido China, sobre todo en materia de desarrollo tecnológico, no solo el que está teniendo actualmente sino el que podría tener con el proyecto “Made in China 2025”. Entonces, ¿por qué rebota en América Latina? Fundamentalmente por Venezuela, donde China tiene influencia desde hace un tiempo. Y hoy vemos que Estados Unidos ejerce un grado de intervención en Venezuela, a través de la llamada “ayuda humanitaria”, como nunca se había visto en la región. Cuando uno se pregunta “¿a qué responde la obsesión de Estados Unidos con Venezuela?”, se da cuenta de que allí hay una preocupación más amplia: la confrontación con China.
–¿Qué actitud observa en los países de la región frente a esta intervención?
–Pienso que ciertos gobiernos latinoamericanos solo pueden apoyar directa o indirectamente esa estrategia norteamericana, pero a cambio de nada. En el caso particular de Brasil, se pone en cuestión el bloque Brics debido a razones geopolíticas en lo que atañe a su vínculo con Estados Unidos. En paralelo, vemos un intento de otros gobiernos latinoamericanos de romper con el eje Brasil-Argentina. La creación del Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur 0b) va en línea con el intento de los presidentes de Colombia, Iván Duque, y de Chile, Sebastián Piñera, de colocarse a la cabeza política de América latina y declarar la muerte de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Es una situación compleja dado que los países están más preocupados por resolver los problemas internos por sí solos que por buscar nuevamente acuerdos regionales