Repetida estrategia económica electoral del macrismo. Cuando se acercan las elecciones, afloja un poco con el ajuste para crear una mejora económica ficticia. Pasado el turno de las urnas, el engaño queda al descubierto y continúa con la redistribución regresiva del ingreso.
Inaugurar obras públicas de visibilidad masiva, mejorar un poco el poder adquisitivo del salario luego de haberlo depreciado fuerte, planes de créditos subsidiados, frenar medidas que afectan el presupuesto de las familias y prometer un futuro mejor. Esta fue la repetida estrategia electoral del macrismo administrando la Ciudad de Buenos Aires en los años impares, luego de uno anterior de ajuste y endeudamiento. El mismo plan fue trasladado a la gestión del gobierno nacional. Como en la administración central existen otras variables que influyen en el clima social en años de elecciones, la alianza Cambiemos sumó la estabilidad cambiaria a toda costa y la interrupción temporaria de los aumentos de tarifas. Es lo que hizo en 2017 y ahora reitera en 2019 en los tres principales distritos que gobierna. Teniendo en cuenta el recorrido de los casi doce años del macrismo en la CABA y los casi cuatro en Provincia de Buenos Aires y en el gobierno nacional, en caso de ganar la elección presidencial, no hay que esperar otra cosa de Macri en el 2020 que otra vuelta de ajuste y profundización de la distribución regresiva del ingreso.
El diseño de la estrategia electoral del macrismo es básico, financiado con un endeudamiento extraordinario. Lo hizo durante una docena de años en CABA y en estos casi cuatro años en el gobierno nacional. Mientras aprieta y afloja en la lógica del ajuste va entregando negocios (inmobiliarios, energéticos, de medios de comunicación, de obras públicas y financieros) a amigos, allegados, socios y familiares.
Un pilar fundamental de la gestión macrista es montar un aceitado dispositivo de la mentira planificada, diseñado y puesto en práctica desde la Jefatura de Gabinete. Este se despliega sin grandes cuestionamientos en la inmensa red de propaganda pública y privada oficialita. No recibe observaciones críticas por licitaciones adjudicadas a amigos del poder, por los sobreprecios en la obra pública o por los groseros conflictos entre el interés público y los negocios de la familia presidencial. Tampoco es señalada la utilización abusiva de recursos públicos para la campaña electoral y las desvergonzadas publinotas del jefe de Gobierno de la CABA, Horacio Rodríguez Larreta. Además dejó de ser un tema que inquiete a ciertos medios y periodistas los desproporcionados presupuestos de publicidad, la obscena protección mediática de la gobernadora María Eugenia Vidal, la concentración de esa pauta en la prensa oficialista y el abuso del color amarillo (CABA), verde (PBA) y celeste (Nación) en el paisaje urbano. Tampoco generan reacciones de cólera spots de campaña del gobierno nacional difundidos en el entretiempo de partidos de fútbol, tanto en los de la Superliga como en los de la triste Selección Nacional.
Obras públicas
El macrismo combina neoliberalismo económico clásico con el ejercicio político del conservadurismo popular de comienzos del siglo pasado. La apertura comercial y financiera y el ajuste en el gasto público conviven con el mantenimiento de estructuras de asistencia estatal a sectores vulnerados, vía la Asignación Universal por Hijos y los planes a organizaciones sociales. De ese modo ha construido un proyecto político que tiene como resultado una distribución regresiva del ingreso, pero que ha logrado convalidarse, hasta ahora, en las urnas.
La obra pública es el otro vértice del triángulo político del macrismo. La de mayor envergadura, como la del soterramiento del Sarmiento o el último y más oneroso tramo del Paseo del Bajo, es entregada a constructoras estrechamente vinculadas al presidente Macri. Las otras están destinadas al marketing urbano-electoral: veredas, metrobus, asfalto, alumbrado.
Los datos duros desmienten la publicidad engañosa del Gobierno de que hace obras que nunca antes se hicieron o de que hace más que en décadas pasadas. El caso de las de cloacas es uno de los más contundentes para dejar al descubierto la estrategia oficial de la mentira planificada. Funcionarios y voceros publicitan la “revolución de las cloacas”, cuando no existe como tal ni ha habido obras excepcionales de ese tipo. La refutación a la propaganda del macrismo proviene de un reciente informe del Indec sobre Condiciones de Vida de los Hogares, correspondiente al segundo semestre de 2018.
El reporte oficial indica que la cantidad de personas que no acceden a cloacas ascendió al 34,5 por ciento del total, 0,2 punto porcentual más que en el mismo período del año anterior. O sea, las obras de extensión no fueron suficientes para acompañar el crecimiento vegetativo de la población. En un año había 143 mil personas más sin acceso al servicio de cloacas. Los datos del Indec revelan que a fines del año pasado había 9,6 millones de personas que vivían en hogares sin cloacas.
“La revolución de las cloacas” del macrismo no mejoró nada y mantuvo estancado el indicador de “convivir en la mierda”, según la definición académica del Presidente Macri.
“La plata de los jubilados”
En la campaña 2017, el programa de créditos Anses diseñado para los meses previos a las elecciones, de abril a junio, había otorgado casi 600 mil a jubilados y pensionados en la modalidad 60x60 (préstamos de 60 mil pesos en hasta 60 cuotas). El monto involucrado sumó 20.486 millones de pesos. Junto a la tarjeta Argenta, la Anses entregó casi 2 millones de créditos en todos el país.
Este plan de fomento del consumo popular, expansivo de la demanda, formó parte del populismo “bueno” de la alianza Cambiemos en 2017. En general, las fuerzas políticas tienen un libreto propio y, si les dio buenos resultados, lo repiten, aunque se sabe que las circunstancias se modifican y las estrategias se desgastan.
En la campaña 2019, la Anses volvió a dar impulso a los préstamos con “la plata de los jubilados” (esta era la definición que hasta el 2015 analistas conservadores y los entonces opositores y hoy oficialistas tenían para la intervención en la economía de la Anses). En pocos meses, la Anses ya otorgó otros 2 millones de créditos y cuenta con un presupuesto para ese fin de 124.000 millones de pesos.
Son créditos para jubilados, pensionados, titulares de pensiones no contributivas por vejez, AUH, becas Progresar, pensión universal para el adulto mayor y prestación por desempleo. La tasa de interés se ubica entre 40 y 50 por ciento anual, cuando en el sistema financiero está por encima del 100 por ciento anual. Gran parte de los créditos que se estuvieron suscribiendo fueron para pagar deudas.
También se lanzó Beneficios Anses desde el 17 de abril pasado, una red de descuentos de hasta el 25 por ciento en las compras con tarjeta de débito de la cuenta bancaria donde el beneficiario cobra sus haberes. Existen más de 1800 comercios adheridos en la provincia de Buenos Aires, siendo la mayoría supermercados.
Populismo “bueno”
Estos créditos subsidiados y descuentos de la Anses se suman a la postergación de aumentos de tarifas y el impulso de acuerdos paritarios en los meses previos a las elecciones. También se integra a ese plan los descuentos del 50 por ciento un día en la semana en supermercados con la tarjeta Banco Provincia. Todo esto tiene el objetivo de frenar la caída del consumo popular. El subsidio para la compra de autos 0km forma parte del programa oficial de generar la “ilusión de consumo” antes de las elecciones. Pero después, viene el ajuste.
La primera iniciativa en este año electoral fue anunciada en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, cuando el presidente Macri informó que la AUH aumentará un 46 por ciento, en anticipo de las futuras subas de este año. Hasta el FMI participa en forma activa en la campaña electoral de Macri, no sólo por haber otorgado un auxilio financiero extraordinario para evitar el default, sino al definir la cláusula de “emergencia social” en el stand by. Estableció en el acuerdo original del año pasado que, si era necesario, se podían ampliar los “gastos sociales” en 0,2 por ciento del PIB, unos 40 mil millones de pesos, monto que este año lo elevó a 60 mil millones de pesos (0,3%del PIB).
Economistas del establishment y la prensa oficialista combaten con pasión el populismo “malo” y toleran el “bueno” con una militancia conmovedora, porque el deseo de que la alianza Cambiemos gane las elecciones es más fuerte que sus convicciones ideológicas.
En los años pares, cuando no hubo elecciones, el Gobierno publicitó que el consumo durante el ciclo kirchnerista fue un “engaño”, cuando en realidad era una variable clave para alimentar la demanda agregada como motor del crecimiento económico y, de ese modo, fomentar el círculo virtuoso de expansión e inclusión social. El actual presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, ha sido el abanderado de criticar el fomento del consumo por parte del populismo “malo”. Dijo que durante el kirchnerismo “le hicieron creer a un empleado medio que su sueldo servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior”. Ahora no emite opinión acerca de las medidas de impulso al consumo efímero de su propio gobierno.
El consumo temporario, que pretende ilusionar a electores, es el de la economía macrista. Pasado el turno de las urnas, el populismo “bueno” revelará su verdadero rostro, que no es otro que el del ajuste regresivo sobre el ingreso de la mayoría de la población.
Ajuste
A diferencia de la campaña 2015, Macri no oculta que lo primero que realizará si logra la reelección será profundizar el sendero del ajuste. “Vamos a hacer lo mismo, más rápido”, dijo en la cena de la ultraortodoxa Fundación Libertad, ante una pregunta del Premio Nobel Mario Vargas Llosa. Macri también le habría prometido al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, que si gana avanzará en las reformas pendientes: previsional, laboral y tributaria.
En un eventual segundo mandato, la economía ingresaría así en la tercera etapa del ajuste. Después de culminar con tres de los cuatro años con caída del Producto Interno Bruto, el macrismo promete más de lo mismo.
El relato M denomina “gradualismo” al período inicial que consistió en una deliberada redistribución regresiva del ingreso. Primera etapa del ajuste que fue implementada con una megadevaluación, tarifazos, eliminación de retenciones, apertura comercial y financiera, y límites a los aumentos de salarios. En un reciente informe del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina-CTA acerca de la evolución de los salarios de los trabajadores del Conicet y de la Administración Pública Nacional durante la gestión Cambiemos, Mariano A. Barrera precisa que el presupuesto público también fue clave en esa redistribución regresiva, al indicar que “hubo un notable incremento del pago de servicios de deuda pública, que en el primer año se duplicó en términos constantes”. Señala que, luego de la primera mitad del mandato, el modelo de valorización financiera que reinstaló el macrismo mostró sus límites, lo que derivó en otra megadevaluación que aceleró notablemente la tasa de inflación.
Barrera apunta que se habilitó entonces la segunda etapa del ajuste económico y, en este caso, concentrado en una fuerte reducción del gasto público. El marco para implementarlo fue la interrupción del flujo de dólares vía endeudamiento externo y la creciente fuga de capitales. El saldo fue el abrazo desesperado al Fondo Monetario Internacional. Detalla que, de acuerdo con el gasto presupuestado, el gobierno de Macri finalizaría con un descenso del gasto público del 17,7 por ciento. “En esta línea, los gastos en remuneraciones del personal, que durante los primeros años habían descendido 5 por ciento, terminarían el período con una contracción del 24,8 por ciento”, indica Barrera.
Elecciones
La estrategia electoral del macrismo no es secreto. El menú es conocido: populismo “bueno”, conservadurismo popular con más planes sociales, mentiras planificadas y ajuste neoliberal. Después de haberla reiterado en más de una ocasión es difícil manifestar sorpresa. Pero esa repetición se va desgastando, y prueba de ello es que el macrismo corrió a abrazarse en forma desesperada a un operador peronista sin votos, con sólo promesas de conseguirlos, para evitar el regreso del peronismo a la Casa Rosada.