lunes, 1 de mayo de 2017

30 de abril de 2017 | El país LA PROCELAC INVESTIGARÁ MANIOBRAS DE VACIAMIENTO EN FAVOR DE EMPRESAS DE LOS MACRI El Correo sigue sumando escándalos

La Procuraduría de Lavado de activos (Procelac) investigará las maniobras de vaciamiento del Correo Argentino a través del desvío de dinero de sus cuentas a las empresas que la controlan, Sideco y Socma, que fueron denunciadas el viernes por la fiscal Gabriela Boquín. Los primeros retiros de fondos fueron el año pasado, cuando se gestaba el acuerdo entre la empresa postal del grupo Macri y el Estado Argentino, que terminaría en una condonación de la deuda de un 98,87 por ciento. No se prolongaron porque la fiscalía cuestionó el convenio y puso de relieve su carácter abusivo y ruinoso para las arcas públicas. Según pudo reconstruir PáginaI12 la Sindicatura General de la Nación (Sigen), organismo de control del Estado, ya advertía en 2007/2008 sobre uno de los mecanismos dudosos luego utilizado para sacar dinero, que fue la compra por parte del Correo a Socma de acciones en una sociedad dedicada al negocio automotriz (Chery Socma SA), que nunca dio dividendos. Fue una operación que requería autorización del juzgado, pero todo indicaría que no la gestionó nunca.  
La extensión misma a lo largo del tiempo del proceso concursal del Correo que entró en una situación crítica ya en 2001 y dejó de pagar gastos, es una irregularidad de acuerdo a lo que establece la ley: no puede durar más de un año y medio, a lo sumo tres. Los casi 17 años de dilaciones tienen una explicación que es, además, la que explica la benevolencia del actual Gobierno con el grupo empresario indisociable de él. Durante todo este tiempo, con administraciones que no aceptaban los términos propuestos por el Correo, la empresa jugó a postergar para evitar la declaración de quiebra. Correo Argentino es una firma sin actividad propia, pero si quiebran también entrarían en quiebra sus controlantes: Sideco y Socma son pilares de la actividad económica de la familia del presidente Mauricio Macri, centradas en rubro automotriz y la construcción. La ley de concursos (24.522) dice en su artículo 161 que si una empresa quiebra, es extensivo a sus “controlantes”.
La quiebra determinaría también que pierda el control de los juicios que le inició al Estado, en los que reclama un resarcimiento millonario por daños y perjuicios por la expropiación que resolvió Néstor Kirchner en 2003 y por diferencias de cánones locativos. Un acuerdo como el de fin de junio del año pasado, que dejaba el saldo de deuda en apenas algo más del 1 por ciento de los 4000 millones de pesos que estimó la fiscal Boquín, a pagar a lo largo de treinta años, generaba una situación perfecta para el grupo empresario. Las anomalías de aquel acuerdo escandaloso firmado el 28 de junio del año pasado, fueron señalados en tres dictámenes de la fiscalía en febrero último.
El Estado, en aquel entonces, ya podía conocer los problemas de dar su conformidad por la información existente en sus propias dependencias, empezando por la Inspección General de Justicia (IGJ), donde el Correo figuraba en el registro de sociedades inactivas, lo que implica que no entrega sus balances. Tampoco dio cuenta de cambios de autoridades. Deberían hacerlo aunque no funcionen. Lo llamativo, según señaló Boquín en uno de sus dictámenes, fue que una notificación de la IGJ en el expediente del concurso, señalaba que la empresa había salido del registro de inactividad, pero no era cierto. Como se sabe ya, ante la denuncia de Boquín de que se trataba de un convenio ruinoso para el Estado, éste dio marcha atrás y pidió una nueva audiencia para reformularlo. Cuando llegó el momento, solicitó una postergación y que el caso quede en suspenso por 120 días. 
Mientras la discusión por los 120 días (que son hábiles) transcurre en el expediente concursal hubo dos hechos trascendentes. El primero es que el Gobierno echó al Procurador del Tesoro, jefe de los abogados del Estado, Carlos Balbín, quien asumiría la representación legal estatal en reemplazo del ministerio de Comunicaciones, cuyo asesor jurídico, Juan Mocoroa, había firmado el cuestionado acuerdo con respaldo del ministro Oscar Aguad. Balbín terminó una auditoría del concurso de acreedores el 10 de abril. Le puso su firma, y también lo hizo Guillermo García, jefe de Auditoría, quien también renunció. Como es evidente, se trataba de una investigación con resultados adversos al Gobierno. El nuevo procurador elegido, Bernardo Saravia Farías, debería aportar esa auditoría al sumario contra funcionarios que también inició Balbín y a las investigaciones en marcha en la Procuraduría de Investigaciones Administrativas y en la fiscalía de Juan Pedro Zoni.
El segundo hecho trascendente fue la denuncia de “vaciamiento” efectuada por Boquín el viernes último. Como informó ayer PáginaI12 a lo largo de 2016 el Correo retiró dinero en cinco ocasiones de las cuentas del Banco Ciudad que corresponden al expediente del concurso. Llegó a sacar 10 millones de pesos, con autorización de la jueza Marta Cirulli quien, llamativamente, en 2015 no había permitido retiros, pero el año pasado cambió oportunamente de opinión, y volvió a rechazar un nuevo pedido para sacar plata en marzo último, cuando ya se había hecho público controvertido acuerdo. La fiscal planteó que los retiros de dinero fueron “improcedentes e injustificados” y que en realidad se hicieron “en beneficio de otras empresas del grupo” Macri, en alusión a Socma y Sideco y “en perjuicio para las cuentas del Estado”. En su presentación de 87 páginas ante la Cámara Comercial describió algunos de los mecanismos utilizados.
Uno de los ejemplos que puso es que parte del dinero extraído se destinó a pagar el alquiler de cuatro pequeñas oficinas de Sideco en Libertador 498 por 144.000 pesos mensuales; 61.834 para sueldos; 113.000 para gastos contables e informáticos y 65.000 pesos para honorarios profesionales. Según pudo corroborar este diario, no se hizo un contrato –por ejemplo– de alquiler y todo quedó volcado en un convenio, lo que permite eludir el pago del impuesto a los sellos.  
El otro es la participación de Correo Argentino en Chery Socma. Correo le compró a Socma el 28 de septiembre de 2007 por 2 millones de dólares una participación en Neficor SA, una sociedad constituida en Uruguay que tiene el 49 por ciento de Chery, que a su vez está controlada por Socma. Es una firma que se dedica al armado y comercialización de automóviles. Según Boquín es una de las formas de utilizar al Correo para beneficiar a otras empresas del grupo con desvíos de dinero. La primera cuestión irregular es que una empresa concursada para hacer operaciones de este tipo requiere autorización del juez. Según los chequeos que hizo la fiscalía en múltiples incidentes generados en el caso, tal autorización no aparece. El otro punto polémico es que el Correo planteaba en tribunales que carece de activos y en cesación de pagos, pero de pronto le compra a su propia empresa controlante una parte minoritaria de otra, que nunca le dio dividendos. Pero además, este diario pudo cotejar que la Sigen analiza en un informe la “situación operativa” del Correo Argentino y señala que “amplió su objeto social” para fabricar y comercializar vehículos. Decía que tenía perspectiva de generar ingresos. Hay un documento que lleva el número 5 del año 2007. Hacia 2013 una calificadora de riesgos (Evaluadora Latinoamericana) explicaba la evolución del negocio y mostraba que las utilidades producidas se las quedó  Socma (en 2012, por caso, hubo 5748 unidades facturadas).

30 de abril de 2017 | El país LOS DOCUMENTOS DESCLASIFICADOS QUE TRUMP ENTREGÓ A MACRÌ Además de tubos y limones

La segunda tanda de documentos desclasificados sobre el periodo de la última dictadura argentina no se aparta de una pauta férrea: cuando hay algún elemento significativo sobre cuestiones operativas de la represión, la fuente son las embajadas estadounidenses en distintos países de la región o el Departamento de Estado en Washington, que pese a su nombre se encarga de las relaciones exteriores. Desoyendo el pedido de los organismos argentinos defensores de los Derechos Humanos, comunicado tanto al gobierno argentino como al estadounidense, hay muy pocos documentos de origen militar, de seguridad nacional o inteligencia. Y los pocos que aparecen de la CIA y del Consejo de Seguridad Nacional contienen evaluaciones académicas sobre lineamientos políticos, cuyo interés cuatro décadas más tarde sólo alcanza a los especialistas. Vale la pena recapitular esta historia.

Manchas

La primera tanda de desclasificación fue solicitada por organismos argentinos (Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y el CELS) el 16 de agosto de 2000, durante la visita a Buenos Aires de la secretaria de Estado Madeleine Albright. La solicitud fue concedida de inmediato, acaso como parte de una vendetta. Luego del juicio político que impulsaron los republicanos por los usos del cigarro en el despacho oval, el presidente demócrata Bill Clinton accedió a la muy esperada desclasificación documental sobre la intervención en Chile comandada por Henry Kissinger durante la presidencia del republicano Richard Nixon. Las manchas que Nixon y Kissinger dejaron en Chile no se limpian en ninguna tintorería. 
Para obtener el mejor resultado de esa disposición favorable, el CELS celebró un convenio con la ONG estadounidense National Security Archives, especializada en la investigación sobre materiales públicos compartimentados. Su labor había sido muy eficaz en la desclasificación previa de documentos sobre Chile, Guatemala y El Salvador. Esa experiencia enseñó que era preciso refinar la búsqueda, de modo de no ir tras una aguja en un pajar. La formulación de interrogantes precisos sobre ciertos episodios y personas, tanto víctimas como victimarios, con la mayor exactitud posible de tiempo y lugar, ordenó la requisitoria. La calidad de la pregunta anticipa la de su contestación. Al cumplirse dos años de aquel encuentro, llegaron cuatro cajas de documentos. Se trata de comunicaciones que funcionarios de la embajada en Buenos Aires remitieron en aquellos años al gobierno de Washington, demostrativos de la organización estatal del terror y refutadores de la pretensión de que pudo tratarse de excesos o errores de grupos aislados. Entre ambas fechas cambiaron el gobierno de los Estados Unidos y el contexto mundial. Clinton fue sucedido por el republicano George W. Bush, y Colin Luther Powell reemplazó en Relaciones Exteriores a Madeleine Albright. Luego de los ataques del 11 de setiembre de 2001 contra el World Trade Center y el Pentágono, el gobierno de Washington hizo de la denominada “guerra contra el terrorismo” el eje de su política exterior e interior. El proceso de desclasificación se detuvo. Se reanudó, a raíz de una carta del CELS a Powell, con una salvedad: una segunda revisión para eliminar nombres de personal del Departamento de Estado, como parte de la omnipresente war on terror. Es difícil imaginar dos personalidades tan distintas como la académica centroeuropea Albright y el general afroamericano Powell, por no hablar de Clinton y Bush. Sin embargo todos ellos coinciden en un punto de extrema importancia para nuestro país y éste es que la desaparición forzada de personas, las torturas a detenidos, las ejecuciones clandestinas constituyen crímenes contra la humanidad, que la comunidad internacional no consiente, bajo ninguna circunstancia. Hasta el presidente argentino Maurizio Macrì, cuya fortuna familiar se multiplicó con los negocios espurios que se facilitaban a los responsables civiles de la dictadura, tiene que plegarse a los repudios y las conmemoraciones, con el puño cerrado y la boca apretada.


En junio de 1976 gobernaba en Estados Unidos el republicano Gerald Ford, cuya política exterior, conducida por Kissinger, era continuidad de la de Nixon, que instrumentó en todo el continente la doctrina de la seguridad nacional. Kissinger se reunió en Chile con su contraparte argentina, el almirante de la Armada golpista de entonces, César Guzzetti, quien le expuso los pormenores del plan de exterminio que se estaba aplicando. Kissinger, quien había sido el principal ideólogo del golpe militar que llevó al poder de Santiago al dictador Augusto Pinochet, le dijo que se apuraran a concluir su faena, porque no tenían mucho más tiempo. No se equivocaba. En enero de 1977 asumió la presidencia el demócrata James Carter, cuyo gobierno enarboló la defensa de los derechos humanos como estandarte de una nueva era. Su primer Secretario de Estado, Cyrus Vance, y su secretaria de asuntos humanitarios, Pat Derian, presentaron al gobierno militar argentino una lista con 7.000 nombres sobre los cuales el gobierno de Carter reclamaba información. Pero en uno de los documentos desclasificados ahora se estima el número en 15.000*. También exigieron que se admitiera la visita al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cuyo informe fue un punto de inflexión, el principio del fin. Aunque faltaba y sigue faltando la desclasificación de los datos que guardan el Pentágono y la CIA, los que la cancillería estadounidense entregó hace quince años, más los que Barack Obama trajo en su visita del 24 de marzo de 2016 sirvieron para agregar nuevas piezas al rompecabezas que los organismos de derechos humanos vienen armando desde el momento mismo en que los hechos sucedieron, valiosas para completar el cuadro general pero también para avanzar en las causas judiciales concretas abiertas, dentro y fuera del país.
Como dice la introducción del Departamento de Estado, no todos los documentos se relacionan específicamente con la Argentina. Algunos fueron seleccionados por su importancia para otros aspectos de la política estadounidense hacia Latinoamérica, y brindan el contexto para las relaciones entre Estados Unidos y la Argentina de 1977 a 1980.

Ser o no ser

A pedido de Carter, su asesor de Seguridad Zbigniew Brzezinski preparó una evaluación global de política sobre América Latina. “¿Necesitamos una política latinoamericana?” es la pregunta con que comenzó su análisis el asesor de Brzezinski para la región, Robert Pastor. A su juicio, la idea de Latinoamérica es un mito, porque “está compuesta por economías y políticas muy distintas, que sólo pueden agruparse para formar una posición colectiva cuando existe necesidad simbólica de confrontar con los Estados Unidos. En realidad, las cuestiones más importantes para los gobiernos del hemisferio, se tratan en forma bilateral o global. Un síntoma de esta tendencia hacia el globalismo y el bilateralismo, es la declinación de la OEA”. Esto fue escrito hace 40 años. Pastor concluye que la respuesta a la pregunta es No. “En términos objetivos, no necesitamos una política latinoamericana y espero que en el futuro no la tendremos”. Sería interesante cotejar esta visión del académico Pastor con las tomas de posición que todos los años presentan al Congreso los generales que conducen el Comando Sur. 



El 24 de marzo de 1977 el Secretario de Estado Cyrus Vance dirigió un cable a las embajadas de Estados Unidos en Asunción, Brasilia, Buenos Aires, La Paz, Montevideo y Santiago con el escueto título “Operación Cóndor”. Afirma que se trata de un esfuerzo cooperativo de los servicios secretos de Chile, la Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil para combatir el terrorismo y la subversión. Cita como fuente un informe de la CIA. Dice que comenzó como un mecanismo de intercambio de información sobre los grupos subversivos pero “discusiones posteriores incluyeron la realización de asesinatos en el exterior. Mientras los servicios de la Argentina, Chile y Uruguay acordaron enviar para ese fin equipos operativos a Europa, los de Brasil, Bolivia y Paraguay aparentemente no se comprometieron con este aspecto de la operación”. Luego, los equipos que irían a Europa recibieron entrenamiento en Buenos Aires. Un equipo de argentinos y uruguayos fue enviado a operar contra “terroristas uruguayos” pero fracasó porque la operación se filtró. Esto hizo dudar a los uruguayos acerca de la participación en otras operaciones conjuntas Cóndor. Fuera de los países involucrados la operación se limita a la recolección de información sobre los extremistas. Si esa información incluye el paradero de un extremista fuera del área de cobertura podría enviarse un equipo Cóndor, “pero sólo a verificar la presencia del extremista y determinar sus movimientos futuros. Si fueran deseables indeterminadas acciones contra un determinado extremista, el Servicio Cóndor pedirá que las realice a un servicio de seguridad del país donde reside el extremista”. Si un país miembro rehúsa participar en un programa Cóndor, es excluido de cualquier reunión posterior de ese programa (se entiende que por programa se refiere a una operación específica). El llamativo punto final informa que la Operación Cóndor estaría derivando hacia actividades “no violentas”, y pone como ejemplo una reunión realizada en diciembre de 1976 cuyo tema principal fue la planificación de operaciones de guerra psicológica contra grupos de izquierda y radicales (lo cual no debe confundirse con grupos de la UCR). Con anterioridad se había aprobado un programa por el que un país miembro publicaría piezas de propaganda útiles para otro miembro, de modo que el país más interesado no quedaría al descubierto como fuente de la información falsa. Este programa de guerra psicológica requiere un intenso uso de los medios de comunicación. Parece el identikit de la Operación Colombo, de 1975, cuando con publicaciones en Brasil y la Argentina se intentó simular la muerte en enfrentamientos entre facciones guerrilleras chilenas en la Argentina de 119 personas que habían sido secuestradas, torturadas y asesinadas en Chile.

El Cóndor pasa

El 9 de mayo de 1977 la CIA preparó un documento, cuya nómina de circulación aún sigue en secreto, de la cual sólo se desclasificó a partir de la segunda foja. Se titula Contraterrorismo en el Cono Sur. Dice que las operaciones ilegales contra exiliados en otros países se frustraron porque los servicios extranjeros de seguridad conocen la existencia del Cóndor (afirmación curiosa, ya que en septiembre de 1976 fue asesinado en Washington por esta organización el ex canciller chileno Orlando Letelier). El documento menciona una larga historia de esfuerzos bilaterales para controlar la subversión en los países del Cono Sur, que a principios de 1974 derivó en el enfoque regional del Cóndor cuando funcionarios de seguridad de todos esos países, salvo Brasil, acordaron establecer canales de contacto para facilitar sus movimientos de un país a otro en misiones oficiales. Entre sus objetivos iniciales figuraba el intercambio de información sobre la Junta Coordinadora Revolucionaria, que coordina actividades y provee apoyo logístico y de propaganda a sus miembros bolivianos, uruguayos, chilenos, argentinos y paraguayos. La Junta tiene representantes en Europa y se cree que intervinieron en los asesinatos de un diplomático boliviano y un agregado militar uruguayo en Francia. El agregado militar “había participado en la exitosa campaña para eliminar a los terroristas uruguayos tupamaros” (todo parece indicar que se refiere al coronel uruguayo Ramón Trabal y al general y embajador boliviano Joaquín Zenteno Anaya, asesinados en París con sendos disparos de una misma pistola el 19 de diciembre de 1974 y el 11 de mayo de 1976. Una investigación periodística publicada en 2001 afirma que los ejecutores fueron dos miembros franceses de una Brigada Internacional maoísta). La CIA añade que los miembros del Cóndor se reunieron en Santiago el último verano (no aclara si septentrional o boreal) para sistematizar sus planes de largo plazo, que incluyen “el desarrollo de una base de datos electrónica en Santiago, a la que todos los miembros aportarán información sobre terroristas conocidos o sospechosos. Brasil proveerá los aparatos de comunicación de la red ‘Condortel’ y Uruguay aceptó sumarse a Chile y la Argentina en las operaciones en Europa contra la JCR”. La misión básica consistirá en liquidar a los principales líderes terroristas en el exterior. Pero no sólo a ellos. “Entre los candidatos al asesinato también se menciona a personas que no son terroristas, como el dirigente político opositor uruguayo Wilson Ferreyra Aldunate, si viajara a Europa, y algunos líderes de Amnesty International. Sin embargo, Ferreyra pudo haber sido quitado de la lista porque se cree que tiene buenos contactos en el Congreso de los Estados Unidos”. También se consideró el envío de un equipo a Londres, caracterizado como empresarios, para supervisar “actividades sospechosas”. Otra propuesta en estudio incluye la reunión de material sobre la integración, ubicación y actividades políticas de grupos de Derechos Humanos, para identificar y exponer sus vínculos socialistas y marxistas. Similares datos se buscaría sobre “grupos tercermundistas y comunidades eclesiásticas”. El documento también se refiere al sistema de comunicaciones Cóndor, que utiliza tanto la voz como teletipos. “Los países miembros se comunican por radio y cada uno debe mantener un canal abierto. Utilizan equipos no comerciales pero cada país puede monitorear las conversaciones de los otros en la red Cóndor. Los datos sensibles que no interesan a todos los miembros se envían por valija diplomática. Alguien cuyo nombre fue tachado afirma que “Cóndor sufre de cierta desorganización pero esto no ha inhibido su eficacia general. Cóndor ha hecho más estrictas sus medidas de seguridad en su centro operativo en Buenos Aires y se incrementó la compartimentación”. Cóndor es un paraguas, fuera del cual también es fuerte la cooperación entre otros organismos de seguridad en la región, como los servicios de informaciones de la Argentina, Uruguay y Chile, que envían delegados a los otros países, en primer lugar para identificar a subversivos en el exilio. El 13 de agosto de 1978, la embajada de Estados Unidos en Asunción informa a la Secretaría de Estado sobre sus investigaciones respecto del asesinato de Letelier. El Jefe de Estado Mayor, General Alejandro Fretes Dávalos le leyó al embajador la minuta de una reunión con el jefe de la Inteligencia chilena, general Orozco. El texto no menciona el caso Letelier pero sí la coordinación de recursos de inteligencia para controlar y eliminar la subversión, mediante el intercambio de información, el uso compartido de instalaciones de comunicación, el monitoreo de subversivos, su detención y “entrega informal de un país a otro”. Dijo que los jefes de inteligencia de los países del Cono Sur se reunían todos los años y que ese sistema nació “como defensa ante la amenaza de que la subversión argentina se expandiera hacia otros países”. Pero esas reuniones ya no son útiles, porque “la principal amenaza, que provenía de la Argentina ya ha sido eliminada”. Añadió que seguían en contacto por medio de la red de comunicaciones de la Zona del Canal de Panamá, que cubre toda América Latina. Este sistema de comunicaciones de los Estados Unidos es utilizado principalmente por los oficiales que estudian allí para llamar a sus países, pero también para coordinar información de inteligencia entre los países del Cono Sur. La confidencialidad de las comunicaciones a través de estas instalaciones estadounidenses en Panamá se mantiene mediante el uso de códigos bilaterales”. Pero el general paraguayo sorprendió a su interlocutor estadounidense al afirmar que “a su juicio toda esta red de comunicación es inútil y sirve sobre todo para que los jefes de inteligencia exageren su declinante importancia”. Según el embajador White los dos agentes del FBI asignados allí evalúan que la existencia del Cóndor puede salir a la luz durante el juicio en Estados Unidos por el atentado a Letelier. Y termina el cable con esta frase extraordinaria: “Si la descripción del general Fretes Dávalos es exacta sobre el uso de un sistema encriptado dentro de la red de comunicación estadounidense, parecería aconsejable revisar este acuerdo para asegurar que su continuación sea en el interés de Estados Unidos. Pero yo no sé si esto es cierto”. Es razonable que un diplomático no conozca estos detalles, pero cuarenta años después parecería aconsejable que el Pentágono, que manejaba la zona del Canal, o la CIA que tal vez compartía su red de comunicaciones, hicieran conocer esos detalles al extraordinario líder que preside el país que acaba de recibir los documentos y gran amigo del presidente Trump.



Pero la CIA, no se digna bajar a estos pormenores. Cuando se escucha su voz, adopta un tono doctoral, para decir, por ejemplo, que “el juicio sobre a qué derechos pueden aspirar todas las personas es subjetivo, y varía de cultura en cultura”. Por eso, “al tratar de definir Derechos Humanos es difícil aventurar generalizaciones sobre una región geográfica, como el Cono Sur. Sin embargo, pueden discernirse algunos rasgos comunes”. Apasionante. 
* Briefing Memorandum From Richard Feinberg of the Policy Planning Staff to Secretary of State Vance, Washington, November 19, 1977.

30 de abril de 2017 | El país LA HISTORIA DE MAFALDA CORINALDESI La Madre que enfrentó al Cóndor

Mafalda Corinaldesi, una madre precursora que no llegó a marchar en la Plaza de Mayo.Luis Faustino Stamponi contaba que era militante gracias a su mamá.

Mafalda Corinaldesi, una madre precursora que no llegó a marchar en la Plaza de Mayo.Luis Faustino Stamponi contaba que era militante gracias a su mamá. 
(Imagen: Gentileza Leticia Corinaldesi, Gentileza Nila Heredia.)

Horas antes de ser secuestrada en el centro de Buenos Aires se cubrió la cabeza con un pañuelo para despistar a los hombres que la seguían desde el aeropuerto de Ezeiza. “Voy a luchar hasta el último momento para saber dónde está mi hijo”, advirtió en la última cita, el 19 de noviembre de 1976. Mafalda Corinaldesi, un ama de casa de Punta Alta, en el sur bonaerense, no llegó a marchar en Plaza de Mayo ni en la plaza de su ciudad. Tampoco pudo saber que el pañuelo se convertiría en símbolo de lucha contra el terrorismo de Estado de la mano de mujeres como ella, que el mundo conoció meses después como Madres de Plaza de Mayo.
Nacido en 1935, hijo de un chofer de la base naval de Puerto Belgrano y de una modista, Luis Faustino Stamponi contaba que era militante gracias a su mamá. “Con su tenacidad, sus esfuerzos, sus sacrificios, su trabajo intenso para ayudar a mantener el hogar, lo sensibiliza y lo impulsa a mirar a su alrededor, a ver las diferencias de clase y tomar posición, su lugar dentro de la sociedad”, escribió su primera esposa, Alicia Borgato. Stamponi inicio su militancia en Punta Alta, donde participó de la toma del Colegio Nacional a favor de la educación laica durante la dictadura de Aramburu. A fines de los ‘50 se sumó a Palabra Obrera y en 1962 llegó por primera vez a Cuba para recibir entrenamiento militar. Allí conoció a Ernesto Guevara y asumió como propia la doctrina del internacionalismo y la estrategia continental de lucha a la que dedicó el resto de su vida, que investigó el historiador Gustavo Rodríguez Ostria. Lloró al leer que Guevara lo había mandado a buscar a Buenos Aires (estaba en La Habana) para pelear en Bolivia, donde en 1969 se integró al Ejército de Liberación Nacional (ELN) que en 1975 se convertiría en Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT-B), y fue uno de los promotores de la Junta de Coordinación Revolucionaria con los tupamaros, el PRT-ERP y el MIR chileno.
“Durante el último conflicto, a pesar de la derrota, hemos visto agrandarse hasta lo increíble a simples y modestos hombres y mujeres del Pueblo, conscientes de que los pueden matar pero no esclavizar, y firmes y seguros en su triunfo final”, le escribió a su hija el 20 de agosto de 1976, mientras según su biógrafo “cumplía el rol de ‘responsable de los centros mineros’, el neurálgico centro de la resistencia política a la dictadura, y fungía en los hechos como jefe del PRT-B”.1 “Mi querida niña, espero ansioso noticias tuyas. No se me escapa que pueda sucederte algo, creo que es un riesgo que todos hemos medido, pero jamás se me ocurriría aconsejarte la pasividad, la indolencia y la ceguera frente al dolor y la explotación para asegurar tu integridad física. ¿De qué vale ésta frente a la injusticia y la barbarie de la sociedad capitalista?”, se preguntó Stamponi en momentos en que la dictadura de Hugo Banzer se ensañaba con el PRT-B y su pedido de captura entre “extremistas prófugos” circulaba por Bolivia.
“Gerardo” o “Miseria”, como lo conocían sus compañeros, fue secuestrado junto a Victoria Fernández y su bebé en la casa de un obrero en Llallagua, al norte de Potosí, el 28 de septiembre de 1976 a las tres de la mañana. Del operativo participaron la Dirección de Orden Político (DOP) de Bolivia y militares del regimiento de Tarapacá, aunque ya en los primeros interrogatorios se topó con oficiales con acento argentino, declaró la mujer en el juicio por el Plan Cóndor. Mientras lo torturaban y exponían en cuarteles como un trofeo, la noticia de la detención se publicó en el diario Presencia, de La Paz. Llegó a oídos de su hija adolescente en Buenos Aires por Radio Colonia, de Montevideo, y desde allí a Punta Alta, hábitat natural de los marinos que por esos meses perfeccionaban la “muerte cristiana” en vuelos sobre el Río de la Plata, que en 1977 aplicarían a las Madres fundadoras Azucena Villaflor de De Vicenti, Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco.
Mafalda Corinaldesi, que había enviudado, vivía de coser y tejer para afuera y tenía terror de que le robaran a su nieta, no dudó en viajar a Bolivia para averiguar sobre su hijo. “¿Vos si tenés un hijo lo vas a abandonar? –le planteó a una sobrina que le recordó el contexto–. Es lo único que tengo y quiero verlo”. Apenas llegó a La Paz, el 13 de noviembre, notó que la vigilaban. Después descubrió que le habían allanado la habitación del hotel aunque no le robaron nada. En el Ministerio de Gobierno la recibió e interrogó el mayor Jorge Cadima Valdez. Le dijo que a su hijo lo habían expulsado del país y lo habían entregado a fuerzas de seguridad argentinas en la frontera con La Quiaca el 15 de octubre. Como prueba le entregó un radiograma firmado por el subprefecto de Villazón.
En la mañana del 19 de noviembre llegó al aeropuerto de Ezeiza en un vuelo de Lloyd Aéreo Boliviano. Antes de que le sellaran el pasaporte vio que le avisaron a un hombre de civil, que la siguió hasta el hotel. A las cinco de la tarde, con ruleros y un pañuelo para romper el seguimiento, se entrevistó con su nuera, quien le advirtió del peligro y le aconsejó volver a Punta Alta. “Usted no me puede pedir eso. Soy la madre, voy a luchar hasta el último momento para saber dónde está mi hijo”, respondió. “Estaba convencida de que sus trámites iban a dar resultado. Nunca imaginó la bestialidad de lo que estaba pasando. Sólo pensaba en encontrar a su hijo y cuidarnos a nosotras”, recordó Borgato, quien se radicó en Cuba. En los primeros minutos del 20 de noviembre, el día que cumplía 60 años, tres hombres de civil la secuestraron del hotel Esmeralda.
Las desapariciones de madre e hijo formaron parte cuarenta años después del juicio por la Operación Cóndor, como se denominó la coordinación represiva entre dictaduras del Cono Sur. Por el caso Stamponi fue imputado el ex dictador Jorge Rafael Videla; por el de su madre, Jorge Olivera Róvere, dueño de vidas y muertes de la capital argentina en 1976. Ambos murieron durante el proceso. La Corte Penal de Roma que en enero condenó a ocho ex altos mandos de Bolivia, Perú, Chile y Uruguay por víctimas del Cóndor de origen italiano también incluyó sus casos, por los que dieron testimonio Rodríguez Ostria, Fernández y Nila Heredia, militante del PRT-B secuestrada y torturada en abril de 1976 y última compañera de Stamponi.
“Luis siempre se refería a su mamá con mucho cariño, su padre había muerto varios años antes”, recuerda Heredia. “Tengo la impresión de que su madre acompañó y protegió las ideas de Luis. Su presencia en Bolivia para reclamar por él demuestra cuánto lo quería. Con seguridad habría sido una de las luchadoras por la aparición con vida de su hijo”, agrega la ex Ministra de Salud de Evo Morales. “Lastimosamente la desaparecieron de un modo atroz luego de ser engañada, postergada y burlada en la información que el Ministerio de Gobierno le trasmitió respecto de la fecha de la entrega de su hijo a la represión argentina. Con seguridad el retorno a Buenos Aires fue comunicado por el Ministerio de Gobierno boliviano al argentino, de otra manera no se podría entender que la misma noche la detuvieran y desaparecieran”, destaca Heredia, ex presidenta de la Asociación de Familiares de Detenidos, Desaparecidos y Mártires por la Liberación Nacional (Asofamd) que reclama la creación de una Comisión de la Verdad, Memoria, Justicia y Reparación por las violaciones a los derechos humanos en Bolivia entre 1964 y 1982.
La memoria avanza a paso lento. En La Paz, la imagen de Stamponi integra desde 2004 un mural del artista Walter Solón Romero en la Plaza del Desaparecido “José Carlos Trujillo”, al pie del mirador Montículo. Los nombres de madre e hijo identifican desde el año pasado una calle del municipio de Ancona, en el centro de Italia, de donde provenían ambas familias. Gracias al Movimiento por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Punta Alta (MoVeJuPA), que da pelea en un territorio hostil a esos fines por la influencia de la Armada y del diario La Nueva Provincia, desde el 24 de marzo de 2012 las fotos enmarcadas de Mafalda Corinaldesi y Luis Stamponi ofician de recordatorio en el Concejo Deliberante de su ciudad, donde pocos reparan haber tenido a una precursora de las Madres de Plaza de Mayo.
1 “Luis Faustino Stamponi.
Una vida en la lucha armada, 1962-1976.” Por Gustavo Rodríguez Ostria. Lucha armada en la Argentina. Anuario 2011.

Perón Derechos del trabajador 2da. parte

Perón Derechos del trabajador 1ra parte

Eva Perón habla por última vez en el Día del Trabajador, 1952

DIA DEL TRABAJADOR 1952 - 2012 BY PATO__62.wmv