miércoles, 5 de abril de 2017

NOS DICE QUE NO SABEMOS OTRO IDIOMA MAS QUE EL PARO


Juan Carlos Romero actualizó su foto del perfil.

CFK

El juez Claudio Bonadio no encontró ninguna evidencia de que la familia Kirchner hubiera concretado alquileres ficticios, ni alquileres a valores que no eran de mercado, tampoco detectó pagos en efectivo, sino que se demostró que todos los movimientos de dinero de la sociedad familiar Los Sauces fueron a través de cheques y depósitos bancarios. Sin embargo, el magistrado –sin prueba alguna– diseñó un fallo en el que acusó a los Kirchner y a otras 18 personas de integrar una asociación ilícita –pese a que la mayoría de los procesados no tienen relación alguna entre ellos–; lavar dinero –pasando por encima del hecho de que todos los movimientos fueron bancarios– y negociaciones incompatibles con la función pública, pese a que los imputados ya habían sido sobreseídos de esa acusación. https://www.pagina12.com.ar/29921-disparen-contra-cristina

VIDAL REPITIO EL GRADO

martes, 4 de abril de 2017

La Universidad en el pensamiento de Juan José Hernández Arregui* Por Juan Godoy**

“el fin de la universidad es formar intelectuales que hablen en español y piensen en inglés”. (Juan José Hernández Arregui)
“sólo la abolición revolucionaria del colonialismo devolverá a la Universidad no su autonomía sino su misión nacional”. 

(Juan José Hernández Arregui)

La universidad en nuestro país ha sido, y en gran medida sigue siendo, esquiva al estudio del pensamiento nacional y latinoamericano1. La relación de la misma con el pensamiento nacional es mayormente de silenciamiento, y en menor medida de crítica. Cabe resaltar que hoy algunas de las universidades nacidas en los últimos años se muestran más permeables al ingreso de ese canon de pensadores. Alejándonos de esta lógica, fuertemente penetrada por la autodenigración de lo propio, pretendemos aquí abordar las ideas de un pensador nacional, Juan José Hernández Arregui2, justamente en torno a la universidad.

Nuestro autor aborda críticamente a la academia en nuestro país. Considera a la misma como parte fundamental de los mecanismos de colonización pedagógica tanto hacia dentro, como fundamentalmente hacia fuera. Tres funciones al menos se destacan en la enseñanza superior: la resolución de los problemas de la clase alta y media-alta en tanto funciona como mecanismo de legitimación de las elites dirigentes. Al mismo tiempo actúa como “correa de transmisión” de los valores de la oligarquía al resto de la sociedad. Por último, y ligado a las dos anteriores, refuerza los lazos de la dependencia.

La oligarquía, luego de Caseros y Pavón ha logrado insuflar a la cultura con sus valores, y a través de los órganos culturales diseminarlos por toda la sociedad. Así “la historia de nuestra universidad es por eso, la historia de nuestra oligarquía”. (Hernández Arregui, 2004b: 73) Estos medios que utiliza la oligarquía son difusos e indirectos, Arregui los presenta como una suerte de poder tentacular que atraviesa todas las instituciones.

El pensamiento nacional aparece como negado por las “elites intelectuales” universitarias. Esta intelligentizia es valorada no tanto por sus obras sino por su postura anti-nacional. Estos sectores no siempre tienen conciencia de la función que cumplen en la estructura del país dependiente. Esta intelectualidad colonial “construirá una Argentina espectral, pues él mismo es el fetiche deshumanizado de la colonización pedagógica que lo desposee”. (Hernández Arregui, 1973: 162) La colonización mental lo lleva a no comprender el país, y construir ese otro país alejado de la realidad.

Hernández Arregui piensa que la intelligentzia se mira en el espejo europeo, que solo puede dar una imagen deformada de lo que somos. Así, las universidades si bien escriben en español (y a veces ni siquiera), piensan en inglés, francés o alemán principalmente, y niegan la existencia de Iberoamérica. Decíamos que esta intelligentzia funciona como parte de la difusión de las ideas de la oligarquía, en ese sentido, establece que “las capas intelectuales de la clase media, por su posición dependiente del aparato cultural, son el coro griego de la alienación cultural de las clases altas colonizadas. Estos grupos tienen por misión crear la ideología que la oligarquía difunde como creación espiritual libre”. (Hernández Arregui, 1973: 155)

Esta educación, al fin y al cabo impartida por la oligarquía aparece en el pensamiento de Hernández Arregui obturando el espíritu crítico, y al mismo tiempo el desarrollo y conocimiento de la cultura nacional que actúa como “barrera” al avance del imperialismo, y como punto de partida para la reconstrucción y liberación nacional3. La oligarquía amasó una conciencia falsa de lo que somos, y en esa tarea la universidad cumple un rol fundamental.

Hay estrechos lazos entre la oligarquía y la formación la intelligentzia. La oligarquía no aparece directamente ocupando los cargos en la universidad, sino “mediante profesores que dependen de ella por sus actividades profesionales –abogados de empresas extranjeras, médicos- o como colaboradores de sus salas de conferencias distribuidoras de una fama dirigida”. (Hernández Arregui, 2004b: 53) Esta intelligentzia toca todos los temas menos el central que es la cuestión nacional. En este sentido por ejemplo, se nos enseña a los argentinos que somos incapaces de fundar industria nacional.

De esta forma, la universidad ha formado por generaciones la conciencia de millares de argentinos en la incapacidad de nuestros pueblos, casi como una “tara natural” que imposibilita el desarrollo por nosotros mismos, lo que hace necesario adoptar modelos y formas extranjeras. En contraposición a esta noción, Arregui entiende que la universidad tiene que estar al servicio de la liberación nacional que viene atada a la industrialización del país, pero resalta que “no es la ciencia la que crea la industria, sino la industria la que promueve el adelanto científico”. (Hernández Arregui, 2004b: 76) La industria puede desarrollarse en base a estados nacionales fuertes.

El autor de “Nacionalismo y Liberación” trata críticamente también en varias ocasiones a la Reforma del 18 y la cuestión de la “autonomía universitaria”. En torno a la primera, considera que se perdió en sus mejores reivindicaciones, básicamente la necesidad de estrechar lazos entre la universidad y las necesidades nacionales, asimismo la reincorporación de nuestro país a la Patria Grande, y al estudio de la realidad de nuestro continente. Destaca así que la Reforma del 18 fue posible gracias al triunfo e impulso de Hipólito Yrigoyen, y que no logró romper con el europeísmo, “intuyó el hecho americano pero no tuvo conciencia del hecho nacional”. (Hernández Arregui, 1973b: 149) Finalmente, terminó no creyendo en lo nacional, y tampoco entendió a las masas populares.

En relación a la segunda, parte de la necesidad de contextualizar dicha noción, en el marco que somos un país dependiente. La autonomía así aparece como un “mito”. Es el liberalismo colonial el que afirma la noción de la “autonomía”, “tal autonomía no existe. La universidad es un órgano del Estado (…) La universidad es un instrumento del poder político vigente. El profesor universitario, por más que crea ampararse en el derecho formal de la “libertad de cátedra” y en el fuero de la libertad de pensamiento, no puede ir más allá de los límites asignados a la función institucionalizada por el Estado a través de la Universidad, que es el sistema mental mismo, aparentemente autónomo del orden social, al que el profesor le debe el privilegio de enseñar”. (Hernández Arregui, 2004: 144)

Pensar en la universidad independiente del Estado es una ficción. La relación entre ambos no se puede escindir. En este sentido, un país semi-colonial como la Argentina nunca podrá tener una universidad nacional, mientras no rompa con la dependencia, “un país colonizado tendrá una universidad anti-nacional”. (Hernández Arregui, 1973: 164) Romper la dependencia, avanzar en la segunda independencia, es lo primordial.

Hernández Arregui tipifica los valores que de la universidad que son aceptados y asimilados por los estudiantes. Entre los mismos hace referencia a la creencia en que el título universitario habilita el éxito individual, la idea de una suerte de “meritocracia” donde el éxito se explica por la capacidad personal. Es una postura individualista. En este marco aparece una pregunta fundamental en torno a la función de la universidad. Hernández Arregui piensa en una función colectiva, ajena a las “apetencias individuales” En la concepción del autor, el título se encuentra ligado a los intereses de la clase dominante, solo el acercamiento a la clase trabajadora puede hacer efectiva su aspiración personal en tanto está vinculada a la industrialización, asimismo la formación que imparte la universidad lo aleja de la lucha por la emancipación nacional, “el universitario está esclavizado, no emancipado como cree, por la idolatría hacia instituciones caducas”. (Hernández Arregui, 2004b: 79)

Por eso, el pensador para ser nacional debe romper con la idea del éxito individual, contribuir a la ruptura de la dependencia, al desarrollo nacional y el mejoramiento de la vida de los compatriotas. Así, el “escritor nacional es aquel que se enfrenta con su propia circunstancia, pensando el país y no en sí mismo (…) Todo libro nacional, en el sentido expuesto, es necesariamente polémico”. (Hernández Arregui, 2004: 19-20) Dejar de lado los intereses individuales, y poner en primer término los de la Patria.

El escritor nacional debe ser interpretación y vehículo de transmisión de la cultura nacional, que no es creada individualmente, sino que se hace en forma colectiva, y es movimiento continuo. Romper con el “elitismo” presente en la academia, integrarse a las luchas nacionales, es por ello que “esa “intelligentzia” tanto de derecha como de “izquierda”, se irrita ante los escritores genuinamente nacionales que son, en tanto hombres amasados a su pueblo, la mala conciencia que le recuerda, como una voz interior, su deserción de las luchas del pueblo; Mas que el escritor nacional en sí mismo, lo que le resulta inadmisible, es que las masas argentinas representan no solo la alpargata sino la Cultura Nacional. El liberalismo colonial les endilgo que eran ellos, mandarines una ficticia “elite” intelectual, los depositarios de esa cultura. Pero la cultura es colectiva, creación anónima del pueblo. No de los intelectuales”. (Hernández Arregui, 2004: 20) No fijar entonces caminos ajenos a la capacidad creativa de las masas populares. El conocimiento debe partir de la realidad y no desde un esquema abstracto. El mismo debe partir desde el seno del pueblo.

Para finalizar con este recorrido, resaltamos que nuestro autor piensa en la necesidad de despojarse de la enseñanza colonizada, por eso sentencia que “ya no tenemos padres. No queremos que nos enseñen nada, porque esa enseñanza fue siempre, en todos los casos una enseñanza contra nosotros mismos”. (Hernández Arregui, 2004: 170) Es una posición contra la enseñanza anti-nacional, que fue y es una enseñanza contra nosotros mismos. Avanza así en el planteo de la necesidad imperiosa de romper con el eurocentrismo y el enciclopedismo, para pensar en nacional pues “sólo lo que se piensa con fe nacional es pensamiento universitario verdadero. En un país colonial piensan los libros. No el país. Y los libros son extranjeros o escritos por argentinos colonizados”. (Hernández Arregui, 2004: 145)


* El presente artículo es parte del Proyecto de Investigación Amilcar Herrera “Aportes teóricos del Pensamiento Nacional a los debates acerca de la universidad, los medios de comunicación y la integración regional". Universidad Nacional de Lanús (UNLa). Dir. Aritz Recalde. Integrantes: Julián Dércoli, Dionela Guidi, Iciar Recalde, Manuel Valenti.


** Lic. en Sociología (UBA). Prof. Sociología (UBA). Mg. Metodología de la investigación (UNLa). Docente universitario (UNLa, UNAJ, IUNMA).
 
Bibliografía

Galasso, Norberto. (1986). J.J. Hernández Arregui: del peronismo al socialismo. Buenos Aires: Ediciones del Pensamiento Nacional.
Godoy, Juan. Pensamiento nacional y Academia. Septiembre de 2016. Disponible en www.sociologiayliberacion.blogspot
Godoy, Juan. Hernández Arregui y la revalorización de la cultura nacional en los procesos de liberación nacional. Agosto de 2013. Disponible en www.sociologiayliberacion.blogspot
Hernández Arregui, Juan José. (1962). Prólogo a Carpani, Ricardo. (2011). La política en el arte. Buenos Aires: Peña Lillo (Continente)
Hernández Arregui, Juan José. (1973). ¿Qué es el ser nacional?. Buenos Aires: Plus Ultra
Hernández Arregui, Juan José. (1973c). Imperialismo y cultura. Buenos Aires: Plus Ultra
Hernández Arregui, Juan José. (2004b). La formación de la conciencia nacional. Buenos Aires: Peña Lillo (Continente)
Hernández Arregui, Juan José. (2004). Nacionalismo y liberación. Buenos Aires: Peña Lillo (Continente).
Hernández Arregui, Juan José. (1973b). Peronismo y liberación. Buenos Aires: Plus Ultra
Piñeiro Iñíguez, Carlos. (2007). Hernández Arregui. Intelectual peronista. Pensar el nacionalismo popular desde el marxismo. Buenos Aires: Siglo XXI (editora Iberoamericana).

1 Hemos tratado más profundamente la relación del pensamiento nacional con la universidad en Godoy, Juan. Pensamiento nacional y Academia. Septiembre de 2016. Disponible en www.sociologiayliberacion.blogspot
2 Juan José Hernández Arregui (1912-1974). Comienza su actividad política en Córdoba, en el radicalismo sabattinista. Con el advenimiento del peronismo se suma a este “nuevo” movimiento nacional. Participa de la Resistencia Peronista, y en la década del 60 funda el grupo CONDOR. Doctor en filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba, bajo la dirección de Rodolfo Mondolfo. Dicta clases, entre otras, en la Universidad Nacional de La Plata y la Universidad de Buenos Aires. (Galasso. 1986. Piñeiro Iñíguez, 2007)
3 Tratamos esta cuestión más profundamente en Godoy, Juan. Hernández Arregui y la revalorización de la cultura nacional en los procesos de liberación nacional. Agosto de 2013. Disponible enwww.sociologiayliberacion.blogspot

 


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Opinión La multitud desnuda (Imagen: Pablo Piovano) Por Horacio González





La multitud desnuda impone cierto temor, no son pocos ni muchos, ni llenan toda la plaza pero la ocupan en gran parte. ¿Por qué impondrían una ligera inquietud si solo invocan una democracia de artillería verbal mecanizada salida recién de un laboratorio recóndito? Quizás porque al salir a la calle esgrimen no ser lo que son; se declaran portadores de un despojamiento que no tienen, ausentes y distraídos de una politicidad que los constituye en cada átomo de su cuerpo deschoripaneado. ¿Solo “cuerpos democráticos ascéticos”? No. Primero exponen de lo que se privan, de aquello que nos los inviste; “nada de ómnibus y choripanes, nada de quinientos pesos por cabeza”. Y luego viene la proclama esencial que los mueve, “en defensa de la democracia”. Viéndolos marchar, exhiben sus vestimentas tranquilas, huidizas de heterogeneidades mayores, tanto como de sabores de ketchup al paso. Un relator de TN dijo que son clase media-alta, clase media-media y clase-media baja. Medidas de sastrería, catalogaciones para tasar ubicaciones en el teatro, en el buquebús o calcular el colesterol. Yacían invisibles, y de repente surgen para apoyar a quienes al parecer no las habían llamado. ¿Qué clase de ventriloquía era ésa? ¿Cómo sabían que un enunciado verdadero no precisa serlo si lo asociamos a un mito profundo? ¡El choripán y su linaje largo en la historia nacional, política, futbolística, rockera! El choripán del atardecer en cualquier plaza donde haya ciudadanos reales, no hologramas.

¿Eran ellos un subsuelo entumecido no atraído por ningún llamado y de repente estaban allí con sus carteles reivindicando el terrorismo de Estado? Ya muchos otros lo hacen y lo siguen haciendo, pero aquí venían con un argumento diáfano: no nos pagaron estipendio, dicen, insultando gravemente al resto de los que caminaron en largas procesiones a lo largo de historia, desde las de Santiago de Compostela hasta las del 17 de Octubre. No tenemos olor a choripán, parecen decir, pero por las dudas traemos copos de nieve, quizás la nívea base nutritiva que acompaña las jornadas de la gobernadora que “irá hasta el final”. La Marcha tenía su fuerza en decir cómo se había hecho la Marcha. El no salir de las estrecha portezuelas de hacinados ómnibus escolares. Bien. ¿Pero eran hombres libres lo que salen de la Nada? ¿Son copos de nieve contra grasientos embutidos?

Entonces, al choripán lo han convertido en un tótem, solemne ritual de arcaicas y bárbaras religiones. Este rechazo a las movilizaciones habituales donde hablan dirigentes en sus tablados y leen proclamas, tiene un aire de golpismo lingüístico. Entonces: contra el Choripán y el Golpe. Como si el choripán se hiciera de Golpe y el Golpe en que piensan, por saberlo bien ellos mismos, totalmente irreal, y se convirtiese a cambio en un gran sándwich donde las derechas de las redes y de los grandes medios encierran a la sociedad en nuevos protocolos disciplinarios. Tema para antropólogos y nutricionistas. De algo tenía que hablar esa multitud salida de lugares derogados e indefinidos, sin carteles aéreos, sin teatralidad, sin ritmos murguísticos, sin los volatineros del arte de calle de los más variados rincones del mundo popular. Esa multitud sabatina estaba excavada en la memoria electrónica del país (tanto de las sentinas secretas del suplicio como de las redes sociales contaminadoras de signos). No era la que habitualmente vemos, la del ágora apretujada, vistosa y dramática, compuesta no por una pluralidad de individuos momentáneos sino por largos momentos de una pluralidad de organizaciones y nombres colectivos.

Pero con este sábado de gloria para las neoderechas: ¿Estamos ante el origen de un milagro político notable? ¿De una multitud que no es llamada sino que hace un llamado con solo flotar etéreamente sobre el pavimento, sin tirar un solo papelito o un envoltorio de caramelo al piso? La productividad de esa Nada originaria, de esa capacidad de golpear desde un Vacío sin mediaciones, permite observar que el sábado pasado no hubo pecheras, no hubo identificaciones específicas. Nada de una manifestación donde todos dicen quienes son, capítulo tras capítulo de una compacta marcha. Es que estas son las maduras manifestaciones de una democracia popular que florece en su antropología política democrática (de corte vitalista y no formalista) para hacerse eficaz, dúctil y digna en su futura arquitectura electoral (de corte veritativo y no con falsías de ocasión). Diferentes entonces de las manifestaciones de la muchedumbre desnuda, poseída por un ascetismo agresivo y por la militarización de los sentimientos, por ahora aplicado al odio pavote al famoso sándwich nacional de emprendedores choripaneros, que deberían tratar mejor siendo sus trabajadores sujetos activos del micro-emprendimiento.

Los que salieron de la Nada salieron en verdad del interior de otra clase de ómnibus. Eran los camiones de exteriores de TN y de otra clase de sándwich, la viralización de individuos que encierra e inventa vidas desde un emparedado electrónico permanente. El golpe del que hablan es el que hacen revertir sobre su propio corazón machucado por servilismos que son insensibles a la experiencia, impermeables a la autoreflexion. No obstante, saben salir a la calle para construir una nueva oquedad sin rostro convocante, etérea, tan ligeras como volátiles. En la mano, un copo de nieve. Convocados por sustracción, apoyando a los que se sustraen, abstractos en sus cuerpos concretos en la calle, pero desnudos de sentido.

Así es esta República con apagados gritos de dolor que son audibles tras las bambalinas de una palabra que si tiene encarnadura, hay que buscarla realmente en actos del gobierno anterior, donde se insinuaba una más convincente si bien indecisa República Social envuelta en una Democracia vivaz. Ahora llegamos a la visibilidad de lo que no se deja ver (el macrismo y su aniquilamiento de la mediación política), y a la invisibilidad de lo que vuelve a mostrarse (para reclamar una nueva forma de terror). No les importa por ejemplo que se quiera bajar el costo laboral (lo que incluso puede afectarlos) sino poner en cuestión el Tótem de la Plaza, con supercherías que recrean al Choripán como alegoría de la pérdida de libertades.

Pero es al revés. Son ellos los que pierden la mediación política, los que simulan venir de un espontáneo y paradisíaco mundo sin arrugas ni tamboriles y bajan como espectros de los camiones de exteriores que en el fondo los traen con catering garantizado, para alimentarlos con imágenes y hacerlos a ellos alimento icónico mancillado de su propia libertad ilusa. ¿Son multitudes “sin aparato”? ¿Son superiores a las que están organizadas pero que no deben condescender con el vocablo aparato, pues en el fondo con él se las menoscaba? No, aquellas no son sin aparato, ni las que nos gustan y en las que participamos deben abandonar –sí reinterpretar–, sus identificaciones antepasadas, surgidas de diversas memoraciones y entretejidos políticos. Estos hacen las veces una egiptología nacional y popular, democrática y social, todo lo cual se puede descifrar con pertinencia y atinada ciencia. ¿Quiénes son entonces las víctimas de los grandes aparatos comunicacionales que les retiran toda la espontaneidad que esgrimen? Ellos, desnudos y aparateados. No fueron diferentes las multitudes de la Marcha por la Constitución y la Libertad en 1945, la Plaza de Lonardi o la Plaza de los Españoles en 2012. Plaza y Clase social establecen una genealogía oscura en la historia nacional. Todas son hijas de la gran desestabilización de la que acusan a los demás. ¿Cómo criticar este inagotable juego de espejos? Una ética de izquierda y una teoría del conocimiento popular, social y movilizador democrático, serían los polos complementarios de un pensamiento reconstituido sobre su propia memoria, la memoria de la gran marcha popular.

La iconografía de las marchas abstractas del concreto conservadorismo estamental argentino son las mismas, se asemejan en sus indumentarias, entre severas y diseñadas sin exaltaciones a pesar del cambio de las modas. Hay una uniformidad de sastrería, dobladillos, remeritas y ajuares cuyo epicentro sentimental puede surgir del pochoclo con el que salen de los Multiplex de Caballito. La muerte del autor y de la responsabilidad convocante en materia de marchas públicas –en una ciudad cuyos administradores la desean tan cerrada a ellas, como la concibió y realizó Haussmann en París hacia 1870– es el rastro por el cual se retiran las mediaciones creando la ilusión de un Estado sin voz que los necesita, los deja llegar a esos “libre pensadores” hasta las veredas de la Casa Rosada, que los esperaban con el revestimiento alquitranado de un neoliberalismo pringoso. La multitud atomizada y sustraída ejerce paródicamente una coreografía de libre circulación del ciudadano para apoyar a Gobernantes de Derecha, que se sustraen de ella pero a la que reinventan. La extraen de un aparato especializado en generar obligadas espontaneidades. La muchedumbre en su marcha acéfala ahora no debe tener a sus gobernantes ante sí, viendo a “mussolinis” vernáculos estampar sus gestos en el aire, sino verse ellos mismos desnudos como nuevas multitudes huérfanas pero que saben quién las cautiva, a qué maquinarias pertenecen.

Lo hacen, pero no saben que ellos salieron de las tinieblas de un televisor, de una luz del móvil de televisión que los llamaba, trazando ya su destino. El choripán, acostumbrado a ser metáfora –es más, nació para ello–, sabe del elogio como del vituperio. En su digna inocencia fue convertido en fetiche funesto. Pobre sociedad argentina, tan primitiva en su momento totémico, que vive deseando el momento del banquete que devoró al padre desconocido. No sabe que sus jefes son muchos de estos grandes conceptos de dominación, la remesa de ganancias, el lavado de capitales, las indemnizaciones sin fundamento a los magnates, las falsas acusaciones sobre el caso Nisman. No es entonces que no tengan jefes ni que inauguren una manifestación limpia, de esqueletos apenas carnales y de cuerpos que salen a la calle tal como se asiste a un desfile de modas. Agresivos y etéreos, lo uno en grado extremo, lo segundo en grado de inverosimilitud. No fueron convocados pero más que venir de la nada, iban a llenar el vacío del gobierno. El ágora fundante son ahora las redes con su lenguaje de “multitudes invisibles”. Viralización, hasthag, trending topic , es decir, el modo en que se van entrelazando los individuos en un espacio virtual. No anula intereses sociales, pero obligan como reparación a que la política vuelva a sus cimientos. Visibilidad, más interés social, más estilo emancipador, más auto-conciencia del origen y conclusión de una marcha. Ahora, cualquier movilización debe serlo también para tratar sobre su propio sentido heredado. Se contrapondrá una forma de manifestación a otra, la democracia de la alteridad permanente contra la democracia vacía donde hay una locución inerte, un sentido reaccionario evidenciado en la lectura de cartel por cartel, como en los cuadritos de historieta que, en este caso, cuenta la historia del más necio uso de las palabras. Y de un pseudo primitivismo que carga con los más sórdidos aparatos comunicacionales, estatales, políticos y corporativos del país.

¿Esos sistemas de diseminación entonces establecerían un círculo de control menos rígido sobre las poblaciones y lo llamarían libertad de expresión? No, porque conservan todos los restos encubiertos de esa dominación ejercida, en su desnudez de consignas, cánticos, cadencias poéticas y resonancias musicales. La multitud coaccionada deviene abstracta, se desprende de mediaciones para humillarse más a sí misma creyéndose autónoma. Luego en la calle, no hay centro, no hay foco principal de atracción, no hay palcos, no hay discursos, no hay dirigentes. Las derechas son siempre el sentimiento de que sus ritos más calcáreos ya están implantados para siempre. Con sus íntimos desprecios e injurias, se empeñaron en una supuesta crítica a la barbarie del choripán en favor del copo de nieve que disimula con su pantomima el pasado represivo y el odio arcaico con el que vuelven. Actuaban por procuración, por sustitución, por sustracción. Derechas en estado de disponibilidad y gobierno disponible. Juegan a sustraerse mutuamente. Triunfaba así por un día una osatura cremosa, la política vista como vida desnuda, pero falsa en cuanto al salir a la calle revelaban su profunda incultura. Seguramente no lo percibían así, pero eran una forma de la barbarie, bajo el dudoso rostro de creerse una forma de la civilización.

04/04/17 P/12
 
¿Qué hace Monsanto? Es una de las multinacionales que trabaja sobre el mercado alimenticio, usa una serie de semillas transgénicas para sus cultivos y también manipula el mercado global de pesticidas. En Argentina, llegó hace veinte años para quedarse. Monsanto también se ocupa de limitar la variedad de semillas, y por lo tanto cultivos en el mercado, pero también tiene una historia nefasta que vale la pena repasar:
1. Monsanto estuvo involucrada en la creación...
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