miércoles, 8 de marzo de 2017

08 de marzo de 2017 | El país LA MARCHA DE LA CGT COPÓ EL CENTRO PORTEÑO. HUBO ALGUNOS INCIDENTES AL FINAL POR LA FALTA DE FECHA PARA EL PARO GENERAL Un multitudinario reclamo contra el Gobierno

 “Paro general” fue el reclamo generalizado de las cientos de miles de personas que tomaron ayer la calle en el centro de la ciudad de Buenos Aires para manifestarse contra las políticas económicas del gobierno de Mauricio Macri. Columnas de sindicatos, organizaciones sociales y partidos políticos de todo el espectro opositor, además de una llamativa cantidad de hombres y mujeres “sueltos”, conformaron la protesta más numerosa hasta hoy contra la actual administración, que en pocos días cumple el primer tercio de su mandato. El llamado a la huelga contra el gobierno nacional fue ratificado pero no hubo anuncio de una fecha concreta, y el acto de cierre, a cargo de los tres miembros de la conducción de la CGT, terminó con abucheos y botellazos por parte de algunos descontentos con la nueva prórroga. La pelota está ahora en la cancha de la principal central de trabajadores, que en las próximas horas podría precisar el día del paro, probablemente a finales de marzo o la primera semana de abril.
La convocatoria fue masiva y ya desde la mañana se comenzaron a concentrar los primeros grupos que llegaban, a pie o en colectivos, mientras los vendedores de chorizos y hamburguesas montaban sus precarios puestos y comenzaban a encender el fuego. En Plaza Constitución, cerca del Congreso y sobre la avenida 9 de Julio, se sentía el movimiento que anunciaba una movilización multitudinaria. Como en abril del año pasado, en la primera marcha organizada por la CGT contra el gobierno del PRO, las adhesiones abarcaron prácticamente todo el arco opositor: desde La Cámpora hasta Camioneros, pasando por el Movimiento Evita y Nuevo Encuentro, la CTA y la izquierda. A diferencia de aquel acto en vísperas del día del Trabajador, el clima estaba más caldeado y sobrevolaba la masa una sensación de hartazgo que se hacía evidente en los carteles y cantitos multiplicados a lo largo y a lo ancho de todo el centro porteño.
“Macri es el fin de la industria”, decía una pancarta, escrita a mano en negro sobre celeste, sostenida por una mujer de unos sesenta años que acudió a la marcha por su cuenta, acompañada por vecinas, sin encolumnarse con ningún sector. “Los grupos económicos de la dictadura son el gobierno actual”, destacaba, por su parte, un cartel adherido a un kiosco de revistas cerrado sobre la avenida Belgrano, a unos cien metros del escenario. Entre los organizados, llamaba la atención la columna de la Bancaria, saludada a su paso por otros sectores que festejaban la derrota que le aplicaron al gobierno en el marco de las paritarias. Un tipo con una careta de goma de Macri tocaba el bombo. Junto a él, otro agitaba un muñeco con la forma de un buitre.
Hubo una presencia importante de dirigentes políticos, la mayoría del peronismo: desde el ex gobernador bonaerense Daniel Scioli hasta su rival en la interna que nunca se llevó a cabo, Florencio Randazzo, en su reaparición pública después de más de un año de silencio. Varios intendentes marcharon encabezando numerosas columnas que convergieron desde todos los rincones del Conurbano como Verónica Magario (La Matanza), Jorge Ferraresi (Avellaneda), Martín Insaurralde (Lomas de Zamora), Fernando Gray (Esteban Echeverría) y Gabriel Katopodis (San Martín) entre muchos otros. Fernando Espinoza representó al peronismo bonaerense, también estuvo el titular del PJ Nacional, José Luis Gioja y el del porteño, Víctor Santa María. Héctor Recalde encabezó la delegación de diputados del FpV entre los que estaban también Diana Conti, Jorge Landau y Carlos Kunkel. Los movimientos sociales como el Evita marcharon desde Constitución, y las agrupaciones kirchneristas como La Cámpora, Nuevo Encuentro y Kolina se agruparon en la 9 de Julio. La izquierda estuvo representada por, entre otros, Nicolás del Caño y Myriam Bregman. No se vieron, en cambio, dirigentes del Frente Renovador, sacando a los referentes de la CGT cercanos a Sergio Massa.
El clima espeso heredaba los reclamos que el día anterior, a pocas cuadras de allí, habían embanderado los docentes con su también multitudinaria marcha el día que debía comenzar el ciclo lectivo. Desde primera hora del lunes se sentía en la calle el reclamo por un paro general contra las políticas económicas del gobierno de Macri. Acuña, el triunviro que había representado a la central ante los maestros a la CGT, fue el encargado de abrir el acto, que se adelantó una hora a lo previsto sin explicación oficial. Como ante los docentes, el reclamo de “paro general”, vociferado por las bases, lo obligaron a interrumpir su discurso varias veces. “Basta de manoseos”, dijo el titular del gremio de empleados de Estaciones de Servicios, que le reclamó al gobierno que reconozca una inflación “superior al 40 por ciento” y negocie paritarias acordes. Acuña también recordó la adhesión de la CGT al Paro Internacional de Mujeres de hoy. Curiosamente, sobre el escenario se veía una abrumadora mayoría de hombres.
En segundo lugar, el hombre de Dragado y Balizamiento y titular de la Confederación Argentina de Trabajadores de Transporte, Juan Carlos Schmid, dijo que mientras el gobierno propone “llegar a la pobreza cero en veinte años, ha sido muy veloz para responder a las demandas de los poderosos, cosa que agiganta la brecha social”. Schmid, el más duro de los tres oradores, también cuestionó “dónde está la política de inversiones” del gobierno. “¿En las importaciones, en los capitales especulativos, en las facilidades para ir de compras a Chile?”, agregó. “La falta de acción  golpea a los más desprotegidos y se manifiesta en despidos y vacaciones adelantadas” mientras “la inflación está bajando a costa de los trabajadores”.
Para ese momento, se escuchaban cantitos que pedían que se ponga una fecha a la huelga. “No estamos aquí para dilatar nuestra propuesta: venimos a anunciar que habrá medidas de fuerza en la Argentina antes de fin de mes”, dijo Schmid, sin satisfacer a su audiencia. Para cuando tomó el micrófono Héctor Daer, el aire ya podía cortarse con un cuchillo poco afilado. “Vinimos hasta acá a decir que si no hay rectificaciones, habrá paro, pero tiene que ser acompañado por todos los sectores de la sociedad”, prometió. El compromiso tuvo gusto a poco para un sector de los manifestantes, que comenzaron con cantitos. Un furcio, confundiendo la fecha tentativa de la huelga “antes de fin de año” en lugar de fin de mes, disparó los disturbios.
Un grupo tiró las vallas y avanzó al grito de “traidores”. Mientras, los camioneros intentaban proteger a los dirigentes cegetistas que no podían bajar del escenario por la lluvia de objetos.  Tardaron un rato en abrir un corredor escueto por donde fueron a refugiarse en un edificio cercano, mientras una veintena de trabajadores de la línea 60 de colectivos tomaban el tablado por asalto. Durante una media hora después del final del acto, continuaron los cantitos contra el gobierno y la conducción sindical. 
Después de los disturbios, Daer intentó responsabilizar de los hechos a “un grupo de La Cámpora de Berazategui”. Sin embargo las columnas de la organización kirchnerista se encontraban, al momento del acto, sobre la avenida 9 de Julio, a más de 300 metros del lugar. Sí hubo trabajadores representados por partidos de izquierda entre quienes comenzaron con los cantitos contra el triunvirato de la CGT al ver que no habría, ayer, una convocatoria con fecha al paro. Pero pronto se sumaron otros manifestantes, de gremios tradicionalmente peronistas y asistentes inorgánicos a la marcha.
En medio de la semana más conflictiva para el gobierno, con manifestaciones de los docentes, la CGT y las mujeres tres días consecutivos, los funcionarios eligieron escudarse en Twitter para responder a las demandas. Ayer lo hicieron el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el ministro de Producción, Francisco Cabrera. “Vamos a seguir confiando en el diálogo entre gobierno, trabajadores y empresas como el mejor camino para el desarrollo de la Argentina”, dijo Cabrera, a pesar de que hace un mes que no hay instancia de diálogo abierta entre el Ejecutivo y las centrales obreras. “Muchos dirigentes gremiales no están siendo lo más francos posibles sobre el rumbo económico del país, que va a ser de crecimiento este año”, escribió a su vez Peña.
En este contexto, se espera que en los próximos días se termine de concretar la fecha para el esperado paro general. En la CGT, todavía conmovida por los acontecimientos, se multiplicaron los contactos de distintos dirigentes y comenzó a tomar fuerza ese sector que exige una postura más combativa. Hoy mismo habrá reuniones para terminar de definir el calendario, con fecha límite para el 5 de abril.

08 de marzo de 2017 | El país OPINIÓN La voz de la calle, la sordera del palco

Parecía difícil echar a perder o por lo menos deslucir la movilización de ayer. Todo se conjugaba a favor. Primero y principal, la muchedumbre de laburantes que se expresó de modo pacífico y claro. Segundo, el clima porteño que ofreció una jornada soleada pero no agobiante, filo primaveral.
A los oradores, los triunviros de la CGT, solo les cabía cumplir con su palabra y cumplir el reclamo de las bases: anunciar por enésima vez el paro general y, tarde pero seguro, fijarle día.
Cometieron dos errores o torpezas o defecciones, cada quién y el tiempo dirán. Adelantaron la hora de sus discursos, privando a muchas personas de llegar y participar. Y, lo que es más grave, divagaron sobre la huelga, no determinaron su fecha y hasta la supeditaron a un imposible cambio de la política económica del macrismo, en el plazo de un mes. No fue un ultimátum ni una oferta viable sino una concesión, incomprensible a esta altura. 
La consigna que literalmente los sacó del palco fue “poné la fecha/la puta que te parió”. Habían perdido su momento, su tenue liderazgo, tal vez una oportunidad histórica. El saldo los perjudica, más que a los trabajadores que demostraron su estado de ánimo y sus demandas.

El lugar de la concentración es raro, atípico. Seguramente se eligió para ahorrarle parte del dolor de cabeza al Gobierno del presidente Mauricio Macri. No en la Plaza de mayo, donde mandaba la historia, sino ante las puertas del edificio que supo ser de SOMISA, luego sede de la Jefatura de Gabinete de ministros (hasta que alguno decidió mudarse a la Casa Rosada) y ahora albergue de algunas dependencias del ministerio de la Producción. En términos generales, un espacio ahistórico,ignoto. Para colmo el ministro, Francisco Cabrera, ni siquiera “para” ahí. Para colmo de colmos, el hombre es un desconocido para quienes coparon la calle. A condición de cambiar un poco la pilcha y el look podía haber transitado entre ellos o tomar un café en los bares aledaños que se mantuvieron abiertos y con mesitas en la vereda.
Decenas o más factiblemente cientos de miles de personas serenas y alegres dotaron de sentido a ese “no lugar”: lo habían transformado. La avenida Belgrano, que es el acceso más ancho, mostraba cuadras y cuadras colmadas (no menos de ocho) a las tres de la tarde, una hora antes del cierre anunciado. La Diagonal Sur también albergaba columnas interminables. Por la 9 de Julio (que es muy ancha, más allá del record que se le atribuye) seguían llegando cantidades de trabajadoras y trabajadores. Las calles aledañas rebosaban de grupos “sueltos” o columnas que buscaban un lugarcito en las avenidas. Los vendedores ambulantes hacían su agosto anti recesivo.

Se veían trabajadores sindicalizados, informales, de la economía popular. Los que tienen algún conchabo y el creciente conjunto de desocupados. Movimientos sociales, agrupaciones políticas del variado abanico peronista y de la izquierda. En términos de centrales: la CGT, las dos CTA, la CTEP. Se repartieron los espacios de acceso para prevenir incidentes y para mostrar cada cual su capacidad de convocatoria. Su nivel de acuerdos es limitado… una iniciativa común podía unificarlos, transitoriamente.
El domingo pasado este cronista escribió que la CGT no expresa ni contiene ni representa a todos los trabajadores. Pero ayer los triunviros podían conjugar un reclamo conjunto: la huelga, como expresión de protesta y como demostración de fuerza frente a un gobierno cuya política los perjudica. 
Carlos Acuña, Juan Carlos Schmid y Héctor Daer tenían una baraja ganadora en la mano, que a la vez era su jugada única. La desperdiciaron y se privaron de expresar en serio a la marejada que puso el cuerpo y a millones más que estaban representados. Representados, se entiende, pero sin esos dirigentes a la cabeza.

Explicar por qué lo hicieron será motivo de discusiones o justificaciones en los días por venir. Por ahí, un análisis equivocado de la coyuntura temiendo, todavía, mostrarse firmes contra el gobierno, desoyendo el canto de sirena del “diálogo” en que tantas veces quedaron malparados. Pudo incidir también la interna cegetista en la que hay dirigentes más pactistas que su conducción y que no bancan una huelga. 
Como fuera, un acto de esa magnitud es siempre un diálogo entre la masa y los oradores o dirigentes. Aquel que maneja el micrófono debe armonizar con la calle. Desoírla, desafiarla, tiene sus costos.
Los triunviratos como las diarquías, son formas imperfectas usualmente precarias de conducción, que trasuntan falta de consensos o de liderazgos. Ayer se hizo palpable.
Ni Saúl Ubaldini ni Hugo Moyano (por mentar dos referentes sindicales de las décadas recientes) hubieran dejado picando esa pelota frente al arco sin empujarla hacia la red.

En la crónica de estos años este escriba recuerda dos trances en el que dirigentes gremiales quedaron descolocados, cuestionados “desde afuera”. 
Uno fue Lorenzo Miguel, el pope cegetista, en un acto del PJ el 17 de octubre de 1983 en la cancha de Vélez. Lorenzo era el gran elector, había manejado la interna y manijeado al candidato presidencial Italo Luder. Empezó a hablar y comenzaron a silbarlo desde alguna tribuna. Se enojó, dobló la apuesta y lo chiflaron todos. Un signo de su carencia de representatividad popular, aunque la tenía en la cúpula. Un presagio, quién sabe, de la victoria del presidente radical Raúl Alfonsín pocos días después. Y de la emergencia de Saúl Ubaldini como líder de los trabajadores.
Otra es más cercana, ocurrió en 1995, gobernaba el ex presidente Carlos Menem. Tras pugnas internas en la CGT se convocó a un paro general, con movilización a la Plaza de los dos Congresos. Los oradores, Rodolfo Daer (secretario general de la CGT por entonces) y Gerardo Martínez (secretario perenne de la UOCRA) olvidaban que estaban en pie de lucha. Sus discursos daban pena de tan blandos. Las columnas del Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA), encabezadas por Hugo Moyano, repentizaron: se dieron vuelta y abandonaron la Plaza. Muchos asistentes los siguieron, era una señal acerca de la finitud del sindicalismo proto menemista y una irrupción de un referente que perduraría cerca de veinte años. Ahora está retirado, le dieron una embajada en el club Independiente pero en sus buenos años sabía tallar fuerte.

Volvamos al presente. La conducción de la CGT quedó sin margen. Ninguna movida inmediata la dejará bien parada, ni la regresará al punto en que estaba, pongámosle, ayer a las dos de la tarde.
Si le pone fecha al paro se leerá como un reflejo tardío y bajo presión. Si lo retracta, será una abdicación, por decirlo de forma piadosa.

El final del acto, con griteríos, empujones y una salida desdichada de los oradores será mostrado en triunfo por el macrismo. Una nueva prueba de la violencia “del peronismo”, de su imprevisibilidad. No fue para tanto, ni eran todos peronistas los que se enfrentaron en el palco e inmediaciones. Pero es muy difícil discutir con las imágenes, aunque sean parciales, sobre todo cuando hay poco para mostrar.
Ese final eclipsa solo de momento a la segunda gran movilización anti macrista de la semana, con intensa participación popular. Hoy, todo lo indica, se vivirá la tercera. El rechazo al modelo económico y cultural del Gobierno crece, la oposición social pone el cuerpo. 
La dificultad de dirigentes políticos y gremiales para ponerse a la cabeza de esas protestas tuvo ayer una expresión extrema, preocupante. La historia continuará.

martes, 7 de marzo de 2017

Masiva marcha docente
La dirigente de CTERA Sonia Alesso fue una de las oradoras en el acto que coronó una masiva marcha de docentes contra el gobierno de Mauricio Macri. "Toda la solidaridad de los maestros argentinos para Roberto Baradel", dijo. (Leer nota)
Maestros villeros: "Defendemos la educación pública, gratuita y de calidad" (Leer nota)
La Argentina de Pavlov: sobre la estigmatización del reclamo docente (Leer nota)

Sindicales
Bahía Blanca: organizaciones convocaron a marchar y reclamaron un paro general (Leer nota)

Política 
"El gobierno y los grupos económicos y mediáticos necesitan disolver nuestro espacio político" (Leer nota)
Censuraron la cátedra de Norberto Galasso en la Universidad de Ezeiza (Leer nota)

Género
En la previa del 8 M, Gils Carbó recibió a dirigentes de distintos sindicatos (Leer nota)

Filtran video de una docente que encaró a Vidal y la desmintio en la cara

lunes, 6 de marzo de 2017

MACRISMO POPULISTA?

En el país de la fantasía de la familia Macri, el primo del presidente e intendente de Vicente López, tiene su propio libro de cuentos. ¿No era qué no se hacía política con los chicos?
"Si arrodillan a los maestros van a arrodillar a todo el movimiento obrero"
Leelo en: https://goo.gl/F5GsoZ

MIAMI HERALD

En Orsai
16 h
EL MUNDO DICE...
“El presidente argentino de la ”limpieza“ sufre escándalos en su propio gobierno”, es el título y el leitmotiv de una durísima nota del diario emblema…
ENORSAI.COM.AR