lunes, 15 de agosto de 2016

CONTRATAPA Traición a la Patria

Por E. Raúl Zaffaroni *
Creemos llegado el momento de requerir un mínimo de seriedad en las afirmaciones jurídicas insólitas difundidas por los medios masivos de comunicación social, al menos en cuanto a la invocación del tipo de traición a la Patria, esgrimido como recurso para desarchivar la imputación del fiscal Nisman, pues semejante pretensión excede por años luz el límite de lo jurídicamente opinable, al tiempo que pone en serio riesgo el objetivo preambular de asegurar la paz interior.
Todos los absolutismos del mundo, desde los tiempos de la Roma imperial, manipularon el concepto de traición para matar a todos sus enemigos políticos: basta recordar que el Tribunal del Pueblo nazista, bajo la idea de deslealtad, asesinó a miles de personas.
La Revolución Inglesa y el Iluminismo le habían puesto un freno a este deporte letal. Montesquieu advertía que es suficiente que la definición de este crimen fuese vaga para que el gobierno degenere en despotismo.
Los ingleses también habían sido generosos colgando opositores. Blackstone citaba a Montesquieu para propugnar la contención de esta práctica. Los norteamericanos le hicieron caso y definieron la traición en la Constitución, aclarando que only eso era traición y nada más, aunque después consideraron traición también a alguna rebelión armada.
En 1853 copiamos esa fórmula en nuestra Constitución. El dispositivo cambió de número, pero siempre con el mismo texto (art. 103 original, 33 de 1949, actual 119).
Se ha dicho que se usó este artículo contra Perón en 1956. No es cierto. El juez de facto Botet, en la dictadura de 1955, procesó a Perón y de paso a casi todo el peronismo, retorciendo el actual art. 29 y combinándolo con la famosa asociación ilícita, que hoy se aplica a Milagro Sala. Pero no usó el texto del 119. Esto es una novedad del ultimísimo tiempo.
En efecto: hubo muchos despropósitos jurídicos, pero la pretensión de manipular el 119 es de nuestros días.
Una cosa es abusar irresponsablemente del lenguaje para injuriar con esa calificación, lo que lamentablemente sucedió varias veces, pero otra muy diferente y mucho más grave, es pretender que la calificación tiene algún asidero jurídico, que es lo que hoy parece que se pretende.
Toda la doctrina constitucional argentina sostiene que ese artículo es una garantía y que no puede hacerse ninguna extensión arbitraria. No hay constitucionalista que diga otra cosa. Joaquín V. González quizá haya sido el más claro, pero se puede citar a otros muchos: Bidart Campos, Zarini, Vanossi, etc.
Tampoco hay penalista que haya escrito sobre el tema que no le asigne la misma naturaleza de garantía. Sin embargo, hoy se pretende manipular el concepto por fuera de la Constitución y, lo más insólito, es que nadie parece alarmarse demasiado.
La primera parte del art. 119 dice terminantemente que la traición contra la Nación consistirá únicamente en tomar las armas contra ella, o en unirse a sus enemigos prestándoles ayuda y socorro. Como lo subrayan todos los juristas argentinos que escribieron sobre esto, dice únicamente.
También por unanimidad, todos los doctrinarios del derecho penal, de todos los tiempos y de las ideologías más variopintas, afirman que esa definición presupone una guerra internacional. Vaya alguien a una biblioteca y lea a Gómez, Soler, Núñez, Fontán Balestra, González Roura, Levene, Creus, por citar sólo a algunos de los que ya no están entre nosotros.
En todo lo anterior no hay media biblioteca que diga otra cosa: no hay ningún folleto, salido de la pluma de algún constitucionalista o penalista argentino, que diga algo diferente.
La Nación Argentina fue víctima de una agresión, pero una agresión es una victimización, no una guerra. En último caso, la agresión internacional habilita al estado agredido a una guerra defensiva, pero esto nunca lo hizo la Nación Argentina, sino que se limitó a seguir los pasos procedentes conforme al derecho internacional, reclamando la extradición y sanción de eventuales responsables. No hay guerra de uno, la guerra siempre es entre dos.
El derecho internacional procede como el penal en caso de legítima defensa. Si alguien le propina un puñetazo a otro, se trata de una agresión ilegítima y el agredido puede defenderse, pero si no responde, no hay ninguna legítima defensa, sino sólo la agresión sufrida.
Nunca hubo una guerra con Irán, ni siquiera un preparativo. Jamás nuestros militares se prepararon para atacar a Irán. Por suerte, no hubo ni la más mínima intención bélica por parte de la Nación Argentina agredida.
El art. 18 constitucional prohíbe la pena de muerte por causas políticas, y si faltase el 119, esta disposición hubiese sido burlada, porque cualquier causa política hubiese podido ser considerada traición. Son dos disposiciones complementarias, pero que tienen un único objeto históricamente bien definido: evitar la confusión de cualquier delito con la traición, con lo cual la Constitución quiso erigir un obstáculo a toda tentativa de regresión a los sangrientos episodios de las luchas fratricidas del siglo XIX.
Nuestros constituyentes no copiaron el art. 119 sólo por mera imitación, sino también –y fundamentalmente– porque perseguían el objetivo de obstaculizar una regresión a los fusilamientos fratricidas. No lo evitaron, pero buena intención no les faltó.
Cuidado con esta creatividad perversa: la Constitución dice claramente que la traición es únicamente lo que ella dice y nada más, como garantía para todos los ciudadanos. Es expresa la voluntad constitucional de que nadie –al calor de cualquier circunstancia– manipule la estricta definición de la traición, sabiamente consagrada por nuestra Constitución desde 1853, porque eso implica abrir las compuertas a represalias y venganzas políticas ilimitadas, o sea, legitimar una regresión a tiempos de guerra civil, por fortuna superados.
Si bien los últimos tiempos nos acostumbran a despropósitos, este es de muy alto calibre, pudiendo decirse que con la tentativa de manipulación del artículo 119 constitucional se ha descompuesto el termostato jurídico. Aquí es bien válido el pará la mano con decir cualquier disparate peligrosísimo y pretender que eso es derecho.
* Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires.

BLINDADITO

Pablo Bressi aclaró que el Presidente sólo fue agredido verbalmente. De todas formas, el Ministerio de Seguridad le otorgará un auto blindado.
ELDESTAPEWEB.COM

La exministra y miembro de la Comisión para los Desaparecidos afirma que solo se han podido documentar 7.954 casos
ABC.ES

GRACIELITA

La exministra y miembro de la Comisión para los Desaparecidos afirma que solo se han podido documentar 7.954 casos
ABC.ES

EL PAIS › REPORTAJE EXCLUSIVO A LEONARDO BOFF, UNO DE LOS CREADORES DE LA TEOLOGIA DE LA LIBERACION “Nos asusta que Estados Unidos negocie dos bases con Macri”

Por Martín Granovsky
Este tipo alto y bonachón de 77 años que conversa con Página/12 sobre su preocupación por Brasil y la Argentina es el mismo que en 1992 decidió dejar los hábitos cuando era sacerdote franciscano y el Vaticano amenazaba con ordenarle otra vez lo que ya había sufrido en 1985: el silencio. Y el silencio no era la especialidad de uno de los fundadores de la Teología para la Liberación.
Callarse sigue sin gustarle. Boff recibe a este diario en un hotel sencillo de Palermo. Al mediodía estuvo conversando con Hebe Bonafini en el programa radial del ex embajador en el Vaticano Eduardo Valdés, amigo suyo, por la 750. A las cinco de la tarde de un domingo rabioso y olímpico Boff debe ser el único ser humano que no mira tenis por televisión. Llega la fotógrafa del diario. Mientras posa le cuenta que hace muchos años explicó qué era la mística delante de un fotógrafo de O Globo. Cuando cruzó los brazos, quedó en posición de corte de mangas.
–Escribieron que yo había dado banana al Papa –narra Boff con cara divertida–. ¿Acá se dice así?
–No, pero usamos mucho el gesto.
–Por supuesto publicaron esa foto.
–¿Y era verdad que usted le dio banana al Papa?
–Ja, ja, no. Me hubiera gustado, pero no podía. En ese momento Juan Pablo II ya me había impuesto silencio.
El Vaticano no lo silenció de cualquier modo. En 1985 lo condenó al silencio cuando todavía era sacerdote. Antes lo juzgó el jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como se llama ahora la vieja Inquisición. Era Joseph Ratzinger, quien en 2005 sería entronizado Papa como Benedicto XVI.
–El edificio está a la izquierda de la gran plaza para quien va en dirección de la Basílica de San Pedro. Fue una experiencia terrorífica. Entre por un largo corredor al que daban pasillos con alfombras rojas. En un momento vi al fondo una puerta muy pequeña. Me agaché porque sentí que no entraría erguido. Es una zona oscura y tenebrosa. El cardenal estaba sentado en su lugar, sobre una tarima a medio metro del piso. Todo claro: él estaba por encima mío. Al costado ya se había ubicado el notario. A mí me sentaron en la misma silla donde estuvo sentado Galileo Galilei, y no es una metáfora: era la misma silla. El interrogatorio fue duro. El cardenal Ratzinger aceptó que en una parte yo pudiera hablar con él junto con dos cardenales brasileños, Paulo Evaristo Arns y Aloisio Lorscheider.
–Eligió dos cardenales progresistas.
–Sí, en un momento éramos tres contra uno. Le dijeron que la teología escrita por mí era buena para las comunidades. Ratzinger había escrito criticándola. Uno de los cardenales le dijo que lo suyo había sido como elegir a un gramático y no a un ingeniero para construir un puente. “Venga a Fortaleza, hable con los campesinos, rece con ellos y con nosotros, participe de nuestras celebraciones y después opine”, le propuso. Ratzinger temblaba. “No puedo hacerlo, no es la tradición del Santo Oficio salir de aquí.” Psicológicamente es muy fuerte porque para cada uno la Iglesia representa toda una historia y uno entonces puede sentirse solo y abandonado. Llevé el apoyo escrito de 100 mil personas en todo el mundo, incluyendo a un cardenal coreano y a otro filipino.
Mi causa era justa: la de los pobres del mundo. Sigue siendo la misma. Si no, mire lo que pasa en el continente.
–O por golpe como en Brasil o por el voto como en la Argentina, en América Latina avanzan los procesos neoconservadores. ¿Por qué?
–Hay una nueva guerra fría que se libra entre los Estados Unidos y China. China está entrando en América Latina y Brasil pertenece a los BRICS. Entonces al atacar a Brasil atacan a China y a sus enormes inversiones: solo el año pasado invirtió 54 mil millones de dólares para el ferrocarril que une el Atlántico con el Pacífico. También invirtió en puertos e infraestructura, obviamente para favorecer las exportaciones a China.
–¿Y qué quieren según usted los Estados Unidos?
–Ven mal el avance de las relaciones con China, porque ellos quieren controlar el continente. La idea llave del Pentágono es doble. Por un lado, un solo mundo, un solo imperio. Por el otro, cubrir todos los espacios. A nosotros nos asusta mucho que los Estados Unidos negocien con Mauricio Macri dos bases militares, una en la Patagonia y otra en los límites entre Brasil, Paraguay y la Argentina, cerca del acuífero de agua dulce más grande del mundo.
–¿Es cierto que el Papa dijo que el proceso golpista en Brasil es “obra de los capitalistas”?
–El Papa se acercó mucho a Dilma y Dilma se entusiasmó mucho con él. Siempre buscó saludarlo en cada viaje a Europa. Pero además el Movimiento Sin Tierra tiene el apoyo del Papa. En uno de los viajes al Vaticano a los dirigentes los acompañó una actriz brasileña, Leticia Sabatella. Letizia contó la situación y dijo que lo principal era defender la democracia, porque atacar a Dilma era atacar la democracia y la vulneración de la democracia, dijo ella, traería formas violentas de represión social. Al escucharla el Papa le dijo: “Es obra del capitalismo. Del capitalismo de Brasil y del capitalismo transnacional”.
–¿Qué cosa querrían hacer los capitalistas que no pudieron hacer antes y necesitan gobiernos conservadores?
–Creo que el Papa ha visto que el neoliberalismo que da más valor al mercado que al bien común produce una gran marginación y una gran pobreza. Los 40 millones que fueron sacados del hambre en Brasil comienzan a volver a su situación original. En Brasil, como se sabe, el vice que quedó como presidente interino despidió al gabinete de Dilma y atacó el ministerio de bienestar social y la reforma agraria. Los proyectos sociales tienen cada vez menos financiamiento. Cultura pasó de ministerio a una subsecretaría en Comunicación. La mitad del subsidio a las universidades públicas la cortó Temer. El Papa entendió, a mi criterio, que el golpe parlamentario sin bayonetas busca el mismo efecto que antes buscaba el golpe militar: reforzar un grupo de los grandes capitalistas nacionales articulado con los capitalistas transnacionales en función de una acumulación mayor, lo cual se haría privatizando los bienes nacionales. La producción sería para la exportación. Hay un proyecto de recolonizar América Latina para hacerla cada vez más una zona que exporte commodities y no agregue valor a sus productos. Que exportemos materias primas puras. Soja o minerales, lo que sea... América Latina suministraría bienes que en otros sitios no hay. Brasil tiene más de 70 millones de hectáreas para producir. Solo Brasil podría saciar el hambre de todo el mundo. Y nos sobra el agua. Eso caería bajo control del gran capital privatizado o internacionalizado. El Papa se da cuenta del fenómeno y de que los pobres volverán a la miseria y el hambre. Thomas Piketty, que escribió el libro sobre el capital en el siglo XXI, dice que donde entran relaciones sociales del capital lo primero que aparece es la desigualdad. El capital es bueno para el enriquecimiento y malo para la distribución y la justicia social. Es la fase última de la acumulación capitalista. Hay investigaciones muy interesantes del economista Ladislao Dowbor. Uno de sus artículos resumía una investigación suiza que revelaba la existencia de 737 megacorporaciones controlando el 87 por ciento de los flujos económicos y financieros del mundo. Ellos deciden dónde hacer inversiones, dónde robar riquezas y dólares, qué partidos apoyar y qué gobiernos desestabilizar. Paraguay, Honduras, Brasil. La tendencia también se confirma con las políticas de Mauricio Macri. En la Argentina el Estado asume una política privatista y no discute más con la sociedad. Habla con las empresas. A finales del socialismo y más aún cuando cayó, Ronald Reagan y otros presidentes se propusieron aplicar el capitalismo puro, porque ya no hacía falta balancear nada. No hay sociedad sino individuos. Y los individuos se comen a los otros, no coopera entre ellos. José Graziano, director de la FAO, informó que hasta la crisis de 2008 había 800 millones de hambrientos y ahora hay cerca de mil millones. La acumulación de la riqueza se concentra en un polo cada vez más pequeño.
–¿Por qué mencionó especialmente a Macri en su descripción?
–Porque uno no puede analizar la Argentina o Brasil solo desde uno de los dos países ni analizar a los dos países más grandes de Sudamérica sin analizar el intento de los Estados Unidos de alinear a los países dentro de la estrategia imperial. Brasil tiene un mercado de más de 200 millones de habitantes. En 13 años de PT en el poder quedó demostrado que hay dos proyectos en juego. Los dos quieren ser democráticos. Pero la democracia neoliberal es para pocos. Hace políticas ricas para los ricos y pobres para los pobres.
–En el relato sobre la visita de Leticia Sabatella usted citaba cuántos ultrarricos hay en Brasil.
–Siempre recuerdo esa cifra: 71.440 super ricos que controlan más de la mitad del Producto Bruto Interno. Sobre 210 millones de habitantes. El Banco Mundial ya dijo que la acumulación más grande del capital se hace en Brasil. Son los capitalistas más antipopulares y más antisociales, tienen gran parte de las fortunas afuera, en paraísos fiscales, y operan por sociedades off shore. Es un ejemplo, justamente, de los dos tipos de democracia. La reducida, de Estado mínimo y mercado máximo, con el ataque a los proyectos sociales. El otro tipo de democracia, que en Brasil fue el de Lula, es el de democracia inclusiva, abierta a todos. El de los 71.440 super ricos es un dato del IPEA, el Instituto de Pesquisa Económica Aplicada. Es muy serio. La correlación mundial de fuerzas no permite que podamos impedir la acumulación del capital. Pero al menos podemos ponerle algún límite. Debemos hacerlo.
martin.granovsky@gmail.com

EL PAIS › ¿QUE HAY DETRAS DE LA OFENSA PRESIDENCIAL A LOS DETENIDOS-DESAPARECIDOS? Ni idea

El desdén por las víctimas de la dictadura se explica por la historia del holding Macrì, que creció en esos años y financió la represión. Ante una periodista mexicana el presidente debió responder por los temas que los colegas argentinos le permiten eludir. Los precios del gas no estaban congelados y el nuevo aumento no garantiza que crezca la producción. El peor crimen de la dictadura fue la miseria planificada de millones, que Macrì reproduce en democracia mientras declama pobreza cero.
› Por Horacio Verbitsky
Hacía muchos años que ningún actor político relevante llamaba “guerra sucia” al terrorismo de Estado, como lo caracterizó la CONADEP en 1984 y la Corte Suprema de Justicia en 2005, ni expresaba indiferencia por sus víctimas. La conmoción fue tan extendida e inmediata, incluso dentro de la Alianza Cambiemos, donde Ricardo Alfonsín y Federico Pinedo rechazaron cualquier equivalencia entre las organizaciones político-militares y la represión dictatorial, que el propio gobierno se vio forzado a rectificar por vía de interpretación las palabras que el presidente Maurizio Macrì empleó en un reportaje concedido el miércoles a BuzzFeed, la compañía neoyorquina de comunicación sobre contenidos en redes sociales. Ante una pregunta sobre la cantidad de personas detenidas-desaparecidas entre 1976 y 1983, Macrì respondió: “Ni idea”. Al referirse al tema en un ping pong de preguntas y respuestas rápidas del tipo ¿Fernet o Malbec?, ¿Taxi o Uber?, ¿Messi o Maradona?, Macrì banalizó lo que él mismo llamó “una horrible tragedia” o “lo peor que nos pasó en la historia”.

Cuestión de coherencia

La descontextualización de lo sucedido, sin la menor referencia al proyecto de sociedad que aquella violencia impuso, es coherente con la trayectoria del presidente: el holding familiar que lleva su apellido, SOCMA o Sociedades Macrì, despegó del montón hacia la cúpula patronal durante aquellos años, con López Rega primero y Massera y Videla después. No sólo fue uno de los mayores beneficiarios de ese proceso (tenía siete empresas en 1973 y 51 diez años más tarde; el endeudamiento externo de sus empresas rondó los 300 millones de dólares, cuyo pago fue asumido por el Estado; recibió subsidios de promoción industrial por 55 millones de dólares y fue uno de los principales contratistas de obras públicas), sino que también colaboró con las fuerzas represivas: fue uno de los capitalistas que financiaron el viaje y el entrenamiento de medio centenar de oficiales de las Fuerzas Armadas de Centroamérica por el Batallón 601 de Inteligencia del Ejército, donde aprendieron la técnica del secuestro, la tortura y el asesinato clandestino, una práctica en la que puede rastrearse la expresión desafortunada que utilizó el presidente. Al concluir la dictadura los grandes empresarios descubrieron el discreto encanto de la democracia. Todo limpio, sin golpes, sin gritos. Lo bueno del terror es que su efecto perdura. SOCMA no vio ningún inconveniente en donar a través de su rama informática SIDECO una procesadora de texto a la Cámara Federal que llevaba adelante el juicio a los ex Comandantes. La sumisión de radicales y peronistas a las nuevas reglas del juego sugiere que los militares y sus asociados tenían razón: bastaba con asesinar a los mejores cuadros de una generación para imponer una reestructuración profunda de la sociedad, eso que Rodolfo Walsh llamó “la miseria planificada de millones” y que consideraba la peor violación a los Derechos Humanos. Esa etapa concluyó con la crisis de fin de siglo y el despertar de 2003. Hasta que llegó Maurizio Macrì para negar, desde la derecha del espectro, el fin de la historia.

Medios y fines

La expresión guerra sucia fue acuñada por los miembros de la Junta Militar para justificar la represión, como recordó el ex presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, Tom Farer, en una entrevista que concedió en 1998 al periodista del diario Clarín, Alberto Amato. Dijo que durante la visita de la Comisión en 1979 también la utilizaba “otra gente respetable, banqueros, abogados, empresarios”. Durante el juicio de 1985 a los ex Comandantes varios testigos contaron un diálogo en la cárcel de Villa Gorriti con el obispo de Jujuy, José Miguel Medina, quien les dijo que seis detenidos por quienes le preguntaban habían sido juzgados, condenados y ajusticiados.
–¿Usted no se opuso? –le preguntaron.
–Estamos en una guerra sucia –respondió.
Desde la militancia perseguida se utilizó la misma locución, para describir los métodos de la represión ilegal. “Historia de la Guerra Sucia en la Argentina” es el título de la primera denuncia que escribí en 1976 sobre el campo clandestino de concentración que funcionaba en la Escuela de Mecánica de la Armada y que se distribuyó por las redes de la Agencia de Noticias Clandestina, ANCLA. Una vez terminada la dictadura reformulé la frase para disipar cualquier lectura ambigua y durante años escribí “guerra sucia militar contra la sociedad argentina”. En el juicio a las Juntas de 1985, los procesados argumentaron que “en la guerra no rige el derecho” porque “no tiene normas”. Pero la Cámara Federal rechazó en la sentencia que “el fin justifique los medios”. Los seis jueces (entre ellos el actual integrante de la Alianza Cambiemos, Ricardo Gil Lavedra, y el defensor de Carlos Pedro Blaquier, propietario del ingenio Ledesma, Jorge Valerga Aráoz) escribieron que el homicidio, la tortura, el robo, el daño indiscriminado, la privación ilegal de la libertad “son antijurídicos para el derecho interno argentino. Son contrarios al derecho de gentes. No encuentran justificación en las normas de la cultura. No son un medio justo para un fin justo. Contravienen principios éticos y religiosos”.
El Secretario de Rec… de Derechos Humanos, Claudio Avruj, enmendó la patinada presidencial con un comunicado escrito. En menos de 150 palabras dijo que la única guerra sucia, (que escribió entre comillas), es la del Estado por los crímenes cometidos. También repudió y condenó “el terrorismo de Estado desplegado y a sus perpetradores”. Añadió que “30.000 es la cifra que marcó el camino de la lucha de la sociedad argentina por esa memoria, verdad y justicia”, tal como había sostenido cuando el ex secretario porteño de Cultura, Darío Lopérfido de Mitre, pretendió que esa cifra se había inflado para cobrar subsidios. Está claro que el gobierno nacional cada vez que aventura un pie en las aguas heladas de la impunidad, debe retroceder ante la consistente respuesta social. Pero, como se señaló durante las Cuartas Jornadas Nacionales de Abogadxs en Causas por Crímenes de Lesa Humanidad, que concluyeron ayer en la Exma, Macrì intenta destruir las políticas estatales de apoyo al juzgamiento a los responsables del terrorismo de estado, por lo que pidieron la declaración del estado de emergencia judicial. Ante todo, el gobierno desmanteló o redujo a la anemia presupuestaria las áreas que aportaban pruebas a la Justicia sobre responsabilidad o complicidad con el terrorismo de Estado. Sin esos aportes y con la persistente dificultad para integrar tribunales orales en distintos lugares del país, la marcha de los juicios se ha hecho más lenta, hasta llegar a la parálisis cuando se trata de las responsabilidades empresariales. La Secretaría de Derechos Humanos se retiró como querellante en las causas del desapoderado banquero Eduardo Saiegh contra el ex vicepresidente del Banco Central, Alejandro Reynal, su primo William Reynal, Federico, Pablo y Eduardo Braun, parientes de Marcos Peña Braun y Miguel Braun, actuales jefe de gabinete y Secretario de Comercio. El banco de Saiegh tenía en caución parte del paquete accionario de la compañía aérea Austral, entre cuyos titulares estaban los Braun y Willy Reynal. Contra la opinión de la Fuerza Aérea, la dictadura expropió esa empresa quebrada, con lo que en vez de cobrarles la deuda que tenían con el Estado les pagó una compensación. Luego, el ministro de Economía José Martínez de Hoz ofreció Austral en venta a Franco Macrì y a Carlos Pedro Blaquier, operación que no se concretó. Esta historia fue reconstruida por Celeste Perosino, Bruno Napoli y Walter Bosisio, el equipo de investigadores de la Comisión Nacional de Valores y luego del Banco Central, quienes trabajaron sobre las actas de la Junta Militar que la Fuerza Aérea entregó al ex ministro de Defensa Agustín Rossi. La Secretaría de Derechos Humanos argumentó que Saiegh invocaba el carácter de querellante del Estado como garantía de un fondo fiduciario de inversión por 100 millones de dólares. Por cierto, hubiera bastado con aclarar que esa interpretación era extravagante, pero Avruj prefirió retirarse de la causa. Antes, el gobierno dejó sin funciones a Perosino, Napoli y Bosisio, al disolver las áreas en que se desempeñaron, en el BCRA y en la CNV. A esto se refería Macrì cuando le dijo a BuzzFeed que no quería “interferir” con la Justicia como cree que hizo el anterior gobierno.

Ayer, hoy y mañana

Con el mismo propósito de relativizar la importancia de los juicios, el presidente sostuvo que su prioridad son “los derechos humanos del siglo XXI”: la educación, la salud, el trabajo, el transporte público, la violencia de género. Pero cuando la periodista le preguntó si su oposición al aborto, que obliga a las mujeres a la clandestinidad, no era violencia de género, Macrì respondió que “la vida es algo único y nos cambia a todos para siempre cuando uno tiene un hijo”, la cínica manera de un millonario de desentenderse del tema. La inquisitiva Carla Zabludovsky quiso saber como garantizaría la salud de las mujeres “que van a seguir abortando”. El presidente dijo que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires había aprobado un protocolo que permitía “conducir las cosas de un modo razonable”. Ese protocolo sólo se refiere a los abortos no punibles, como en casos de violación, y un grupo de organizaciones no gubernamentales pidió su inconstitucionalidad, porque en vez de favorecer la práctica la obstaculiza, con requisitos que no contemplan el Código Penal ni el fallo FAL de la Corte Suprema de Justicia. Con un rigor profesional que deberían envidiar los periodistas argentinos que entrevistaron a Macrì, la colega mexicana le preguntó por el incremento de la pobreza bajo su gobierno, su escasa credibilidad como “líder de la cruzada anticorrupción” y la funcionalidad de las denuncias contra el gobierno de CFK para tapar los efectos del tarifazo o el escándalo de los Panama Papers. El presidente repitió el exitoso libreto diseñado por Jaime Durán Barba y Marcos Peña Braun, según el cual todos esos problemas son obra del gobierno anterior y el actual llegó para decir la verdad: la inflación y el tipo de cambio estaban reprimidos, el tarifazo fue un “sinceramiento”, el aumento del 500 por ciento es “lo más gradual que podíamos”, de otro modo no habría energía y sin energía no vendrían las inversiones que generarían crecimiento para reducir la pobreza, ya que el país llevaba más de cinco años estancado y sin crear empleo, pero abusando de las reservas “sostuvo una apariencia” (sic). Este cuento de hadas ha sido desmentido por los datos oficiales, privados y de organismos internacionales y cada día es menos eficaz para engañar a quienes padecen las consecuencias de su política, como admite desde Londres hasta The Economist.
Mientras los ex secretarios de Energía que operan como consultores y lobbystas de las empresas petroleras justifican el tarifazo, el especialista Roberto Kozulj, vicerrector de la sede andina de la Universidad Nacional de Río Negro, explica que en los últimos dos años las tarifas de gas crecieron en forma significativa. Entre 2008 y 2014 los incrementos en Capital Federal y Gran Buenos Aires fueron de entre 3 y 7 veces según los rangos de consumo; en 2008 se autorizaron aumentos del 40 al 75 por ciento, salvo para los usuarios de mínimos consumos y en mayo de 2015 volvieron a crecer. Es sobre ese cuadro que a partir del 31 de marzo de 2016 deben multiplicarse las tarifas hasta por 5. La suposición de que los supuestos bajos precios del gas natural fueron la causa de la declinación por parte del sector privado (cuya producción cayó en unos 10 millones de metros cúbicos diarios, mientras la YPF estatizada aumentaba la suya en 7 millones), muestra que la transferencia de ingresos a los productores de gas desde 2008 tuvo magros resultados pese a los “precios más que razonables”. Para Kozulj los nuevos precios en boca de pozo implicarán una enorme y nueva transferencia de rentas sin asegurar ni el autoabastecimiento ni la exploración de riesgo, ya que no implican compromisos de inversión en exploración y “bien podrán acelerar el agotamiento de las reservas”, tal como ocurrió a partir de la privatización de YPF. Para el experto el problema fiscal se agravará en cualquier caso: por la caída de la demanda agregada, del nivel del producto y del empleo si los usuarios pagan estos costos o por medio de subsidios a los productores, si no pueden afrontar las nuevas tarifas. La única solución sería un acuerdo razonable entre los productores petroleros y los gobiernos nacional y provinciales sobre los niveles de producción y precios necesarios “para salir de un atolladero donde además el problema fiscal agrava el retraso cambiario, a la vez que precios dolarizados para el gas impactarán inevitablemente sobre la inflación en una perversa espiral que atenta contra el conjunto de actores para los cuales disponer de energía es una necesidad”. A partir de este análisis de Kozulj, aparece el problema de fondo que empresas, consultores y gobiernos soslayan, que es la fijación del precio en boca de pozo. El Estado no ha desarrollado métodos para determinar el costo de producción, que las empresas declaran bajo juramento, de modo que el precio lo fijan siempre las petroleras, y la ley vigente no considera ese tramo servicio público, sometido al mecanismo de audiencia pública. Cuando el mercado mundial está en alza, las petroleras reclaman el precio internacional, pero cuando baja exigen un subsidio, como el que rige en la actualidad. Esto es lo que nunca sincerará el gobierno que vino a decir la verdad.
EL PAIS • SUBNOTA

Las hojas y el rábano

› Por Horacio Verbitsky
Hace dos semanas, en la nota “Curarse en salud” se informó que el presidente Maurizio Macrì, quien concurre a sesiones de psicoterapia en Avenida Las Heras al 2000, hizo retirar de esa cuadra dos grandes contenedores de basura de la municipalidad porteña “porque me van a poner una bomba”. A la semana siguiente, la revista Noticias de la Semana dedicó su portada al médico Jorge Ahumada, a quien presentó como “El Psicólogo del Presidente. Este hombre sabe todo de Macrì”. Un segundo título anuncia un “Reportaje” al terapeuta, quien habría dicho que “No es un paciente cualquiera”. Dentro de la revista no hay tal reportaje, como lo testimonia una fotografía tomada por Marcelo Escayola: sorprendido en la vereda al salir del consultorio, Ahumada deja con la mano tendida al cronista, que es quien afirma lo que la tapa atribuye al médico. Ahumada se limita a explicar que lo recibe en su consultorio en vez de ir a Olivos para que “la terapia no cambie”. Suele leerse con la misma ligereza con que se escribe: indignados internautas reprochan al psicoanalista revelar los secretos de su paciente, cosa que de ninguna manera hizo. El cronista también me dedica un párrafo. Dice que ahora considero que la salud de los presidentes “vuelve a ser un tema digno de los medios”. Nunca afirmé lo contrario y mi nota no trataba de la salud del presidente, sino de su obsesión por la seguridad, que si orienta su política puede tener catastróficas consecuencias para el país.