sábado, 2 de mayo de 2015

La mentira humanitaria Por Enrique Lacolla

La hipocresía del sistema-mundo y la negativa a ver más allá de la información prefabricada de quienes lo sirven, son dos factores que complican la necesaria recuperación de una conciencia histórica y por lo tanto política.

Estos meses han visto un aumento exponencial en el número de víctimas causadas por las tentativas de franquear el Mediterráneo de parte de decenas de miles de migrantes desesperados por escapar de las zonas de conflicto o hambruna en África y en el medio oriente. En los primeros cuatro meses del año se ahogaron 1.500 personas, una cifra 30 veces mayor que la registrada el año pasado en ese mismo lapso. Frente a esta catástrofe humanitaria la ONU y la Unión Europea han emitido un sinfín de expresiones de condolencia y han exigido redoblar las medidas para frenar el aluvión de inmigrantes ilegales que se dirigen, en su gran mayoría, hacia Italia, dado que esta península ofrece la vía más accesible y aparentemente más permeable para introducirse en Europa.

Ha habido cierto clamor ante este desastre, clamor que involucra a gobiernos, parlamentos y organizaciones humanitarias de Europa. Esos reclamos giran en torno a testimonios de sobrevivientes de los naufragios, detallan las dificultades y limitaciones de las operaciones actuales de búsqueda y salvamento y piden el lanzamiento de operaciones humanitarias para salvar vidas en el mar que cuenten con buques adecuados, aviones y helicópteros que patrullen las zonas donde haya vidas en peligro. Otros, aquejados de “buenismo”, solicitan una apertura indiscriminada para acoger los refugiados –una solución buena para ser pregonada, pero inviable desde el punto de vista sociopolítico. Otros hablan –de manera más ominosa y desde sedes más altas- de practicar bombardeos o incursiones de las fuerzas especiales para destruir en el puerto a las embarcaciones dedicadas al tráfico de personas y frenar así el flujo migratorio. Pero nada se dice de las razones reales del problema ni de las actividades político-militares generadas por el bando imperial, que garantizan la permanencia del estado de cosas enfermo que suscita el aluvión de quienes se arriesgan a todo porque nada tienen para perder.

De los informes y escandalizadas protestas de esa laya se desprende, implícita o explícitamente, que la culpa del caos la tienen los “estados fallidos” que expulsan a sus pobladores. Pero, ¿fallidos por qué? De esto no se habla. El hambre, los conflictos étnicos y confesionales empujan a muchos habitantes del África subsahariana a escapar del infierno en que se han convertido sus países, pero ese desorden no puede disociarse de la herencia del colonialismo –que fragmentó a tribus y culturas para servir sus propios intereses políticos y económicos- ni de la profundización de esas grietas por el neolonialismo, que sigue explotando esas diferencias para sobornar y manipular a gobiernos títeres y hacerlos luchar los unos contra los otros, de acuerdo al patrón que convenga a los intereses geoestratégicos de las potencias, sean estas Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos e incluso Italia.

En el caso de las sociedades de medio oriente que llegaron a conformarse como estados modernos, bien que no siempre articulados de acuerdo a las normas de las democracias europeas, la burla es todavía más notoria. Irak, Siria y Libia eran estados laicos, bien estructurados, que suponían un hábitat razonablemente confortable para sus ciudadanos y donde convivían distintas confesiones. A partir de la guerra desencadenada por Estados Unidos con el pretexto de combatir al terrorismo, las operaciones de desestabilización se multiplicaron, cundieron los embargos y los bombardeos y finalmente se lanzaron operaciones militares en gran escala contra esos países, a los que se denominó “estados canallas”. Esos países no tenían gran cosa que ver con el terrorismo al que hacían alusión Washington y sus aliados. Sí eran, en cambio, la expresión de políticas autónomas que entendían preservar sus propios intereses y recursos antes que adecuarse servilmente a las exigencias del “gran hermano”.

¿Cuántas vidas se han cobrado las guerras y embargos que Estados Unidos impuso al gran arco que va del Asia central al Mediterráneo central en años recientes? ¿Cientos de miles o, más probablemente, millones? ¿Y cuántos son los refugiados forzados escapar de sus aldeas y a instalarse en campamentos de fortuna en Jordania, Líbano, Egipto y Turquía? Varios millones también. Esta muchedumbre ingente, que sobrevive en condiciones a veces de penuria extrema, provee millares de migrantes a la masa de gente que intenta abordar Europa y que con frecuencia pierde la vida en el intento.

Está claro que el problema no puede resolverse con políticas de contención y socorro a los extraviados en el mar, a los que se los devuelve después a su punto de partida, sino por medio de una reformulación de las coordenadas estratégicas globales, que apunte a la organización de las sociedades en conflicto, empezando con la cesación de las políticas de injerencia, sobornos y atizamiento de los conflictos locales. Pero para eso haría falta una revolución que destronase al capitalismo o que al menos lo forzara a introducirse dentro de los parámetros de la racionalidad emanada del miedo que permitió que, ante la amenaza comunista, el sistema se reorganizara a sí mismo después de la segunda guerra mundial, dando lugar al período más progresivo que conoció el mundo a lo largo de su historia. De las “tres décadas gloriosas”, sin embargo, no queda nada, y el neoconservadurismo, bautizado neoliberalismo, campea por sus fueros. Incluso después de las recientes catástrofes en el Mediterráneo el primer ministro inglés David Cameron subrayó que “la tarea de la Unión Europea no era la de salvar a los refugiados sino la de tomar las medidas más eficaces contra el flujo de ellos”. O, en palabras de la “Süddeutsche Zeitung”, “la disuasión de los refugiados no pasa por su salvataje”. Más bien al contrario…

De hecho, la posibilidad de una intervención armada de carácter “quirúrgico” en Libia no puede ser descartada. Libia, que hoy es la lanzadera del flujo migrante hacia Italia, fue destruida como estado por acción de los servicios de inteligencia, las fuerzas especiales y la aviación de la OTAN en 2011. Entonces, con ayuda de los terroristas de Al Qaida, los aliados occidentales explotaron las diferencias entre la Cirenaica y la Tripolitania para hacer estallar la Yamahiriya de Muamar al Gadafi. Lo que quedó fue un país destruido en sus infraestructuras y convulsionado por las pujas tribales, que lo han partido en dos. Está entonces servida, con el pretexto de yugular el flujo migratorio y “proteger” a las víctimas de los traficantes de carne humana, la oportunidad para llevar a la práctica un intento para asentar algunas bases que aseguren las fuentes de provisión de petróleo y el acceso al África profunda, sin complicarse en ningún intento por ocupar el país, dejándolo más bien librado a sus propios demonios intestinos. Es ejemplo puntual de la teoría de caos, que en tiempos tan lejanos como los años 50 elaboró Leo Strauss, un filósofo político alemán de origen judío nacionalizado norteamericano, como Kissinger, y que refrescó después Paul Wolfowitz, subsecretario de Defensa durante la administración de George W. Bush, quien la aplicó concienzudamente en Irak, en 2003.

En esencia se trata de crear un desorden global tan gigantesco que nada pueda orquestarse fuera de la voluntad de la nación creadora del Nuevo Orden, Estados Unidos. Con el barniz de la excepcionalidad norteamericana, que “condena” a la Unión a proteger a los más débiles, salvándolos de “los tiranos que explotan a sus pueblos”, esta doctrina brutal e hipócrita, paráfrasis de “la carga del hombre blanco” de Rudyard Kipling, es la que está detrás de todos los emprendimientos que se encuentran en curso en el mundo de hoy, desde el extremo oriente al confín occidental, y desde el norte hacia el sur.

El dinamismo de esta fórmula es lo que regula las tendencias predominantes en el Pentágono y en el ámbito de la oligarquía política y financiera que comanda el destino de los U.S.A. y con él al del resto del mundo. Es un proyecto tan desmesurado como, probablemente, suicida. Pero es lo que está en curso. Frente a él se tiene la sensación de que, entre los factores de resistencia, sólo existen con un nivel de potencia equiparable Rusia y China; la primera en el campo militar y la segunda en el económico, aunque la disponibilidad de esta última en expedientes guerreros sea también muy importante y siga creciendo día a día.

La actitud de adversarios globales de la hegemonía estadounidense y sus satélites, y de todo lo que esta significa, es, como no puede ser de otra manera, prudente. Se trata de no dejarse provocar, de negociar lo que se puede, aunque sin transigir en el umbral de la propia seguridad estratégica, y de buscar la asociación con los países emergentes, que también se encuentran amenazados por las maquinaciones del capitalismo salvaje. La expectativa es que este se devore a sí mismo y que, al dispersar su esfuerzo, se diluya o se atragante con su desmesurado apetito. El potencial del bloque euroasiático, si se lo desarrolla en el marco de una economía equilibrada, es muchísimo más grande que el del bloque que conforman Estados Unidos y la Unión Europea. Incluso la asociación de esta última con EE.UU. es tan problemática y a la larga tan desastrosa para Europa que no se comprende como sus países puedan seguir haciendo causa común con Washington. Sólo la pérdida de su pulso histórico puede explicar esta decadencia.

Mientras tanto sólo resta arrugar la nariz ante tanta podredumbre y tratar de ver claro en un mapa mundial donde todo está en movimiento. De lo que podemos estar seguros es que “el mundo” no se compone sólo de las potencias plutocráticas a las que nuestros cipayos rinden culto. Es un ámbito mucho más grande, complejo, peligroso y dinámico de lo que ellos creen.

http://www.enriquelacolla.com/sitio/notas.php?id=422

El desinterés: la forma oculta de los intereses Por Mariana Moyano

Fueron un puñadito. Recurrieron a todo el arsenal intelectual que poseían y, en coordinación o en soledad, construyeron un andamiaje teórico para mantener en pie algo de seriedad académico-política frente a lo que la chantada Fukuyamezca estaba dinamitando a fuerza de charlatanería sostenida con multimillonarios fondos, tráfico de ideología con verdadero poder de fuego directo, drones de ideas perforantes directo a las cabezas y el juego de la globalooney a todo vapor. No eran los preferidos de aquellos supuestamente prestigiosos atriles universitarios pero dieron la pelea más digna y cuesta arriba de los últimos –por lo menos- cincuenta años del mundo de las ideas. Fueron los que se animaron, en plena burbuja del fin de las ideologías, a plantar bandera y gritar que, señoras y señoras, la historia no se ha detenido, ni se detendrá porque es -lo saben bien los marxistas pero también ya a esta altura quienes no lo son también- siempre habrá conflicto y es éste el motor del movimiento de la vida de los hombres. Y mientras haya humanidad, habrá sujetos políticos.

Fredric Jameson aullaba desde su “Ensayos sobre el Posmodernismo”, un libro de principios de los años 90: “Parecería ocurrir en el debate posmodernista, y en la sociedad burocrática y despolitizada a la cual corresponde, en donde todas las posiciones aparentemente culturales resultan ser formas simbólicas de moralización política, excepto por la única evidentemente política, lo que sugiere nuevamente, un desplazamiento de la política hacia la cultura. Tengo la sensación, de que la única salida adecuada fuera de este círculo vicioso, además de la praxis en sí misma, es una visión histórica y dialéctica que intente capturar el presente como Historia”.

James Petras, uno de los duros duros de la izquierda estadounidense, recurrió a un juego de palabras propio del inglés para cachetear rapidito y con efecto a eso del fin de las ideas y del mundo global y uniforme: Baloney, en inglés, quiere decir tontería. De allí que en lugar de utilizar la palabra globalización inventara el neologismo “globalooney”: globalización de la tontería. El argumento principal de los defensores de la globalización es que estaríamos viviendo una economía globalizadora, una economía supranacional donde las naciones y los Estados serían anacrónicos, sostuvo Petras. La cuestión, sería, entonces, encontrar formas de gobiernos supranacionales, o sea, las multinacionales. “Debemos cuestionar –escribió- todas las premisas. En primer lugar, la novedad misma de la globalización. La circulación y la producción extra nacional tiene la misma larga historia que el capitalismo (…) Hablar de globalización en sentido homogéneo de que todos estamos metidos en economías interdependientes, que todos ejercemos una influencia recíproca, es totalmente falso. Porque el dinamismo está ubicado en algunas clases y algunas regiones, mientras que otras están afectadas de forma asimétrica”.

Terry Eagleton batió el parche con firmeza y tanto en su “Ideología” como el “Las ilusiones del posmodernismo” lo dijo de modo bello. Ese pasar de todo, tan pregonado por los chantunes vociferadores del “no hay nada que hacer porque la Historia (no la disciplina, sino el movimiento social de los sujetos, es decir, la posibilidad de transformación) ha muerto”, puso a este profesor de Oxford en la obligación de gritar un “basta fuerte” y lo escribió así: “Tanto para Nietzsche y Heidegger como para Marx, somos seres prácticos antes que teóricos. Y en opinión de Nietzsche, la noción de desinterés intelectual es por sí misma una forma oculta de interés, una expresión de la rencorosa malicia de aquellos que son demasiado cobardes para vivir peligrosamente” y las “implicaciones políticas” de estos movimientos no son otras que “expulsar el deseo del sujeto (para) enmudecer su grito potencialmente rebelde.

Eduardo Grüner, por estas tierras, se animó con el genial “El fin de las pequeñas historias” y desde allí disparó: “El posmodernismo –término que empezó a generalizarse en la arquitectura norteamericana a principios de los setenta- se consagró con el derrumbe de una construcción, el muro de Berlín, y él mismo se derrumbó con la caída de unos edificios en Nueva York. Había especializado la experiencia, había eliminado, con los tiempos ‘reales´ de la informática, la densidad de los tiempos históricos”. Pues, “se terminó la era de los simulacros, volviendo a Žižek, hemos sido arrojados al desierto de lo real”.

Estas citas son apenas algunas.Porque hubieron los Edward Said que no detuvieron ni su producción intelectual ni su denuncia de las atrocidades de los actos terroristas de los Estados Unidos, la OTAN o Israel; los Nicolás Casullo que metieron el cuchillo en el debate Modernidad-Posmodernidad; los Samir Amin o los Slavoj Žižek que, enojados, nos pintaron la escena de aquel presente; los Eric Hobsbawn que mantuvieron su prestigio y calidad pero que no fueron best sellers.

Toda esta parrafada de citas de libros de profundad densidad teórica para dar cuenta de algo que atraviesa la Argentina estos años, estas semanas, estos días, incluso estas jornadas en la Ciudad de Buenos Aires. Porque lo pequeño que vivimos por estas horas es hijo, ejemplo, parte de un todo; una fotografía de la película completa de este inmenso cambio de paradigma que atraviesa el mundo. Y esta disputa de ideas no es nada menor porque aceptar como diagnóstico esta transformación o negarla da cuenta de si quien habla es alguien de ojos y cabeza abierta u otro que pretende hacernos creer que nada se ha modificado para llevarnos de vuelta a este cercano pasado de inmovilidad de apatía.

Los gringos la tienen más fácil en el lenguaje. Ellos tienen el término History para dar cuenta de la Historia y la palabra story para referirse a esos relatos más pequeños, menores, como un texto periodístico. Nosotros, con el castellano, sólo podemos defendernos con la mayúscula; con una H grande para pisar fuerte y marcar que no nos pararemos nunca en aquella tontería berreta del fin de la historia, las ideologías y todo lo que tiraron por la borda cuando el capitalismo cultural determinó anestesiarnos. La misma mayúscula que debemos usar con la P de Política, porque esa trampa está en el aire también para eso.

Se ha avanzado: los diarios, por ejemplo, los que más nos jugaron la ideológica –sin avisar, de más está decirlo, aunque lo diremos igual- dividiéndonos el pensamiento en secciones, o sea diseccionándonos el razonamiento en secciones periodísticas como política, política nacional, política internacional, política económica, economía, finanzas, mercados, managment, economía internacional y varios etc. más se vieron obligados en estadéada a parar la pelota y crear espacios como El País. Es decir, no pudieron escapar al clima de época, el que corrió velos y nos mostró que las decisiones tomadas en una esquina de la administración del Estado están íntimamente vinculadas a lo que suceda en la terminal administrativa y política del rincón más lejano.

Cuando nos loteaban la información –la forma más perversa de impedirnos conectar hechos- tenían un supuesto motivo inherencia a la propia disciplina. ¿La excusa? Practicidad periodística. ¿El objetivo político? Impedirnos vincular lo que ME pasa de lo que NOS pasa. Construirnos un mundo individual mientras del mundo en serio, del grande, del de los poderes y el dinero, se ocupaban ellos y el resto de las corporaciones, las de las armas, las del dinero y las de las mentes.

El TodoVaConTodo presidencial tan de moda por estos días no es nuevo y los editores se dieron cuenta. Bien cerquita del 2003 y de aquella fenomenal y rotunda afirmación del entonces candidato Néstor Kirchner de “mi ministro de Economía voy a ser yo”, frase brindada como respuesta a los preocupados cronistas de antaño que ponían por encima de la autoridad presidencial la tecnocracia del edificio de Hacienda, los diarios tuvieron que juntar todo, meter violín en bolsa y salir con sección única en la cual se colocara toda la información del quehacer nacional. Porque la economía es política y las decisiones presupuestarias son político-ideológicas, “estúpido”.

Por aquellos tiempos aciagos del desierto como toda expresión posible, “la política” era algo –en el discurso dominante- bien diferente de “lo político”. Para decirlo fácil y que se entienda bien: la política era sólo la rosca, la campaña y la cuestión electoral. Incluso hoy hay algunos distraídos –propios, ajenos y de varias de las especies- que no tomaron nota del cambio. Se lo hacen mucho al Jefe de Gabinete Aníbal Fernández cuando con su vozarrón inunda las radios y pone agenda a fuerza de laburo y bocho cada mañana. “Ministro, lo saco de estos temas y lo meto en la política”, le dicen. Él, resulta, venía hablando de fondos buitres, la gira de Cristina por Rusia, la colocación de los Bonos 2014 o la actuación de Sandra Arroyo Salgado en la novelita Nisman, pero el sesudo periodista consideró que todo aquello no era política, sino vaya uno a saber qué y decide rotar la conversa a lo electoral, es decir, lo que para su cortita capacidad es “LA política”. Supongo que Fernández bufa por adentro, pero debe mantener ciertos modales en público y ha de ser por eso que no cachetea con la retórica en ese punto. Fernández, la otra, ya sabemos qué hace con tamaña burrada: se para en el atril de las Naciones Unidas o de cualquier Cumbre que le cuaje y le canta las 40, las 50, las 60 al poderoso que sea, Barak Obama o el anarco capitalismo, da igual.

Así las cosas, las elecciones y sus resultados en tanto artículos específicos de esa temática ocuparon las correspondientes 24 o 48 horas tanto en portadas como en noticieros. Y eso no quiere decir que no importe “La política”, sino todo lo contrario. Significa que nunca en nuestra historia reciente como ahora importa “lo político”. Es decir, los que nos quieren diseccionar la perspectiva no han podido con el vendaval de la política, con el aluvión de ésta. Así, un lunes, le encajaron el “importante triunfo” opositor a los resultados de Mendoza y Santa Fe y se convirtieron en la experiencia de envejecimiento más pronta de un diario: a las 4 de la mañana estaban en la calle y esa de la tapa ya era info atrasada porque ni fue tan importante ni se sabe con exactitud si hubo triunfo. Pero ya, martes, miércoles, jueves, viernes e incluso sábado no pudieron escapar: Nisman, Rusia, Vaca Muerta, los llamados “ilegales” de Europa y la barbaridad xenófoba del diario inglés The Sun, el ridículo de Griesa, el gesto de tremenda “modernidad” del Papa Francisco y su confirmación de su visita a Cuba, la foto bien ocultadita del abrazo de Maradona y el líder Vaticano (D10s y el Papa, al decir de nosotros los maradonianos) con una señora de pelo cortito detrás pero muy cerca y que no es otra que Marta Cascales (la esposa de quien es el mismísimo demonio para algunos, Guillermo Moreno), el republicanismo del Presidente de la Corte tan opositor a las reelecciones pero re re re electo en su puesto en un “por las dudas” de dudosa ética, la interna de la familia/partido judicial donde se juegan la operación Bonadío/Hotesur y el cascotear al fiscal Javier De Luca, que acabó con la fantochada Nisman para permitirnos a los argentinos exigir la verdad sobre la muerte de Nisman. “Lo político”, de lleno en las primeras planas relegando a lo electoral (lo que los mediocres llaman “la política”) al lugar que le corresponde, el de resultado del acto cívico de un país que ejerce la política con gestos soberanos tanto individuales como de Estado.

Y porque la disputa no ha terminado sino que lejos de ello vive su momento más culmine y determinante, no es casual que los dos diarios más poderosos hayan llevado el fin de semana dos notas en las cuales se pugna por volver a aquello de que la política es una ínfima parte de lo que sucede, hacemos y ocurre. “El deporte de la política”, firma uno de los poderosos de Clarín y escribe: “en realidad, lo que necesita la política son personas democráticas, inteligentes, interesadas en la cosa pública y en el servicio a la sociedad que garanticen idoneidad y decencia”. Una afirmación que, si viniera de otro, uno podría pensar en la profunda ignorancia del escribiente, pero viviendo de él no es otra cosa que un acto de profundo cinismo, en el cual se muestra más como un amigo de Heidi, de Pedro, e incluso del abuelo de la niña de los prados, que como el gran conocedor de los recovecos del entramado. En el diario centenario, en cambio, no salen ellos con el cuchillo entre los dientes. Siempre han sido más elegantes. Ponen a un “analista”, y vaya esto con muchas comillas” que escribe PARA La Nación. El título del artículo es “La politización perversa del kirchnerismo” y dice allí el opinólogo: “un ex funcionario técnico del Ministerio de Economía recuerda con dolor el día en que Néstor Kirchner le pidió la renuncia a Roberto Lavagna, justificando su decisión con una frase punzante, que anticipaba el concepto de administración que regiría en adelante (…). "Mirá, hasta acá vos y yo cogobernamos; yo asumí la presidencia con más desempleados que votos. La mitad de esos votos me los diste vos. Bueno, ahora se acabó el cogobierno y el ministro soy yo". (…) El kirchnerismo se vanaglorió de politizar la sociedad. Al cabo de una larga década, no hay evidencias, más allá de casos circunscriptos, de que lo haya logrado. En cambio, llueven los testimonios de una politización perversa: la de los cuadros administrativos del Estado, al que se ensalza en la retórica, mientras se lo debilita en los hechos, persiguiendo y desplazando a sus artífices más calificados”. En criollo: todo el poder a la tecnocracia supuestamente desinteresada para mandar a los gulags a los políticos que no se comen en versito de que lo político es apenas administrar las decisiones que vienen de arafue.

Que nos quede claro: No les importa tanto que el país se vuelva opositor como que se quede quieto; que vuelva al efecto anestesiado de los años noventa, que retorne al desierto, que se meta otra vez en la Matrix. Los poderes reales, los de siempre, los perdurables nos quieren rabiosos para usarnos de vanguardia en la gesta por tumbar a quienes transforman y le sostienen la pulseada. Pero cometido el acto, nos volverán a lanzar al efecto durmiente del “¿y a mí qué me importa?”, el “la política es sucia” o el “que se vayan todos”, sencillamente para quedarse ellos.

Eagleton lo dijo mucho mejor de lo que yo podría hacerlo jamás, así que no voy a esforzarme en parafrasearlo cuando sus palabras resuenan poderosas: “Si las personas no combaten de manera activa un régimen que las oprime, tal vez sea porque han absorbido sumisamente sus valores dominantes. (…) Los medios de comunicación se perciben a menudo como un potente recurso por que se difunde la ideología dominante, pero esta suposición no debería aceptarse de manera incuestionable. (…) Muchas personas dedican la mayor parte de su tiempo de ocio a ver televisión; pero si el ver televisión beneficia a la clase dominante no puede ser principalmente porque contribuya a transmitir su propia ideología al dócil populacho. Lo importante desde el punto de vista político de la TV es menos el contenido ideológico que el acto de contemplarla. El ver la televisión durante largos períodos confirma funciones pasivas, aisladas y privadas de las personas y consume mucho más tiempo del que podría dedicarse a fines políticos. Es más una forma de control social que un aparato ideológico”.

No lo dijo Eagleton y no sé si lo diría porque no creo que conozca mucho de rock argentino. Así que lo digo yo: Nos quieren quietos. No les demos el gusto y como dijeron los de Billy Bond y la pesada y como canta habitualmente Ricardo Mollo con Divididos, “Salgan al sol, revienten. Salgan al sol, paquetes. Salgan al sol”.

Diario Registrado

CONTRATAPA El Mediterráneo

Ya es casi una frase hecha decir que el Mediterráneo se ha convertido en una fosa común. Aquel Mediterráneo al que le cantaba Serrat se fue volviendo en los últimos años una fosa en cuyo fondo yacen miles de hombres, mujeres y niños que no tienen nombres. No se saben los nombres de los ahogados. Son inmigrantes ilegales, gente que es castigada hasta después de muerta con el NN del anonimato, de la cosificación. No se sabe qué historias han recorrido ni qué caminos han tomado ni de qué pestes huyen, porque no todos vienen del mismo lugar ni escapan de las mismas cosas. Los que empezaron siendo marroquíes, y cruzaban el mar que estaba al lado para llegar a Europa, ahora vienen de miles de kilómetros más al sur, desde los confines subsaharianos de ese continente del que no tenemos la menor idea. Los de más al sur huyen del hambre. El año pasado esos lugares eran Sudán, Tánger, Eritrea.
Otros, por ejemplo los más de 800 que se ahogaron en un solo día del último abril en el canal de Sicilia, huyen también de la pobreza extrema, pero sobre todo de la guerra. Ahora llegan desde Libia, donde desde que la OTAN intervino y tomó como botín endiablado a Muammar Khadafi, el pueblo libio no fue liberado del tirano sino empujado a una guerra civil inacabada, sometido a la violencia de los grupos extremistas que habían sido financiados por Estados Unidos para usarlos como fuerza de choque contra Khadafi. De uno de esos grupos, el más feroz, nació el ISIS.
Desde que terminó la Guerra Fría, y el fanatismo neoliberal causó en Occidente todos los estragos y los infinitos núcleos de dolor humano que conocemos perfectamente, algo estuvo también pasando en Africa, que quedó, como América latina, a merced del mundo unipolar tutelado por Estados Unidos con la participación activa de Europa. Eso que pasó en Africa no lo sabemos, no forma parte de nuestras agendas, también para nosotros Africa es un continente indefinido y borroneado sobre el que, en general, no podríamos opinar seriamente más allá de unas líneas. Pero hoy la frontera sur europea es la más mortal del mundo, y los que mueren son africanos. Son cada vez más, y más. En 2014, 3224 personas murieron al intentar cruzar el Mediterráneo en pateras maltrechas. Muchos de ellos lo hicieron a la vista de los buques guardacostas que no los rescataron. Y no se saben los nombres de los muertos. No se sabe nada, nadie se hace responsable, ni siquiera hay luto o duelo o conmiseración.
Ese número cerrado de 2014 fue, sin embargo, más bajo que el del año anterior y con toda seguridad que el que arrojará 2015, que está batiendo records. Tuvo que ver con la disminución de víctimas la primera acción de Estado del papa Francisco, cuyo primer viaje ya ungido Papa puso proa a Lampedusa. Esa visita inesperada del nuevo Papa puso a Europa en aprietos, y surgió la operación Mare Nostrum, que dotó de recursos a los equipos de rescate. Mare Nostrum concluyó en noviembre de 2014, pese a que su curso estaba bien y debía ser reforzado. Hubo recorte de gasto público. Hoy está vigente la Operación Tritón, que obedece a otra lógica: en lugar de desplegar equipos de rescate, Europa abandona el mar y lo que refuerza son sus propias fronteras. Los ministros de la UE reunidos la semana pasada decidieron eso, además de aportar otro tipo de ideas, como la de perseguir a los traficantes de personas, los dueños de las pateras, o hundirlas directamente en Africa, antes de su salida.
Europa, la vieja y desvencijada Europa –desvencijada sobre todo en su parte más cruel, su parte sur–, se ha convertido en una inmensa fortaleza que como un castillo medieval levanta sus puentes y se atrinchera para repeler a quienes debería refugiar, no sólo por piedad sino más bien por responsabilidad. Los africanos escapan de las pesadillas que no engendraron ellos, sino el colonialismo y la geopolítica a la que fueron condenados después de la Segunda Guerra.
Esos que mueren todos los días son NN, una sigla que se multiplica en otros territorios arrasados por la violencia. Aquí la conocimos. Enrico Calamai fue cónsul italiano en la Argentina entre 1972 y 1977. En ese último año, trabajó frenéticamente para sacar a más de trescientas personas de la Argentina y permitirles la entrada a Italia. Mientras se tramitaban los documentos esas personas eran protegidas. A muchos el propio Calamai les encontró dónde alojarse en los días en los que sus vidas corrían peligro. En 2004, Enrico Calamai recibió la Cruz de la Orden del Libertador San Martín en grado de Comendador. Ahora, Calamai ha fundado el Comité por la Verdad y la Justicia para los Nuevos Desaparecidos. Los nuevos desaparecidos son los africanos que mueren ahogados.
¿Por qué los llama así, por qué equipara lo que sucede ahora en el Mediterráneo con lo que él vivió en la Argentina durante la etapa más salvaje de la dictadura?, le pregunté por teléfono hace una semana. “La razón es que así como sucedió en la Argentina hace cuarenta años, y como cuarenta años antes había sucedido en Alemania, con la Solución Final, se vuelve a dar un genocidio. En la Europa todavía rica y abundante del 2000, ya aparece la estrategia de hacer desaparecer a los inmigrantes. En un sistema neoliberal en el que se recorta el gasto público y hay menos sanidad, menos educación, menos transporte público, menos pensiones, el hecho de que llegue gente nueva crea una lucha de pobres contra pobres. Es desestabilizante, y es considerado un peligro por la OTAN. Entonces para resolver el problema lo que se ha decidido es que esta gente no llegue. Que esta gente desaparezca en el viaje. La estrategia es que se eliminen solos, en el mar, para que nadie los vea morir, y que esas desapariciones no sean percibidas.”
Lo que dice Calamai parece demasiado monstruoso, pero a la luz de las experiencias históricas que él mismo refiere, la humanidad ha demostrado ser capaz de monstruosidades inimaginables. Una prueba de ello es cómo funcionan el alma y la cabeza de la columnista del diario británico The Sun, Katie Hopkins. En una columna que el Alto Comisionado de la ONU para Derechos Humanos criticó formalmente, Katie Hopkins se refirió a los africanos como “cucarachas” y “plaga de humanos salvajes” y “un nuevo tipo de virus”. Sugirió que era “una buena idea” perforarles los barcos para se ahoguen más. Y concluyó: “Muéstrame fotos de ataúdes, muéstrame cuerpos flotando en el agua, música de violines y personas delgadas con cara de tristeza. No me importa”.
Lo que dice Katie Hopkins brutalmente lo dice Europa desde hace años y todos los días con sus políticas: no me importa, no me importa.

EL PAIS › MENSAJE DE CRISTINA KIRCHNER POR EL 1º DE MAYO “Cuidemos lo logrado”

“Una Argentina diferente, inimaginable hace unos años atrás”, escribió la presidenta Cristina Kirchner en cuatro mensajes enviados ayer por la tarde desde su cuenta personal en Twitter a propósito de la celebración del 1º de Mayo Día del Trabajador en donde, en el año electoral, puso énfasis en la necesidad de “cuidar” los avances de los años del kirchnerismo, tal como viene haciendo durante sus últimos discursos.
“Cuidemos lo logrado y redoblemos el compromiso porque mientras haya quien aún no tiene trabajo, o no está registrado o no goce de un salario digno, la tarea que empezó Néstor Kirchner y nuestro modelo de crecimiento con inclusión social estará inconclusa”, agregó.
Junto con esos párrafos referidos a la conmemoración de ayer, la Presidenta subió imágenes de ella y de Néstor Kirchner de diferentes épocas en diversos actos junto a trabajadores. “Los abrazo a todos y todas muy fuerte. Feliz día para todos los trabajadores y trabajadoras de nuestra Patria”, concluyó Cristina Kirchner.
La Presidenta partió el jueves por la tarde desde el sector militar del Aeroparque Metropolitano rumbo a El Calafate, donde pasará el fin de semana largo. Su próxima actividad oficial, se estimaba, será el lunes.

ECONOMIA › PANORAMA ECONOMICO Trabajo sucio

Por cada punto que baja la informalidad laboral, la recaudación de la Anses crece 5000 millones de pesos al año, según una estimación oficial a la que accedió Página/12. Como es visible, a más trabajadores formales, más aportes y contribuciones para el Estado. Redoblar esfuerzos para disminuir el trabajo en negro es uno de los caminos posibles para responder a los pedidos de ajuste fiscal del FMI de esta semana. Para mejorar la eficiencia recaudatoria, y por ende la performance fiscal, se requieren más controles sobre los agentes económicos, no menos, como plantea el organismo.
La tasa de empleo no registrado llegó a un máximo de 49,9 por ciento luego del estallido de 2001-2002. En la actualidad se ubica en 33,6 por ciento. Esos 16 puntos de diferencia representan unos 80 mil millones de pesos de ingresos por año para la Anses. Sin embargo, el FMI nunca hace hincapié en combatir la evasión empresaria a la seguridad social como una de las estrategias para mejorar las cuentas fiscales. Su obsesión sigue siendo el recorte del gasto público, con efectos regresivos sobre la distribución del ingreso.
La crisis que marcó el final del gobierno de la Alianza, la más grave en términos económicos, sociales y políticos en décadas, se produjo después de años de aplicación militante de las políticas neoliberales cocinadas en Washington y transmitidas por el FMI. La desocupación en esos años también marcó records. Tocó un máximo de 25,5 por ciento, a lo que se correspondió una tasa de pobreza medida por el Indec del 50 por ciento.
Es difícil imaginar cómo podría haber aumentado la pobreza estos años con una tasa de desocupación que retrocedió a un dígito hace nueve años (tercer trimestre de 2006) y hoy se ubica en 6,9 por ciento. El trabajo no registrado, a su vez, bajó a 33,6 por ciento. La Anses pasó de liquidar 6,4 millones de prestaciones por mes en 1998, el mejor año de la convertibilidad en indicadores sociales, a 16,6 millones el año pasado. Eso fue producto de haber más que duplicado la cantidad de jubilados y extendido a millones de personas las asignaciones no contributivas, las asignaciones familiares y las nuevas asignaciones por hijo, embarazo y el plan Progresar. Y a la vez creció el poder adquisitivo de los salarios, lo que vuelve a ser notorio este fin de semana en distintas plazas turísticas por todo el país.
Combatir la informalidad laboral no es una prioridad en las recomendaciones del FMI de estos días, ni mucho menos lo ha sido en el pasado. La influencia que pretende ejercer el organismo en un año electoral revaloriza la decisión de Néstor Kirchner en 2006, cuando canceló la deuda por anticipado y terminó con las auditorías anuales de la economía. Fue otra de las inversiones en soberanía, en términos de Aldo Ferrer. El Fondo Monetario no cambió en esencia desde entonces, por más que haya candidatos que intenten presentar como un avance el restablecimiento de esas revisiones anuales.
La aplicación de políticas de desprotección de los trabajadores durante los gobiernos de Menem y la Alianza contó con la asistencia técnica –y la presión política– del FMI. Esa influencia persiste al día de hoy como una huella en la institucionalidad argentina: de las 24 jurisdicciones que componen el país –23 provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires–, sólo en nueve existe un Ministerio de Trabajo propio. En las quince restantes, la dependencia encargada de la amplia problemática laboral tiene rango de secretaría, subsecretaría, programa de promoción del empleo o directamente está subsumida dentro de un ministerio ómnibus con Educación y Justicia.
El dato por sí solo puede ser irrelevante si hay voluntad política de resolver los conflictos e inequidades del mundo del trabajo, pero en la foto de la Argentina 2015 no es el caso en varias provincias. Una muestra extrema de ello ocurrió esta semana con el incendio de un taller textil clandestino en Flores, donde murieron dos chicos de 7 y 10 años. El hecho puso en evidencia la debilidad de la fiscalización estatal, que en el distrito gobernado por el PRO es motivo de reclamos permanentes. Mauricio Macri dejó en claro ayer que la lucha contra los abusos empresarios no figura entre sus objetivos centrales de gestión.
La misma interpretación hizo la CTA frente a dos intentos del Gobierno de la Ciudad –en 2013 y el año pasado– para trasladar las funciones de policía del trabajo a la Agencia Gubernamental de Control, un organismo que centraliza las inspecciones a las empresas. El problema de las iniciativas –la primera fue frenada por un amparo judicial– es que diluye los controles sobre el empleo no registrado en un organismo que se dedica a conceder habilitaciones de seguridad e higiene. El abogado Hugo Reyner, de aquella central de trabajadores, explicó las razones por las cuales se opone a un proyecto de ley que envió el Ejecutivo porteño a la Legislatura para insistir con el traspaso. “La inspección del trabajo tiene una naturaleza jurídica muy particular, que es la confidencialidad del trabajador con el inspector. El trabajador está haciendo una confidencia de su falta de registración, de sus maltratos y sus diferencias salariales, cosa que no podría hacer en la Agencia Gubernamental de Control, pues éstos se dedican a una inspección integral, centrada en habilitaciones, higiene y seguridad; es decir, si el local tiene matafuegos y si tiene las medidas correspondientes. Cosas que no tienen que ver con la inspección del trabajo. Con este proyecto el gobierno de Macri quiere reducir a la mínima expresión toda inspección del trabajo.”
Pero las falencias exceden largamente el límite de la General Paz. La reforma constitucional de 1994 delegó en las provincias las atribuciones de policía del trabajo. El resultado inmediato fue una agudización de los problemas en casi todo el país. A fines de ese año se produjo la crisis en México y el Efecto Tequila elevó en pocos meses la desocupación a 18,4 por ciento. En ese contexto de híper desocupación y flexibilización laboral, el resguardo de los derechos básicos de los trabajadores quedó aún más relegado. En 1996, el gobierno menemista directamente disolvió la Dirección Nacional de Policía del Trabajo. Sólo conservó la responsabilidad de hacer cumplir la ley en ámbitos de competencia federal, como puertos, aeropuertos, vías navegables y transporte interjurisdiccional. El cuerpo de inspectores para esa tarea se redujo a un mínimo de 22 personas, que era toda la fuerza de fiscalización laboral que encontró el kirchnerismo cuando asumió en 2003. Es decir, no alcanzaba siquiera a uno por provincia.
La Nación conservó desde el ’94 la tarea de inspección en seguridad social –mientras que la de policía del trabajo, como se indicó más arriba, pasó a manos de las provincias–. El ente nacional que quedó al frente de las inspecciones fue la AFIP, por delegación de la Anses. En términos de recaudación, para el organismo hasta era lógico concentrar energías en perseguir grandes evasores –más allá de que lo hiciera bien o mal– que dedicarse a reprimir la informalidad laboral. En consecuencia, lo que se produjo fue un virtual desmantelamiento de la tarea de control sobre los empleadores. Así fue como se llegó al 49,9 por ciento de tasa de informalidad.
La situación recién empezó a cambiar en 2003, cuando el Gobierno puso en el centro de la agenda la cuestión del empleo. En 2004 se sancionó la Ley 25.877 para crear un nuevo Sistema de Inspección del Trabajo y la Seguridad Social. El cuerpo de inspectores se fue reconstituyendo y hoy cuenta con 406 agentes permanentes, a quienes se suman distintos especialistas para operativos específicos. Entre 2003 y 2014, el Plan Nacional de Regularización del Trabajo fiscalizó 1,4 millones de establecimientos, que incluyen a más de 4 millones de trabajadores. La cartera laboral dotó de personal y recursos a la división encargada de los controles, a la vez que se aprobaron distintas leyes para traspasar a manos del Estado nacional la fiscalización de los peones rurales y para promover la registración de empleadas domésticas y de los trabajadores de pequeñas y medianas empresas. En el caso de la última de esas normas, de agosto del año pasado, ya fue utilizada para blanquear a 90 mil trabajadores. Las políticas para alcanzar mayores grados de formalización laboral han dado frutos, a contramano del trabajo sucio del ajuste que plantea el FMI.

ECONOMIA › PAGINA/12 RECORRIO DOS YERBATALES DONDE LA EXPLOTACION LABORAL ES PARTE DEL PAISAJE Viaje a la profundidad de la selva misionera

Por Sebastián Premici
El Registro Nacional de Trabajadores y Empleadores Agrarios (Renatea) denunció penalmente el año pasado 746 casos de trata de personas con fines de explotación laboral en el sector rural. A su vez, los menores de edad rescatados en situación de vulnerabilidad fueron 50. Es la historia repetida de trabajadores golondrina, peones de la Pampa Húmeda, u obreros de la yerba misionera. Página/12 viajó la semana pasada a Misiones para recorrer dos yerbatales de empresarios de esa provincia y ofrecer los testimonios de las víctimas de la trata y la precariedad laboral.
Los caminos pedregosos, empinados o en bajada, de tierra roja y densa por la lluvia de los días previos dan paso a los distintos yerbatales de Misiones. Algunos ofrecen tranqueras, otros solamente pueden ser hallados por quien conozca bien los vericuetos entre las malezas y los montes. Los campamentos en un yerbatal de 130 hectáreas pueden multiplicarse por cuatro. Los empresarios tienen la costumbre de mover a los tareferos según sus necesidades o urgencias frente a una inminente inspección. Pero hay algo que resulta invariable: la precariedad en la que viven, en carpas improvisadas de lona, colchones al ras del suelo, sin agua potable para beber, sin un lugar higiénico para guardar la comida. Conviven con sus hijos, hijas o bebés. Los pañales desperdigados por cada uno de los campamentos son un testimonio de esa vulnerabilidad. Aunque de a poco, algunos tareferos comenzaron a romper, de la mano del Estado, ese cerco de silencio que los dominó por generaciones.

Trata por tres

“Para dormir teníamos camas de tacuara cortada y el colchón arriba, dormíamos a diez centímetros sobre la tierra. Teníamos que tener cuidado de las arañas, víboras. Nunca tuvimos una casa, un galpón grande. A mí me sorprendió una señora con una nenita descalza yendo a tarefear en pleno mediodía. Yo tengo mi hija que a veces la reto porque no querés que le agarre un asoleo. La criatura esa estaba en el yerbatal pasando hambre. La que paga es la criatura.” El testimonio corresponde a David, un tarefero que conversó con Página/12, cuya real identidad será preservada.
El denunció ante el Renatea al secadero Establecimiento Alto Verde, de Gamarra Hermanos SRL, cuyo titular es Francisco Antonio Gamarra. El organismo formuló la denuncia penal por trata laboral ante el Juzgado Federal de Primera Instancia de El Dorado, Misiones.
Para acceder a este yerbatal hay que tomar el Camino Vecinal, a tres kilómetros de la Avenida República Argentina y la ruta provincial 19, en la localidad de Wanda. Gamarra es un reincidente. Ya acumula tres denuncias penales, una por trabajo infantil y dos por trata laboral.
“Teníamos que laburar forzado, unas diez u once horas. Desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. ¿Has visto cómo se saca la yerba sobre la espalda? Tenés que sacar 100 kilos y caminás doscientos o trescientos metros hasta el camión, no tenemos carrito, hacemos todo con la mano. No hay un respeto al trabajador. Lo único que quieren es llenarse los bolsillos. Ahora nadie me quiere dar laburo porque saben que voy a denunciar”, narró a este diario David.
La otra modalidad que se repite es la manera que tienen los tareferos de acceder a la comida, o las provisiones necesarias para vivir. Deben comprar exclusivamente en la despensa que es manejada por el mismo dueño del secadero. Es el modelo inspirado en La Forestal, empresa que les pagaba a sus trabajadores con papelitos que sólo servían en las despensas de la propia empresa.
“Gamarra tiene un establecimientos en Esperanza, tiene su secadero, depósitos, tiene inclusive la cantina, que es como su propio mercado.
¿Les pagaban poco? –preguntó este diario a David.
–Un litro de leche nos salía 70 pesos, un kilo de carne, 65 pesos. Pero no te mandaban un kilo de carne, te daban un pedazo de hueso de 800 gramos y 200 gramos de carne. Es la realidad, chupar hueso. Para que te salga redondeado tenés que acampar entre 7 u 8 personas. Pero hay familias enteras trabajando, con dos o tres chiquitos. Laburan sólo para comer. Encima Gamarra quiere ser intendente en Puerto Esperanza, pueden verse todos los carteles en los camiones”, agregó David.
Los secaderos les proveen la yerba a los molinos, que pertenecen a las grandes marcas, y de ahí sale fraccionada hacia los comercios, almacenes, supermercados. En la provincia existen aproximadamente 15.000 tareferos y 500 contratistas. Algunos trabajadores saben de la existencia de una nueva Ley del Peón Rural, pero pocos se atreven a hacerla valer. Aunque los más jóvenes van perdiendo el miedo a costa de saber que en su próxima tarefa terminen de la misma manera. Gamarra fue denunciado una vez en 2014 y en dos oportunidades en lo que va de este año. El trato inhumano no varió.

Nómades

En la localidad de San Vicente, sobre la ruta provincial 219, está el secadero del empresario Ignacio Kleñuk. Son aproximadamente 130 hectáreas, que según sus trabajadores produce un millón de kilos de yerba. La facturación anual del yerbatal ronda los 4 millones de pesos. Kleñuk tiene varios campos, además de su “despensa”. Página/12 recorrió parte del establecimiento. Algunos campamentos estaban a la vista desde la ruta, en otros había que caminar entre las líneas de las plantaciones. Los distintos campamentos abandonados dan cuenta de que los tareferos son nómades dentro de su vulnerabilidad. Los capataces los mueven según la zona donde estén tarefeando o son relocalizados luego de haber escapado del campamento anterior.
Nelson trabaja de lunes a viernes, lo que le dé el cuerpo, según relata. Trajo del pueblo Las Quintas su colchón y herramientas. Antes de llegar al yerbatal tuvo que pasar por el supermercado San José, propiedad de Kleñuk. Está con su hermano, José. Una sola vez en su vida trabajó en blanco. Página/12 se los cruzó mientras estaban yendo a una de las carpas, antes ocupada por otra cuadrilla. Los pañales y biberones desperdigados sobre la tierra húmeda atestiguaban la presencia de bebés con sus madres.
–¿Dónde toman agua? –les preguntó este diario.
–Ahí, a cien metros, en la vertiente –respondió Batista.
Los cien metros fueron trescientos, había que descender por un camino algo rocoso, algunas mangueras tiradas en el suelo presuponían que al menos tendrían una bomba para extraer el agua. La vertiente era nada más que un reducido espacio, algo más grande que una zanja. Ahí saciaban su sed, se bañaban y tomaban el agua para cocinar.
Llegaron ahí con la promesa de recibir 450 pesos por tonelada, cuando el precio acordado oficialmente, en mano y en blanco, ronda los 600 pesos. No todos llegan a levantar en sus espaldas 1000 kilos por día. Mientras que Página/12 conversaba con los dos hermanos, sobre la ruta circulaba un camión con más tareferos yendo hacia otro campamento.
–¿Alguna vez escucharon hablar de la Uatre y el Momo Venegas? –quiso saber este diario.
–Síiiii –José alargó su respuesta como si estuviese recordando algo. “Los de Uatre venían y arreglaban con los patrones. Por ahí alguien hacia la denuncia, y le decían al patrón “ése te denunció”. Y se iban y nosotros nos quedábamos igual.
José y Batista siguieron su camino. Página/12 buscó dónde se había detenido ese camión con tareferos. Luego de caminar 600 metros, allí estaba. Había mercadería descargada, en bolsas del mercado San José, el Buen Ojo y Regalería Ojitos. Todo de Kleñuk. Era el principio de un nuevo campamento. Pero los tareferos se habían escondido.

viernes, 1 de mayo de 2015

Y siga el baile, siga el baile

Macri fue el gran ganador de las PASO porteñas. Logró imponer a su candidato y se convirtió en el principal opositor. Rechazó cualquier acuerdo con Massa y va por más. El líder del FR relanzará su campaña. Scioli cada vez más cerca de CFK.

Por Reynaldo Sietecase

Mauricio Macri sabe que no baila bien pero no le importa. Siente que su alegría tiene un fundamento legítimo y por eso se mueve a los saltos y frente a la tele como si estuviese dirigiendo una clase de aeróbic. Razones no le faltan. En las últimas semanas su fuerza política encadenó una serie de triunfos que abonan su sueño presidencial. Miguel Del Sel, su candidato en Santa Fe, fue el más votado en las primarias de esa provincia; la fórmula radical que apoyó en Mendoza ganó la elección y el PRO arrasó en las PASO de la Ciudad de Buenos Aires. En ese distrito obtuvo un triple triunfo: sus candidatos rozaron el 50 por ciento; logró imponer a su delfín Horacio Rodríguez Larreta como su posible sucesor y se convirtió, de esa manera, en el principal candidato opositor. Para el eufórico jefe de Gobierno porteño, a partir del domingo pasado, la pelea por el principal sillón de la Casa Rosada ya no es entre tres sino entre dos.

Todavía con la resaca de los festejos, Macri se agrandó: “Estamos cerca de ganar en primera vuelta”, desafió. Hasta ahora sólo cerca de Daniel Scioli se animaban a deslizar esa posibilidad. Vale recordar que en las presidenciales sólo pueden ganar en primera vuelta quienes alcanzan el 45 por ciento de los sufragios o el 40 con una diferencia de diez sobre el segundo. Macri fue más lejos, en conferencia de prensa, descartó cualquier posibilidad de compartir una primaria con Sergio Massa. Diluyó así un deseo que le transmiten algunos dirigentes de la UCR y los empresarios periodísticos que acunan su aspiración presidencial desde que nació.

Quienes reclaman un gran acuerdo opositor “para vencer al kirchnerismo” le señalan al ex presidente de Boca que acepte su debilidad en la provincia de Buenos Aires. Según este razonamiento, a Macri no le alcanzarían los buenos resultados en Santa Fe, Mendoza, Córdoba y CABA para compensar los votos que podría cosechar el oficialismo en el distrito más populoso del país (Buenos Aires concentra el 40 por ciento del padrón). Además le recuerdan que no tiene un buen candidato en la provincia. Macri se defiende con una frase: “El candidato en Buenos Aires soy yo”. En su visión, al votarse a Gobernador el mismo día que a Presidente, su candidatura arrastrará los votos de los bonaerenses. Y completa su análisis con un dato: “Además ningún partido tiene un candidato con gran arrastre”. Por lo menos hasta ahora.

Así de confiado está el jefe de Gobierno porteño. Logró insuflar votos a un dirigente eficaz en la gestión pero sin carisma y a un carismático sin contenido. A la victoria de Rodríguez Larreta y al triunfo de Del Sel en Santa Fe se suman los resultados favorables de Mendoza, la alianza antiperonista lograda en Córdoba y el acuerdo con el radical Gerardo Morales en Jujuy. La seguidilla de buenas noticias tiene el efecto de un viagra electoral. Quién más sufre esta demostración de vitalidad no es Scioli ni el gobierno nacional sino el ex intendente de Tigre. Los dos venían disputando el rol del opositor más calificado y ahora Macri parece haberle sacado varios cuerpos. Los candidatos de Massa en Santa Fe y Capital decepcionaron. Guillermo Nielsen ni siquiera llegó al 1,5 por ciento, indispensable para poder disputar la elección definitiva. La noche de la votación organizó un asado y se quejó, con elegancia, de su soledad.

En su nuevo rol Macri comenzó a exhibir un muestrario atractivo de promesas. Si se cumplen o no es otra cuestión. El martes pasado, en un almuerzo compartido con jerarcas de distintos gremios del transporte, les aseguró que mantendrá las negociaciones paritarias y que modificará las escalas del Impuesto a las Ganancias (una inequidad que el gobierno nacional sostiene con inexplicable obcecación). Unas semanas antes anunció que levantará el cepo cambiario a las 24 horas de llegar al poder, lo que le valió un aluvión de críticas.
“Lo veo más peronista a Macri que a muchos peronistas”, afirmó Roberto Fernández, el titular de la UTA, un día después del almuerzo. A Carlos Menem le propinaron elogios similares. Los sindicalistas peronistas sienten el llamado del poder como los tiburones el de la sangre. Macri lo sabe. Habrá más almuerzos y cenas.

Massa, en tanto, tratará de retomar la iniciativa con un gran acto en Vélez el primero de mayo y con el anuncio de una primaria abierta con José Manuel de la Sota. El diputado y líder del Frente Renovador necesita ofrecer tranquilidad a su tropa. Hay algunos intendentes de la provincia que vuelven a ver alto, rubio y de ojos celestes a Daniel Scioli. La lealtad en las crueles provincias tiene la fugacidad de una garúa. Desde el entorno del ex intendente descartaron las versiones de un posible paso hacia una candidatura provincial y ratificaron su decisión de pelear por la presidencia. “Son todas operaciones”, descartó uno de sus asesores. Los próximos días serán claves para saber si puede volver a darle volumen a su sueño.

Cristina Kirchner reapareció en un acto en la localidad de San Martín fiel a su estilo. Cadena nacional y tono de campaña. Estuvo rodeada por Mariano Recalde, Florencio Randazzo y Daniel Scioli. El gobernador bonaerense recibió infrecuentes gestos de afecto. En su entorno aseguran que está cada vez más cerca de la Presidenta. No hay duda de que sus destinos políticos están entrelazados por iguales dosis de lealtad y conveniencia.

La mandataria no habló de Macri ni de la previsible debacle del Frente para la Victoria en CABA. Fustigó por igual a los fondos buitre, a los que les atribuye la realización de diversas movidas de desprestigio contra ella y su familia, y al presidente de la Corte Suprema. Después de la pirueta ética que determinó su segunda reelección al frente del alto tribunal un año antes de terminar su mandato, Ricardo Lorenzetti, habló del flagelo del narcotráfico y la inseguridad. Cristina Kirchner lo mandó a distribuir fondos a los juzgados que deben combatirlo en lugar “de dar discursos”. La relación entre las cabezas de esos dos poderes del Estado está definitivamente rota. Las batallas de 2015 no sólo se dirimirán en las urnas.

DZ/sc
Fuente Redacción Z

DiarioZ