martes, 7 de abril de 2015

José Eduardo Ramos fue secuestrado en Tucumán el 2 de noviembre de 1976 por un grupo de tareas "El significado político y familiar de haber hallado sus restos es gigante"

Los hermanos del periodista desaparecido relatan cómo fue el momento en el que lo identificaron en el Pozo de Vargas. Qué provoca la nueva condición de “aparecido” y la importancia de seguir buscando hasta la última víctima.

Lucha - Ana, Patricia y Pedro Ramos. A su forma, cada uno fue marcado por la búsqueda de su hermano José Eduardo.
Patricia Ramos recibió una llamada. Era un vecino del periodista y poeta José Eduardo. Se comunicaban para contar que durante la madrugada de ese mismo miércoles 2 de noviembre de 1976, un grupo de militares armados habían entrado por el techo de la casa de Eduardo. La persona que llamó, contó también que se escuchaban gritos que decían “no le peguen más”, y que después se llevaron al poeta y a su mujer, Alicia Cerrota, en un camión del ejército. La casa de Eduardo y Alicia estaba ubicada en la avenida Soldati 266, en San Miguel de Tucumán. Allí, quince días antes, habían alojado a una amiga, militante montonera (agrupación a la que pertenecía también Cerrota), que estaba herida. Según coinciden, habría sido el final de la persecución a Eduardo, que había empezado con la cesantía de su trabajo en Canal 10 (ver recuadro).
Los hermanos de José Eduardo lo recuerdan como alguien profundamente sensible, un intelectual y con un gran humor que manifestaba hasta en las situaciones más extremas. Entre los discos que estaban en su casa, había algunos de Les Luthiers, Almendra, Mercedes Sosa, La Biblia de Vox Dei y Led Zeppelin. Eso es lo que le gustaba escuchar en el equipo que hoy sus hermanos reconocen como “lo único de valor que había en su casa”.
Pasaron 39 años de aquel llamado que les cambió para siempre la vida. Cuando Eduardo desapareció, sus hermanas, las mellizas Ana y Patricia, tenían 14 años, y su hermano, Pedro, 24. Patricia dice que desde entonces se le borró la cara de su hermano. Ana, apunta que se quedó mirando para siempre por una ventana, y Pedro, que depositó en algún rincón lo que sentía y pensaba para poder seguir criando a sus hijos y sosteniendo su familia.
A principios de marzo de este año, Pedro recibió el informe del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) donde se anunciaba que los restos de José Eduardo habían sido identificados en el Pozo de Vargas junto a otras siete víctimas del terrorismo de Estado. “En ese momento no tenía posibilidades mentales de leer el informe. Ante semejante cosa, te desmoronás”, cuenta el mayor de los hermanos. “El próximo paso era la notificación del juez Fernando Poviña para la audiencia mientras se oficializaba el hallazgo, y en lo personal, el contacto telefónico con mis hermanas, para que ellas pudieran venirse hasta Tucumán”, cuenta. “Fueron diez días de hacer conjeturas, de charlar, sacándonos un poco de la conmoción en la que estábamos inmersos los tres y, obviamente, al resto de la familia, nuestros hijos”.
“‘¿Qué va a pasar el día que encuentre a mi hermano? ¿Quiero o no quiero?”, era la pregunta se hacía siempre Patricia Ramos. “Nunca me ilusiono. En este mundo de desapariciones yo aprendí a no ilusionarme, a ser muy concreta. Me rondaba la idea de encontrarlo. Pero a nivel consciente no lo esperaba. Cuando Pedro me avisó, ahí llegó la muerte. Lo mataron hace treinta ocho años pero lo mataron hoy. Quedé shockeada”, asumió Patricia.
Ana vive en Mar del Plata. Estaba allí cuando le anunciaron que habían identificado a Eduardo. “Los familiares seguíamos pidiendo aparición con vida a pesar de que ya sabíamos todo el martirio por el que habían pasado. O sea que sabíamos que él estaba muerto. Pero fue muy diferente cuando me llamaron para decirme que lo habían identificado. Fue llorarlo como aparecido porque no había podido pensarlo como muerto. Fue muy perturbador”.
"LO MÁS FUERTE". Los hermanos están sentados en el entrepiso del local comercial de Pedro Ramos. Vienen de días intensos, llenos de abrazos, homenajes, lágrimas y discursos. La historia quiso otra vez que sean ellos los protagonistas. Se emocionan cuando hablan de Eduardo, no alcanzan las palabras para definirlo. El dolor es profundo, como también lo es la sensación de paz que empezó a llegar en los últimos días.
- ¿Cómo se vive esta nueva condición, la del “aparecido”?
- Pedro: Dentro de todo este horror, lo más fuerte es asimilar que de un día para el otro se te desaparecen personas de tu casa y no aparecen nunca más. Podemos estar preparados para la muerte, pero para esto no. A mí me llevó muchísimos años procesar que un hermano mío con su esposa no están más y no van a estar nunca más. Es algo con lo que uno internamente está peleando para no asumir. Lo que pasó sirve para que uno finalmente lo acepte y esa aceptación va de la mano con pedir que castiguen a los culpables. Sólo así se podría cerrar el horror, que nunca va a dejar de estar en nosotros. Nosotros tenemos que terminar de curar eso y tiene que ser a través de la Justicia. La muerte no es procesable a nivel racional, tenés que hacerlo con el espíritu, curarlo, pero en este caso tenemos que llegar al esclarecimiento total y al castigo total sin consideración. Esa es la única forma que vamos a entrar en un período relativamente de paz interna. Saber que es un ciclo que se cerró y que la Justicia actuó como tiene que actuar.
- ¿Imaginaban que podía estar en el Pozo de Vargas?
- Patricia: No. No me había puesto a pensar nunca que podría estar ahí. Yo tenía toda la documentación de ese lugar y me horrorizaba… Después que pasó el primer golpe empecé a sentir el significado y lo positivo: que es el duelo. Poder hacerlo. Y ahí empecé y sentir que Eduardo ya estaba con nosotros, que lo habíamos recuperado. Políticamente, se me venía la imagen de Videla con ese gesto diciendo “el desaparecido no está, no tienen entidad, no está no existe”. Y entonces, decís: los desaparecidos no están viajando por Europa como dicen los Videla, no están en el aire. Están asesinados en campos de concentración y tirados en los peores lugares. Y es muy importante para la familia saberlo, porque eso es justicia. Y después, empiezo a pensar en los compañeros que faltan. Ahí pongo toda la energía ahora porque el trabajo del Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán, CAMIT, hace un trabajo bárbaro y el problema es que muchos familiares no han dejado todavía las muestras para   los hallazgos en el Pozo (ver recuadro). El significado de que encuentren los restos y deje de ser un desaparecido, a nivel familiar y a nivel político, es gigante. Es demostrarle a estos asesinos que les salió todo mal y que el triunfo es nuestro y de los compañeros.
- ¿Qué datos tenían de José Eduardo? ¿Cuál fue el recorrido que pudieron armar después de su secuestro?
- Ana: Lo que armamos fue gracias al testimonio de Juan Martín Martín (Legajo Conadep N 440) que está en el Nunca más. Su aporte ahí y en las declaraciones en la causa “Jefatura de Policía de Tucumán s/secuestros y desapariciones” fue enorme. A Martín lo levantaron en agosto y lo liberaron a mediados del '78, le sacaron pasaporte y lo mandaron al exterior. Pero antes lo pasearon por los centros de tortura. Martín hizo un listado, gracias a él se arma la cadena que se realizó para armar el mapa de cómo se hizo la represión. Cuando volvía al centro clandestino, nombraba a la gente que estaba y que después no vio.
- ¿Qué reveló esa reconstrucción?
- Gracias a ese testimonio, sabemos que el primer destino de mi hermano fue la Jefatura de Tucumán, con su mujer. Lo secuestraron en noviembre y cuando Martín vuelve en diciembre, ya no lo ve. Saber la dinámica para nosotros es imposible. Yo estaba convencida de que lo habían matado en diciembre, pero después nos dijeron que lo ven con vida en Arsenal. Conjeturamos que hay gente que murió en la tortura y a esa la llevaron al pozo directamente.
- ¿Qué recuerdan del momento en que Eduardo desapareció?
- Patricia: En mi caso, tengo todo muy parcializado. Me cuesta hilar, fue un vacío muy grande, empecé a no entender nada. Lo único que tenía en la cabeza fue “dónde está mi hermano”, porque vivía como una vida a medias. Hoy quiero ordenar mi vida y tengo 52 años. Cuando me avisan de esto, es impresionante el clic que me hizo, pude ver mi vida, la constante inestabilidad. Fui madre pero mis hijos no me vieron nunca alegre. Te da miedo hasta de abrazar, evitás el contacto. Las consecuencias son terribles. Sufrí de melancolía, me quedaba horas mirando por la ventana. Cosas cotidianas que uno no lo tenía muy consciente y te das cuenta que has vivido muy mal.
- Pedro: Yo tenía una calma tremenda. Mi forma de reaccionar fue transformarme en otra persona que va a la par de mí, y esa no va sufriendo. Eso me permitió criar a mis hijos, seguir con mi vida. Fue cambiando con el correr de los años hasta esta última democracia, estos últimos diez años en que se empezó a hablar en serio del tema, cuando ya podías confiar en que si vos abrías la boca o hacías algo no te iban a secuestrar. Esa secuela quedó durante muchos años en mi caso.
- Ana: Yo no recordaba la cara de mi hermano, la tenía borrada. A partir de que me llamó Pedro para decirme que lo había encontrado, comencé a recordarlo. Con esta aparición puedo traerlo a mi memoria como si hubiera vuelto esta mañana. Son mecanismos complejos.
- ¿Cómo era Eduardo?
- Pedro: Era un tipo que andaba en los cafés literarios, leía, escuchaba mucha música y escribía. Este tema, conversar de estas cosas o de los riesgos, no los tocaba. Incluso, tomaba con bastante liviandad al accionar represivo porque estamos hablando todavía del gobierno democrático, se mofaba de algunas cosas. Intelectualmente, era un tipo distinto. Él veía las cosas con otra dimensión y, bueno, eso lo fue llevando, encauzando, en una determinada clase de gente que en ese momento pensaba mucho más allá de lo que pensaba un ciudadano común. Éramos hermanos que hacíamos cosas distintas pero compartíamos todo, el domingo, por ejemplo, o los grandes acontecimientos. No era un tipo común. A los 16 años ganaba concursos de poesía  mientras que yo andaba hondeando por ahí.
- ¿Cómo se piensan de aquí en más'
- Ana: Siento que empiezo de cero.
- Pedro: Hemos tenido mucho resarcimiento espiritual de gente amiga, amigos de Eduardo, que nos dieron su apoyo. Mi vida tal vez sea a partir de ahora más reflexiva en muchas cosas. Hoy me siento partícipe de esta desgracia, tal vez antes la soslayaba. Espero que la justicia siga con la misma agilidad, que los familiares de desaparecidos dejemos de ser bichos raros. La reflexión me va a ayudar a que yo metabolice esto que hice durante años, de sufrir solo. Hoy sé que están mis nietos que ya saben, yo no necesito explicar más el silencio o el estado de ánimo distinto. Antes no podía hablar. Hoy ya puedo decir que soy esto, que me ha pasado esto.
- ¿Qué es lo primero que se les ocurre cuando piensan en su hermano?
- Patricia: La profunda sensibilidad humana que lo convirtió en un revolucionario. Él era un revolucionario porque le dolía toda injusticia, eso lo transformaba en un peligro para él mismo. Era vida. Si te tengo que decir qué era mi hermano, representaba la vida desde el mejor lado, desde el lado humano, absoluto y completo. Un lado hermoso de la vida.
- Ana: Tenía mucho sentido del humor. La revolución de Eduardo tenía que ver con su sensibilidad. Eso era un peligro tremendo para estos tipos, para los militares. Él iba a poner el pecho donde sea y lo puso. «

la compleja identificación de seis desaparecidos

A menos de una semana de cumplirse 39 años de la última dictadura cívico- militar, la justicia federal informó que los restos corresponden a Domingo Valentín Palavecino, secuestrado el 11 de marzo de 1977; Ramón Oscar Bianchi, el 14 de abril de 1976; Ramón Antonio Ortiz, el 1 de mayo de 1976; Samuel Gerónimo Romero, el 27 de enero de 1976; Santiago Omar Vicente, el 2 de febrero de 1976; y al periodista y poeta José Eduardo Ramos, secuestrado 2 de noviembre de 1976.
El Pozo de Vargas funcionó como una fosa clandestina durante la dictadura. Está a siete kilómetros de la Plaza Independencia, en el departamento de Tafí Viejo. Tiene una profundidad de 30 metros y las excavaciones empezaron hace diez años.
A diferencia de otros restos extraídos de fosas, esta vez el Equipo Argentino de Antropología Forense trabajó sobre muestras óseas y no sobre esqueletos, un proceso de reconstrucción de mayor complejidad por la degradación del tiempo.
El trabajo de investigación se realiza en conjunto con Fadetuc (Familiares de Desaparecidos de Tucumán) y CAMIT (Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán).
Hasta la fecha se han identificado a 37 víctimas del terrorismo de Estado.

"vos estás condenado"

Según el testimonio en la causa Jefatura de Tucumán, brindados por su hermano Pedro Ramos y en coincidencia con Marta Rondoletto como testigo, la situación en Canal 10 fue lo que marcó el destino de José Eduardo. El canal ya estaba intervenido en el momento del Golpe y había ingresado como responsable, nombrada directamente por Antonio Bussi, el militar Hugo Lindor Barrionuevo, quien reconoció durante la audiencia haber prestado servicios en la Oficina de Seguridad de la Universidad Nacional de Tucumán entre 1974 y 1976. 
Ramos tenía una relación particularmente tensa con Barrionuevo. Rondoletto recuerda que el periodista tuvo problemas desde un comienzo con Barrionuevo. Entonces Ramos conducía un programa de interés general en la pantalla tucumana, del que participaban políticos locales. En uno de los programas se produjo un fuerte debate que derivó en una discusión a golpes de puño en los pasillos. Allí Ramos escuchó la primera amenaza de muerte.
Su  hermano cuenta que Eduardo le había hablado de un hombre puesto por Bussi en Canal 10 y que le había propuesto montar un combate con montoneros y poner los cadáveres en el cerro y él se negó, y que entonces ese sujeto le dijo "vos estás condenado".

Firmas del rubro alimenticio pueden afrontar multas de hasta 5 millones de pesos por irregularidades en la información mostrada al consumidor Empresas en la mira por violaciones a las normas de Lealtad Comercial

nspecciones de la Secretaría de Comercio mostraron que en bebidas saborizadas y con alcohol, alimentos y aderezos, no se respetan los ingredientes promocionados, los contenidos "light" ni detalles del peso neto.

Empresas en la mira por violaciones a las normas de Lealtad Comercial
Tras un 2014 caliente por el debate sobre la formación de los precios, las grandes firmas del rubro alimentos y bebidas arrancaron un 2015 en el que podrían afrontar multas de hasta 5 millones de pesos, si no corrigen numerosas infracciones a la Ley 22.802 de Lealtad Comercial. 
Desde el año pasado, la Secretaría de Comercio, a cargo de Augusto Costa, intensificó las inspecciones habilitadas por esa normativa. En pesquisas a comercios minoristas sobre productos de consumo masivo, la Dirección de Lealtad Comercial denunció casos de productos de primerísimas marcas cuyos envases exhiben datos que violan los artículos 1 de la normativa, que penaliza las deficiencias en la identificación de mercaderías, y 5, que apunta contra los casos de palabras o frases que puedan inducir a la confusión. Además, se encontraron productos que no cumplen con las especificaciones de peso neto ni de detalles de categorías alimentarias. 
"La información que figura en los rótulos de los productos –señala el informe de Comercio al que accedió Tiempo– es el principal medio de comunicación entre el consumidor y las empresas productoras, y permite al consumidor utilizar los datos proporcionados a fin de tomar decisiones acertadas e informadas a la hora de comprar un producto." Sin embargo, las empresas que incurren en irregularidades no son pocas ni insignificantes. En la lista que hoy publica este diario se apuntan firmas como la cervecera Quilmes, y las multinacionales Unilever, Bimbo, Danone y Nestlé. 
En cuanto a Quilmes, el producto en cuestión es el Mixxtail Mojito, de intensa difusión mediática en los meses de la temporada estival. La inspección de la Dirección de Lealtad Comercial señaló que el rótulo y etiqueta de este producto presentan el producto como cóctel mojito cuando en realidad es una "bebida fermentada a base de cereales con aroma natural de mojito y menta". A partir de esa observación "se acreditó la infracción al art. 5 de la Ley 22.802, puesto que con la palabra 'MOJITO' en caracteres destacados, las imágenes del limón y menta (que no figuran en la lista de ingredientes) y la coctelera, se inducía al error, engaño o confusión respecto de la naturaleza y características del producto", explicó Lealtad Comercial. 
En el marco de esta investigación, el Estado intervino 84 mil botellas y 1440 latas. La empresa Quilmes, por su parte, "se comprometió a comercializar la nueva versión del producto a mediados del mes de marzo".
Otro caso es el de la Mayonesa Hellmann's Light, del grupo Unilever. En esta oportunidad, el envase presenta una mercadería con un 60% menos de grasa que la mayonesa Hellmann's Tradicional. La inspección de Comercio halló, sin embargo, que el producto de referencia ya no existe en el mercado, lo que impide al consumidor "la constatación in situ" de la diferencia promocionada. Comparada con la mayonesa Hellmann's Clásica, que hoy remplaza a la "Tradicional", la reducción de calorías es del 49%, lejos del 60% que vende el paquete. Esta investigación se basó en un corpus de 764.634 envases de mayonesas light.
Las Rapiditas Light, de la firma Bimbo, también aparecen entre los alimentos que integran la lista de denunciados por irregularidades en materia informativa y de contenidos. El envoltorio, en este caso, presenta el artículo como "producto panificado a base de harina de trigo reducido en grasas", lo que para Lealtad Comercial es una información "poco clara y (que) puede inducir a engaño o confusión respecto de las propiedades y características del producto", una conducta expresamente prohibida en el artículo 5 de la Ley 22.802. En esa línea, el ente inspector apuntó la contradicción de que, junto a la leyenda "light", el producto exhibe otra que reza "este no es un alimento bajo o reducido en valor energético". Para este caso, se intervinieron 2111 paquetes del producto en cuestión.
La Ley 22.802, de Lealtad Comercial, está vigente en la Argentina desde el 5 de mayo de 1983. No obstante, el secretario de Comercio, Augusto Costa, explicó a Tiempo que "desde mediados del año pasado estamos siendo más rigurosos en los controles respecto a preceptos" de la normativa. 
El funcionario nacional –mano derecha del ministro de Economía, Axel Kicillof, en el segmento precios y comercio– agregó que, aunque parezca contradictorio con el porte de las empresas denunciadas, "hay mucha estafa pequeña, que quizás parece una tontería, pero para el consumidor que va a buscar determinado producto, es importante". 
La tendencia, lamentablemente, no parece ser a la baja. Según el funcionario, "cada vez hay más casos: mal peso neto, una bebida no dice bebida en la etiqueta, mal cálculo adrede de calorías. En algunos casos entendemos que hay una trampa intencional y en otros, simplemente, desconocimiento", particularizó el titular de Comercio. 
La popular bebida Levité Villa del Sur, de la firma Danone, es otra de las que quedó expuesta en estas inspecciones. Este producto no contaba con la denominación de venta en la cara principal del envase "tal como lo exige el artículo primero de la Ley 22.802". En el caso del producto light, "no se especificaba junto al término 'Cero' si se trataba de calorías o de algún nutriente", lo que pudo conducir a interpretaciones erróneas del consumidor. 
Un rasgo particular se dio con el agua Villa del Sur Levité de 600 ml sabor pomelo, que incluye la frase "20% gratis", una promoción que se lanzó en enero de 2014 y que ya no está vigente. Lealtad Comercial inspeccionó 12.060.318 botellas. La empresa se comprometió a adecuarse para junio de este año. 
Otra agua saborizada, Awafrut de Nestlé, también cayó entre las infractoras. Según la información oficial "no contaban con la denominación de venta en la cara principal del envase exigido por la ley como información obligatoria", con lo que se acreditó la violación al artículo 1 de la Ley 22.802. En esta oportunidad, se intervinieron 89.376 botellas de aguas saborizadas Awafrut de 1,5 litros y la empresa se comprometió a culminar su adecuación, como Danone, también para junio.
En cuanto al procedimiento legal, los inspectores que constatan una infracción pueden intervenir la mercadería labrando un acta. Los productos quedan intervenidos hasta su adecuación. 
En las oficinas, el acta se convierte en un expediente que contendrá también el descargo de la empresa y sus propuestas de adecuación. Una vez completado el proceso, la mercadería se envía a la Dirección de Actuaciones por Infracción (DAI), donde se resuelven las sanciones, que oscilan entre los $ 500 y $ 5 millones. Esto, siempre y cuando las compañías no procedan a corregir las irregularidades.  «

Muerte de un hermano Por Haroldo Conti A mi madre

El viejo ni siquiera sintió el golpe. Solamente un blando adormecimiento que le subía desde los pies. Algunas voces crecieron hacia el medio de la calle y después recularon suavemente.

El hombre se aproximó desde la niebla que lo rodeaba y se inclinó sobre él.

-Juan...

El hombre sonrió.

-¡Juan!

-¿Qué tal, hermano?

-¿De dónde sales, Juan?

Le apuntó con un dedo sin dejar de sonreír.

-¿No te dije que algún día iba a volver?

-Sí... eso dijiste... ¡claro que sí!

La niebla se agitó detrás de la figura. Varas de sombras avanzaban hacia él pero cuando trató de reconocerlas se comprimieron y juntaron en una franja circular.

-Juan, hermanito...

Movió la cabeza para uno y otro lado.

-Ha pasado tanto tiempo... No tienes idea.

-Lo sé.

-¡Oh, no!... el tiempo para ti es otra cosa. Me refiero al mío, muchacho... Te esperé, claro que te esperé... Yo le decía a esta gente -trató de señalar-, esta gente...

Entrecerró los ojos y lo miró con fijeza. Era él, no había duda. El mismo rostro duro y franco.

-Yo también llegué a dudar, ¿sabes? -reconoció entonces por lo bajo.

Y la voz se le quebró en la garganta.

-Bueno, se comprende.

-Supongo que sí...

-Pero en el fondo sabías que iba a volver, ¿no es así, hermanito?

Le apuntó otra vez con el dedo y una vieja llama brotó dentro de él.

-¡Claro! ¡Claro que sí!

Trató de incorporarse y abrazar a aquel hermano que había vuelto por fin, pero le fallaron las piernas. La verdad que ni siquiera las sentía. Entonces se abandonó sobre el pavimento aguantándose apenas con las manos, nada más que para no perder de vista ese rostro querido.

-¿Y cómo te ha ido por ahí, muchacho? -preguntó con una voz complacida.

Trataba de parecer natural. En realidad se sentía mejor que nunca en mucho tiempo y el viejo cuerpo no pesaba ahora absolutamente nada.

-Bien, bien...

-¡Este Juan!... ¿Eso es todo?

-Nunca hablé demasiado.

-No, es verdad... Apenas un poco más que el viejo... dos o tres palabras más.

Y sonrió recordando al viejo y al Juan de aquel tiempo, casi igual a este Juan. O tal vez igual del todo.

-Pero cantabas muy bien, eso sí. ¿Todavía conservas esa linda voz?

-Creo que sí.

-¿Y cantas también?

-Todavía. El que anda solo como yo, siempre canta alguna cosa.

-Aquí hay mucha gente sola, si te refieres a eso, pero no canta casi nunca...

Hizo una pausa porque sentía un gran cansancio.

-A veces me acordaba de ti y cantaba. A decir verdad, últimamente era la única forma de acordarme.

Inclinó la cabeza hacia el pavimento y añadió por lo bajo:

-Nadie ve con buenos ojos que un viejo cante porque sí... Yo les decía... trataba de explicarles. Pero tú sabes cómo es esta gente. Va y viene todo el día... Creo que el cabo me entendió una vez. Por lo menos sonrió y me dijo: "Siga, viejo. Cante de nuevo esa cosa."

Volvió a levantar la cabeza.

-Juan, hermanito, yo también he caminado mucho.

Y una gruesa lágrima rodó por su mejilla.

Juan extendió una mano en silencio y lo palmeó suavemente a pesar de que era una mano ancha y poderosa.

-Creí que ya no vendrías. Esa era la verdad. Perdóname, pero lo llegué a creer.

-¿Qué importa eso ahora? El hecho es que he venido y te voy a llevar.

-¡Es lo que yo decía! ¡Repítelo, Juan, quiero que lo oigan todos!

-Eso es...

-Vendrá Juan, decía yo, vendrá mi gran hermano y nos iremos un día... ¿Qué pasa? ¡Juan! ¡Juan!

-Aquí estoy, muchacho. No te preocupes.

-Creí que te habías ido.

-No te preocupes.

Volvió a ponerle la mano sobre el hombro.

Ese era Juan. No había que explicarle nada. Lo comprendía y lo abarcaba todo. De una vez. Y su gran mano sobre el hombro despedía una corriente, algo que lo traspasaba a uno. Era como un árbol con la firme raíz y los sonidos de la tierra por un lado y los pájaros y los cielos por el otro.

Años atrás, la mano también sobre el hombro, le había dicho casi lo mismo. "No te preocupes. Volveré por ti un día." Estaban sobre el camino de tierra, en el límite del campo, una mañana de otoño. Juan no había querido que lo acompañase nadie más que él. Atravesaron el campo en silencio y no se volvió una sola vez. Después salieron al camino, ya de mañana, y cuando apareció el coche le puso la mano sobre el hombro y le dijo aquellas palabras. Después desapareció en un recodo.

Él se preguntó más de una vez de dónde le había nacido la idea. Era un hombre de la tierra, como el viejo. Tal vez la proximidad del camino, aquella franja pardusca que salía y entraba en el horizonte y sobre la que de vez en cuando veían deslizarse algún carro soñoliento o la figura más pequeña y más lenta de algún vagabundo que los saludaba con la mano en alto y después desaparecía en el recodo y tenía todo el camino para él, de una punta a otra, y además lo que no se veía del camino, es decir, el resto del mundo.

De cualquier forma, había en él, en ese rostro duro y confiado, algo que no había en los otros, una marca o señal que se iluminaba por dentro cuando miraba el camino o cuando simplemente hablaba de él. De manera que un día cualquiera Juan se marchó.

Algo después el camino se llevó a su madre en un carruaje de tristeza. Y después vinieron los años difíciles. La tierra se hizo dura y esquiva y el viejo un ser taciturno. Partió en la misma carroza que su madre el invierno del 37.

Hasta que una mañana de agosto salió al camino él también y esperó el coche y se marchó por fin. La casa desapareció detrás del recodo, para siempre. La mayor parte de su vida venía después, pero eran años desprovistos de recuerdos, apenas un poco más miserable uno que otro. Diez años de pobreza, miseria. Pobreza, miseria y vejez de ciudad.

En realidad quizá fue un poco feliz cuando aceptó toda esa miseria. La gente no puede entender esto. Pero al cabo del tiempo él era feliz, o casi feliz, a su manera. Toda su preocupación consistía en estar a las seis de la tarde en la puerta del asilo y cuidar que ningún vago le birlara la cama junto a la ventana. A esa hora y desde ese lugar los enormes y blancos edificios parecían boyar en la luz amable de la tarde. Después se oscurecían lentamente. Después las luces erraban en la noche a confusas alturas y en cierto modo la ciudad desaparecía y pensaba en la casa lejana, el campo joven y abundoso.

Entonces volvía a ver el camino y recordaba las palabras de Juan. No siempre lograba recordar al Juan entero porque tenía que ayudarse con canciones y vislumbres más propios del día. Pero de todas maneras su hermano había crecido dentro de él y era una cosa mucho más viva que él, a pesar de la ausencia.

Había una hora y un lugar, precisamente cuando los viejos y los vagos se reunían frente al asilo y esperaban a que se abriesen las puertas. Entonces, vaya a saber por qué, Juan reaparecía entero o casi entero en medio de toda aquella miseria. Y eso, por lo menos, le daba impulso para alcanzar la cama al lado de la ventana.

Solo que últimamente la imagen había empalidecido y algunos días no aparecía siquiera. Y si conseguía la cama no era por el Juan sino porque ya nadie quería disputársela.

Para decir la verdad, hacía un tiempo que había perdido interés en el asunto. Ni más ni menos. Los años habían terminado por doblegarlo. Estaba seco por dentro y se dejaba llevar y traer como un casco viejo.

Miró a Juan y trató de sonreír.

-Las cosas lo llevan y lo traen a uno como un casco viejo. Es eso...

-¿De qué estás hablando?

-Me pregunto cómo sucedió todo esto.

-¿Qué importancia tiene, muchacho?

-Ninguna, por supuesto. Quise decir simplemente que las cosas sucedieron sin que yo me propusiera nada.

Hablaba con una voz mansa y dolorida.

-Bueno, es lo que pasa por lo general.

-No a ti, no a ti, muchacho... Tú saltaste sobre la vida y la domaste como a un potro. ¿Eh, Juan?

-No fue así. Bueno, yo sé cómo fue realmente. Lo que pasa es que nunca me pregunto esas cosas... La tomaba como venía.

-Eso es, muchacho. Eso es. ¡Cerrabas el puño y te la metías en el bolsillo! Juan, ¿estás ahí?

La figura parecía oscilar y alejarse.

-Aquí estoy.

-¿Quisieras darme la mano?

-Claro que sí.

Ahora casi no veía su rostro. Pero sintió la mano áspera y dura.

No tenía idea de la hora pero de cualquier manera le resultaba extraño aquel silencio en esa calle de la ciudad.

-¿Qué se habrá hecho de la gente? -se preguntó sin verdadera curiosidad mientras trataba de sostener la cabeza que parecía querer escapársele-. Debe ser muy tarde.

La figura osciló hacia adelante y entonces con el último hilo de voz preguntó todavía:

-¿Vamos, Juan?

Sintió la voz muy cerca de él.

-Cuando quieras, muchacho.

-Vamos ya...

Hechos de palabras Por Mariana Moyano

A Rodolfo Walsh se lo usa demasiado. A veces en un exceso que delata de qué carecen los que alardean con su nombre. Por eso, creo, que no se lo debe mencionar en vano. El sello walshiano no le va a lo liviano, ni a una agrupación que no esté a la altura y mucho menos al periodismo liberal.

Lo más rico de Walsh no es un pedazo arrancado de su biografía o de su obra, sino su puesta en hecho en paralelo a su fino tallado con las palabras. Como él decía, el lenguaje debe utilizarse como objeto, esgrimirlo como un martillo; usarlo para que actúe.

Hace poquito se cumplió un nuevo aniversario de su secuestro, asesinato y desaparición. Hace poquito nos dejó quien mejor guardó sus secretos y cuidó su memoria. Y hace poquito presenciamos un festival de potenciales en un diario, algo que nos obligó a mirar hacia el faro walshiano para notar cuan rotunda contracara era ese escrito abrulotado de falsedades y charlatanerías.

Hechos y muchos de ellos, hechos “hechos” de palabras que trajeron su figura, la de éste gigante que resiste el paso del tiempo y que nunca será pasado.

Rogelio García Lupo es uno de los poquitísimos maestros de periodismo que quedan y en el prólogo a la compilación de la obra periodística de Walsh escribió: “Grandes escritores no pudieron superar la muerte de su prosa periodística una vez que perdieron actualidad. La información de Walsh vuelve a atrapar a pesar de que los protagonistas están muertos, que los conflictos son diferentes y han caído naciones y sistemas políticos (…) Walsh escribía rápido (…) Corregía poco porque sabía que las entrelíneas y los remiendos molestaban a los operadores de las máquinas. Y a causa de estas urgencias y de su obsesión por la exactitud (…), su poder de concentración desconcertaba, hasta podía herir a los demás. (…) En un manual de estilo para novatos que escribió en 1959, Walsh afirma que ‘las dos cualidades esenciales del periodista son exactitud y rapidez’ y agrega: ‘Ese orden correlativo no excluye que ambas se ejerciten al unísono´”.

Pajarito, como le puso a García Lupo el ensayista José Edmundo Clemente en los primeros cincuentas, fue durante décadas una de las firmas más respetadas del diario Clarín porque su historia y su propio pellejo se habían ganado ese reconocimiento. Y siempre fue un tipo accesible. Esta semana fue inevitable que muchos nos preguntáramos cómo es que alguien más joven y que se da el lujo de fundar una organización que pretende llevarnos a rebencazos a quienes ejercemos el periodismo no se haya tomado el trabajo en todos estos años de sentarse junto a Pajarito para hacerle la pregunta básica: qué es lo que nunca se debe hacer en periodismo, si se pretende mantener un grado mínimo de dignidad.

Daniel Santoro lleva más de 25 años como periodista. Es egresado de una Facultad e ingresó a Clarín en 1990. Recorrió el mundo gracias a sus coberturas y con su investigación sobre la venta de armas a Ecuador y Croacia subió a ese extraño olimpo al que se montan algunos del periodismo. Es miembro de la Academia Nacional de Periodismo y del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación con sede en Washington. Desde semejantes reconocimientos y chaperío no le fue difícil mandarse a crear el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) desde donde, dicen, trabajan para el “mejoramiento de estándares éticos y profesionales del periodismo argentino”. Dio clases de periodismo y conferencias a lo largo y ancho del mundo y obtuvo premios que van desde el Rey de España hasta el Konex. Es autor y coautor de casi una docena de libros, entre los que se destaca “Técnicas de Investigación” en el cual, no se priva de citar a Walsh, en el cual repite la necesidad de la “verificación” de la información y desde el que nos recomienda que “dudemos de lo que dicen determinados periodistas o medios, por más consagrados que sean y que como dice el viejo axioma del periodismo norteamericano ‘si tu madre te dice que te quiere, compruébalo’”.

Pues bien: desde esa Matrix en que aún algunos viven, desde ese teatro antidisturbio, se inmoló para defender los intereses de sus patrones y con un festival de verbos en potencial incendió eso que los profesionales del periodismo liberal llaman carrera.

Construyó un hecho con palabras. Nada nuevo, en un aspecto: eso es el periodismo, la construcción de una noticia. Es decir, el traslado de un hecho a través de las palabras a la estructura de una noticia. Pero se pasó de rosca y se olvidó de que la verdad a veces te caga a trompadas porque ella no es otra cosa –al decir de Bertoldt Brecht- que algo tan sencillo como aquello de lo que se trata.

No esperaba -no esperaban- que la política de cara descubierta se le parara tan de manos a la sistemática operación mediático-periodística que esconde entre sus pliegues la verdadera intencionalidad de su propia política.

Habían construido –se habían adelantado- a la foto del día siguiente: un país potencialmente plausible de ser descripto en estado de caos por un paro de transporte que extorsionó a quienes sí querían trabajar y que colaboraba con la materialización de la imagen que buscan desde hace rato: Máximo Kirchner en las escaleras de Comodoro Py. No esperaban que “el pibe” casi igual de ceceoso que su papá se dirigiera a ellos no como líder de una agrupación juvenil, ni como hijo de sus padres, sino como un dirigente importante del Frente político en el gobierno; que no los agrediera; que mostrara humanidad, humor, calma y que pudiese –sin elevar el tono siquiera- destrozar una a una todas las acusaciones del día.

El rey del manejo de las operaciones políticas -uno de los que mejor supo describir a “El diario de la Argentina”- se los había avisado pero ellos –necios, cerrados, cegados de nervios- no lo pudieron o no lo quisieron ver: El mismísimo Jorge Asís se los advirtió. “El periodista debe ser un buen fileteador para saber separar el pescado bueno del podrido”, sugirió primero y les espetó con furia después: “La caótica ineptitud de Clarín fortalece al cristinismo y con su frontal agresividad desdibuja a quienes deben ser los opositores. Máximo mostró convicción. Articulada seguridad. Muestra que dista de ser el tontito de la play. Clarín lo fortaleció. El anticristinismo nabo legitima que puedan volver a vacunarlos en la primera vuelta”.

A veces hay que dar mucha vuelta. Hay que ver cómo se vence con hechos a lo construido con palabras. Hay que tener palabra para que otros hechos ocurran. Y hay que encontrar el modo justo de decir para que lo propio no se pierda el mar del bla bla propalado en progresión geométrica.

Esta vez sólo hizo falta palabra política, de la que tiene espalda, de la que se sostiene con lo hecho. Esa que tanto cuidaron los próceres de lo escrito para que actúe.

No quisiera ni hacer un trabalenguas, ni mezclar de modo caprichoso sucesos que nada tienen que ver entre sí. Pero permítanme compartir el modo en que se me encadenan y superponen hechos ocurridos estos días; algunos sólo construidos con palabras y otros, con tal nivel de brutalidad o tan dolorosos que para ellos falta –justamente- palabra que los describa con precisión.

Mientras Máximo Kirchner, con la sola decisión de hablar, dinamitaba a quienes piensan que con sus escritos siempre se llevarán puestos a los que carecen de su poder de propalación, la mejor guardiana de la memoria de los textos del más inmenso periodista que tuvo la Argentina, partía. Como escribió Marta Dillon el Página 12: “Se ha muerto Lilia Ferreyra; los ojos de una testigo de nuestro tiempo se han cerrado. Sus ojos, que vieron el horror y la resistencia, que se ilusionaron en los últimos años con la recuperación de la palabra y la militancia (…) ya no están. Era la última compañera de Rodolfo Walsh, eso dicen ahora, a la hora de escribir unas palabras urgentes (…) Pero era más que eso, Lilia era periodista, gremialista, integrante de la Juventud de Trabajadores Peronistas, era una mujer alegre que bailaba el tango como ninguna, que lloraba por su compañero desaparecido, pero clamaba por su obra robada, sus últimos papeles, los que ella ayudó a transcribir, los que rodeaban la cama donde las mejores noches de amor y sexo se acunaron al filo del miedo y de la muerte. (…) Ilusionada con un proceso político que la había llevado, justamente a ella, que había perdido lo que más quería en las catacumbas de la ESMA, a soñar con un proyecto de museo, de memoria y de recuperación histórica. (…) No quería ser sólo la viuda de Walsh, aunque eso sea lo primero que se anote de ella, aunque aquel amor haya sido tan refulgente que opacaba todo lo que siguió después. Aun así se animaba, iba a fiestas cruzando generaciones y volvía a sacarle viruta al piso y vale la frase anacrónica para honrar su esmerado estilo de tango que se reconvertía en cualquier otro ritmo. Trabajó en La Opinión y en este diario, clamó por justicia en la causa ESMA, asistió a Carta Abierta, puso el cuerpo cuando en 2008 la disputa por las retenciones a la elite agropecuaria empezó a polarizar los ánimos”.

En ese 2008 que cuenta Marta Dillon sentí que podía decirle amiga. Me transmitió con su tono pausado, su voz bien bajita –como si estuviese confesándonos un secreto- y siempre en medio de la humareda de sus fieles cigarrillos, la importancia de cuidar qué se dice, cómo y en dónde se cometen esos pequeños actos simbólicos que pueden quebrar hasta al más poderoso. Taconear fuerte cuando se camina por la ESMA, por ejemplo. O reírnos juntas de terminar una tarde de charla en ese espacio acuclilladas haciendo, las dos pis en medio de las arboledas. “Fue nuestra forma de marcar territorio, no, Marianita?”, como le gustaba decirme.

Esta semana, con Hebe de Bonafini en la Plaza pudimos regalarle un aplauso a esta querida compañera el mismo día en que la Presidenta de la Nación homenajeaba a los héroes de Malvinas. En ese acto, Cristina Fernández dijo algo que me pareció unificaba tan diversos sentimientos y acontecimientos: “No hacen falta ositos –dijo ella- sino la voz alta y clara”.

Y me quedé como tildada en esa idea. En la de la voz clara y cómo cuando ésta lo es, gana un peso inesperado. La Presidenta posee ese don de la claridad en la palabra. Y eleva la voz, pero no vocifera. Lilia casi susurraba, pero poseía una mirada cristalina de acontecimientos difíciles. Hebe grita, pero no hicieron falta alaridos para que se elevara bien alto la condena a la canallada de la quema de su figura en la manifestación de La Plata. Máximo no recurrió a bramidos para responder, optó por la nitidez.

Se ve que vamos aprendiendo que no se trata de exclamar, sino de “usar el lenguaje como un objeto, de esgrimirlo como un martillo”.

Y valga entonces, para ir, ya de una buena vez, terminando con esto, un escrito que amo del Walsh de los papeles personales; que quiero porque es perfecto en una adrede imperfección gramatical que borra los puntos, las comas y las pausas. Un texto que parece vomitado, que viene como avalancha y que envuelve a los que ama y empuja a los que odia; un texto que se abalanza sobre lo querido y sobre los canallas de ayer que son casi los mismos que los de hoy. Un texto que, como se arroja, me ayuda con estos hechos y estos hechos “hechos” de palabras que sentí precipitarse uno sobre otro a lo largo de estos días.

“Porque si yo muriera mañana una parte de mi vida –esta parte de mi vida- podría parecer insensata y ser reclamada por algunos que desprecio e ignorada por otros a los que podría amar. Desde luego esa reivindicación personal no es lo que más importa –aunque no sea totalmente capaz aún de renunciar a ella. Lo que importa es el proceso que ha pasado por mí la historia de cómo yo cambié y cambiaron los demás y cambió el país.

Lo que importa es cómo pudo nacer aquí en este lugar dejado lo que está naciendo. Importan también los otros, los responsables, los chantas: yo me entiendo por ahora.

Imagino también un inventario de las cosas que quiero y las cosas que odio: ya lo dije. Las cosas que quiero Lilia mis hijas el trabajo oscuro que hago los compañeros el futuro los que no obedecen los que no se rinden los que piensan y forjan y planean los que actúan el análisis claro la revelación de lo escondido el método cotidiano la furia fría la alegría general que ha de venir un día la gente abrazándose la pareja en su amor la esperanza insobornable la sumersión en los otros.

Las cosas que odio que desprecio la traición la estupidez Frondizi la televisión Jacobo los yanquis de la Esso o los ingleses de la Shell porque estos hijos de puta son cuñas del mismo palo Bernardo Neustad los mercenarios los discursos de los generales las turritas y los pavos de la publicidad oliendo a la colonia que mata los comunistas del partido los falsos profetas de la izquierda acalambrada la camiseta peronista el bigote peronista el odio de los oligarcas la cultura de La Prensa la senilidad de Borges la convicción de Gleyzer o de Aizcorbe los que matan a la gente los torturadores los farsantes los radicales del pueblo sobre todo si son jóvenes y una lista inmensa inalcanzable que se podría tratar de perfeccionar.

¿Qué hago yo con todo eso? Empiezo a juntarlo y empiezo a mirarlo empiezo a estudiarlo empiezo a ver si se deja escribir. Y si no se deja mala suerte será como la primera nenita que no se dejó cuando yo tenía ocho años y ella tal vez seis. Porque si no es sobre eso no vale la pena escribir sobre nada”.

Diario Registrado

Lilia falleció el pasado 31 de marzo Lilia Ferreyra, la leona suave

Periodista, militante sindical, defensora de los derechos humanos, Lilia Ferreyra fue mucho más que la úlitma mujer de Rodolfo Walsh. Fue la chica que salió de un pueblo del interior bonaerense con un título de maestra y profesora de piano y que, hasta el último aliento, creyó en hacer del mundo un lugar mejor. Infojus Noticias la despide con este perfil.

Por Patricia Serrano

“¿Qué hubo en estos meses? Mi soldadura con Lilia, la mujer cuyos ojos crecen durante todo el día y ya por la tarde son enormes y de noche llenan todo. La recuerdo una mañana, acostada panza abajo, una leona suave tomando café con leche mientras el sol entraba por la ventana. Lilia, lenta y apacible, para estar sentada junto a una parva mirando pasar las mariposas, un verano”.

Diario de Rodolfo Walsh, lunes 12 de agosto, 1968.

El sábado 26 de marzo de 1977, con uno de los primeros soles del otoño sobre su cabeza, Lilia Ferreyra –33 años, el pelo suelto y corto, flaca, con jeans- bajó del Ami 8 color verde en el que viajaba hacía más de una hora desde Capital y apresuró el paso que la llevó a enfrentar lo más temido y también posible: la casa de San Vicente que compartía con Rodolfo Walsh había sido bombardeada, acribillada, destruida. Todo estaba dado vuelta. El inodoro en el patio, las marcas de las balas en las paredes de ladrillo sin revoque. Lilia sintió el peligro cercándola y no miró más. Corrió hacia el auto mientras gritaba y agitaba los brazos en señal de huida.

En el Ami 8 esperaban Jorge Pinedo, con las manos listas en el volante y el pie en el acelerador, y Patricia Walsh, con sus hijos María Eva de 3 años y Mariano de 16 días escondidos en el piso de la parte trasera del coche. Lo que siguió se parece a la desesperación o a la supervivencia. De alguna forma encontraron, a campo traviesa, la ruta 6 que pasa por detrás de San Vicente y volvieron a Buenos Aires. Los tres recuerdan, y así lo declararon en el juicio de la Mega Causa de la Esma, que sintieron la muerte demasiado cerca. Tenían razón. El grupo de tareas de la Esma había abandonado el lugar apenas unos minutos antes. Y se había robado lo que aún hoy se reclama: la obra inédita de Walsh.

Nisman en la era de los golpes blandos

El Luego de una década de transformaciones que produjeron los gobiernos kirchneristas, y de sucesivos movimientos destituyentes como corridas cambiarias y “levantamiento” de las policías de todo el territorio, que no produjeron los resultados buscados, se les presentó a las fuerzas externas e internas, una ocasión que vieron como precisa para producir una verdadera “Blitzcrieg” contra el gobierno de Cristina. El “héroe” elegido para tamaña hazaña fue Alberto Nisman, fiscal que debía investigar el atentado a la AMIA, pero que siguió los dictados de los gobiernos de Estados Unidos e Israel. Nisman, una verdadera “quinta columna”.

Por Rubén Dri*

Ilustración: Luis Felipe Noé

La primera década del siglo XXI fue, para gran parte de los pueblos latinoamericanos, el resurgir de las cenizas del incendio que fue la década del 90 bajo la hegemonía absoluta del neoliberalismo pergeñado en las oficinas de Washington. Mientras el imperio desplegaba sus fuerzas de destrucción masiva en las regiones del Medio Oriente y alrededores, y se embarullaba en un laberinto sin salida, en América Latina se abría paso una nueva experiencia, la de gobiernos populares.

En nuestro país el neoliberalismo, implementado en su mayor parte con la legitimación peronista, y llevado a su culminación con la concurrencia del radicalismo y sectores denominados “progresistas”, derrapó definitivamente en la pueblada, o las puebladas, del 19-20 de diciembre de 2001, y días sucesivos.

La ciudad de Buenos Aires cambió radicalmente de aspecto. En lugar de los coches que diariamente obstruían las diversas arterias, una oleada de de asambleas y de marchas llenaba las calles que parecían caminos transitados por verdaderos hormigueros humanos. Sectores populares de diversos niveles, sectores clase-medieros, trabajadores, desocupados, villeros, amas de casa, se reunían, discutían, caminaban.

Una marea de seres humanos, una “multitud” diría Negri, que creía descubrir en ella al nuevo sujeto de la liberación, inundaba todos los espacios públicos y echaba de ellos a todo sujeto que oliese a alguna estructura política. El tsunami que arrasó con el neoliberalismo se llevó puesta también a la política. Parecía imposible pasar de la primera negación, o en otras palabras, de la destrucción.

Pero en el 2003, desde las frías estepas patagónicas del sur apareció un hombre de aspecto nada atractivo y de nombre raro y difícil, que vino a rescatar la política como instrumento fundamental de liberación y ponerla en manos del pueblo. Se sumaba así Argentina a la etapa de la reconstrucción de la patria Grande Latinoamericana, que había comenzado la Venezuela Bolivariana en 1994.

Nuevos aires latinoamericanos que retomaban las banderas de Artigas, San Martín, Bolívar, Sandino, truncadas por la agresividad del imperio británico en primer lugar, y norteamericano después.

En nuestro país resonaban en esta reconstrucción las proclamas de Perón: “Una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana” que se traducían en Venezuela como el “socialismo del siglo XXI; en Bolivia como el “socialismo comunitario”, en Ecuador, como la “revolución ciudadana”, entre nosotros como “crecimiento con inclusión” y en todos como al sociedad del “buen vivir”.

Momento señero de este proceso fue la Cumbre de Mar del Plata en el 2005, y más precisamente el 4 de noviembre de ese año, cuando el gran Hugo Chávez habló de las palas que habían traído para enterrar al ALCA, exclamando ¡ALCA, ALCA, al carajo!

Mucho se avanzó en la década, tanto en el nivel teórico, de conciencia, como en el práctico, de materialidad. Por una parte, en la convicción de que era posible liberarse de las garras imperiales y construir desde uno mismo, desde las bases, desde la propia historia. Por otra, en la puesta en marcha de iniciativas y estructuras como Mercosur, Unasur, Celac, Alba. La Patria Grande es un sujeto que asoma, que se afirma, que se muestra.

Está claro que semejante osadía no iba a ser permitida por el imperio que veía de esa manera cómo su “patio trasero” se transformaba en un amplio espacio de vida y libertad. Como quien despierta de un sueño abrió los ojos y vio que estaba siendo desalojado de donde hasta no hacía mucho era amo y señor. Como en una pesadilla vio que “Cuba” se extendía por toda América Latina.

No podía ser, no lo podía permitir. Inmediatamente reactivó la IV Flota (en el 2008, precisamente cuando sus aliados, las corporaciones agrarias, cortaban las rutas con prepotencia inusitada, queriendo hacer girar las ruedas de la historia hacia atrás), activó las bases que tenía en suelo latinoamericano e implantó otras y comenzó a aplicar lo que ya había teorizado, los “golpes de Estado” denominados “blandos”.

Estados Unidos tiene la perentoria necesidad de “recuperar” la parte de dominio sobre el “patio trasero”, tarea para la cual cuenta con preciosos aliados internos de los países que constituyeron dicho patio (en nuestro caso, las grandes corporaciones económicas y mediáticas y “políticos” que forman parte del conglomerado de la oposición) y externos como los Fondos Buitre y el Estado de Israel.

Para un análisis de la marcha del proceso golpe-blando en nuestro país, es fundamental no perder de vista los sucedido en el 2008 con el denominado “conflicto del campo”, en el que el accionar de los sectores golpistas, generalmente denominados “destituyentes”, tuvo como efecto “no deseado” la clarificación de los campos antagónicos, una realidad siempre actuante en nuestra historia, desde el 25 de mayo de 1810, aunque muchas veces lo haga de manera subterránea.

El golpismo de la movilización campestre fue confesado claramente por algunos pesos pesados de sus participantes, como Biolcati, el entonces presidente de la Rural en diálogo con un golpista de toda la vida, como Grondona, y Buzzi, el entonces presidente de la Federación Agraria.

Es necesario aclarar, sin embargo, que la lógica del “golpe blando” no responde a la “Blitzcrieg” o a la sola “guerra de movimiento” del golpe duro. Combina “guerra de posición”, guerra de trincheras, negociaciones. Por otra parte siempre tiene un objetivo de máxima, la destitución del gobierno y su reemplazo por otro que responde a los intereses de las fuerzas destituyentes.

Pero hay también objetivos de mínima que se sintetizan en lo que el golpista Buzzi expresó cuando se daba el movimiento destituyente de las corporaciones agrarias, el “desgaste” del gobierno que, a la larga, debe terminar con su sustitución, ya sea por un golpe propiamente dicho, o por elecciones que el gobierno finalmente pierda.

Después de una década de transformaciones que produjeron los gobiernos kirchneristas, y de sucesivos movimientos destituyentes como corridas cambiarias y “levantamiento” de las policías de todo el territorio, que no produjeron los resultados buscados, se les presentó a las fuerzas externas e internas, una ocasión que vieron como precisa para producir una verdadera “Blitzcrieg” contra el gobierno de Cristina.

El “héroe” elegido para tamaña hazaña fue un tal Alberto Nisman, fiscal que debía investigar el atentado a la AMIA, la mutual judía, fiscal argentino, pero que en la investigación seguía los dictados de los gobiernos de Estados Unidos e Israel. Nisman, una verdadera “quinta columna”.

La geopolítica de esos dos Estados obligaba al “obediente” fiscal a dirigir la investigación (¿se puede llamar a eso “investigación?) contra Irán, dejando fuera de juego tanto la pista Siria como la local. Eso imponían los intereses de las dos potencias citadas a las que Nisman obedecía.

Como las respectivas cancillerías de Argentina e Irán habían firmado un memorándum de entendimiento para que los ciudadanos iraníes acusados del atentado pudiesen ser indagados por el fiscal argentino, vieron la oportunidad de utilizar ese instrumento como prueba del compromiso del gobierno de Cristina de exculpar al “terrorista” gobierno iraní del atentado.

A esa oportunidad se le agregó otra o, en realidad “la” oportunidad de ligar el “terrorismo” del gobierno de Cristina con el “terrorismo” del gobierno iraní. Esa oportunidad se llama “Charly Hebdo”.

El terrorismo ya no se limitaba a las regiones orientales, sino que se hacía presente en el centro de Europa, provocando una masiva reacción que se manifestó en multitudinarias marchas. “Todos somos Charly” y “yo soy Charly” estaban gravados en las pancartas y en los pechos. ¡Todos contra el terrorismo!

Nada más oportuno que remachar ese hierro candente. Alberto Nisman, el que teóricamente investigaba el atentado a la AMIA, se encontraba de vacaciones en Europa. Había que hacerlo volver inmediatamente y hacer pública una denuncia de encubrimiento del terrorismo en el que habría incurrido la presidenta. El terrorismo que había masacrado al equipo de Hebdo, era protegido por la presidenta.

Pero en realidad la bomba resultó un inocente petardo. Tanto es así que jueces, fiscales y abogados se llamaron a silencio. Las “amigas diurnas” del fiscal se encargaron de inflar la denuncia y anunciar con bombos y platillos que Nisman se presentaría en el congreso para presentar la denuncia contra la presidenta y responder a las sin duda “amigables” preguntas de la oposición al gobierno.

La movida fracasó cuando el Frente para la Victoria exigió que la presentación de Nisman fuese pública. Un verdadero tembladeral en las fuerzas golpistas, porque la denuncia del fiscal era un verdadero “mamarracho”, como dijera Aníbal Fernández. Los frentistas para la victoria ya paladeaban un verdadero festín.

Ese fracaso preanunciado es el que explica la muerte de Nisman. Puede ser un suicidio, que es lo más probable, o un homicidio. Nada cambia en cuanto al motivo de su muerte. Debía morir porque de esa manera se mataban dos pájaros de un tiro. Por una parte, se evitaba el bochorno de la presentación de una denuncia contra la máxima autoridad política que en realidad era la acusación de haber cometido algo que puede ser cualquier cosa menos un delito. El juez Rafecas le dio el “responso” a la acusación.

Por otra parte, y esto es lo fundamental, se podía acusar a la presidenta de haber mandado asesinar a quien había tenido el valor de denunciarla como protectora del terrorismo. Más, como quien había transformado al Estado en un Estado criminal. Es lo que se hizo. Clarín, La Nación, Perfil, los Canales de Televisión, las radios, batieron el parche sobre el asesinato promovido por la “yegua” y la valiente denuncia de Nisman que alcanzaba, de esa manera, la estatura de los grandes héroes.

La confección de la estatua de héroe se hizo el 18F con una multitudinaria marcha bajo la lluvia. Como se sabe las estatuas de barro no resisten el agua. Se disuelven. Eso pasó con Nisman. No se alcanzó a terminar la estatua que ésta comenzó su disolución bajo la persistente acción del agua que se presentó en las figuras de “malversación de caudales públicos, cohecho y peculado”.

Y como frutilla para el postre de la clase media gorila cuyos integrantes ostentaban el “yo soy Nisman”, aparecieron las “amigas de la noche” que sacudieron sus “almas bellas”, impolutas. Miguel Rep graficó la escena de los carteles “Yo soy Nisman” yendo a parar al tacho de basura.

¿Qué queda, pues, de la bomba que debía hacer saltar por los aires el gobierno de Cristina? Quedan las dudas que se sembraron. Para que no se disipen hay que mantener las dos causas, la de la falsa denuncia y la de la muerte del fiscal. Pollicita, y Moldes por una parte, y Arroyo Salgado, por otra, están en la tarea.

Hasta aquí habíamos llegado el 24 de marzo en nuestras reflexiones, cuando se produce el fallo de la Cámara I de la Cámara Federal que manda la denuncia de Nisman al “agujero de la nada más absoluta” en la que ya se habían perdido los ilustres Pollicita y Moldes y ahora los acompaña el gran Joaquín Morales Solá. Seguirán los esfuerzos para mantener en pie la denuncia, a pesar de la advertencia hecha por la Cámara en el sentido de que “los estrados penales no son las tablas de un teatro ni sus expedientes el celuloide de una película, o que una persona deba quedar sometida a los influjos de un proceso criminal sin otra razón más que la publicidad de su figura”.

Buenos Aires, 26 de marzo de 2015.

*Filósofo, teólogo, profesor e investigador en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires

Fuente: La Tecl@ Eñe. Revista Digital de Cultura y Política
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