martes, 31 de marzo de 2015

A propósito del segundo año de Francisco

El embajador argentino ante la Santa Sede, Eduardo Valdés, publicó en el Vatican Insider un artículo reflexionando sobre "El Papa de las bienaventuranzas".
Francisco recibe a Eduardo Félix Valdés
Francisco recibe a Eduardo Valdés


Por Eduardo Félix Valdés*

Pasados unos días del segundo aniversario del pontificado del nuestro querido Papa Francisco, el primer Papa  latinoamericano de la historia, me viene a la memoria un recuerdo de mi adolescencia. A los 15 años fue un humilde curita salesiano (el padre Fito Fernández) quien me convocó al compromiso de “ser Cristos para hacer Cristos” desde el grupo “Casa de la Juventud”, desprendida de la II Conferencia Episcopal Latinoamericana que tuvo lugar en Medellín en 1967.

La opción por los pobres, sobre la cual el Concilio Vaticano II había despertado nuevamente la conciencia, en Medellín había cobrado un vigor inusitado porque en aquella ocasión se habló de “optar por los pobres para salir con ellos de la pobreza, luchando contra la injusticia”. Fue justamente a partir de aquellos ideales que luego nació también mi compromiso.

Para explicar lo que ellos significaron no sólo para mí, sino para todos los jóvenes de América Latina, quisiera recordar las palabras de Mons. Eduardo Pironio quien fue el Secretario de esa II Conferencia Episcopal Latinoamericana.

En su ponencia de Medellín sobre la interpretación cristiana de los signos de los tiempos, Mons. Pironio explicó que nuestra región estaba viviendo uno de aquellos “momentos” especiales en la historia que van marcados con el sello providencial de la salvación. Y eso  porque “cuando el hombre toma conciencia de la profundidad de su miseria se va despertando en él hambre y sed de justicia verdadera que lo prepara a la bienaventuranza de los que han de ser saciados, y se va creando en su interior una capacidad muy honda de ser salvado por el Señor”.

Sin embargo, a pesar de las señales que venían de su Iglesia, durante la década de los años 70, o quizás por eso, América Latina se vio afectada por una ola de golpes militares (Brasil, Uruguay, Chile Argentina). En aquel contexto la Iglesia latinoamericana se dividió profundamente, Pironio partió para Roma, en mi Neuquén nos defendió Jaime de Nevares pero siempre añorando en el alma el recuerdo de aquel curita salesiano que me había enseñado a respetar la dignidad humana y a luchar contra cualquier forma de injusticia y explotación social.

Unos 42 años después me pasó algo extraordinario,  fui invitado por la Presidenta de la Nación Argentina, la Dra. Cristina Fernández de Kirchner, a acompañar a la delegación de los jóvenes argentinos en la Jornada Mundial de la Juventud que tuvo lugar en Brasil en 2013. Allí escuche al Papa Francisco, ante millones de jóvenes, invitarlos a ser militantes de la paz en el mundo y a comprometerse para erradicar las estructuras sociales injustas, invitándolos a “salir a la calle” y a “hacer lío”. En aquella ocasión el santo padre dijo a los jóvenes que para conocer su programática tenían que leer Mateo 25 y sobre todo las bienaventuranzas, las mismas  que  Mons.  Pironio había citado en su postura de Medellín.

Para mí fue una gran emoción. En sus palabras redescubrí la Iglesia de mi curita y entonces pensé “¡Qué suerte que tienen, hoy en día, los jóvenes del mundo entero!  Ahora ellos tienen un Papa con los mismos valores de mi curita de los 15 años”. Desde este pontificado el mundo ya no será más el mismo, porque cuando ya no éste más el Papa Francisco serán estos jóvenes, en los que él instaló estas ideas de justicia y de compromiso social, quienes lucharán por un mundo que esté en paz y por una sociedad más justa que no excluya a nadie.

De hecho, en estos dos años de pontificado, el Papa Francisco les ha indicado el camino no sólo a través de su enseñanza, sino también poniendo en práctica la bienaventuranzas con actos concretos que han marcado las etapas históricas de su ministerio petrino: con su visita a la isla italiana de Lampedusa cuando, frente a la crisis humanitaria de la migración ilegal, denunció la “globalización de la indiferencia” invitando a luchar contra cualquier forma de explotación y de violación de la dignidad humana (bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados).

Con su primera exhortación apostólica, “Evangelii Gaudium”, en la que advirtió que mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo (bienaventurados los pobres porque de ellos será el reino de los cielos); convocando la vigilia de oración para la paz en Siria y el encuentro de oración por la paz en Tierra Santa y comprometiéndose personalmente para favorecer el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos (bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios).

Y,  finalmente, proclamando un Jubileo extraordinario dedicado a la misericordia, para que toda la Iglesia pueda “volver a descubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios, con la que todos somos llamados a dar consolación a cada hombre y a cada mujer de nuestro tiempo” (bienaventurados los misericordiosos  porque ellos alcanzarán misericordia).

Estoy convencido de que la fuerza de estos ejemplos grabará su huella en las conciencias de las nuevas generaciones, así como lo hicieron las palabras del cura de mi adolescencia en la mía y de allí, gracias al compromiso de estos jóvenes, llegará a cambiar la agenda de la política mundial.

* Embajador de la República Argentina ante la Santa Sede

CACEROLEROS VARIOS MOYANO BARRIONUEVO Y ETCS MALI LOS ESPERA

El país en el que uno puede escoger cuánto quiere pagar de impuesto

© BBC Mundo
Adentro, una fila de cajeros están sentados tras unas ventanillas de vidrio grueso. Cada uno tiene una cartera grande sobre el mostrador. Cada una es de un color distinto. A pesar de todos sus problemas y pobreza, Mali a menudo te sorprende con momentos de belleza accidental.
Pero la mirada de los cajeros se pierde en la distancia debido a la falta de actividad.
El Fondo Monetario Internacional opina que este país del occidente africano tiene el potencial de mejorar su recaudación de ingresos en un 20%, pero eso no está sucediendo aquí.
Mi misión, como contribuyente registrado, me lleva por detrás de los cajeros, a la pequeña oficina de la señora Yattara. La comparte con tres colegas, cada uno con su cartera.
También hay una computadora que se usa para imprimir el formulario de declaración de impuestos. Sin embargo, toda la información se copia en cuadernos que se almacenan apilados.
Cacería anual de contribuyentes
La primera vez que conocí a Yattara, una mujer inteligente que usa anteojos, fue durante el censo anual de impuestos. En esa ocasión, todos los empleados dejan la oficina armados con portapapeles en busca de más contribuyentes en la vecindad.
Siempre hay una víctima: algún comerciante sin suerte al que le cierran la tienda para ponerlo de ejemplo frente a los otros. Este año fue un vendedor de gaseosas a quien le presentaron una cuenta por deudas tributarias de US$160, y cuando no la pudo pagar, le pusieron candados a su local.
Una semana más tarde, ofreció pagar la mitad y les dio unas cajas de bebidas de naranja a los empleados de la oficina de impuestos. Eso resolvió el problema.
Yattara me llevó a donde su jefe, el señor Kante, quien goza de una oficina entera para él. Me ofrecen un asiento, desde el cual a duras penas puedo verlo.
Libros de leyes tributarias y copias de los decretos del Ministro de Finanzas están apilados en su escritorio. Me hace unas preguntas sobre mis gastos como periodista y me incomoda el hecho de que no puedo ver qué está escribiendo.
"Puede escoger entre dos regímenes de impuesto a la renta: 30% o 3%... ¿cuál prefiere?".
"Eeehhh, pues 3%", me aventuro. "3% será", dice y añade: "Ahora vamos a ver a mi jefe".
Eso no me extraña: la jerarquía lo es todo en Mali. Y supongo que es tan raro que alguien entre a este edificio y ofrezca pagar el impuesto a la renta que su jefe querrá conocerme.
Números redondos
No muchos acuden a la oficina de impuestos de Bamako a ofrecer pagar lo que deben.
La oficina del señor Kantako es enorme. La reunión involucra muchas sutilezas y curiosamente se espera que yo presente la posición del gobierno británico respecto a las demandas de autodeterminación de los rebeldes taureg en el norte del país.
"Eeehhh... Reino Unido desea que reine la paz", respondo mustiamente. Toda mi energía se está yendo en tratar de reprimir mi alegría ante la idea de pagar 3% de impuesto a la renta.
El jefe le pide a Kante que le resuma mi caso. Ambos se inclinan sobre una computadora y sacan la cifra de US$380.
"Mmm... me gustaría que fuera un número más redondo", dice Kantako eventualmente. "Y la libra esterlina está fuerte. Creo que queremos US$485 (300.000 en moneda local)". Su mirada es la misma que te dan cuando uno está comprando casi cualquier cosa en Mali, como diciendo: "esa es mi oferta, ¿cuál es la suya?".
"Y lo querríamos en efectivo", agrega, "pero le daríamos un recibo".
¿Por qué es así?
Kante me ofrece una explicación cuando volvemos a su oficina.
"El 80% de la economía de Mali es informal. El gobierno cree que una tasa de 3% atraerá más contribuyentes. Lo que la gente no entiende es que nos cuesta trabajo conseguir siquiera el 1% o 2%, así que esta nueva tasa es un aumento".
Según eso, a las autoridades tributarias les fue muy bien conmigo.
Pero quizás el hecho de que yo ofrecí pagar voluntariamente impidió que me cobraran lo que probablemente debería pagar: el 30%.
Al salir, veo al hombre del carnero, pero se está yendo sin él.
"¡Monsieur!", lo llamo. Se da vuelta.
"¿Su carnero?".
"No, no. Se los di a ellos", dice con naturalidad, y se va.

UN POCO MENOS DE CRISIS, CORRIDAS CAMBIARIAS, DESOCUPACION, MISERIA, HAMBRE Y ETCS NO LA NACION?

Aparecieron los primeros dólares de la soja y el BCRA compró u$s 100 millones

SEREA POR LA CRISIS PRESENTE FUTURA O DE AYER?

Marzo alcanzó un nuevo récord de ventas de dólar "ahorro"La compra de moneda extranjera para tenencia personal en marzo ya es récord mensual, con u$s479,2 millones, cuando resta una jornada para su finalización.

En el penúltimo día hábil del mes -si bien el martes, con la adhesión de La Bancaria al paro, se espera que la compra de dólares disminuya considerablemente- se llegó al récord mensual con la adquisición por parte del público de 25,1 millones de dólares.
De acuerdo con el monitoreo dado a conocer periódicamente por la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), marzo superó en poco más de 16 millones al récord anterior de febrero pasado, con 463 millones de dólares.
Desde que se habilitó el régimen de adquisición de moneda extranjera monitoreado por la AFIP, las compras totalizaron u$s4.364,1 millones, a razón de 643,42 dólares por operación.
De ese monto, el 91,6% fue retirado por los clientes de la correspondiente institución bancaria, por lo que debió abonarse un 20% de recargo como adelanto del pago del impuesto a las Ganancias.
Diego Giacomini.mp4
---------------------------------------- MES ------------------ DÓLARES ---------------------------------------Enero 2014...............94.874.674Febrero 2014........ 167.745.299Marzo 2014............ 147.962.821Abril 2014............... 133.432.328Mayo 2014.............. 140.480.703Junio 2014............. 161.589.089Julio 2014............... 205.737.010Agosto 2014........... 260.097.426Setiembre 2014..... 379.064.364Octubre 2014......... 446.494.714Noviembre 2014.... 403.583.393Diciembre 2014..... 424.705.659Enero 2015............ 456.212.999Febrero 2015......... 462.997.736Marzo 2015 (*)....... 479.152.085----------------------------- TOTAL................. 4.364.130.300 (*) hasta el 30 de marzo.

BUENO NO TODO ESTA TAN PERDIDO

Construcción: se recuperó 1,6% el empleo

ZAZ! SE NOS CAYO EL MUNDO ENCIMA Y YO TAN TRANQUI QUE ESTABA,

Temor internacional por la economía del país de cara a las elecciones

lunes, 30 de marzo de 2015

La desaparición de Honoré Subrac Por Guillaume Apollinaire

Pese a todas investigaciones hechas, nunca la policía llegó a descubrir el misterio que envolvió la desaparición de Honoré Subrac.

Subrac, por cierto, había sido mi amigo. Yo conocía, por lo tanto, toda la verdad en relación a su caso, lo que me obligó a comunicar a la justicia la suma de lo ocurrido. Luego de que yo prestara declaración, el juez solo atinó a hablarme en un tono de distante cortesía. No tuve la menor duda de que me tomaba por loco. Como se lo hice notar, no hizo más que extremar esa actitud condescendiente. Después se incorporó, se acercó a mí y me fue llevando hacia la puerta de salida. Entonces advertí en el ordenanza, que apretaba los puños, toda la intención de abalanzarse sobre mí en caso de que yo tuviera un brote.

No insistí en absoluto. Debo admitir que el caso de Honoré Subrac era lo suficientemente extraño como para que a cualquiera le resultara increíble. Por las noticias publicadas en los diarios, todos inferían que Subrac era un tipo muy original. Tanto en el frío invierno como en el calor del verano vestía la misma túnica y unas pantuflas. Yo sabía que era un hombre acaudalado por lo que más asombro me causaba ese atuendo. Un día se me dio por preguntarle el porqué de su hábito.

Lo hago para estar prevenido en caso de necesidad me respondió. Esta ropa me permite desvestirme en un santiamén. Además, es tan cómodo acostumbrarse a usar pocas ropas; uno puede pasarla muy bien aún sin ropa interior, sin medias y sin sombrero. Tengo esta costumbre desde los veinticinco años y siempre he gozado de buena salud.

Sus palabras no solo no me aclararon nada sino que me dejaron más confundido aún.

Solo atiné a pensar: «¿Por qué causa Honoré Subrac se creerá en la necesidad de poder desvestirse rápidamente?»

Y por supuesto hice toda suerte de especulaciones al respecto.

Cierta noche, en que regresaba a mi casa calculo que a la una o a la una y cuarto, oí una voz que pronunciaba mi nombre en tono muy bajo. Parecía como si la misma hubiese salido de la pared rozada por mi hombro. Me detuve sorprendido.

Soy yo, Honoré Subrac. ¿Hay alguien en esta calle?

Pero ¿dónde se encuentra usted? esto lo dije mirando hacia todos lados sin tener la menor noción de cuál podía ser el escondite de mi amigo.

Entonces vi al borde de la calle la famosa túnica y, a su lado, las también célebres pantuflas.

«Bueno pensé, ahora sí se dio el caso en que mi amigo tuvo el apuro de vestirse muy rápido. Por fin podré desentrañar este misterio.»

No hay nadie en la calle, puede usted salir ya, amigo le grité.

De repente, Honoré Subrac dejó de ser uno con la pared que yo había rozado antes. Lo vi enteramente desnudo. Él tomó su túnica, se la calzó y la abrochó con premura, y después se calzó las pantuflas y me dijo con resolución:

¡Debe estar usted muy sorprendido!, pero sé que ahora le será claro el motivo por el cual visto estas ropas que juzgan excéntricas.

»No obstante, sé que aún no puede comprender cómo pude evitar en absoluto su mirada. Es tan sencillo: todo se debe a un fenómeno mimético… Basta observar la naturaleza.

»Como una madre cuidadosa, ella concedió a aquellos, sus hijos débiles, el don de confundirse con el medio ambiente y así su tomar su flaqueza en fuerza… Por supuesto, sabe de qué hablo. Esto es: las mariposas se parecen a las flores, algunos insectos se confunden con las hojas, el camaleón toma el color que le conviene, la liebre del polo adopta el color de esas heladas regiones esa liebre no es menos miedosa que las de nuestros campos y, sin embargo, puede huir sin ser vista.

»Esos animales, aunque débiles, huyen de sus enemigos por ese instinto que los lleva a cambiar de aspecto.

»Tal es mi caso: un enemigo me persigue sin cesar y yo, cobarde como soy e inhábil para la lucha, me comporto igual que esas pequeña bestias: me fundo a mi libre albedrío y acuciado por el terror con aquello que me rodea.

»Llevo ya varios años ejercitando esta práctica. Exactamente desde que tenía veinticinco y cuando, honesto es decirlo, las mujeres me veían agradable y bien parecido. Una de ellas, casada por cierto, me insinuó tal significativa amistad que no tuve fuerzas para resistirme. ¡Qué fatal fue aquella relación! Cierta noche en que su marido había partido de viaje por unos cuantos días, estaba yo en su casa. Ambos habíamos quedado desnudos como dos dioses. De golpe, se abrió la puerta y entró el marido empuñando un revólver. Fui presa del más absoluto terror, yo era y soy cobarde, por lo que solo me dominó un deseo: desaparecer. Me arrimé bien junto a la pared, con la única voluntad de fundirme en ella, y lo inesperado se produjo: tomé el mismo color del empapelado y por propia e increíble voluntad todo yo entré en la pared. Nadie, según lo que yo pensaba, podría distinguirme en ese estado. Y los hechos así lo confirmaron. El marido me había visto y no podía entender cómo hubiera podido yo escapar. Deseoso de matarme, enloqueció y, sin dudarlo, volcando en su mujer la ira a mí destinada, le dio seis tiros en la cabeza. Después se fue, sumido en un desesperado llanto. Al notarme solo, y nuevamente por instinto, mi cuerpo recuperó su color y proporciones habituales. Antes de que acudiese alguien logré vestirme y huir yo también. Desde aquella noche conservo esta oportuna facultad de mimetizarme. El marido de esa mujer no se conformó con no haber podido acabar con mi vida en aquella oportunidad. Matarme se constituyó en el principal objetivo de su vida. Siguió mis pasos por todo el mundo. Yo creí que viniendo a vivir a París me alejaría de él para siempre pero ya ve: poco antes de que usted llegase me lo topé nuevamente, los dientes me repicaron de terror. Apenas me dio el tiempo para arrojar mis ropas y fundirme en la pared. El hombre junto a mí miró absorto la túnica y las pantuflas tiradas al borde de la acera. Ahora tiene usted la palabra. ¿No es adecuado que yo use tan poco atuendo? Si así no fuera, si mi vistiera como todo el mundo, no podría ejercitar esa capacidad mimética. Sería imposible quitarme una tras otra las ropas con la premura que exige la huida. Lo más importante es quedar desnudo por completo y, si así no fuera, las ropas pegadas contra la pared tornarían inútiles mi defensiva fusión.

Tuve que felicitar a Honoré Subrac por aquella facultad tan notable que poseía y que, por cierto, yo envidiaba…

En los días posteriores, no pude pensar en otra cosa. Me sorprendía a cada minuto tratando de lograr esa transformación de mi contorno y color. Así intente mudarme en un autobús, en la Torre Eiffel, en un profesor universitario, en un afortunado ganador de la lotería. Pero todos mis desvelos eran vanos. Nunca logré tal portento. Mi voluntad, sin duda, era débil y, además, mi ánimo carecía de ese terror sagrado, ese peligro inminente que había hecho que los instintos de Honoré Subrac alumbraran tamaña cualidad…

Pasó el tiempo y se perdió de mi vista, hasta que un día lo vi llegar fuera de sí. Entonces me dijo:
Aquel hombre, el enemigo del cual le hablé, me anda pisando los talones. Pude escurrirme de él tres veces en virtud de la facultad que ya conoce, pero la verdad es que tengo miedo, tengo mucho miedo.

Aunque lo noté más delgado me abstuve de comentárselo.

Para escapar de su acérrimo enemigo le dije no le queda a usted más que una salida: irse. Vaya a esconderse en un pequeño pueblo. Yo puedo encargarme de sus asuntos. No se demore y acuda ya a la estación más cercana.

Le pido por favor que me acompañe, se lo ruego. Estoy muerto de miedo.

Se aferró a mi mano.

Una vez en medio de la calle, ambos caminamos en silencio. Inquieto, Honoré Subrac volvía la cabeza hacia atrás una y otra vez. De golpe lanzó un terrible grito y echó a correr. Mientras lo hacía, se iba arrancando la túnica y las pantuflas. Entonces divisé a un hombre que corría persiguiéndonos. Hice el intento de detenerlo mas él se desprendió de mí y continuó corriendo con un revólver en la mano, apuntando a Honoré Subrac. Pero éste se apercibió de la cercanía de un muro de un cuartel, se dirigió hacia él y, como por arte de magia, desapareció.

El perseguidor con el revólver en la mano se detuvo anonadado, echó una maldición llena de rabia y esta vez la pared fue el sustituto de su ira. El hombre vació el cargador en el sitio exacto donde había desaparecido Honoré Subrac. Luego, a la carrera, abandonó el lugar.

La gente no tardó en apiñarse. Algunos policías la obligaron a dispersarse. Yo llamé a mi amigo pero no hallé respuesta alguna.

Toqué la pared en cuestión: todavía se hallaba tibia. Pude calcular que, de las seis balas del cargador, tres habían horadado el muro a la altura en que un hombre tiene el corazón. Las tres restantes habían hecho trizas el revoque un poco más arriba, en el preciso punto donde creí distinguir de manera vaga, muy vaga, la forma de un rostro.

(De El Heresiarca y Cía, 1910)