domingo, 29 de marzo de 2015

La historia que marcha

Por Mario Wainfeld
El número siempre importa, para medir la magnitud de una jornada de movilización. El reciente 24 de marzo no exceptúa la regla pero en esta nota se desiste de la comparación minuciosa. La participación popular el martes fue imponente, como se fue haciendo costumbre. Centremos la mirada ahí: en lo constante, que se viene repitiendo año tras año.
La Plaza de Mayo concentra la atención aunque se debe puntualizar que las convocatorias se reproducen en ciudades o pueblos de todo el territorio nacional. Sumar es un ejercicio trabajoso acaso sobreabundante... imprescindible dar cuenta del cuadro general. Hay memoria, presencia, orgullo, definiciones.
Cuatro generaciones se congregan, provienen de todos los estratos sociales. Caminan o van en brazos dos generaciones que sólo vivieron en democracia, digamos las de los nietos o bisnietos de las “viejas” que iniciaron el camino. Los hijos de los compañeros desaparecidos, en general, ya tienen más edad que sus padres cuando fueron masacrados. Aquellos que “somos hijos de las Madres y las Abuelas” –como asumió inolvidablemente el presidente Néstor Kirchner– tienen (tenemos) usualmente más edad que la que tenían en su momento quienes hacían las rondas en la plaza.
La cantidad de manifestantes crece o se sostiene, tanto da, año a año. Cada cual con sus vivencias, premisas, costumbres, gustos, “soportes” musicales, modos de bailar o de saltar. Cada año se resignifica el hábito porque la muchedumbre jamás es idéntica a la anterior.
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Feriados y comuniones: Se debate si corresponde que sea feriado el 24 de marzo. Es válido polemizar, siempre. Tal vez no sea muy agudo despotricar porque los días en rojo son usados también para holgar, hacer turismo. Ocurre con cualquier efemérides. La mayoría de las personas no destina los 25 de mayo a rememorar a French y Beruti (que, dicho al pasar, parece que eran bastante zurdos) ni para encaminarse hacia el Cabildo porteño. Las sociedades construyen su memoria común haciendo suyas esas fechas que se analizan en las escuelas o se elaboran en las academias o se cifran en lecturas divergentes.
Lo que sí vale es el peso de la memoria, la potencia de las marchas. Ese día, por otra parte, dista de estar aislado del resto del año. Hace un continuo con la erección de sitios de la memoria, con actos o recitales, con las placas que se colocan en las veredas recordando (de a uno) momentos terribles del terrorismo de Estado.
La bandera con las imágenes de las personas desaparecidas se remoza esta vez. Su entrada a la plaza es un trance conocido, que conmueve e instruye. Una comunión se produce, una emoción envuelve a gentes diferentes, es glorioso estar, el dolor cobra sentido, lo completa la alegría de lo colectivo.
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Las voces que valen: La secuencia histórica demarca avances, retrocesos, defecciones, zigzagueos, cada cual hace su semblanza. Los juicios a los represores son tal vez únicos en el mundo, como mínimo una experiencia nacional formidable. Comenzó con el Juicio a las Juntas, padeció los avatares de las leyes de la impunidad y los indultos. Hoy día son experiencia cotidiana en todas las provincias de la Argentina. El saldo es, como casi todo en estas cuestiones, promisorio, imperfecto, inacabado.
El general Augusto Pinochet murió siéndolo, del otro lado de la cordillera, rodeado de honores. Jorge Rafael Videla y Emilio Massera, desprovistos por deshonor del grado militar, terminaron sus días presos. En España se tironea, ahora, sobre la posibilidad de juzgar los crímenes del franquismo. Lejos está uno de emitir dictamen unívoco sobre otras sociedades, pero la experiencia comparada ilustra, autoriza la reflexión orgullosa.
En nuestra patria, el Juicio a las Juntas Militares ordenado por el presidente Raúl Alfonsín fue el primer mojón. Por primera vez las víctimas prestaron testimonio, en un contexto que las legitimaba. Los procesos actuales convalidan ese fenómeno, potenciándolo. La voz de las víctimas cobra un rango notable: son los principales testigos de cargo. En base a sus palabras se dictan los fallos, se construye jurisprudencia sobre terrorismo de Estado, sobre crímenes de lesa humanidad.
La víctima es testigo, sus verdugos la escuchan en el banquillo: un logro de la sociedad democrática que muchos apuntalaron y otros trataron de frenar.
En las vísperas de un cambio de gobierno democrático se debate acerca de la institucionalidad del kirchnerismo, como corresponde. Hay que computar en su haber el peso institucional de la palabra de las víctimas, reconocida y valorada por los tribunales.
La dinámica social desconoce los compartimientos estancos. El respeto a la primacía de la palabra de la víctima (consagrado en esa experiencia ahora cotidiana) es bandera de quienes reivindican derechos de las mujeres frente a la violencia machista. O de quienes superan temores o vergüenzas atávicos y denuncian abusos sexuales. En todas esas situaciones, desde el genocidio hasta los episodios particulares, a veces debieron atravesarse años o décadas de sufrimiento e incapacidad para decir su verdad. En todos, se está en camino. En todos, los sufrientes van ganando protagonismo y enjundia.
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Raccontos: La historia no es lineal, hasta ciertas dosis de azar demarcan sus rumbos. El senador neuquino Elías Sapag, con desaparecidos en su familia, forzó a retocar para bien la ley de obediencia debida excluyendo de su manto protector a los crímenes atroces o aberrantes. Esa hendija sirvió para ir colando demandas y denuncias en los años en que primaba la impunidad.
En 1996, a veinte años del golpe, la concentración desbordó todas las previsiones. La movilización, según contó la colega Marta Dillon en Página/12 del día 25 de marzo, inició una de sus características recurrentes que sobreviven hasta hoy. Es condensar muchas demandas y reivindicaciones del presente, un compendio de luchas populares. El pasado y el presente se imbrican e interinfluyen.
La magnitud del hecho conmovió fibras en España y fue acicate para los procesos iniciados por el juez Baltasar Garzón. El magistrado pidió extradiciones, de criminales conspicuos y hasta confesos. Recordemos que el represor Ramón Etchecolatz alardeó por la tele de haber torturado al luchador popular Alfredo Bravo, quien debió soportar tamaña sevicia compartiendo cámara ante la mirada “ecuánime” de Mariano Grondona.
La Argentina se transformó en el aguantadero de los genocidas, quienes no podían animarse a salir pero contaban con la protección de nuestros gobiernos democráticos. El ex presidente Carlos Menem la practicó con sus proverbiales crueldad y cinismo. El ex presidente Fernando de la Rúa, portador de una tradición sibilina e hipócrita, produjo su único texto en que invocaba la soberanía nacional. Clamó en su nombre, al servicio de causas espurias,
Cuando Kirchner recibió un pedido de extradición similar les expresó a varios integrantes de su gabinete que “si no los juzgamos acá, los mandamos para allá”. Lejos estuvo de ser una opción equidistante, fue un llamado a la acción. La escucharon su canciller, Rafael Bielsa, su jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y su azorado ministro de Defensa, José Pampuro. Las decisiones del Ejecutivo galvanizaron al sistema político. Llegaron las leyes y el fallo de la Corte Suprema que declararon inconstitucionalidades. El cauce abierto por la decisión política se hizo torrente: se reabrieron o se promovieron las causas judiciales.
La brega infatigable de los organismos de derechos humanos, los fallos pioneros dictados con anterioridad, los proyectos de leyes similares propuestos en minoría fueron precedentes. Sin toda la lucha y la convicción anterior las demandas de minorías no hubieran tenido plafón para hacerse políticas de Estado. Sin la voluntad política, ese salto cualitativo podría haberse evitado, quedado en pura virtualidad.
Baste imaginar qué hubiera pasado si en las elecciones de 2003 hubieran ganado Menem o Ricardo López Murphy (que estuvo a un tris de llegar al ballottage). O si hubieran llegado a la Rosada el senador Carlos Reutemann o el gobernador José Manuel de la Sota, que fueron los primeros delfines en los que pensó el ex presidente Eduardo Duhalde.
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Polifonía: La proliferación de libros, canciones, películas, abordajes teóricos jamás obrará un veredicto común o único. Una sociedad pluralista genera miradas, abordajes múltiples, puntos de vista que se complementan, se refutan y construyen un fresco en movimiento. Las víctimas, al recuperar su autoestima y legitimidad pública, hacen su aporte invalorable. Personas con otras experiencias, sus propios hijos, construyen sus propios relatos.
Las reivindicaciones de minorías con conciencia permean y construyen sentido común. Es una de sus grandes victorias cuya dialéctica incide en el futuro. El teleteatro Montecristo, un producto genuino de la etapa, fomentó el interés de muchos jóvenes por averiguar sobre su identidad. La aparición del “nieto de Estela” acicatea una dinámica parecida.
Todos los días son 24 de marzo, algunos de modo más conspicuo, otros de forma imperceptible. La movilización anual condensa la potencia acumulada, da testimonio.
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Cívico-militar-eclesiástico: La caracterización del golpe se va rediseñando a medida que se amplía el saber conjunto. En verdad, ya durante la dictadura el economista Adolfo Canitrot explicó la su racionalidad económico-política. Pero era insumo para minorías. El develamiento de la participación empresaria llegó a ser conciencia para las mayorías años después. Los curas de la Opción por los Pobres, que saben de lo que hablan, agregaron “eclesiástico” a la adecuada definición de “golpe cívico, militar y empresario”.
El kirchnerismo promovió una revisión histórica y demarcó varas altas que también lo interpelan. En las dos marchas a Plaza de Mayo del martes (muy asimétricas en su número, expresivas de la diversidad) abundaron pedidos de remoción del jefe de Ejército César Milani. Es un reclamo justo, acorde a los parámetros que el oficialismo elevó. Un sospechoso de crímenes de lesa humanidad no debe estar en ese cargo. De política se habla, de nuevo, no de responsabilidades penales. En ese andarivel nadie es culpable sin sentencia firme. En el plano político, el baremo kirchnerista, único desde el ’83, es bien otro. Hay funcionarios que aducen que Milani ni está procesado, si así fuera seguiría siendo inocente, como ciudadano. Como funcionario estatal de alto nivel, su pasado lo excluye.
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Seguir en pie: Volvamos a la movilización, que da gusto. Hay quien marcha solo o con la familia. Hay columnas organizadas, encuadradas. Algunos se quedan en las veredas, de pie o en los cafés hospitalarios. Media un respeto enorme, que permite a vendedores ambulantes tender su mercadería en la pura calle sin arriesgarse nada. La pluralidad, el mestizaje son marcas de fábrica de la Argentina que estas tenidas sintetizan como pocas pancartas individuales, gigantografías armadas con esfuerzo, colectividades que honran a sus desaparecidos. La secuencia de hechos similares es una construcción colectiva que un gobierno con convicciones bien puestas repotenció.
Este cronista es refractario a los vaticinios, vaya uno por esta vez. El cuadragésimo aniversario será impresionante, único a su modo. Ocurrirá con un nuevo mandatario, que recogerá este legado. No podrá (fuera cual fuera su bandería) desconocerlo ni contrariar la energía social desatada sin hacerse cargo de las consecuencias.
Página/12 estuvo siempre en esas luchas, empezando con los recordatorios que persisten desde sus inicios. Jamás arrió esas banderas, menos cuando los partidos políticos mayoritarios creyeron haber cerrado la historia. Formar parte del torrente es una señal de identidad.
Los medios dominantes, cómplices en su momento de la dictadura, escondieron esta semana las movilizaciones. Su papel (¿prensa?) fue lamentable, poco profesional si uno se pone estricto. A confesión de parte, relevo de prueba.
mwainfeld@pagina12.com.ar

LA DESESTIMACION DE LA DENUNCIA FRUSTRA LA OFENSIVA CONTRA CFK La paja y el trigo

El contundente fallo de la Sala I de la Cámara de Apelaciones desnuda la inopia fáctica y conceptual del texto que el fiscal Natalio Alberto Nisman presentó a los apurones por motivos que aún permanecen en las sombras, pero que por las experiencias previas con el mismo personaje pueden imaginarse. Entre abril y mayo de 2014, en llamativa coincidencia con la derecha republicana y el establishment de seguridad e Inteligencia estadounidenses y mientras su Supreme Court analizaba en Washington la apelación argentina al fallo del juez Thomas Griesa a favor de los fondos buitre, Nisman les anunciaba a personas de confianza que se “llevaría puesta a Cristina” (como le dijo al nerd informático Diego Lagomarsino) o que conseguiría su detención (a la operadora judicial de la DAIA Marta Nercellas). No lo consiguió, tenga o no tenga que ver su muerte con ello. La construcción del nuevo prócer de la derecha porteña se desmoronó por la mala calidad del material. La hipótesis de que el liderazgo de Cristina siga intacto durante todo el proceso electoral y aún después incrementa el encono de la oposición política y mediática que no alcanza a entender las razones de esta adhesión popular. Tal incomprensión los lleva a radicalizar sus posiciones negativas, con lo cual aceleran el recorrido de un círculo vicioso que podría dejarlos una vez más con las manos vacías.
Antes fueron las corridas hacia el dólar, los sacudones inflacionarios, los motines policiales y sus zonas liberadas para el vandalismo, las tentativas de desabastecimiento, los fallos del juez de Wall Street encaminados a simular un nuevo default, la deserción opositora de los debates parlamentarios sobre temas de fondo, los cacerolazos, los lockouts agropecuarios y los paros sindicales (uno de ellos se repetirá pasado mañana, por el impuesto a las ganancias de la cuarta categoría), las declaraciones flamígeras de las asociaciones patronales y la concertación entre jueces y fiscales para hostigar al gobierno. Varios de esos mandobles fueron instigados a control remoto, como castigo por la política exterior independiente, los avances contra los cómplices económicos, eclesiásticos y judiciales de los crímenes de la dictadura, la perseverancia en un camino económico-social opuesto al descontrol de los mercados. En este contexto se inscribe el rol de la embajada de los Estados Unidos, a la que Nisman sometía sus borradores para que se los corrigieran y donde recibía instrucciones sobre qué pistas seguir y cuáles dejar de lado. La extraordinaria gravedad de esta subordinación no es percibida por la oposición y esto también ayuda a explicar su desfasaje con la opinión predominante. Del mismo modo, la difusión de los vicios privados que Nisman costeaba con dineros públicos sólo puede espantar a quienes se conduzcan con la misma laxitud.
Afeitar en seco a quien termina su mandato es la mejor forma de advertir al entrante que ponga las barbas en remojo si no quiere seguir la misma suerte. El final apocalíptico de la primera presidencia democrática, con hiperinflación, apagones y saqueos no fue destinado a Raúl Alfonsín sino a Carlos Menem, quien entendió el mensaje y se apartó de la tradición política y de los votantes que lo llevaron al gobierno. Hasta ahora la resiliencia de Cristina impidió la concreción del escarmiento. Esto condiciona en el sentido opuesto a todos los precandidatos presidenciales: 2003 es un punto de inflexión del que no será fácil apartarse. Las gigantescas movilizaciones pacíficas del 1º y del 24 de marzo podrían cambiar de carácter ante un intento burdo de regresión.

Loas y alabanzas

La Sala I está integrada por tres jueces cuyos cargos de responsabilidad comenzaron antes de 2003, y que se alinearon en torno a dos posiciones: el impenitente gladiador de la Escudería Stiuso, Eduardo Farah, por abrir la investigación contra la presidente; su colega Jorge Ballestero por confirmar la desestimación dispuesta por el juez federal Daniel Rafecas. Quien desequilibró fue Eduardo Freiler. Como se anticipó aquí, era muy difícil que esta vez Ballestero pudiera acompañar a Farah. Cuando el mismo tribunal se pronunció por la inconstitucionalidad del Memorandum de Entendimiento con Irán, en mayo del año pasado, Ballestero reconoció “los loables objetivos que inspiraron los términos de ese acuerdo” y los “múltiples esfuerzos” del gobierno “en procura del esclarecimiento de lo ocurrido y del avance de la investigación”. Freiler era la incógnita a develar: excusado en el caso de la inconstitucionalidad, no había indicios sobre su posición.
El eje del pronunciamiento fue el voto de Ballestero, quien practica una irónica autopsia judicial de Nisman. Para Rafecas al no haberse constituido la Comisión de la Verdad el Memorandum de Entendimiento no tuvo principio de ejecución. Ballestero no puede admitir este criterio porque ya opinó lo contrario al analizar su constitucionalidad. Cuando se debatió la constitucionalidad del Memorandum, dijo ahora Ballestero, ni el tribunal, ni la DAIA y la AMIA, ni el propio Nisman vieron ni “un atisbo del supuesto delito de encubrimiento que recién ahora se denunció. Ni una sola sospecha, ni un solo interrogante”. Esas cuestiones, ya estaban “presentes desde enero de 2013 en el texto del Pacto” y Nisman no las denunció.

Las novedades viejas

El fiscal adujo que en aquel momento carecía de los elementos que obtuvo después: una nota de José Eliaschev publicada en marzo de 2011, cuatro años antes de la denuncia, y las escuchas telefónicas. Ballestero subraya la fecha de la nota con un elocuente signo de admiración. “De novedad, sinceramente, es poco lo que se tiene”. Además, coincide con la “impecable” lectura de Rafecas: al declarar como testigo, luego de reiteradas citaciones y bajo amenaza de ser conducido por la fuerza, Eliaschev no ratificó su nota y bajo juramento dijo algo distinto. No se trataba de un documento oficial sino de un paper interno de la cancillería iraní; estaba escrito en inglés y no en farsi, no reproducía las palabras adjudicadas a Timerman, sino un parecer de los interlocutores persas. Lejos de revelar un desinterés argentino por resolver los atentados, aludía a la impresión iraní de que la Argentina querría “dar una vuelta de página” en las relaciones bilaterales.
En cuanto a las escuchas, Ballestero entiende que Nisman hizo “un pase de ilusionista”: en forma alternativa sitúa los antecedentes del Memorandum en 2006, en 2010 o en 2011 y pretende que también hay otro documento que probaría la intención de levantar las alertas rojas. Pero como no tiene “una sola prueba” asevera que ese documento “se mantuvo en secreto. De este modo, sería su misma ausencia la nota más distinguida de su existencia”, tal como ocurre con los agujeros negros, “cuya presencia sólo se demuestra a partir de la nada más absoluta”. Su “zigzag argumentativo” atenta contra la imputación que procura construir. En cambio “existen sobradas muestras de que los sucesos acaecieron de un modo diametralmente opuesto”, como el intercambio epistolar entre la cancillería argentina y la Secretaría General de Interpol y las aclaraciones de su ex Secretario General, Ronald Noble ante el canciller Héctor Timerman. La Argentina siempre pidió que las alertas rojas no fueran levantadas. Se enfrentan así “inferencias versus declaraciones; suspicacias versus documentos; especulaciones versus acontecimientos”. Según Nisman, la Comisión de la Verdad instalaría una nueva hipótesis que liberaría a los imputados, pero no aporta un solo dato acerca de cuál sería. Ballestero describe incluso la deshonestidad argumental de Nisman, cuya denuncia “va extrapolando distintos pasajes de una conversación para, puntos suspensivos mediante, engarzar del modo más conveniente su contenido, sin importar su hora ni su fecha, como si, al igual que en ciertas novelas populares de hace algunos años, uno pudiera ir armando la crónica escogiendo la escucha que se desea poner a continuación. O bien se combinan comunicaciones telefónicas con otros discursos distanciados por meses, pero que son exhibidos como parte de un mismo y único contexto, de forma tal que todo remita a una misma alusión: se está hablando del encubrimiento”.

El orden de los factores

Nisman sostuvo que existía “una correlación entre la realidad y las cuestiones que se mencionan” en los intercambios telefónicos. Pero Ballestero afirma que esto sólo demuestra “la reproducción de una fuente a la que cualquier habitante del mundo podía acceder. Como se ve, el orden de los factores sí altera el producto”. El camarista también ridiculiza la credibilidad de los interlocutores que Nisman ordenó grabar (según el juez Rodolfo Canicoba Corral sin su autorización, por lo cual dijo que si no hubiera muerto lo denunciaría penalmente). Se pregunta cómo puede considerar operador válido del supuesto plan a Luis D’Elía, cuando el mismo Nisman tildó de “inverosímil” su declaración testimonial en la causa AMIA, donde brindó una versión “disparatada”. Agrega que hasta sus compañeros lo denigran y desmienten: “Que no se haga el canchero, si el que menos puede entrar a la Casa Rosada es él”, lo descalifica Fernando Esteche. El agente persa Jorge Khalil revela que D’Elía le preguntó qué pasaba con el Memorandum y él le respondió: “Y yo qué sé, flaco, sé tanto como vos”. Ballestero acota: “A confesión de parte”. Su conclusión es que no existen pruebas de un delito, por lo que el Memorándum pudo ser un fracaso diplomático, un error legislativo y una desilusión para quienes creyeron que apuntalaría la investigación del atentado, “pero de allí a ver forjado en él un maquiavélico plan por encubrir a los responsables de las cientos de víctimas de la voladura de la AMIA existe un abismo”. En términos más cotidianos, explica que no basta que un herido llegue a un hospital o que choquen dos automóviles para que se cometa un delito de lesiones o una tentativa de homicidio. “Algo más debe adicionarse a la mera causación exterior de un daño o de un peligro. Algo que demuestre una voluntad dirigida al logro de un provecho ilícito.” Pero “ninguno de los elementos aportados en esta causa cumple con esa exigencia”. Así llega al meollo de su razonamiento: esa carencia que el propio fiscal Gerardo Pollicita admitió al requerir la instrucción no puede suplirse “inaugurando una pesquisa para obtener una prueba que no se tiene. Es la presencia de una evidencia la que debe motivar la promoción de una investigación penal, y no a la inversa”, porque “los estrados penales no son las tablas de un teatro ni sus expedientes el celuloide de una película”. Cita en su aval un fallo unánime de la misma sala en 2008. Si se investigara “por las dudas, a fin de localizar algún elemento sospechoso” se produciría una “subversión del orden lógico de toda encuesta”. Las garantías constitucionales no admiten salir en “excursión de pesca” con la esperanza de que “en algún momento brote alguna mácula que permita sospechar la comisión de un ilícito”. Pollicita y el fiscal de Cámara Germán Moldes sólo argumentan que el cierre de la causa es prematuro, pero no se hacen cargo “de la orfandad probatoria que hoy la caracteriza” e “insisten en mantener abierta y en actividad una persecución penal con el anhelo de que, alguna vez, en algún momento, algo demuestre que el Memorándum estuvo inspirado en una voluntad delictiva. En rigor de verdad, una aspiración semejante, frente a los antecedentes repasados, sólo puede traducirse en un único plazo definitorio: la perpetuidad”. Lo confirmó ayer Moldes en una entrevista con La Nación: “No dijimos que hay hechos probados ni atribuimos a nadie responsabilidades penales. Sólo dijimos que hay que investigar” y aunque la denuncia fuera desestimada, si mañana alguien presenta nuevas evidencias “podría reabrirse”. En su única referencia a las personas que claman justicia, Ballestero sostuvo que “separar la paja del trigo es contribuir a que nada obstaculice la adecuada canalización de los legítimos reclamos de las víctimas” y “un paso para alcanzar la verdad de lo acontecido el 18 de julio de 1994”. Lo contrario está haciendo la exposa de Nisman respecto de la investigación por su muerte: luego de frenar el peritaje informático, la jueza Sandra Arroyo Salgado también paralizó la junta médica que debía reunirse mañana.

Sobre verosímil y verdadero

Freiler coincide con Rafecas en que al no haberse introducido nunca la supuesta nueva y falaz hipótesis, no hubo principio de ejecución del alegado delito de encubrimiento y se pregunta que llevó a Nisman a presentar su denuncia en enero de este año, ya que ninguno de los elementos de juicio era novedoso. Tampoco Pollicita o Moldes aportan ningún elemento que le otorgue suficiente verosimilitud. También recuerda que según el Código Procesal la denuncia deberá contener “la relación del hecho, con las circunstancias del lugar, tiempo y modo de ejecución” y que la Corte Suprema estableció que “no debe ser general y vaga sino contraída a los hechos denominados y especiales con expresión de las circunstancias que puedan guiar al juez”, cosa que no ocurre aquí. El fiscal une en forma antojadiza elementos de juicio irrelevantes “pero que son encadenados de forma tal que simulen demostrar la hipótesis delictiva sostenida”, de modo de “arribar a una determinada conclusión que constituye, en realidad, el propio punto de partida del denunciante. Se trata de la falacia de la afirmación del consecuente. Así, se construyen afirmaciones dogmáticas sobre la base de premisas que en modo alguno autorizan siquiera a inferir las conclusiones a las que allí se arriba”.
Freiler, que hasta 2004 fue fiscal, señala que los requerimientos y conclusiones del Ministerio Público deben formularse en forma motivada y específica, exigencias que “no se verifican en la acusación de Nisman”. También cita un fallo de 1998, en el que la misma Sala dijo que no pueden admitirse “denuncias que carezcan de razonabilidad y verosimilitud” o “fundadas en hechos puramente imaginarios o simplemente supuestos”. Este es el punto de discrepancia con Farah, quien incurre en largas disquisiciones teóricas y citas de jurisprudencia respecto de la verosimilitud y su relación con la verdad, pero no hace el menor esfuerzo por explicar qué datos de la realidad harían verosímil la denuncia de Nisman. Farah alega que la imputación “puede experimentar modificaciones y precisiones; de allí que durante este procedimiento el objeto resulta construido y es modificable”, lo cual no es mas que un intento por justificar la excursión de pesca que sus colegas descalificaron.

viernes, 27 de marzo de 2015

MICHETTI: "ME DA TRISTEZA" Macri oficializó su apoyo a Rodríguez Larreta

"Mas allá del enorme afecto y el respeto que tengo por Gabriela (Michetti) siento que es importante expresarme", dijo Macri en su cuenta de Facebook, donde destacó que "en estos últimos siete años, como jefe de Gabinete, Horacio fue la persona más cercana a las decisiones de nuestro gobierno".
"Cuando correspondió, él estuvo presente para superar los momentos difíciles. Por eso tengo confianza en Horacio. Lo conozco, conozco su templanza, conozco su capacidad de trabajar en equipo, conozco su idoneidad, su entrega, su integridad intachable", sostuvo.
Consultada por esas declaraciones, Michetti confesó estar apenada por que su líder político no la haya apoyado abierta y públicamente. "No puedo negar que a mí me da tristeza lo que Mauricio expresa en el Facebook. Me genera tristeza porque todos hemos estado juntos, en equipo, haciéndole frente a cada decisión difícil, en los momentos que hubo crisis de gobierno", sostuvo en declaraciones a Radio Del Plata.
Además, advirtió: "Es injusto decir que no estuvimos todos en las crisis, que estuvo Horacio. Yo también me recontrabanqué las crisis y puse la cara muchas veces. Por ejemplo, en las campañas de 2009 y 2013 fue candidata yo y las elecciones las gané yo y fui yo la que defendí al gobierno de la ciudad de Buenos Aires".

LA JUSTICIA REDISTRIBUTIVA SEGUN NISMAN Gonella denunció a Lagormasino por la cuenta bancaria compartida con Nisman

La denuncia, en la que Gonella no incluyó a la madre y la hermana de Nisman, recayó en el juzgado federal a cargo del magistrado Rodolfo Canicoba Corral, el mismo que conduce la investigación sobre el atentando a la AMIA. El titular de la Procelac basó su presentación, según DyN, en la información periodística a partir de la difusión de la denuncia hecha por el abogado Maximiliano Rusconi.
La exmujer de Nisman y querellante en la causa por la muerte del fiscal, Sandra Arroyo Salgado, había denunciado la existencia de esa cuenta en Estados Unidos, pero no aportó más datos. La cuenta, según trascendió, estaba a nombre de los familiares de Nisman y de Lagomarsino, mientras que el extitular de la UFI-AMIA figuraba como "apoderado".

EXPEDICION AL DESIERTO (1833)

Reseña

Dispuesta la expedición que debía acabar con los indios que asolaban la hasta entonces poco tranquila frontera de la provincia de Buenos Aires, tanto el gobierno de Chile como Quiroga aceptaron el proyecto preparado por Rosas y acordaron que la expedición se compondría de tres divisiones: la de la derecha, formada por fuerzas de aquella República al mando del general Bulnes, debía batir a los indios y arrojarlos al oriente de la cordillera de los Andes; la del centro, con fuerzas de las provincias de Cuyo y del interior, al mando del general Juan Facundo Quiroga, debía operar en la pampa central, y la de la izquierda, al mando del general Rosas, atacaría a los indios a lo largo del río Colorado y márgenes del río Negro, reuniéndose con las anteriores divisiones en "Los Manzanos", naciente del río Negro.

Es sabido que por complicaciones ocurridas en la política interna del vecino país, el plan, madurado a base del concurso chileno, no se llevó a cabo, de modo que para lo sucesivo tuvo que modificarse el primitivo proyecto que aunque siempre contando con la acción de tres divisiones, serían divisiones exclusivamente argentinas:

1°) La de la izquierda, al mando de Rosas, con el campo de acción limitado a lo largo de los ríos Colorado y Negro hasta el Neuquén;

2°) la del centro, al mando del general Ruiz Huidobro, para actuar en la pampa central; y

3°) la de la derecha, al mando del general Félix Aldao, que operando por la región andina, debía reunirse con el general Rosas cuando este último llegase al Neuquén.

El general Quiroga conservó el título de general en jefe de la expedición; pero poco tiempo más tarde lo renunció a pretexto de que nadie había tan indicado como Rosas para que fuera el jefe. El general Pachecofue nombrado jefe del Estado Mayor.

Expedición al desierto (1833)El general Rosas, que tenía establecido en la Guardia de San Miguel del Monte la comandancia general de campaña, fue nombrado por el gobierno, el 28 de enero de 1833, jefe de la división de operaciones contra los indios " (2).

El 22 de marzo la división al mando del general Rosas rompió la marcha en dirección al sur. En la tarde del 31 llegó con su ejército a la margen oriental del arroyo Tapalqué, donde se le incorporaron, además del contingente allí destacado, los caciques Catriel y Cachul, con 600 indios de lanza.

El general Ruiz Huidobro derrotó en la batalla de las Acollaradas al cacique Yanquetrúz; la de la derecha prosiguió su marcha hasta Malalhué, ocupó el río Chadileuvú, sorprendió a los indios en Limay Mahuída, pero no obtuvo el éxito deseado, por cuanto éstos se replegaron a las tolderías de Yanquetrú sin comprometer combate. Perseguidos, fueron dispersados tomándoseles 250 prisioneros, como 70 cautivos, 700 cabezas de ganado vacuno y caballar y alrededor de 10.000 ovejas.

La división de la izquierda, fuerte de 2.000 hombres, además del general en jefe y del general Ángel Pacheco, se componía de los coroneles Manuel Corvalán, Pedro Ramos, Antonio Ramírez, Ramón Rodríguez, Juan A. Garretón; de los tenientes coroneles José María Flores, Hilarlo Lagos, Narciso del Valle, Francisco Sosa, Miguel Miranda, Juan Pedro Luna, Juan J. Hernández, Faustino Velasco, Roque Cepeda, Felipe Jullanes, etcétera.

El día 10 de mayo el general Pacheco ocupó el río Negro e hizo pasar a la otra margen a los escuadrones mandados por Lagos y Sosa, quienes el 26 del mismo derrotaron al cacique Payllaven, obteniendo en sus resultados una victoria provechosa.

Más tarde destacó Rosas al coronel Ramos con una división de 400 hombres para que batiese a los indios de la región andina; lanzó otra expedición al mando del mayor Leandro Ibáñez por las regiones que se extienden al sur del río Negro; con los indios de Catriel y Cachul y con cuatro compañías de infantería formó una división al mando del coronel Rodríguez, para que excursionara en el país de los Ranqueles.

El general Pacheco, que avanzaba por ambas márgenes del río Negro, llegó a la isla de Chocle Choel y el 3 de julio, pasando su tropa en changadas y su caballería a nado, atacó la isla, acuchilló y apresó a todos los indios.

Un completo éxito coronó los esfuerzos del general Rosas y de los demás jefes destacados en distintas comisiones de guerra. La división de la izquierda conquistó para la civilización dilatados y ricos territorios que fueron agregados a los límites de la provincia.

A principios del año 1834, Rosas regresó con su división a Napostá, dejando destacamentos en Chocle Choel, en su cuartel general del río .Colorado, en la margen del río Negro y en diversos puntos.
Juan Manuel de Rosas   
Obra de Teodoro Bourse    Juan Manuel de Rosas
El 25 de mayo licenció al ejército, manteniendo solamente en pie los regimientos veteranos; dirigió a las tropas la siguiente proclama:

"¡Soldados de la patria! Hace doce meses que perdisteis de vista vuestros hogares para internaros en las vastas pampas del Sud. Habéis operado sin cesar todo el invierno y terminado los trabajos de la campaña en doce meses como os lo anuncié. Vuestras lanzas han destruido los indios del desierto, castigando los crímenes y vengando los agravios de dos siglos. Las bellas regiones que se extienden hasta la cordillera de los Andes y las costas que se desenvuelven hasta el afamado Magallanes, quedan abiertas para nuestros hijos. Habéis excedido las esperanzas de la patria. Entre tanto, ella ha estado envuelta en desgracia por la furia de la anarquía. ¡Cuál sería hoy vuestro dolor si al divisar en el horizonte los árboles queridos que marcan el asilo doméstico, alcanzarais á ver la funesta humareda de la guerra fratricida! Pero la divina Providencia nos ha librado de tamaños desastres. Su mano protectora sacó del seno mismo de la discordia un gobierno fraternal, á quien habéis rendido el solemne homenaje de vuestra obediencia y reconocimiento. ¡Compañeros! jurad aquí delante del Eterno que grabaremos siempre en nuestros pechos la lección que se ha dignado darnos tantas veces, de que sólo la sumisión perfecta á las leyes, la subordinación respetuosa á las autoridades que por ellas nos gobiernan, pueden. asegurar la paz, libertad y justicia para nuestra tierra. ¡Compatriotas! que os gloriáis con el título de Restauradores de las Leyes, aceptad el honroso empeño de ser sus firmes columnas y defensores constantes".
Con motivo de esta expedición contra los indios, la Honorable Sala de Representantes sancionó el 6 de junio de 1834 una ley que decía:

“1° La Isla de Choele Choel, en el río Negro de Patagones, se dona al ciudadano brigadier general don Juan Manuel de Rosas, en plena propiedad para él, sus hijos y sucesores.

"2°. La isla Chocle Chocl se llamará en adelante: «Isla del General Rosas».

"3°. El gobierno dispondrá que se prepare una espada, una medalla y una banda en la forma expresada en los artículos siguientes, que deberá presentarse al brigadier general don Juan Manuel de Rosas, a nombre de la Representación de la Provincia, en memoria de sus esclarecidos y clásicos servicios.

"4°. La espada será guarnecida de oro, grabándose por un lado de su guarnición las armas de la Provincia orladas de laurel, y por el otro la inscripción siguiente: La Provincia de Buenos Aires, grata a los servicios de su ilustre defensor, brigadier general don Juan Manuel de Rosas.


"5°. La medalla será de oro en forma de sol, con círculo de brillantes, y su colocación pendiente del cuello. En su anverso irá grabada la inscripción siguiente: La expedición a los desiertos del Sud del año 33 engrandeció la Provincia y aseguró sus Propiedades; y en el reverso, la columna mandada erigir por el Gobierno, en decreto de 9 de Febrero del presente año (3).

"6°. La banda será de tejido de seda de color escarlata, que deberá usarla el general Rosas cruzada del hombro derecho hacia el costado izquierdo."
El 22 de julio el general Rosas contestó desde San José de Flores a la Honorable junta de Representantes agradeciendo las demostraciones contenidas en aquella ley, pero rehusando aceptar la isla de Chocle Choel, alegando que ella "debía ser en todo tiempo una propiedad del Estado, sin que jamás pasase al dominio de ningún particular, puesto que por la naturaleza estaba indicada como el lugar más conveniente para establecer en ella una fuerte guarnición que defienda desde allí el resto de los campos, de las incursiones de los salvajes”.

En cambio de esa isla solicitaba la propiedad de otros terrenos de pertenencia del Estado, y en una extensión equivalente de cincuenta o sesenta leguas cuadradas, en cualquier rumbo de la Provincia.

La Honorable Sala de Representantes sancionó el 30 de setiembre de 1834 una nueva ley sustituyendo a la donación de la isla de Choele Choel la de sesenta leguas de tierra, de propiedad pública, en los puntos de la campaña de la Provincia que Rosas eligiera.

Según tenemos oído ubicó estas tierras en la parte sur, llamada Lobería.

A propósito del rescate de las familias cautivas libradas entre los indios, en el año 18 3 5 se publicó por la imprenta del Estado un folleto de 92 páginas con el título siguiente: Relación de los cristianos salvados del cautiverio por la división izquierda del ejército expedicionario contra los bárbaros, al mando del señor brigadier general don Juan Manuel de Rosas, en número de 707 individuos.

Referencias:

(1) La hermosa litografía que se refiere a la Expedición del Desierto y cuya copia en colores reproducimos, ha sido hecha seguramente en París y forma parte de la serie de cinco que el general Rosas encargó a su agente en Francía.
Como el ejemplar que hemos tenido a la vista se encuentra un poco deteriorado, nos ha sido imposible averiguar exactamente el origen de aquella litografía. Sólo hemos podido leer el nombre del dibujante, Tagliabúe (Calixto Tagliabúe, 1797-1850)), que aparece en el ángulo inferior derecho. Rosas, cuya fisonomía no puede confundirse con la de otros personajes, cabalga de uniforme azul, pantalón colorado violáceo, banda blanca de derecha a izquierda; el caballo oscuro y con la marca R; como silla de montar un recado con sobrepuesto pampa de varios colores.
El militar que señala el horizonte, luce uniforme colorado violáceo, pantalón azul, y cabalga en un tordillo que lleva por marca una C; es el coronel Manuel Corvalán.
Detrás de Rosas, el general Ángel Pacheco, jefe del Estado Mavor.
En el segundo plano, desfile de la caballería regular y de indios.
La litografía tiene la siguiente leyenda: Expedición en los desiertos del Sud contra los indios salvajes, en el año de 1833, ejecutada con el mayor acierto y saviduría por su digno jefe el gran Rosas.
Para salvar los errores en la tricromía hemos corregido la leyenda en la forma en que en ella aparece.
Colección Ricardo S. Zemborain y Juan M. Berasategui.
(Femín Chávez. Juan Manuel de Rosas, su iconografía.t.II.p.86)

(2) Véase La Gaceta Mercantil, de 5 de febrero, número 2910.

(3) Se refiere al que autorizó la erección de un monumento en la margen del río Colorado en la colina Clemente López, a la memoria del ejército expedicionario del Sur.


Fuentes:

- Chávez, Fermín - Iconografía de Rosas y de la Federación – Edit.Oriente. Bs.As.,1974.
- Castagnino Leonardo. 
Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

Osvaldo - Arbolito (Osvaldo Bayer)

TEATRO › JORGE VILLEGAS, AUTOR Y DIRECTOR DE OPERACION PINDAPOY, EN LA FIESTA NACIONAL DEL TEATRO Montoneros y Aramburu en clave irónica

Por Cecilia Hopkins
Desde Salta
En el marco de la XXX Fiesta Nacional del Teatro que comenzó el viernes pasado en esta ciudad, se presentó Operación Pindapoy en representación de la provincia de Córdoba y bajo la dirección de Jorge Villegas, también autor del texto. Tan efectivo como polémico, el espectáculo se centra en el inicio de la experiencia de Montoneros, concretamente en el racconto del secuestro del general Aramburu, en mayo de 1970. “Soy un peronista que hace teatro –se define Villegas ante Página/12–, y pienso que éste es un tiempo para poner en tensión estética temas como el regreso de los jóvenes a la política.” Fundador del grupo Zeppelin Teatro, Villegas tiene escritas numerosas obras en las que intenta dialogar con la historia. Como Argentina Hurra!, una suerte de sitcom dark sobre el regreso de Perón al país, o Man in chat, obra que muestra a San Martín tratando de chatear con Bolívar luego del encuentro en Guayaquil. Villegas tiene un manifiesto entre cuyos axiomas figura “el teatro no es sólo un espectáculo, el teatro es, ante todo, una asamblea”.
Rodeado de hombres disfrazados de gorilas (Santiago San Paulo y Matías Unsain, también a cargo de los militantes montoneros), el propio general Aramburu (a cargo de Rubén Gattino) aparece como un expansivo conductor de televisión que cuenta el derrotero que siguió el cadáver de Evita para luego presentar las circunstancias de su propio secuestro y posterior juicio como si fuera un relato de ficción: jugando al ajedrez y tratando de convencer a sus captores de que es inocente de los cargos que se le imputan. Otras escenas se basaron en “Esa mujer”, cuento de Rodolfo Walsh, del cual fueron tomadas secuencias textuales. El humor y la ironía es, en el espectáculo, una constante.
–¿Cuál es el objetivo del Proyecto Patria o Muerte, el ciclo del cual forma parte esta obra?
–Queremos construir poéticas teatrales que piensen la historia no como algo clausurado sino como algo que acontece y que hoy puede tender un puente hacia la comprensión de la actualidad. Desde los ’70, nunca se habló tanto de Latinoamérica como desde la creación de la Unasur. Creo que están dadas las condiciones para pensarnos a nosotros mismos.
–¿Qué aspectos de la historia de Montoneros quiere resaltar hoy?
–Aquella era la primera vez que los jóvenes intervenían en la política decidiendo por sí mismos. Los que secuestraron a Aramburu tenían poco más de 20 años. Y habiendo sido educados en colegios católicos se negaron a ser soldados y gerentes del sistema. Patearon el tablero y cambiaron el paradigma del rol del joven en la historia argentina.
–¿No hay demasiado romanticismo en esa mirada?
–Sabemos que la experiencia de la violencia armada en el país y el fracaso final de Montoneros provocan un fuerte rechazo. Nosotros no hacemos una reivindicación de la lucha armada, una experiencia que hoy creemos clausurada, aunque sí creemos que en los ’70 fue un hecho que marcó un espíritu de época y que significó un cisma.
–¿No cree que el montaje pasa por alto toda crítica a la dirección de Montoneros?
–Creo que en Operación... señalamos que Firmenich (a quien se nombra MF) sería más tarde seriamente cuestionado. No estuvo a la altura de las circunstancias y prefirió huir cuando muchos militantes caían víctimas de un aparato represivo que estaba en su apogeo. Con relación a la contraofensiva, creo que se subestimó el criterio de los dirigentes más jugados, como Gelman o Walsh. Pero creo que fallaron los hombres, no los jóvenes que por idealismo dieron su vida por cambiar la historia del país.