Para conducir la negociación regional con dureza y rigor técnico, el presidente Alexis Tsipras escogió como ministro de Finanzas a un duro, Yannis Varoufakis, de muy alto perfil académico.
La llegada al gobierno de Grecia de un movimiento político nuevo y de izquierda ha generado enormes expectativas en la comunidad internacional. Fue sorprendente su crecimiento en pocos años, cuya adhesión se multiplicó a partir del deterioro económico y financiero de la sociedad provocado por los salvatajes aplicados por los partidos tradicionales (Pasok, socialdemocracia, y Nueva Democracia, conservador). El rechazo al sistema impuesto por los organismos europeos y con hegemonía de Alemania, liderados por un modelo de extrema ortodoxia macroeconómica férreamente conducido por Angela Merkel, fue el mayor incentivo en el triunfo alcanzado.
Syriza, un movimiento con un programa de 40 puntos políticos opuestos a la derecha, tiene como ejes fundamentales de gobierno renegociar la deuda enfrentando el modelo del Banco Central Europeo, BCE, el FMI y los bancos privados acreedores, cuyo esquema de política económica era el (fracasado) Consenso de Washington, hoy Consenso Europeo, para la reorganización de países en crisis (Irlanda, Portugal, España y hasta Italia y Francia, además de Grecia), terminar con los ajustes fiscales entre otras formas aplicando una reforma fiscal que amplíe los gravámenes en impuestos directos que deben pagar el 1% al 10% más rico de la población, subir el salario mínimo reducido en 25% por los gobiernos anteriores, frenar las privatizaciones de los sistemas estratégicos de producción y servicios estatales, reformar la salud (virtualmente privatizada y mercantilizada) y establecer nuevas reglas en la negociación internacional en el marco de la Europa unida.
Por las características de la crisis iniciada en 2010, la aceleración y desgaste de los gobiernos tradicionales y el emergente social que llevo a Syriza al gobierno, la batalla más importante es la renegociación de la deuda, hoy por encima del 175% del PIB griego. En la primera semana de gestión, Alexis Tsipras, un joven líder político de 40 años con reciente experiencia parlamentaria y larga militancia política desde sus años de estudiante secundario, con una fuerte formación teórica de izquierda y gran pragmatismo para llegar con su discurso a los jóvenes y la población más afectada, tiene más allá de su programa, uno de los desafíos más grandes para dar una batalla ideológica que, prima facie sin salirse de la UE, permita desafiar a los líderes dominantes con una solución que dote a Grecia de la salida para recuperar la actividad económica, establecer un marco alternativo de ingresos y retribuciones salariales y cree bases exitosas para las negociaciones equivalentes en socios que, como España y Portugal, se ven también asfixiados por el desempleo, la reducción salarial y las jubilaciones, el retroceso del gasto social y, como ocurre en Grecia, la caída del PIB, que en el caso analizado, implicó entre 2010 y 2015 una caída del producto de más del 24%, lo que de suyo expresa una de las mayores crisis en Occidente observadas en los últimos cien años.
Para conducir esa negociación con mucha dureza y rigor técnico, Tsipras escogió como ministro de Finanzas a un duro, Yannis Varoufakis, de muy alto perfil académico y en los medios de comunicación, de larga trayectoria y prestigio internacional logrado en Inglaterra, Australia y los EE.UU. como intelectual distinguido por ideas respetadas por la comunidad universitaria, y de persistente enfrentamiento con el enfoque de los mercados, dominante hasta estos días.
El debate que introdujo Varoufakis en los meses previos a tomar posición en el gobierno fue el de discutir la formación del excedente económico, la formación de capital, el desarrollo productivo, el empleo, y la disponibilidad de poder para enfrentar la solución impuesta por la Troika (UE y Banco Central Europeo, FMI y bancos privados) en una economía dominada por los servicios y la reducida o casi nula industrialización. El debate es quién financia la reconversión, y Syriza y Varoufakis pretenden que sea un flujo inverso, donde los recursos vengan de donde fueron los excedentes girados por la crisis.
Remesas de residentes en el exterior, turismo y tarifas generadas por el transporte marítimo internacional (uno de los grandes jugadores empresarios tradicionales que el nuevo gobierno busca “ordenar”) son las principales fuentes de riqueza que generan el valor agregado social nacional y el ingreso de divisas. A todas luces, aun cuando la población en el exterior es muy relevante y sus remesas son el sustento de una parte de la población, el desafío es emular a Turquía, con producción industrial, un centro financiero que articula Europa con Asia, etc., solo que Grecia no dispone como su vecino de una moneda propia.
El desafío de Syriza es en estas horas articular un cambio, devaluar sin ajustes estructurales ni bajas de salarios y usar los recursos fiscales (hoy con un superávit primario de más del 1,7% del PIB) para reactivar la economía y salir de la recesión.
Queda enfrentar a Europa para cambiar radicalmente el modelo de la Troika y su salvataje financiero y renegociación de la deuda. Varoufakis transita con un programa que llamó “Una Propuesta Modesta para superar la Crisis del Euro” (www.levyinstitute.org/ pubs/pn_11_03.pdf) En los días que vienen, señalando nada menos que al BCE y al Banco Europeo de Desarrollo, EIB, y otros multilaterales regionales, deben hacerse cargo con los bancos privados de renegociar no sólo los inminentes vencimientos de deuda programados, descremarla de los desatinos de los precios y tasas firmadas por los gobiernos conservadores, recomprar bonos y lograr una línea de liquidez del exterior provista por estos mismos organismos que aceite el financiamiento de manera inversa que como opera actualmente la desangrada Grecia, y de este modo recupere después de años de transferir pagos al exterior por servicios que generan recesión, desempleo, concentración del ingreso y ajustes fiscales en nombre de los designios de Merkel, la Troika y las clases poderosas de Grecia, que hoy se verán enfrentadas al nuevo gobierno.
Impuestos a los ingresos de las clases más poderosas con reforma fiscal, nuevos contratos colectivos y llevar el salario mínimo a € 751 de los 580 euros que rigen hoy el mercado de trabajo, junto a la deuda y a la integración europea, frenar las privatizaciones y dotar de fuertes incentivos al crecimiento en el mercado financiero, son premisas de política pública que Syriza aplicará no sólo mirando a Grecia, sino necesitando que Podemos en España y los grupos alternativos en Italia, Francia y otros países europeos acompañen a los griegos para poner freno a la ortodoxia neoliberal que reduce las expectativas de los sectores que pagan los ajustes y disminuyen la calidad de vida de sus habitantes.
Syriza trajo una bocanada de aire fresco a Europa y su éxito será seguramente el inicio de un ciclo que llevará a cambiar la política económica internacional, contribuirá a desarrollar una nueva arquitectura financiera y a crear un desafío que enfrente los consensos transitoriamente alcanzados.
Grecia va por los sueños, requiere de audacia y perseverancia, algo que mostraron incipientemente en su historia y en los primeros días de gobierno, pero que sus líderes saben será la llave del éxito de la izquierda progresista para volver a gobernar Europa
Syriza, un movimiento con un programa de 40 puntos políticos opuestos a la derecha, tiene como ejes fundamentales de gobierno renegociar la deuda enfrentando el modelo del Banco Central Europeo, BCE, el FMI y los bancos privados acreedores, cuyo esquema de política económica era el (fracasado) Consenso de Washington, hoy Consenso Europeo, para la reorganización de países en crisis (Irlanda, Portugal, España y hasta Italia y Francia, además de Grecia), terminar con los ajustes fiscales entre otras formas aplicando una reforma fiscal que amplíe los gravámenes en impuestos directos que deben pagar el 1% al 10% más rico de la población, subir el salario mínimo reducido en 25% por los gobiernos anteriores, frenar las privatizaciones de los sistemas estratégicos de producción y servicios estatales, reformar la salud (virtualmente privatizada y mercantilizada) y establecer nuevas reglas en la negociación internacional en el marco de la Europa unida.
Por las características de la crisis iniciada en 2010, la aceleración y desgaste de los gobiernos tradicionales y el emergente social que llevo a Syriza al gobierno, la batalla más importante es la renegociación de la deuda, hoy por encima del 175% del PIB griego. En la primera semana de gestión, Alexis Tsipras, un joven líder político de 40 años con reciente experiencia parlamentaria y larga militancia política desde sus años de estudiante secundario, con una fuerte formación teórica de izquierda y gran pragmatismo para llegar con su discurso a los jóvenes y la población más afectada, tiene más allá de su programa, uno de los desafíos más grandes para dar una batalla ideológica que, prima facie sin salirse de la UE, permita desafiar a los líderes dominantes con una solución que dote a Grecia de la salida para recuperar la actividad económica, establecer un marco alternativo de ingresos y retribuciones salariales y cree bases exitosas para las negociaciones equivalentes en socios que, como España y Portugal, se ven también asfixiados por el desempleo, la reducción salarial y las jubilaciones, el retroceso del gasto social y, como ocurre en Grecia, la caída del PIB, que en el caso analizado, implicó entre 2010 y 2015 una caída del producto de más del 24%, lo que de suyo expresa una de las mayores crisis en Occidente observadas en los últimos cien años.
Para conducir esa negociación con mucha dureza y rigor técnico, Tsipras escogió como ministro de Finanzas a un duro, Yannis Varoufakis, de muy alto perfil académico y en los medios de comunicación, de larga trayectoria y prestigio internacional logrado en Inglaterra, Australia y los EE.UU. como intelectual distinguido por ideas respetadas por la comunidad universitaria, y de persistente enfrentamiento con el enfoque de los mercados, dominante hasta estos días.
El debate que introdujo Varoufakis en los meses previos a tomar posición en el gobierno fue el de discutir la formación del excedente económico, la formación de capital, el desarrollo productivo, el empleo, y la disponibilidad de poder para enfrentar la solución impuesta por la Troika (UE y Banco Central Europeo, FMI y bancos privados) en una economía dominada por los servicios y la reducida o casi nula industrialización. El debate es quién financia la reconversión, y Syriza y Varoufakis pretenden que sea un flujo inverso, donde los recursos vengan de donde fueron los excedentes girados por la crisis.
Remesas de residentes en el exterior, turismo y tarifas generadas por el transporte marítimo internacional (uno de los grandes jugadores empresarios tradicionales que el nuevo gobierno busca “ordenar”) son las principales fuentes de riqueza que generan el valor agregado social nacional y el ingreso de divisas. A todas luces, aun cuando la población en el exterior es muy relevante y sus remesas son el sustento de una parte de la población, el desafío es emular a Turquía, con producción industrial, un centro financiero que articula Europa con Asia, etc., solo que Grecia no dispone como su vecino de una moneda propia.
El desafío de Syriza es en estas horas articular un cambio, devaluar sin ajustes estructurales ni bajas de salarios y usar los recursos fiscales (hoy con un superávit primario de más del 1,7% del PIB) para reactivar la economía y salir de la recesión.
Queda enfrentar a Europa para cambiar radicalmente el modelo de la Troika y su salvataje financiero y renegociación de la deuda. Varoufakis transita con un programa que llamó “Una Propuesta Modesta para superar la Crisis del Euro” (www.levyinstitute.org/ pubs/pn_11_03.pdf) En los días que vienen, señalando nada menos que al BCE y al Banco Europeo de Desarrollo, EIB, y otros multilaterales regionales, deben hacerse cargo con los bancos privados de renegociar no sólo los inminentes vencimientos de deuda programados, descremarla de los desatinos de los precios y tasas firmadas por los gobiernos conservadores, recomprar bonos y lograr una línea de liquidez del exterior provista por estos mismos organismos que aceite el financiamiento de manera inversa que como opera actualmente la desangrada Grecia, y de este modo recupere después de años de transferir pagos al exterior por servicios que generan recesión, desempleo, concentración del ingreso y ajustes fiscales en nombre de los designios de Merkel, la Troika y las clases poderosas de Grecia, que hoy se verán enfrentadas al nuevo gobierno.
Impuestos a los ingresos de las clases más poderosas con reforma fiscal, nuevos contratos colectivos y llevar el salario mínimo a € 751 de los 580 euros que rigen hoy el mercado de trabajo, junto a la deuda y a la integración europea, frenar las privatizaciones y dotar de fuertes incentivos al crecimiento en el mercado financiero, son premisas de política pública que Syriza aplicará no sólo mirando a Grecia, sino necesitando que Podemos en España y los grupos alternativos en Italia, Francia y otros países europeos acompañen a los griegos para poner freno a la ortodoxia neoliberal que reduce las expectativas de los sectores que pagan los ajustes y disminuyen la calidad de vida de sus habitantes.
Syriza trajo una bocanada de aire fresco a Europa y su éxito será seguramente el inicio de un ciclo que llevará a cambiar la política económica internacional, contribuirá a desarrollar una nueva arquitectura financiera y a crear un desafío que enfrente los consensos transitoriamente alcanzados.
Grecia va por los sueños, requiere de audacia y perseverancia, algo que mostraron incipientemente en su historia y en los primeros días de gobierno, pero que sus líderes saben será la llave del éxito de la izquierda progresista para volver a gobernar Europa