“Creo que es predemocrático intentar silenciar voces, sobre todo en un mundo que se ha caracterizado cada vez más por mayor pluralidad, por mayor diversidad, por mayor acceso a las redes, por mayor pluralidad en la posibilidad de decir cada uno lo que pensamos. No nos pueden cercenar en la democracia el derecho a expresarnos, no nos pueden sitiar, no me interesa una democracia silenciosa ni silenciada, porque no es democracia. Ya hubo demasiado silencio en este país”, dijo ayer la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su primera aparición pública desde la Casa Rosada este año.
Rodeada por autoridades de diecisiete provincias, con quienes firmó una prórroga para las deudas que mantienen con la Nación, la mandataria hizo una encendida defensa de su gestión y una dura crítica a los sectores que, desde la oposición, buscan desacreditar al Gobierno. Hubo guiños para los dos principales candidatos a sucederla dentro del Frente para la Victoria: el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, y el ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo.
Además del anuncio de la suba del 18,26 por ciento para las jubilaciones (ver página 3), contestó a quienes buscan mezclar la investigación por el atentado a la sede de la AMIA y el asesinato del fiscal Alberto Nisman con los ataques que ocurrieron en París a comienzos de año y los conflictos geopolíticos entre la OTAN y el extremismo islámico en Medio Oriente: “No traigamos el drama y la tragedia de otras regiones remotas del mundo –pidió–. Defendamos a la Argentina más que al Gobierno”.
Escala en la Rosada
Ayer CFK regresó a la Casa de Gobierno por primera vez desde que a fines del año pasado se fracturó un tobillo y tuvo que permanecer en reposo médico. Al igual que cuatro días antes, cuando anunció desde la quinta de Olivos la reforma del sistema nacional de Inteligencia, la Presidenta dio su mensaje por cadena nacional desde una silla de ruedas que le facilita la movilidad. “En pleno ejercicio de mis funciones, un poco averiada como en la batalla naval, pero jamás hundida”, bromeó.
Su estadía en Balcarce 28 fue breve. Un rato después del acto y la cadena nacional, ya estaba partiendo del sector militar del Aeroparque Metropolitano rumbo a China. Quienes celebraron el regreso de la jefa de Estado fueron los militantes que, como es costumbre, coparon los patios internos de la Casa Rosada, donde había instaladas pantallas gigantes para permitirles seguir el mensaje presidencial. Algunos de ellos decidieron evocar una de las más notorias anécdotas del peronismo fundacional metiéndose en la fuente del Patio de las Palmeras, a pesar de los agradables 22 grados que hacía.
Sin lugar para los buitres
La Presidenta dedicó largos minutos de su alocución a destacar la política de desendeudamiento del país y volvió a reivindicar el principio de pagar “de acuerdo con las posibilidades de crecimiento” del país, dando a entender que no habrá una concesión a los fondos buitre, como muchos especulaban.
Por mantener esa política, sostuvo, “hoy la Argentina es un modelo global en materia de reestructuración de deuda soberana, a punto tal que el partido que ha ganado la elección en Grecia ha tomado como modelo precisamente la conducta, el comportamiento y las políticas que llevó el gobierno de Néstor Kirchner en adelante”, continuadas por ella, “como su discípula más fiel”, lo que permitió bajar del 160 por ciento al 13 por ciento del Producto Bruto Interno el endeudamiento en moneda extranjera, “el porcentaje más bajo en toda nuestra historia”.
El círculo virtuoso
Ese desendeudamiento permitió destinar “parte de los recursos a apoyar a los comerciantes, a los industriales, para reindustrializar el país”, tener “una política salarial que permitió que los trabajadores vuelvan a tener convenciones colectivas de trabajo” y que “volviera a reunirse anualmente el Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil” e “inyectar mucho dinero al consumo” en un “círculo virtuoso de la economía” que permitió alcanzar “el mayor nivel de clase media de toda Latinoamérica”, agregó. La misma que “agotó las plazas” en los lugares de veraneo con “una segunda quincena con ocupación del ciento por ciento”.
“Qué fin de año distinto imaginaron” los opositores políticos y en los medios de comunicación, destacó. “Ellos creían que con esto al Gobierno le iba a ir mal, no se daban cuenta de que cuando al Gobierno le va mal le termina yendo mal a la gente. Pero bueno, afortunadamente los argentinos han tenido un fin de año que todos recuerdan tal vez como el mejor, no solamente de la última década sino de muchas décadas”, aseguró. “Luego de trece años a la baja también suben las reservas de petróleo y gas”, continuó, destacando “la recuperación de YPF y las políticas aplicadas a favor del sector”. También resaltó “un crecimiento del 0,2 por ciento en la actividad económica que viene repuntando”, “la venta de materiales para la construcción que subió en diciembre”.
Con un nuevo repaso de los logros durante los últimos doce años, la Presidenta puso su grano de arena a la campaña del Frente para la Victoria, cuya suerte en los comicios de octubre está en buena parte atada a la performance del Gobierno en los meses que quedan, sea cual fuera el candidato que lo represente. Ayer estaban presentes el bonaerense Scioli; el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri; el ministro de Defensa, Agustín Rossi, y el secretario general de la Presidencia, Aníbal Fernández. Por videoconferencia desde la estación Retiro, donde se inauguraron nuevas formaciones para el ramal Mitre, participó Randazzo.
Los enemigos de siempre
Por último la mandataria volvió a cargar contra el sector del Poder Judicial que se ha erigido como bastión opositor en los últimos años, en este caso apuntando contra el vicepresidente de la Asociación de fiscales, Ricardo Sáenz, que había criticado a CFK por opinar sobre la causa que investiga la muerte de Nisman. “Quiero decirle que todos los argentinos somos iguales. Que la libertad de expresión y la libertad de prensa es para los 40 millones, incluida la Presidenta, y no solamente para los que insultan, agravian o descalifican al Gobierno.”
En ese sentido, agregó que “si desde el presidente de la Corte hasta el último juez, pasando por todos los fiscales, pueden hablar, hacer reportajes, declaraciones, calificar” entonces por qué no puede hacerlo ella. “Por favor, lean la Constitución y vean que el artículo más importante es el 16, el que dice que todos los habitantes son iguales, que en la República Argentina no hay privilegios, cualquiera sea el cargo que ostenten.”
La mandataria también hizo una referencia elíptica a un tweet que escribió Diego Lagomarsino, el colaborador de Nisman que es por ahora el único imputado en la causa que investiga su muerte, el día que se daba media sanción a las leyes de reforma de la Justicia, en el que el técnico en informática insultaba de forma reiterada a la mandataria (ver aparte). “Era y es un empleado cuyo sueldo era y es pagado por el Poder Judicial. Jamás se me hubiera ocurrido decirle cállese la boca o no hable, por semejante insulto.”
Luego convocó a todos los argentinos a que “no traigan conflictos de afuera, que no son nuestros” al país. “Vivimos en un mundo muy difícil –advirtió–, que se va a tornar cada vez más difícil.” Se refería al intento político de sectores de la oposición de mezclar el caso AMIA, un atentado contra la sociedad argentina en suelo argentino, con el conflicto entre los Estados Unidos y los gobiernos de Europa contra el islamismo extremista, que recrudeció tras los ataques de París.
“No permitamos que nos dividan, vayamos a las próximas elecciones en paz, con tranquilidad, con alegría, para que el pueblo vuelva a votar y se vuelva a expresar acerca de quién quiere que lo conduzca, pero por favor no traigamos el drama y la tragedia de otras regiones remotas del mundo, donde se matan, donde se torturan, donde se tiran bombas y misiles, donde se amenazan con el exterminio entre los unos y los otros. Eso no tiene que ver con nuestra historia”, concluyó la Presidenta.