sábado, 22 de noviembre de 2014

bonadio

México: Multitudinarias marchas por la desaparición de los 43 estudiantes

La mayoría de los actos por la desaparición de los alumnos de Ayotzinapa, realizados en varios estados mexicanos, fueron pacíficos, aunque hubo enfrentamientos entre estudiantes y policías en la capital.

En tanto, el presidente Enrique Peña Nieto condenó la violencia de cualquier origen y se levantó la sesión de la Cámara de Diputados en medio de gritos entre legisladores afines al gobierno federal y al partido que dominaba el municipio Iguala, donde ocurrieron los secuestros.

En el estado Guerrero, donde desaparecieron los jóvenes, integrantes del sindicato Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (Ceteg) lideraron manifestaciones de más de 2.000 personas, que se concentraron de forma temporal en la Autopista del Sol y el Congreso del estadal, con carteles de “Fuera Peña” y gritos contra los diputados regionales y el nuevo gobernador guerrerense, Rogelio Ortega.

En Oaxaca, también en el sur del país, cientos de jóvenes se manifestaron durante el acto oficial por el aniversario de la Revolución Mexicana con cartulinas que indicaban: "No se puede hablar de libertad en un país en donde impera la impunidad".

La misma escena se replicó en Chihuahua, estado del norte y fronterizo con Estados Unidos, donde cerca de 300 personas, en su mayoría estudiantes y académicos, irrumpieron en el desfile conmemorativo del tradicional aniversario de la revolución para exigir justicia por los estudiantes desaparecidos.

En el estado México, estudiantes tomaron peajes que comunican la capital con Toluca y Pachuca y dieron libre acceso a los vehículos, mientras en uno de los accesos al aeropuerto internacional se produjeron enfrentamientos entre policías y estudiantes, los que finalmente se desconcentraron.

Por su parte, Peña Nieto encabezaba la ceremonia por el 104 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, con la entrega de ascensos y condecoraciones a miembros de las fuerzas armadas en el Campo de Marte, detrás de la casa presidencial Los Pinos, después de suspender el tradicional desfile en el Zócalo para no confrontar con la masiva protesta social que llegará a esa plaza, la principal del país, desde las 19 (las 22 en la Argentina).

Participaron en el acto, además de Peña Nieto, el secretario (ministro) de Defensa, Salvador Cienfuegos; los presidentes de las mesas directivas del Senado y la Cámara de Diputados, Miguel Barbosa y Silvano Aureoles; el presidente de la Suprema Corte, Juan Silva Meza, y el comandante de la séptima región militar, general Germán Jiménez.

"El gobierno de la República no cejará en sus esfuerzos por hacer que impere el estado de derecho y la justicia en todo el territorio nacional", señaló el mandatario en su discurso, y agregó que en un Estado democrático como México "es inaceptable la violencia cualquiera que sea su origen".

Paralelamente se levantaba la sesión de Diputados en el Congreso federal por un enfrentamiento a gritos entre miembros del Partido de la Revolución Democrática (PRD) que reclamaban a los del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) por la “impunidad” que permea en las entrañas del país.

Los priístas le devolvían el reclamo con gritos de “asesinos, asesinos”, en clara alusión a su relación con el ex alcalde de Iguala, José Luis Abarca, del PRD, acusado de haber ordenado el ataque del 26 de septiembre que realizaron policías y narcotraficantes y dejaron el saldo de seis muertos, 25 heridos y los 43 estudiantes desaparecidos.

Finalmente la sesión fue levantada sin que se hubiese debatido el polémico tema de la mansión de la esposa del presidente, Angélica Rivera, quien ayer aclaró que la compró con sus ingresos como actriz y que la pondrá en venta, luego de que la prensa revelara que el inmueble está a nombre de una constructora que ganó contratos con el gobierno de Peña Nieto.

En tanto, la Comisión Nacional de Seguridad desplegaba 3.500 agentes de la Policía Federal y 1.300 de gendarmería en puntos estratégicos a lo largo del país.

Asimismo, 5.000 miembros de la Policía Federal y de la Secretaría de Seguridad Pública vigilaban las movilizaciones del Distrito Federal y resguardaban el aeropuerto internacional. A su vez se desplegaban 150 elementos de la policía montada para vigilar y dar apoyo en caso de necesitarlo.

La gran marcha que saldría del Ángel de la Independencia, el Monumento a la Revolución y la Plaza de las Tres Culturas iba a ser vigilada por las Subsecretarías de Operación Policial e Inteligencia.

Télam

El hombre del turbante verde

Por Roberto Arlt

A ningún hombre que hubiera viajado durante cierto tiempo por tierras del Islam podían quedarle dudas de que aquel desconocido que caminaba por el tortuoso callejón arrastrando sus babuchas amarillas era piadoso creyente. El turbante verde de los sacrificios adornaba la cabeza del forastero, indicando que su poseedor hacía muy poco tiempo había visitado la Ciudad Santa. Anillos de cobre y de plata, con grabados signos astrológicos destinados a defenderle de los malos espíritus y de aojamientos, cargaban sus dedos. 
Abdalá el Susi, que así se llama nuestro peregrino del turbante verde, terminó por detenerse bajo el alero de cedro labrado de un fortificado palacio, junto a una reja de barras de hierro anudadas en los cruces, tras la cual brillaba una celosía de madera laqueada de rojo. Junto a esta reja podía verse un cartelón, redactado simultáneamente en árabe y en francés: 
Se entregarán 10.000 francos a toda persona que suministre datos que permitan detener a los contrabandistas de ametralladoras o explosivos. 

EL ALTO COMISIONADO                              

No bien el piadoso Abdalá terminó de leer esta especie de bando, cuando al final de la calle resonaron los gritos de un pequeño vendedor de periódicos italiano: 
-¡La renuncia de Djamil! ¡Mardan Bey, primer ministro! ¡La renuncia de Djamil! ¡Mardan Bey, primer ministro! 
Abdalá el Susi movió, consternado, la cabeza. Pronto comenzaría el terror. Pronto chocarían nuevamente extremistas y moderados. Alejose lentamente del cartelón, pegado junto a la celosía roja, diciéndose: 
"No sería mal negocio pescar los diez mil francos". Evidentemente, alguien estaba sembrando la campaña siria de ametralladoras livianas, que el diablo sabía de dónde brotaban. Un consulado de Damasco no era ajeno a esta infiltración. Por su parte, él, Adbalá el Susi, no creía absolutamente en nada, ni en la peregrinación a La Meca, ni en los anillos astrológicos ni en el turbante verde. Las luchas de nacionalistas y moderados le resultaban una estupidez. No tenía finalidad cambiar de amo: Llegado el momento, todos golpeaban a la cabeza con la misma frialdad. Lo importante era vivir y vivir sin hacer nada, bajo ese hermoso cielo africano. Con diez mil francos podían hacerse muchas cosas... 
Nuevamente volvió la cabeza con disimulo. Nadie le seguía y ello le regocijó, porque su conciencia no estaba sumamente tranquila. 
Su conciencia no se encontraba sumamente tranquila porque él había vivido en las más diversas regiones de África. Claro está que él no podía confesar desde el alto de un alminar cuáles eran los motivos que le indujeron hacía tres años a refugiarse en plena selva congolesa, donde muchos meses vivió penosamente, alimentándose con carne de elefante. Tampoco podía decir qué era lo que buscaba en los alrededores de Dahomey, donde se le vio atracarse como un miserable de horribles gusanos fritos o indigestarse de langosta seca en las puertas mismas de Fez, o pasearse como un cadí prevaricador por las calles de Túnez en un automóvil flamante. 
Su existencia había sido variada y culposa. ¡Hasta llegó a ser miembro de una banda de ladrones de elefantes! 
Ahora el decente turbante verde que adornaba su cabeza, la escrupulosamente limpia chilaba que con hacendosos pliegues revestía su flaco cuerpo, la renegrida barba que le caía sobre el pecho indicaban que Abdalá el Susi era un musulmán devoto, que no solo había cumplido con su peregrinación a La Meca, sino que también era muy probable que disfrutara de ciertas rentas. 
Y efectivamente, las rentas de que Abdalá el Susi disfrutaba eran el producto de un robo de alhajas cometido en El Cairo, en perjuicio de una gorda y estúpida turista americana. Estas alhajas habían sido vendidas a un judío del ghetto de Tetuán; su propietaria no las encontraría jamás, mientras que él, Abdalá el Susi, con el producto de aquel robo podría aún vivir tres meses, sin necesidad de cometer ningún acto de violencia o astucia. 
De pronto el tortuoso callejón se abrió como el tubo de un embudo en una plazuela, entoldado por el follaje de una vid. En el centro de este zoco se veía una fuente; el suelo, de puntiaguda piedra, estaba cubierto de sombras movedizas, y más allá, bajo un inmenso toldo amarillo, junto a un muro encalado, se abría la arcada de un café musulmán. 
Sillas esterilladas invitaban a reposar. Siempre con paso grave llegó Abdalá el Susi hasta el toldo amarillo, y con respetable talante se instaló en un sillón, cruzándose de piernas. Encendió un cigarrillo y golpeó las manos. Un mofletudo muchacho con bombachas anaranjadas y un fez rojo, se detuvo frente a él; el Susi pidió café y luego comenzó a meditar. 
Un imbécil, por ejemplo, se presentaría ahora mismo en la Alta Comisaría de Dimisch esh Sham para solicitar autorización al Alto Comisionado para descubrir a los contrabandistas, y los porteros y los covachuelistas de la Alta Comisaría, simultáneamente, en sus casas, en el café, en el mercado, dirían: 
-Por fin se ha presentado un musulmán prudente que va a intentar descubrir a los contrabandistas de ametralladoras. 
Y este musulmán prudente, como es lógico, antes de descubrir nada, moriría cualquier noche con el cuerpo hecho una criba de tiros y puñaladas. No, no, no. Abdalá el Susi no cometería ninguna de estas tonterías. Primero descubriría a los contrabandistas si podía y luego vería al Alto Comisionado. 
El Susi echó la mano al bolsillo interno de su chilaba y extrajo un periódico de la mañana. 
"Es evidente -decía el articulista- que los contrabandistas se valen de un nuevo medio para sacar fuera de las murallas de la ciudad las ametralladoras y los proyectiles. 
"Hasta ahora, inútilmente han sido registrados los automóviles, los ejes de los carros, las más mínimas cargas que transportaban los bueyes, los camellos, los mulos y los campesinos. Todo aquel que sale fuera de las puertas de Dimisch esh Sham llevando el más insignificante paquete en sus manos está seguro de ser registrado. Todas las viviendas cuyas ventanas se abrían sobre las murallas habían sido desalojadas, las casas clausuradas y las ventanas tapiadas. Sin embargo, de la ciudad continúan saliendo respetables cargas de proyectiles para ametralladoras no solo livianas, sino pesadas, que se distribuyen entre los bandidos de la campiña." 
Por supuesto, "los bandidos" eran los líderes nacionalistas extremistas, que luchaban activamente, organizando a los campesinos para la próxima revuelta. 
Un gandul se detuvo en la boca del zoco junto mismo al arco de la fuente y comenzó a gritar: 
-¡La renuncia de Djamil! ¿Mardan Bey, primer ministro! 
Abdalá el Susi, parsimoniosamente, volvió a doblar el periódico en ocho dobleces y se lo guardó entre el pecho y la chilaba. Su mirada, cargada de melancólica dulzura, volvió a posarse, complacida, sobre el arco encalado que se abría sobre una callejuela techada y tan estrecha que parecía un túnel enfardado de sombras azules. 
De pronto, en lo alto de un alminar revestido de azulejos amarillos y negros, se vio recortarse la silueta de un hombre. El hombre del alminar, apoyándose en el antepecho sobre el vacío, gritó: 
-Dios es grande. Yo atestiguo que no hay más que un Dios. Yo atestiguo que Mahoma es el Profeta. Venid a la oración. Dios es grande y único. 
Precipitadamente, Abdalá el Susi abandonó su cómodo sillón de esterilla y, cayendo sobre sus rodillas en las ásperas piedras, se inclinó en dirección hacia La Meca, con los brazos extendidos delante de su cabeza, mientras pensaba: 
-Me disfrazaré de Taleb. 
Algunos días después de estas pacientes meditaciones podíamos encontrar a Abdalá el Susi sentado sobre una esterilla a la sombra del arco de ladrillo que forma la puerta de Sab el Estha. Frente a él, en una pequeña mesa laqueada de rojo, se veían algunos coranes forrados de pieles teñidas de diferentes colores, y a otro costado algunos pliegos de pergamino auténtico, con pequeñas bolsas de cuero rojo encima. 
-Llevad un versículo del Corán, que os libra de enfermedades, falsos testimonios, aojamiento, muerte de ganado... 
De tanto en tanto un campesino se acerca a Abdalá el Susi, y Abdalá el Susi escribe en un pergamino, con gruesos caracteres, un versículo del Corán, lo introduce en la bolsa de cuero rojo y se lo entrega al campesino que deja caer algunos cobres sobre la mesa. 
-No te apartes nunca de él -le dice el Susi-. Tu ganado se multiplicará. 
Mientras habla, el Susi no pierde de vista ni una sola de las personas que entran o salen por la puerta de Bab el Estha. 
Yuntas de bueyes y rebaños de carneros pasan frente a sus ojos, vendedores con los pellejos de cabra repletos de aceite, campesinas con pilastras de carbón amarradas por juncos a los sobacos, barberos que se dedican a sangrar. Al lado mismo de Abdalá el Susi se instala un freidor de buñuelos que, de tanto en tanto, frente a la asombrada mirada de los queseros y floristas, arroja por los aires todos los buñuelos que contiene una sartén y luego los recoge sin perder uno. El mismo Abdalá el Susi está asombrado de no recibir una salpicadura de la nauseabunda grasa que utiliza el tunecino. 
Con las piernas cruzadas sobre su esterilla, grave el talante y pensativa la mirada, Abdalá el Susi ve llegar los camellos agobiados bajo tremendas cargas con grandes manchones de alquitrán en su piel, para defenderlos de la sarna; pasan los cadíes de las tribus, en visita de ceremonial al Alto Comisionado, revestidos por magníficos albornoces escarlatas. 
Pero si es fácil la entrada por la puerta, la salida es difícil. Todo aquel que lleva un bulto, un paquete o una carga es revisado implacablemente por los soldados de capa azul. Inútiles son las protestas de los campesinos, de los turistas. Para registrar a las mujeres de éstos, en una garita tras la puerta de ladrillo hay dos empleadas de policía. 
Un día, irónicamente, un soldado le dice a otro: 
-Los contrabandistas van desnudos. 
Y ambos se ríen de la guasada. 
El que no se rió fue Abdalá el Susi. 
Con la frente grave bajo su turbante verde, el ex ladrón de elefantes medita envuelto en las nubes de polvo que levanta el ganado al entrar. 
Conoce a todos los bribones de los alrededores. Ha identificado al entregador de una banda de asaltantes. Ha reconocido a un estafador inglés que se pasea jactanciosamente con un bastón de bambú y un casco de corcho. Pero él no está allí para ocuparse de bagatelas. 
La frase de los dos soldados de capa azul continúa girando en su cerebro: "Los contrabandistas van desnudos": Claro que es una burla. Pero una burla que no carece de sentido común. Al único hombre a quien los soldados jamás registran, jamás miran, es al mendigo miserable, que con algunos harapos sobre sus riñones, mostrando los huesos bajo la piel amarillenta o llagada, pasa extendiendo su mano. El único hombre a quien los soldados no registran es al hombre desnudo. Al mendigo de los aduares, que con el belfo colgante, la mirada extraviada, sentado junto al suelo, pasa frente a todos, con la pobreza de su repulsiva desnudez a la vista de todos. Pero Abdalá el Susi no deja descansar su pensamiento. 
Repite: "Los contrabandistas van desnudos". Porque es evidente que un hombre desnudo no puede ocultar una ametralladora, a menos que haya encontrado un procedimiento para tornar invisible la ametralladora, y este procedimiento no existe. 
Pasan las yuntas de bueyes y los rebaños de moruecos, y las cabras saltarinas, y las carboneras del valle, y los campesinos de la vega, y los cadíes envueltos en sus magníficos albornoces escarlatas, con los bordes revestidos de una trencilla de oro, cantan los muecines a la hora eterna el pregón de la oración, y hace bailar el buñuelero sus buñuelos en la sartén, y Abdalá el Ladrón está allí, sentado sobre su polvorienta esterilla amarilla, repitiéndose por milésima vez. 
-¿Cómo puede un hombre desnudo pasar de contrabando una ametralladora sin que se le descubra? 
De pronto, el hombre del turbante verde levanta la vista. Es la tercera vez que, frente a sus ojos, pasa ese mendigo, desnudo casi, montado en un borriquillo que apenas se puede mantener en pie. El mendigo tiene la cabeza arrollada en un trapo, y los restos de un pantalón, y el pecho desnudo. 
Siempre que este andrajoso entra por la mañana, sale por la tarde, acompañado de algún otro mendigo, tan haraposo como él, tan desnudo como él. 
-Estos son los hombres que pueden llevar las ametralladoras de contrabando -le dice Abdalá al teniente francés, que, detenido frente a él, escucha su hipótesis. 
-Verás -asegura Abdalá-. Esta tarde, antes de que cierren las puertas de la ciudad, ellos saldrán, los dos desnudos, montados en su borriquito con una ametralladora de contrabando. Y no te extrañes, teniente, si es una ametralladora pesada. 
El teniente Levil se aleja de la puerta de Bab el Estha, sonriendo escépticamente. Pero no faltará a su palabra. Esta tarde, con algunos hombres, estará allí para hacerle el juego a ese endiablado sujeto del turbante verde. 
Efectivamente, a la caída del sol, el pordiosero que entró semidesnudo a la ciudad montado en un borriquillo, viene acompañado de otro mendigo, también semidesnudo, montado en un borriquillo. 
Los dos vagabundos llevan sus pies arrastrando junto al suelo, el cuerpo inclinando sobre el cuello de sus borriquillos sarnosos, un harapo caído sobre la espalda. 
El teniente Levil se acerca a Abdalá el Ladrón y le dice: 
-Allí están tus hombres. 
Entonces, Abdalá el Susi se incorpora de un salto, se acerca a uno de los dos pordioseros y de un puñetazo trata de derribarlo del borrico. El viejo que recibe el puñetazo de Abdalá no se cae del borrico, se inclina a un costado, y permanece allí inerte, mientras que el otro trata de escapar, pero es sujetado por los hombres del teniente Levil. 
Entonces Abdalá el Susi le dice al teniente: 
-Mira. Han atado a un muerto al borrico. Dentro del pecho del muerto viene oculta una ametralladora. 
Y corriendo un andrajo muestra un largo corte en el pecho del cadáver robado.

PANORAMA POLITICO La fuga Por Luis Bruschtein


Imagen: Joaquín Salguero

Carrió se fue del FA-Unen acusando a todo el mundo de narco. Podría haberlo hecho antes, cuando eran socios, pero esperó a dar este paso. Quizá nunca lo hubiera hecho si no se iba. Cobos, Massa y Binner serían los narcos y Pino Solanas “un falso progre que estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de ser senador”. Massa es un competidor externo, pero dentro del espacio opositor, y también ligó. De los precandidatos internos, el único que se salvó fue Ernesto Sanz, que es su pollo para hacer fórmula con Macri, el candidato extra FA-Unen del que tampoco dijo nada. Sanz y Macri fueron los únicos de los que no habló mal.

Es una forma de hacer política: la República no se defiende con argumentos sino con denuncias. El foro es en realidad una comisaría. Si las denuncias fueran verdaderas, la República sería una especie de letrina. Si no, es Carrió la que la convierte en eso.

Un narco no es político ni arquitecto o panadero, es un delincuente. Los relacionamientos con los delincuentes son diferentes a los que tienen los políticos. La ventaja de acusar de narcos a los que piensan diferente es que no hacen falta argumentos y alcanza con la denuncia. Más allá de sus denuncias, nadie sabe bien lo que piensa Carrió en temas sociales o económicos que hacen a la problemática de la gestión de un gobierno, ni se le escuchan propuestas concretas.

Se podría suponer que no cree en las denuncias que realiza. Si creyera no hubiera buscado a Binner, Cobos ni a Solanas como sus aliados. La forma como los denunció da la impresión de que lo hizo por oportunismo. Fue su forma de romper con ellos. De transformarlos en adversarios. Y si son competidores se los denuncia como narcos. A pesar de que las denuncias aparecen como el despliegue de una maniobra oportunista, hay ciertas hilachas de ellas que la impregnan. Carrió no puede descreer de todo lo que denuncia porque esas acusaciones constituyen su identidad. Ella existe a través de esas imputaciones. Si no creyera que son ciertas, aunque sea en una mínima porción, ella también sería una mentira. Necesita creer aunque sea un átomo de lo que dice. Entonces, de vuelta al rincón esquizo: si cree, ¿por qué buscó de socios a los que ahora denuncia y por qué recién los denuncia ahora? No son cargos menores.

No es solamente Carrió, es una manera de hacer política que ella lleva a su máxima expresión. Es un estilo que quiere confundirse equívocamente en los destellos que emanan de un hito de la historia, Fiscal de la República, tótem y paradigma. Hay una búsqueda para establecer paralelismos imaginarios con esa performance ética, la seducción del rol de Quijote y fiscal acusador. Es la misma confusión que existe con Rodolfo Walsh y el denuncismo de las corporaciones. El abismo que hay entre los trabajos de investigación de Walsh, que nunca pudieron ser publicados en los grandes medios, y el denuncismo superficial, pocas veces sustentado, con el que operan los grandes medios en función de sus intereses, es el mismo que hay entre la investigación de los negociados de la carne realizada por Lisandro de la Torre en los años ’30 y las decenas de denuncias irrelevantes que ha presentado Carrió para acompañar las denuncias difundidas por las corporaciones mediáticas.

El equívoco trata de disimular muchas diferencias, pero la más evidente es que ni las denuncias de Walsh ni las de Lisandro de la Torre fueron sostenidas ni respaldadas por el entramado de corporaciones mediáticas y económicas y jueces amigos que apañan las denuncias amarillistas. Las investigaciones de Walsh y Lisandro de la Torre eran impecables, no simplemente efectistas, ambos cuestionaron a gobiernos militares y no a gobiernos populares y ambos confrontaron y fueron atacados por esas corporaciones, no trabajaban para ellas.

Son contrasentidos que se montan sobre equivalencias apenas aparentes. Y bajo esa apariencia se trata de construir lenguajes que son opuestos a los referentes que utilizan. Tomarlo a Walsh como emblema del grupo Clarín y equipararlo con esa concepción del periodismo es una broma de mal gusto o aventurerismo. Lisandro de la Torre, el hombre que jaqueó a la Sociedad Rural y a los gobiernos militares de la Década Infame y que sufrió atentados contra su vida por la eficacia de su trabajo, no puede ser comparado con tacticismos que se basan en denuncias efectistas y mezquinas para desprestigiar a quienes piensan diferente y que, incluso, hasta el día anterior habían sido aliados y no se había dicho nada.

Desplazar al debate por un lenguaje policial y acusar de narcos o delincuentes a los adversarios genera intolerancia y una violencia hueca, sin razón, que llega a situaciones grotescas como la de los cacerolazos donde lo que se expresa es que a los delincuentes se los castiga, no se discute con ellos. Se quiera o no, en los actos del kirchnerismo –tan denostado por autoritario y populista– no se ve el grado de primitivismo político, atravesado de crispación y violencia y por un complejo de superioridad clasista y antidemocrático, como expresaban las pocas personas que estaban en la Plaza de Mayo en el fallido 13-N. Las expresiones violentas de esas personas, su intolerancia y sus insultos son sucedáneos de ese lenguaje inflamado de Carrió y de parte del periodismo opositor. Entre los concurrentes había un hombre mayor, de traje, chaleco, corbata y gomina, con un cartel que decía “Sabsay a la Corte”, porque el discurso de barra brava del abogado se emparenta con el tono patotero del cacerolero.

Bajo la presión de Carrió, el FA-Unen profundizó la tendencia a asumirse en esa falsa identidad, en esos equívocos sobre los que ambula la chaqueña. La dificultad de instalar un discurso social y económico de centroizquierda para oponerse a un gobierno que se ha apropiado en la acción de casi todas esas banderas, solamente les dejó el espacio en el que reina Carrió. Los dirigentes de esa alianza que intenta instalarse en el centroizquierda opositor son conocidos por ese discurso acusador de fiscales de la República y no por propuestas sociales o económicas y terminan convocando a energúmenos como los del 13-N. Esa especialidad es de la chaqueña que, cuando se va de la alianza FA-Unen, les dispara con la misma artillería. A Pino Solanas lo acusó de “falso progre”, o sea “puro relato”. Son argumentos que ha usado el mismo Solanas para soslayar las medidas progresivas del oficialismo. En las mismas filas de la agrupación de Solanas se produjo un penoso intercambio de acusaciones sobre corrupción, cuando lo que había, en realidad, eran diferencias políticas que se encubrían con esas denuncias.

Los grandes medios opositores mantienen estos enfoques en sus líneas editoriales. Hay decenas de denuncias que surgen como un chispazo y después se apagan. Con la gran mayoría de jueces a favor de la oposición, como lo muestran las elecciones en la corporación de magistrados, la única causa del vicepresidente Amado Boudou –el más vapuleado– que pudo tener algún avance es por la adquisición de un auto de 1993 en la que los gestores falsificaron la firma. Todas las causas son tomadas por los jueces que ordenan dos o tres procedimientos espectaculares que son estruendosamente replicados por los mismos medios que promovieron la denuncia. Y después quedan paradas con muchas dificultades para producir prueba suficiente para una acusación sólida o directamente son descartadas y absueltas, pero en silencio.

Este festival judicial, que en gran medida tiene más de pantomima, llega a un público que vota a Carrió en elecciones legislativas –y votó a Pino Solanas– pero le saca el voto en las presidenciales. Es un elector importante, pero minoritario y que está convocado con esas características. Ese tono de amenazar con juicios y derogaciones, símil fiscal de la República, ya le provocó el primer traspié al FA-Unen con la fuga de Carrió, que lo aplica al máximo. Y como es el eje de la propuesta electoral del Frente, le va a resultar muy difícil competir en la presidencial con posibilidades si no habla de propuestas concretas de gestión, que hasta ahora no mostró.

22/11/14 Página|12

Luis Alberto Romero y la historia militante San Martín, Rosas y Perón (fragmento). Obra de Alfredo Bettanin (1972). Museo del Bicentenario

Custodios del saber histórico, como Luis Alberto Romero, pusieron el grito en el cielo ante la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano “Manuel Dorrego. La corriente que representa Romero –Historia Social - es una entre otras que abordan la historia nacional, pero tras un revestimiento de cientificismo oculta sus verdaderas intenciones: el tener una visión del mundo, tan legítima como cualquier otra, y que cuando interpreta los hechos del pasado lo hace desde la política del presente.

Por Rubén A. Liggera

“La política es la historia del presente y la historia es la política de épocas pasadas”
Arturo Jauretche

Simplificando, podríamos decir junto con Norberto Galasso[i] que las corrientes historiográficas argentinas se clasifican -con sus respectivas variantes- en cuatro grandes grupos: 1) la “historia oficial” o mitrista, 2) el “revisionismo histórico”, 3) la “historia social” y 4) la “corriente socialista, federal-provincia o latinoamericana”.

Sabemos que Mitre falsificó la Historia según necesidades de las élites gobernantes y que ”No es un problema de historiografía sino de política: lo que se nos ha presentado como historia es una política de la historia (N de la R: cursivas en el original) en que ésta es sólo un instrumento de planes más vastos destinados precisamente a impedir que la historia, la historia verdadera, contribuya a la formación de una con ciencia histórica nacional que es la base necesaria de toda política de la nación”(Arturo Jauretche)[ii]

Sabemos que el variopinto revisionismo histórico surgió como una necesidad de revisar los postulados mitritistas y que, evidentemente, la historia fue un instrumento político –a sabiendas- para combatir las políticas liberales y conservadoras de quienes detentaban el poder.

También sabemos que luego de 1955 (autodenominada “Revolución Libertadora”), con la intervención de José Luis Romero en la Universidad de Buenos Aires y Tulio Halperín Donghi como Decano en Filosofía y Letras y Rector de la Universidad del Litoral en 1957, aparece la “Historia social”, de inspiración socialdemócrata. Los estudios históricos se enriquecen con los aportes de la sociología, la geografía, la demografía, la economía, las estadísticas, etc. Significa una importante renovación metodológica y una nueva revisión de la “historia oficial” pero, “varios factores se conjugan para que esos nuevos instrumentos, tan afinados, en vez de ser abocados a esa tarea, se utilicen al servicio de la ideología de la clase dominante.”[iii]

Lo cierto es que desde los claustros universitarios se impone una historia académica y pretendidamente profesional.







Custodios del saber histórico, como Luis Alberto Romero, pusieron el grito en el cielo ante la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano “Manuel Dorrego”, a partir de un Decreto del Gobierno nacional en 2011.

Según un dolido Romero “el Estado argentino se propone reemplazar la ciencia histórica por la epopeya y el mito”, que vienen a ser “la prehistoria del saber histórico”. También:” Los historiadores profesionales vivimos en el engaño. Creímos que la investigación histórica científica y rigurosa se había consolidado en las universidades y el Conicet. Computamos como hechos positivos no sólo la excelente formación profesional, sino la ampliación de nuestros temas, inclusive -entre tantos otros-, los referidos a las personalidades mencionadas [San Martín, Rosas, Yrigoyen, Perón y Eva Perón]. Nos enorgullecimos de haber superado viejas controversias esterilizantes. Acordamos que no existen verdades únicas ni definitivas y que el nuestro es un conocimiento en revisión permanente. No sé si efectivamente lo logramos. Pero lo cierto es que hoy hay una enorme cantidad de historiadores excelentes y altamente capacitados, que se han formado y han sido examinados en sus capacidades por las rigurosas instituciones del Estado argentino: sus universidades, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas o la Agencia Nacional de Investigaciones.

Creímos que retribuíamos al Estado lo que hizo por nuestra formación con buena historia, reconocida en todo el mundo. Pero a través de este decreto, la más alta autoridad nos dice que ha sido un trabajo vano, y que sus instituciones académicas y científicas han fallado. Todo lo que hemos hecho es historia ´oficial`, y, peor aún, ´liberal´.”[iv]

Para Romero y Cía., los historiadores revisionistas no serían más que escritores sin método alguno, divulgadores o chapuceros de la historia. El mismo Romero no nos permite mentir: “Quienes hoy hablan en su nombre [el Revisionismo] impresionan por su mediocridad. El decreto los califica de ´historiadores o investigadores especializados´, capaces de construir un conocimiento ´de acuerdo con las rigurosas exigencias del saber científico´. Pero ninguno de ellos es reconocido, o simplemente conocido, en el ámbito de los historiadores profesionales. De los 33 académicos designados, hay algunos conocidos en el terreno del periodismo, la docencia o la función pública. Dos de entre ellos, Pacho O'Donnell y Felipe Pigna, son escritores famosos. En mi opinión, entre ellos hay muchos narradores de mitos y epopeyas, pero ningún historiador. Nada comparable con los fundadores del revisionismo”.[v]

Bien, hasta aquí hemos tratado de caracterizar a nuestro personaje: un historiador portador de apellido, profesional, académico, riguroso, concienzudo, que-según parece- ha hecho de la historia una ciencia aséptica, de “la buena”. Pero Romero-ya veremos-dice una cosa y hace otra al borrar con el codo lo que escribió con la mano. ¿Acaso será porque le resulte imposible ocultar debajo de su toga doctoral una gruesa e hirsuta pelambre?

En efecto, y a modo de ejemplo, podríamos repasar algunos artículos de opinión que nuestro historiador escribiera para el diario La Nación de Buenos Aires.

1. “Sin Freno. Los malos finales de los gobiernos peronistas”, (02.09.14): todos los gobiernos peronistas terminaron mal. Perón, en 1955; Isabel Martínez, en 1976 y Menem que preparó la caótica salida de De la Rúa y el fin de la convertibilidad en 2001. Pero, para poder hacerlo con la Alianza, Romero fuerza la interpretación histórica al incluir al vicepresidente “Chacho” Álvarez, ex peronista, Gobernadores y Senadores del PJ, intendentes, etc.

Lo más grave es que justifica los golpes ya que el General, desgastado y sin entusiasmo alguno por gobernar, “empuja a la oposición al golpe militar”. Si bien Perón dejó atrás su facciocidad, el tercer gobierno es un verdadero cataclismo y el final fue anunciado con un “clima favorable” para los genocidas de 1976.

Pero Romero va aún más lejos al asemejar al peronismo con el nazismo (¿?): “Muchos de quienes hoy rodean a la Presidenta ya especulan con el pos-2015, pero no se animan a abandonar el búnker [Cristina Fernández y colaboradores, igual que Hitler], atemorizados por su poder de fuego. Ella no conoce el freno y no es fácil saber por qué. Quizá sea cálculo político, similar al de Perón en 1955: un final wagneriano, que esconda sus culpas, y luego una resurrección como la del ave Fénix. Quizá sea ceguera ideológica y pulsión destructiva, ya no moderada por su difunto compañero. Quizá simplemente, como Isabel, obtusa terquedad.

“En suma, estamos ante otro final peronista, que dejará a sus supervivientes un país complicado, para decirlo de manera suave. Decididamente, los peronistas no han gobernado bien. No son los únicos, pero eso no los hace mejores. Por suerte, y a diferencia de 1955 y 1976, hoy no existe la opción militar, que transformó aquellos finales en verdaderas catástrofes….” y ya decididamente en campaña finaliza su nota de opinión de esta manera: “Ojalá nuestro actual gobierno deseche las pulsiones catárticas que hoy parecen animarlo y no haga las cosas tan difíciles para sus sucesores. Ojalá que quienes acostumbran votar a `los que saben gobernar´ esta vez lo piensen bien”

2. “Nacionalismo. Entre la Vuelta de Obligado y los buitres”, 06.08.14: Según Romero, parece ser que la Vuelta de Obligado no fue una victoria argentina sino bonaerense y luego una construcción histórica de los historiadores revisionistas por lo que “la derrota de 1845 fue convertida en victoria de la Nación”. Prosigue el razonamiento con la Guerra de Malvinas, cuya soberanía tiene “discutibles razones históricas (¿?) y a la vez desconoce los derechos de los habitantes”. Recuerda el apoyo que reciben los dictadores en La Plaza de Mayo el 2 de abril: “Nuestra cultura política está saturada con estas imágenes y sentimientos acerca de la nación, su destino y sus enemigos. Se dirá quizá que son los militares o los peronistas. Pero no es así: ideas similares pueden encontrarse en buena parte de las fuerzas políticas. En alguna medida, están en la cabeza de todos nosotros. Por eso son la base para un discurso político de eficacia formidable.”

Sería aconsejable que Romero recurra a alguna terapia para erradicar de sí mismo al “enano nacionalista” que suele atormentarlo.

Pero hay más. El republicano Romero justifica o atempera crímenes de lesa humanidad: “Si hubieran ganado [la guerra de Malvinas], o por lo menos alcanzado un resultado honroso, probablemente, los argentinos les habrían reconocido el mérito, atenuando u olvidando sus otros crímenes.” Cinismo puro. Increíble pero cierto. Y escrito está.

Finalmente, Cristina Fernández utiliza idéntico recurso nacionalista que la Vuelta de Obligado o la Guerra de Malvinas, bajo el slogan “Patria o Buitre” contra “poderes concentrados que conspiran contra nuestra grandeza”. Todo es hecho con naturalidad y comodidad por el gobierno-como en el caso YPF, -subraya- y vivido con culpa por los opositores: “No hubo cuestionamientos frente a esta manipulación del nacionalismo, que coloca una cuestión contractual en el ámbito de la moral y de los sagrados intereses de la patria. La Argentina razonable -se constata una vez más- está floja de convicciones y de argumentos”. Sin comentarios.

3. “17 de Octubre de 1945. El día que nació un nuevo país”, 16.10.13: Para Romero parece ser que el 17 de octubre se produjo curiosamente como resultado de un “largo proceso de crecimiento y movilidad social” (¿de los gobiernos conservadores de la década infame?) y ensaya una explicación “científica”: fueron decisorios el “carácter fuertemente igualitario, integrador y democrático de esa sociedad y los potenciales conflictos que eso supone” y “la inseguridad identitaria” de su protagonistas. Aunque, si bien, había otras opciones, Perón supo decir lo que esa sociedad quería oír. Y, “A diferencia del resto del mundo occidental de posguerra, donde el liberalismo dio nueva vida a la democracia, el peronismo reformuló y revitalizó la propuesta nacional y popular y la ensambló con la polarización cultural espontánea, que enfrentaba al pueblo y a la oligarquía. Ambas polarizaciones se reforzaron y configuraron una perdurable matriz política y social, conflictiva y facciosa”. En el medio cuenta el cuento de la familia que está sentada en un banco, la empujan hasta desalojarla (clásica figura de la “invasión bárbara”) y se caen debido a “la presión quizás algo agresiva de quien no pedía permiso” ¡Ay!, notable razonamiento “clasemediero” para un historiador académico. Eso sí, su artículo tiene un final esperanzado ya que”la matriz política y discursiva surgida en la sociedad democrática todavía nos acompaña”. ¡Qué alivio!

4.”La ilusión de una alternativa socialdemócrata”, 22.07.14: Dejamos para el final el análisis de esta pieza ideológica ya que sin disimulo-al igual que los denostados revisionistas atacados por el virus letal del nacionalismo-deja al desnudo su pensamiento político y su actitud militante. Luego de realizar una breve historia del nacimiento de la socialdemocracia europea y su estado actual, se confiesa: “Visto desde la perspectiva de la ilusión socialdemócrata, de la que participo, es un resultado desalentador. Pero visto desde la perspectiva argentina actual cabe pensar: ¡ojalá tuviéramos esos problemas!”. En un ejercicio de historia contra fáctica lamenta el fracaso de la Unión Democrática: “La tradición socialdemócrata, que pesó poco en nuestro país, tuvo una oportunidad en 1946. Desde hace [hacía] diez años, acuciados por el fascismo, los socialistas venían confluyendo con radicales, comunistas, sindicalistas e intelectuales, en un frente antifascista. En la elección de 1946 esa idea tomó forma con la Unión Democrática, cuyo programa sumó al antifascismo las ideas socialdemócratas de posguerra, que ya había plasmado el laborismo inglés. Perdieron frente a Perón, que ofreció otra versión del discurso de la justicia social, envuelto en la doctrina social de la Iglesia y sumando los motivos populista y nacionalista. (…)Perón construyó un Estado de Bienestar singular, con poca igualdad y muchos privilegios corporativos, manirroto y poco previsor, despreocupado de la eficiencia económica y de la democracia institucional. Selló la alianza entre el peronismo, los trabajadores y amplios sectores populares, y ya no hubo futuro para la socialdemocracia.” Pero siempre hay esperanzas ya que “La Argentina es hoy un país devastado” (…)” Los militares son responsables de una parte, pero a treinta años del retorno democrático se puede decir que los peronistas lo hicieron, menemistas y kirchneristas. Sin duda, son los principales responsables del estado actual del país.

“Frente a ellos coexisten diversas corrientes de opinión y distintas fuerzas políticas. Entre ellas están las que se identifican con la tradición socialdemócrata. Todos coinciden en algunas cosas básicas: respeto a la institucionalidad democrática, sensibilidad social y aprecio por el saber técnico y burocrático.

“Es alentador, porque de todo eso necesitará un gobierno de reconstrucción”.

En otra nota, Romero había confesado que, ante la disyuntiva entre el historiador o el ciudadano comprometido, eligió a este último. No está mal. Todos tenemos derecho a opinar y participar de la política actual. Pero lo que no pueden hacer los historiadores “profesionales” (Romero, Halperin Donghi et alt.) es ocultar sus verdaderas intenciones: que poseen una visión del mundo, tan legítima como cualquier otra, y que cuando interpretan los hechos del pasado lo hacen desde la política del presente. Toman una posición y no lo disimulan, aunque pretendan lo contrario.

En suma, aunque renieguen en público, son fervientes militantes de cierto modelo de país –creíble o no, posible o no- que perdura en gran parte del “sentido común” (por ellos construido) y que aún disputa poder. Y a eso contribuyen políticamente. Como cualquier hijo de vecino, es decir, nosotros.

PD: Quizá no valga la pena, pero si el lector se anima a revisar estas notas de Luis Alberto Romero en la página digital del diario centenario se encontrará con la opinión de los lectores. Una verdadera expresión de “letrinet” (según denominación feinmanniana): odio visceral, descalificación, violencia verbal y simbólica, racismo, discriminación, irracionalidad antidemocrática. En fin, pura bosta. Eso es lo que despiertan en ciertos lectores estas columnas tan sesudas.

Notas:
[i] Galasso Norberto, Cuadernos para la otra historia Nº 1, 2 Y 3, Bs. As. 1999(2001)
[ii] Jauretche Arturo, Política nacional y Revisionismo histórico, Bs. As., 1982
[iii] Galasso, Norberto, “La Historia Social”, Cuaderno para la otra historia Nº 2, Bs.As., 1999(2001)
[iv] Romero, Luis Alberto, “El estado impone su propia épica”, La Nación, 20.11.11
[v] Romero, L. A., ibídem
Fuente: La Tecl@ Eñe. Revista Digital de Cultura y Política
http://lateclaene6.wix.com/revistalateclaene


EEUU rechazó un mecanismo de reestructuración de deuda propuesto por el FMI Fondos Buitres: el New York Times criticó a la Justicia de EE.UU

"El caso argentino no tiene ningún ganador, pero sí muchos perdedores", es el título de la nota firmada por el jefe de Finanzas del diario. Planteó que el sistema judicial estadounidense puede haberse excedido en sus facultades y tal vez tenga que retractarse. 

El diario estadounidense New York Times publicó un editorial contra la justicia de su país. Lo hizo en referencia al conflicto entre la Argentina y los fondos buitre, que reclaman el pago total de los bonos de la deuda en cesación de pagos en su poder. "Las cortes han fallado, y hasta ahora las sentencias no han logrado más que enriquecer a muchos abogados", sostuvo en la nota escrita por el jefe de Finanzas, Floyd Norris, titulada "El caso argentino no tiene ningún ganador, pero muchos perdedores", 

El periodista planteó que "el sistema judicial de los Estados Unidos puede haberse excedido en sus facultades y puede que se vea obligado a retractarse". Y advirtó que "el mundo de las deudas soberanas quedó patas para arriba tras la victoria de los fondos de inversión encabezados por Elliott Management contra Argentina".

Destacó que "las personas y las empresas pueden declararse en bancarrota y pedir a un juez que cancele o reduzca sus deudas", y añadió que "en los Estados Unidos, las ciudades también se pueden declarar en bancarrota y reducir sus obligaciones, como hizo este mes Detroit".

Sin embargo indicó que "no hay un sistema similar para países", y recordó que "hace más de una década, después de la crisis financiera asiática, el FMI propuso un mecanismo de reestructuración de deudas soberanas para países, pero los Estados Unidos y otros países rechazaron la idea por supuesta violación de soberanía".

"Con bonos bajo ley de Nueva York, como son muchos, solía suceder que si un país entraba en default, se lo llevaba a juicio y se lo obligaba a pagar. Pero la inmunidad soberana hacía que el fallo no pudiera ser ejecutado. Así, la mayoría de los bonistas terminaban negociando algún tipo de reestructuración de deuda, a menudo con la intervención del FMI", subrayó el diario neoyorquino.

No obstante, remarcó que "el fallo contra Argentina le dio a los bonistas una razón para no entrar en futuras reestructuraciones de deudas internacionales", y puntualizó que "bajo el fallo del juez Griesa, a los fondos de inversión les puede ir mucho mejor que a los que entraron en reestructuraciones de deudas, y no les puede ir peor. Eso, si el fallo se puede ejecutar".

La publicación señaló que "en las bancarrotas empresariales, los acreedores que pierden el dinero de sus préstamos a menudo reciben acciones de las empresas que surgen de la bancarrota, ofreciéndoles al menos la posibilidad de una recuperación si la empresa reestructurada prospera".

Si bien admitió que "no se puede tener acciones de un país", puso de relieve que "Argentina intentó algo similar; sus bonos incluían clausulas que aumentaban los beneficios si la economía del país crecía lo suficientemente rápido".

"De hecho creció, y a los bonistas les fue mejor de lo que esperaban inicialmente", afirmó el New York Times, al tiempo que consideró que "a primera vista, se podría entender que el fallo del juez Griesa promueve la rectitud, disuadiendo a países de tomar deuda que no van a poder pagar".Sin embargo, alertó que "también se puede entender lo contrario si los prestamistas interpretan que hasta un préstamo incobrable eventualmente tendrá que ser pagado".

En consecuencia, indicó que "el juez Griesa ha repetido que Argentina tiene que negociar con los fondos", pero estimó que "incluso si el país así quisiera y fuera capaz de hacerlo, es difícil ver cómo esa negociación detendría a otros fondos de iniciar sus propios reclamos de pagos totales".

Infojus Noticias

La respuesta del radicalismo tras impedir a un reemplazante en la Corte

"Si pudieran meternos presos, nos meten presos", se victimizó el senador radical Gerardo Morales. El titular del radicalismo, sostuvo que la denuncia "es una locura, no resiste el menor análisis".
Luego de la denuncia por sedición presentada por el abogado Eduardo Barcesat contra el bloque de senadores que intenta impedir que se cubra el lugar que deja el juez Zaffaroni, la respuesta del radicalismo no se hizo esperar.

"Si pudieran meternos presos, nos meten presos", se victimizó el senador radical Gerardo Morales. El titular del radicalismo, sostuvo que la denuncia "es una locura, no resiste el menor análisis".

La denuncia surge a partir del documento que firmaron 28 legisladores, en el que resolvieron no facilitar el acuerdo para cubrir el lugar del juez Eugenio Raúl Zaffaroni, que dejará su cargo en la Corte Suprema a paritir del primero de enero próximo. La oposición quiere que la designación de su reemplazo se haga a partir del próximo gobierno.

Sin escatimar en dramatismos, Ernesto Sanz también se refirió a la denuncia y acusó al Gobierno de "avanzar contra senadores opositores y contra la Justicia".

En una entrevista en el canal TN, el senador Morales aseguró que: "Mientra a nosotros nos denuncian penalmente por oponernos en el tema de la Corte, el Gobierno ha hecho ayer una salvajada en el Consejo de la Magistratura".

Según Sanz, "no hay que mirar lo de la Corte como un hecho aislado". Dijo que "la relación que el Gobierno quiere tener con el Poder Judicial es perversa".

La presentación fue realizada por el abogado Eduardo Barcesat y tras el correspondiente sorteo recayó en el juzgado Criminal y Correccional Federal Número 1, a cargo de María Servini de Cubría. Los senadores afectados por la denuncia por "sedición" son: Juan Carlos Romero, Gerardo Morales, Carlos Reutemann, Fernando Solanas, Diego Santilli, Gabriela Michetti, Ernesto Sanz y Luis Juez.

El documento fue impulsado por el socialista Rubén Giustiniani, quien inició contactos con el jefe del bloque radical, Gerardo Morales para reunir firmas. Lleva la firma de senadores de la UCR, el FAP, el peronismo disidente, Pro y partidos provinciales donde rechazan el tratamiento de "cualquier solicitud de acuerdo para la designación de jueces de la Corte Suprema de Justicia" hasta después de las elecciones presidenciales del año próximo.


Aníbal Fernández: "Lo de la oposición es una vergüenza"
El senador nacional Aníbal Fernández (Frente para la Victoria) calificó como "una vergüenza" la decisión de 28 senadores de la oposición de firmar un documento por el cual suscribieron un "compromiso público" para no cubrir la vacante generada en la Corte Suprema con la renuncia del juez Eugenio Zaffaroni.

"Es una vergüenza eso. A mí me llama la atención que no sean conscientes de la denigración de la política, de la falta de respeto a la República", aseveró.

El legislador remarcó que "el artículo 99, inciso cuarto, dice que la designación de los ministros de la Corte son a propuesta del Poder Ejecutivo con acuerdo del Senado. Qué necesita de esa mayoría agravada del acuerdo del Senado: los dos tercios de los miembros presentes".

"Quiere decir que si usted tiene un número suficiente como los 24, en este caso (refiriéndose a la oposición), porque de 72 totales, 24 habla de un número suficientemente importante como para impedir que con la diferencia nosotros podamos designarlo, ahí tiene el tema resuelto", agregó.

Y se preguntó: "Para qué hacen el escrito? Para sacar una ventaja politiquera? Para poner incómodo al Poder Ejecutivo blandiendo una bandera de falta de legitimidad que no existe?"

"Dan vergüenza. No se han cansado de firmar escritos para trabar al Poder Ejecutivo en cuanta cosa pudieron. ¿Y sabe qué? Siempre les fue muy mal con este tipo de cosas; jamás un dirigente con responsabilidad de nuestro partido ha firmado una denuncia pública en contra de una política pública de su gobierno", añadió.

Y concluyó: "Dígame cuál es la ventaja de firmar esta estupidez".

Además, dijo que para que el abogado Eduardo Barcesat "presente una denuncia de esa característica, hablando de sedición, hablando de deberes de funcionario público, tiene que tener una base jurídica sensata. No lo veo haciendo una desprolijidad en ese tema".

En relación a las declaraciones de los senadores radicales Ernesto Sanz y Gerardo Morales respecto del escrito de Barcesat, el senador Fernández enfatizó: "Escuché las barbaridades que dijo el senador Sanz, que no solamente avergüenza, sino que da vergüenza, porque afirma que se dice intimidado por las expresiones en el escrito de Barcesat".

"La realidad es que no han tenido otra conducta como bloque, tanto él como el senador Morales, que la de entorpecer la vida institucional de un país en cabeza del Poder Ejecutivo denunciándolo en cuanto cosa se le ocurrió", consideró el senador en declaraciones a C5N.

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