jueves, 2 de octubre de 2014

Motín del 1º de octubre de 1820

Martín Rodríguez gobernador

Pero he aquí que algunos de los representantes parecen arrepentirse de su preferencia por Rodríguez. Alegan que el brigadier está bajo la influencia de Rosas. Se celebra una reunión. Rosas, presente allí –su renuncia es aceptada sólo el 18-, declara que si Rodríguez no es designado él no podrá mantener las seguridades de paz que ha dado a López y que así se lo escribirá al gobernador de Santa Fe, para dejarle en libertad de acción. Estas palabras impresionan y casi todos resuélven a votar por Rodríguez. Entonces la Junta pide a Rosas que reorganice su regimiento, y lo traiga a las proximidades de la ciudad para asegurar con su presencia el triunfo del general Rodríguez. Rosas se va a la Guardia del Monte. El 12 de setiembre tiene ya reunida su gente en “Los Cerrillos”, y el 24, desde la Cañada de Gaete, pide al gobierno armamentos y víveres. En su nota, declara que ama al hombre y que esto le “hace conocer la obligación de respetar las propiedades y protegerlas”, para lo cual cree necesario que el miliciano “encuentre en el seno de su regimiento todos los recursos”. Impone entre sus soldados una subordinación y un orden que considera admirables, no menos que su entusiasmo, y así se lo ha comunicado al gobernador desde Cañuelas.

Juan Manuel –hay que insistir- nada ambiciona para sí. El servir a la Provincia y al orden no le reporta sino sacrificios. El trabajo está abandonado en su estancia, y sus pérdidas son considerables. Si desea imponer a Rodríguez no es por recompensas, sino porque Rodríguez hará la paz con Santa Fe y establecerá el orden. El resorte que mueve a Rosas es la pasión del orden. En una nota al gobernador, le dice que su conducta, en lo sucesivo, será “no pertenecer a otro que al bien de la provincia”.

El 26 de setiembre la Junta designa gobernador al general Martín Rodríguez. Y al promulgar esta elección en un bando terrible, en donde habla contra “los novadores”, los que abrazan “el espíritu de novedad, de falsa política, de crítica mordaz, de atentado y de insubordinación”, anuncia que ha autorizado al Gobierno para aplicar “todo el rigor de las penas, hasta la de muerte y expatriación, conforme al influjo que tuvieren”, a los que promuevan insurrecciones y discordias o perturben la tranquilidad pública. También le acuerda al gobernador facultades extraordinarias, pues le releva “de los trámites que prescriben las leyes para la formación de causas”. De este modo violento se inician los unitarios –anotémoslo- al retomar el poder que nueve meses atrás habían perdido.

Tres días después de elegido Rodríguez, Rosas le escribe. Elogia de nuevo a su columna y le declara que “sería un dolor” entregar su dirección a sus “ningunos conocimientos militares”. Agrega con modestia y franqueza: “El bien del país es para mi antes que todo; yo estoy en estado de aprender y no en el de enseñar”. Y fundado en que para actuar militarmente es necesario un jefe “que conozca lo que yo no entiendo” y que le enseñe al soldado lo que él no se cree capaz de enseñar, suplica que se ponga al frente de sus hombres al coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid. El gobernador no acepta su pedido, elogia los sentimientos que distinguen a Rosas “en obsequio del orden” y le manifiesta que la disposición de ánimo que él ha sabido inculcar a sus soldados es más valiosa que la mejor dirección técnica. De este modo, Rosas va creándose prestigio moral. Se le sabe fuerte, organizador, enemigo del desorden y de la anarquía. ¿Hay estrategia en sus actos, como dirán sus enemigos? No, puesto que él propone a otro hombre para el mando de su columna y porque toda su conducta posterior, durante ocho años, revelará en él una ausencia absoluta de toda ambición política.

Rosas, aunque haya impuesto al unitario Rodríguez, no es unitario ni lo ha sido. Por el momento, no tiene color político. Simplemente es un hombre de orden y de trabajo. Si ha abandonado su estancia fue –repitámoslo- por defender el orden. Se ha sacrificado, en la exacta acepción de las palabras. Ha perdido mucho dinero por sus andanzas militares. Su sueño es volver a los trabajos del campo. Mas para esto es necesario que haya orden y paz. 

Tan ajeno es Rosas a los partidos, que, en una proclama dirigida a su regimiento el 28 de setiembre, mientras acampa junto al río de la Matanza –documento de rigurosa importancia porque es el primero de esa índole que él escribe y publica- no hay una palabra en la que pueda advertirse un propósito partidista. En cambio, aconseja a sus Colorados del Monte ser “constantes en ejemplarizar”, le recuerda lo execrable que son la corrupción y la licencia y les dice que la Campaña comienza “desde hoy a ser la columna de la Provincia, el sostén de las autoridades”. Esto es lo único que le interesa: sostener a las autoridades legítimas, porque sin autoridad no hay orden ni paz.


JUAN MANUEL DE ROSAS. La ley y el ordenMotín del 1º de octubre de 1820

Pero los enemigos del nuevo gobierno están resueltos a voltearlo. Entre ellos figuran los ex gobernadores Soler y Sarratea y el coronel Pagola. Son los federales, y cuentan con el pueblo y con las milicias ciudadanas llamadas “los cívicos”, especialmente con los oficiales y sargentos del segundo tercio, compuesto por pardos y negros. Estos hombres detestan a los directoriales o unitarios, a los que consideran como una oligarquía de los ricos y de los abogados; y forman el partido que ellos llaman “cívico” y sus enemigos “plebeyo”. Este partido tiene por verdadero jefe a Dorrego, a quien desea ver como gobernador. Pero Dorrego no participa en los acontecimientos que vendrán.

Motín militar del 1º de octubre. El coronel Pagola, a la noche, montado en un caballo blanco, se presenta en la plaza de la Victoria al mando del regimiento Fijo, al que acaba de sublevar, y del segundo tercio de los cívicos. Por otra calle, entra el tercer tercio. Las tropas del gobierno, que ocupan el Fuerte y las plazas de la Victoria y del 25 de Mayo –hermanas siamesas unidas por la Recova-, se defienden, pero son vencidas y Pagola asume el mando militar de la ciudad. El gobernador, en la madrugada del 2, huye hacia el sur, en dirección a Santa Catalina, en donde piensa encontrar al teniente coronel Rosas, que manda los regimientos de milicias y que no tarda en llegar con novecientos hombres.

Mientras estas tropas avanzan, Juan Manuel, hombre de tretas, envía a uno de los peones a la ciudad con un recado para dos o tres de sus fieles –abastecedores de carne del barrio de la Concepción- , pidiéndoles que interrumpan la asamblea o cabildo abierto que van a celebrar los vencedores en la iglesia de San Ignacio. Es el 8 de octubre. Reunión harto herterogénea: partidarios de Sarratea, individuos de la facción de Soler, sujetos de puñal, algunas personas decentes y mucha chusma, y entre ellos los elementos de avería enviados por Rosas. Uno de los jefes civiles de la revuelta propone a Dorrego como gobernador. Un amigo y pariente de Rosas le replica violentamente. El dorreguista pretende ocupar de nuevo la tribuna –el púlpito de la iglesia-, cuando se pone a vociferar un italiano, hombre culto pero chiflado, que padece de morbo anticlerical. Risas y chacota. Y la reunión se trunca. 


Triunfo de Rosas

El golpe de astucia del comandante Rosas ha sido muy hábil y oportuno, porque ya las avanzadas de sus tropas vienen entrando en la ciudad. En los barrios del Sur, donde sostiene algunas guerrillas con los revolucionarios, aumenta su fuerza con la adhesión de numerosos grupos de pueblo. En la tarde de ese día 3, breves combates. Al siguiente, Rosas se apodera de las plazas de la Concepción y de Monserrat y a su derecha llega a cinco cuadras del Fuerte, donde está el grueso de las tropas de Pagola.

Ese día, después de diversas tentativas de arreglo, va a reunirse la Junta de Representantes. Los revolucionarios han declarado que obedecerán al Cabildo, y el Cabildo asegura que cumplirá lo que disponga la Junta. La reunión de los Representantes se realiza en el convento de las Capuchinas. Tropas de Rosas vigilan las proximidades del convento. La reunión comienza a las once de la mañana y dura hasta la madrugada. La Junta se ratifica en el nombramiento del general Rodríguez, concede una amnistía general –con la que espera seducir a los revoltosos- y manda las tropas a sus cuarteles para que esperen órdenes del gobernador. Pero los revolucionarios no aceptan la resolución de la Junta y se preparan al combate.

Rosas, antes de atacar la plaza, en donde se han concentrado los revolucionarios, entra en casa de sus padres, y –anotemos el rasgo de ternura filial y de modestia- les pide la bendición. Sus padres viven en la calle de la Reconquista, actual Defensa, frente al paredón de San Francisco. Por esa calle, donde están formadas sus tropas, lleva el asalto a la plaza. El gobernador Rodríguez permanece a bastante distancia de allí, en el cuartel de la Residencia. Rosas, a la cabeza de tres escuadrones, ataca la trinchera de Pagola, frente a San Francisco. Los Colorados hacen callar a los cañones y, en un combate de arma blanca, derrotan a los cívicos. Otros soldados fieles al gobernador desalojan a los revolucionarios de las azoteas. Con el final de este entrevero termina esta parte el combate. Y a las cinco de la tarde, montado en su bello tordillo de patas negras, al frente de sus Colorados del Monte, entra en la plaza del 25 de Mayo el joven teniente coronel Rosas.

Pero todavía no ha triunfado totalmente el gobierno. Fuerzas de Pagola ocupan las proximidades de la plaza. A la cabeza de dos escuadrones, Rosas carga contra el cantón instalado en la Universidad y lo toma, mientras soldados del gobernador Rodríguez se apoderan de otros cantones, Juan Manuel reúne a sus Colorados en la plaza de la Victoria, pone guardias en ciertos sitios estratégicos, ordena buscar y recoger a los heridos de ambos bandos y organiza patrullas para que recorran la ciudad e impidan los desórdenes. Atardece, cuando llega el gobernador. Rodríguez, conmovido, se detiene frente a Juan Manuel, y, como un homenaje al triunfador, le quita la gorra militar que trae puesta y lo invita a colocarse a su izquierda y a entrar con él en el Fuerte.

Al otro día, la Junta de Representantes vuelve a acordar al gobernador la suma del poder público, “con todo el lleno de facultades y la mayor amplitud de ellas que sea necesario al logro de la única y suprema ley de los estados, que es la salud del pueblo”, como reza el oficio dirigido a Rodríguez. “Con todo el lleno de facultades”… No lo olvidemos.

Un mes después, dos pobres diablos serán ejecutados en la plaza de la Victoria como culpables del movimiento dominado por Rosas. 
Fuentes: 

- Gálvez, Manuel – Vida de don Juan Manuel de Rosas – Ed. Altor – Buenos Aires (1954).
- Irazusta Julio. Vida Política de Juan manuel de Rosas.
- Castagnino Leonardo Juan Manuel de Rosas. La ley y el orden
- Castagnino Leonardo Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

VILCAPUGIO - 1 de octubre de 1813

Después de la batalla de Salta, la reorganización del ejército, la reparación del material y la incorporación de nuevos reclutas para cubrir las bajas producidas demoraron a Belgrano en Salta casi dos meses. Concluidos los preparativos, avanzó hasta Jujuy, en dirección a Potosí, que fue ocupada en los primeros días de mayo. Al entrar a la ciudad, las calles estaban adornadas con arcos triunfales y una muchedumbre aclamó a los soldados del ejército patriota.

Potosí fue una de las ciudades del Alto Perú menos accesible al espíritu de la revolución. Era un centro minero de gran importancia y asiento de un Banco de Rescates o Casa de Moneda, prevalecía en ella una aristocracia de terratenientes, explotadores del mineral de plata, y de funcionarios reales, veedores, ensayadores y demás categorías del rubro bancario y minero, ligada a los intereses metropolitanos.

Con la llegada del ejército patriota se había producido un cambio de opinión, debido a múltiples causas: difusión de las ideas separatistas que eran apoyadas por esa aristocracia, el odio que inspiraban los chapetones, impotencia probable de España para recobrar su imperio colonial, política de capitulación y también debido al temor que inspiraban los soldados del ejército patriota.

Belgrano se esforzó en borrar la pésima impresión que había causado el ejército patriota cuando había entrado en el Alto Perú al mando de Castelli en 1810, por los excesos cometidos en esa oportunidad. Para ello controló con mano firme la disciplina militar. Un bando militar que se publicó en el ejército disponía en uno de sus artículos: "Se respetarán los usos, costumbres y aun preocupaciones de los pueblos; el que se burlares de ellos, con acciones, palabras y aun con gestos será pasado por las armas”. (1) Antes de llegar el general Belgrano, el bando y sus efectos le precedían, para lograr el apoyo de la población al ejército patriota.

Se preocupó también de remontar sus efectivos; y por ello le ordenó al coronel Zelaya que fuera a Cochabamba, con orden de formar allí un nuevo regimiento de caballería.

Entretanto el general Pezuela, que había reemplazado a Goyeneche, reorganizaba en Oruro el ejército realista y reforzaba su armamento con 10 piezas de artillería que le remitió el virrey del Perú. El 7 de agosto se hallaba en Ancacato, 23 leguas al norte de Potosí, con una fuerza de 4.000 hombres y 18 piezas de artillería.

Belgrano contaba con el apoyo de la población indígena, que acababa de asegurarse en una entrevista con el cacique Cumbia. El plan de Belgrano consistía en atacar al ejército realista: por el frente, con el grueso de su ejército; y por el flanco izquierdo, con un cuerpo de caballería, organizado en Cochabamba por el coronel Zelaya; mientras el caudillo Baltasar Cárdenas promovía una vasta insurrección de las indiadas a su retaguardia.

El 5 de septiembre partió de Potosí al frente de su ejército, con un efectivo de 3.500 hombres y 14 piezas de artillería. El enemigo permanecía concentrado en Condo, cuatro leguas al oeste. Belgrano proseguía su marcha en dirección al lugar denominado Lagunillas. El 27 todo el ejército se hallaba en la pampa de Vilcapugio.

El destacamento de observación puesto por Pezuela en Pequereque, bajo las órdenes del coronel Castro, para vigilar el camino de Oruro, chocó de pronto con la indiada de Cárdenas, que fue fácilmente dispersada. Cayeron en poder de Castro los papeles del vencido y, con ellos, varias cartas de Belgrano en que se detallaba el plan. (l)

Advertido así Pezuela del peligro en que se hallaba, tomó una resolución audaz, anticipándose al movimiento del enemigo y, dirigiéndose a su encuentro, lo atacó en Vilcapugio el 1 de octubre de 1813. El centro y la izquierda de la línea realista fueron destrozados, pero la derecha resistió bravamente bajo las órdenes de los coroneles Picoaga y Olañeta.

Dispuso entonces el mayor general del ejército patriota que el regimiento primero de Patricios que, bajo las órdenes del coronel Perdriel, se hallaba de reserva, corriese en auxilio del ala izquierda y atacase a la bayoneta. La falta de resolución de ese jefe malogró la maniobra; y el regimiento primero de Patricios, envuelto en la dispersión, cedió al pánico, desbandándose.

A las once y media de la mañana Pezuela consideraba perdida la batalla. Sin embargo la casualidad le depararía la victoria. Si bien él no tenía un plan de operaciones y Belgrano tenía un plan concertado e inteligentemente puesto en obra, las heroicas muertes del coronel Álvarez, del mayor Beldón y del capitán Villegas, dejaron su izquierda sin jefes de autoridad en el momento crítico del combate.

Ante la dispersión inevitable de su ejército, Belgrano evidenció su arrojo y serenidad. Desmontó en uno de los cerros situados a retaguardia, en el campo de batalla; tomó en sus manos una bandera, reunió una parte de los dispersos y comenzó a tocar llamada. A los pocos momentos contaba en derredor suyo 200 hombres y una pieza de artillería.

Belgrano se mantuvo en esa eminencia por espacio de tres horas, en la esperanza de que un refuerzo del ala derecha ya dispersa, o quizás el arribo del coronel Zelaya con la caballería de Cochabamba, le permitiesen restablecer el combate. El enemigo, dos veces rechazado en sus asaltos, se hallaba al pie de la cuesta ya prudente distancia, sin atreverse a atacarlos nuevamente. Esperaba refuerzos para intentar el desalojo de aquel reducido grupo de vencidos.

A las dos de la tarde, rodeado de 500 hombres y convencido de la inutilidad de la espera, Belgrano dispuso que el mayor general Díaz Vélez se dirigiese a Potosí, para reunir allí los dispersos que iban en esa dirección; mientras él se dirigía a Cochabamba, buscando la incorporación de Zelaya. Era su propósito amenazar la retaguardia del enemigo. Arengó con estas palabras a sus soldados en el momento de ponerse en marcha:

“Soldados: Con que al fin hemos perdido después de haber peleado tanto?, la victoria nos ha engañado para pasar a otras manos, pero en las nuestras aún flamea la bandera de la Patria”.
El la batalla de Vilcapugio fue herido José María Paz, "el manco"

Referencias:

1-. Luis Roque Gondra, Vilcapugio y Ayohuma En: INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO, Manuel Belgrano, Los ideales de la Patria. Buenos Aires, Manrique Zago Ediciones, 1995, p. 75.
2- Mario Belgrano, Historia de Belgrano. 2da. Edición. Buenos Aires, Instituto Nacional Belgraniano, 1996,p. 249.Véase también: INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO, General Belgrano. Apuntes biográficos. 2da. Edición Buenos Aires, 1995, p.80.

Fuente:

- Instituto Nacional Belgraniano


Fuente: www.lagazeta.com.ar

"OPERACION CONDOR" (1966)

Alrededor de las seis de la mañana del miércoles 28 de septiembre, 18 jóvenes argentinos, entre los que había una mujer, tomaron el control del vuelo 648 de Aerolíneas Argentinas que la noche antes había despegado del aeroparque Jorge Newberry hacia Río Gallegos. Fue el inicio del Operativo Cóndor.

  Dardo Cabo

Dardo Cabo, alias Lito, un joven alto y delgado de 25 años, periodista y afiliado a la Unión Obrera Metalúrgica, era el jefe del comando. Lo secundaba Alejandro Giovenco, de 21 años, de baja estatura pero fornido, apodado El Chicato a causa del grueso aumento de sus lentes.

Ambos entraron con pistolas a la cabina y le ordenaron al comandante del Douglas DC-4, Ernesto Fernández García, que cambiara el derrotero. "Ponga rumbo uno-cero-cinco", dijo Cabo. El piloto obedeció y enfiló la nave, con 35 pasajeros a bordo, rumbo a las Malvinas.

La periodista y dramaturga María Cristina Verrier, de 27 años, era la tercera al mando del grupo. Su padre, César Verrier, había sido juez de la Suprema Corte de Justicia y funcionario del gobierno de Arturo Frondizi (1958-1961). Un tío de la muchacha, Roberto Verrier, fue ministro de Economía durante tres meses de 1957, en tiempos de la "revolución libertadora".

Los otros integrantes del Comando Cóndor eran Andrés Castillo, de 23 años; Ricardo Ahe, de 20 años de edad, empleado; Norberto Karasiewicz, 20 años, metalúrgico; Aldo Omar Ramírez, 18 años, estudiante; Juan Carlos Bovo, 21 años, metalúrgico; Pedro Tursi, 29 años, empleado; Ramón Sánchez, 20 años, obrero; Juan Carlos Rodríguez, 31 años, empleado; Luis Caprara, 20 años, estudiante; Edelmiro Jesús Ramón Navarro, 27 años, empleado; Fernando José Aguirre, 20 años, empleado; Fernando Lisardo, 20 años, empleado; Pedro Bernardini, 28 años, metalúrgico; Edgardo Salcedo, 24 años, estudiante; y Víctor Chazarreta, 32 años, metalúrgico. La edad promedio del grupo era de 22 años. Todos eran peronistas.

Hacía tres meses que el general Juan Carlos Onganía estaba en el poder en nombre de una autodenominada "revolución argentina". Noventa días antes, un pelotón de la Guardia de Infantería de la Policía Federal había desalojado de la Casa Rosada al presidente Arturo Umberto Íllia, de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), quien había llegado al gobierno con poco más del 20 por ciento de los votos y con el peronismo proscrito.

Onganía, a quien sus compañeros de promoción apodaban El Caño -recto y duro por fuera, hueco por dentro- había proclamado que "la Revolución Argentina tiene objetivos pero no tiene plazos". Dos periodistas habían aportado su intelecto para desplazar a Íllia e instaurar a Onganía: Jacobo Timerman, desde la revista Confirmado, y Mariano Grondona, en Primera Plana. El primero hoy está considerado casi como "un héroe del cuarto poder"; el segundo, es un lamentable neodemócrata televisivo.

Esa mañana del 28 de septiembre, el general Onganía ignoraba lo que estaba sucediendo en el archipiélago sur. Una de sus mayores preocupaciones era la preparación del partido de polo que jugaría con Felipe de Edimburgo, el príncipe consorte inglés, quien se hallaba de visita en Buenos Aires.

Veinte soldados constituían la fuerza militar del Reino Unido. Se cree que muchos de ellos eran mercenarios belgas que combatieron el ex Congo en los primeros años de la década del 60. También había una Fuerza de Defensores Voluntarios. Seis ex comandos ingleses que participaron de la Segunda Guerra Mundial entrenaban una o dos veces por año a los voluntarios. En el arsenal local, cada uno de los milicianos poseía su fusil, la provisión de municiones y el equipo militar; algunos guardaban el arma en la propia casa.

Sir Cosmo Dugal Patrick Thomas Haskard era el gobernador de la isla, pero ese 28 de septiembre de 1966 no se encontraba en el archipiélago. Lo suplantaba el vicegobernador.

"El condor" en Malvinas

Puerto Stanley carecía de pista de aterrizaje. Aquel día, el radioaficionado Anthony Hardy fue el primero en divulgar una noticia que conmovió a millones de argentinos: un avión Douglas DC-4 había descendido a las 8:42 en la embarrada pista de carreras cuadreras, de 800 metros. Su emisión se captó en Trelew, Punta Arenas y Río Gallegos. Y de esas ciudades se retransmitió a Buenos Aires. Habían transcurrido 133 años desde la última presencia oficial argentina en las Islas Malvinas.



("El condor" en Puerto Rivero, Malvinas)

Los muchachos descendieron del avión y desplegaron siete banderas argentinas. El Operativo Cóndor tenía previsto tomar la residencia del gobernador británico y ocupar el arsenal de la isla, mientras se divulgaba una proclama radial que debería ser escuchada en Argentina. El objetivo no se pudo cumplir porque el avión, de 35 mil kilos, se enterró en la pista de carreras y quedó muy alejado de la casa de sir Cosmo Haskard. La nave, además, fue rodeada por varias camionetas y más de cien isleños, entre soldados, milicianos de la Fuerza de Defensa y nativos armados.

Bajo la persistente lluvia y encandilados por potentes reflectores, los comandos bautizaron el lugar como Aeropuerto Antonio Rivero. El sacerdote católico de la isla, Rodolfo Roel, intermedió para que los restantes pasajeros -entre los que se encontraba Héctor Ricardo García, director del diario Crónica y de la revista Así- se alojaran en casas de kelpers, mientras los "cóndores" permanecían en el avión.

Al anochecer, Dardo Cabo le solicitó al padre Roel que celebrara una misa en la nave y después los 18 jóvenes cantaron el Himno Nacional. Al día siguiente, luego de formarse frente a un mástil con una bandera argentina y entonar nuevamente el himno, el grupo entregó las armas al comandante Fernández García, única autoridad que reconocieron. Los muchachos fueron detenidos bajo una fuerte custodia inglesa durante 48 horas en la parroquia católica.

El sábado a mediodía, el buque argentino Bahía Buen Suceso embarcó a los 18 comandos, la tripulación del avión y los pasajeros rumbo al sur argentino, adonde llegaron el lunes de madrugada. Los jóvenes peronistas fueron detenidos en las jefaturas de la Policía Federal de Ushuaia y Río Grande, en el territorio nacional de Tierra del Fuego. Interrogados por un juez, se limitaron a responder: "Fui a Malvinas a reafirmar nuestra soberanía". Quince de ellos fueron dejados en libertad luego de nueve meses de prisión. Dardo Cabo, Alejandro Giovenco y Juan Carlos Rodríguez permanecieron tres años en prisión debido a sus antecedentes político-policiales como militantes de la Juventud Peronista.



María Cristina Verrier, hija de un juez, y Dardo Cabo, hijo de un famoso dirigente gremial, se casaron en la cárcel.

El 22 de noviembre de 1966, los integrantes del comando fueron enjuiciados en Bahía Blanca. Como el secuestro de aviones aún no estaba penalizado en Argentina, los cargos de la fiscalía fueron "privación de la libertad", "tenencia de armas de guerra", "delitos que comprometen la paz y la dignidad de la Nación", "asociación ilícita", "intimidación pública", "robo calificado en despoblado" y "piratería". Así trató la dictadura militar del general Onganía al grupo de jóvenes patriotas, a quienes definió como "facciosos".

Los "cóndores"

Estas fueron las 18 personas que formaron parte del "Operativo Cóndor", con sus edades y ocupaciones al momento del hecho: Dardo Manuel Cabo, 25 años, periodista y metalúrgico; Alejandro Armando Giovenco, 21, estudiante (subjefe del grupo); Juan Carlos Rodríguez, 31, empleado; Pedro Tursi, 29, empleado; Aldo Omar Ramírez, 18, estudiante; Edgardo Jesús Salcedo, 24, estudiante; Ramón Adolfo Sánchez; María Cristina Verrier, 27, periodista y autora teatral; Edelmiro Ramón Navarro, 27, empleado; Andrés Ramón Castillo, 23, empleado; Juan Carlos Bovo, 21, obrero metalúrgico; Víctor Chazarreta, 32, metalúrgico; Pedro Bernardini, 28, metalúrgico; Fernando José Aguirre, 20, empleado; Fernando Lizardo, 20, empleado; Luis Francisco Caprara, 20, estudiante de ingeniería; Ricardo Alfredo Ahe, 20 estudiante y empleado y Norberto Eduardo Karasiewicz, 20, obrero metalúrgico.



Casi cuatro décadas después, ningún libro de historia o manual escolar recuerda la gesta. La Academia liberal, mitrista y sarmientina, continúa en la jefatura de la "policía del pensamiento".

( Fuentes: www.elortiba.org / www.elperiodista3a.com.ar/ Rebanadas de Realidad - Bambú Press, México, 29/09/05 ) 

BATALLA DE TUCUMAN

La desobediencia de Belgrano

La tarde del 25 de Mayo, Belgrano hace jurar la bandera en Jujuy, pero la Junta (Rivadavia) le reprocha “…la reparación de tamaño desorden (la jura de la Bandera) …” (ya se lo habían reprochado en Rosario).

El ejército de Belgrano ante el avance de los Españoles, inicia el éxodo del pueblo Jujeño hacia Tucumán, donde decide resistir apoyado por el entusiasmo de la gente ”Sin mas armas que unas lanzas improvisadas, sin uniforme, ni otra montura que la silla y los guardamontes. No tenían disciplina ni tiempo de aprender al voces de mando, pero les sobraba entusiasmo...”

Rivadavia lo increpa para que se retire a Córdoba pero Belgrano escribe: “ Algo es preciso aventurar y ésta es la ocasión de hacerlo; voy a presentar batalla fuera del pueblo y en caso desagraciado me encerraré en la plaza hasta concluir con honor …..”.

Todavía el 29 insistía Rivadavia en la Retirada: “ Así lo ordena y manda este Gobierno por última vez…..la falta de cumplimiento de ella le deberá a V.S. los mas graves cargos de responsabilidad” (J.M.Rosa. Historia Argentina)

Finalmente hace frente y derrota a los realistas que deberán retirarse con grandes pérdidas de hombres y equipos militares. ( ¡que patriota Rivadavia !...menos mal que teníamos algunos patriotas “desobedientes”)

La batalla de Tucumán - 24 de septiembre de 1812



Durante su marcha a Tucumán ha recibido Belgrano una nueva y perentoria orden del Triunvirato para que se retire sobre Córdoba definitivamente, dejando en consecuencia libradas a su propia suerte las provincias del noroeste. Pero el general contesta que está decidido a presentar batalla porque lo estima indispensable. Por eso mismo, se encarga de incitar al pueblo tucumano para obtener su apoyo. Lo consigue, y para ello cuenta con la ayuda de algunas viejas familias patricias. Los poderosos Aráoz, virtuales dueños de la ciudad, vinculados a su ejército por dos de sus familiares Díaz Vélez, cuya madre es Aráoz, y el joven teniente Gregorio Aráoz de La Madrid, volcarán todo su prestigio y ascendiente en la causa patriota.
Gral.Gregorio A. de Lamadrid.   

Gral.Lamadrid
Antes de su arribo, Belgrano ha ordenado desde Encrucijada a Juan Ramón Balcarce que se adelante a Tucumán para conseguir refuerzos y convocar a las milicias para reclutar un cuerpo de caballería; éste se halla en pleno entrenamiento cuando llega Belgrano con el grueso del ejército. Sin más armas que unas lanzas improvisadas, sin uniformes y con los guardamontes que habrían de hacerse famosos, Balcarce consigue organizar una fuerza de cuatrocientos hombres, punto de partida de la famosa caballería gaucha que hará su aparición por vez primera en una batalla campal, en Tucumán.

El gobierno insiste, en sus oficios a Belgrano, en que éste debe retirarse hasta Córdoba. Belgrano quiso cumplir con el gobierno y ordenó la retirada del ejército al sur. Pero no pudo hacerlo mucho tiempo: no consiguió resistirse a los tucumanos que le pidieron defendiera su ciudad. Así, entre el 13 y el 24 de Septiembre, Belgrano se multiplica para organizar la defensa. Con el ejército de Tristán a la vista, escribe el 24: “Algo es preciso aventurar y ésta es la ocasión de hacerlo; voy a presentar batalla fuera del pueblo y en caso desgraciado me encerraré en la plaza hasta concluir con honor.”.

El día anterior el ejército ha salido de la ciudad a la que regresa por la noche. Pero a la madrugada del 24 inicia los movimientos para ocupar la posici6n de la víspera. El encuentro no tarda en producirse en un paraje llamado “Campo de las Carreras” (conocido también como Campo de la Tablada o La Ciudadela, actual Plaza Belgrano). Los patriotas atacan casi de sorpresa, pero Tristán alcanza a desmontar su artillería y formar su línea de combate.

La carga de caballería gaucha, a los gritos y haciendo sonar sus guardamontes, desconcierta y quiebra la izquierda de los realistas, mientras en el otro flanco - donde está Belgrano - los patriotas son arrollados.
El "manco" Gral. Paz.   

La lucha se desarrolla en medio de un tremendo desorden, aumentado por la oscuridad provocada por una inmensa manga de langostas y la caballería de ambos ejércitos combate en entreveros furiosos. Díaz Vélez y Dorrego encuentran abandonado el parque de Tristán con treinta y nueve carretas cargadas de armas y municiones, y junto con los prisioneros que toman y los cañones que pueden arrastrar, corren a encerrarse en la, ciudad. La confusión es tal que, cuando Belgrano intenta un movimiento, se cruza con el coronel Moldes, quien le pregunta:

- ¿Dónde va usted, mi general?

- A buscar la gente de la izquierda, Moldes.

- Pero estamos cortados, mi General.

- Entonces, vayamos en procura de la caballería.
Cuando Paz se encuentra con ellos, se halla Belgrano acompañado por Moldes, sus ayudantes y algunos pocos hombres más. Ni el general ni sus compañeros saben el éxito de la acción e ignoran si la plaza ha sido tomada por el enemigo o sí se conserva en manos de los patriotas. A la noticia de la aparición del general, empiezan a reunirse muchos de los innumerables dispersos de caballería que cubren el campo. A uno de los primeros en aparecer pregunta el general:
- ¿Qué hay? ¿Qué sabe usted de la plaza?

- Nosotros hemos vencido al enemigo que hemos tenido al frente.
Pocos momentos después, se presenta Balcarce con algunos oficiales y veinte hombres de tropa, gritando ¡Viva la Patria!, y manifestando la más grande alegría por la victoria conseguida. Se aproxima a felicitar al general Belgrano, quien a su vez le pregunta:

- Pero, ¿qué hay? ¿En qué se funda usted para proclamar la victoria?

- Nosotros hemos triunfado del enemigo que teníamos al frente, y juzgo que en todas partes habrá sucedido lo mismo: queda ese campo cubierto de cadáveres y despojos.
Hasta ese momento nada se sabe de la infantería, ni de la plaza. Al atardecer se entera Belgrano de la suerte corrida por el resto del ejército.

Mientras tanto, Tristán consigue reorganizar a los suyos. Se encuentra dueño del campo de batalla que ha sido abandonado por los patriotas, pero ha perdido el parque y la mayor parte de los cañones. Se dirige entonces a la ciudad e intima rendición a Díaz Vélez con la amenaza de incendiarla. Se le responde que, en tal caso, se degollarán los prisioneros, entre los cuales figuran cuatro coroneles. Durante toda la noche permanece Tristán junto a la ciudad, sin atreverse a cumplir su amenaza.

El 25 por la mañana encuentra que Belgrano, con alguna tropa, está a retaguardia. Su situación es comprometida. Belgrano le intima rendición “en nombre de la fraternidad americana”. Sin aceptarla y sin combatir, Tristán se retira lentamente esa misma noche por el camino de Salta, dejando 453 muertos, 687 prisioneros, 13 cañones, 358 fusiles y todo el parque, compuesto de 39 carretas con 70 cajas de municiones y 87 tiendas de campaña. Sus pérdidas de armas dejan al ejército patriota provisto para toda la campaña. Las bajas patrióticas, por otra parte, son escasas: 65 muertos y 187 heridos. Belgrano, esperando la rendición de Trsitán, no lo persigue y sólo encomienda a Díaz Vélez que "pique su retaguardia" con 600 hombres.

Durante la persecución, se entablan varios combates con resultados dispares. Zelaya realiza un ataque poco afortunado contra Jujuy. Diaz Vélez ocupa Salta momentáneamente. De todos modos, al regresar a Tucumán a fines de octubre, trae sesenta nuevos prisioneros y 80 rescatados al enemigo. Sus fuerzas se incorporan a la columna que marcha detrás de la procesión con que se honra a la Virgen de las Mercedes, que Belgrano nombra Generala del Ejército porque precisamente la victoria de Tucumán se ha verificado en el día de su advocación. El general en jefe se separa de su bastón de mando y lo coloca en los brazos de la imagen, en el transcurso de la solemne procesión que se realiza por las calles tucumanas.

Vicente Fidel López llama a Tucumán “la más criolla de cuantas batallas se han dado en territorio argentino”. Faltó prudencia, previsión, disciplina, orden y no se supieron aprovechar las ventajas; pero en cambio hubo coraje, arrogancia, viveza, generosidad... y se ganó.

El 24 de setiembre Belgrano salvó a la Patria en la batalla de Tucumán. La salvó no solamente porque el ejército español fue derrotado, sino –y principalmente– porque al llegar la noticia a Buenos Aires el pueblo se lanzó a la calle clamando contra el Triunvirato. Entonces los granaderos montados de San Martín, los artilleros de Pinto y los arribeños de Ocampo hicieron saber al gobierno que había cesado, y se convocaría una asamblea para votar la figura con que deben aparecer las Provincias Unidas en el gran teatro de las naciones. Ese fue el propósito de la revolución del 8 de octubre de 1812 y de la asamblea convocada para enero del 13.

Fuentes:

- Agenda de Reflexión el Septiembre 24, 2003
- Museo Casa Histórica de la Independencia – S. M. de Tucumán
- Portal - Historia del País
- José María Rosa – Historia del revisionismo y otros ensayos.
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

EL JUICIO POR LOS CRIMENES DE LESA HUMANIDAD COMETIDOS EN CORDOBA BAJO EL TERRORISMO DE ESTADO Una madre asesinada por buscar a su hijo

na foto de Marta Ledesma y Sergio Comba con sus hijos, tomada en 1975 por Elsa Comba de Comba.

Marta Taborda Ledesma-Comba relató cómo fue diezmada su familia. Su mamá, Marta Ledesma, y su padrastro, Sergio Comba, fueron secuestrados en 1975. La madre de Sergio, Elsa Comba de Comba, intentó averiguar qué había pasado con él y terminó muerta.

Por Marta Platía

Desde Córdoba

Madre, padrastro, tío, tía, abuela. Son cinco los desaparecidos que cuenta Marta Taborda Ledesma-Comba en su familia. “Cinco desaparecidos y un muerto, mi papá”, dice. Son dolores de los que no habló hasta hace poco más de dos años, cuando junto a su hermano, Gabriel Ignacio Comba, y a casi 38 años de ocurridos los secuestros, decidieron presentarse en la sede de Abuelas de Plaza de Mayo, en Córdoba, y pedir que los ayudaran a saber qué había sido de ellos. “Nos criaron mi bisabuela, la Yaya, y María, mi abuela materna. Cuando preguntábamos por los padres, nos decían que habían muerto en un accidente camino a Buenos Aires. Esa fue la forma de protegernos”, así explica “haber llegado viva hasta ahora”, esta joven alta, rubia, de fuerte contextura, cuando se sienta frente al Tribunal y agradece poder contar lo que recuerda “paso a paso y sin necesidad de cerrar los ojos”: la noche en que la patota del represor Luciano Benjamín Menéndez se llevó a su mamá, Marta Ledesma, y a su padrastro, Sergio Héctor Comba.

“Fue el 10 de diciembre de 1975. Yo tenía cuatro años y medio. Era una nena, pero a los chicos cosas como éstas, terribles, se nos graban para siempre. Habrán sido las diez. Yo ya estaba en la cama, pero no me había dormido... Escucho golpes, gritos y ruidos de cosas que se caen. Me asomo al hallcito de la casa. Ahí la veo a mi mamá en una silla: está descalza y atada. Y a Sergio, también descalzo y atado, tirado en el piso. Esos hombres entraron a mi dormitorio y me cerraron la puerta. Yo no sé cuánto habrá pasado, pero seguí escuchando gritos, como que les pegaban con algo. Después entró un hombre con mi mamá y otro más, y se sentaron en mi cama. Mi mamá al lado mío, un hombre al frente y otro parado atrás de mi mamá. Ella tenía puestas esposas en una mano. A la otra la tenía suelta. Me acuerdo de que le colgaban las esposas... De esa noche también me acuerdo de que un hombre joven se sentó al frente mío y me miraba así, como yo a ustedes: con la distancia de una cama a la otra. Tenía como 40 años, con barba y bigote oscuro y tupido. Vestido de azul. Me estaba vistiendo y ese hombre me dijo ‘¿querés que te ponga las zapatillas?’. Yo no quise”.

Marta se revuelve en su silla. “Ahora me puedo acordar mejor de su cara que de la de mi mamá, que se va borrando... Y no quiero que se borre, por eso ando con sus fotos.” Las acaricia. Tiene imágenes de los suyos en la mesita frente al estrado de los jueces. Por un momento, la joven se agarra la cara y solloza de pena, de bronca. Pero Marta no se permite aflojar. Sacude sus manos para darse fuerzas. “Salimos al pasillo de la casa y me quedé parada en el marco del dormitorio. Ahí pude ver a Sergio en el suelo... Había sangre, tenía los pies descalzos. Otro hombre estaba con mi hermano (Gabriel, un bebé de sólo tres meses) en su dormitorio. Lo estaba levantando. Llevaron a mi mamá a la cocina y le hicieron preparar bolsos. Antes de que me lleven, veo a Sergio tirado, como inconsciente, los ojos vendados, los brazos en cruz. Tenía dos soldados, uno a cada lado. No se movía... A mi hermano lo envolvieron en una frazadita. Mi mamá iba descalza, esposada. A Sergio lo trajeron arrastrando. Nos subieron a dos autos. A mi hermano y a mí nos llevaron a la casa de mi abuela... Yo iba en un auto atrás. En el de adelante iba mi mami. Me acuerdo de las luces del auto de adelante porque eran como dos ojos rojos. Pararon y me llevaron en brazos hasta la casa de mi abuela. Al Gabi también lo traían. Salió mi abuelo. Mi abuela no estaba porque –después cuando fui grande me contaron– se había ido a buscar al hijo, Juan Eliseo Ledesma, el hermano de mi mamá, que habían secuestrado dos días antes en Buenos Aires. Me acuerdo que mi abuelo se asustó. El hombre que me entregaba le dijo que una mujer nos había encontrado tirados por la calle. Yo le dije: ‘¡No tata, mentira, la mamá está en un auto, ahí en la esquina!’. Mi abuelo quiso anotar los nombres de los que nos entregaban, pero le gritaron: ‘¡Pero qué anotar ni nada! ¡Agradezca que le traemos los chicos!’.”

Marta Inés Taborda y Gabriel Ignacio Comba son querellantes por el secuestro, tortura, asesinato y desaparición de su madre, Marta Susana Ledesma, y el padre de Gabriel, Sergio Comba. “A mi papá lo habían matado poco después de que yo nací, en 1971. Se llamaba Juan del Valle Taborda y era militante del PRT-ERP. Después mi mamá conoció a otro compañero de militancia, Sergio Comba, que trabajaba en SanCor, formaron una familia y tuvieron a Gabriel, mi hermano.” Como si necesitara explicarlo, les dice a los jueces: “Para mí, para mi familia, estar en este juicio es como cerrar algo. Cerrar heridas. Con los padres desaparecidos siempre se está esperando algo. No sabés muy bien qué, pero algo”.

–¿Sabés qué pasó con tus padres? –preguntó la abogada querellante Mariana Paramio.

–Recién en el 2008 tuve noticias. Una prima de mi hermano nos mandó un mensaje. Dijo que tenía información de que los habían llevado a La Ribera y que ahí los torturaron y fusilaron junto con otros nueve compañeros por orden de (Héctor Pedro) Vergez.

Según se jactaron los torturadores en La Perla frente a otros prisioneros, Marta Ledesma, a quien llamaban “María”, y Sergio Comba, conocido como “Alberto”, fueron fusilados junto a otros siete militantes en el patio del Campo de La Ribera a poco de secuestrados. Fue con esa ejecución en masa que ese campo de tormentos y exterminio inauguró su actividad.

–¿Y tu abuela paterna? ¿Qué sabés de Elsa Gladys Comba de Comba? –quiso saber Paramio.

–Ella era muy dulce. Era la abuela de mi hermano, pero nunca hizo diferencias por más que yo no era hija de su hijo. Supe que cada vez que ella fue a preguntar por Sergio la vuelteaban y le decían cosas indecorosas... Hasta que en febrero de 1978 la secuestraron también a ella... Al poco tiempo se encontró cerca de (Alcira) Gigena (un pueblo del sudoeste cordobés) un cadáver calcinado. Y era ella.
Tortura y matanza

Desde que la patota secuestró a su hijo Sergio, Elsa Gladys Comba de Comba no dejó de buscarlo. Fue a preguntar por él a todos los lugares que pudo: comisarías, hospitales, el Tercer Cuerpo de Ejército, el Arzobispado. Soportó burlas, mentiras, negativas, golpes, vejaciones y tormentos.

“Ella era de Río Cuarto y no paró un solo día de preguntar por su hijo”, contó su hermano Edgar Comba, un hombre de rostro tristísimo y dolor añejo que, a casi cuarenta años del crimen, llegó a este juicio para denunciar “a los que la asesinaron”.

–Yo vivía en Córdoba y cada tanto iba a verla. Cuando desapareció Sergio, Gladys, como cualquier madre, lo empezó a buscar. Tanto lo buscó, tanto insistió, que molestó a la policía. Le allanaron la casa varias veces. Mi hermana tenía una pensión de estudiantes en Río Cuarto, en el centro de la ciudad... En esos tres años que buscó a su hijo a veces la tenían detenida y la torturaban para hacerle confesar no sé qué cosas... Una vez ella me contó de los golpes y que en una ocasión llegaron a extremos que... (en ese punto el hombre se detiene, se cubre los ojos con una mano y se le escapa un quejido que lacera el aire de la sala). Gladys me contó que llegaron a algo terrible, extremo... que (en la policía) le inyectaban, le ponían una manguera por la vagina, la conectaban a una canilla y la abrían... No me lo dijo, pero debe haber sido terrible, pobrecita... Pero siempre siguió buscando. Seguía yendo a pesar de todo y de que la torturaban...

–¿Ella le comentó quiénes eran los que le hacían eso? –preguntó el juez Jaime Díaz Gavier, con el rostro casi descompuesto.

–Sí, si bien era un grupo policial, el que comandaba esto era un señor al que le decían El Gato, El Gato Gómez.

Desde su banquillo, el represor Miguel Angel “El Gato” Gómez mira con cara de no entender, los ojos permanentemente desorbitados. De a ratos mueve la cabeza, negando. Con éste, son cientos los testimonios que dieron cuenta de su crueldad y perversiones. De su gusto por violar a los cautivos y hasta por sacarles las vendas para que lo vieran bien. “Mirame, yo soy El Gato, tu torturador”, se presentaba.

–¿Y qué pasó con su hermana?

–En uno de los allanamientos se la terminaron llevando. Fue el 23 de febrero de 1978 a eso de las tres, cuatro de la madrugada. Dejaron a su hija Norma, que estaba con ella. A Norma y a los estudiantes los maniataron a todos. A mi hermana la sacaron envuelta en una alfombra de piso. Me avisaron más tarde. Viajé hasta Río Cuarto y empecé yo a buscarla a ella. Fui a la Jefatura de Policía porque sabía que ellos eran los que hacían esas cosas. Ahí me dijeron desconocer todo. Ellos trataban de separarse del tema, mandarme para otro lado. Fue muy difícil poder avanzar y saber algo más.

Edgar Comba contó que al día siguiente del secuestro supo por otra persona, que también estaba buscando un familiar, que en un camino rural de la localidad de Alcira Gigena habían encontrado un cadáver calcinado. “Como yo no podía dar con ella, empezamos a pensar que podría haber una relación. Fui a la morgue. Pedí verlo... (El hombre vuelve a descomponerse, alcanza a pedir perdón en un sollozo... el cuerpo le tiembla.) Mire, señor juez, yo pude verlo... Estaba muy, muy quemado. Tenía un alambre envuelto en el cuello, o un cable... Le había quedado solamente una parte de las piernas y los pies, quemados también pero no tanto, y ahí se había adherido parte de un camisón que era de ella, yo reconocí el estampado.” Como pudo, el testigo contó que se fue a la casa de su hermana. Necesitaba corroborar que era ella. “Como tenía un pie bastante entero, se me ocurrió buscar un zapato de ella. Volví a la morgue y se lo calcé. Ahí tuve la plena seguridad de que era mi hermana.”

29/09/14 Página|12

IRONIAS DE LA PRESIDENTA LUEGO DE QUE EDUARDO DUHALDE SALIERA A CRITICARLA POR SUS AFIRMACIONES “Pegar al chancho para que aparezca el dueño”

Duhalde se quejó porque dijo que la Presidenta siempre lo coloca en operaciones destituyentes. Sin embargo, CFK no lo había mencionado, aunque al ex presidente siempre se lo vinculó con el Banco Mariva. Ella ironizó por Twitter.

“Pegarle al chancho para que aparezca el dueño”, publicó ayer la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su cuenta de Twitter aludiendo a las declaraciones del ex presidente Eduardo Duhalde, que salió a opinar sobre el discurso de la mandataria en el que denunció maniobras internas para desestabilizar su gobierno y en las que nombró al Banco Mariva. La Presidenta vinculó al dueño del banco, José Luis Pardo, con el ex senador a través de publicaciones periodísticas que encontró en la web. Dirigentes del oficialismo salieron a defender el mensaje de la Presidenta, en el que advirtió que “quieren voltear al gobierno con ayuda exterior”.

“¿Alguien me escuchó ayer mencionar a esta persona?”, se preguntó la jefa de Estado en Twitter apuntando a Duhalde, que promediando el día había asegurado que Fernández de Kirchner “vive metiéndome en advertencias destituyentes”, lo que provocaba “inflamación testicular”. La mandataria retrucó y tuiteó: “Que yo recuerde, mencioné, entre otros, al Banco Mariva y a su sociedad bursátil y a uno de sus dueños, el Sr. José Luis Pardo, como responsables de la mayor parte del manejo del famoso ‘contado con liqui’”, una de las maniobras financieras denunciadas en su discurso. “Por razones de buen gusto voy a obviar comentarios sobre el titular. Demasiada vulgaridad”, aseguró sobre los dichos de Duhalde.

“No sé por qué se da por aludido”, continuó interpelándose, ya que en su mensaje no hizo mención explícita del ex vicepresidente de Carlos Menem porque “si tiene algo que ver, no lo sabíamos”. En seguida subió los links de informaciones periodísticas sobre el Mariva y Pinto. “El Banco Mariva está siendo investigado por el fiscal Miguel Osorio junto a los directivos del Grupo Clarín por presuntas maniobras ilícitas y transferencias a paraísos fiscales”, señaló en uno de sus tuits y agregó, a modo de explicación, que el banco era la entidad que “hizo la transferencia del Grupo Clarín a la firma First Overseas Bank Limited de Nassau, Bahamas, propiedad de la misma entidad financiera argentina”. Insistió luego en explicar que el Overseas “es un banco off shore del Banco Mariva, cuyo dueño, José Luis Pardo, es íntimo amigo del ex presidente Duhalde”, para finalizar con ironía señalando que “ahora, me doy cuenta por qué se sintió aludido. Qué refrán sabio... El del chancho digo”.
Defendiendo el discurso

El mensaje que la Presidenta dio el martes, en el que denunció que “quieren voltear al gobierno con ayuda exterior”, en el que apuntó a sectores internos como el financiero y el agropecuario, tuvo la defensa de dirigentes del oficialismo.

- Jorge Capitanich, jefe de Gabinete nacional: “Las relaciones con todos los países del mundo son de carácter normal, pero la Argentina defiende su condición de país soberano, y cuando se pretende vulnerar esta condición, establece los reclamos diplomáticos correspondientes. La Argentina pone límites a cualquier tipo de injerencia directa o indirecta, en asuntos internos de otro Estado, porque eso es violatorio de la Carta de las Naciones Unidas. En el caso concreto, que lleva a un conflicto judicial con un juez municipal de Nueva York, lo que ha hecho la Argentina es defender su condición de país soberano”.

- Sergio Urribarri, gobernador de Entre Ríos y precandidato presidencial: “Hay maniobras financieras para generar un clima desestabilizador. Es muy triste que argentinos se presten a estas maniobras y algunos dirigentes opositores sean parte del juego. Empresarios y opositores deben entender que el bienestar logrado para la mayoría de los argentinos está por sobre sus intereses, y que eso no se negocia”.

- Agustín Rossi, ministro de Defensa: “Lo que hizo la Presidenta fue utilizar un argumento contrafáctico y dijo: ‘no me vengan con campañas que si pasa algo en la Argentina no vendrá del lado de Oriente sino del Norte’. Fue una denuncia fuerte, grave. Nosotros no nos vamos a quedar quietos mirando este intento desestabilizante. La primera medida fue denunciar qué está pasando en nuestro país y las otras las anunció la Presidenta y serán los organismos de control los que actúen para evitar que esta situación de especulación siga existiendo en la Argentina”.

02/10/14 Página|12

Con los votos del FPV, y los bloques del Movimiento Popular Neuquino y Nuevo Encuentro El nuevo Código Civil y Comercial ya es ley

Por: Franco Lucatini y Pablo Waisberg
Con 135 votos a favor, la Cámara de Diputados convirtió esta tarde ley el proyecto de reforma y unificación del Código Civil y Comercial de la Nación. "Nos toca llevar esta tarea en soledad", se quejó el presidente de la Cámara baja, Julián Domínguez, después de que los legisladores de la oposición abandonaron el debate. Lo que pasó fuera y dentro del recinto.

La Cámara de Diputados sancionó esta tarde la reforma y unificación del Código Civil y Comercial de la Nación. El nuevo cuerpo normativo, que tiene 2671 artículos que reemplazan a los más de 4500 del texto sancionado en 1869, fue aprobado por 135 votos. Ese número se alcanzó con los votos del Frente para la Victoria y los bloques del Movimiento Popular Neuquino y Nuevo encuentro. Fue el final de una sesión de más de seis horas, en la cual los legisladores que respaldaron el proyecto expusieron en soledad y sin la posibilidad de realizar un debate dentro del recinto: apenas una hora después de iniciada la sesión, los diputados de los bloques opositores abandonaron el recinto.

“A mi no me llama la atención la vergüenza que he vivido hoy en este Parlamento. Nos han dejado solos otra vez”, afirmó la presidenta del bloque del Frente para la Victoria, Juliana Di Tullio, en el discurso de cierre de un debate que se realizó sin la participación de los bloques opositores. “Hay una parte del pueblo argentino que no está presente. A la oposición le interesa estar en Comodoro Py, en los medios, pero no acá”, agregó y dijo que aunque no todos están de acuerdo con todos los artículos del nuevo código pero “es necesario tener un nuevo código”. Insistió: “Es tan claro que no puede ser interpretado de forma errónea por ningún juez”.

Di Tullio comenzó su exposición de cierre con un respaldo cerrado al presidente del cuerpo, Julián Domínguez, quien fue denunciado penalmente por varios legisladores. “Hicieron una denuncia penal cobarde porque es producto de la importancia, porque a nosotros nos ha tocado ser minorìa y cuando nos ha tocado ser minoría la democracia 'no estaba en peligro' y no hemos cuestinoado jamás la mayoría parlamentaria de lo que se denominó Grupo A”, dijo Di Tullio y cerró: “La oposición atrasa 150 años”.

Más allá del respaldo que el Código Civil y Comercial cosechó entre las filas del Frente para la Victoria, hubo algunas disidencias. Una de ellas fue de la legisladora Graciela Giannettasio, quien cuestionó el contenido del artículo 19 que considera a la vida humana desde el momento de la concepción. También lo cuestionó el diputado Jorge Rivas: “Ese criterio no es más que una concesión a la jerarquía de la Iglesia católica”.

La sesión comenzó unos minutos después del mediodía. El quorun para iniciar el debate lo aportaron 131 diputados -dos más del piso de 129 legisladores- del Frente para la Victoria más los legisladores de Nuevo Encuento, del Movimiento Popular Neuquino y algunos otros “aliados”. Recién cuando el oficialismo consiguió iniciar el debate llegaron al recinto los hombres y mujeres de los bloques opositores, encabezados por la Uniòn Cívica Radical. Esa decisión no fue la única que había caldeado los ánimos, la denuncia penal contra el presidente del cuerpo, Julián Domínguez, había puesto picante a la sesión desde la mañana.

Una hora más tarde, una decena de diputados opositores habían calificado de "ilegítima, inconstitucional, antireglamentaria" y hasta "reaccionaria" la iniciativa de tratar el nuevo texto de fondo para regular las relaciones civiles y comerciales en la Argentina. Como una llamativa demostración de fuerza, al término de cada exposición contraria al Gobierno y el bloque del Frente para la Victoria, todos los diputados de la oposición aplaudían. La diputada Patricia Bullrich dedicó sus siete minutos a denunciar que no había registro de una nota que había presentado como observación al orden del día. La legisladora del PRO levantó en el medio de su exposición para ir a buscarla al sector de los asesores, ante la mirada absorta de todos los presentes.

La presidenta de la comisión de Asuntos Constitucionales, Diana Conti, respondió a las impugnaciones sobre el tratamiento del Código y reprochó a los diputados que llegaron a sus bancas en diciembre pasado y no se pusieron al tanto del debate que hubo en el Senado, en noviembre pasado. "Es de esperar que si un proyecto de ley tiene media sanción del Senado, será tratado en Diputados. Es su responsabilidad estar al tanto de todo el trabajo parlamentario", afirmó, tomo aire, mencionó la denuncia penal de la oposición y disparó: "El pueblo se averguenza de tenerlos a ustedes como representantes".

"Estamos haciendo lo correcto"

Elisa Carrió (ARI) pidió que la votación nominal se realice con un mínimo de dos tercios para la aprobación, y amenazó: "O haremos que conste mediante escribano público", como si los actos del Congreso no fueran hechos notorios. La encargada de responderle a Carrió fue la presidenta del bloque del Frente para la Victoria, Juliana Di Tullio, y afirmó que sólo la jefa de la Coalición Cívica había mantenido la coherencia durante los últimos meses en la impugnación por un presunto trámite antireglamentario del Código Civil y Comercial.

Además, Di Tullio recordó un debate en el que los mismos diputados Juan Tunessi (PRO, mandato cumplido), Federico Pinedo (PRO) y Graciela Camaño (Frente Renovador) respondieron los planteos de Carrió meses atrás argumentando que "no había ningún inconveniente" para tratar el proyecto con media sanción del Senado, en base al dictamen de la Comisión Bicameral especial.

"Estamos haciendo lo correcto, cumpliendo el trámite legislativo en su totalidad y sin realizar nada antireglamentario", afirmó Di Tullio. Sostuvo que "es una falacia" que sea necesario un nuevo dictamen en el proyecto por haber variado la composición de la Cámara en diciembre, y citó el caso del Digesto Jurídico Argentino, que fue sancionado bajo las mismas circunstancias sin que mediaran denuncias penales o planteos de inconstitucionalidad ante los tribunales.

Cuando Di Tullio terminó de hablar, la oposición se lanzó a exigir mociones de orden y cuestiones de privilegio para intentar frentar la sesión pero Domínguez con el orden del día e inauguró el debate sobre el, hasta ese momento, proyecto de reforma del Código Civil. Mientras le concedía la palabra a Diana Conti, el jefe del bloque radical, Mario Negri, gritaba "pido una moción de privilegio". Repetía la frase, desaforado, para interrumpir a la diputada pero sus gritos se perdían en el barullo de los insultos del oficialismo. En ese clima, los distintos bloques opositores se fueron del recinto.

"Tenemos el honor de ser codificadores", expresó Conti, al presentar el proyecto ante medio recinto vacío. Sostuvo que el Código refleja la "identidad cultural latinoamericana", y aclaró que no sólo comprende los derechos individuales sino "los colectivos en consonancia con la Constitución Nacional". Lo definió como "un Código para una sociedad multicultural", que regula "una serie de conductas sociales que no pueden ignorarse". Destacó que son miles las personas que "participaron y se sienten parte del producto colectivo que vamos a sancionar". Recordó que se realizaron 14 audiencias públicas con más de 1500 expositores "de todos los sectores del quehacer nacional y regional" y que se recibieron miles de comentarios mediante una plataforma virtual, por lo que "no se trabajó a libro cerrado".

Sin rastros de Massa

Mientras Conti hablaba en el recinto, los diputados que abandonaron el debate no se fueron del Congreso: se quedaron en el Salón de Pasos Perdidos. Martín Lousteau (UNEN), Néstor Pitrola (Frente de Izquierda y de los Trabajadores), Carrió y Pinedo, entre otros, daban notas ante las cámaras de televisión y los grabadores radiales denunciando las irregularidades que no lograron sustentar desde sus bancas. Darío Giustozzi (Frente Renovador) fue uno de los más llamativos: no dijo una palabra en el recinto, pero era uno de los más locuaces ante los medios.

No hubo rastros de Sergio Massa, que al menos hasta pasadas las 15 no había aparecido por el palacio legislativo. No es un día cualquiera en Diputados. Para el comienzo de la sesión, el Salón de los Pasos Perdidos ya estaba repleto de periodistas, cámaras y asesores que seguían la transmisión televisiva desde las pantallas. Los asesores aprovechaban las mesas para apoyar sus computadoras y tomar apuntes de comentarios y artículos a cuestionar.

"Nos toca llevar a cabo esta tarea en soledad", expresó Julián Domínguez, después de la exposición de Conti sobre el proyecto de Código unificado. Pidió un momento para hablar, antes de que comenzaran a exponer el resto de los diputados, y aclaró que esta situación se corresponde con "la que le ha tocado a Néstor y a Cristina (Fernández de Kirchner), de tomar en soledad las decisiones más importantes de la historia de nuestro país". Consideró que todo lo que suceda y se diga a lo largo de la sesión "formará parte de la historia", y pidió a los diputados que dediquen el tiempo necesario para plantear "la voluntad política" de cada legislador, dado que eso permitirá interpretar de mejor manera el Código Civil y Comercial en el futuro. "La oposición lo priva al pueblo de su aporte", lamentó Domínguez.

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