Cosmigonón

Martín Rodríguez
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En verano uno se impone obligaciones amables. “Tareas” que quedan pendientes, que se posponen, con las que uno se ilusiona, para matar el tiempo. Yo hice esta: repasé toda la obra de Serú Girán. Y fui encontrando algunas conclusiones parciales. Su primer disco, grabado en Brasil, presentado en Obras, y que llevaba el título de la banda (y que tuvo cero repercusión), me pareció el mejor. Abre con la canción de Charly llamada “Eiti leda” que es una gran muñeca rusa que tiene varias canciones en una y en la que en medio de esa historia de amor gótica imagina “el día que desfilen los cuerpos que han sido salvados”. Así empieza Serú Girán: con el mejor disco, y en ese mejor disco, con la mejor canción. Como si te subiera primero a la cima más alta, y desde ahí, desde esa loma, te dejara deslizarte hasta el nivel del mar.
Alguien nos metió el hocico en este plato: oír toda la obra de Charly García desde la sociología. Algo que con el Indio Solari se repite, con Fito Páez también. Con Calamaro y Spinetta no. Cada canción de Charly es una especie de brote silvestre del inconciente colectivo. Pero no del inconciente colectivo del gran pueblo argentino, sino de un perímetro bastante decisivo de ese pueblo: las sucesivas juventudes del Barrio Norte.
Serú Girán es la gran banda de rock nacida y criada en el Proceso, que se deshizo incluso antes de que ese régimen terminara. Su resultado global es contundente y sin embargo sus piezas pueden ser pasadas más en limpio por la zorra hidráulica de nuestro oído contemporáneo, democrático… ¿De qué lado estamos ante ese bajo que toca Pedro Aznar? ¿Plomo o genial? Aznar es un genio pero, ay, qué plomos los genios. ¿Se puede ser tan buen músico y bajista? ¿No termina ocupando demasiado espacio en una banda hecha con el polifuncional Lebón, el nacido para baterista Oscar Moro y el señor García un Genio del Bajo? ¿No tiene ese bajo, en algunas canciones, un primer plano molesto, denso, ampuloso? En el recital de 1992, en esa vuelta que fue un impulso a tantas vueltas, una semilla cultural transgénica que colaboró también para que un día haya kirchnerismo, digo: en ese recital revival donde Charly estaba como estuvo toda esa década, y Moro al fondo, fondo, y Lebón hacía de Lebón, de un David Gilmour desaliñado, Aznar sonaba como el profe de música del conservatorio. Voz limpia, bajo limpio, camisa limpia, sol sin drogas. El que se fue de Serú cuando Pat Metheny le chifló, Pedro, un niño prodigio, que después abrazó el folclore, grabó buenos discos solistas, incluso dos grandes discos a dúo con Charly, era un joven prodigio demasiado riguroso y con un instrumento que es, para los que no somos músicos, un misterio. Otra duda es la voz de Lebón. ¿Qué pasa con esa voz que madura? ¿Lebón no subraya demasiado el bluuuusss, el “yeah, yeah” beatle? Pero el resultado total, insisto, es inmejorable. García se sintió cómodo y confió en ellos y en sí mismo. Después de su fiebre hippie, folk y sinfónica dijo: ni Dylan, ni Lennon, ni Rick Wakeman, apenas un poco de todo para hacer una economía perfecta. En espejo con Spinetta, Serú fue su Invisible.
Por otro lado, Sui Generis fue su experimento decididamente o explícitamente más político. Fue, para mí, si le pongo un mote fulero para el alma bella del rock, la banda de los pibes de la UES. Serú gira más sobre el vacío existencial de una juventud encerrada, que recibe la modernidad a cuenta gotas, y que no puede ser tan libre. Canciones del síntoma de la sociedad que se proponía el Proceso: cada chancho a su teta. Trabajo, estudio, discoteca. Canción de Alicia en el país, la canción que le concede un mérito tan imprescriptible como los delitos de lesa humanidad, es una canción que contiene en sus líneas un surrealismo pegado con cinta adhesiva. La referencia obvia al libro de Lewis Carroll en un país que no podía ya ser gobernado por generales tan brutos parados en la garita cultural. Canción de Alicia en el país es la demostración de con qué poco se eludía una censura. Gran canción.
Alegre y melancólica, las dos virtudes de Serú Girán inician una obsesión de Charly: hacer también música divertida. Una banda de rock and roll hace pensar, una banda de rock and roll denuncia, pero una banda de rock and roll hace bailar. Todo junto. Todo junto.