viernes, 1 de noviembre de 2013
Presentación opositora: "Vamos a ver, yo no se si no tiene consistencia, digamos, consistencia tiene toda"
Lo dijo Patricia Bullrich, diputada de Unión por todos que se refirió a la presentación frente a la Corte Suprema realizada por el interbloque al cual pertenece junto al PRO y otros partidos.
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Consultada por la presentación indicó que "lo que hicimos fue tomar lo que dice el fallo para plantear a la corte Suprema de Justicia que de acuerdo a lo mismo que dice el fallo la implementación del mismo seria negativo en estas circunstancias".
Sobre la posibilidad que la corte rechace "in limine" la presentación indicó que "aplicar el fallo significa garantizar la libertad de expresión y nosotros lo que decimos (a la CSJN) que con esta realidad de como están las cosas no se va a garantizar"
Para la ex ministra de trabajo del gobierno De la Rúa, la Corte Suprema de Justicia tenía que llevar la notificación a Clarín y no el titular de la Autoridad Federal: "Sabatella no tiene ir a Clarin, porque eso es llevar adelante el 7D que es una historia de venganzas"
Con respecto a la insólita presentación indicó que "fue presentada ayer".
Juventud Kirchnerista Kirchner I Argentina, líder regional de crecimiento económico
Argentina, líder regional de crecimiento económico con reducción de desigualdad. En el país la reducción de la brecha de ingresos, entre 2003 y 2011, fue de 52 por ciento, seguida por Ecuador y Venezuela. Las cifras que surgen de la base de datos socio económicos para Latinoamérica y el Caribe (Sedlac), que comparten la Universidad Nacional de La Plata y el Banco Mundial. Un informe del Grupo de Estudios de Economía Nacional y Popular (Geenap) apunta que en el país la reducción de la brecha de ingresos, entre 2003 y 2011, fue de 52 por ciento, seguida por Ecuador y Venezuela. “Una década con mayor crecimiento y menor desigualdad para la región”, es el título del trabajo, que puntualizó que "en el caso de Argentina la reducción de la brecha de ingresos, entre 2003 y 2011, fue de 52 por ciento, la más alta de la región; seguida por Ecuador y Venezuela, ambos con una baja de 47 y 42, respectivamente".
Según las cifras que surgen de la base de datos socio económicos para Latinoamérica y el Caribe (Sedlac), que comparten la Universidad Nacional de La Plata y el Banco Mundial, la nómina se completa con Perú, que bajó la desigualdad en un 33 por ciento; Brasil, 27; Chile, 23; Uruguay, 11; Paraguay, apenas 1 y Colombia, cero.
Así, la reducción de la desigualdad en Argentina no sólo fue la mayor de la región en la década, sino que duplicó los guarismos alcanzados por Brasil y Chile, y quintuplicó el de Uruguay.
La reducción de la desigualdad en Argentina no sólo fue la mayor de la región en la década, sino que duplicó los guarismos alcanzados por Brasil y Chile, y quintuplicó el de Uruguay "Si comparamos la tasa del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) con la brecha de ingresos entre el primer y último decil de la población, observamos que entre 1992 y 2002, el crecimiento anual promedio de Argentina fue sólo de 2 por ciento, mientras que la brecha de ingresos más que se duplicó, aumentando el nivel de desigualdad del país", subrayó el Geenap.
Remarcó que "para el periodo 2003-2012, la tasa de crecimiento promedio anual fue de 7,2 por ciento, mientras que la reducción de la brecha de ingresos fue de 55 por ciento", tomando en este caso un año más que la comparación regional realizada por la Universidad de La Plata y el Banco Mundial.
De esta manera, sostuvo que "durante la última década se logró revertir el importante grado de desigualdad que dejó la experiencia neoliberal".
Destacó que "contrariamente a lo que predica la teoría neoliberal, que busca primero crecer para luego distribuir, durante la última década, América Latina logró una importante reducción de la desigualdad con una alta tasa de crecimiento económico".
El Geenap señaló que "es muy común en el pensamiento económico ortodoxo establecer una secuencia temporal que plantea la necesidad de producir (crecer) primero, para luego distribuir".
"Desde este enfoque, las políticas de ingresos que llevan adelante los gobiernos, como para el caso argentino, el aumento anual del Salario Mínimo Vital y Móvil, las paritarias, la Asignación Universal Por Hijo (AUH), la movilidad jubilatoria, no tendrían un impacto en el nivel de crecimiento, sino que, al incrementar el gasto público, agudizarían los problemas fiscales de los países", remarcó el análisis.
Subrayó que "de ahí que las políticas públicas sugeridas por esta corriente sean el ajuste fiscal (reducción del gasto público) y la `mejora del clima de negocio´ que llevarían un aumento de la inversión y con ella de la producción".
De acuerdo con esa teoría, "ello produciría un crecimiento económico que, en una segunda instancia, mejoraría el ingreso de los sectores más vulnerables".
"Comúnmente conocida como la teoría del derrame, esta secuencia temporal entre producción y distribución no ha sido avalada por la evidencia empírica, sino que las recetas neoliberales profundizaron las desigualdades sociales", afirmó el Geenap.
En cambio, puso de relieve que "durante la ultima década, contrariamente a la prédica neoliberal, la región pudo realizar una importante reducción en el nivel de desigualdad y, simultáneamente, exhibir altas tasas de crecimiento económico".
"En este sentido, todos los países de la región, a excepción de Colombia, obtuvieron una sustancial reducción entre la brecha de ingreso del 10 por ciento más pobre (primer decil de ingreso) y el 10 mas rico (último decil) de la población", precisó el informe.
Indicó que "esto significa, en otras palabras, menos desigualdades entre las clases sociales".
Así concluyó que "alejado de los cantos de sirena neoliberales que vuelven a repetirse en estos días, durante la última década se consolidó un modelo de crecimiento con inclusión social donde no existe una tensión entre la esfera de la producción y la de distribución".
Al contrario, afirmó que "mediante políticas públicas activas, se consigue articular una estructura social mas homogénea con un mayor nivel de crecimiento en búsqueda de objetivos de desarrollo económico y social".
jueves, 31 de octubre de 2013
Hans Küng, el teólogo incómodo
Por Carlos Martínez García
El gran teólogo suizo ha expresado públicamente que tiene mal de Parkinson. Ante tan devastadora noticia, Hans Küng analiza la posibilidad de recurrir al suicidio asistido. Cerca de cumplir 90 años no quiere, dice, "seguir viviendo como una sombra de mí mismo".
Congruente con ideas que ha sostenido desde que fue nombrado, en 1962, consultor teológico del Concilio Vaticano II, Küng mantuvo una clara posición crítica hacia los pontificados subsiguientes al de Juan XXIII, convocante de aquel acontecimiento. Küng señaló que la Iglesia católica fomentó “una disociación "entre la política exterior y la política interior". Para él esa disociación era "evidente desde 1967 (con Paulo VI)", cuando “de cara al exterior (lo que no le costaba nada a la Iglesia), la Iglesia era progresiva, como en la encíclica Populorum progressio. Pero de puertas adentro, en sus propios asuntos, la Iglesia era reaccionaria, y publicó una encíclica sobre el celibato (Sacerdotalis coelibatus)”. Así, consideraba Küng, "las más altas verdades del Evangelio se aderezaban para demostrar lo que no puede probarse: que debe existir un celibato obligatorio para los sacerdotes" (La Iglesia católica, Editorial Random House Mondadori, Barcelona, 2002, pp. 240 y 241).
Küng ha padecido a manos de las autoridades del que llama "su hogar espiritual", reprimendas y sanciones por sostener posiciones mal vistas por la cúpula clerical romana. Muy al principio del papado de Juan Pablo II denunció que el régimen del clérigo polaco estaba restaurando el estado de cosas anterior al Concilio Vaticano II. Por sus posturas, a Küng en 1979 le fue retirada la licencia para enseñar como teólogo católico. El organismo encargado de la sanción fue la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuya antecesora, la Santa Inquisición, tiene amplia historia en la persecución de los disidentes.
En la obra de Küng que hemos citado, publicada en inglés en 2001, es decir, bajo el papado de Juan Pablo II, el sacerdote y teólogo suizo escribió que la responsabilidad de la ruptura protestante fue más obra de la jerarquía católica romana que de Martín Lutero: “Todo el que haya estudiado esta historia no puede albergar dudas de que no fue el reformista Lutero, sino Roma, con su resistencia a las reformas –sus secuaces alemanes (especialmente Johannes Eck)–, la principal responsable de que la controversia sobre la salvación y la reflexión práctica de la Iglesia sobre el evangelio se convirtiera rápidamente en una controversia diferente sobre la autoridad e infalibilidad del papa y los concilios. A la vista de la cremación del reformista Jan Hus y de la prohibición del Concilio de Constanza de que el laicado bebiera del cáliz en la eucaristía, se trataba de una infalibilidad que Lutero no podía refrendar en modo alguno” (p. 168).
En 2010 envió una misiva a los obispos de la Iglesia católica. En ella les hizo un llamado para que dejaran de obedecer incondicionalmente a Benedicto XVI, quien encabezaba una institución en "la peor crisis de credibilidad desde la Reforma". Para salir de tal crisis Küng convocaba para poner en práctica seis acciones muy puntuales: 1) no guardar silencio frente al férreo verticalismo del Papa, "¡Envíen a Roma no manifestaciones de su devoción, sino más bien llamados a la reforma!"; 2) dar pasos concretos en su esfera de influencia para iniciar la reforma, grandes movimientos han sido iniciados por grupos pequeños; 3) recobrar la colegialidad y oponerse a la curia romana, recuperar el decreto del Concilio Vaticano II sobre que el gobierno de la Iglesia católica debe realizarse en común, entre el Papa y los obispos; 4) no rendir obediencia incondicional al Papa, porque “sólo Dios merece obediencia incondicional… presionar a las autoridades romanas en el espíritu de la fraternidad cristiana puede ser permisible e incluso necesario cuando no cumplen con las expectativas del espíritu del Evangelio y su misión”; 5) trabajar para alcanzar soluciones regionales, en tanto que existen mejores condiciones generales para reformar a toda la institución, y 6) convocar a un concilio, ya que los obispos tienen autoridad para hacerlo, cuyo objetivo sería "solucionar los problemas dramáticamente intensos que ameritan una reforma".
Algunas de las acciones del papa Francisco han sido bien recibidas por Küng. Le reconoce al pontífice argentino sensibilidad para hacer a un lado todo el lujo y boato reinante en la Iglesia católica, así como su acercamiento a las realidades que laceran a tantos marginados. Pero, de nueva cuenta, señala que hay retos internos en la institución que deben ser resueltos con un espíritu evangélico (con los principios del evangelio), y no con la cerrazón doctrinal romana ni con el verticalismo clerical.
En su artículo "La prueba decisiva de Francisco" (El País, 26/9/13), Küng menciona que el pontífice romano "tiene por delante la prueba decisiva de la reforma papal". Además, para él, es urgente dejar atrás la política doctrinal y eclesiástica que mantiene en el ostracismo y la exclusión a tres grupos: 1) los divorciados que "al volver a casarse, quedan excluidos para el resto de su vida de los sacramentos de la Iglesia"; 2) las mujeres "que debido a la posición eclesiástica respecto a los anticonceptivos, la fecundación artificial y también el aborto son despreciadas por la Iglesia y en no raras ocasiones padecen miseria de espíritu". También se pronuncia por la "deseable ordenación sacerdotal de las mujeres"; 3) "los sacerdotes apartados de su ministerio por razón de su matrimonio: su número, en los distintos continentes, asciende a decenas de miles". Igualmente sostiene que debe derogarse la ley del celibato obligatorio sacerdotal, porque "una soltería prescrita por el derecho canónico contradice la libertad que otorga el Nuevo Testamento, la tradición eclesiástica ecuménica del primer milenio y los derechos humanos modernos".
El teólogo incómodo espera ser rehabilitado como sacerdote y teólogo católico por el papa Francisco. De así suceder, considera Küng, "sería una señal para muchos el que esa injusticia fuese reparada".
La Jornada, México
Igualodontes Por Noé Jitrik
A César Fernández Moreno, entonces en París, tiene que haber sido por 1968, se le ocurrió entrevistar a Claude Lévi-Strauss e invitó a Tomás Eloy Martínez, de paso por Francia, para que lo acompañara. Ahí fueron; el antropólogo y creador del estructuralismo, celebérrimo autor de libros decisivos de la cultura del siglo XX, los recibió amablemente y, según ambos me lo narraron, interpretaba más por cortesía que por haber entendido las preguntas que los visitantes le formulaban en un francés muy recientemente conocido: me dio la impresión, cuando escuché la grabación, de que hablaban como gallegos. Conjeturo que Lévi-Strauss debe haberse sentido halagado y desconcertado al mismo tiempo, pero de ninguna manera la Historia indica que los rechazó.
En un momento, César le preguntó por sus preocupaciones e intereses actuales y Lévi-Strauss le dijo que estaba internándose en los mitos de, si no recuerdo mal, una zona del Brasil diferente de la que había considerado en El pensamiento salvaje. César entendió la expresión los mitos, “les mythes”, como si fueran los límites, “les limites” y, rápidamente, como disparándole un carabinazo –escuché la grabación– exclamó, como si Lévi-Strauss necesitara que se lo explicaran: “¡Entonces lo que usted hace es geografía!”. El antropólogo vaciló y, por un momento, con toda parsimonia, dijo algo, como que en cierto modo así era, sentando, de paso, y sin mucho entusiasmo, una audaz teoría epistemológica, la antropología como subsidiaria de la geografía, cosa que le debe haber agradecido a César. Tal vez, incluso, quedó contento pero cuando César y Tomás cayeron en la cuenta enrojecieron. Claro que ya en la calle y muy lejos de la fascinante biblioteca en la que tomaron un café no del todo malo. En suma, que César actuó como si fueran iguales, casi explicándole a Lévi-Strauss algo que Lévi-Strauss no había advertido.
La divertida situación me recordó una anécdota que Borges contó o que le atribuyeron, Borges es como Las mil y una noches, en su nombre se encierran incesantes e infinitas historias. Una muchacha se le presenta y le dice: “Señor Borges, soy una escritora argentina” y Borges le replica, con toda amabilidad, “¡Qué casualidad, yo también!”. La cosa era de colega a colega sólo que no deja de ser notable la idea que de sí misma tenía la muchacha en el momento de enfrentarse con ese ya contundente escritor.
Debe haber muchas situaciones similares y en todos los campos. Un sobrino mío, de cuya penuria para hacer el secundario tuve información, no de si había llegado al final del quinto año, empezó a disertar conmigo sobre la problemática universitaria; tenía, sorprendentemente, más opiniones que yo, críticas y negativas por supuesto. Se sentía, sin vacilaciones, igual a mí y hasta un poquito más que yo. Me sedujo la situación, entre incómoda y divertida, pero lo que me quedó flotando fue la poderosa imagen de la igualación, como en los otros casos; conjeturé que el comportarse como un igual es antagónico de la conciencia de sí, facultad o cualidad rara que es difícil de encontrar en el mercado de las relaciones humanas.
Algo a qué sacarle la punta. Sucedió en México cuando a Carlos Illescas, escritor guatemalteco, se le ocurre inventar un término que prende rápidamente para defenderse de quienes hablan al “tú por tu”, como lo designa cierta tradición española, sin la menor atención al currículum de aquél a quien le están explicando lo que hay que pensar y hacer; los llama “igualodontes”, una expresión felicísima que fue adoptada de inmediato por gente como Tito Monterroso, Luis Cardoza y Aragón y otros guatemaltecos que, por suerte para los que los conocimos, disfrutaban con todos los disparates e invenciones que se producían a diario, herencia, quizás, de un vago surrealismo al que se habían asomado algunos, el mencionado Cardoza, el robusto Miguel Angel Asturias y seguramente otros más.
De pronto, el mundo se llenó de igualodontes; había que tener cuidado y lo mejor era dejarse atropellar por esas moles, no luchar contra ellas; eso de ponerlos en su sitio era y es de improbable éxito. Porque ¿qué hago cuando un escritor se me acerca, me dice que haber producido la Historia crítica de la Literatura es un hecho fundamental, pero que él, que está por escribir una reseña de un libro de Galeano para ver si se lo publican en El Tribuno de Berazategui, difiere en la concepción, el contenido, los colaboradores, la presentación, la editorial y el precio de cada volumen? Se escucha el temblor de la tierra que pisa el igualodonte y el castañeteo de los dientes del igualado mientras se ve la sonrisa satisfecha del igualador. Ser profesor depara estos pisotones: en una clase un alumno me hace una objeción; la encuentro razonable y la acepto; al terminar va con sus compañeros al café de la esquina y declara, satisfecho: “¿Vieron cómo lo hice pomada?”. Igualodoncia secreta, los términos con los que se maneja tienen varias puntas: un triunfo que no lo es pues media un reconocimiento, una declaración que no se hace y un orgullo que se exhibe frente a terceros, como si al igualado se le estuvieran poniendo los cuernos.
Pero César Fernández Moreno no era un igualodonte; todo lo contrario: era un generoso proveedor de amistad y reflexión y, por supuesto, de una vena poética inigualable; quizás un poco ingenuo por eso mismo, pero quién soy yo para describirlo de ese modo, quién soy yo más que alguien que fue su entrañable amigo y sigue quejándose por su ausencia. Tal vez, replicarle a Lévi-Strauss fue por sorpresa, por haber caído en las redes de la lengua francesa que para un oído no habituado maneja los deslices sonoros con cierta artera y golosa perversidad. Y por agradecimiento porque entrevistar a ese hombre excepcional tiene que haber causado alguna confusión provocada precisamente por la gratitud y el encanto que emanaban sin duda de esa cabeza privilegiada.
El mismo César era, me parece, consciente de esta versión del horror humano: al tanto de que yo había escrito, proclamado incluso, que Alberto Vanasco era el autor de una novela, Sin embargo Juan vivía, en la que se anticipó los procedimientos del “objetivismo”, llamado también “nouveau roman”, y presumiendo que podría comportarse como un igualodonte, lo invitó a una reunión en la que estaría Michel Butor, uno de los principales objetivistas, de fama cuasi mundial. Sería, no sabíamos qué esperar, o bien una presuntuosa igualación o un encuentro de titanes del que saldrían chispas teórico-prácticas de consecuencias históricas. Se encontraron, se presentaron y ambos, tímidos como gacelas, no lograron decirse nada. Una feliz contraigualodoncia que le sirvió a César para una página en su bello libro La realidad y los papeles, que hay que leer para paladear un poco la atmósfera literaria de la década del ’60 en un Buenos Aires brillante.
De modo que los igualodontes son de todo tipo y especie: está lleno de esos especímenes en el periodismo, y sobre todo en la televisión. Es de temblar cuando el Dr. Nelson Castro semanalmente apunta al vacío, o a las cámaras, con el dedo índice y el rostro severo y admonitorio, y le dice a la “Señora Presidenta”, sin anestesia –él es médico– lo que debe hacer para hacer las cosas bien: seguramente, y eso es de igualodontes, no necesita haber tenido ninguna experiencia de gobierno para indicar lo que debe ser un buen gobierno que, desde luego, la “Señora Presidenta” no hace. Y no es el único: también el Señor Lanata, claro que con un volumen corporal algo menos estilizado, augura terribles porvenires a partir de espantosos presentes que niegan venturosos pasados, no como si fuera un ex gobernante despechado, ni siquiera, sino como alguien que no necesita mostrar sus cuentas para exhortar a la Presidenta, para él ya no “Señora”, a mostrarlas; no parece que si eso sucediera él las aprobaría, ducho en encontrar nuevas y horribles calamidades. ¿Y qué decir de Clarín y La Nación? Parecieran tener la mejor receta para el buen gobierno y no vacilan en mostrarla para que se admita que ellos son los más capaces, tanto o más que otros notorios igualodontes, como la doctora Carrió, que cultiva un expresionismo grotesco, de justicieras, casi bíblicas, vociferaciones y furibundos hexámetros, ojos en blanco y roncas convocatorias a Juana de Arco y a la traída y llevada Hannah Arendt; o como el ingeniero Macri, amante de comparar las virtudes de su ignorancia con los defectos de quienes han leído algunos libros más que él, aunque menos los del debe y el haber.
Así, pues, igualodontes hay por todas partes y lo que los caracteriza, además de sus pesadas extremidades, es su radical incapacidad para iniciar y mantener un diálogo normal, necesitan convulsivamente igualarse con quienes saben que de alguna manera y en algún sentido están en un nivel superior; y si el aturdido interlocutor les concede y les hace creer que son superiores a él, como para sacárselos de encima, desde luego que no le creen pese a haber pisoteado triunfalmente el valor del otro; ignoran, y por eso son igualodontes, que es infundada su pretensión de hacerse valer por encima de lo que valen. Algo de eso se decía de algunos argentinos que estaban en México: valen menos de lo que dicen que son.
31/10/13 Página|12
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