miércoles, 31 de julio de 2013
El trabajo de los psicólogos Por Mariana Carbajal
“El primer año para todo el equipo que atiende a Lulú y a su familia fue muy angustiante porque no hay referencias sobre casos similares”, confiesa la psicóloga Valeria Pavan, coordinadora del Area de Salud de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y asesora técnica del Programa de Atención Integral para Personas Trans del Hospital Durand. El equipo se completa con el psiquiatra Alfredo Grande y la psicóloga infantil Gabriela Gamboa, ambos de la Cooperativa de Trabajo en Salud Mental Atico.
En EE.UU. se conocen dos o tres casos de niñas trans (ver aparte). Lohana Berkins, dirigente de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti, comentó a Página/12 que acaba de regresar de Lima, Perú, de un encuentro organizado por la Asociación de Padres, Amigos y Familiares de Gays y Lesbianas (Pflag, por sus siglas en inglés), en la que participaron dos nenas trans mexicanas, de 5 y 10 años, y sus papás. A la mayor, Berkins la conoció cuando tenía apenas tres años.
En la CHA tienen un programa de acompañamiento de chicos trans en escuelas, pero siempre habían sido casos de adolescentes, que iban a secundarias o habían abandonado la escolaridad por sufrir burlas y hostigamiento. Nunca una historia como la de Lulú. “Nosotros nos manejamos con las necesidades que manifiesta Lulú. No sabemos qué va a pasar con ella en el futuro. No sabemos si le va a molestar el pene. Más adelante ella podrá elegir si quiere recibir terapia de hormonas y si se quiere operar. Ella tiene un registro claro de su esquema corporal. Sabe que es un varón biológico y aun así se siente niña”, señaló Pavan.
“Muchos adolescentes trans dicen que a los tres años, o cuando eran niños, empezaron a sentir el registro de ser otro. Muchos incluso intentaron manifestarlo pero las respuestas de sus padres fueron diversas”, dice la especialista de la CHA.
“Se trata de comprender”
Por Mariana Carbajal
El psiquiatra y psicoanalista Alfredo Grande es uno de los terapeutas que siguen la historia de Lulú. Se preocupa por aclarar que el marco que le dan al abordaje que recibe es “sostener el deseo de Lulú” y que no se trata de patologizar su cuadro, sino de comprender que una historia de vida así resulta conflictiva en sí misma. Para ayudarla, destaca, se le debe dar un nuevo DNI acorde con su identidad de género femenina. “La identidad de género tiene que ver con la identidad por mandato y por deseo. En el marco actual, la única que se manifiesta en una cultura represora como la nuestra es la identidad del mandato, que es biológica y cultural. Lulú contradice los dos mandatos. Al ser una interpelación al doble mandato, se convierte en analizador. La identidad se construye desde los más profundos deseos. Son muy pocas las personas que han podido enfrentar esos dos fuertes mandatos. Una persona heterosexual no se lo cuestiona porque encaja en el mandato cultural y biológico. Lo que el espejo de Lulú refleja, no se refleja en ningún espejo. Un nuevo DNI es importante porque funciona como espejo. Hoy ella no se reconoce en ese espejo. Cuando uno tiene una imagen en la que se reconoce, encuentra armonía, coherencia. Si usted se ve en el espejo y ve a Lita de Lázzari, por ejemplo, enloquece. No tener ese espejo, para Lulú es terrible. Es una niña que está en riesgo”, explica Grande a este diario. “El tema de Lulú es que no ve nenas con pene. En toda su escolaridad primaria Lulú va a necesitar muchísima ayuda. Si no es reconocida desde el DNI, no existe. Es terrible. No sé si un funcionario entiende este nivel de análisis”, se pregunta el psiquiatra. “A esta nena contrariada en su deseo se la pone en un lugar de altísimo conflicto”, afirmó.
La carta de Sadie a Barack Obama
En enero de este año, una niña trans estadounidense, de 10 años, le escribió una carta al presidente Barack Obama, después de que diera su discurso con el que inauguró su segundo mandato en el gobierno y que marcó un hito histórico al hablar por primera vez en esa instancia de la necesidad de garantizar los derechos de las comunidades homosexuales. La pequeña sintió que el mandatario discriminaba a las personas trans, como ella. Y decidió poner en palabras su angustia.
La chica se llama Sadie. Nació con genitales masculinos y durante el jardín de infantes asumió su identidad femenina. Desde entonces, se supo, se vio apartada del sistema escolar, hasta que finalmente logró ingresar a 5º grado en una escuela pública. En la carta escribió: “El mundo sería un mejor lugar si todos tuviéramos derecho a ser nosotros mismos, incluyendo las personas que tienen una identidad sexual y expresiones creativas. Las personas transgénero no tienen la libertad de hacer lo que hacen los demás, como ir al médico, a la escuela, obtener un trabajo o incluso de hacer amigos. A los niños transgénero como a mí no nos permiten asistir a la mayoría de las escuelas porque los profesores piensan que somos diferentes. Las escuelas tienen miedo de lo que dirán los padres de los otros niños, así que los niños transgénero son mantenidos en secreto o no se les permite asistir. A los niños se les advierte que no deben ser amigos de los niños transgénero, lo que nos hace muy tristes y solitarios. Este sería un mundo mejor si todos comprendieran que las personas transgénero tenemos los mismos sueños y esperanzas que los demás. Nos gusta hacer amigos y nos gusta ir a la escuela. En realidad, no es difícil simpatizar con las personas transgénero porque somos como todos los demás”.
Un caso en Colorado
“Su futuro va a ser mejor si llegamos a un punto en que no haya nada de qué avergonzarse”, dijo Kathryn Mathis, la mamá de la niña transgénero estadounidense de 6 años, que pudo volver unas semanas atrás a la escuela en Colorado, en la que cursaba sus estudios, después de que los tribunales fallaron que tiene el derecho de usar el baño de mujeres.
La demanda la inició el Fondo de Educación y Defensa Legal Transgénero, con sede en Nueva York en nombre de los padres de Coy Mathis. Denunciaron que la niña, que iba al primer grado, había sido discriminada en la Escuela Primaria Eagleside en Fountain, cerca de Colorado Springs. Los padres contaron que desde el distrito escolar les habían avisado que Coy tendría que comenzar a usar el baño de la sala de profesores o uno en la oficina de la enfermera.
La familia Mathis dijo que Coy, una trilliza, mostró preferencia desde un principio por cosas relacionada con niñas. Cuando tenía cinco meses tomó una manta rosada que era para su hermana Lily. Después mostró poco interés en los autos de juguete y la ropa de varón. Se negaba a salir de la casa si se la vestía con ropa de niños y se deprimió y se aisló. En un momento les dijo a sus padres que deseaba que un médico la “reparara”. Después se enteraron de qué le pasaba. Y decidieron ayudarla.
28/07/13 Página|12
UNA MADRE PIDE UN NUEVO DOCUMENTO PARA SU HIJA TRANS DE SEIS AÑOS
Lo que devuelve el espejo
Lulú empezó a vestirse como nena en su casa, ahora va al jardín con nombre femenino.
Imagen: Dafne Gentinetta
Nació varón junto a su mellizo. La mamá cuenta que ya al empezar a hablar se identificó como niña. Y a los cuatro años se puso un nombre de nena. En el jardín aceptan su condición. Un equipo de psicólogos asiste a la familia y acompaña el reclamo para lograr un nuevo DNI.
Por Mariana Carbajal
Lulú nació con genitales masculinos como su hermano mellizo y los padres le pusieron Manuel. Ahora, la madre cuenta qué pasó después. Desde que pudo hablar, al año y medio de vida, dice que empezó a repetir: “Yo, nena”, “yo, princesa”, y a ponerse ropa de ella y pedir muñecas para jugar. “A los cuatro años eligió un nombre femenino y pidió que la llamáramos así –relata–. Nos dijo que si no le decíamos así no nos iba a contestar.” Hoy Lulú tiene seis años y es una nena trans: vive con su mamá y su hermano en el conurbano bonaerense –el papá los abandonó– y cursa preescolar en un jardín de infantes que respeta su identidad. Pero su mamá y los terapeutas que la acompañan plantean que necesita un nuevo DNI acorde con su identidad de género. “Es muy duro llevarla a una guardia porque tiene 39 grados de fiebre y que la vean con dos colitas y pollera, y en lugar de fijarse qué le pasa, la miren raro porque en el documento tiene nombre y foto de varón”, dice a Página/12 la mamá de Lulú, de 39 años. La Ley de Identidad de Género prevé un mecanismo en el caso de menores de 14 años, pero en el Registro Civil de su municipio le dijeron que debía recurrir a la Justicia. El equipo interdisciplinario que atiende a la niña y su familia, y que encabeza la psicóloga Valeria Pavan, coordinadora del Area de Salud de la Comunidad Homosexual Argentina –y asesora técnica del Programa de Atención Integral para Personas Trans del Hospital Durand– coincide en la necesidad que tiene Lulú de adquirir un nuevo DNI.
Ni Lulú ni Manuel son los verdaderos nombres: fueron modificados para esta nota con el fin de preservar su intimidad.
“El DNI es importante porque es un espejo. Hoy ella no se reconoce en ese espejo. Cuando uno tiene una imagen en la que se reconoce, encuentra armonía, coherencia. Si usted se ve en el espejo y ve a Lita de Lázzari, por ejemplo, enloquece. No tener ese espejo, para Lulú es terrible. Es una niña que está en riesgo”, explicó a Página/12 el psiquiatra y psicoanalista Alfredo Grande, director clínico de la Cooperativa de Trabajo en Salud Mental, que forma parte del grupo de profesionales de la salud mental que atienden a la niña, a su hermanito y a su mamá.
“Si bien nosotros proponemos la despatologización de la identidad trans, no quiere decir que no sea conflictiva la situación que enfrentan Lulú y su familia. No es patológico pero es conflictivo. El mandato biológico y cultural es muy fuerte para que una identidad por deseo se pueda imponer. El marco que le damos a la atención terapéutica es sostener el deseo de Lulú”, señaló Grande (ver aparte).
La madre le escribió una carta a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, para que la ayude a obtener el documento para su hija. Como cualquier mamá que se enfrente a una historia como la de Lulú, acumula angustia y desorientación. También para el equipo terapéutico significa un desafío enorme. “El primer año para todo el equipo que atiende a Lulú y a su familia fue muy angustiante porque no hay referencias sobre casos similares”, dice Pavan.
El desafío es ayudar a Lulú a crecer feliz. Son poquísimos los casos de niñas o niños trans que se conocen en el mundo. Hace poco trascendió la batalla legal que ganó una nena transgénero de 6 años, como Lulú, en Colorado, Estados Unidos, para poder usar el baño de mujeres en su escuela. La madre de Lulú viene dando distintas batallas. “Para la mamá ha sido una sobreexigencia brutal y lo sigue siendo. Y además tiene una situación económica adversa”, apuntó el psiquiatra Grande. Los terapeutas que atienden a Lulú, su hermanito y su mamá, lo hacen gratuitamente. Además, desde la CHA la ayudan económicamente. Ella junta unos pesos vendiendo comida que cocina en su casa y reparte en bicicleta. Su ex marido no cumple con la cuota alimentaria desde diciembre. Y tampoco visita a sus hijos. La mujer solicitó un subsidio en el municipio en el que vive, pero no tuvo respuesta.
Entre las batallas que dio, la primera fue entender qué le pasaba a Manuel. “Mi impresión era que tenía mellizos, pero los dos tenían gustos opuestos”, contó a este diario. “A los 18 meses, cuando empezó a hablar, me decía: ‘Yo nena, yo princesa’. Quería tener el cabello largo y para simularlo se ponía trapos en la cabeza, pedía que le compraran muñecas. Me pedía mis polleras, mi ropa, y se las quería poner”, recuerda. “Yo pensé que era un juego”, dice. Peregrinó por pediatras, neurólogos, psicólogos, buscando una respuesta. “Un psicólogo me dijo que le faltaba presencia paterna, que le tenía que decir que era un nene, que le sacara la ropa de mujer. Fue un desastre. Mi hija vivía destrozada. Se escondía debajo de la cama, se ponía el cubrecestos del baño que tenía puntillas como pollera y pasaba horas encerrada en el baño. Cuando le sacaba la ropa femenina, yo sentía que le arrancaba la piel. No se imagina cómo lloraba. Podía llorar horas. El papá no lo podía tolerar. Decía: ‘Yo no voy a tener un hijo puto’. Y lo escondía cuando venían sus amigos. ¿Sabe con qué jugaba? Con un lápiz rosa. Hasta que vi un documental de National Geographics de una nena transgénero de Estados Unidos. Fue como si me pasara una topadora por encima. Era la historia de mi hijo. Ahí entendí que era una nena trans, que su identidad era la de una nena. Lloré veinte días. Y reaccioné. Me dije: si quiere ser princesa, yo la voy a ayudar”, recuerda. “El complemento de ella siempre fue su hermano mellizo, que sabía lo que ella quería: si teníamos que comprarle un regalo y yo le preguntaba a él, me decía que le gustaban las muñecas.”
Otra batalla que tuvo que dar fue en el jardín de infantes al que mandó a los dos chicos cuando cumplieron tres años, una institución privada en su barrio. Manuel siempre estaba con las nenas. “Las otras mamás me decían: ‘Tu hijo es un donjuán, siempre rodeado de nenas’. Les acariciaba el pelo, porque deseaba tenerlo como ellas, largo, con hebillitas. Me decía que quería tener vagina, que no quería tener pito. Yo no sabía cómo explicarle que era una nena transexual. Un día me dijo: ‘Yo no soy un nene. Soy una nena y me llamo Lulú’. Tenía cuatro años recién cumplidos. Fue la segunda topadora que me pasó por encima. Ella solita se había elegido el nombre. ¿Sabe lo que es eso? Tenía pelo cortito, ropa de varón. La psicóloga que la atendía en ese momento le imponía una terapia correctiva de reafirmación del género masculino. Yo tenía miedo de que se quisiera lastimar el pene. Se lo hundía hasta hacerlo desaparecer. Ni la maestra ni la directora entendían. Yo no soportaba más verlo sufrir y cuando se iba el papá, lo dejaba jugar con lo que quería”, cuenta la madre.
Ante ese cuadro de “tanto dolor”, la mamá le regaló un traje de princesa y una peluca de cotillón, que con el correr del tiempo quedó gastado de tanto uso. Fue hace dos años, cuando Lulú tenía cuatro años. En ese momento, una tía suya llegó al Programa de Atención Integral para Personas Trans del Hospital Durand y allí ubicó a la psicóloga Valeria Pavan. Inmediatamente la contactó y la especialista recibió a la mamá. En su consultorio, y luego de varias sesiones, primero con los padres y luego con la niña, el equipo terapéutico descartó que Lulú tuviera una “formación delirante” o una “personalidad psicótica”.
“Valeria me dio una explicación, me dijo que era una nena trans, que tenía que dejarla ser”, dice. De alguna forma, fue para ella tranquilizador. Lulú todavía tenía fisonomía de varoncito. “Lulú es una niña con una capacidad arrasadora para defender su identidad. Cuando llegaba al consultorio tenía carita triste. Cada vez que entraba me decía si se podía cambiar y se ponía su traje de princesa, ya gastado, y se transformaba, era como si reviviera, como si su vida empezara a tener sentido. Y antes de irse, se cambiaba”, señala Pavan. En acuerdo con los padres, y con el equipo interdisciplinario que empezó a atender al grupo familiar, se decidió respetar la identidad elegida por Lulú y comenzó su transición: ella decidió que fuera primero en la intimidad de su hogar porque tenía miedo a las burlas del colegio. “No se incentivó nada. Fuimos escuchando sus demandas: vestiditos, zapatitos de nena, la decoración de su cuarto, toallas y sábanas de nena. Pero se le hacía complicado ir al jardín, se hacía pis encima porque no quería ir al baño para que no le vean el pito. Ella tampoco lo quiere ver. Finalmente, en 2012, antes de que empezaran las clases fuimos junto con Marcelo Suntheim, de la CHA, a hablar con los directivos del jardín, para que Lulú pudiera empezar ese año yendo ya como una nena. Nos pidieron informes en el jardín, en el distrito escolar, e incluso hablamos con asesores del Ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires”, indicó Pavan. “Lulú dejó de hacerse pis. Yo pensé que iba a tener vergüenza de ir como nena al jardín. Pero entró como si se llevara el mundo por delante: fue muy fuerte y muy doloroso para mí. Hay que tener un corazón enorme, el pecho de acero”, dice la mamá, con la voz acongojada. Muchas veces, en estos años, se encierra en su dormitorio y llora en soledad.
En el jardín aceptaron a Lulú. Pero las madres de sus compañeritos no quisieron que sus hijos fueran a jugar a su casa. Y algunos nenes preguntaban por qué Manuel iba disfrazado de mujer.
“La gente es muy de señalar. Vivo en el barrio hace 26 años. Muchos creen que soy una loca que quería tener una parejita, y viste a un mellizo de varón y a otro de mujer. Es muy difícil. Una mamá en el jardín me dijo por qué no me iba a vivir a otra provincia y empezaba de cero. Yo le dije que no tenía por qué esconder a mi hija, que no es un monstruo”, dice.
Finalmente, la mamá y el equipo terapéutico consideraron que sería mejor cambiar a los dos hermanitos a un jardín de infantes público (además, el papá dejó de pagar la cuota del colegio a la que se había comprometido). Mañana, después del receso de invierno, empezarán en la nueva escuela. También en este caso, Pavan y Suntheim hablaron con los directivos. Dice la mujer que se encontraron con mayor apertura frente a la historia de Lulú. Fue inscripto como Manuel, por cuestiones legales, pero en las listas internas de la sala figurará como Lulú. La CHA enviará un manual de buenas prácticas en caso de alumnos o alumnas trans, que suelen usar cuando acompañan a adolescentes trans.
A pedido de Lulú, un sector del dormitorio que comparte con su hermanito mellizo fue redecorado: las sirenas son su personaje favorito. Como se entristecía cuando veía que las muñecas que le regalaban no tenían pene, como ella, su mamá le incorporó uno a cada una de sus barbies. Son barbies trans.
A mediados del año pasado, los papás de Lulú concurrieron a la oficina del Registro Civil de su distrito para tramitar un nuevo DNI para su hija. Lo reclamaron, según lo que dice la Ley de Identidad de Género para el caso de menores de 14 años: fueron ellos dos, Lulú y un abogado de la niña. Los citó un asesor de Incapaces y les respondió que se lo negaban, por la edad de la niña, demasiado pequeña para tomar decisiones de ese tipo. Les planteó que debían iniciar una demanda judicial para que un juez decidiera. “El DNI que tiene no coincide con su imagen. Lulú ahora tiene el pelo largo, y es una nena. Como se quedaron sin obra social, porque su papá renunció al trabajo que tenía, la familia empezó a recorrer el sistema público de salud. Cada vez que tiene que ir a una guardia, se despliega una escena de sorpresa delante de la nena, porque en el DNI dice Manuel. Uno piensa que cuando se es tan chico no se necesita usar el DNI, pero no es así. Para ir a un hospital, para recibir una vacuna. Un nuevo DNI sería para ella una reparación simbólica”, dice Pavan. “Mi hija tiene derecho de ir a un lugar público y que le digan Lulú”, dice su mamá.
El trabajo de los psicólogos
Por Mariana Carbajal
“El primer año para todo el equipo que atiende a Lulú y a su familia fue muy angustiante porque no hay referencias sobre casos similares”, confiesa la psicóloga Valeria Pavan, coordinadora del Area de Salud de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y asesora técnica del Programa de Atención Integral para Personas Trans del Hospital Durand. El equipo se completa con el psiquiatra Alfredo Grande y la psicóloga infantil Gabriela Gamboa, ambos de la Cooperativa de Trabajo en Salud Mental Atico.
En EE.UU. se conocen dos o tres casos de niñas trans (ver aparte). Lohana Berkins, dirigente de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti, comentó a Página/12 que acaba de regresar de Lima, Perú, de un encuentro organizado por la Asociación de Padres, Amigos y Familiares de Gays y Lesbianas (Pflag, por sus siglas en inglés), en la que participaron dos nenas trans mexicanas, de 5 y 10 años, y sus papás. A la mayor, Berkins la conoció cuando tenía apenas tres años.
En la CHA tienen un programa de acompañamiento de chicos trans en escuelas, pero siempre habían sido casos de adolescentes, que iban a secundarias o habían abandonado la escolaridad por sufrir burlas y hostigamiento. Nunca una historia como la de Lulú. “Nosotros nos manejamos con las necesidades que manifiesta Lulú. No sabemos qué va a pasar con ella en el futuro. No sabemos si le va a molestar el pene. Más adelante ella podrá elegir si quiere recibir terapia de hormonas y si se quiere operar. Ella tiene un registro claro de su esquema corporal. Sabe que es un varón biológico y aun así se siente niña”, señaló Pavan.
“Muchos adolescentes trans dicen que a los tres años, o cuando eran niños, empezaron a sentir el registro de ser otro. Muchos incluso intentaron manifestarlo pero las respuestas de sus padres fueron diversas”, dice la especialista de la CHA.
EL CASO DE LA NIñA TRANS Y LA ABOGADA QUE OFRECE ASISTENCIA LEGAL
Una solidaridad con historia
Carolina Jacky tiene 61 años y hasta hace cinco era un abogado que litigaba en los tribunales de Mendoza.
Conmovida por el caso que publicó el domingo Página/12, una abogada, que hace cinco años cambió su identidad de género, ofreció a la familia su servicio gratuito para que la niña pueda obtener un nuevo documento de identidad.
Por Mariana Carbajal
Carolina Jacky está conmovida. Dice que se le escaparon algunas lágrimas. La historia de Lulú, la niña trans de 6 años, que reveló Página/12 el domingo, le removió parte de su propia historia. Jacky tiene 61 años y hasta hace cinco años era un abogado que trajinaba los tribunales de la ciudad de Mendoza. Desde entonces dejó las corbatas para empezar a lucir polleras y vestidos, y seguir litigando como abogada. Aunque sueña con ser magistrada: el año pasado dio examen para convertirse en jueza federal y espera con ansiedad el resultado. “Yo a los cinco años ya me cuestionaba por qué no iba a poder estar embarazada y tener un hijo como cualquier mujer. No es una elección. Es algo que una trae de fábrica”, dice Jacky, y ofrece llevar el reclamo legal para que Lulú pueda tener un nuevo DNI, acorde con su identidad femenina, como reclama la mamá de la niña y el equipo terapéutico que la acompaña.
Muchos años antes de que se pensara en la posibilidad de una Ley de Identidad de Género en el país, Jacky batalló en la Justicia las primeras rectificaciones de DNI y reasignaciones sexuales para hombres y mujeres trans en su provincia: en total intervino en 14 casos, incluido el propio.
En su edición del domingo, este diario dio a conocer el reclamo de la familia de Lulú, quien nació con genitales masculinos –y recibió nombre de varón– pero a partir del año y medio de vida empezó a expresar que era una nena y a querer vestirse con ropa femenina y a jugar con muñecas. La mamá de la niña le escribió una carta a la Presidenta pidiéndole que la ayude a obtener un nuevo DNI, luego de que se lo denegaran en el Registro Civil de su distrito, donde intentó tramitarlo a mediados del año pasado siguiendo el procedimiento previsto en la Ley de Identidad de Género para los menores de 14 años.
“La historia de Lulú me removió parte de mi historia –contó Jacky–. Aunque no sea igual. Pero los sentimientos que tiene Lulú, las personas trans los hemos tenido, al menos muchas de las que yo conozco y acompañé en su reclamo judicial para tener un nuevo DNI y poder tener una operación de reasignación sexual. Cada una en su época. Hoy puedo decir que desde los 4 o 5 años sentía que estaba en un cuerpo equivocado. Yo pensaba: nací mal, acá hay un error y no me lo quieren decir. Yo nací en 1952. Hoy los papás de Lulú, afortunadamente, tienen información. Antes, de esto no se hablaba. Yo pensaba que era a la única persona que le pasaba, que lo que tenía era una fantasía. Recién con el acceso a Internet, en la década del ‘90, empecé a buscar y pude enterarme de que había otras personas con la misma condición”, recordó la abogada en diálogo con Página/12.
También se acuerda de que en tercer grado tuvo que estar en cama más de un mes por tener hepatitis, y que vio en una revista Billiken un kit para bordar y se lo pidió a su madre. “Me dijo que eso era para nenas. Eso te marca. Te queda claro que está prohibido y no lo pedís ni lo hacés más.” A los 14 años le dieron una terapia hormonal porque su cuerpo no seguía el desarrollo esperado para un adolescente de su edad, e inclusive lo mandaron a una fonoaudióloga para engrosar sus cuerdas vocales, porque cuando atendía el teléfono en su casa la gente pensaba que del otro lado de la línea había una chica.
Jacky tiene 37 años de ejercicio de la profesión. Recién hace cinco años se animó a dejar de ser un abogado para convertirse en la abogada Carolina Jacky. “Desde hace años que me sentía mujer”, destacó. En 2010 –antes de la Ley de Identidad de Género– consiguió una autorización judicial para poder realizarse la operación de reasignación de sexo. Tenía turno para el año pasado, pero no pudo concretarla porque le coincidió la fecha con el examen que dio junto a otros 35 postulantes, para convertirse en miembro de la Cámara Federal de Apelaciones de Mendoza, un órgano que tiene cuatro cargos vacantes tras la remoción de Luis Miret y de Otilio Romano luego de que se comprobaran los vínculos de ambos con la última dictadura militar.
Después del examen sufrió un infarto y le colocaron un stent. Y le indicaron que debía esperar un año para someterse a una nueva cirugía. Ahora que se cumplió ese plazo, prefiere esperar un poquito más hasta ver si el Consejo de la Magistratura da a conocer los resultados de los exámenes, para ver si tiene que dar un test oral, ya que la operación de reasignación de sexo le exige dos meses de reposo y no quiere estar imposibilitada para rendir.
–¿A su familia le costó aceptar su identidad de género femenina? –le preguntó Página/12.
–A mi familia le costó. A mí también. Con mi mamá está ahora todo bien, pero ella sentía mucha angustia pensando que lo que a mí me pasaba era culpa suya. Esto no es culpa de nadie. Esto es algo que no se construye, que viene con una. Muchos colegas me dicen: “Qué huevos has tenido”. Y yo les digo: esto solo lo hace una mujer (se ríe). Las mujeres vamos para adelante, avanzamos. Por eso la mamá de Lulú está dando esta batalla. Me pongo a disposición, gratuitamente por supuesto, para lo que la pueda ayudar.
30/07/13 Página|12
Patricia Bullrich contraataca"Sarlo ha decidido, quizás en un contagio "cartaabiertista", colocarse en intelectual militante",
Patricia Bullrich (Unión Por Todos), Federico Pinedo (PRO) y la diputada mandato cumplido Silvana Giudici (Unión Cívica Radical) salieron a defender a Michetti: "Sarlo ha decidido, quizás en un contagio "cartaabiertista", colocarse en intelectual militante", señalaron.
La nota de Patricia Bullrich en Infobae
De eso sí se habla
La intelectual Beatriz Sarlo, involucrándose en las elecciones legislativas, escribió un artículo francamente duro contra Gabriela Michetti. Ya lo advirtió Hannah Arendt cuando definió en La promesa de la política, que “el hombre no puede vivir sin prejuicios y no solo porque su buen sentido y discernimiento no serían suficientes para juzgar de nuevo toda aquello sobre lo que se pidiera algún juicio a lo largo de su vida, sino porque una ausencia tal de prejuicios exigiría una alerta sobrehumana”. Sarlo escribió sin esa alerta sobrehumana que exigía Arendt.
Intentemos desovillar las ideas de Sarlo, para construir a partir de ellas un debate, que sin duda en la Argentina hace falta.
La primera idea que arroja Sarlo para prender la mecha del fuego son dos acciones con las cuales quiere definir a Michetti: una, sobre la elección del primer secretario de Cultura del gobierno de la ciudad; y la segunda, una frase de Michetti sobre la adopción de parejas homosexuales.
Aquí habría que detenerse un momento para entender que Sarlo, en este artículo, ha decidido, quizás en un contagio “cartaabiertista”, colocarse en intelectual orgánica, o militante. Hace menos de un mes Beatriz Sarlo compartió desayuno con Elisa Carrió, quien durante el voto por la Ley del Matrimonio Igualitario, donde se abstuvo (lo que implica una no posición), se refirió a un miembro de su bloque definiéndola por su orientación sexual, lo que llevo al parlamentario a alejarse del bloque. No hubo opinión de la escritora cuando en contra de toda la historia del socialismo Hermes Binner dijo que él era antiabortista porque era médico. Primera reflexión: Sarlo debe medir a todos con la misma vara y también detenerse un minuto en las conductas: Michetti pidió perdón, Carrió no lo hizo por su exabrupto, Binner lo dijo en campaña.
Se adentra la periodista en un debate sobre ideología y valores, restándole densidad a lo segundo y llenando de contenido el primero. Quizás habría que preguntarse si colocamos en la categoría de ideología o valores las sucesivas tomas de posición de Michetti: haberse definido contra la 125 o contra la Ley de Medios que restringe la libertad de expresión, o contra el uso y abuso de la publicidad oficial, o contra la “democratización” de la Justicia, o contra la ley antiterrorista, o contra la “expropiación de Ciccone”, a diferencia del ideológico Solanas, o contra el impuesto a las ganancias sobre los sueldos de los trabajadores , el pacto de impunidad con Irán, el adoctrinamiento en las escuelas y el uso de los presos en las cárceles, coincidiendo con la misma Sarlo, “que cuestionó con dureza la participación de presos en actividades extra muro organizadas por la agrupación kirchnerista Vatayón Militante y la presencia de La Cámpora en las escuelas públicas”.
Puede ser que haber votado la confiscación de YPF tanto Solanas, como el socialismo y el radicalismo los salve de la categoría de “light”. Porque Michetti votó en contra y hoy está claro que era el voto correcto.
¿Quizás la absuelva Sarlo a Michetti por haber sido de los pocos bloques que advirtió la intención aviesa del kirchnerismo con la Ley de Mercado de Capitales como una espada para matar la libertad de expresión? ¿O deberá aún sacarse más pruebas de ADN?
A estas definiciones, a esto votos la periodista los define como “discursos generalistas, sin vivacidad ni filo”.
Quizás Sarlo debería decir no me gusta la forma de pensar de Michetti o la kipá de Bergman, porque definirlos como “cualquierismo” a quienes desde el gobierno de la ciudad mostraron un estilo de gestión y desde la Nación se comprometieron con los votos más opositores, parece al menos tendencioso.
Por último dice que Michetti no plantea problemas sino métodos, una extraña definición de una intelectual de su nivel. ¿Solucionar eficientemente el problema del transporte se pueda definir como un método? ¿No vislumbra la diferencia entre la política de transporte que produce Once o Castelar y la que desarrolla el Gobierno de la Ciudad?
¿No se ha ocupado el gobierno al que Michetti pertenece de solucionar problemas? ¿Reasignando recursos, decidiendo sobre salarios, involucrándose en la educación y en lo social y alcanzando el nivel de educación y salud de mejor calidad en el país? ¿Esos son sólo métodos?
Sarlo desayunando con Carrió hace pocos meses la escuchó decir: “Yo defiendo principios y valores” y no se la vio poner el grito en el cielo por tamaña herejía contra la ideología.
Parece que medir con distinta vara conductas iguales es una metodología un poco kirchnerista: es la solución Milani. Y para darle la razón en algo a Sarlo le decimos: va de buena onda.
Fuente: http://opinion.infobae.com/patricia-bullrich/tag/gabriela-michetti
Dirigentes peronistas de Buenos Aires se alejaron del massismo
Un grupo de dirigentes peronistas anunció su alejamiento del Frente Renovador que encabeza Sergio Massa, por considerar que la presencia de referentes del PRO, de la Coalición Cívica y del empresariado nacional “desvirtúan lo que originalmente se presentaba como una renovación del peronismo”.
Ramón Vera, dirigente del peronismo de Moreno, leyó un documento a través del cual representantes de más de 100 distritos bonaerenses dejaron explicitada su oposición a participar de un espacio en el que se encuentra “la derecha reaccionaria del país”.
Tras considerar a Massa como un “traidor”, los integrantes del peronismo de Moreno que participaron del acto descolgaron un afiche de campaña de Sergio Massa y taparon con pintura negra las inscripciones proselitistas del frente del local.
La lona en la que se leía “Frente Peronista +A Massa” dejó su lugar a la pared en la que se aclaraba: “Sería bueno que en vez de +A. menos desilusión, menos mentira, menos traición, menos hdp, menos PRO y más peronismo”.
Y finalmente, la denominada “Militancia Peronista de Moreno” escribió que “sobre las cenizas de los traidores vamos a levantar la patria de los humildes”.
En diálogo con Télam, Vera dijo que “intentar negar el acuerdo con el PRO es como querer tapar el sol con las manos”; al tiempo que cuestionó también la presencia de la periodista del Grupo Clarín Mirta Tundis y del empresario de la Unión Industrial Argentina, José de Mendiguren, en la lista de candidatos del Frente Renovador.
Las más de 15 agrupaciones que firmaron el documento explicaron que “se bajaron cada uno de los carteles de Sergio Massa o +A, porque no tiene correspondencia que se llame Frente Renovador Peronista a un espacio cuya vertiente de pensamiento es hoy la derecha reaccionaria de nuestro país".
El comunicado está firmado por la Agrupación Lealtad y Solidaridad, Corriente Nacional & Popular +A, Frente Renovador, entre otros.
Durante la conferencia de prensa de hoy, los organizadores anunciaron que el próximo sábado a las 14 en Mar del Plata se realizará una convocatoria de similares características a la de hoy pero con participación de referentes de diferentes partidos de la provincia de Buenos Aires.
Télam
Declaran sitio de interés histórico al Balneario Luna Roja de Mar del Plata
El pasado 24 de marzo el sitio había sido señalizado por agrupaciones de DD.HH.
El Concejo Deliberante sancionó la ordenanza y el viernes se cumplirán 35 años del asesinato de cinco militantes por lo que se emplazará una obra en el lugar.
El sector costero ubicado en el kilómetro 542 de la Ruta 11, donde se encuentra el Balneario Luna Roja, fue declarado sitio de interés histórico por el Concejo Deliberante, a poco de cumplirse el 35 aniversario de la explosión intencional que se cobró la vida de 5 militantes durante la última dictadura cívico militar.
Así, por ordenanza se autorizó también el emplazamiento de una escultura conmemorativa, a cargo de la Asociación Memoria Fértil y al Encuentro Militante Carlos Miguel. De esta forma, el sitio quedará señalizado definitivamente.
La propuesta surgió desde el bloque del Frente para la Victoria y fue convalidada por el Cuerpo durante la última sesión ordinaria.
A través de la iniciativa, se busca recordar y homenajear a las víctimas de un simulacro de accidente con explosivos acontecido el 2 de agosto de 1978 en el lugar mencionado. Allí, murieron 5 militantes que se encontraban desaparecidos y cuatro de ellos -Lidia Mabel Venegas de Miguel, Ricardo Alberto Téllez y su esposa Antonia M. Fernández y Elizabet Kennet Marinelli- fueron identificados décadas después por el Equipo Argentino de Antropología Forense.
Venegas militaba en la FURN, y llegó a Mar del Plata en 1975 después del asesinato de su marido, Carlos Miguel. Trelles estudió veterinaria en La Plata y se radicó en la ciudad donde fue secuestrado junto a su esposa. Finalmente, Marinelli, era trabajadora de la salud, y su secuestro se produjo en un viaje entre Tandil y Mar del Plata. En tanto, la quinta persona que fue exhumada todavía no ha sido identificada.
En la noche del 2 de agosto de 1978, los militantes fueron trasladados -presuntamente desde la Base Naval, que funcionaba como centro clandestino de detención- al paraje Luna Roja y los funcionarios al servicio de la dictadura montaron un escenario para esconder el verdadero horror. Los asesinatos pasaron por un accidente de “extremistas” que manipulaban explosivos, pero luego se comprobaría, a través del Equipo de antropología, investigaciones y del libro de “Luna Roja” [de Carlos A. Bozzi], que las víctimas estaban atadas e inmovilizadas en el momento de la explosión.
Según las crónicas de la época, el hecho se produjo pasada la 1.30 de la madrugada en el sector cercano a la Barranca de los Lobos, en una casilla ubicada a pocos metros del balneario en cuestión.
A partir de la decisión del Tribunal Oral Federal de Mar del Plata, que en 2008 ordenó la exhumación de cadáveres sepultados como NN en el Cementerio Parque, el Equipo Argentino de Antropología Forense comenzó la ardua labor de identificar los cuerpos. Los profesionales determinaron, así, que cinco de éstos habían sido inhumados el 2 de agosto de 1978 con la intervención de la comisaría tercera, que por aquel año tenía jurisdicción en Luna Roja.
Finalmente, con los estudios de ADN cotejados con familiares de personas desaparecidas, se identificó primero a Lidia Venegas y luego a Ricardo Tréllez y Antonia Fernández.
El 24 de marzo de este año, familiares de las víctimas procedieron a señalizar por primera vez el lugar que ahora se declaró como sitio de interés histórico.
En esa oportunidad, Rodrigo Miguel, hijo de Lidia Venega, remarcó que era necesario que el lugar tuviera un señalamiento, para que los vecinos del barrio pudieran saber qué pasó allí. Adelantó que se preveía un acto para conmemorar los 35 años del lamentable hecho, lo que se concretaría este viernes con la instalación de una escultura.
Fuente: Diario El Atlántico, Mar del Plata
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LAS MULTIPLES CAUSAS EN LAS QUE ESTA INVOLUCRADO MAURICIO MACRI A maltraer con la Justicia
El jefe de Gobierno porteño está procesado como integrante de una asociación ilícita por espionaje. También es investigado por haber revelado cuándo y dónde se iba a realizar un aborto no punible y por la represión en el Borda.
Por Irina Hauser
Mauricio Macri tiene varias cuentas pendientes con la Justicia, en algunos casos más escandalosas de lo que públicamente ha quedado en evidencia a través de los medios de comunicación, cíclicamente con campañas electorales de fondo. El jefe de Gobierno porteño está procesado como integrante de una asociación ilícita que hacía espionaje telefónico desde el ámbito de su administración y de la Policía Metropolitana, y que tuvo entre las víctimas a su propio cuñado, Daniel Leonardo, así como al dirigente de familiares de AMIA Sergio Burstein. Tuvo suerte hasta ahora, porque gracias a la burocracia judicial todavía su caso no entró en la etapa de juicio oral. Además del expediente por el accionar de la UCEP (ver aparte), también es investigado por haber revelado cuándo y dónde se iba a realizar un aborto no punible a una mujer violada y está implicado en el expediente sobre la represión en el Hospital Borda. Fue denunciado, a la vez, por incumplir 29 fallos sobre derechos sociales y económicos para proteger a personas en situación de vulnerabilidad.
La historia de las escuchas estalló en octubre de 2009, justo cuando estaba en plena conformación la Policía Metropolitana, con Jorge “Fino” Palacios –el comisario de histórica confianza de Macri– a la cabeza. Todo empezó cuando Burstein recibió un llamado anónimo en su casa, que atendió su hija, a quien le dijeron: “A tu papá lo está escuchando el Fino Palacios”. Después de que Burstein hizo la denuncia, que le tocó al juez Norberto Oyarbide, quedó en evidencia una trama asombrosa: tanto él como otras personas tenían sus teléfonos pinchados con órdenes judiciales emitidas desde dos juzgados de Misiones que los vinculaban con causas penales hasta por homicidio con las que no tenían absolutamente nada que ver. Con esas órdenes la Secretaría de Inteligencia (SI) realizaba las escuchas. El patrón común, además de que los pedidos de pinchadura venían de Posadas, era un personaje: el ex policía y espía Ciro James, que retiraba las grabaciones de la ex SIDE y sistemáticamente, antes y/o después, se comunicaba con Palacios.
Dos de las víctimas de las escuchas tenían alguna relación con Macri: Burstein porque había sido un ferviente opositor a la designación de Palacios en la Policía Metropolitana debido a su papel en el encubrimiento del atentado a la AMIA, por lo que fue procesado; y por otro lado había sido intervenido con la misma mecánica el celular del cuñado del jefe de Gobierno, el parapsicólogo Daniel Leonardo, casado con Sandra Macri. El espía James y Palacios se conocían desde muchos años antes, de la Policía Federal. El joven quería ingresar a la Metropolitana. Pero desde el año anterior a su fundación, ya tenía un contrato como asesor legal del Ministerio de Educación porteño por 6 mil pesos, que se inició en 2008, por la misma época en que escuchaban las conversaciones de Leonardo. Sin embargo, no hay ningún trabajo suyo documentado en esa función de abogado, sólo escuchas telefónicas.
La investigación penal llegó a determinar que con la misma metodología y siempre con colaboración de policías y funcionarios judiciales misioneros habían sido escuchados el abogado Francisco Castex, el empresario televisivo Carlos Avila, su yerno Federico Infante (directivo de TyC Sports), dos ejecutivos de supermercados Coto y Jorge Navarro (hermano de Juan Navarro, del Exxel Group), entre otros. La Sala I de la Cámara Federal llegó a responsabilizar a Macri en una de sus resoluciones del “armado” de una “estructura de inteligencia subterránea” “prohibida por la ley”. El líder de PRO, decía el tribunal, se habría encargado de “asegurar que la matriz del aparato clandestino de inteligencia se instale en su gobierno, se nutra de recursos y, de tal suerte, pueda funcionar”, además de que afirmaba que “sabía y participó” de las pinchaduras a Leonardo y Burstein.
Una vez que Oyarbide dio por terminada la investigación, a mediados del año pasado, quedaron en condiciones de ir a juicio Macri, James, Palacios, el ex ministro de Educación Mariano Narodowski, un secretario judicial, un grupo de policías misioneros y el ex juez José Luis Rey, destituido por estos hechos. El otro juez procesado, Horacio Gallardo, falleció en plena causa. El ministro de Justicia porteño quedó desvinculado del caso. Recientemente se sumó el número dos de Palacios, con quien compartía oficina en una consultora, Osvaldo Chamorro. La mayoría de las imputaciones son por asociación ilícita, violación de secretos y de la privacidad y falsedad ideológica.
La mayor demora en el trámite de la causa se debió a que el procesamiento de Macri estuvo bajo revisión de la Cámara de Casación Penal durante dos años, a pesar de que ese tribunal revisa procesamientos solo en casos excepcionales. En éste, se tomó todo este tiempo para dejarlo firme. Entretanto, Macri fue reelecto jefe de Gobierno. Este año la Cámara Federal rechazó todos los planteos de los imputados que quedaban pendientes, la fiscalía y las querellas pidieron llevar el caso a juicio oral. Hace algunos días el juzgado –en el que Oyarbide subrogaba y quedó a cargo de Sebastián Casanello– terminó de tramitar todas las impugnaciones de las partes contra esa elevación a juicio, que ahora sí se supone que será el próximo paso. Es difícil, de todos modos, imaginar a Macri y compañía en el banquillo hasta dentro de varios meses.
Mientras tanto, contra el jefe de Gobierno se abrieron y se cerraron causas. En marzo la Cámara del Crimen dispuso que se lo investigue por haber revelado el hospital público y la hora en que se practicaría en Capital un aborto no punible a una mujer que había sido violada y que era víctima de una red de trata, que quedó totalmente expuesta. El anuncio permitió que una organización llamada Pro Vida presentara un amparo para evitar la interrupción del embarazo, a lo que una jueza accedió. La Corte Suprema tuvo que intervenir rápidamente para autorizarlo. La denuncia penal, que apunta a Macri, a la ministra de Salud Graciela Reybaud, al ex director del Hospital Ramos Mejía, Carlos Mercau, y la jueza Myriam Rustán de Estrada había sido archivada, pero el tribunal de alzada dispuso reabrirla. Una de las imputaciones es violación a la ley de datos personales. También incumplimiento de deberes.
Otras causas, como la de la campaña contra Daniel Filmus dos años atrás, que se basaba en una encuesta telefónica trucha con datos falsos sobre su padre, rozaron al jefe de Gobierno, que no quedó directamente implicado. Esa causa puntual, que afecta a Jaime Durán Barba, quedó empantanada desde que está en la justicia porteña.
El año pasado quedó cerrada una causa contra Macri por irregularidades en la licitación para la explotación del llamado mobiliario urbano. También fue archivada una pesquisa por supuestos sobreprecios en las bicisendas.
Pero este año, en abril, a raíz de la represión en el Hospital Borda que la Policía Metropolitana desplegó para desalojar el taller protegido 19, Macri volvió a ser denunciando. El violento operativo, sin orden judicial, pretendía facilitar la demolición del taller, a pesar de que estaba protegido por una medida cautelar. Por el accionar de cerca de 300 efectivos policiales sufrieron heridas severas cerca de medio centenar de personas. Tanto Macri como el ministro de Seguridad, Montenegro, el de Desarrollo Urbano, Daniel Chaín, así como el jefe y subjefe de la Metropolitana, Horacio Giménez y Ricardo Pedace, fueron alcanzados por varias denuncias penales por abuso de autoridad, desobediencia, lesiones y privación ilegal de la libertad. Los expedientes quedaron hace un tiempo concentrados en manos del juez Jorge López y el fiscal Eduardo Cubría.
A todo esto se suma que el gobierno porteño tiene como práctica sistemática, por la que Macri también tiene causas en trámite, la de incumplir sentencias judiciales especialmente en materia de salud, vivienda, educación y alimentación. En el área de salud son muchas las disposiciones judiciales ignoradas como las que disponen que el gobierno aporte equipamiento, infraestructura e insumos. Otras disposiciones judiciales reclaman respuesta al déficit habitacional y la culminación de obras en las villas 31 y 31 bis. La lista sigue, las investigaciones contra el líder de PRO aún tienen destino incierto.
31/07/13 Página|12
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