domingo, 30 de junio de 2013
La política del diván Por Hernán Dearriba
El cierre de listas que el fin de semana pasado marcó el inicio del proceso electoral disparó la que podría ser una de las campañas más extrañas desde el regreso de la democracia. La conformación de las boletas de las distintas fuerzas amenaza con provocar un aluvión de consultas psiquiátricas de los electores, que tendrán serios problemas a la hora de encontrar un piso mínimo de coherencia entre los aspirantes de la oposición.
Por donde se mire en las listas opositoras hay una seria carencia de identidad. Es por eso que los candidatos acuñaron por estas horas la frase sobre la diversidad y el diálogo, como argumento para explicar saltos mortales de una fuerza a otra, verónicas inexplicables desde la derecha al progresismo y volteretas esquizofrénicas de la izquierda al liberalismo.
El intendente de Tigre, Sergio Massa, viró de buenas a primeras en la estrella de la elección para muchos sectores que no encontraban un candidato presentable desde la centroderecha. Mauricio Macri, que hasta hace pocas semanas era la esperanza blanca de la derecha, volvió a mostrar su perfil adolescente en la construcción de un espacio político, decidió no presentar listas en la provincia de Buenos Aires y confirmó así el carácter vecinalista del PRO. No tendría que sorprender esa decisión del alcalde viajero que ya bajó en 2011 su candidatura presidencial luego de enterarse que la distancia que lo separaba en intención de voto de Cristina Fernández se medía en leguas.
La confirmación de ese fracaso le dio un efímero aire a José Manuel de la Sota, en su enésimo intento por nacionalizar su imagen que no hace pie más allá de los límites territoriales cordobeses. Por eso, luego de la ratificación de que el gobernador Daniel Scioli se mantendría dentro del espacio oficialista, todas las miradas se posaron en el Frente Renovador.
El más afectado, al menos a juzgar por la virulencia de las críticas, fue Francisco de Narváez que teme perder a manos del alcalde tigrense, una parte sustantiva de sus votantes. Pero Massa enfrenta un problema fundacional: unificar el discurso político de una lista de candidatos que tiene la heterogeneidad de la legión extranjera.
Bajo el mismo techo conviven la periodista Mirta Tundis, que esta semana dio a conocer su pertenencia socialista, pero celebró la incorporación del PRO al Frente Renovador; y el vicepresidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), José Ignacio de Mendiguren, que justificó su presencia en la fuerza de Massa argumentando que era el único espacio que le había ofrecido la oportunidad de llegar al Congreso con un mensaje industrial. También aparece el actor Fabián Gianola que enfrentó serias dificultades a la hora de conjugar un discurso político; y las candidaturas testimoniales de un puñado de intendentes de la provincia. Hay en esa nómina un tinte noventista, que puede encontrarse también en el frustrado armado del PRO con Miguel del Sel en Santa Fe o la aventura de Alfredo de Angeli en Entre Ríos.
Massa arranca desde un piso de consideración alto, y los primeros sondeos lo dan liderando la intención de voto en el distrito. Pero habrá de recorrer un largo trecho. El intendente de Tigre se propone como una alternativa crítica al kirchnerismo, pero lejos de la oposición cerrada del resto de las fuerzas políticas y por eso esquiva las definiciones sobre los temas centrales, lo que profundiza la crisis de identidad de Frente Renovador. ¿Es una lista del oficialismo, de la oposición? El segundo en la nómina de candidatos, Darío Giustozzi, se había inscripto apenas unas horas antes del cierre de las listas para competir dentro del Frente para la Victoria. Con el plazo vencido mostró sus críticas al gobierno.
La lista de Massa no es la única desconcertante. Elisa Carrió disputará las internas en la Ciudad de Buenos Aires dentro de UNEN, la agrupación que reúne a la UCR, la Coalición Cívica, Proyecto Sur y el GEN. Lilita fue uno de los referentes de la oposición en aquellas jornadas de máxima tensión política por la Resolución 125 en 2009. Ahora enfrentará en las primarias dentro de la misma fuerza política a Martín Lousteau, el ex ministro de Economía que diseñó el programa de las retenciones móviles. La campaña de las PASO tal vez sirva como terreno fértil para debatir aquellas viejas diferencias.
El líder de Camioneros, Hugo Moyano, se transformó el domingo pasado en candidato testimonial a diputado por la lista de Francisco de Narváez. El "Colorado" pronosticó en varias oportunidades que Moyano terminaría tras las rejas, mientras que el camionero no ahorraba críticas a la figura del diputado. El mismo esquema se replica en la lista que comparten Victoria Donda y Alfonso Prat-Gay. Y para qué reparar en la sucesión ininterrumpida de loops que practica en cada elección Patricia Bullrich, que ahora integrará la boleta del PRO en la Ciudad. Toca a la ciencia definir si hay allí un caso de trastorno de personalidades múltiples.
En el fondo, esas mutaciones de los políticos profesionales –que cada vez más se parecen a jugadores de fútbol que cambian de equipo a la búsqueda del mejor contrato– marcan la profunda destrucción del sistema de partidos políticos que dejó la crisis de 2001. Las listas se construyen a partir de una acumulación de figuras, la mayoría de ellas que busca renovar sus bancas, sin sustento de militancia en el territorio y presentadas en los estudios de televisión.
El proyecto coincidente pasa por evitar una reforma de la Constitución que podría abrir la puerta a un tercer mandato de Cristina Fernández. No deja de sorprender que la presidenta afirme en público, y en cada oportunidad que tiene, que no pretende modificar el texto constitucional para conseguir cuatro años más en la Rosada, mientras la oposición construya su plataforma electoral sobre la base del rechazo a ese proyecto.
La contracara a ese panorama se ve en las listas del Frente para la Victoria. La presidenta diseñó las nóminas de postulantes sobre la base del respaldo irrestricto a su proyecto político y también la coherencia ideológica. Hubo espacio para los intendentes y no se cumplieron los vaticinios que anticipaban listas plagadas de jóvenes camporistas desplazando a los referentes del peronismo. Ayer, la presidenta fue clara en su mensaje en La Paternal cuando afirmó que los integrantes del Frente para la Victoria nunca tuvieron que disfrazarse de nada para ganar una elección. El mensaje también puede interpretarse como una comparación entre las volteretas de los candidatos actuales con aquella promesa del salariazo y la revolución productiva que depositó a Carlos Menem en la Rosada. Varios años después el riojano reconoció entre risas que si daba a conocer sus intenciones en la campaña jamás ganaría la elección.
El mismo gesto de coherencia debe ponderarse en la figura del gobernador Daniel Scioli que decidió no sacar los pies del plato. Para algunos, el mandatario bonaerense tomó la decisión desde el convencimiento de que romper con el oficialismo hoy no le deparaba ningún rédito político con dos años y medio de gestión en el desierto por delante, pero otros argumentan que nunca estuvo en sus planes saltar el cerco, por lo que lo único novedoso en su decisión es que no hubo ninguna novedad. Después de aquel paso, Scioli volvió ayer a recibir señales de respaldo de parte de Cristina en el microestario de Argentinos Juniors.
El acto fue compacto, mostró un amplio respaldo de los gobernadores y sectores sindicales a los candidatos de la presidenta y fue además la confirmación de que Cristina Fernández será la cara del oficialismo en la campaña para conseguir el objetivo político de prolongar por otros diez años ese modelo político. La presidenta ratificó el rumbo de su gobierno para los dos años de mandato que le quedan y señaló que la fuerza que conduce estará siempre del lado de los trabajadores. Podrá ganar o perder pero el mensaje es bastante claro. Para ver qué pasa en la oposición hará falta un viajecito al diván.
30/06/13 Tiempo Argentino
Las PASO del peronismo Por Hernan Brienza
La respuesta del peronismo ante la jugada del intendente de Tigre. La apuesta de Ricardo Lorenzetti.
El armado de lista de las PASO ha dejado un tendal de análisis en casi todas las publicaciones de corte político. Y casi todas coincidieron en algo: los próximos años serán definidos en el vientre del peronismo. O en eso que se conoce abiertamente como peronismo, aun cuando por ser tan veleidoso, incomprensible, contradictorio, sea difícil de aprehender. Porque como escribió alguna vez Martín Caparrós "si todo es peronismo, el peronismo no es nada". Es decir si cualquiera puede autoreivindicarse "peronista" es que se trata de un significante vacío que cualquiera puede llenar como más le plazca y sin ruborizarse.
En las últimas décadas ese movimiento se ha ido transformando, en diálogo permanente con la modernidad, en un pragmatismo que le permite mantenerse vivo y protagonista de los deseos –equivocados o no– de las mayorías. Nacido como un movimiento policlasista, industrialista, de corte nacional y popular, mantuvo cierta coherencia –más allá de los imaginarios de la juventud de los años setenta– hasta la muerte de su líder. En los '90, el menemismo lo transformó en una maquinaria política neoliberal que mantenía el policlasismo pero que había abandonado las demás variables constitutivas. El kirchnerismo recuperó algunas de los elementos tradicionales del peronismo original, pero los matizó con una concepción "progresista" que lo acercó a algunas posiciones de centroizquierda. Es decir, a lo largo de los años el peronismo tuvo la capacidad de armar, desarmar y rearmar –muy matizado– el Estado de Bienestar; nacionalizar, privatizar y renacionalizar las principales empresas del servicio; industrializar, desindustrializar y reindustrializar la economía; y distribuir, concentrar, y redistribuir la riqueza en la Argentina. Lo que nunca se había dado desde los años setenta hasta ahora es que los modelos, en pugna a lo largo de una línea de tiempo, pudieran competir de forma tan marcada en un corte transversal. Hoy, disputan al interior del mismo movimiento las distintas líneas de acción. Al kirchnerismo se le opone una visión lavada del noventismo. Hoy "peronista" puede significar ser una cosa y la otra al mismo tiempo y sin el menor riesgo de contradicción. O como me dijo un puntero político del Conurbano bonaerense que ya se alista con las pretensiones del intendente de Tigre Sergio Massa: "Yo apoyo el modelo y a Cristina la re banco, pero voy a votar en contra, porque mi intendente cerró con Massita."
Esquizofrenias aparte, lo que demuestran ciertas jugadas en el territorio bonaerense es que la maquinaria político electoral del peronismo cruje nuevamente ante la posibilidad de que se produzca una modificación en la conducción del movimiento. Y se sospecha. Conduce el que gana. Y como no sea cosa que uno u otra pueda ganar se ponen los huevos en distintas canastas. Sin importar demasiado –dice el prejuicio– si se es de Intransigencia y Movilización, de la UPAU, de Montoneros, del Comando de Organización, del PRO o de La Cámpora. Mientras gane y asegure la continuidad y un buen reparto de incentivos, alcanza. Después de todo es la lógica del poder y de la política. En el Gran Buenos Aires y en Alemania.
Pero habría que matizar un poco eso del "aparato bonaerense". ¿Qué significa? ¿Hay uno o pequeños aparatitos distritales? ¿Es lo mismo Martín Insaurralde que Massa? ¿o Hugo Curto y Jorge Ferraresi? No sea cosa que el tan mentado "aparato bonaerense" resulte ser más un rompecabezas que un "Gurbo" invencible.
El problema para los jugadores especulativos es que no está del todo claro el panorama dentro del peronismo. ¿Por qué? Porque a pesar de ciertas dificultades que pueda atravesar el kirchnerismo, después de la experiencia de las elecciones de 2009, nadie –excepto los editorialistas voluntaristas de los medios hegemónicos– se anima a firmar el acta de nacimiento del "post kirchnerismo". ¿Y si el Kirchnerismo gana las elecciones de octubre como indican todas las encuestas qué ocurre con los porotos anotados en el Frente Renovador?
Lo cierto es que hoy por hoy algunos actores políticos están con la maquinita de la permanente esperando para hacerle los rulos al intendente de Tigre para el 2015. Pero la cosa no está fácil para Massa. Dos años es muy poco tiempo para instalarse como candidato presidenciable. Ni con Clarín y La Nación detrás es posible lograrlo –con Mauricio Macri no pudieron hacerlo en un lustro– sin un armado político real detrás que lo sostenga. Y nada indica que el "aparato justicialista nacional" esté dispuesto a ponerse a los pies del "intendente de Disneylandia" –en referencia a Massa– como ya ironizan algunos de los gobernadores que también están en los boxes.
Algo de razón tienen los titulares de los ejecutivos provinciales. ¿Por qué hombres como Sergio Urribarri, Juan Manuel Urutbey, Jorge Capitanich o el mismo Daniel Scioli, por ejemplo, que tienen experiencia de años sorteando los problemas reales de extensos territorios con déficits económicos e índices sociales difíciles, van a ponerse bajo la égida de un "pibe" cuya única experiencia es haber gestionado un municipio rico? En política, también, hay que pagar derecho de piso. Y tampoco nada es demasiado ineluctable.
Seguramente, Massa lo sabe. Y posiblemente, sólo se haya presentado como quien quiere hacer sapito en el lago. Es decir, ni siquiera él se hace los rulos y pretende pasar de la intendencia de Tigre a ser candidato expectante para cerrar, finalmente en el 2015, una indiscutible pole-position para la gobernación de Buenos Aires. Y después dejar que los círculos concéntricos vayan marcando el camino. Después de todo, si de las elecciones de octubre se trata, los más perjudicados son Francisco de Narváez, Hugo Moyano y Mauricio Macri. El primero, porque deberá repartir su clientela con un Massa que le es más cómodo al pejotismo bonaerense; el segundo, porque terminó acorralado en una alianza insostenible en términos discursivos e ideológico; y el tercero, porque sepultó sus pretensiones presidenciales al demostrar que puede armar un espacio político más allá de la General Paz.
Por último, un párrafo aparte merece un jugador extrapolítico que pareciera estar haciéndose los rulos para un futuro cercano. No proviene de los partidos políticos sino de la corporación judicial. Es un secreto a voces que el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, está construyendo su figura política, poniendo en riesgo el normal desempeño de las instituciones. Incluso algunos sostienen que estaría a punto de emitir un fallo contrario a la ley democrática de Medios Audiovisuales sólo con la intención de construir su propia imagen en vistas a intereses puramente personalistas. ¿Tiene derecho un ministro del "independiente" Poder Judicial a hacerse los rulos en materia política y fallar sólo en beneficio propio? Es de esperar, por el bien de la democracia, que esto no ocurra.
30/06/13 Tiempo Argentino
FERNANDO ARALDI OESTERHELD HABLA DE LA EXPERIENCIA DE RECUPERAR LOS RESTOS DE SU PADRE DESAPARECIDO
El reencuentro
El cuerpo de Raúl Araldi fue hallado por el EAAF en Tucumán. “Estuve en shock hasta que me pude formar en la cabeza que esa persona que era mi familia, mi papá, dejó de ser un relato para volverse carne”, explica Fernando.
Por Irina Hauser
Imagen: Bernardino Avila
Durante casi 38 años para Fernando la vida estuvo compuesta de relatos escuetos, algunas fotos y deducciones sobre quiénes fueron sus padres, Raúl Araldi y Diana Oesterheld, sus tres tías, y su abuelo, el escritor e historietista Héctor Oesterheld. De chico, pasó por la etapa de creerlos muertos en un accidente. Cerca de los nueve años empezó a entender que habían sido militantes políticos, que entre otros miles terminaron desaparecidos. Llegó a tener la certeza, tiempo después, de que a su papá lo habían asesinado. Saberlo era un paradójico alivio que resume en esta frase: “por suerte lo mataron”. Tal como estaba dada la historia, nunca imaginó que existiría alguna vez la posibilidad de pensar a su familia de otra forma que no fuera “desaparecida”. Pero un día, no hace mucho, todo cambió, y se transformaron su vida y su lugar en el mundo. Fue el reencuentro con el cuerpo de su papá, eso fue. Hallado casi íntegro en un cementerio municipal de Tucumán. Primero se sintió “en shock”, después le pareció que por fin conocía a su viejo, se contactó con los amigos de su infancia y juventud, hasta que se decidió a enterrarlo rodeado de todos ellos en el cementerio de la Chacarita, un acontecimiento que vivió –paradójicamente– como si fuera una fiesta.
Fernando Araldi Oesterheld es flaquito y enérgico. Escribe poesía y es fotógrafo. Como vivió muchos años con sus abuelos paternos dice que estuvo “en una nebulosa de sentirme siempre nieto, en esa condición, y de repente, cuando aparecieron los restos de mi papá, me sentí hijo, mucho más hijo que nunca. Ojalá encontraran también a mi vieja, y al resto de mi familia. Siempre mi vida fue así: tengo tías pero no las tengo, tengo abuelo pero no lo tengo, soy hijo pero no soy, tengo un hermano pero tampoco lo conozco. Todo medio en el aire, y de repente esto me puso en mi lugar”.
Hacer desaparecer los cuerpos fue la estrategia macabra del terrorismo de Estado para borrar las huellas del exterminio masivo que ejecutaba. La posibilidad de que los desaparecidos dejen de serlo es fruto de la búsqueda de los familiares y organismos de derechos humanos, y pudo empezar a hacerse realidad con el trabajo y las investigaciones del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), integrado por profesionales de múltiples disciplinas que van desde antropólogos e historiadores hasta forenses y abogados. En cada hallazgo de todo o parte de un cuerpo hay un trabajo milimétrico, que incluye la reconstrucción de la vida de esa persona, todos los rasgos, su personalidad y sus costumbres, además de los estudios genéticos y científicos. Esta circunstancia tiene un gran impacto en la vida de los familiares. Detrás de las 700 identificaciones que logró el EAAF desde la época del Juicio a las Juntas, a mediados de los ochenta, hubo también cientos de vidas conmocionadas.
Al compartir la intimidad de esa situación, Fernando explica: “Cuando los padres y otros integrantes de la familia están desaparecidos, uno los tiene presentes toda la vida pero no imagina esa posibilidad de que puedan aparecer los restos. De repente eso sucede y se te viene todo encima. Al principio yo estuve en shock, hasta que me pude formar en la cabeza que esa persona que era mi familia, mi papá, dejó de ser un relato para volverse carne”, explicó. “También sé que así como es probable que para los que somos hijos es un hecho positivo que aparezcan los restos de nuestros padres y poder enterrar sus cuerpos, seguramente para mis abuelos, que fallecieron hace unos años, hubiera sido distinto. Ellos siempre guardaban la esperanza de que mis viejos aparecieran con vida. Encontrar los restos hubiera sido para ellos la confirmación de la muerte; para mí fue un motivo de festejo”, agrega.
“De acá vengo yo”
El 26 de julio de 1976 Fernando estaba con su mamá en la casa de unos amigos en Tucumán cuando irrumpió una patota policial, que mató a dos de los que estaban allí. El tenía un año y los policías se lo llevaron a la Casa Cuna. Diana, con sus 23 años, estaba embarazada de seis meses. Escapó, pero la secuestraron a los pocos días y estuvo en cautiverio. Sus abuelos paternos fueron a buscarlo y un tiempo después lo llevaron a vivir a Buenos Aires. A su papá, que le decían Capitán Pocho, lo mataron en agosto de 1977, a los 30 años, en una cita cantada en un bar al norte de San Miguel de Tucumán. Diana y Raúl militaban en Montoneros. También están desaparecidas sus tías, hermanas de su mamá, Estela, Beatriz y Marina, y el papá de todas ellas, Héctor Oesterheld.
“Hasta que tuve ocho o nueve años no supe la verdadera historia”, cuenta Fernando. “Para que creciera mentalmente sano no me decían la verdad, sino que mis papás habían fallecido en un accidente. Pero siempre supe, desde chiquito, que mis abuelos eran mis abuelos, y que mis padres estaban ausentes. Después ya pude ir armando la historia”, cuenta. Por muchos años se aferró a lo que le contaban sus abuelos. Cuando comenzaron los juicios por los crímenes de la última dictadura en Tucumán, empezó a tener más detalles. Ahí supo, por ejemplo, que su mamá había estado detenida en el centro clandestino que funcionaba en la Jefatura de Policía, aunque no está claro cuánto tiempo, ni cuándo ni dónde dio a luz a su bebé. Un testigo que estuvo secuestrado y que luego trabajó para la policía entregó en 2010 dos biblioratos con una lista con 293 de las personas privadas ilegalmente de su libertad allí. Al lado de 195 de esos nombres figuraba la sigla “DF”, que significaba “disposición final”, es decir, que los habían asesinado. Uno de esos nombres era el de Diana, su mamá.
Fernando busca a su hermano, por eso dejó hace tiempo una muestra de sangre en el Banco Nacional de Datos Genéticos. Después supo que podía hacer lo mismo en el EAAF, que rastrea los cuerpos de víctimas de la maquinaria represiva de la última dictadura. En un comienzo, lo hizo en cementerios. Con el tiempo, a medida que se complejizó el trabajo y se perfeccionaron las técnicas, el equipo llevó su búsqueda a batallones y destacamentos militares. Hubo hallazgos en Campo San Pedro, en Santa Fe, en el Arsenal Miguel de Azcuénaga y en el Pozo de Arana.
Al papá de Fernando lo encontraron en uno de los cementerios municipales de Tucumán. Cuando el EAAF lo llamó para darle la noticia, pidió verlo y quedó perplejo. Pudo imaginarlo casi perfectamente, con ropa de invierno, jeans y una campera azul inflada, como los investigadores le dijeron que estaba el día que lo mataron, y con su estatura de 1,72 metros. Mentalmente vio ese momento como una película. A partir de entonces fue varias veces al EAAF. No se cansaba de hacer preguntas.
“También empecé a conocer a los amigos de mi viejo del secundario y de la universidad. Había estudiado química y le faltaba una sola materia para recibirse. Me contaron que en la secundaria era un tipo jodón, recién en la facultad se metió en política”, detalla. “Esto me permitió acercar aquello que estaba en relatos y ver a mis viejos como seres humanos, empecé a conocer cosas del día a día, y tuve la sensación de que, bueno, ‘de acá vengo yo’, ya no está todo en el aire. Ahora me gustaría tener algo que me atraviese como a ellos los atravesó la política”, reflexiona. “Yo recuperé mi historia”, enfatiza en el programa de Radio Nacional Gente de a pie y propone que quienes aún no se animaron a dar muestras de sangre al EAAF o no sabían que podían, que lo hagan. Más aún teniendo en cuenta que hay 500 cuerpos hallados todavía sin identificar.
Recuperar y celebrar
Además de recuperar los restos de su papá, en medio de los juicios de lesa humanidad en Tucumán, Fernando pudo recuperar también la casa donde había vivido allí durante su primer año de vida. “Había sido usurpada por María Elena Guerra, que era policía en la dictadura, y aparentemente era la amante de Roberto Albornoz, que era el jefe de la Policía. Ella vivió años en esa casa y decía que era suya porque pagaba los impuestos”, relata. Hace poco, en un juicio, recuperó la vivienda, que donó. Albornoz fue condenado por la desaparición de sus padres, entre otros 16 casos.
De su mamá, a Fernando le contaron que tenía “una personalidad avasallante a nivel de su compromiso político”, “siempre dispuesta al trabajo social”, que además era lo que estudiaba. Su departamento actual, en Palermo, está rodeado de libros de su abuelo Héctor. “Su obra me sirvió mucho para conocerlo. Trato, además, de separar a mi abuelo en su parte política de su parte artística. A través de sus cuentos de ciencia ficción, por ejemplo, lo puedo conocer, admirar y cuestionar.” No todo, aclara, es El Eternauta, su obra más importante.
En abril pasado Fernando vivió momentos verdaderamente extraños, dice. Fue cuando se puso a planificar la ceremonia para despedir los restos de su papá en el cementerio de Chacarita. Para él era una celebración, pese a que los entierros suelen ser motivo de tristeza. Además, advirtió que podía sepultarlo junto con sus propios padres, Juan Araldi y Soledad, que fallecieron en 2007 y 2010. “Los junté a los tres, fue una satisfacción total”, cuenta. Estaba contento. “Nunca imaginé que vendría tanta gente. Fue tan lindo, ¡hasta di un discurso!, y habló la esposa de un hermano de mi papá”, se emociona. Desde ese día, todo el tiempo le resuena una frase de uno de los amigos del secundario de su papá: “Por fin –le dijo– tu viejo está donde tenía que estar, acá entre nosotros”.
30/06/13 Página|12
Hacerse amigo del juez Por Ricardo Forster
Hacerse amigo del juez
Por Ricardo Forster
Hace casi tres años, en septiembre del 2010, escribí, bajo este mismo título, un artículo en el que destacaba las aceitadas relaciones que, desde el fondo de nuestra historia, vinculaban a los intereses de los grupos de poder económico con una parte fundamental de la corporación judicial; y lo hacía señalando las trabas y complicidades evidentes de ese poder con la corporación mediática, su afinidad absoluta para trabar la plena aplicación de una ley votada con amplísimo consenso en el Congreso de la Nación y que reafirmaba la necesidad de derogar una legislación que provenía de los años de la dictadura y que suponía, bajo su “mejoramiento” neoliberal y menemista, la ampliación discrecional del proceso de monopolización en el espacio comunicacional avanzando hacia una efectiva restricción del derecho a la igualdad por parte de quienes se ufanan de ser los adalides de las libertades públicas y, fundamentalmente, de las de expresión y prensa. Lejos de modificarse esa lógica de la complicidad entre estructuras corporativas, lo que se ha profundizado en la actualidad es precisamente el reforzamiento de esas tramas de intereses y esa vocación por exigir democracia e igualdad para todo aquello que no involucra los propios espacios autorregulados y que no dan cuenta ante nadie de sus eternizaciones. El último fallo de la Corte Suprema de Justicia decretando la inconstitucionalidad de la ley de reforma del Consejo de la Magistratura va, sin dudas, en esa misma línea de cinismo corporativo que impide la ampliación del derecho al ejercicio de la soberanía popular en la elección de los miembros de un órgano político como lo es el Consejo. Es un problema no menor cuando el único poder de la República que no se somete a la soberanía popular se convierte en el instrumento del poder corporativo para frenar los procesos de cambio que apuntan a ampliar derechos y, sobre todo, a generar las condiciones para la construcción de una sociedad más democrática e igualitaria. Es siguiendo estas reflexiones que recupero, ahora, lo que escribí, hace casi tres años.
La libertad de prensa y la libertad de expresión son dos pilares insustituibles del Estado de derecho; no es posible imaginar una democracia que ponga entre paréntesis cualquiera de estas dos formas indispensables del ejercicio de la libertad. De la misma manera deberíamos decir algo equivalente de la igualdad en el acceso a la comunicación, de la existencia de mecanismos y de leyes que protejan el derecho igualitario a distribuir palabras e imágenes.
Para algunos privilegiados ni siquiera es aceptable una democracia formal, para ellos cualquier legislación que busque ponerles límites a sus ambiciones desmedidas constituye una invasión inadmisible en los derechos inalienables del ciudadano y un atentado contra la propiedad privada. Vociferan contra los “tiranos que restringen las libertades” mientras utilizan con absoluta impunidad leyes y decisiones arbitrarias impuestas por la dictadura y que cercenan el acceso libre e igualitario a la expresión escrita y audiovisual. Sin inconvenientes separan libertad e igualdad; la primera les sirve para desplegar sin ninguna limitación sus ideas y sus intereses, la segunda la restringen a una pura forma vacía que, cuando intenta en manos de los incontables de la historia afirmar su contenido ausentado de la realidad, se convierte, por arte de la ideología de las derechas, en “populismo”. Antes, cuando otros miedos y otros adversarios les quitaban el sueño, preferían hablar de “comunismo” y desatar sobre sus opositores políticos y sociales a sus cancerberos, a los “perros de la noche”. Hoy, cuando otros vientos soplan por el país y por gran parte de Sudamérica, cuando la matriz neoliberal es duramente cuestionada y se busca avanzar en proyectos de raigambre democrática y popular que hacen eje en una más justa distribución de la riqueza, utilizan todos los recursos que les otorga su inmenso poder económico y simbólico para impedir que en la esfera decisiva de la comunicación se avance en un sentido efectivamente igualitario. Ese sigue siendo el litigio central de nuestras sociedades, el que mayores resistencias provoca en los viejos poderes hegemónicos que estaban convencidos de que la historia estaba clausurada y de que la inexorabilidad de su modelo de acumulación especulativo-financiera había logrado eternizarse entre nosotros.
Mientras que nadie parece discutir las dos formas de la libertad mencionadas más arriba, algunos, los privilegiados y los que suelen acumular gran parte del poder económico y mediático, han impedido y lo siguen haciendo que la igualdad, aquello que los griegos de la antigüedad llamaban isegoría (es decir el derecho de todos, pobres y ricos, buenos retóricos y tartamudos, peones y albañiles, marineros y comerciantes, a tomar la palabra y expresar en igualdad de condiciones sus ideas) no sea una mera declamación, una vieja y ajada aspiración democrática que nunca se cumple, sino un derecho efectivo y protegido por las leyes del Estado. A los poderosos siempre les interesó la “comunicación”, los modos de su circulación y de su control, porque saben, siempre lo han sabido, que ella garantiza sus intereses y la proliferación de su ideología.
Para la corporación mediática cualquier legislación que busque ponerle freno a su poder monopólico constituye un “atentado a la libertad de expresión”, una “herida de muerte infligida a la democracia por el totalitarismo de turno”, “una prohibición a pensar distinto y un silenciamiento de los opositores”. Algunas de estas frases han proliferado en los últimos años y se han intensificado allí donde una parte significativa de la sociedad acompañó la decisión del gobierno nacional de llevar adelante un proyecto de ley de servicios audiovisuales que, finalmente, fue aprobado por amplia mayoría en el Parlamento. Lo que estuvo silenciado durante gran parte de estos tiempos abiertos con la recuperación democrática del ’83 salió a la luz del día, encarnó en diversos actores de la sociedad, se desplegó en el espacio público y llegó al Congreso de la Nación gracias a la decidida intervención de Cristina Fernández que tuvo la vocación política de la que carecieron los anteriores gobiernos democráticos.
Gritos, descalificaciones, insultos, acusaciones de autoritarismo quedaron vaciados de contenido una vez que los debates públicos lograron horadar el grueso muro de la discrecionalidad y la impunidad que durante décadas protegió los intereses de los grupos monopólicos. Argumentos de diversas índoles fueron arrinconando la chatura expresiva y conceptual de una derecha que no pudo decir otra cosa que aquello de la chavización, creyendo que el espectro del venezolano, su imagen de comeniños desplegada por casi toda la prensa “seria” del mundo occidental, alcanzaba para desdibujar e impugnar el esfuerzo cultural y militante por derogar una ley que venía de los años dictatoriales.
Derrotados en el plano de las ideas y en el de la democracia legislativa, buscaron refugio en el Poder Judicial, sabiendo que allí encontrarían jueces “a la carta” siempre disponibles para defender sus intereses, del mismo modo que una parte notable del aparato judicial siempre ha sido cómplice de lo peor en el país (¿puede funcionar acaso una dictadura sin la venia de los jueces?, ¿cuál es la “neutralidad” de jueces que ideológicamente actúan y piensan como los grupos concentrados? Una de las ficciones del liberalismo ha sido permanentemente desmentida en la Argentina, la ficción de una Justicia objetiva que trata por igual a ricos y pobres, poderosos y débiles. Habiendo lúcidas y significativas excepciones, la trama mayoritaria de la Justicia argentina ha girado, desde tiempos inmemoriales, hacia la derecha más rancia, esa misma que hoy suele manifestarse desde las páginas de La Nación y de su aliado monopólico).
Es indiscutible que la democracia necesita de la división de poderes, pero también necesita de la independencia de los jueces y de los legisladores respecto de los poderes económicos. La historia argentina está atravesada por el desequilibrio entre aquellos que siempre han tenido “un juez amigo”, “un comisario cómplice” y un “militar en el directorio”. Ahora encontramos esos jueces entre aquellos que están disponibles para proteger a capa y espada los intereses de los grupos mediáticos concentrados porque al defenderlos en realidad defienden sus propios intereses y sus convicciones político-ideológicas. Es tarea de todos aquellos que reivindican una democracia participativa, que no conciben la igualdad como una mera declamación ni como un mero dispositivo formal, seguir insistiendo para que la isegoría se instale como un valor perdurable de la vida social, cultural, política y económica. Mientras eso no ocurra seguiremos siendo sujetados por los poderosos de siempre, por aquellos que desde el fondo de nuestra historia han buscado impedir que los incontables sean, también, portadores de palabra y de derechos.
Esto escribía a finales del 2010. Sería muy poco lo que habría para agregar salvo que las cosas se han definido de una manera más conservadora y reaccionaria si es que tomamos la última decisión de la Corte. La inquietud, como no puede ser de otro modo, gira, ahora, en relación al demoradísimo fallo sobre la constitucionalidad completa de la ley de medios. Los antecedentes inmediatos no son alentadores aunque, por qué no, habría que rescatar los mejores momentos y fallos de una Corte que se relegitimó gracias a la decisión histórica de Néstor Kirchner de sacarla de su profundo envilecimiento cuando no era otra cosa que una Corte servil e impresentable. Algunos de los jueces que llegaron de la mano de esa decisión deberían recordar qué Argentina se agazapa detrás de los cantos de sirena que hoy se multiplican desde los medios concentrados de comunicación y en muchos de los voceros opositores. Lo cierto es que lo que no podrán impedir es que se multiplique el debate que hoy ya está atravesando a muchos miembros del aparato judicial y que se irradiará indefectiblemente al espacio público. Los tiempos del secreto y el encriptamiento de la “familia judicial” están cerca de terminar. Una lógica de la impunidad y de la trama corporativa que contradice la vida democrática y los ideales republicanos que muchos dicen defender cuando hacen todo lo contrario, está saliendo a luz. Contra esa democratización, de los medios de comunicación y de la Justicia, es que se asocian los poderes de siempre. Es una lástima que algunos miembros de la Corte (insisto, aquellos que llegaron gracias al profundo espíritu renovador de Kirchner que no eligió conformar una Corte adicta) privilegien los intereses corporativos y la visión liberal-conservadora a los profundos vientos de cambio que atraviesan desde hace una década la vida argentina y una parte significativa de Sudamérica.
30/06/13 Tiempo Argentino
Equidistancia Por Edgardo Mocca
La conformación de las listas para las primarias abiertas ha puesto a la luz pública lo que la elección presidencial de 2011 ya había dejado claramente planteado: el territorio central de la lucha por el rumbo político del país será el peronismo. Solamente con mirar los números de aquella votación alcanzaba para medir las posibilidades de aquellas fuerzas que se presentaban como portadoras de una alternativa bajo la forma del “todo o nada”, es decir con la pretensión de borrar de un plumazo la densa experiencia política de la última década, reducirla a un malentendido histórico, explicarla como una inescrupulosa aventura autoritaria. En aquella ocasión, quienes esgrimieron esa propuesta envueltos en la reivindicación de un “peronismo verdadero”, que retornaba para derrotar a quienes habían usurpado sus credenciales, fueron ignorados casi por completo por los supuestos destinatarios de esa prédica; entre los dos candidatos –Duhalde y Rodríguez Sáa– obtuvieron poco más del trece por ciento de los votos.
Quienes hoy se obstinan, desde diferentes lugares, en conformar una alternativa de la derecha clásica con el peronismo como soporte territorial y en abierta oposición al kirchnerismo son claramente los principales derrotados de este capítulo preelectoral. El modelo 2009 –no hace tanto tiempo como parece– fue el punto más alto alcanzado por esa empresa; De Narváez y Solá más la presencia virtual de Macri derrotaron electoralmente nada menos que a Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Fue la primera oleada de la doctrina del “fin de ciclo” y del “poskirchnerismo”, rápidamente adoptados como santo y seña por las corporaciones mediáticas y sus adyacencias intelectuales. Hay que decir que esa estrategia era y es la línea política principal del bloque principal que articulan los oligopolios comunicativos, preocupados no solamente por derrotar al actual gobierno sino por asegurar que esa derrota funcione hacia el futuro como un factor de redisciplinamiento político, en el sentido del carácter necesario del fracaso de cualquier experiencia transformadora en la Argentina. La propuesta política de un final catastrófico del ciclo parecía crecer cuando en la Cámara de Diputados se concretaba el llamado Grupo A, que tuvo su momento más glorioso en la repartija sin antecedentes de direcciones y mayorías en las comisiones parlamentarias contra la primera minoría electoral. Después, nada o casi nada; apenas el logro de obligar a la Presidenta al veto de una ley que otorgaba el 82 por ciento a los jubilados, sin ningún fundamento sobre las fuentes a las que recurriría el Estado para garantizarlo; es decir, una ley hecha para el veto.
Entre 2009 y 2011 naufraga la línea del “poskirchnerismo” entendida como negación de todo valor de la experiencia de estos años y como derrumbe liso y llano del gobierno. La última elección parecía haber sido el golpe de gracia para esa estrategia, pero la incompartida centralidad ideológica de los grandes medios en la conformación de la agenda y el discurso opositor la sostiene en el centro de la escena. Las marchas de las cacerolas la mantienen viva en el corazón de un sector de las clases medias, que construye el mapa cognitivo de la realidad argentina con las tapas de los principales diarios y su rebote incesante a lo largo de las cadenas mediáticas dominantes en el mercado. Elisa Carrió es la mejor intérprete política de esta escena y Lanata ha devenido su principal comunicador. Pues bien, ésta es la propuesta política que ha quedado casi totalmente desarticulada con el armado de las listas; no hay unidad electoral de la oposición y más bien parece haberse acrecentado la dispersión precedente. El acercamiento entre el radicalismo y el FAP es el máximo logro en este sentido, alcanzado sobre la base de un debilitamiento del perfil del centroizquierda y algunas deserciones en su interior. El “macriperonismo” no acabó de nacer y para nada desmiente esta afirmación el acceso de algunos macristas a lugares secundarios de la lista de Massa, con muy poco celo por su identidad PRO a la hora de negociarlas. Habrá que ver qué suman electoralmente las figuras famosas en algunos distritos, pero puede adelantarse que la pretensión presidencial de Macri ha quedado en las vecindades del fracaso.
La candidatura de Massa significa una pelea por cambiar el eje de la disputa política argentina. Un poco vulgarizado, el nuevo eje podría formularse así: no se trata de derrotar al kirchnerismo sino de superarlo y eso debe hacerse desde su propia experiencia de gobierno. Se logra demostrando que se puede gestionar bien sin necesidad de confrontación permanente. Y se puede conservar las conquistas de esta década modificando el clima político en la dirección del diálogo y la convivencia política. Hasta aquí sería la superación del “precaprilismo” de la oposición argentina, del que se ha hablado alguna vez en esta columna. Pero el parecido con el líder opositor venezolano termina ahí: en la Argentina kirchnerista los partidos y las tradiciones políticas no implosionaron con la crisis; el peronismo sigue siendo la gran mediación política de los liderazgos populares, cualquiera sea su repertorio ideológico. Y el fracaso de la última oleada de “ciclo cumplido” y poskirchnerismo dejó muy claro que la erradicación de la experiencia de este período histórico de la memoria peronista es una tarea imposible. Ni siquiera la garantizaría una ruptura por la vía de la desestabilización: el kirchnerismo ya no es hoy un conjunto de dirigentes que actúan en común, sino el nombre de una época política signada simultáneamente por la expansión de los derechos y la acentuación del conflicto con los sectores del poder tradicional de la Argentina.
De manera que Massa no es el Capriles argentino, sino el intento de enlazar simbólicamente la experiencia del kirchnerismo con una memoria peronista que lo incluye, pero que a la vez lo supera. Ya no se trataría de trabajar para el derrumbe político sino de crear las condiciones para una transición gradual, un “poskirchnerismo” pacífico y contenedor. El problema de este esquema es que en la Argentina de esta década no hay simplemente una competencia por los cargos decisivos, sino que hay una lucha por el poder. El kirchnerismo ha activado algunas de las más profundas querellas históricas argentinas, no ha dejado a ningún símbolo del poder real a salvo de la necesidad de legitimar esa posición, y de hacerlo no en una escena “normal” sino envuelto en duras confrontaciones. La política argentina no es hoy confrontativa y binaria por una ocurrencia unilateral de quienes están en el Gobierno; lo es porque la decisión política se ejerce hoy en nombre del pueblo tal como éste se expresa electoralmente y no respeta atributos tradicionales incapaces de sostenerse en la ley y en la constitución. La decisión puede hoy ser acertada o equivocada, pero no está subordinada a las “consultas” con los poderes fácticos, consultas que con frecuencia eran el nombre eufemístico de la extorsión.
El desfiladero de Massa es extraordinariamente angosto. Y no se hará más sencillo después de un eventual éxito electoral. El bloque mediático lo ha consagrado ya como la gran esperanza blanca: las principales columnas de opinión de Clarín y La Nación del día siguiente al cierre de listas lo hicieron explícito en términos que parecieran haber salido de la misma pluma. Pero los grandes medios ya han insinuado que su apoyo está condicionado a la agenda del candidato, a sus definiciones. Y a la hora de las definiciones no parece haber mucho término medio en la escena política argentina. En el plano retórico puede construirse un muro entre las conquistas y los conflictos. Puede decirse que no hace falta “crispación” para mantener y aumentar la Asignación Universal por Hijo, para aumentar salarios y jubilaciones, para extender derechos sociales e individuales. El problema aparece cuando se trata de explicar por qué “la caja” –ese diabólico símbolo de abuso estatal y atropello de derechos personales– pudo en estos años sostener las políticas redistributivas, actuar para mantener el nivel de empleo y mejorar sistemáticamente los ingresos. La fortaleza de la caja estatal se sostuvo sobre la disposición a avanzar con medidas de alta conflictividad política: vaya como ejemplo significativo la decisión de recuperar los aportes jubilatorios, antes en manos de grupos financieros, tomada a pesar del irónico escepticismo del entonces jefe de Gabinete Sergio Massa. La “caja” es una expresión concentrada de la decisión de ejercer el poder; por eso se ha convertido en un demonio para quienes manejan otras cajas.
La importancia de la próxima elección está inevitablemente vinculada con las presidenciales de 2015. Es decir, el trecho que tiene que recorrer la nueva versión del poskirchnerismo encarnada por el intendente de Tigre es largo y escarpado. No hay un día de tregua en la disputa política central planteada a lo largo de esta década. Difícilmente pueda mantener por mucho tiempo una imagen de equidistancia con la que no han de colaborar ninguna de las fuerzas que vienen pugnando todos estos años por el poder.
30/06/13 Página|12
UNA DE SUPERAGENTES Europa pide explicaciones por el espionaje de EE.UU.
"Excede a todo lo imaginable que nuestros amigos de Estados Unidos miren a los europeos como enemigos", se quejó la ministra alemana de Justicia, Sabine Leutheusser-Schnarrenberger. Ayer el excolaborador de los servicios secretos estadounidenses Edward Snowden reveló que la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) espió a la Unión Europea y a la ONU.
El escándalo desatado por la revelación de masivos programas de espionaje estadounidenses volvió a poner en jaque la política exterior de la Casa Blanca al teñir de sospecha su estrecha alianza con la Unión Europea (UE). La revelación de que la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos no sólo espió a estadounidenses y chinos, sino que almacenó mensualmente unas 500 millones de comunicaciones telefónicas o vía internet en Alemania y que instaló micrófonos y se infiltró en las redes informáticas de las delegaciones diplomáticas de la Unión Europea desató la indignación en Europa.
"Excede a todo lo imaginable que nuestros amigos de Estados Unidos miren a los europeos como enemigos", se quejó hoy la ministra alemana de Justicia, Sabine Leutheusser-Schnarrenberger. Según documentos secretos a los que tuvo acceso el semanario alemán Der Spiegel, Alemania es considerado por Washington como un socio "de tercera clase", lo que significa que el énfasis en la vigilancia no sólo es superior al de cualquier otro país de la UE, sino equiparable a China, Irak y Arabia Saudita. "Si los informes de la prensa son ciertos, entonces esto me recuerda a los métodos que usaban los enemigos durante la Guerra Fría", sentenció la ministra alemana.
"Podemos atacar las señales de la mayoría de socios extranjeros de tercera clase, y es lo que estamos haciendo", indica el documento de la NSA publicado hoy por el semanario alemán, el cual aclaró que el ente de inteligencia estadounidense sólo almacenó los datos de las comunicaciones, no el contenido. En un día normal, la NSA interceptaba hasta 20 millones de conexiones telefónicas y 10 millones de paquetes de datos electrónicos. En los días que merecían una atención especial según el criterio del gobierno estadounidense, la cifra de conexiones telefónicas interceptadas podía ascender a los 60 millones.
El seminario alemán Der Spiegel también citó un documento de la NSA de 2010 que apunta a las sedes diplomáticas de la UE y que fue filtrado por el extécnico de inteligencia Edward Snowden, el mismo "topo" que reveló los programas de espionaje en Estados Unidos y China, y que hoy se esconde en el aeropuerto de Moscú para evitar a la Justicia estadounidense. Según la revista, las agencias de espionaje de Estados Unidos espiaron despachos y sedes diplomáticas de la UE y hackearon sus sistemas informáticos, accediendo a documentos secretos y correos electrónicos confidenciales.
"Estos actos, si se comprueban, son inaceptables", condenó el canciller francés Laurent Fabius, según informó el diario británico The Guardian. El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, también se mostró molesto y dijo estar "profundamente preocupado y consternado por las denuncias sobre un presunto espionaje estadounidense a las oficinas de la UE". Agregó que "si esto resulta ser cierto, sería un asunto extremadamente serio que podría tener un impacto severo en las relaciones entre Estados Unidos y la UE".
Unasur desarrolla un mega-anillo de fibra óptica que pondrá fin a la dependencia Internet con EEUU
La Unasur aprobó un importante proyecto estratégico que comienza a desatar los lazos de dependencia con Estados Unidos: la creación de un mega-anillo de fibra óptica que hará que las comunicaciones internas de la región no pasen más por suelo estadunidense. La decisión de la primera reunión de los 12 ministros de Comunicaciones y Tecnologías de la Información reunidos en Brasilia el martes 29 es más importante aún, desde el punto de vista geopolítico, que los proyectos de infraestructura aprobados por el Cosiplan (Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento) al día siguiente en la misma ciudad.
Hasta ahora, las comunicaciones de Internet en la región sufren una dependencia casi increíble. Un mail enviado entre dos ciudades limítrofes de Brasil y Perú, por ejemplo entre Rio Branco, capital de Acre, y Puerto Maldonado, va hasta Brasilia, sale por Fortaleza en cable submarino, ingresa a Estados Unidos por Miami, llega a California para descender por el Pacífico hasta Lima y seguir viaje hasta Puerto Maldonado, a escasos 300 kilómetros de donde partió. Sobre esta base es imposible hablar de soberanía y de integración.
El anillo de fibra óptica tendrá una extensión de 10 mil kilómetros y será gestionado por las empresas estatales de cada país para que las comunicaciones sean más seguras y baratas. Para el Ministerio de Comunicaciones de Brasil, que gestó el proyecto, el anillo disminuye la vulnerabilidad que tenemos en caso de atentados, así como en cuanto al secreto de los datos oficiales y militares. Hasta hoy, 80 por ciento del tráfico internacional de datos de América Latina pasa por Estados Unidos, el doble que Asia y cuatro veces el porcentaje de Europa (Valor,28 de noviembre).
El ministro brasileño Paulo Bernardo dijo que el anillo estará concluido en dos años y que los costos actuales de Internet en América del Sur son tres veces mayores que los que se pagan en Estados Unidos. Para que los 12 países tengan un acceso igualitario a los flujos que se incrementarán por la conexión de nuevos cables submarinos, Bernardo adelantó la creación de puntos de intercambio de tráfico en las fronteras, de los que podrán colgarse las empresas. Para Brasil, el costo total del proyecto es de apenas 100 millones de dólares
Además de las decisiones de ambas reuniones de Unasur, Brasil decidió llevar a Naciones Unidas su negociación para la democratización de Internet, que está en manos de empresas estadunidenses. El embajador Tovar da Silva Nunes dijo el martes pasado que la gestión de los flujos de información no es inclusiva, no es segura, no es justa ni deseable.
El Cosiplan decidió impulsar 31 proyectos de infraestructura para 2012-2022, con un costo de 14 mil millones de dólares. Los cuatro más importantes son: corredor ferroviario entre los puertos de Paranagua (Brasil) y Antofagasta (Chile), con un costo de 3 mil 700 millones de dólares; carretera Caracas-Bogotá-Buenaventura-Quito, o sea, con salida al Pacífico, con un costo de 3 mil 350 millones de dólares; ferrocarril bioceánico Santos-Arica, trecho boliviano, que costará 3 mil 100 millones, y la carretera Callao-La Oroya-Pucallpa, que costará 2 mil 500 millones de dólares. En su mayor parte serán financiados por el BNDES de Brasil, pero podrán participar el Bandes de Venezuela, el Banco de Inversión y Comercio Exterior de Argentina y el regional Banco del Sur.
Todas estas obras forman parte del proyecto IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana), y están siendo contestadas por los pueblos, como sucedió en Bolivia con la carretera del TIPNIS y en Perú con las hidroeléctricas. La conversión de la región en potencia global, de la mano de Brasil, se procesará con un aumento de la explotación de los recursos naturales y de las personas. Es el mismo camino que antes recorrieron los países del norte y luego los emergentes.
Hay muchas más novedades en esta región. La reunión del Consejo de Defensa de la Unasur, realizada en Lima el 11 de noviembre, acordó 26 acciones en el contexto del plan de acción 2012 para la integración en materia de defensa y la creación de una agencia espacial regional. Argentina quedó encargada de poner en marcha la fabricación de un avión de entrenamiento para la formación de pilotos, en cuyo proceso participarán Ecuador, Venezuela, Perú y Brasil. Cada país fabricará partes que luego serán ensambladas en un lugar a determinar. Brasil, por su parte, quedó al frente del proyecto de avión no tripulado para la vigilancia de fronteras.
La región sigue así los pasos del acuerdo estratégico de defensa suscrito el 5 de septiembre entre Argentina y Brasil, que se plasma por ahora en la fabricación del carguero militar KC-390, diseñado por la empresa aeronáutica Embraer, en Brasil, que contará con piezas fabricadas en Córdoba, Argentina, con una inversión conjunta de mil millones de dólares, en la fabricación conjunta de vehículos de transporte y blindados, y la cooperación de las industrias navales y aeroespacial, y en el área de la ciberdefensa.
Es la primera vez que se toman este tipo de decisiones en el ex patio trasero de Washington. Además, y este dato no es menor, el proyecto del anillo de fibra óptica fue pergeñado en Bogotá por el ministro brasileño Bernardo; María Emma Mejía, la persona designada por Juan Manuel Santos para presidir la Unasur, y el presidente del BID, Luis Alberto Moreno, amigo personal del banquero Luis Carlos Sarmiento, el hombre más rico de Colombia, partidario de firmar un TLC con Brasil y de asociar las bolsas de valores de ambos países.
Eso puede explicar las intempestivas declaraciones de Álvaro Uribe contra las buenas relaciones colombo-venezolanas y el artículo de Roger Noriega en InterAmerican Security Watch, quien llamó a su país a preparase para una intervención militar en Venezuela, donde Estados Unidos compra 10 por ciento de su petróleo (9 de noviembre). Es evidente que el imperio en decadencia no va a contemplar pasivamente cómo pierde el control de la región sudamericana.
Unasur aprobó un importante proyecto estratégico que comienza a desatar los lazos de dependencia con Estados Unidos: la creación de un mega-anillo de fibra óptica
La Jornada, 22 de mayo de 2013 – Raúl Zibechi
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