jueves, 2 de mayo de 2013
TIEMBLA LA OPO JOVENES QUIEREN VOTAR!! RECURSOD E AMPARO Y CAUTELAR YA!!
EL 57,7 POR CIENTO DE LOS CHICOS DE 16 Y 17 AÑOS EN CONDICIONES DE HACERLO RENOVO SU DOCUMENTO DE IDENTIDAD
750 mil jóvenes con ganas de ir a votar
El martes se cumplió el plazo para el cambio de DNI, requisito necesario para que los nuevos votantes puedan ejercer su derecho. El Gobierno y los dirigentes juveniles de todas las fuerzas políticas consideraron auspicioso el nivel de interesados.
Por Nicolás Lantos
Alrededor de 750 mil jóvenes de 16 y 17 años estarán habilitados para votar en los comicios de este año tras haber realizado la renovación de su documento de identidad, informó el Ministerio de Interior y Transporte luego de la fecha límite para llevar a cabo el trámite. La cifra, que representa a un 57,69 del total de ciudadanos de esa edad, fue calificada como “muy positiva” por el titular de esa cartera, Florencio Randazzo. “Con la reforma electoral y el voto optativo a partir de los 16 años dimos un paso muy importante en la ampliación de la ciudadanía que se manifestó en el interés de los jóvenes por renovar su DNI y poder participar en las próximas elecciones”, manifestó el funcionario. Al respecto, Página/12 habló con referentes de espacios de juventud tanto dentro del kirchnerismo como en la oposición, quienes coincidieron en destacar el elevado número de adolescentes interesados en votar y en que la medida repercutirá de forma positiva en el sistema político argentino.
“Son 739.439 los jóvenes de entre 16 y 17 años que renovaron su Documento Nacional de Identidad y están habilitados para votar en las próximas elecciones, y todavía quedan unos 15.000 trámites que están en producción, por lo que serán más de 750.000 quienes estén en condiciones de votar en agosto y octubre”, informó Randazzo a través de un comunicado, para quien “sin duda esta importante afluencia en la renovación, de casi el 60 por ciento, en los primeros cuatro meses del año, está vinculada con la proximidad de las elecciones PASO de agosto y generales de octubre”.
La Ley 26.774 de Ciudadanía Argentina que prevé la posibilidad de voto optativo para jóvenes de dieciséis y diecisiete años había sido aprobada el 31 de octubre del año pasado luego de obtener la sanción en la Cámara de Diputados, donde los representantes de la oposición se fueron del recinto antes de que se llevara a cabo la votación. En los meses subsiguientes, muchos distritos del país también modificaron sus propias normativas electorales para aplicar los cambios a los comicios locales.
Aquellos adolescentes con la edad indicada que iniciaron el trámite de renovación de su DNI hasta el martes pasado podrán participar de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias que se realizarán el 8 de agosto así como de las elecciones previstas para el 27 de octubre. Aunque la Constitución establece la obligatoriedad del voto, los menores de edad serán eximidos de las sanciones que la ley contempla para quienes no concurran a las urnas, tal como se hace con los mayores de 70 años. Para poder votar, los jóvenes deben figurar en el padrón electoral: en caso de no aparecer en el listado hay tiempo hasta el 25 de mayo para dar aviso en el Juzgado Federal con competencia electoral.
Más y mejor democracia
“Esto nos habla de una democracia que se fortalece en sus raíces y se proyecta hacia el futuro, hacia las próximas décadas, porque estos chicos que ahora van a votar van a ser los protagonistas y los dirigentes del futuro”, analizó el diputado Andrés “Cuervo” Larroque. Para el legislador, también secretario general de La Cámpora, “los jóvenes ya se estaban incorporando mucho” a la política pero “esto significa una profundización de ese proceso” que “le va a traer más frescura y va a permitir que los jóvenes se involucren más de lleno”. En el mismo sentido se manifestó su compañero de bancada, Leonardo Grosso, referente de la JP Evita, el alto nivel de renovación de documentos “ratifica el acierto de la decisión política”, cuyo efecto será “la multiplicación de la democracia” al crear “nuevos espacios de debate”.
Otro joven diputado, Facundo Moyano, también en el bloque oficialista aunque con diferencias políticas con el gobierno nacional, sostuvo que el fenómeno “es una muestra de la revalorización de la política producto de las medidas que se llevaron adelante en este proceso que empezó en 2003” aunque eso “no significa que todo lo vaya a capitalizar el kirchnerismo”, ya que “hay expresiones de juventud en muchos espacios políticos y sindicales” de todo el espectro ideológico. “La juventud, per se, no garantiza el cambio –agregó–. La juventud es garantía de algo nuevo solamente cuando entiende cuál es la línea de continuidad que representa. Si no las formas cambian pero sigue siendo vieja política.”
En la oposición también miran con buenos ojos la novedad, aunque con reservas. Es el caso de Martín Yeza, referente de la juventud del PRO, quien señaló que el cambio “tiene que ser una exigencia para que los políticos sean cada vez mejores” y que es necesario que represente “un desafío para la clase política y no un problema para los chicos”. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires aprobó la semana pasada una norma análoga a la nacional, aunque el año pasado se habían opuesto a la iniciativa. “En su momento se consideró que la ley se votó a las apuradas, pero en la ciudad, iba a ser muy complejo que los jóvenes tuvieran que votar una lista y otra no, así que nos adaptamos a la realidad y facilitamos la experiencia electoral”, explicó Yeza.
Más crítica es la posición de la Juventud Radical. El presidente de la sección Capital de esa agrupación, Patricio Isabella, calificó la alta adhesión entre los jóvenes como “algo positivo”, ya que “implica la concientización de que ahora pueden elegir el país en el que quieren creer”. Sin embargo, deslizaba sospechas: “Hay que ver cuántos se empadronaron y cuántos sin que sepan fueron empadronados para realizar fraude electoral”, sostenía, ya que el número es “muy alto teniendo en cuenta que el tema se empezó a publicitar apenas una semana antes”.
Larroque hacía una lectura diametralmente opuesta: “En la previa se trató de instalar una idea de que iba a haber apatía o descreimiento, pero estos datos de empadronamiento son contundentes –analizó–. Ahora todas las fuerzas políticas tendrán que trabajar para que esa potencialidad se transforme en la realidad de una gran asistencia a las urnas. Esto significa más democracia y para nosotros eso es siempre saludable. Nos motiva como fuerza política”.
Por su parte, Grosso agregaba que la participación de los adolescentes “reafirma los valores democráticos, la participación popular, la construcción de identidad y la participación en las decisiones” que se toman desde los distintos niveles de gobierno. “Eso es por demás positivo y permite consolidar la política como una herramienta de transformación de la realidad”, concluía el diputado.
LOS ENCUESTADORES ANALIZARON LAS POSIBILIDADES DE LOS ELECTORES JOVENES
El rumbo del nuevo votante
Los encuestadores consideraron “muy buena” la proporción de jóvenes que renovaron el documento para votar.
Según los analistas consultados, finalmente irán a votar tres de cada cuatro de los inscriptos. Podrían incidir en un uno por ciento de los votantes, por lo que coincidieron en que no tendrán peso decisivo en el resultado.
Por Raúl Kollmann
La mayoría de los encuestadores considera que es “muy buena” la proporción de jóvenes de 16 y 17 años que hicieron el trámite de renovación del DNI para estar en condiciones de votar. Eso no significa que concurrirán a las urnas, pero es muy posible que lo hagan tres de cada cuatro de los que hicieron el trámite. El sentido del voto produce algunas controversias. Están los que piensan que el apoyo de esos jóvenes va a ser proporcional entre las distintas candidaturas de octubre y los que creen que una mayoría se inclinará por el oficialismo, más activo en esa franja. Sin embargo, todos coinciden en que la incidencia rondará un uno por ciento del total de los votos. Es decir, no tendrá un peso decisivo.
Graciela Römer es titular de la consultora Römer y Asociados. Su análisis parte de los números crudos. “En verdad, ese segmento representa aproximadamente el 5 por ciento del total de electores. Si solo hicieron los trámites correspondientes la mitad de ellos, la incidencia sobre el total del padrón no superaría el 2,5 por ciento, que son más o menos esos 750.000. Si admitimos que esos nuevos votantes son más proclives a ir a votar, probablemente la mayoría lo haga, es decir que concurra a las urnas. Y si admitimos también que existe una tendencia de los jóvenes a votar más por el oficialismo que por la oposición, de todas maneras el aporte a las del Frente para la Victoria no excedería el 1,5 por ciento del total de votos del oficialismo.”
Artemio López, que encabeza la consultora Equis, tiene una mirada bastante similar. “Que haya ido el 57 por ciento a cambiar el DNI es una proporción importante dada la novedad de la medida y la no obligatoriedad de voto de la franja. En términos electorales, más allá de los discursos absurdos sobre manipulación de jóvenes, el nuevo segmento de votantes de 16 y 17 años no cambia nada, pues se distribuirán proporcionalmente en todos los agrupamientos políticos. Por caso, si todos los jóvenes nuevos votantes votaran una sola alternativa, incrementaría su acumulado un uno por ciento a nivel nacional. Nada estadísticamente significativo es esperable entonces en materia de preferencias electorales. El cambio es cualitativo en términos de la ampliación de derechos ciudadanos que supone la medida.”
También a Analía del Franco le parece importante la proporción de chicos que hicieron el cambio de DNI. “Nosotros encuestamos hace unos meses –-señaló la titular de Analogías–, y sólo un 40 por ciento dijo que le interesaba votar. En el último tiempo, esa proporción subió al 60 por ciento. Teniendo en cuenta que el voto es voluntario, es muy bueno que haya esa proporción en condiciones de ir a las urnas. Es un grupo social al que no le interesa tanto la política diaria y aun así mostró disposición. Del total que tiene el trámite hecho, es posible que el 75 por ciento vaya a votar. En principio, reforzarán el voto que ya existe en cada distrito. Por ejemplo, es casi seguro que la mayoría de los jóvenes vote al oficialismo en la provincia de Buenos Aires, pero lo hará por la oposición en otros distritos. No me parece que vayan a dar vuelta ninguna elección. Hay un tema importante: esta franja conoce muy poco a los actores, a los candidatos. De manera que serán importantes las campañas, la forma en que los candidatos les hablen. Ellos ya hicieron su parte: cambiaron el DNI. Ahora viene el papel que tienen que jugar los políticos presentándoles sus propuestas. Ojo que no me parece que se vayan a enganchar mucho con discursos muy negativos. El joven de esa edad tiende a ser optimista.”
“Durante el contexto de debate de la ley de ‘voto joven’ –señala Ignacio Ramírez, de Ibarómetro–, realizamos un estudio cuyos resultados publicó Página/12. Daba que un 58 por ciento manifestaba interés en votar en caso de que se aprobara esa posibilidad. Los números de trámites realizadas confirma aquel pronóstico e ilustran una amplia vocación participativa en el nuevo segmento incorporado al universo electoral. El peso e impacto que podría ejercer el voto del nuevo segmento debe ser examinado desde un punto de vista simbólico y no numérico. Pese a que las preferencias electorales que pudieran predominar en este segmento no tendrán un impacto significativo sobre los resultados globales de las elecciones, los votos de los jóvenes de 16 y 17 gozarán de una especial cobertura y constituiría el indicador más elocuente de la capacidad de cada fuerza política para interpretar y convocar a los jóvenes. La adhesión juvenil siempre resulta un activo emocional muy potente para cualquier espacio o proyecto político. Por otra parte, en virtud del carácter optativo del voto es muy posible que se desarrollen estrategias comunicacionales específicas orientadas a activar y movilizar el ‘voto joven’. El volumen de inscriptos no debe ser interpretado como un dato más, sino que sobran señales que permiten sostener que se trata de un sector con ganas de salir a la cancha y expresar sus puntos de vista. La ampliación de derechos suele ser un instrumento que promueve la participación e implicación política.”
“Hay voluntad de participar”
El ministro de Educación, Alberto Sileoni, afirmó que los 750.000 jóvenes que renovaron su documento nacional de identidad antes del 30 de abril para poder votar en las primarias y en las elecciones de este año “demuestran su interés y su voluntad de participar, que ojalá se vean reflejados en las urnas, porque más allá de la decisión de cada uno, lo que es rescatable es la voluntad de participar”. El funcionario aseguró, además, que “cuando salgamos de esta hojarasca de la discusión política más puntual, más electoral, estos derechos habrán quedado para todos”. En ese sentido, Sileoni elogió el trabajo realizado desde el Consejo Federal de Educación, que depende de su ministerio, para difundir el sentido de esta actividad cívica y alentar a los chicos que tuvieran voluntad de empadronarse. “Quien participa del centro de estudiantes, de alguna actividad parroquial o social tiene la posibilidad de plasmarlo en el acto cívico del sufragio”, dijo el ministro, destacando la participación que ya tienen los jóvenes en distintos aspectos de la vida pública. “La gran mayoría de los que tienen una inquietud social en algún sentido también tienen una inquietud política”, concluyó.
raulkollmann@hotmail.com
02/05/13 Página|12
AHORA TENDRAN FOTO Y CODIGO DE BARRAS
Padrones renovados
Por Raúl Kollmann
En la víspera del 1º de mayo se cerró el Padrón Electoral, lo que significa, por ejemplo, que quien cambie de domicilio a partir de hoy, figurará en el padrón con el domicilio que tenía registrado hasta el martes. Esta semana la Cámara Nacional Electoral –los jueces Santiago Corcuera, Alberto Dalla Via y Rodolfo Munné– reunió en la Capital Federal a los fiscales electorales de todos los distritos para repasar todo lo que tiene que ver con los comicios que se vienen. Entre otras cosas, les pidieron a los fiscales que activen los casos en los que se está discutiendo la publicidad electoral, las cuentas de los partidos y todo lo que hay pendiente en materia electoral. Dentro de algo más de un mes se vencerá el plazo de presentación de alianzas para las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias que se realizarán el 11 de agosto.
El nuevo padrón tendrá gran cantidad de cambios. El primero y más notorio es que figurará la foto de cada ciudadano, lo que contribuirá a identificar a quien se presente en la mesa a votar. Por supuesto que la base de la identificación será el documento válido, pero la foto será un elemento de utilidad para que las autoridades de mesa puedan identificar al votante.
La otra novedad de importancia es que cada ciudadano tendrá en el padrón un código de barras, de manera que será muy sencillo para la Justicia Electoral determinar quién votó y quién no lo hizo. Se supone que a la planilla se le pasa un lector de códigos e instantáneamente quedarán registrados los que no concurrieron a las urnas.
Esto tiene que ver con que se actualizaron las multas por no ir a votar. Ahora son hasta 500 pesos. Con el listado, los fiscales y jueces electorales de cada distrito le pedirán explicaciones a cada uno de los votantes que se ausentaron. Y luego aplicarán la multa. La forma en que el Estado se garantizará el pago será con la prohibición de hacer trámites en los 24 distritos –la Ciudad de Buenos Aires y las 23 provincias– si previamente no se acreditó el pago.
Como se sabe, la obligación de votar existe para los ciudadanos de 18 a 70 años, lo que significa que los 750.000 jóvenes de 16 y 17 años que cambiaron el DNI no están obligados a votar, aunque se supone que lo harán porque justamente actualizaron su documento.
Por lo que se ha visto hasta ahora, buena parte de los ciudadanos votarán en el mismo lugar donde lo hicieron en la última elección. Los mayores problemas surgen por la realización simultánea de las elecciones nacionales –diputados y senadores– y las de distrito –legisladores, concejales y otros cargos locales–, porque en algunas provincias todavía no rige el voto de los jóvenes de 16 y 17 años. En el caso de esos distritos, habrá dos padrones.
02/05/13 Página|12
gb
miércoles, 1 de mayo de 2013
CLASE ALTA POR EDUARDO PERSICO
Suponer ser un rato de clase alta
Por Eduardo Pérsico
"…Y tanto el halago como el insulto se pierden si son muy reiterados."
Natalio Botana
En la Argentina durante décadas ha crecido una clase media muy activa, y la tan evidente hoy se confiesa algo contraria al gobierno de turno. La última marcha de protesta ocurrió el 18 de abril del 2013 y concitó mucha adhesión a cuestionar la gestión oficial, con un gentío que mostró su indignación ante los controles de cambio aplicados por el gobierno y a la gestión de los organismos de recaudación impositiva, llámese AFIP o parecida. Desconociendo hasta la sanción de una ley reguladora de los medios de comunicación monopólicos frenada por demoras judiciales, y en ese rictus de negación desprecian por fascista y autoritaria la mayoría legislativa que el voto popular le otorgara al partido gobernante. Algo tan infructuoso de justificar políticamente como el repudio a los proyectos sancionados en la legislatura nacional el 25 de abril, sobre democratización de la Justicia, Corte Suprema incluída. Y además en cada manifestación pregonan eliminar a ´todos los responsables y adictos de la dictadura gobernante en Argentina’.
Estos grupos adscriben a un pudiente estrato económico, - todavía lejos de modificar el rumbo de un gobierno electo democráticamente- que tal vez se suponen ser aspirantes a instalar otra realidad institucional y económica. Instancia que les requeriría unificar algún temario político que por ahora se expresa muy disidente entre sí, debiendo además superar ese delirio adolescente de asaltar el gobierno a sartenazo limpio. Como si ellos como emergente social tuvieran los medios hoy inexistentes que otrora usara la Clase Alta argentina y sus mandantes empresariales para asestar el infame golpe genocida junto a las Fuerzas Armadas en marzo de 1976. Algo históricamente improbable para estos limitados y apenas molestos golpistas, tan infatuados de ser de una Clase Alta con poderío, perfil demasiado ajeno a ellos.
La clase alta argentina se jactó de ser ellos quienes ‘hicieron el país’, y aunque no siempre coincidieran entre familias personajes y negocios, hasta se evidencia que cada grupo ha tenido sus propios historiadores. Que igual coinciden en que ellos como clase, produjeron el desarrollo económico de la Argentina; omitiendo en todo caso que ese ‘no distribuido desarrollo’ le ha redituado siempre más al Imperio Inglés que a nuestro mismo país. Sin hurgar demasiado, nuestra literatura gauchesca del siglo diecinueve no indica con datos sobre la miseria que le provocaran a los indígenas,- eliminados para ahorrar- y los mismos inmigrantes que al llegar se hubieran aventurado hacia la campaña. Y aunque pareciera que la revalorización nostálgica nunca fuera desplegada desde la clase alta, para ellos el mundo mejor es el de su pasado; eso sí entorpecido por las inmigraciones con sus conflictos sociales hasta alguna década del siglo veinte, que les dieran a la Clase Alta cierta nostalgia por un ayer que confiaba en la propia fuerza como grupo. Algo que más decaería al sancionarse la ley Saénz Peña de voto obligatorio, seguido por el gobierno de Hipólito Yrigoyen en 1916, que para mucha Clase Alta significó que la vida sin contrariedades sería del pasado. Y aunque ya fuera común lamentarse ‘cuando nosotros gobernamos existía lo refinado y noble’, Hipólito Yrigoyen en sus dos presidenciaa tuvo ministros de notorio ‘apellido’; Honorio Pueyrredón, Francisco Beiró, Horacio Oyhanarte, Domingo Salaberry; y desde 1922 a 1928 nuestro presidente fue Marcelo T.de Alvear. Sencillamente porque esa misma Clase Alta no era ajena al ruedo dirigencial del país, y no sólo algún Martinez de Hoz navegaría las aguas del poder político. Ellos como Clase Alta siempre colaboraron y bendijeron los golpes destituyentes contra gobiernos elegidos por la mayoría popular; y en eso debemos ser justos, fueron ellos..
En esto hallaríamos cierta coincidencia con los actuales manifestadores que pretenden adueñarse del gobierno a puro insulto y discurso. En toda política clasista el candidato nace con su propia clase y en la mentalidad del sector más poderoso económicamente eso mismo significa nosotros somos los elegidos para gobernar. Prerrogativa bien conservadora que hace a su racionalidad de clase, dentro de ese conservadurismo clasista el ser ellos Los que Mandan, eso más que ideología es una conducta innata y propia de su mentalidad. Así como la violencia en cualquier gobierno conservador o de derecha es inherente a la misma gestión, resulta su mecanismo más cruento pero inmediato y sigue abarcando los periodos de todos los gobiernos posible. Veamos si los disturbios actuales en la civilizada Europa de los indignados son disueltos a través de negociaciones de los sectores en pugna; no jodamos, los disuelven las fuerzas regulares del Poder a garrotazo limpio. Y con el mismo ímpetu que lo hicieran en las huelgas de inicios del siglo veinte, en tanto el único programa de ideas del conservadurismo para enfrentar todo problema económico de la modernidad es el de la violencia física. Por lo cual deberíamos aceptar por esa razón demostrable históricamente, que : el gran despliegue del conflicto social que enfrenta el gobernar, para las derechas es renglón que se corresponde con la represión y ‘después veremos’. Esto se evidencia cotidianamente ante los desquicios sociales que les dejaría el capitalismo financiero a los europeos por estos años, donde los índices de la desocupación ya son inocultables ni disimulados con entrevistas y discursos. Es que si ante la desocupación masiva la única verdad es la realidad, no hay ningún gobierno conservador que use mejor solución que desarmar las protestas a pura violencia; algo que los tan ‘indignados de clase media’ en la Argentina, - con otros medievales que gorilamente hasta se oponen a la Asignación Universal por Hijo, como si eso y el no poder comprar dólares libremente para viajar al exterior los identificara con la Clase Alta, pierden el tiempo. Ese grupo selecto pareciera ajeno a todo y poco se exhiba públicamente a los caceroleros no los reconocen dentro de su grupo. Y esa ajenidad de clase tradicional y vigente, no solamente vincula a las ‘oligarquías’ con imágenes del ayer; por siempre contrarios al cambio de escenario y a nuevas dinámicas sociales, aquí, allá y más o menos lejos ‘ellos’ sostienen seguir siendo ‘ellos’ mismos. Y los caceroleros más pudientes por más exhibiciones que hagan, a ese club no pertenecen; porque les queda lejos y también las pautas de éxito social son abiertamente otras. Así que a conformarse en seguir gritando cada tanto contra todo; eso sí, magníficamente vestidos porque pueden hacerlo aunque sigan lejos de eso intereses de clase inalcanzables y ajenos. Que a pesar de una imparable y cotidiana dinámica mundial de nueva realidad, el síntoma de clase sigue mostrando complejos trebejos de figuración poco descifrables y vaya uno a saber porqué.
Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina. (abril 013)
www.eduardopersico.blogspot.com
VEENZUELA PRIORIDADES
Venezuela: prioridades en la carrera contra el tiempo
Por Guillermo Almeyra
La mayoría electoral chavista debe ser ganada o reconquistada cada día, sobre todo cuando los efectos de la inflación y de la devaluación reducen los salarios reales, la delincuencia crea insatisfacción e inseguridad y la corrupción e ineficiencia del aparato estatal no han sido corregidas y, particularmente, cuando todo –economía y sociedad– depende del precio, siempre inestable, del petróleo. Por eso se está librando una carrera contra el tiempo entre, por una parte, la acción del gobierno chavista para reforzar su base social y, por la otra, el desgaste provocado por los problemas sociales y políticos (y por la acción contrarrevolucionaria) que reduce progresivamente la base electoral del chavismo.
Por lo tanto, el gobierno de Nicolás Maduro enfrenta al golpismo nacional fomentado por Washington y, al mismo tiempo, debe evolucionar sobre una capa de hielo peligrosamente frágil mientras busca afirmarse sobre bases más estables.
Ya adoptó justas medidas de emergencia, como la intervención por 90 días en toda la red eléctrica para tratar de evitar los sabotajes, ya que los cortes de luz desorganizan la producción y dañan e irritan a la población más pobre, a la que el chavismo se dirige.
Pero tiene ante sí otras prioridades, como la represión a la delincuencia, la cual se alimenta con la influencia de los narcos colombianos y con las maniobras de Estados Unidos pero tiene su base en el carácter rentista de la economía venezolana. No serán las fuerzas armadas o la policía las que limpien este establo de Augías: sólo la fuerza popular organizada puede barrer la delincuencia. Si en las comunidades mexicanas se eligen en asambleas policías comunitarias sostenidas por la población, que puede revocar a sus comandantes, es posible formar también en Venezuela en cada distrito milicias voluntarias, armadas por el Estado, respaldadas, garantizadas y controladas por los vecinos, que detecten a los delincuentes, los disuadan o repriman y los desarmen. La garantía de la independencia de tales policías comunitarias la dará la autonomía en cada lugar y el control asambleario sobre sus integrantes que, a la vez, les otorgará fuerza moral y política. Los comités de Defensa de la Revolución cubana se convirtieron en organismos de control del Estado y de su partido único, cosa que las policías comunitarias deben evitar a toda costa gracias al control democrático de sus comunidades y al pluralismo político en su composición (pues hay decenas de miles de venezolanos que no están de acuerdo con tal o cual política del gobierno chavista pero no son por eso agentes imperialistas ni contrarrevolucionarios).
También es tarea del gobierno la lucha contra la ineficiencia en las empresas y contra la posible corrupción de sus dirigentes pero el mejor instrumento para evitar los robos y despilfarros es el control sobre los gastos y el rendimiento de sus fuentes de trabajo por los trabajadores y técnicos organizados en comités ad hoc elegidos sobre base rotativa, independientemente de cual sea la opinión política o sindical de los integrantes de los mismos.
Por otra parte, ya Hugo Chávez encaró un ambicioso plan de construcción de viviendas populares, que se está cumpliendo en cantidad y calidad pero que aún no basta para resolver la grave carencia que existe en este campo. Pero, a diferencia de Cuba, donde se intentó remediar el problema mediante la autoconstrucción, pero con escasos resultados dada la carencia de materiales, Venezuela puede reforzar la participación popular en esta campaña, uniendo un esfuerzo económico y un fuerte apoyo técnico a la utilización de la mano de obra de los futuros beneficiarios.
En cuanto al cambio de las bases de la economía venezolana, requiere planes a mediano y largo plazo, pues la dependencia de la exportación de petróleo a Estados Unidos es una espada de Damocles que pende sobre el proceso revolucionario. Venezuela debe crear una base al menos para su seguridad alimentaria y producir en el país los alimentos y bienes básicos mediante un plan de sustitución de importaciones y de estímulo a la creatividad en el campo de la innovación tecnológica y de la reducción de gastos inútiles, acompañado por medidas selectivas en el otorgamiento de los permisos de importación. La boliburguesía protestará si no tiene wiski, champaña y autos caros pero la gente común protestará menos cuando encuentre todos los días la leche, los pañales, el jabón y los bienes de primera necesidad que escasean cruelmente.
Por último, una gran prioridad que sólo requiere voluntad política como insumo para enfrentarla, es la confianza en la capacidad de comprensión y organización de los trabajadores chavistas, desarrollando su autoorganización, dando el mayor margen posible a la democracia y el más amplio margen de independencia de sus organizaciones con respecto al aparato estatal (sea éste el gobierno o las fuerzas armadas) con el cual sin duda deben coordinarse pero sin subordinarse jamás al mismo.
Ese, por otra parte, es el verdadero significado de la idea de que hay que tratar de llenar el vacío dejado por la personalidad de Chávez por una dirección colegiada, pues ese concepto no puede conducir a un directorio de notables sino a la asunción de sus responsabilidades y de la decisión política por el pueblo chavista organizado en los múltiples instrumentos de poder popular. Éstos, así, serán instrumentos de este Estado actual en una fase difícil de transición y, sobre todo, gérmenes de otro Estado no capitalista para el futuro próximo.
Gramsci escribió que para que un obrero metalúrgico fuera socialista debía dejar de ser metalúrgico, o sea, debía dejar de diferenciarse como miembro de una corporación y de una clase. Para que del chavismo puedan nacer elementos socialistas debe reforzarse previamente la autoorganización socialista a costa de la actual dependencia vertical chavista del Estado.
La Jornada, México
GB
TEMA DEL TRAIDOR Y EL HEROE POR HORACIO GONZALEZ
Tema del traidor y del héroe
Por Horacio González *
Imagen: Télam
¿Puede un hombre bueno, llegado su momento de revisión acongojada de los episodios superados de su vida, escribir un texto tan equivocado? Creo que sí, y los profundos errores que comete serán también los errores de un hombre bueno. Héctor Leis acaba de publicar Un testamento de los años ’70, que por un lado es una interesante memoria personal, y por otro un extravío enorme que lastima. Cobra especial significación en el libro el relato de un incidente olvidado (no por todos) en un acto de conmemoración de los fusilamientos de 1956 en José León Suárez. Ese acto fue en 1973. Leis era militante montonero y portaba un arma. Al acudir en defensa de una compañera, él también debe disparar. Este hecho tiene carácter testimonial, pero se halla en su camino de revelaciones personales. Estas revelaciones, sin duda, nos deben acompañar siempre. La situación tiene cierta envergadura borgeana; se semeja al tiroteo en Tilsit que decide la vida posterior de un militante nacionalsocialista, el oficial Otto Dietrich Zur Linde. Con Héctor Leis es lo contrario, no solo por la diversidad radical del campo ideológico involucrado. Este evento adquiere estatura mítica para Leis y se inscribe en una tradición autorreflexiva, el inicio de una piedad necesaria en relación con lo que hacemos, con lo que nos hacen con lo que hacemos, y los daños que inadvertidamente podemos provocar. Una vida entera puede o no puede luego explicarlos.
La opción por las armas de toda una generación política puede poseer relatos como éste o muy parecidos. El momento iniciático de la política, si es un hecho de armas, puede desplegarse en el interior de una conciencia de múltiples maneras. Podemos optar por decir que lo explica la época, y la culpabilidad se escabulle hacia la epistemología social general en la que un historiador podrá hurgar luego. O podemos decir que nadie puede vivir la muerte ni los hechos vitales de otros, y que soy solo yo responsable de esos actos, por más que mediaran órdenes y recomendaciones organizativas. Lo que narra Leis es efectivamente interesante, tal como lo ocurrido con Hugo, en Las manos sucias, de Sartre, al exclamar “estoy solo en la historia con un cadáver”. Aunque Leis no resuelve en su relato el resultado final del disparo que saliera de su arma. No lo cuenta como el grito personal, como una hipótesis de trágica intimidad, que hace años decidió a Oscar del Barco a convertir en una escritura escueta y estremecedora el llamado a no matar, como una metafísica interior del alma política capaz de volver sobre sus pasos. No nos parece que sea el mismo caso de Héctor Leis.
Veo allí un sentido totalmente ajustado al debate actual, el sorprendente error de vaciar la historia argentina de sus clásicos enfrentamientos, no por haber sido violentos, sino por haber contado con un tipo de decisión armada por parte de los grupos insurreccionales de la época que no habrían poseído habilitación ética de ninguna especie. Esto no es así. Una cosa es condenar la violencia, sobre todo la que emana de órganos políticos que de alguna manera se burocratizan en torno de un lenguaje militar que anula la autorreflexión, y otra cosa es trocar en el alma del hablante el signo que lo hacía ser un joven militante armado (con críticas incluso muy drásticas a esas organizaciones) y asumir hoy la equívoca santidad de hablar desde el punto de vista de los otros. Para eso le sirve su tesis generacional, donde en vez de ver una tragedia de cuño elevado –como las tantas historias de esa índole que hay en la Argentina– en el cruce de vidas casi inenarrables que hay entre el general Alsogaray y su hijo muerto en la guerrilla, el ángulo de reflexión del que se parte es el que permite la figura del primero y no la del segundo. No se puede, en verdad, querer ser la voz del Padre y del Hijo al mismo tiempo. El Padre nunca lo es enteramente, y Leis comete el trágico error de querer sólo ser padre, abandonando el hijo que hay en todo padre. Abandonando así, siquiera traicionando ni desdiciendo, su propia historia.
Sería absurdo que no comprendiéramos estos dramas y no extrajéramos de allí todos los desmanes del espíritu que no estuvieron a nuestro alcance apreciar en aquel momento. Pero cuál es la razón para que, al apreciarlos ahora, cultivemos un esteticismo de la traición en vez de rodearnos de conmiseración autocrítica, menos silente que en estado de expansión. Esto nos llevaría a decisiones políticas incomprensibles. Sí, son decisiones de esa índole, querido Héctor, decir ahora que hay que hacer “una lista común de víctimas”, dejar “los muertos en paz”, “que nadie hable por mi condición humana, pues siempre puedo cambiar”, reclamar “un memorial conjunto de las víctimas que incluya desde los soldados muertos en Formosa hasta los estudiantes desaparecidos en La Plata”.
Se entiende la dificultad del problema. La que ocurrió entre nosotros no fue la que le permitió a René Char escribir el gran poemario de Feuillets d’Hypnos, en tiempos de la resistencia francesa al nazismo. La guerrilla, bajo la forma del llamado a una revolución social, corre muchos riesgos en su acción, no solo personales. Mueren inocentes a los que no se les puede aplicar, desde luego, el veredicto de la “astucia de la razón”, esos inconvenientes necesarios para que triunfe una razón superior. No lo dice sólo Leis. Es interesante que esto haya sido dicho desde las mentalidades revolucionarias del inmediato pasado. En su obra La Medida, Brecht, un comunista, trata justamente este tema. Leis no descubre nada nuevo, salvo el interés de su historia y de su escueta autobiografía, un testimonio valiente, pero que toma un partido inadecuado, ofensivo, para los que tenemos biografías parecidas, no fuimos ni somos violentos, y decidimos no tener como orgullo personal inmarcesible el “don de escapar de la historia”. No quisimos ser almas angelicales. Por eso nos tocó el llamado de Del Barco, respecto de la responsabilidad, atrevido llamado, pues incluía una autopunición espantosa de considerarnos victimarios sin haberlo sido. El vacío de justificación fáctica que tendría el proclamarnos agentes de un daño material que no hemos hecho es comprensible desde el punto de vista de una ética kantiana con cierto revestimiento válido, acaso sacerdotal.
Pero decirlo ahora, en medio de una idea de la historia paralizada, cerrando el ciclo de los juicios encarados desde los derechos humanos, ignorando que el dolor por lo pasado es transpolítico, que no solo abarca aquellos conscriptos sino cualquier otra situación de decisión política resuelta en términos de juicio sumarísimo de muerte, decirlo ahora, y decirlo en forma unilineal, es pues la peor forma de interrumpir ese río interior de la sociedad argentina, donde también se lucha por ganar el derecho de hacerse cargo de una explicación más duradera de lo ocurrido, y sostenida en antiguos saberes humanistas. El libro de Leis me suena como si esa responsabilidad por el signo de una interpretación quedase por fin en manos de las viejas fuerzas reaccionarias del país –habilitadas por una conversión sacrificial y personal que ellos publicarían muy contentos en sus diarios, impidiendo algo muy interesante en lo que hubiéramos debido esperar que alguna vez Leis participara–. La rara, póstuma e irrisoria ecuanimidad sobre la vida de los muertos, pero no antes de hacer el doloroso tránsito por la convicción de que solo desnutridas religiones mustias pueden igualar todas las situaciones. No, es preciso seguir sosteniendo que un modo de ser víctima, la de aquellos jóvenes de cuando el propio Leis era otro, que sin embargo pudieron haber matado pero estando a su vez casi todos muertos y desaparecidos, sigue sosteniendo el hilo de humanidad crítica de la nación argentina, y no el tipo de víctima que Leis dice que –fusionando todo con todo– llevaría a un “memorial conjunto”. Al desmitologizador de la historia le esperan más saludos conservadores que aplausos del historiador racionalista. Le amputarían la lengua social, crítica y democrática al país.
Me decidí a escribir estas breves líneas cuando, en la inauguración de la Feria del Libro, se escuchó al secretario de Cultura de la Ciudad, del gobierno de Macri, recomendar la lectura de Leis. Entre tantos números de libros que se mencionaron, este único libro me movió a señalar en el contexto de qué injusticia se mueve. Hay números implícitos en el libro de Leis que comienzan a manifestarse: hágase el cómputo de las balas de goma lanzadas por doquier en el Borda. En nuestras pequeñas conmemoraciones reconciliantes, ¿incluiríamos a la Policía Metropolitana en el listado común con algún sindicalista o periodista herido? Hay heridos de ambos lados, pero llamamos ética a la capacidad de condenar toda ejecución de un daño, desde un lugar explícito, humano, visible, que es único, puesto que en su excepcionalidad nos toca: el lugar que no desmantele la noción misma de justicia y de historia, que casi vendrían a ser lo mismo. Ni Borges equiparó en su famoso cuento la aparente complementariedad del traidor y del héroe.
* Sociólogo, profesor universitario, director de la Biblioteca Nacional.
30/04/13 Página|12
GB
RAJOY PARA HOY HAMBRE PARA MAÑANA
Las dos Españas
Por Marcos Roitman Rosenmann
Antonio Machado, poeta andaluz, republicano, antifascista, muerto en el exilio, acuñó el concepto. El siglo XX español nacía en medio de una crisis de identidad. Se trataba de luchar contra la oligarquía, el caciquismo y las formas rancias del nacional-catolicismo defendidas por Ramiro de Maeztu y Marcelino Menéndez Pelayo.
La guerra hispano-cubano-norteamericana provocó frustración. A principios del siglo XX la España imperial era historia. Nacía la generación del 98. La pobreza, el hambre y la crisis institucional copaban los debates. Antonio Machado lo puso en blanco y negro: "Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra que bosteza. Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón".
Con el advenimiento de la II República, las dos Españas se definieron políticamente. Una levantó un proyecto laico, moderno, antifeudal y progresista. La otra decidió abrazar la España rancia, los intereses de la oligarquía terrateniente apoyándose en el nacional-catolicismo y el ideario fascista. La derrota de la II República hizo trizas el proyecto democrático. Los derechos sindicales, las libertades políticas, la reforma agraria, la enseñanza pública, la participación de la mujer, fueron eliminados de un plumazo y sus defensores perseguidos hasta la muerte. Así se inauguraba la larga noche del franquismo, que duró casi 40 años (1939-1975). Durante este tiempo primaron el odio, la represión y el fanatismo religioso. Una supuesta conspiración comunista, judeo-masónica para destruir España, fue la excusa para llevar al paredón a miles de republicanos. Francisco Franco utilizó el anticomunismo como mecanismo para cohesionar el régimen y ganar adeptos. Y lo consiguió. Entre la modernización del Opus Dei, la incorporación a Naciones Unidas y la visita del presidente estadunidense Dwight Eisenhower en 1959, una de las dos Españas, la falangista, católica, apostólica y romana, alimentó la unidad del régimen. El ritual franquista se inauguraba con el saludo fascista, la veneración al caudillo y declamando: España: ¡Una!, España: ¡Grande!, España: ¡Libre!, España: ¡Una, grande y libre!
Tras la muerte de Franco, las dos Españas, hasta ese momento irreconciliables, se acercaron hasta fundirse. Fue el tiempo de la "reconciliación". Republicanos, franquistas, monárquicos, socialistas, comunistas, democristianos y liberales se unieron para iniciar la transición, principio del fin de las dos Españas. Se legalizarían los partidos políticos de la izquierda histórica, PSOE y PCE, los sindicatos de clase y dio voz a los partidos burgueses nacionalistas. El miedo a una nueva guerra civil se desvanecía. Junto a ello, los crímenes de lesa humanidad del franquismo se invisibilizan. La restauración borbónica nació libre de polvo y paja. Una ley de amnistía, el abandono de la justicia reparadora y el pacto de silenció evitó que los cadáveres de los miles de republicanos fusilados durante el franquismo fueran reconocidos y recuperados por sus familiares para darles una sepultura digna.
Los partidos políticos perseguidos durante la dictadura, a cambio del silencio, recibieron, bajo el principio de compensar el patrimonio expropiado durante el franquismo, millones de pesetas y propiedades. Quid pro quo. Quienes se opusieron a la corona y los pactos de la Moncloa fueron etiquetados como escoria que resucitaba la idea de las dos Españas. En ella, se dijo, habitaban los nostálgicos del franquismo y los republicanos. En el medio, los salvadores de la patria, defensores de la unidad de España bajo la corona borbónica. La nueva España nacía hipotecada. Sus padres putativos le dieron la bienvenida. Siguieron mandando los de siempre, esta vez con el aval de los advenedizos legitimados por Estados Unidos, la socialdemocracia y la comunidad europea.
Hoy, en medio de la crisis, se constata la existencia, nuevamente, de dos Españas. Pero sin las connotaciones del siglo pasado. Me refiero a una, oficial, representada por la clase política, monárquica, cortesana e institucional. La otra, a la que pertenecen millones de españoles y sufre las decisiones de la primera. La España oficial, minoritaria, sin vocación democrática, vive ajena a las preocupaciones y problemas de sus conciudadanos. Alega tener la legitimidad de las urnas y ser depositaria de la voluntad general. Anida en las instituciones políticas. Se arropan entre ellos y están protegidos por un halo de impunidad que recubre sus actos. Hacen y deshacen en nombre del pueblo, rompiendo promesas electorales, violando programas y principios ideológicos. Adoptan una actitud de desprecio cuando se les pide explicaciones o increpa por corruptos, altaneros y mentirosos. En ese instante, la España oficial se pone el traje de víctima. Despotrica y solicita protección policial contra los alborotadores. Aducen acoso, violación de intimidad y sentirse indefensos. Declaman ser buena gente, no hacer daño a nadie, sacar a pasear sus mascotas, querer sus hijos, pagar las cuentas en el bar, dar propina, ser fieles a sus amantes y comer tortilla de patatas. Por ello, se preguntan, ¿por qué tanta inquina, si no han hecho nada malo? Ellos sólo cumplen con su deber, firman leyes que recortan los salarios, rescatan bancos, facilitan el despido libre, privatizan la sanidad, la educación y, de paso, promueven el desempleo. Nada del otro mundo. Cumplen con lo mandado por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y Bruselas. Unos cuantos desahucios, más de 700 mil, 26 por ciento de desempleo, el aumento de los suicidios acompañado de consumo exponencial de ansiolíticos que afecta a 8 por ciento de la población. Viven de espalda a la realidad. Según nos relatan, están atados de pies y manos. Piden comprensión, la marca "España" está en peligro. La corrupción, el tráfico de influencias, la evasión de capitales, el hambre y la exclusión social, alega el gobierno del Partido Popular, ellos no la provocaron, es la herencia del PSOE. Unos atacan, otros se defienden. El presidente del gobierno, Mariano Rajoy, habla de un complot hacia la "clase política", el rey, los jueces y las instituciones democráticas. Una "nueva leyenda negra" se cierne sobre España. Así perciben el mundo. La ministra de Sanidad, Ana Mato, y su ex marido, Jesús Sepúlveda, acusados de corrupción, disfrutar viajes, fiestas y aceptar coches de lujo, pagados por la trama corrupta del Partido Popular, se acoge al machismo ramplón. Ella, mujer de la casa, dice, no preguntó la procedencia de dichas regalías. Hoy, para capear el temporal, su ex marido no tiene nombre. Cuando se le pregunta, la ministra Mato responde: "...pregúntele a esa persona". Los ejemplos sobran.
La otra España, a la que pertenece la mayoría de la población, se siente engañada, desamparada, indefensa. Asiste incrédula al derrumbe de sus ilusiones. La conforman todas las clases sociales y han votado a todos los partidos, sin excepción. Otros se identifican con los movimientos sociales, como el 15-M; piden democracia real ya; la plataforma de los desahuciados que lucha por la dación en pago, el alquiler social, no perder su vivienda y el acoso de los bancos; los maestros de escuela que salen a la calle en defensa de una educación pública, digna y de calidad; los médicos, enfermeras y el personal auxiliar opuestos a la privatización de la sanidad, el cierre de centros de urgencia, aquellos que no entienden la salud como un negocio, sino patrimonio social; los jubilados, a los cuales se les congelan las pensiones; los pequeños y medianos ahorradores estafados por las preferentes bancarias; los estudiantes que ven aumentar la matrícula universitaria en 200 por ciento. Las amas de casa que soportan la estructura cotidiana del hogar con hijos en paro y sin salidas profesionales; los cientos de familias que han pasado a vivir en albergues, coches o colchones improvisados bajo puentes, alimentándose en comedores sociales; los profesionales, investigadores, científicos y becarios de centros de excelencia que han visto cerrar sus puertas por los recortes; los trabajadores y obreros cuyos convenios colectivos se negocian a la baja intimidados con la amenaza de despido. Esta España, la de todos, no renuncia a las instituciones, a ser tenida en consideración política. Pero la otra España hace oídos sordos y levanta un muro para no ver el sufrimiento que padecen sus conciudadanos. No está a la altura de un pueblo que mantiene, por encima de todo, la dignidad, y les guste o no les llama mentirosos, corruptos y asesinos, que lo son.
La Jornada, México
GB
Thatcher, Francisco y el debate político argentino Por Egdardo Mocca
Thatcher, Francisco y el debate político argentino
Por Egdardo Mocca
La vigencia de la revolución conservadora en la génesis de la crisis global, las razones de la elección del Papa y la naturaleza de los virajes posibles.
Tal vez la presencia de Margaret Thatcher en los titulares periodísticos tenga la fugacidad de los rápidos obituarios de ocasión. Se la recordó, con motivo de su muerte, por su condición de pionera de la revolución conservadora mundial, de mujer inflexible y autoritaria y de criminal de guerra, decisora del hundimiento del crucero argentino General Belgrano en aguas ajenas al conflicto militar de Malvinas en 1982. Hace rato que Thatcher había perdido toda influencia política; sin embargo, su muerte desata un impacto simbólico de extraordinaria actualidad. La “dama de hierro” se ha vuelto imprevistamente actual más de tres décadas después del apogeo de su estrella política.
Es una actualidad crítica. Nadie como ella-incluidas las más brillantes plumas del pensamiento “posmoderno”- sintetizó de modo tan conciso y contundente como ella el signo de la época de oro del paradigma mundial cuya crisis recorre el mundo: “la sociedad no existe”, dijo allá por 1987. Solamente, decía, existen los individuos, las familias; de lo que se trata es de “cuidar de nosotros mismos y, después, de nuestros vecinos”. Fue la fórmula demoledora que definió la filosofía del neoliberalismo y marcó a fuego el modo de pensar de toda una época. Sindicatos, clases, protección y solidaridad social eran, entre otras muchas, construcciones fantasmales que habían alimentado al monstruo estatal dispuesto a destruir de igual modo a la competencia meritocrática y a las libertades individuales. Eran la trama de una retórica que estaba siendo arrastrada fuera de la historia por los vientos implacables de la crisis del socialismo que giraba alrededor de la Unión Soviética. Pero no sólo de “ese” socialismo sino del Estado de Bienestar europeo, construido durante el auge de la socialdemocracia y la vigencia del “neocorporativismo”, que articulaba fuertes Estados nacionales, poderosos sindicatos y empresariados beneficiados por la ola keynesiana del intervencionismo estatal preventivo de las cíclicas crisis del capital. Ese prolongado “consenso socialdemócrata” tenía que ser tirado al basural de la historia de igual modo que el socialismo autoritario del Este europeo.
La muerte de Thatcher se carga de fuerza simbólica porque ese mundo ideal del neoliberalismo con sus “muertes” -de las ideologías, de los nacionalismos y hasta de la propia historia- vive hoy una época de agonía. Por lo menos, en la acepción de la agonía como ese momento extremo de lucha interior del que un organismo no puede salir con vida manteniendo el orden en el que ha estado viviendo. Hay una profunda analogía entre los tiempos actuales y la década del treinta del siglo pasado. También entonces -según lo relata Karl Polanyi, en su también extraordinariamente actual libro La Gran Transformación- la fantasía ideológica de los “mercados autorregulados” había desatado grandes conjuros; de aquel neoliberalismo avant la lettre, había emergido la crisis capitalista más profunda de ese siglo, el fenómeno del totalitarismo europeo y una devastadora guerra de alcances mundiales. Con un poco más de optimismo histórico también puede decirse que de las cenizas de aquella barbarie global surgió el orden mundial de un capitalismo regulado por el Estado y con mayor capacidad de contención relativa del conflicto social y político. Llamar a esa época, como se la ha llamado, “los treinta años gloriosos” es poco menos que desaforado, pero a la hora de evaluar el saldo del regreso a la escena del fundamentalismo de mercado, no puede negarse que algo hemos perdido. A ese momento de cambio, a esa revolución conservadora y neoliberal está imborrablemente unido el nombre de Margaret Thatcher.
Y la puesta al día del balance de la época civilizatoria cuya crisis estamos viviendo es una cuestión crucial, acaso la principal, de la política de estos días. Es en épocas de crisis civilizatorias como la que vivimos, cuando la mirada hacia el mundo es una premisa central para cualquier análisis y para cualquier estrategia política nacional. Es posible que lo haya comprendido así la cúpula vaticana, la que parece haber intuido la íntima vinculación entre su pérdida de fuerza y atractivo popular y el desarrollo de una cultura global signada por el repliegue en el más radical individualismo, centrado en la rapacidad extrema sobre la naturaleza, el consumo desenfrenado y el sostenido avance contra las conquistas laborales y sociales alcanzadas en los tiempos de la segunda posguerra. Muchos políticos e intelectuales empiezan a sospechar que el fracaso del comunismo no equivale a la desaparición y mucho menos a la solución de añejas demandas de igualdad y de dignidad por parte de las clases populares. La asunción del papa Francisco parece signada por la certeza católica de que no es posible una recuperación institucional de la Iglesia sin reactivar una relación debilitada con los sectores socialmente más vulnerables. No significa que el catolicismo no haya estado actuando en el interior de esos sectores, sino que el discurso de las estructuras copulares de la iglesia ha perdido atractivo entre ellos. Acaso tengamos que prepararnos para una iglesia católica dispuesta a conjugar el conservadurismo en materia de opciones íntimas de vida con un activismo populista en materia de derechos sociales.
¿Comparte la política argentina esta percepción de un viraje histórico global? Claramente, la presidenta Cristina Kirchner ha hecho de ella tanto el centro de su interpretación del momento político nacional como una poderosa herramienta de seducción popular. No es extraña esa conjunción: sabemos, desde Antonio Gramsci en adelante, que el análisis político no se sostiene en hipótesis teóricas racionalmente comprobables sino que es, ante todo, la premisa para la acción de un determinado programa político; quien analiza está, a la vez, diseñando una estrategia de acción sobre el objeto de su análisis. Las oposiciones parecen no compartir esta definición del cuadro de situación. En las sedicentes oposiciones progresistas, eso produce una dramática escisión de la realidad: están a favor de todos los gobiernos transformadores de la región, con la estricta excepción del argentino; se sorprenden de las declaraciones de Binner que rechaza a Chávez por populista y no cuando hace lo propio con el kirchnerismo; denuncian la política de austeridad de los gobiernos europeos mientras se alían con fuerzas y dirigentes que claman por medidas análogas en nuestro país. La oposición de derecha no sufre esas contradicciones; sigue reclamando que la Argentina retorne al universo de los países “serios y previsibles” que respetan prioritariamente la seguridad jurídica del capital, sin alterarse en lo más mínimo por las noticias que muestran a muchos de esos países envueltos en crisis económicas y sociales que han ido deviniendo progresivamente en crisis de la propia democracia.
El debate sobre la época no tiene una solución intelectual. Aquí y en todo el mundo lo que se disputa es el poder político que es lo que diferencia el utopismo bien pensante de la realidad.
Fuente: Revista Debate
http://www.revistadebate.com.ar/?p=2603
GB
PALABRA DE GELMAN.
Juan Gelman: “Se ha instalado todo un sistema para recortarnos el espíritu”
El poeta argentino alerta del “acostumbramiento” en estos tiempos terribles y ultima la publicación de su nuevo libro, ‘Hoy’
Por Bernardo Marín | México
A Juan Gelman (Buenos Aires, 1930) la poesía se la inoculó la música de unos versos que no entendía, los de Pushkin, que recitaba en ruso su hermano mayor. Con nueve años, compuso sus primeros poemas para seducir a Ana, una chica de su barrio, un amor imposible porque ella tenía 11. Fracasó en la conquista, pero siguió escribiendo y 15 años después se dio cuenta de que quería ser poeta. Su madre, emigrante ucrania, recibió el anuncio con la inquietud de quien desea la prosperidad para sus hijos. “Nunca vas a ganar dinero con eso”, le dijo. Pero a la vez sonrió porque, junto a la noticia, su hijo traía en la mano su primer libro impreso.
La profecía de su madre se cumplió a medias. “Los derechos de autor no dan para vivir pero la dotación de algunos premios me ha ayudado”, cuenta el poeta argentino desde el apacible salón de su casa en la capital mexicana. Gelman ha ganado entre otros el Juan Rulfo, el Neruda, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Cervantes. Escribe una columna semanal en el diario argentino Página 12. Lee, pasea, ve los noticieros y sigue en la distancia al Atlanta, el equipo de su barrio, gran rival del Chacarita, que aspira a subir a la Primera División, y que cuenta con su "estímulo permanente".
La vida del poeta quedó marcada por la desaparición de su hijo y de su nuera embarazada durante la dictadura militar, por la búsqueda de su nieta robada al nacer, y por el rencuentro con ella 23 años después. Gelman ha dicho muchas veces que el dolor de perder a un hijo no acaba nunca. Pero no escribe desde el odio, “que nos hace daño”, sino desde la pérdida. Y esa pérdida está también en el génesis de su último libro, Hoy, que será publicado próximamente tras reposar en el horno unos meses.
Gelman se muestra cálido con el fotógrafo y el periodista. Toma café, pero les ofrece un tequila aunque son las once de la mañana. Habla muy bajito, como si no diera importancia a lo que dice. Y apostilla con sorna algunos de sus comentarios. ¿Se puede escribir poesía sin tener sentido del humor? No lo sabe, pero todos los poetas que conoce, lo tienen.
Pregunta. ¿Y por qué ha titulado Hoy su nuevo libro?
Respuesta. Pensé que usted me lo diría... (sonríe). No, simplemente me pareció que ese era el tema. Son 290 o 300 textos breves, muy condensados, para no molestar al lector. En prosa poética, o poesía en prosa, como prefiera. Lo del reposo… sirve para librarse de la calentura en el momento de escribir. Pero apenas los cambio. Cuando el poema se escribió, se murió. Con los arreglitos, y hablo de mi caso, me siento traicionando el mejor momento de la creación, que es de la escritura. Aunque uno escriba disparates.
P. ¿Y desde qué sentimiento lo escribió?
R. Mire, le voy a contar algo que está en el origen del libro. Entre los culpables del asesinato de mi hijo había un general que fue condenado a prisión perpetua. Cuando dictaron la sentencia algunos jóvenes que ni siquiera habían vivido la dictadura saltaban de alegría. Pero yo no sentí nada. Ni odio, ni alegría ni nada. Y me pregunté por qué y eso me llevó a escribir, para explicarme qué había pasado, aunque, como todos los libros, empezó de una manera y siguió por otra. Quité los textos iniciales, porque eran testimoniales y eso es periodismo. Pero surgió el tono poético necesario para escribir un resumen de lo que sé, o creo que sé, de los 35 años que pasaron desde la muerte de mi hijo.
P. A usted no le gusta el término “poesía comprometida”, aunque es una persona que en su vida se ha comprometido políticamente. ¿Se puede separar al autor de su ideología política?
R. El lugar que la ideología ocupa en la subjetividad de un escritor me parece pequeño, según los casos, claro. Y la relación entre la escritura y el pensamiento político tienen canales muy oscuros. Ezra Pound hizo propaganda para Mussolini pero también compuso un poema sobre la usura que ningún marxista-leninista-maoísta-fidelista hará jamás. Balzac era monárquico, pero los personajes más simpáticos de sus novelas eran republicanos. ¿Alguien conoce la ideología de Shakespeare? ¿Se sabe si era comunista o fascista?
P. Y eso explica que usted pueda admirar por ejemplo la obra de Borges, que fue cuando menos tolerante con la dictadura militar que tanto daño le hizo…
R. A mí la obra de Borges me parece extraordinaria, aunque no me gusta tanto su poesía como su prosa. De chico yo le defendía de mis compañeros comunistas que lo acusaban de “amigo de los terratenientes” y cosas así. La política no le interesaba, no estaba en eso. Se dejó condecorar por Pinochet, dijo que con Franco todo era mejor… Pero hay una cosa que apenas se sabe. A principios de los 80 firmó una solicitud de las Madres de Plaza de Mayo pidiendo la aparición con vida de los desaparecidos. Y cuando al final de su vida le preguntaron en la BBC por su apoyo a la dictadura, se le empozaron sus ojos ciegos y explicó que no había estado muy informado y que había vivido rodeado de cierto ambiente. “Ignorancia, como decía Samuel Johnson”, dijo. No hay nada que digerir de las ideas de Borges. Solo hay que comprender.
P. Decía precisamente Borges de uno de sus personajes: “Le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos que vivir”. Usted ha sufrido guerras, dictaduras, exilios, grandes tragedias en su propia familia… pero considera que los tiempos actuales son particularmente terribles…
R. Sí, este momento me atemoriza mucho. No solo por la crisis económica, sino la crisis espiritual, y no me refiero a la religión. Pareciera que se ha instalado todo un sistema para recortarnos el espíritu, para convertirnos en tierra fértil de autoritarismos. Y hay una especie de acostumbramiento, que es lo peor que le puede pasar al ser humano: al terrorismo, al genocidio por hambre, a la falta de educación para todo el mundo.
P. ¿Y cómo ve la situación en su país, Argentina?
R. Yo apoyo al Gobierno actual, es el mejor en varias décadas. No quiere hacer la revolución socialista, sino volver al capitalismo clásico, basado en la producción y no en la especulación. Pero hay muchos intereses en contra, como los dueños de la tierra. No hay que minimizar las protestas de la oposición, pero lo curioso es que esa reacción no propone nada. Y sería muy bueno que propusiera algo, para cambiar lo que está mal hecho.
P. Han elegido Papa a un compatriota suyo. En un artículo periodístico publicado recientemente usted mostró sus reservas sobre el cardenal Bergoglio.
R. Sí, tengo mis dudas. Y cuento una experiencia personal: hablé con él cuando buscaba a mi hijo y me dijo que no podía hacer nada. Pero ante la justicia declaró otra cosa, que había hecho gestiones sin éxito. No me consta si las hizo o no. Pero dejó a la intemperie a varios jesuitas cuando era provincial.
P. Pero desde su puesto ¿Podría este Papa cambiar algo de este mundo actual que usted ve tan terrible?
R. Podría cambiar algo, sí. Wojtyla cambió las cosas en Polonia. Pero hay muchos problemas en el Vaticano mismo, intereses muy poderosos y no precisamente creyentes, salvo en el dinero. Por eso me parece muy difícil que arregle nada, aunque ponga la mejor voluntad.
P. Y movimientos como el de los indignados en España o el Yosoy132 mexicano… ¿Pueden ellos modificar las cosas?
R. Me parece bien que la juventud se mueva. Pero por poca experiencia que tenga el observador se veía que eso se iba a desvanecer. Por falta de experiencia política, de objetivos claros. Es difícil luchar desde el llano. Antes la política dirigía a la Economía pero ahora es al revés. Me reía para mis adentros viendo a los jefes de Gobierno de Europa reunidos con la directora del FMI, el del Banco Mundial y el del BCE. Estos dictando políticas y los otros, aceptando.
P. Entonces ¿No tiene esperanzas?
R. No. Por ahora no. Tengo la confianza lastimada. Algo cambiará pero yo ya no lo voy a ver.
P. ¿Aunque viva cien años?
R. No creo que llegue a los cien años. Y eso que soy un pretencioso, cuando alguien me da la mano para bajarme de la camioneta le digo que no estoy tan viejo. No desdeño la vida, quiero ver casarse a mis nietos, ver si me dan algún bisnieto… Pero también creo que Dios, si existe, debe estar aburridísimo de su eternidad.
28/04/12 El País | México
GB
Suscribirse a:
Entradas (Atom)