domingo, 7 de abril de 2013

MAS ALLA DEL DILUVIO POR MARIO WAINFELD OPINIONJ

Más allá del diluvio Por Mario Wainfeld Imagen: DyN La tragedia, la política y la sociedad. Precedentes que acusan, alertas no advertidos. La necesidad de hacer cambios. La solidaridad conmovedora. Gobernantes cuestionados, respuestas diferentes. La respuesta de la Presidenta y las medidas anunciadas. La equidad en juego. Enseñanzas y advertencias de La peste. “Rieux decidió redactar la narración que aquí termina, por no ser de los que se callan, para testimoniar en favor de los apestados, para dejar por lo menos un recuerdo de la injusticia y de la violencia que les había sido hecha y para decir simplemente algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio. Oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás.” La peste, Albert Camus “Después del temblor de tierra que había destruido las tres cuartas partes de Lisboa, los sabios de la ciudad no encontraron un medio más eficaz para evitar la ruina que dar al pueblo un magnífico auto de fe. La Universidad de Coimbra dictaminó que el espectáculo de algunas personas quemadas a fuego lento sería el secreto infalible para impedir nuevos temblores de tierra.” Cándido, Voltaire Una cifra aterradora de muertos, pánico colectivo, escenas sólo vistas en cine catástrofe. Miles de víctimas que sufrieron daños irreparables, que padecerán traumas difíciles de sobrellevar. Respuesta formidable de la sociedad, trasuntada tanto en la solidaridad como en la capacidad de autoorganización. Bautismo conmovedor de una militancia joven menoscabada por ciertas crónicas. Una polémica, siempre necesaria, acerca de las potencialidades de la sociedad y el Estado. Desempeños muy dispares de protagonistas políticos, incluyendo a dos presidenciables, ambos esperanzas blancas de la oposición. El cronista propone sólo algunos apuntes de un debate que debe ser largo ya que es imposible enunciar un saldo tan pronto. Pero hay que ir discurriendo sobre las responsabilidades concretas de antes y de después, que esta vez no pasarán por los tribunales, lo que fuerza a “la política” y a la sociedad a asumirlas. Los tribunales, al fin y al cabo, sólo dan respuestas sesgadas, parciales. El cedazo del Código Penal y aun el de las responsabilidades civiles son pobre vara, debe haber otra más exigente y profunda. - - - Los dioses y los humanos: antaño, bajo otras cosmovisiones, las tragedias (entre ellas las producidas por cataclismos de la naturaleza) eran interpretadas como producto de la voluntad de los dioses. Como castigos o como mensajes. Los mismos dioses podían ponerle fin cuando el escarmiento era bastante, cuando se modificaban las conductas o cuando mediaban sacrificios o autos de fe. Actos de contrición de los hombres, perdón de la divinidad. Un orden moral estructurado, un mundo explicable, que la cita de Voltaire pone en tela de juicio. Vivimos en una era en la que las tragedias (o, cuanto menos, la magnitud y distribución de sus consecuencias) suelen ser leídas también como consecuencia de errores o fallas humanas. Cada una de ellas desata (debe desatar) un debate sobre las responsabilidades previas y ulteriores. No se trata, en las sociedades contemporáneas, de restaurar un orden previo y armonioso interferido por el pecado sino de cambiar lo que está mal hecho. Los daños, como entonces, son colectivos pero la búsqueda de responsabilidades se orienta a autores más precisos. Yendo más al grano: a la luz de las ideologías del siglo XXI es inadmisible la idea de que lo padecido en La Plata y en la Capital, entre otros parajes, sea pura fatalidad. Que sólo se deba a un fenómeno meteorológico tremendo, que lo hubo. También mediaron la imprevisión, la falta de planificación, un urbanismo regido sólo por las leyes del mercado o la necesidad apremiante. A eso se agregaron, en paralelo con los diluvios y después, carencias operativas de gobernantes en el contexto de la urgencia. Nadie puede afirmar que todas las pérdidas eran evitables en otro contexto. Nadie puede negar que una parte (que con el tiempo se debería precisar) sea debida a la mala praxis, a la improvisación, a la falta de volumen de quienes toman decisiones designados por el pueblo soberano. El cronista renuncia a los estudios hídricos, que no son su métier. Pero sí intenta incursionar en cuestiones que rozan sus saberes. Un par de preguntas son imperiosas. ¿Es posible pensar que son polarmente diferentes los sucedidos de Capital y La Plata? ¿Que en un lugar primó la culpa del Gobierno y en otro la brutalidad de la naturaleza? Dos situaciones similares (aunque mucho más grave la de La Plata), producidas en cuestión de horas, en un mismo país y a 60 kilómetros de distancia, fuerzan la respuesta. Las semejanzas de fondo priman, lo que no equipara culpas ni responsabilidades. Ni iguala los procedimientos previos y posteriores. Pero hay un patrón común, que la astucia partidaria (de ambos sectores) procura diluir y que no debe ser dejado de lado. La segunda pregunta es imposible de responder de modo irrefutable, sólo se pueden esbozar hipótesis. ¿Hay un denominador común entre estas inundaciones, las de Santa Fe en 2003, con Cromañón, con la muerte de los chicos del colegio Ecos, con la tragedia ferroviaria de Once, con los derrumbes de edificios en la Ciudad Autónoma, con tantas pérdidas de vidas en rutas y calles? ¿Mentamos un conjunto de contingencias aisladas o, por el contrario, creemos que “hacen sistema”? ¿Hay demasiadas muertes evitables en la Argentina? Quien propone un interrogante anticipa, por la parte baja, que le parece digno de estudio. El cronista cree que la cuestión es profunda, que la pregunta es necesaria. Y teme, o mejor dicho cree, que la respuesta más verosímil (casi la única verosímil) es la afirmativa. - - - El asfalto: así planteado el tema, es factible combinar en el análisis la catástrofe de La Plata con la de Capital. En ambas mediaron advertencias previas de organizaciones sociales, vecinales, ecologistas, de profesionales de la construcción. Asfaltar sin ton ni son, taponar eventuales vías de desagüe, achicar los espacios verdes son vicios comunes en la capital de la nación y de su provincia más grande. Cierto es que nadie es portador de la verdad plena y que las pretensiones de esos sectores de la sociedad civil no son idénticas a las de los gobernantes. A menudo, tampoco concuerdan con las de muchos ciudadanos, de variadas extracciones sociales. Los más pudientes que quieren edificios gigantescos, muy demandantes de infraestructura. Y también los más humildes, que se asientan en terrenos “bajos” sencillamente porque son los más despoblados y accesibles. Para unos es la prepotencia del dinero, para otros el imperio de la necesidad. En la provincia hay muchos barrios o asentamientos relativamente nuevos en sitios de cotas bajas, que no fueron afectados en los últimos años porque no fueron de sequía pero sí (en promedio) de lluvias manejables. He ahí un riesgo virtual, cercano. No deliran quienes exigen precauciones, fijación de reglas, distancia entre el agua y lo edificado. Un grado de planificación urbana, algo más que crecimiento a la que te criaste, que primó (allende las notables diferencias de época) en los ’90 o en el siglo XXI. Sobran ejemplos comparativos, aun en grandes ciudades. En el casco urbano de París no proliferan hipermercados como los hay en Buenos Aires. En países hermanos, emergentes, democracias en construcción como la nuestra, existen experiencias de presupuesto participativo bastantes inusuales en la Argentina. Esas campanas doblan por la mayoría de los partidos, aun por el sistema político en general. En Capital y provincia se vienen subestimando los cambios climáticos. El jefe de Gobierno Mauricio Macri es un maestro en reseñar records. Pero hete aquí que si se baten marcas cada trimestre habría que cambiar el concepto de record. Las lluvias intensas se reiteran. En 2009, hubo una sequía “histórica” a nivel nacional. Las inundaciones históricas llegaron poco después. El tornado histórico porteño cayó en 2012... ¿Cuánto tardará la próxima marca insuperada en Tolosa, Ringuelet o Saavedra? - - - Alertas desoídos: ciudades que nacen o crecen sólo regidas por las más crueles reglas del mercado. Construcción mal planificada de autopistas o distribuidores de tránsito. Todas son acciones más vistosas y redituables políticamente que la prevención de la furia del agua. Lo subterráneo, claro, no se ve. Es caro, proyecta a largo plazo. Lord Keynes decía que para entonces todos estaremos muertos. El dilema es que, por no contemplarlo, demasiados argentinos mueren antes de tiempo o sufren lo que no merecen y podría habérseles obviado. Las tormentas de esta semana se veían venir. Había pronósticos meteorológicos, la furia de la lluvia escalaba desde el sur de la provincia de Buenos Aires. Un lector, Gustavo Mariani, critica el silencio de los medios platenses, con la honrosa excepción de la venerable AM Radio Provincia. Los dos intendentes concernidos estaban fuera del país, lo que no es pecado si se deja armado un esquema de gobierno para cubrir la suplencia. Los comportamientos ulteriores de ambos comprueban que ni por asomo lo hicieron. El intendente Pablo Bruera se valió de un subterfugio vergonzoso y berreta. Habla mal de su ética y también de su inteligencia: era imposible que su mensaje no fuera refutado. Macri no hizo tanto pero también mostró la hilacha. Se mostró enfadado, no supo ni quiso disculparse. Mezcló excusas penosas con argumentos de bajo vuelo, hasta metió a los holdouts en su discurso autoexculpatorio. El gobernador Daniel Scioli se defendió algo mejor, por lo menos fue comunicando las tristes nuevas y colocó a todo su gabinete a dar explicaciones prácticas. No todos, ni la mayoría dan la talla, pero por lo menos dieron la cara. En ese carril, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner demostró una vez más por qué es la protagonista de más fuste de la etapa. No es la primera vez que mete los pies en el barro (ya lo había hecho en Tartagal), pero a veces rehusó su presencia, que siempre legitima, conforta a la mayoría y cumple un deber. Esta vez se movió a su pueblo de infancia y a barrio Mitre. Recibió vítores y críticas recias: un ejercicio de democracia “a la argentina”, una referencia para los que denuncian dictaduras que no condicen con la realidad. - - - Estado y sociedad: la solidaridad y los aportes comunitarios generaron una exaltación de la sociedad civil versus el Estado. Un mensaje ideológico por donde se lo mire, que engarza fantástico con las traducciones gauchitas sobre la unción del papa Francisco. La solidaridad, los esfuerzos personales y los aportes materiales son conmovedores. Hablan de una sociedad que reacciona bien ante la desdicha y que acaso obra de modo distinto al cotidiano. La apología de lo inorgánico es, en cambio, una moraleja falaz. El oenegeísmo antipolítico acecha siempre, aunque usualmente no proviene de las oenegés más avezadas en la ayuda social. A los voluntarios de la Cruz Roja o a sus autoridades ni se les ocurriría imaginar una sociedad omnipotente aislada del Estado o aun enfrentada con él. La organización, el mayor esfuerzo económico, las respuestas extendidas corren por cuenta del Estado, aunque (como ya se dijo y se deberá ahondar) muchos servidores públicos no estén a la altura de las responsabilidades con las que fueron honrados. - - - “Perdimos todo”: tal la frase de ciudadanos dolidos, repasando el saldo provisorio de la catástrofe. En esta ocasión el daño fue relativamente transversal: afectó a varios estratos sociales. Tolosa, epicentro de las muertes y el estrago del agua, es un paraje poblado por gentes de clases medias. Muchos perdieron todo, pero esos “todos” distan de ser idénticos. El ajuar de algunos hogares puede valer “n” veces más que el de otros. El sentido común de los argentinos (aun de aquellos que son antiestatistas o muy liberales) presupone que el Estado debe intervenir mucho, pagar mucho, reparar mucho. ¿Debe hacerse en proporción a los patrimonios de los damnificados, es decir, pagando más a los que más poseen? ¿O debe primar un criterio de equidad, reparando especialmente en los desposeídos? La respuesta no está en las leyes, que no prevén tanto, sino en la ideología que se aplique desde el Estado. Las medidas que anunció la Presidenta, en su discurso del viernes, privilegiaron la segunda opción. Se valió de herramientas pragmáticas, bien K: dinero en el bolsillo del universo de víctimas más vulnerables. El cronista comparte la idea central y la metodología. Habrá que ver cómo se pone en práctica para redondear el juicio de valor. En principio, de cualquier modo, el Estado se mostró eficaz en su mejor terreno: las agencias de pago, los organismos previsionales, la AFIP, la abominada caja. Frente a la emergencia asistencial y humanitaria (que, valga la paradoja, ya no debería sorprender), la respuesta fue menos expeditiva, estructurada y veloz. El dato trasciende a la terrible coyuntura. Algo similar pasa, con todas las diferencias del caso, con el presupuesto educativo versus la calidad de la enseñanza. La recuperación y la reforma del Estado (fortalecido por el kirchnerismo tanto en sus recursos como en valoración simbólica) prosperan más en algunas áreas que en otras, un alerta para la sintonía fina. - - - Las gentes y la peste: los gremios docentes honraron su tradición, depusieron la huelga, pusieron a los pibes primero. Tal vez la tregua impuesta por el horror dé una manito para destrabar un conflicto demasiado prolongado. El sindicato de camioneros se pasó de rosca: bloqueó una refinería en un momento de contrición colectiva. Puso un interés sectorial, que se podía postergar por unos días, por encima del general. Albert Camus, gran escritor y moralista, describió como nadie la tragedia colectiva en La peste. Su mensaje final puede servir de cierre precario a esta columna. La inundación mostró enormes reservas de la sociedad argentina, lo que conforta en medio de tanta desdicha. Pero la peste no es un castigo de los dioses. Y sigue al acecho si no se atiende mejor a sus causas, si no se modifican patrones de conducta o políticas que han sido puestas en entredicho. Lo social, ante todo “El desastre es la expresión social de un fenómeno natural”, explica el ambientalista Antonio Elio Brailovsky, que tuvo notables intervenciones en estos días. Es un lugar común digno de ser repetido: en Cuba los huracanes causan menos daños que en Haití o que en la mayoría de los estados de Estados Unidos. El Katrina fue un ejemplo ineludible. La socióloga norteamericana Margaret Somers sistematizó el tema en un libro titulado Genealogies of Citizenship. Asoció las tremebundas consecuencias del huracán con el apartheid social que viven los negros en Nueva Orleáns y con la privatización de hecho de la agencia estatal encargada del control de daños. - - - Otro origen parece tener la prevalecencia de víctimas de la tercera edad, que se percibe en los primeros datos de La Plata. En terribles olas de calor padecidas en Francia (2003) fallecieron miles. No especialmente los más pobres sino los que vivían solos. En 1995 en Chicago otra oleada de calor arrasó con la vida de 700 ancianos. El periodista norteamericano Eric Klinenberg analizó el universo de víctimas en un libro titulado Heat Wave: A Social Autopsy of Disaster in Chicago (Illinois). Los que vivían solos, pobres o no, fueron mayoría. La falta de lazos sociales fue, quizá, la causa principal. Ocurre en otras comarcas, no es consuelo ni excusa aunque sí ayuda a comprender la complejidad de los fenómenos, irreductibles a una sola explicación. - - - La existencia, innegable, de muchos damnificados de clase media en esta semana no debe hacer olvidar que la desigualdad social se reproduce, en tendencia, en las tragedias. La gravedad de las muertes obtura otras miradas, pero debe subrayarse que ya anteayer había más refugiados en La Matanza que en La Plata. Y que las pérdidas materiales deben evaluarse por su precio, pero también por la capacidad personal o familiar de reposición. También la actitud ante la ayuda puede ser diferente. Para alguien de clase media el lugar de protección puede resultar muy transitorio, acaso incómodo, insatisfactorios los colchones o la comida insuficiente. Puede ser distinto para argentinos de menos recursos materiales: es factible que valoren distinto el estar bajo techo, conviviendo con sus pares y con un nivel de atención social inusitado. - - - Una conclusión ineludible es bien planteada por Somers. Los daños de la tragedia, acaso, no vulneran ninguno de los “derechos legales de ciudadanía”. Nadie pierde la libertad de expresión, de reunión, de asamblea, de voto, o el acceso a alguna política de transferencia social. Ningún damnificado, pues, protesta porque perdió esos derechos. Lo damnifican, eso sí, la ausencia o labilidad del Estado, de cualquier nivel de gobierno. Los convierte de hecho en ciudadanos de segunda, en habitantes sin estado, stateless people en inglés. Los somete a las reglas del mercado y a los “contratos individuales”. La ciudadanía no es (solamente) cuestión de derechos conferidos en la norma, aun los sociales. Depende de un sistema político que prevalezca sobre el individualismo y la contractualización extremos. En especial, que sirva de contrapeso al fundamentalismo de mercado para garantizar estructuralmente la igualdad. Sobre todo (pero no únicamente) en situaciones límite. mwainfeld@pagina12.com.ar 07/04/13 Página|12

sábado, 6 de abril de 2013

PASTOR OBLIGADO: MUCHO POR NADA.

ZONA LITERARIA - EL TEXTO SEMANAL Mucho por nada Por Pastor S. Obligado (1841-1924) La otra tarde pasaba una negra vieja, pero muy vieja, cargada de años y achuras, con un sucio atado de las mismas, y mendrugos, y virutas sobre las motas que sus muchos años blanqueaban, por el mentidero público, cuando al resbalar en una cáscara de naranja, cayó la infeliz largo a largo, midiendo con su flaca humanidad el umbral, sobre el que los desocupados de toda hora, así cortan sayas como arañan honras de cuantas pasan. El negrito que camina con las rodillas, permanente en la puerta de la Confitería del Aguila , se agachó a levantarla, pero como dos marinos de tierra, perpetuamente anclados en aquel apostadero, y un otro oficial de caballería a pie, trataran de hacer lo mismo, este amontonamiento enredóse de tal manera, que no pudo impedir se enpujaran unos con otros. cayendo sobre ellos otros tantos pasantes de la vereda a la hora que más pasan. Atravesaron el jardín de enfrente, sin flores, que en veinte varas cuadradas exhibe más que cultiva Dordoni, y ya el grupo primitivo de cinco, diez. veinte personas, seguía aumentándose y creciendo y rebalsando el arroyo, sin saber los de atrás, últimamente llegados, qué había sucedido a los primerizos, ni lo que significaba tal enmarañamiento de negros y blancos, hombres y mujeres, civiles y militares, entre gritos y confusión. Y como en los tiempos que corren se vive con el Jesús en la boca, pues sin aviso previo se mete el tiempo en agua o en revuelta, sonó el pito del vigilante en la esquina, repitió la señal de alarma el gallo de la otra cuadra, pitó el de más allá, y por las cuatro bocacalles viéronse correr hacia el mismo punto vigilantes y particulares, preguntando azorados a la vez: "¿Qué hay? ¿Qué hay?", sin que se atinara a responder. El grupo iba engrosando, alargándose y prolongando la cola, aumentada por la obstrucción de "tramways" entrecruzados (calle Cangallo y Florida), sin poder seguir, cuando uno de los vendementiras gateando bajo las piernas de la multitud compacta, sofocado y jadeante salió precipitadamente contando a los más alejados: -¡No es nada! La tía Marica que pasaba cargada de astillas para calentar el puchero de los negritos que tiene en su rancho del Paso Colón está furiosa, porque el resbalar se le ha roto el pito. -Si en esta tierra no gana uno para sustos -decía un extranjero de encendida nariz color coñac, de los que siempre andan denigrando al país en que enriquecen... Y el grupo crecía, y [se] arremolinaba, viéndose venir a mata caballo, en dirección del Retiro, al oficial de policía que saltando en el mismo, al tirar su cigarro recién encendido, murmuraba: -Maldito oficio éste, que ni tiempo deja para encender el pucho, cuando ya está la revolución de vuelta. Llegaba por el opuesto extremo otro oficial de esos que siempre llegan cuando se acaba de acabar todo sucedido, gritando muy apurado: -A ver, a ver: ¡paso a la autoridad! Al oír "autoridad", por la de sí mismo el pueblo soberano más se encrespaba, atropellándose, y como en oleadas humanas, condensábase o se dilataba en pequeño grupo primitivo, no ya de veinte o cuarenta, sino de ochenta o doscientas personas, empinándose los de más atrás, sin conseguir averiguar mejor que los inmediatos el motivo de tal. confusión, atropello y gritería. La hora, el lugar, la situación, los estudiantes del "Instituto Libre" , demasiado libres en esa calle, que parece estudiaran en la misma por lo mucho que la frecuentan, y los no jóvenes del Club Político de la vuelta, los vendedores de sustos o mentiras, de flores y de cuanto se vende o no se vende en las cuatro esquinas, larga cola y muy larga, añadían al numeroso grupo petrificado sobre los umbrales de la Confitería del Aguila, y más compacta y apiñada sin poder penetrarla, ni conseguir saber lo que había o no había. Gritos y exclamaciones por todas partes; la gangolina subía y crecía de diapasón, percibiéndose apenas los ecos: "¿Qué hay?", "¡No es nada!", "¡Ya lo agarraron!", sin [poder] nadie darse cuenta de la verdad, tan lejos se estaba del principio... A la otra cuadra se comentaba: -¡No es nada! ¡Si es una negra vieja que resbaló en una cáscara de naranja, con su atado de desperdicios llevados para sus negritos! Parece una merienda de negros. -No insulte -contestó un negro muy currutaco y encopetado que pasaba-, pues los blancos lo hacen peor. Pero como el cierra-puertas se propalaba por toda la calle al oír el estrépito con que cerrábanse las de la susodicha Confitería, y ruido como de cañones resonando hacia la calle adyacente producido por la "artillería de Bollini", en retirada, y el timbre de la comisaría inmediata seguía pidiendo auxilio, se divisó al confín de la calle y a paso de carga, un piquete de bomberos con el activo coronel Calaza a la cabeza, de quien se cuenta duerme sólo con un ojo y [con la] mano en la manguera. Allá por la Plaza del Retiro hablábase de pedir fuerzas a Palermo. Los más asustados asomaban a las barrancas, observando si la escuadra había cambiado de fondeadero, o ido a echar anclas en Chivilcoy, como en otra ocasión leímos en la pizarra de la Bolsa de Liverpool. En el Departamento Central de Policía se repetían los toques de alarma, reconcentrando allí todos los vigilantes de las comisarías. Y entre explicaciones mal dadas y comentarios adulterados y exageraciones aumentadas, disputas de cívicos y radicales que a pretexto de cualquier cosa se enciende el fuego cuando está el aire impregnado de materias inflamables, seguía y proseguía aumentando aquella larga cola, sin cabeza. Los más flojos de los pasantes corrieron a guardar el sustazo en casita, mientras que los más guapos -cuando no ven peligro- gritaban: -¡Revolución! ¡Revolución! ¡Ya se armó la gorda! ¡Que se aten los calzones, ladronazos politiqueros! -¡Hasta cuándo hemos de vivir en perpetua revolución! -exclamaban-. ¡Si esto no es vivir! Todos gritaban a un tiempo, hormigueaban y gangolineaban; y unos porque nada sabían, y otros porque sabían demasiado, el tumulto continuaba, oyéndose en los grupos más lejanos diversas exclamaciones: -¡Parece que es una bomba de dinamita que ha reventado! -dijo uno. -¡Es un revolucionario que ha muerto a tres de un revés! -agregó otro. -¡No es nada! Si es una negra vieja que llevaba para sus negritos.. . En esto se oyó en el confín de la calle, al boletinero: -¡Ultima hora! ¡Revolución en la calle Florida! ... Boletín con el suceso ocurrido en la Confitería del Aguila! ... ¡Revolución.. . -A ver muchacho: ¿Qué llevas ahí? trai pa cá esos papeles; ¿por qué gritas "revolución"? -decía, v procedía el vigilante de más tonada, rompiendo los boletines, a tiempo que dos ingleses que venían de la bolsa, comentaban entre sí, el porqué había subido el oro quinientos por ciento. Y el tumulto inexplicable crecía y seguía y la cola se aumentaba, mientras los bomberos aseguraban mangueras en las boca-mangas del agua corriente. Una hora no había pasado del malhadado resbalón de la negra vieja Marica, cuando distintos eran sus comentarios en apartados barrios de la ciudad. Como al través de inmenso vidrio de aumento en anteojo de larga, pero de muy larga vista, que reprodujera en gigantescas proporciones lo que lejano descubre, el primitivo grupo, tropezón de los cinco en la puerta de la Confitería del Aguila, creíase en el Retiro; bomba estallada en Palermo; motín del Cuartel en el Rosario; revolución en la Capital (vista desde Mendoza) y derrocamiento del gobierno, oído desde Londres, cuya Bolsa tiene largo oído para hacer subir hasta quinientos el cambio de oro, según las vibraciones eléctricas que hasta allí llegan. En la Casa Rosada, el Intendente Don Manolito mandó trancar las puertas y ventanas, menos para impedir entrasen los imaginarios revolucionarios. que para evitar saliera el Presidente a la calle, ni sus ministros, dispuestos a morir al pie de una silla que no ambicionaron. En la casa de enfrente (Congreso), el diputado general Mansilla con su vehemente impetuosidad, al oír la queja que exponía un boletinero: -¿En qué país estamos? -exclamó-. ¿En qué tiempos vivimos, señores diputados? ¿Por qué se coarta así la libertad de la prensa, y se impide la circulación de la palabra impresa? ¿No blasonamos ser apóstoles de la libertad? ¡Muramos por ella, y con ella! ... Hago moción previa para que interpele al ministerio, con qué derecho agentes de policía se permiten secuestrar boletines que circulan por las calles... Del Rosario llegó un telegrama al diario más mentiroso de esta capital: "¿Digan qué hay? Aquí corre que una negra bomba ha caído en el umbral de la Confitería del Aguila." Poco después, otro de Mendoza: "¡Listos! He mandado encender la máquina, nos penemos ya en marcha. Parece que el movimiento revolucionario que ha asomado en la calle Florida. tiene ramificaciones en Santa Fe, Corrientes y Santiago. Aquí todos los amigos están prontos para concurrir a la primera seña..". ¡Mucho por nada, y todo porque al pasar una negra vieja con su atado de astillas y virutas para calentar el puchero de sus negritos en el bajo de Colón, resbaló en una cáscara de naranja! Y chorros de agua, y cargas de caballería, y vigilantes a todo escape, para deshacer el grupo primitivo en que enredáronse sobre una negra caída, muchachos y marinos, caballeros y reporteros, pasantes y espectadores, formando enmarañamiento tal, que vigilantes, sargentos e inspectores, comisarios, oficiales y bomberos no pudieron desenredar, aumentando la inacabable gangolinería de "¡No es nada!, ¡No es nada!". y recién después de ímprobo trabajo consiguióse apaciguar el tumulto. En momentos de sobresaltos, de intranquilidad intermitente, cuántas ocasiones los vende-mentiras, alarmistas v politiqueros, creen ver una termpestad dentro de una tetera… (1898)

ESCENARIO ELECTORAL

Escenario electoral Sobre imprevisiones y consistencias Por Eduardo Blaustein La falta de planificación se revela en todas las áreas –desde las inundaciones hasta las negociaciones salariales docentes– y es común a los más diversos distritos. Algo similar se da también en el terreno político donde aún no están consolidadas ni candidaturas ni alianzas. Mientras se escribe esta columna se hace difícil escapar a lo que truena en las radios, la tele y las ediciones digitales de los diarios: desastre en La Plata, estragos en el Gran Buenos Aires, seis muertes por las inundaciones en Capital, donde por primera vez el agua tardó horas en bajar y se inundaron barrios que no se anegaban desde la década del 80. La “excepcionalidad” de los temporales ya no es tal. Existe un modo de relacionar lo que sucede en la ciudad con problemas que ocurren a escala nacional. Existe una manera distinta de abordar el problema de las inundaciones, especialmente en Capital, por un lado sólo en apariencia paradójico: las inundaciones como efecto de una prosperidad sin planificación. Boom de la construcción –que comenzó antes de la gestión de Mauricio Macri–, repavimentaciones que elevan el nivel de las calles y obstaculizan el drenaje de la lluvia, inmensos complejos que hacen de barrera sobre y debajo del suelo de la ciudad. La no planificación no es exclusiva de la gestión porteña. El largo conflicto docente bonaerense se relaciona al menos con tres distintos niveles de imprevisión, de corto, medio y largo plazo. El primero y más cercano problema de imprevisión fue la demora en el inicio de negociaciones con los gremios. El segundo la pasividad del gobierno de Daniel Scioli a la hora de ingeniárselas para ampliar la capacidad recaudatoria de su gobierno. El tercero es el problema fiscal estructural bonaerense que necesitaría de un acuerdo nacional en torno de la coparticipación. Ningún gobierno se atrevió o pudo a encararlo. Las mieles de la prosperidad impiden prever problemas que luego se traducen en urgencias. Sucedió a nivel nacional con las demoras con que actuó el gobierno respecto de la baja en la producción de combustibles. Finalmente reaccionó, aunque tardíamente, con la recuperación de Repsol. Pero mientras Miguel Galuccio avanza en la incorporación de socios que tengan la capacidad inversora suficiente para explorar y extraer más gas o petróleo, la Nación este año volverá a hacer un esfuerzo inmenso para pagar la importación de combustibles. Algo similar sucedió con la inflación. Aunque sin mentarla, desde hace unos meses el gobierno comenzó a afrontar el problema con intervenciones puntuales como el congelamiento de precios, el lanzamiento de la Súper Card y el intento de suavizar las paritarias para que la suba de salarios no impacte en los precios. Se habla de que ya se registra una disminución de la inflación. No está claro que alcance con las medidas tomadas. Almuerzos, alianzas Contra la inflación y los conflictos docentes que persisten en varias provincias, el desastre de las inundaciones, la estampa de otro fin de semana largo con récord de salidas turísticas habla de un país que está lejos de afrontar una crisis profunda. Estos fines de semana de boom turístico son una imagen ya clásica de los tiempos kirchneristas, aún con dificultades económicas persistentes (mayor estrechez fiscal, déficit de la balanza comercial, entre otras). Mientras se apuesta al sostenimiento del consumo como política continuada del oficialismo, se acercan los tiempos de las primarias abiertas y simultáneas (quedan dos meses y algo para la presentación de listas) sin que la oposición haya remontado. Abundan los almuerzos entre dirigentes del peronismo no kirchnerista. Son demasiados nombres propios para poco mercado electoral: José Manuel de la Sota, Roberto Lavagna, Hugo Moyano, eventualmente Francisco de Narváez, los hermanos Rodríguez Saá y siguen firmas. El FAP, una vez más, discute sus alianzas: que si Pino Solanas, que si Elisa Carrió (con la que muchos, como Claudio Lozano, no quieren saber nada), que si el radicalismo. Sufre también discusiones internas serias acerca de su identidad, como las desencadenadas por la respuesta de Hermes Binner acerca de si en Venezuela hubiera votado a Henrique Capriles o a Hugo Chávez. Respondió que hubiera votado al primero y luego intentó explicar que la suya fue una respuesta “rápida”, generada por los vértigos de los tiempos mediáticos. El radicalismo, que en Buenos Aires no hace tanto apostó por Francisco de Narváez y así le fue, por fin parece mirar definitivamente en dirección al FAP. A la vez es más que probable que sufra una nueva escisión: la de aquellos sectores, como el del intendente de San Isidro Gustavo Posse y antiguos aliados de Julio Cobos, que apostarán a una alianza con el PRO. El partido de Mauricio Macri sigue más o menos como siempre: fuerte en Capital (aunque habrá que ver hasta dónde se fragmentarán los votos en las próximas legislativas), con Miguel del Sel en Santa Fe y con el homofóbico Alfredo Olmedo en Salta. Como se ha reiterado en esta columna y coinciden todos los analistas: es poca cosa para una fuerza con aspiraciones nacionales. Todo está como era entonces. La diferencia entre kirchnerismo y los demás es que, aun cuando a menudo el gobierno sale a apagar incendios de manera espasmódica, tiene un proyecto de gobierno que mostrar. La eventual ruptura de Daniel Scioli o Sergio Massa con el kirchnerismo era la esperanza del establishment para quitarle fuerza al oficialismo. Ya no parece que haya tiempo ni voluntad por parte de ambos dirigentes para aventurarse en proyectos riesgosos. Mientras tanto, incluso consultoras que trabajan para la oposición confirman que la presidenta remontó en las encuestas, incluso en provincia de Buenos Aires. Es más: esta vez, señalan los consultores, un conflicto como el de los docentes dañó más al gobernador que a la presidenta. Pero el kirchnerismo también recibe llamados de atención: aun con una participación baja y una diferencia estrecha de votos, acaba de perder las internas del PJ santacruceño. Acaso la novedad hable de una situación de precariedad de los armados oficialistas, muy dependientes de los vértices de poder, cuando esos vértices pierden el control del Estado o desatienden un territorio, en este caso emblemático. A nivel nacional, sin embargo, y como se preveía hace tiempo, tal parece que aún en un escenario económico apretado el oficialismo recuperará en las legislativas unas cuantas bancas parlamentarias que perdió en 2009. Que eso alcance para resolver el problema de la sucesión presidencial o para apostar a una reforma constitucional es parte de una discusión que hoy aparece como prematura. Fuente: Especial para Diario Z www.diarioz.com.ar GB

LA IGLESIA Y SUS OLVIDOS POR RICARDO FORSTER, OPINION

La Iglesia y sus “olvidos” Por Ricardo Forster "Ahora bien, en su concreta historia institucional la religión ha sido un poder legitimador de cuantiosas injusticias. Pero también, desde su cosmovisión salvífica, promesante, resistente, desde su aflicción de amor insondable contra tanta crueldad, desde su ser entre las gentes contra las injusticias del mundo, lo religioso judeocristiano fue esencialmente y profundamente crítico de la Mala Historia. Del dolor, del sufrimiento humano, en su memoria. Comprensión de lo religioso que alumbró o hizo alucinar a la Escuela de Frankfurt, por ejemplo, la cual situó la religión como momento crítico de primer orden en el itinerario de lo humano. Desde este enfoque el momento de verdad en lo religioso, sería la disconformidad con el mundo dado, con el mundo del mal, con el mundo injusto. La Escuela de Frankfurt, mucho del pensar de la teoría crítica en Horkheimer, Benjamin y Adorno heredan eso: la instancia mesiánica, la teología entrando en el campo del pensamiento y la filosofía, la religión como memoria infinita de la irracionalidad del mundo, memoria de la víctima antes y ahora. Lo religioso fue como el último subsuelo de la cultura donde se rescató su momento crítico”. Nicolás Casullo, Las cuestiones. Ha sido esta permanente tensión la que ha signado el recorrido por la historia de “la religión”. Una tensión entre su dimensión institucional, aquella que la vinculó a los poderes establecidos y que le permitió legitimar las pesadas injusticias que han caído sobre los débiles y los desposeídos, y esa otra dimensión, nacida del fondo más arcaico de las creencias populares que, al decir de Casullo, se ha nutrido de una “cosmovisión salvífica”, de un ensoñamiento redencional que ha proyectado, la mayor parte de las veces como paliativo, la ilusión de un mundo justo y depurado de tantas miserias materiales y morales. Una tensión, lo sabemos, que en términos históricos no ha dejado de inclinarse hacia un poder institucional asociado, desde su lejana fundación, con los causantes de las injusticias y los males que siguen afligiendo a los desheredados y a quienes escucharon a Jesús pronunciando el sermón de la montaña. Un sermón que, con el paso del tiempo y la consolidación de la jerarquía institucional romana, se fue convirtiendo en lengua ausente, en huella tenue de un camino sellado por quienes fueron en busca del pacto con los poderosos de este mundo. Lo que persistió fue, sin embargo, la lengua religiosa como expresión de todos aquellos que siguieron insistiendo, por fuera de la jerarquía y del poder, con aquello de la “distribución del pan” y de la esperanza mesiánica. Durante 2.000 años, pero en especial desde que legitimó un tipo de organización y de poder que nada tenían que ver con los tiempos del comienzo cuando recién surgían las primeras comunidades, se ocupó, con singular esfuerzo, en retrasar e impedir “la llegada del reino”. Allí, en el comienzo de su camino temporal, cuando se volvió iglesia de Roma, fundamento espiritual del Imperio y de su dominio, la religión católica, organizada bajo la forma de jerarquías inconmovibles y de concilios depuradores de heterodoxias y de herejías amenazantes de la centralidad dogmática, le dio forma a una arquitectura del poder que la fue alejando, cada vez más, de su ya oscuro origen igualitario en el que los miembros de la comunidad de los creyentes compartían bienes e ilusiones. Transformada en leyenda esa historia de las primeras comunidades cristianas, acabaron por dejar su lugar ejemplar a una institución estructurada alrededor de la jerarquía, los oropeles y la riqueza capaz de competir con los otros poderes de este mundo. A lo largo de su más que milenaria historia sufrió rupturas y desprendimientos casi todos asociados al abismo que la fue separando de sus orígenes y que fue profundizando la corrupción de sus prácticas y de sus estructuras organizativas. Caminando hacia “el encuentro de Cristo”, la Iglesia fue ahondando el abismo que la separó del sufrimiento de los débiles al mismo tiempo que pronunciaba aquella frase de vastísimas consecuencias históricas y políticas: “Al César lo que es del César” (traducido venía a significar la legitimación de la injusticias y las desigualdades, de la discrecionalidad de los poderosos y de la perpetuación, mientras durase la vida pecaminosa de los hombres en este mundo, de la pobreza como testimonio de una promesa a cumplirse más allá del tiempo y de la historia). Una “Iglesia de los pobres” que nunca se propuso combatir las causas de la pobreza y que prefirió, siempre, naturalizar esa condición transfiriéndola al misterio de Dios que, eso sí, acabaría por preferir, el día del juicio, a las multitudes incontables de quienes sufrieron la amargura de la pobreza en la vida terrenal. “Más difícil será que un rico entre al paraíso que pasar un camello por el ojo de una aguja”. De ironías también está empedrado el camino de la salvación. Lo cierto es que las señales que emanaron desde la cúpula eclesiástica han convertido ese antiguo refrán en un hazmerreír o, peor aún, en una cruel evidencia de la falsedad de una institución que ha venido trabajando con sistemático denuedo en garantizar la sumisión de los pobres y la perpetuación del reino de los ricos. Claro que siempre quedará como paliativo la promesa de ese otro reino allende la vida terrenal. De infinitas postergaciones está hecho el largo camino del Señor. Y, en el mientras tanto… se trata de sostener a rajatablas el poder de todos aquellos que, eso sí, no lograrán “entrar al paraíso”. Por supuesto que siempre están a la mano, para no perder la esperanza de la salvación, la caridad, la filantropía y las indulgencias. La Iglesia ha sabido negociar con “sabiduría” ese delicado equilibrio entre la satrapía del poder de los ricos y la interdicción a sumarse al rebaño de los salvados. El pastor quiere que su Iglesia “huela a ovejas”, que sea la casa a la que peregrinen los pobres para recibir, de su “santa madre”, la eucaristía y la promesa siempre postergada. Lo que no quiere es que “sus ovejas” dejen de ser un rebaño manejado por los poderosos ni que logren empoderarse de sí mismas buscando acercar el día de la redención bajo la forma de la conciencia social, cultural y política. Ante la amenaza de que eso pueda llegar a ocurrir, de que las ovejas se vuelvan rebeldes, siempre ha sabido a quiénes recurrir. Su ojo ha sido infalible e impiadoso para su propio “rebaño”. De eso sabe mucho la abrumadora mayoría de la jerarquía de la Iglesia latinoamericana. Bergoglio, antes de ser Francisco, también supo de estas imprescindibles “transacciones” con los poderes terrenales. ¿Querrá o será capaz de cambiar esta historia recurrente? ¿Irá contracorriente de lo que él ayudó a construir siendo jefe de la curia metropolitana y luego cardenal primado de la Argentina? ¿Logrará sustraerse a su doble faz, aquella del sacerdote austero preocupado por los más pobres y aquella otra de la complicidad con lo peor de nuestra historia? Un razonable escepticismo nos acompaña. También estamos atentos a la novedad que entraña la entronización del primer papa latinoamericano. La historia, lo sabemos, nunca es lineal ni carece de sorpresas y cambios de dirección. Veremos. Dar cuenta de esta diferencia entre lo institucional y lo salvífico, entre la construcción sistemática de un poder asociado a todos los poderes terrenales y cada vez más alejado de sus orígenes míticos, y una iglesia clandestina preocupada y ocupada de la “criatura sufriente”, voz secreta y minoritaria que a lo largo de la historia no dejó de ofrecer ejemplos de entrega y heroísmo en nombre de los “pobres de espíritu”, constituye un tema no menor cuando hoy, entre nosotros y en una época fuertemente caracterizada por la secularización y la profanación de casi todas las formas de religiosidad, la “institución” Iglesia Católica, envuelta en una tremenda crisis de legitimidad, y aferrada a su deseo de eternidad, busca, con la astucia y la inteligencia que la ha caracterizado desde su primeros conflictos internos y externos, sortear sus dificultades buscando borrar, en parte, esa absoluta distancia entre lo “institucional” y lo religioso como vivencia social y popular. La elección de Francisco (ya he hablado de la significación de su nombre que por primera vez ha sido utilizado por un papa) debe ser interpretada en el conflictivo escenario por el que se desenvuelve una Iglesia profundamente dañada y corrompida. Francisco, en todo caso, no surge de un momento de reespiritualización de Roma o, mejor todavía, de una decisión unánime de regresar sobre las huellas de ese origen mítico de una ecclesia de los creyentes, sino que es el resultado de su escándalo y confusión o, dicho desde otro lugar, un nuevo giro para intentar paliar su decadencia y su pérdida de credibilidad. En la hondura de su crisis es que hay que ir a buscar una de las claves de la elección del primer papa latinoamericano, ese mismo que, como dijo cuando se asomó por primera vez al balcón vaticano, “lo fueron a buscar al fin del mundo”. ¿Acaso porque en Europa ya resultaba imposible encontrar a un sucesor de Benedicto XVI que pudiera sustraerse a una enorme ola de corrupción económica y moral? ¿O, tal vez, porque en el sur de América viven la mayor parte de los católicos del planeta y resulta imprescindible frenar el drenaje hacia las “otras” iglesias cristianas (pentecostales, testigos de Jehová, evangelistas diversos e, incluso y fuera de la grey emanada del crucificado, mormones y religiosidades afroamericanas) es que se ha elegido a alguien que conoce muy bien el territorio y las dificultades del catolicismo para construir un dique sobre todo en el mundo de los pobres? ¿O, más grave todavía, para frenar a los movimientos democrático populares sudamericanos que hoy constituyen la principal oposición al neoliberalismo? Pero Francisco, que se llama Bergoglio y que conoce la historia compleja de las injusticias y las desigualdades latinoamericanas, sabe que con promesas abstractas no se volverá a conquistar el corazón de los pobres. Sabe, también, que en las últimas décadas “su” Iglesia no sólo ha clausurado lo mejor del Concilio Vaticano II sino que, de un modo abrumador y a través de su jerarquía, ha apoyado los peores proyectos político-sociales regresivos y dictatoriales. Si América latina sigue siendo el continente más desigual del planeta no es por causas naturales sino por la construcción sistemática, a lo largo de su historia, de un sistema brutal e injusto que fue santificado por la propia Iglesia. Cuando ese poder intentó ser cuestionado por “las ovejas”, desde el tiempo de las primeras rebeliones indígenas hasta los grandes movimientos populares del siglo XX, la cúpula de la Iglesia no dudó en alinearse del lado de los poderes reaccionarios y conservadores. Incluso cuando algunos de sus mejores hombres y mujeres intentaron regresar al mensaje de Cristo, sobre todo traducido a la lengua de los desamparados, cuando hicieron una “opción por los pobres” más allá de los circuitos de la filantropía, cuando se comprometieron con proyectos de liberación, fueron denunciados y perseguidos como herejes por sus propios “hermanos” o simplemente abandonados a su suerte. De Angelelli a Romero, de Mugica a las monjas francesas, de los jesuitas asesinados en El Salvador a los curas palotinos de Buenos Aires, el silencio y la complicidad fueron las respuestas de esa misma jerarquía. Quizá Francisco tenga ahora la oportunidad de desandar ese camino para iniciar otro de reparación, de memoria y de justicia. De nuevo, ¿querrá?, ¿podrá?, ¿imaginará otra suerte para las “ovejas” que no sea la de reproducir eternamente su condición de pobres?, ¿encontrará las palabras adecuadas para nombrar las causas reales de tantas injusticias? Es probable, regresando al texto de Casullo con el que comenzaba este artículo, que la contradicción entre la “institución religiosa” y la religiosidad como crítica del mundo y como promesa de libertad e igualdad, sigan profundizando su discordia histórica. Infonews GB

EEDUARDO LUIS DUHALDE.

Nuestro Simon Wiesenthal argentino Por Ricardo Ragendorfer Ese hombre había defendido a víctimas de la represión; ahora cazaba represores.Y con una cintura encomiable. Hay una añeja foto que pinta a Eduardo Luis Duhalde por entero; tomada el 25 de mayo de 1973, se lo ve en el estribo de un colectivo colmado de presos políticos rescatados por la multitud del penal de Villa Devoto. Era como si ese vehículo estuviese a punto de iniciar un viaje por la impredecible carretera de la Historia. Hay otra foto, tomada durante la lluviosa mañana del 2 de agosto de 1974, que lo muestra, ya con su clásica barba, despidiendo en la Chacarita a Rodolfo Ortega Peña, rodeado por un cerco de puños y dedos en V, antes de que la policía irrumpiera con estruendo; su socio, amigo y compañero había sido asesinado por la Triple A. Casi ocho lustros después, ambas imágenes, debidamente enmarcadas, resaltaban en su escritorio. Cada tanto, Duhalde les clavaba la mirada. Una mirada cargada de significado. A partir de la dictadura de Onganía fue –junto a Ortega Peña– defensor de militantes de todas las organizaciones revolucionarias. Desde 1973 ejerció la dirección –también con Ortega Peña– de la mítica revista Militancia. Y ya en los '80, tuvo un activo papel en la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU), que recibió en Europa las primeras denuncias sobre el genocidio en Argentina. En paralelo, escribió un libro fundamental: El Estado terrorista, que desnuda los códigos secretos de la Doctrina de la Seguridad Nacional, aun antes de la Conadep y el Nunca Más. Ahora, desde su escritorio, sus ojos no se apartaban de esas dos fotos. La escena transcurría –a mediados de 2011– en su despacho del octavo piso del edificio de la calle 25 de Mayo al 500, desde donde comandaba la política de Derechos Humanos del gobierno nacional. Allí, en esa habitación tapizada con retratos, afiches y libros, solía alternar esa tarea con inolvidables tertulias. Allí soñaba en voz alta y, más de una vez, supo convertir alguno de sus sueños en realidad. Como cuando, en 2008, una minuciosa investigación del Archivo Nacional de la Memoria (ANM) –supervisada personalmente por él– propició el arresto de Julio Cirino, un hasta entonces desconocido jerarca del Batallón 601. Lo cierto es que, junto a sus funciones políticas, jurídicas y protocolares, Duhalde se dedicaba con sumo deleite a semejantes menesteres. La parábola de su existencia había cobrado forma: durante gran parte de ella, ese hombre de voz escarpada por el tabaco había defendido a víctimas de la represión; ahora cazaba represores. Y con una cintura encomiable. No sólo era un teórico del terrorismo de Estado sino que, además, poseía un profundo conocimiento de sus estructuras y hacedores; un conocimiento empírico, casi callejero. No es exagerado decir que Duhalde llegó a ser nuestro Simon Wiesenthal. De hecho, él no ocultaba su admiración por el viejo arquitecto vienés que dedicó su vida a localizar e identificar a criminales de guerra nazis que estaban fugitivos, para llevarlos a la justicia. Pero a Duhalde le fascinaba aún más la figura de un tal Hans Litten, cuya asombrosa historia merece ser exhumada del olvido. El tipo, un abogado judío en la Alemania de 1930, logró enjuiciar a todos los miembros de uno de los batallones más activos de las SA, el grupo de choque del aún incipiente Partido Nacional Socialista, debido a una serie de asesinatos políticos en un barrio periférico de Berlín. Para el doctor Litten, esos episodios probaban que Hitler era un hombre violento que planeaba derribar al gobierno por la fuerza. Y asombró al mundo al citarlo para defenderse ante el tribunal de la acusación de ser el máximo responsable de una campaña de terror que incluía intimidaciones y asesinatos. Desde luego, el plato fuerte del proceso fue el interrogatorio a que el abogado sometió a Hitler. Fue la única vez que al Führer se lo escuchó caer en notables contradicciones, en medio de balbuceos vergonzantes. Pese a que los acusados en ese juicio esquivaron la condena, el futuro amo todopoderoso de Europa quedó desenmascarado ante la opinión pública mundial como un mentiroso y un matón violento. Meses después, ese mismo hombre tomó el poder y ningún ataque similar volvió a ser posible. Duhalde, en aquella tarde de 2011, diría de Litten: "El pobre pagó muy cara su osadía. Hitler no tardó en ordenar su detención y lo mandaron a Dachau. Allí soportó cinco años de sufrimiento; finalmente, en 1938, se suicidó." Pronunció aquellos dos últimos vocablos con un dejo de tristeza; entonces, sus ojos se tornaron insondables. El pasado 3 de abril, al cumplirse el primer aniversario del fallecimiento de Duhalde, Tiempo Argentino publicó un informe de María Sucarrat y Daniel Enzetti sobre sus escritos inéditos. Entre ellos se destaca Memoria triste, un poema rescatado por su hijo, Mariano, de su computadora personal. Se trata de su texto más íntimo. En el remate, simplemente, dice: "Sin anuncios / ni llamados, / el pasado vuelve / inexorable / en mariposas de nostalgias / para llorar mis muertos / cada mañana gris, cada mañana." Ahora que Eduardo Luis Duhalde ya no está entre nosotros, pienso que haber dado unos pasos junto a él fue para mí un maravilloso privilegio. Infonews GB

TIEMPOS PARA PENSAR LA PATRIA POR CONRADO YASENZA, OPINION

iempos para pensar la Patria Por Conrado Yasenza* El 24 de Marzo último se cumplieron treinta y siete años del más sangriento golpe cívico-miltar ocurrido en nuestro país. La Plaza de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo estuvo colmada de militantes políticos, sociales, barriales, organizaciones de derechos humanos, sectores del Poder Judicial que han comenzado a debatir la tan mentada y hasta ahora poco precisa “democratización de la Justicia”; también llegaron a la plaza murgas, muchos jóvenes, familias, y hombres y mujeres de a pie. Una de las Plazas más alegres - y esto no implica contradicción alguna - a las que he asistido en los últimos años. La vida presente en la memoria, y en la lucha inclaudicable por Memoria, Verdad y Justicia emprendida hace 37 años por un puñado de Madres a las que el terror colectivo denominó “Las locas de la Plaza”. Nuestra joven democracia le debe la vida a esa maravillosa locura. Es cierto también que estas pasadas semanas se convirtieron en un tiempo conmovido para nuestra República por la designación y unción de Jorge Bergoglio como el primer Papa Latinoamericano en la historia vaticana. Se sabe: La fe suele obrar milagros ( y los intereses estratégicos también). Los argentinos nos encontramos de pronto envueltos en un clima de euforia religiosa, un estado anímico que parece reaparecer circularmente en nuestra historia contemporánea: Dictadura del 76 y Mundial de Fútbol (los argentinos somos derechos y humanos), Guerra de Malvinas y la plaza vitoreando al general beodo, Mundial de Fútbol 82 en plena guerra. Clima de extrañamiento y sopapo a mano abierta, como si una nube hipnótica se hubiera posado en los cielos de la Nación y de ella hubiese descendido la llama del Espíritu Santo para restablecer el orden moral y sacramental que desde el gran momento de laicidad argentina de la década de 1880, intentó hasta nuestros días pensar un país escindido del poder religioso hegemónico en nuestra región: El Catolicismo. Pero el panorama se nubló aún más cuando nos perdimos en una conversación que creíamos venía interesante. Y entonces el pragmatismo político nacional estableció, aunque se niegue o se reconozca a hurtadillas, que el Papa - a esta altura, ya Francisco - debía ser disputado en la arena de las coyunturas locales. Así la derecha festejó la entronización de Francisco como un triunfo propio. Genocidas sometidos a juicios democráticos colocaron en sus solapas escarapelas con los colores papales. Y el oficialismo acusó recibo del inesperado cimbronazo y reaccionó con el abominable slogan rucci-justicialista, Papa Peronista y Argentino. Y la disputa recrudeció: Hay que ganarle el Papa a la derecha. Y allí es en donde parece se detuvo la conversación o el pensamiento, y fue necesario reafirmar, acompañar, sumarse a la felicidad - el color amarillo la simboliza - de los 120 millones de católicos del mundo. Y dentro de esa enormidad, un porcentaje nada desdeñable del pueblo argentino. Y digo que es allí donde el pensamiento, el debate y la conversación se detuvieron porque desde ese momento se intentó bajar una acordada monolítica de festejo, alegría y todo tipo de buenos deseos hacia el Papa sin pasado. Pero ocurre que es imposible, y aún en momentos muy críticos, detener el pensamiento, cristalizarlo en una serie de enunciados disciplinadores que borren las diferencias y las discusiones. Y no se trata de “cuestiones coyunturales” sino de una suerte de impulso por hegemonizar las corrientes internas de pensamiento que constituyen un movimiento vasto, complejo, intergeneracional, polifónico y policlasista. Hablo, ahora sí, del Peronismo, y como parte de él, del Kirchnerismo. Se desplegaron entonces tibias e iniciales reprobaciones a aquellos que presentaron sus diferencias con la operación de lavado de máculas de Jorge Bergoglio; se relativizaron sus sombras, sus oscuridades, sus omisiones, sus complicidades, y la discusión fue eclipsada por las dimensiones universales del evento y la torpeza o falta de capacidad para entenderlo por parte de quienes no se resignan a olvidar, aún frente a las profundas e históricas herramientas del poder universal de la fe para conducir al rebaño en una caminata de la Iglesia hacia los pobres (idea interesante esta ya que disimula el programa político de una iglesia que tiene como eje argumental y mítico la alegoría del “Valle de lágrimas”, es decir una caminata junto al pueblo pobre resignado a padecer en esta vida los desiertos de ese valle sólo inundado de lágrimas, y no a secularizar algunas cuestiones esenciales para transformar revolucionariamente ese páramo de mansedumbre en una tierra fértil aquí, en la vida). Se escribieron y se escriben - es más, éste número de la revista se halla tomado por el tema - una incontable cantidad de centimetraje periodístico tratando de orientar la discusión hacia la relevancia de la tarea a desarrollar por Francisco dentro del Estado Vaticano, poder corroído hasta el tuétano por escándalos financieros y denuncias sobre una gran cantidad de casos de pedofilia protagonizados por sacerdotes y obispos. Así quedó encubierto, como en un peligroso palimpsesto, el color local de la institución Iglesia y su complicidad con todos los golpes de Estado sufridos por el país, pero muy en particular por la complicidad con la última dictadura cívico-militar de 1976. Y forma parte de esa complicidad las sombras sobre las cuales Jorge Bergoglio, provincial dentro de la Orden Jesuítica por aquellos años, no ha sembrado claridad. Son muchos, y ya comentados y documentados, los hechos. Hago un breve repaso: Los casos que vinculan a Bergoglio con la denuncia de “actividades guerrilleras” de los sacerdotes Jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics (Yorio murió pero está escrito su testimonio, hoy inmodificable; Jalics, ha cambiado su opinión en estos días. Cuestión de fe) El conocimiento del secuestro de cuatro catequistas entre las que se encontraba Mónica Mignone, todavía desaparecida; el conocimiento sobre la apropiación de bebés, hecho sobre el que dijo, ya citado a declarar en la causa ESMA, haberse enterado al finalizar la dictadura. Como afluentes de un río que ensancha su caudal se suman los hechos como el no haberse acercado en treinta años a Madres y Abuelas de Plaza Mayo; no haber excomulgado al genocida condenado von Wernich ni al pedófilo Grassi; y no haber realizado una verdadera autocrítica de la complicidad de la Institución Católica con la dictadura cívico-militar 1976-1982. Todos estos datos de la realidad, que además han sido documentados en libros (Iglesia y Dictadura, de Emilio Mignone; Historia Política de la Iglesia en la Argentina, de Horacio Vertbisky) e informes periodísticos realizados por Horacio Vertbisky, demuestran que no es posible ni admisible olvidar las zonas más intrincadas de la figura de Bergoglio, hoy Papa, y ya Francisco, porque las políticas estratégicas - sean de corto o mediano plazo - así lo imponen. Y esto es lo que se intentó realizar hacia dentro del kirchnerismo - aún persiste está posición como la oficial - proponiendo un integrismo religioso y abriendo las compuertas para posibles fracturas internas que alcanzaron niveles de, en ciertos casos, discrepancias fuertes, y en otros difamaciones como las sufridas por Horacio Vertbisky y Horacio González. Y este integrismo solapado y monolítico reactualiza un viejo odio o prejuicio, que siempre está, de neto corte anti-intelectual. Ante este torvo viento desatado en nuestra tierra, se clamó por bajarle el tono al preocupante debate interno, y “aceptarnos para convivir en la diferencia”. Pero esto no puede ser de ninguna manera pensar la Nación, y pensarla dentro del contexto internacional que incluye al Papa Argentino y a la más feroz crisis del capitalismo financiarizado y buitre. Es como la idea que propone Liliana Herrero con relación al concepto de acompañamiento: el o la cantora no pueden sólo acompañar al instrumentista, digamos a una guitarra, sino que debe establecer una conversación con él, un diálogo en donde se intente una novedad, una frase no cantada que reponga el sentido a través de la participación del instrumento o el público, pero ya en un acto colectivo. Eso es pensar y sentir. Eso es establecer una conversación para quizás alcanzar una nueva idea que realimente la conversación. Es como poner esa piedra de la historia, con la que siempre chocamos, adelante para poder así seguir avanzando. Eso es quizás, y también, pensar la Nación, y de esa conversación, de ese debate, quizá podamos construir, como dijo Liliana Herrero, una Patria. *Periodista http://conradoyasenza.wix.com/la-tecla-ene GB

ENTRE LA MUERTE Y E ODIO POR ATILIO BORON.

Entre la muerte y el odio Por Atilio A. Boron * Mala suerte la del Paraguay. Un país de gente tan noble sometida a la insaciable voracidad de propios y ajenos. Salvajemente castigado por sus vecinos en la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), y saqueado por su clase dominante desde entonces, tiene la desgracia de contar con un personaje como Federico Franco como usurpador de la primera magistratura del país. Este sujeto –mezquino e insignificante–, instalado en la presidencia por una criminal conspiración utilizada como pretexto para desalojar a Fernando Lugo, declaró días atrás durante su visita a España que “es un milagro que el señor Chávez desapareciera de la faz de la Tierra, porque le hizo mucho daño a mi país”. En su incontenible vómito verbal dijo también que Chávez dio “protección” a miembros del Ejército Paraguayo del Pueblo (EPP) y en ese sentido responsabilizó al mandatario fallecido “del secuestro y la muerte” causada por el grupo guerrillero. Fiel a su condición de mandadero del imperio y de la mafia de narcos y contrabandistas que se apoderó de su país, Franco invitó a los empresarios españoles a invertir en el Paraguay, garantizándoles que sus ganancias serían tan fenomenales que tendrían que “llevarse el dinero en carretilla”. Habrá sido por eso que Mariano Rajoy, presidente del gobierno de España y un hombre que por lo visto no tiene demasiadas preocupaciones, consideró que era del todo apropiado subir la foto de su reunión con Franco en su cuenta de Twitter. Pero la bajeza moral del usurpador quedó retratada en toda su miserabilidad cuando manifestó, al terminar sus declaraciones, que “ni me arrepiento ni me avergüenzo de haber obtenido la presidencia en esas condiciones”. ¡Faltaría más! El arrepentimiento y la vergüenza son atributos de quienes poseen un cierto espesor moral que Franco no tiene, como tampoco lo tienen sus mandantes: la “embajada”, a la cual solicitó el reforzamiento de las tropas norteamericanas acantonadas en las bases de Mariscal Estigarribia y Pedro Juan Caballero. Franco, presidente ilegítimo e ilegal, es no sólo hijo putativo de la “embajada”, sino también de Cargill, Monsanto, la minera de aluminio Río Tinto, la oligarquía local y los latifundistas “brasiguayos”. La oscura trama en torno del misterioso Ejército Paraguayo del Pueblo –una de las artimañas más elementales utilizadas por la CIA para desestabilizar gobiernos que no son del agrado del imperio: inventar un pseudo grupo guerrillero y acusar de complicidad con él a algún enemigo a quien se quiera perjudicar– quedó al descubierto en los meses recientes. A raíz de ello, el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas exigió, el 29 de marzo, que la Justicia paraguaya realice una “investigación inmediata, independiente e imparcial de la muerte de 17 personas con ocasión del allanamiento de Curuguaty, el 15 de junio de 2012, así como todos los hechos vinculados que han sido denunciados por las víctimas”. Prominente entre lo que la Comisión denomina como “hechos vinculados” fue la posterior “destitución express” del presidente Fernando Lugo, para la cual los sangrientos sucesos de Curuguaty aportaron el necesario pretexto. El Comité también manifestó su preocupación “por las alegaciones de importantes irregularidades del Ministerio Público, la judicatura y las fuerzas de seguridad en el caso”, así como la “falta de imparcialidad e independencia en los procesos de investigación”. Por esto y muchas cosas más, Franco descenderá a la historia sentado a la diestra de su homónimo español, el sanguinario “caudillo de España por la gracia de Dios” y uno de los que, como todos los fascistas españoles, gritaban “viva la muerte”. Representante genuino de la derecha más primitiva y corrupta de Sudamérica, Franco es la expresión política de una banda a la cual le queda grande el nombre de oligarquía. La palabra “cleptocracia” transmite con más rigor la naturaleza de ese impresentable conjunto de rufianes que construyeron sus grandes fortunas desangrando al país bajo la protección del dictador Alfredo Stroessner. Este organizó el saqueo de las tierras fiscales, el contrabando en gran escala y el tráfico de drogas y de personas, con la abierta complicidad de sucesivos gobiernos de Estados Unidos, Israel y Taiwan, sumiendo a la población en el atraso y la extrema pobreza. Mentiroso sin escrúpulos, Franco acusa a Chávez de haber dañado a su país: debe ser porque lo incorporó al programa de suministro de petróleo con precios subsidiados y largos plazos de pago, por debajo de los que rigen en el mercado petrolero. Según Franco, esta generosidad de Chávez causó un daño enorme a los paraguayos. Es más: el líder bolivariano persistió en su “maldad” y por solidaridad con el pueblo de ese país mantuvo esta cooperación aun después del golpe, cancelándola cuando los continuos insultos y calumnias de este bufón de opereta hicieron insostenible su mantenimiento. Este desecho moral es quien celebró como un venturoso milagro la desaparición física de Chávez. ¡Pobre Franco! Ayer fue humillado y desairado en la OEA cuando 21 países, incluyendo 11 de la Unasur, se retiraron de una sesión del Consejo Permanente de esa institución al saberse que el usurpador estaba por llegar al recinto para dar un discurso (foto). Su destino será ése: pudrirse en su tumba ante el desprecio de sus colegas y de su pueblo. Chávez, en cambio, tiene ganado su lugar en la galería de los grandes patriotas de América latina y el Caribe y en el corazón de los oprimidos de todo el mundo. * Director del PLED, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. 06/04/13 Página|12 La OEA planta al presidente de Paraguay Más de la mitad de los países se ausentan de la presentación de Federico Franco en protesta por sus declaraciones sobre Chávez. Por Eva Satz | Washington | El País 21 de los 34 países que integran la Organización de Estados Americanos (OEA) han decidido este viernes no asistir a la presentación del presidente de Paraguay, Federico Franco, ante la institución, en protesta por las declaraciones que el mandatario paraguayo realizó sobre la muerte de Hugo Chávez, a la que calificó de “milagro”. El desplante a Franco escenifica la ruptura que existe en el seno de la OEA. La decisión de boicotear la reunión de la OEA fue impulsada por el bloque de países del ALBA que, durante la últimas horas remitieron sendas cartas al presidente de su Consejo Permanente, a la CELAC y a Unasur, explicando que habían decidido no asistir a la presentación del presidente paraguayo en protesta por sus declaraciones e instando al resto de sus países a seguir su ejemplo. El ALBA ha demostrado la rapidez y la pericia con la que es capaz de mover la solidaridad del resto de los Estados en la OEA. Todos los Estados de Sudamérica y la mayoría de los caribeños se han sumado al desplante liderado por Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Entre los 13 países que sí han decidido asistir al discurso de Franco se encuentran EE UU, México y Canadá. Durante su reciente visita a España, el presidente de Paraguay declaró que la muerte de Chávez era “un milagro”. Preguntado al respecto este jueves en una entrevista ofrecida al canal NYN24 y a EL PAÍS, Franco trató de matizar sus palabras, aclarando que “la presencia de una Venezuela sin Chávez, si no un milagro, sí es una bendición”. En vísperas de una intervención ante la OEA, Franco debería haber calibrado la inconveniencia de provocar a una nación como Venezuela, con un gran poder de movilización en el seno de la organización. La OEA trató de impedir hasta el último momento una nueva escenificación de la segmentación que existe entre sus miembros. El secretario general, José Miguel Insulza, realizó gestiones durante la tarde del jueves para que Franco reconsiderara su presencia ante el Consejo General, según ha podido saber este diario a través de fuentes diplomáticas. El de la OEA no es el primer foro que evidencia el aislamiento de Franco en la escena internacional. Durante la pasada Cumbre Iberoamericana en Cádiz, varios Estados sudamericanos vecinos, que cuestionan su ascenso al poder tras la moción de censura que el pasado 21 de junio destituyó de la presidencia de Paraguay a Fernando Lugo, amenazaron con no asistir a la misma si acudía Franco. Finalmente, el mandatario paraguayo decidió no estar presente en la reunión. Tras el cambio de Gobierno en Paraguay, los países de Mercosur y Unasur decidieron suspender la presencia del país sudamericano, por no reconocer el nuevo Gabinete. Insulza rechazó este verano seguir los pasos de Unasur y Mercosur y declinó aplicar a Paraguay ninguna medida de sanción contra Paraguay tras la moción de censura, al considerar que Franco asumió el poder de manera constitucional, una afirmación que ha reiterado este viernes durante su presentación del presidente paraguayo. La intención de Franco con su visita a la OEA era explicar a sus miembros la cuestionada alternancia de poder en su país, los logros alcanzados en los 11 meses en los que lleva en el Gobierno y explicar “las expectativas de futuro en Paraguay tras las elecciones del próximo 21 de abril”, según indicó a EL PAÍS y NTN24. Sin embargo, el desplante de la mayoría de los países de la OEA ha puesto sordina a su propósito, poniendo el foco en la enésima muestra de la división por la que atraviesa esa organización. 06/04/13 El País (España) GB