martes, 5 de marzo de 2013
DE LANGOSTAS Y CARDENALES-
La langosta cocinada viva para el cardenal
Por Juan Arias
He leído en un diario italiano que un periodista vio a un cardenal escoger en un restaurant romano a una langosta viva que le fue cocinada ante sus ojos.
No puedo confirmar si la noticia es cierta. Recuerdo, sí, que esos restaurantes con la pecera de langosta vivas a la entrada de algunos restaurantes, existían cuando yo vivía allí. Lo mismo que en muchas otras ciudades del mundo.
La que es conocida en Roma, cerca del vaticno es la trattoria de Venerina donde durante años frenquentó el entonces cardenal Joseph Ratazinger, prefecto de la Congregación de la Fe, heredera del Tribunal de la Santa Inquisición, despues Santio Oficio.
En aquella trattoria, Ratzinger pedía casi siempre el mismo plato: fetuccini Porto Vieste, con gambas y calabacín. Tenián para el siempre un lugar reservado.
Y esa noticia me llega justo cuando acababa de leer una de las últimas investigaciones acerca de que algunos crustáceos, como las langostas, contra lo que se pensaba, “sienten dolor” al ser cocinadas vivas.
La pregunta que enseguida se han planteado biólogos y defensores de animales, así como los especialistas en gastronomía es si son es éticos ese comportamiento y esa delicadeza gastronómica.
En el estudio, publicado en el Journal of Experimental Biology, se defiende que las langostas que son echadas vivas en agua hirviendo para que muriendo de esa forma su carne pueda resultar más sabrosa, perciben la misma sensación de dolor que experimentaríamos los humanos si nos echaran en una caldera de agua hirviendo y nos dejaran allí hasta morir.
Según Bob Elwood, biólogo de la Universidad Queen´s de Belfast en Irlanda, al revés de los mamíferos, estos crustáceos no gozan de ningún tipo de protección, bajo la vieja presunción de que ellas no sentían dolor como ellos.
Ahora que, a través, de una serie de experimentos realizados con choques eléctricos, que no voy aquí a explicar, se ha podido comprobar que las langostas cocidas vivas, sufren como podrían hacerlo un gato o un conejo o un niño, la pregunta es “si es ético” seguir sacrificándolas de esa forma antes de llegar a nuestro plato.
Se pregunta también si es justo infligirles tal sufrimiento en nombre de la alta gastronomía. “Cuando una langosta es echada en una olla con agua hirviendo intenta, arrastrada por el dolor agudo, agarrarse con sus tentáculos hasta llegar el borde del recipiente, al igual, dicen los biólogos, que un ser humano se agarraría con las manos en un tejado para no caer al suelo” explica David Foster Wallace, escritor americano autor del famoso escrito Piensa en la langosta. Y esa sensación que se suele tener de que la langosta al ser hervida viva “grita como un niño”, se debe en realidad, según los expertos, al ruido que hacen con sus patas para intentar huir del horror de aquel martirio.
El biólogo marino, Marcelo Pinheiro, afirma que diferenciar en la legislación sobre la defensa de los animales entre mamíferos y langostas por ejemplo, es como si entre humanos hiciésemos esa distinción con personas excluyendo a los indios.
El biólogo explica: “Cuando se trabaja con producción animal es preciso entender que es necesario matar a algunas especies de animales para alimento de los humanos, pero debemos causarles el menor sufrimiento posible, sin infligirles, como a las langostas hervidas vivas, un plus de dolor gratuito e innecesario”.
Mejor, pues, que los cardenales de la Santa Iglesia, reunidos en Roma, aunque acostumbrados, según la leyenda, a recibir siempre el famoso “boccato di cardinale”, es decir, lo mejor de lo mejor de la gastronomía, se abstengan, por ética, de saborear langostas sacrificadas ante sus ojos, con aquel terrible sufrimiento que según la tradición de la Iglesia sufrió el apóstol Juan, el predilecto de Jesús, arrojado vivo a un tanque de aceite hirviendo del que al parecer, por un milagro de Dios consiguió salir vivo.
Las langostas, sin embargo, no suelen ser merecedoras aún de ese milagro divino.
Blog Vientos de Brasil | El País
http://blogs.elpais.com/vientos-de-brasil/2013/03/la-langosta-cocinada-viva-para-el-cardenal.html
VOTO CALIFICADO
Consejo de la Magistratura
Voto calificado
Por Eduardo Román Di Cola*
Ud, yo, los jueces, todos asumimos la máxima responsabilidad ciudadana de elegir al Presidente de la Nación.
Pero si no es abogado o juez no puede elegir a 5 de los 13 miembros que participan en el proceso de selección y juzgamiento de los jueces. Es decir, de quienes luego decidirán sobre su libertad y patrimonio.
Insisto, circunscribiéndome a esos 5 miembros no los elige Ud ni nadie que Ud. haya votado, a excepción que sea abogado o juez.
¿Cree que mi condición de abogado me convierte en un ser superior?
Naturalmente que el fundamento del sistema es la necesidad de elegir a los “sobresalientes”, “los mejores”, a los “alejados de la política y de los partidos políticos”. A quienes por sus “virtudes” se ubiquen “más cerca del cielo que de la tierra”.
Hay que comprender que si no es abogado o juez no tiene las aptitudes exigidas para semejante responsabilidad. Solo una minoría iluminada y dueña del sentido común es capaz de reunir estas condiciones necesarias para ejercer el derecho de elector.
No es necesario agregar más argumentos para comprender que este voto calificado es un contrasentido a los principios básicos de la convivencia democrática y republicana.
Ahora bien, podría suceder que criticable desde el elector, el sistema provocara resultados positivos y los electos realmente fueran los excelsos. Quienes desde sus virtudes demostraran que tienen una capacidad de discernimiento y les asiste una sana crítica racional que evidentemente lo sitúan en un plano superior al resto de los mortales.
Si nos remitimos a la página oficial del Consejo de la Magistratura donde están los antecedentes de sus miembros, y nos enfocamos en los cinco elegidos por el voto calificado de jueces y abogados, podrá apreciar que además de ser jueces y abogados todos, o casi todos, han trabajado y participado en los poderes ejecutivos y legislativos, en los bloques políticos, han sido precandidatos, participaron de gobiernos nacionales y provinciales como funcionarios y asesores. Incluso hasta en gobiernos de facto
Todo naturalmente dentro de un encuadre ideológico y en el marco de gobiernos con obvios orígenes políticos partidarios.
Los comentarios que anteceden no están alimentados por ningún ánimo crítico. Por el contrario, la pertenencia a un gobierno democrático, la adhesión a una ideología y a un partido político, al menos de mi parte es motivo del mejor de los elogios.
De lo que se trata es de poner en evidencia lo que resulta una verdad de perogrullo. Electores y electos somos personas comunes con los más y menos que a cada quien le corresponde.
Si para una determinada función que tiene evidentes consecuencias para el conjunto de la sociedad, debemos nominar a quienes reúnan la condición de juez y de abogado, nada justifica que sean solo los jueces y abogados quienes lo elijan. En todo caso será así para la Asociación de Magistrados y el Colegio de Abogados, no para el Consejo de la Magistratura.
Frente a la propuesta de la Presidenta de la Nación para que en lo sucesivo los miembros del Consejo de la Magistratura sean electos por el voto de la ciudadanía, seguramente con discursos grandilocuentes tratarán de explicar las bondades del sistema actual, ocultando o al menos disimulando los verdaderos intereses corporativos y personales que defienden.
Lo cierto es que en la Argentina de hoy no es tolerable el voto calificado, menos en el ámbito del poder más corporativo y que menos se renueva.
*Diputado Nacional (MC)
LA LENGUA DEL PUEBLO POR FLORENCIA SAINTOUT.
Discurso presidencial
La lengua del pueblo
Por Florencia Saintout
Una comparación entre de los discursos de Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri en las aperturas del año legislativo muestran como, por su contenido y duración, hablan dos lenguas distintas que representan fuerzas antagónicas: el de la política y el pueblo contra la banalidad y el mercado.
La Presidenta habló en su discurso de apertura de las sesiones del Congreso más de tres horas. Macri, en la Ciudad, lo hizo en 23 minutos.
El periodismo canalla se burla y dice “Aló Cristina”. De Macri no dicen nada porque con él comparten una lengua: la del mercado, la de la televisión (o de un modo de la televisión, el de la mercadotecnia y el espectáculo, hegemónico en los noventa).
Cuando los presidentes que se parecen a sus pueblos (porque son del pueblo, porque gobiernan pensando en un pueblo) hablan, lo hacen con una lengua política, con una lengua pública, que tiene el espesor abigarrado y abundante de la historia y que, entre otras cosas, necesita un tiempo.
Pensar ese tiempo también nos habla taxativamente de un modo de comprender a la política: de la distancia entre la formalidad, el protocolo para dar valor a la palabra pública, a los espacios y tiempos del debate político, como terreno donde se dan las batallas por atribuir sentido a las luchas por el camino juntos.
Mientras tanto, Macri lee un discurso para cumplir con la formalidad que los ritos, para él vacíos, indican.
Los administradores de los intereses del capital, como él, hablan con una palabra armada para vender y que no necesita del argumento sino de la instantánea de la imagen y el golpe de efecto. Que no experimenta el compromiso porque su base es la inconsistencia; porque en su afán único de aparecer no ha problematizado si quiera ningún camino de la autenticidad.
En 1992 el intelectual argentino Oscar Landi escribió un libro llamado Devórame otra vez. Me acuerdo muy bien de ese libro porque causó un gran impacto en el mundo académico (o en el mundillo, dirán algunos). Allí, Landi se sumaba a un desplazamiento epistemológico que de alguna manera dejaba de indagar a los medios y focalizaba la investigación en las audiencias. Eran momentos esos donde más allá de las modas intelectuales de las academias dominantes, el interés por los públicos o receptores tenía que ver con la incapacidad para pensar transformaciones en el orden mediático que se iba consolidando (en esa década, en todo caso, todo cambio era para reforzar lo existente, como por ejemplo, la modificación que impulsó Menem de la Ley de Radiodifusión, que significó ampliar más aún de lo que lo había hecho la dictadura la hiperconcentración en los modos de propiedad) .
En el texto que cito, ya Landi deja de hablar de públicos, o receptores, y habla simplemente de gente: qué le hace la televisión a la gente, y (esto es lo novedoso) que le hace la gente a la televisión (¡como si en una relación de tamaña desproporción lo que él llama gente pudiera hacer algo!).
Lo que ha dejado de existir en estas preguntas de Landi es la política. La gente de Landi se ha quedado sola con la televisión, y ahí hay que ver cómo se las arreglan (es la gente de Landi, pero podríamos decir, diciendo otra cosa, es el pueblo el que ha sido derrotado por la dictadura y por el neoliberalismo, y en ese tiempo muchos como Landi asumen que la derrota será por siempre).
Sin política, el intelectual apuesta: la gente quiere que la televisión la devore. Entonces, vamos por más televisión. Y la televisión es para él “una situación de hecho, como una parte decisiva de la mirada y la percepción, hoy convertidas en el campo principal de la cultura y la política”, donde las imágenes a domicilio han alterado las coordenadas del espacio tiempo. Del espacio de la calle y la plaza, al de la habitación. Del tiempo del argumento y la crítica, que es un tiempo extenso, al tiempo de la imagen que es instantáneo, que se conjuga perfectamente con el tiempo del capital, ese que vale oro y no se puede perder.
Landi les propone a los políticos que quedan que aprendan a manejarse con las reglas de la televisión, para que incluso si no pueden hacer nada, al menos no pierdan mucho. Les propone una especie de puntos a aprender para manejarse con los que reinan. Tienen que acomodarse a la tv que todo lo devora.
El libro Devórame otra vez es paradigmático en los estudios de comunicación porque en él hablaba no solamente un autor, sino toda una época y un modo de legitimación de la idea de que ante el orden neoliberal lo único que quedaba era acomodarse. O perecer (y digo perecer y no morir, porque la dimensión trágica de la muerte no tenía lugar en esa levedad del lenguaje dominante).
El tiempo de la televisión durante la larga década neoliberal fue el del espectáculo y el videoclip, porque la política había dejado de ser una opción para las mayorías. Estaban derrotadas. Estaban fusiladas. Tanto que se llegó a habar de videopolítica: la que se hacía siguiendo los estudios de mercado y no las voces del pueblo.
Pero hoy hay profundas transformaciones y hemos aprendido que siempre hay fusilados que viven, que resisten, que esperan, y que en algún momento resurgen de las cenizas. En esta década ganada para los argentinos, el principal logro es el de la recuperación de la política. Por eso la Presidenta, como otros presidentes compañeros, habla tres horas y media, porque habla con la lengua intensa de su pueblo que se opone a la lengua de Mauricio Macri, que es la de la banalidad y el mercado.
Y habla, porque tiene una lengua cuya potencia se sostiene en todo lo hecho, en todo lo pensado, en los silencios también, en toda la profunda politicidad de una afirmación que sostiene “no vine a hacer la plancha”, no vine a administrar, vine a transformar. Y lo estamos haciendo. Una lengua que puede existir porque está amasada en la memoria de diez años que abre las infinitos caminos a lo por hacer y por pensar.
Télam
MIS PRIMEROS ZAPATOS DE CUERO.
Mis primeros zapatos de cuero
Por Enrique Manson
Alguna vez, Saúl Ubaldini contó cómo había conocido el mar. Alumno destacado en la escuela primaria, el futuro líder de la CGT ganó un concurso cuyo premio consistía en un viaje a la Colonia Turística de Chapadmalal, cerca de Mar del Plata.
Muchas veces me tocó escuchar cómo chicos contemporáneos míos habían llegado por primera vez a los zapatos de cuero, a la pelota de futbol, a la muñeca, gracias a Evita o a Perón.
Hace unos años integré un mini panel en el que se hablaba sobre el peronismo en un instituto de formación docente, ante un auditorio de estudiantes de historia, con un dirigente sindical de empleados municipales. Este dedicó toda su exposición a contar cómo su infancia, marcada por la pobreza y las privaciones, había cambiado profundamente cuando el peronismo mejoró las condiciones de las familias humildes y él –pese a que ya adulto militaba en el partido comunista- había tenido sus primeros zapatos de cuero.
Mi niñez fue diferente. En una familia de clase media, compuesta por un funcionario público de mediano rango y una maestra, con sus cuatro hijos: Yo no había vivido en la riqueza, pero no había padecido privaciones. Siempre que los necesité tuve zapatos de cuero, no me faltó la pelota de futbol y, como se puede suponer, sólo mi hermana menor jugaba con muñecas.
Más de una vez me pregunté, comparando mis años de escuela primaria con los de quienes recordaban aquella pelota o aquel par de zapatos, si yo había recibido algún beneficio material directo. La respuesta era que por el desarrollo de las obras sociales había viajado un par de veces a Mar del Plata y una a la Colonia de Chapadmalal, aunque no por méritos escolares, ya que supongo que no era un alumno destacado como Ubaldini.
Mi adhesión al peronismo surgía de ideas y valores y se había fortalecido con el estudio.
En los últimos años del siglo pasado y los primeros del XXI la catástrofe sufrida por la Argentina fue destruyendo todos y cada uno de los logros de muchos años de construcción. Especialmente de aquello que se había construido entre 1943 y 1955. Y yo sufría –como la gran mayoría- al ver que se alejaba hasta la esperanza de recuperar algo de lo perdido.
Por esos años hablaba con mis alumnos, estudiantes en general de mis clases Historia Argentina del Siglo XX, y les comentaba que no iba a alcanzar a ver la recuperación de lo que se sintetizaba en la frase Una Patria Grande y un Pueblo Feliz. Los estudiantes solían consolarme diciéndome cosas como: Profe, pero usted no es tan viejo. Y el tan sonaba así, resaltado y en negrita. Y yo les contestaba, resignado, Pero no voy a vivir hasta los 100 o 120 años, y nuestra Patria no se va a recuperar antes.
Sin embargo, desde un 25 de mayo de 2003 las cosas empezaron a cambiar, cuando un flaco de la Patagonia anunció que no dejaría sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada. Y lo empezó a cumplir al día siguiente. Y las cosas siguieron con su mujer.
Y hoy yo también puedo decir que gracias a Néstor y Cristina tuve mis primeros zapatos de cuero. Que no fueron un par: La industria recuperada, el regreso de las paritarias, la jubilación para los viejos que no se podían jubilar, la asignación por hijo, el juicio y castigo a los peores criminales de nuestra historia, la recuperación de YPF y de Aerolíneas Argentina, la Unidad Latinoamericana. Y como para estrujarme el corazón y hacerme llorar a baldes en la Vuelta de Obligado, la recuperación de nuestra Historia.
GB
SIN CORONITAS.
“Ni jueces ni abogados tienen coronita para ser elegidos entre ellos”
En una serie de mensajes escritos a través de su cuenta de la red social Twitter, la presidenta argumentó que "ni jueces ni abogados tienen coronita para ser elegidos entre ellos" y que "el poder público son los tres poderes y los tres tenemos que tener la misma transparencia".
"Tenemos que hacer una profunda democratización de la Justicia", tuiteó Cristina, al tiempo que dio más detalles de "la serie de leyes que irán al Parlamento en marzo", entre las que destacó que "en relación al Consejo de la Magistratura, la propuesta del Poder Ejecutivo será que la totalidad de los miembros sean elegidos por el pueblo".
"Los ciudadanos pueden elegir presidentes, gobernadores, legisladores. No van a elegir a los jueces que ejercen. Hablamos de los consejeros", precisó Cristina en la serie de tuis en los que incluyó también algunos fragmentos del discurso que pronunció el viernes en la Asamblea Legislativa al inaugurar un nuevo período de sesiones ordinarias.
La presidenta reafirmó que el Poder Ejecutivo promoverá la creación de "la Cámara de Casación en lo Civil y Comercial, otra en lo Contencioso y Administrativo, y otra Previsional y Laboral" con el objetivo de que esta tercera instancia en las "cuatro ramas fundamentales" de la Justicia "aligere y dé mayor transparencia a todo el sistema judicial".
También insistió con postular que "el Poder Judicial no puede ser un lugar donde sólo acceda quien es `conocido de` o `pariente de`" y que, por el contrario, debería poder acceder "todo ciudadano que reúna las calidades, los requisitos y apruebe los exámenes que se establezcan está en condiciones".
Sobre los dichos de Cristina, el presidente del Consejo de la Magistratura, Mario Ferra, aseguró que los proyectos de ley para la democratización de la Justicia "van a significar un cambio importante dentro de lo que es la parte orgánica del poder judicial".
Además, sostuvo que "las ideas expresadas por la Presidenta en principio podrían llegar a compatibilizar con la Constitución" y que "tal como está ahora el artículo 114, que es el que prevé el funcionamiento del Consejo de la Magistratura, sus funcionarios, su integración, plantea un abanico de posibilidades para que la ley pueda cumplir el mandato constitucional", agregó Ferra.
Por su parte, el senador Aníbal Fernández (Frente para la Victoria) aseguró que las reformas que propuso el Poder Ejecutivo buscan "mejorar la calidad del servicio de justicia para el hombre y la mujer común" y remarcó que "hoy los abogados se eligen entre ellos, lo mismo los académicos y los jueces, que también se eligen entre ellos, y los hombres comunes no tienen idea de lo que estamos hablando".
El también kirchnerista Luis Cigogna, titular de la comisión de Legislación General, calificó de "buenas y positivas" las ideas para mejorar la Justicia al precisar que "la Constitución Nacional no dice de qué modo se eligen a los representantes del Consejo de la Magistratura, salvo en el caso de los legisladores".
Consultado sobre lo que dicta la Constitución respecto del tema, dijo: "Estoy convencido de que no será violatorio de la Carta Magna. La Constitución no dice de qué modo se eligen los representantes. Dice a quienes representan. Es obvio que no se podría elegir para representar a los jueces a un ingeniero o a un carpintero o a un dentista, tiene que ser un juez".
En relación a las cautelares judiciales expresó que "es un escándalo de tal magnitud que uno puede hablar de Patria Cautelar, es una vergüenza. Esto también debe ser regulado de algún modo. No se puede plantear una cautelar por cualquier cosa y, en todo caso, nunca demorar años".
Desde Nuevo Encuentro, fuerza aliada al kirchnerismo en Diputados, Carlos Heller dijo que "la Presidenta tiene la valentía de enfrentar a una fuerte corporación como es la judicial" y que "abrir este debate es un paso adelante, valiente, que va en el sentido correcto y sale al cruce de un anhelo instalado en el sentimiento de la sociedad: tener una justicia más democrática".
También se expresó sobre los proyectos Susana Trimarco, la madre de `Marita` Verón, quien aseguró que le "encantó" que la Presidenta hable sobre el tema: "Seguimos sufriendo la justicia. Los jueces son unos sinvergüenzas, están sentados en ese sillón porque le pagamos nosotros y se creen dueños de la verdad", sostuvo.
Télam
GB
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