domingo, 11 de noviembre de 2012

El puño artero es la conclusión de la impotencia de la mentira. VICTOR HUGO, OPINION

Cuántos insultos viajaban en el puño cerrado del agresor del periodista anoche?
¿Cuántos improperios escupía ese agresor que se relamía de gusto golpeando de atrás a un hombre indefenso?
Las grandes manifestaciones de violencia son la suma de las pequeñas, a veces imperceptibles formas de la violencia.
La derecha es violenta por naturaleza. Violenta y solapada.
Cuando se pedía no le regalemos un muerto a Magnetto se hacía referencia a situaciones parecidas a la de anoche.
Cuando se escucharon  los diálogos de Cynthia con algunos protagonistas de la marcha, la repetición del formato violento y soez de TN, de Magnetto, fue casi la norma.
Alguno, excepcionalmente, captando la indefensión de los periodistas que estaban en el Obelisco, recurrieron a lo mejor de sí mismos, para ser, aunque más no fuese, explicativos.
Los demás no tiraron otra cosa que la argumentación de TN.
La mentira recurrente y violenta de TN. El odio como herramienta para no cumplir la ley. Ese derechazo desde atrás es el golpe artero a la ley. Es el poder que no se ve venir. Es el golpista dispuesto a todo.
¿Cómo que no se es golpista si se pide que se termine un gobierno elegido por el pueblo?
¿Si se avala ese comportamiento como una manifestación republicana?
Si alguien dice que no hay libertad y lo puede decir sin correr ningún riesgo, es violento con la verdad, si alguien dice que el gobierno tiene a la justicia por el cogote, pero resulta que no puede lograr que se aplique una ley votada por abrumadora mayoría, y que valdría lo mismo si hubiese ganado por un solo voto, ahí hay violencias.
La mentira es violencia.
El que tiene un fuero a su disposición, el que los lleva de paseo, es el mafioso que los ubica como hacia Al Capone con sus jueces y políticos cómplices, en el Biltmore Hotel de Miami.
La subordinación  de quien debe impartir justicia es violencia.
No hay mejor ley que la ley más discutida que se tuvo en años, y esa es la ley de medios.
Ninguna ley recogió tantos antecedentes y tantos foros de debate como la ley de medios, ninguna es más necesaria para democratizar la vida de la sociedad, y esa ley no se ha podido aplicar a tres años de ser votada. Esa es violencia.
La solicitada de ayer de los Alberto Solanet, Cosme Beccar Varela, Mariano Grondona, Dreyfus, Videla, Marcos Aguinis, los políticos que da pena nombrar y los que nos dan pena y allí estan, esa solicitada es violencia.
Es el pedido de no respetar la ley nada menos. El autoritarismo no es sólo de quien hace fuerza por hacer valer su mandato, es inmensamente más autoritario el que quiere imponer su voluntad sin el mandato de la mayoría.
Y es lo que ha sucedido.
El puño artero de anoche, es la conclusión de la impotencia de la mentira.
Víctor Hugo


GB

LA PARTE Y EL TODO, MARIO WAINFELD, OPINION.

La parte y el todo
Novedades de la movilización masiva. Recuerdos de otros años bisiestos, la oposición en el espacio público. Teresa, una opositora que invoca representar al todo. Compañeros de ruta o analistas que leen parecido. Los desafíos para el Gobierno. Un año difícil, uno que asoma más amigable. Unas líneas sobre policlasismo y potencial político.

Por Mario Wainfeld
Imagen: Pablo Piovano.

“Yo la voté, perdón”, decía la pancarta que llevaba Teresa, una neuquina nacida y criada, hija de la dueña de una chocolatería muy conocida, quien portó uno de los mensajes más creativos. “‘En realidad no la voté, pero creo que este cartel representa a mucha gente que sí lo hizo y se siente defraudada’, dijo Teresa.”

Publicado en Rionegro.com.ar, en referencia a la movilización en Neuquén.

Sinécdoque f. Ret. Tropo que consiste en extender, restringir o alterar de algún modo la significación de las palabras, para designar un todo con el nombre de una de sus partes (...), un género con el de una especie.

Diccionario de la Real
Academia Española.
Imagen: Pablo Piovano.

Empecemos con lo original y actual. La oposición ocupó el espacio público en una movilización que congregó cientos de miles de argentinos en distintas ciudades. Fue, acaso, la mayor del período kirchnerista, si se suma el total nacional de participantes. Como mucho, competirá con los grandes momentos de la protesta conducida por las patronales agropecuarias. Una participación intensa que creció entre septiembre y noviembre, propiciada por su éxito y (tácitamente) por las garantías que ofrece el sistema democrático a quien se expresa en calles y plazas.

La movida congrega a personas de clases altas (que el relato dominante ni menciona) y medias urbanas. En la coyuntura le “ganó la calle” al oficialismo que, este año, se escindió del líder camionero Hugo Moyano, un importante aliado para disputar ese terreno.

La protesta carece de consignas precisas, ni hablar de un programa de gobierno. No generó, hasta acá, referentes salidos de sus filas ni acepta encolumnarse con dirigentes políticos que le son afines. Cuenta con la anuencia y la promoción de los medios dominantes y con una bendición culposa de la dirigencia opositora, que trata de capitalizarla sin violentar sus reglas. Todos esos jugadores no le ven techo a ese, supuestamente, nuevo sujeto. Habrá que ver si lo es, lo que parece claro es que la oposición cuenta con una herramienta nueva.

Desde la otra vereda, el oficialismo resalta sus carencias, su carácter monoclasista, la falta de una propuesta alternativa.

La euforia anti K da por cerrada una etapa. Uno de sus expositores más inteligentes y reflexivos (no hay tantos), Eduardo Fidanza, titula “Señales de un incruento final de época” un interesante artículo publicado ayer en el diario La Nación. El vocablo “señales” matiza el énfasis triunfalista de la nota, poco original en ese aspecto. El Gobierno, sentencia Fidanza, “perdió en un año el apoyo de las mayorías, está en una fase de franca declinación, es responsable de problemas de difícil resolución y tendría una pobre performance si las elecciones fueran hoy”. Demasiadas certezas para un observador profundo, consultor afamado además. Teresa, la simpática manifestante neuquina que se cita al comienzo de esta columna, confundió adrede la parte con el todo y se arroga la representación de quienes piensan diferente a ella. Intelectuales de fuste derrapan en sentido similar. Llaman “opinión pública” a lo que es, flagrantemente, un estamento social circunscripto que, como Teresa, ya votó “no K” o “anti K”.

¿Perdió el Gobierno el apoyo de las mayorías, tan así? ¿Sería tan pobre su performance si las elecciones fueran hoy? ¿Cuál sería la estricta relevancia de esa virtualidad, en términos institucionales y de política concreta, dado que las elecciones son el año próximo? ¿Está el kirchnerismo en franca declinación? Y, aun si así fuera, ¿no ha sabido el kirchnerismo sacar fuerza de sus flaquezas, cambiar cuando fue necesario o forzoso, revisar su agenda? ¿No ha sido ésa una de sus peculiaridades más visibles? El cronista formula las preguntas y sugiere sus propias respuestas. Aunque, se ataja, no da por hecho que los éxitos del pasado estén garantizados en el futuro.

El sentido común opositor, aun en sus glosadores más calificados, cree que el futuro está escrito: es virtuoso e inexorable. Implícitamente da por hecho que el kirchnerismo no tiene capacidad de movilización alternativa ni de respuestas gubernamentales. Busca, entre un elenco no muy excitante, a su Henrique Capriles o a su Mitt Romney, su candidato unificador. Aunque fantasea, claro, que el hipotético líder superará a sus homólogos venezolano o norteamericano y prevalecerá en 2015.

El oficialismo piensa que la foto es una instantánea, no una panorámica. O, llegado el caso, que lo importante es la película, que ya vio y tiene final feliz.

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Los años bisiestos: Aludimos a lo novedoso, que para algunos es una epifanía. Repasemos varias recurrencias interesantes: hablemos de los más recientes años bisiestos. En 2004, 2008 y 2012 el kirchnerismo transitó el primer año de sus tres mandatos, siempre desafiantes y cuestionados por el establishment financiero, la derecha autóctona y un número importante de opositores. Son momentos no electorales, anticipatorios del medio término. En todos ellos, la oposición le peleó el espacio público y en las dos ocasiones precedentes supo primar.

Gran diferencia con lo actual: aquellas minorías intensas tenían demandas precisas. No agotaban ahí sus ambiciones pero eran importantes contiendas tácticas. Juan Carlos Blumberg ganó terreno, obtuvo concesiones a sus reclamos, se fue desinflando con el correr de los meses. Su de- safío quedó encapsulado, por ponerlo de algún modo. Transcurrió en tiempos de bonanza, no incidió en la votación de 2005, que consolidó al kirchnerismo y proyectó la candidatura de la actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Entre 2008 y 2009 el kirchnerismo lo pasó peor. “El campo” sumó adhesiones sociales, políticas, territoriales. El Frente para la Victoria (FpV) se cuarteó y fragmentó. La derrota en el Congreso se propagó a las elecciones legislativas, que fueron leídas como el fin de un ciclo. Era una hipótesis verosímil que no se plasmó como realidad. El ex presidente Néstor Kirchner, batido en la provincia de Buenos Aires por un cuatro de copas como Francisco de Narváez, parecía el síntoma de la pérdida del apoyo de las mayorías y era una pobre performance electoral.

Sin embargo, el oficialismo redobló la apuesta. Hizo eje en propuestas que ahora son pilares de su proyecto y que antes no estaban en su radar: sistema jubilatorio, Asignación Universal por Hijo (AUH), Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, matrimonio igualitario. Barrió en 2011 a sus contrincantes, con la consiguiente bronca de quienes el jueves poblaron calles y plazas.

Y por último, sólo en la mención. Una multitud, mayormente juvenil, de los que miraron por tevé la ofensiva campestre se sintieron interpelados y convocados a la militancia. El jueves, miraron por tevé pero siguen existiendo.

Tanto como la mayoría, no militante pero sí rotunda en las urnas, que la chocolatera Teresa de Neuquén dice representar. La respetable parte que se hizo notar el jueves dista, mucho, de ser el todo.

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Re-re y porvenir: Plantearse contra la reforma constitucional y la “re-re” es para la oposición un redituable factor de unidad que la dispensa de proponer alternativas económicas consistentes. Llegado el momento puede facilitarle una “derrota anti-Pirro”: ser vencida en las urnas como tantas veces pero decretarse triunfadora porque el oficialismo no llegó a tener los dos tercios de legisladores nacionales necesarios para llamar a la Constituyente. Ese es el escenario más factible hoy: el oficialismo conservando las mayorías en las dos Cámaras, aunque sin acceder a esa llave.

El supuesto éxito es un dibujo autocomplaciente pero no deja de ser un desafío para el Gobierno. La perspectiva de tener que elegir a alguien que suceda a Cristina Kirchner es un futuro factible. El oficialismo hará lo posible por afrontar la disyuntiva lo más tarde posible y cuando le parezca mejor momento. Pero ese albur lo acecha y forma parte del paquete de sus retos futuros.

Frente a la protesta el Gobierno no tiene por qué desamparar al 54 por ciento que acompañó su propuesta y romper su contrato electoral. Pero tampoco debe caer en el simplismo de creer que la fragilidad de sus adversarios le ahorra tareas. O de creer que sólo le demandan correcciones los caceroleros activos. Esa parte no es el todo de los disconformes.


GB

GESTION Y PROFECIA. MARIO WAINFELD, OPINION


Condenado a gestionar: El cronista sigue creyendo que son los gobiernos los que en sustancia ganan o pierden las elecciones. Que, en términos futboleros, dependen de sus propios resultados. Y que, empero, no manejan todas las variables: muchas les son ajenas, se desarrollan en otras comarcas. El clima incide lo suyo, en una economía que exporta preponderantemente productos primarios.

El 2012 ha sido un año arduo, la crisis mundial deja sus marcas. El oficialismo, es una de sus mejores prácticas, dedica empeño y dinero a evitar el impacto en el empleo. Es una de sus clásicas prioridades.

Medidas muy relevantes y valorables sólo se medirán en el mediano y largo plazo. YPF, el nuevo esquema del Banco Central, el programa Pro.Cre.Ar. son novedades interesantes y hasta fundacionales. Deben pasar por la prueba ácida de los resultados, que comenzarán a palparse en 2013. El año venidero, auguran casi todos los economistas creíbles, será más propicio en materia de crecimiento y nivel de recaudación. Podría confluir con el primer producido de las acciones anticíclicas: impulso a la construcción de viviendas, obra pública, mejor direccionamiento del crédito.

De cualquier modo, el Gobierno ha tenido reveses políticos, que le han restado al aura de 2011. La tragedia de Once es, por lejos, el más serio porque se segaron vidas y porque desnuda mala gestión durante años. El escándalo de Ciccone no concretó pruebas rotundas en Tribunales pero nunca rinde a favor. Y queda mucho pendiente en materia de sintonía fina que la Presidenta, sagazmente, propone como esencial.

Las importantes inversiones públicas en materia de educación y aun de salud no tienen un correlato proporcional en el cotidiano de las personas de a pie. La inseguridad, la inflación, el hacinamiento en las viviendas, las carencias subsistentes en infraestructura no son problema de los que marcharon, sino de muchos otros argentinos, más necesitados y más cercanos al oficialismo.

Como sea, el Gobierno es productivo en materia de respuestas. Y, de nuevo, depende de su gestión. Su “fuerza propia”, que sus adversarios ni mencionan, es la más potente y numerosa de la Argentina. Amén de ser la que aglutina más cuadros jóvenes.

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Cierre sin profecías: La cobertura de los medios hegemónicos evitó testimonios de los asistentes al 8N para evitar agresiones verbales, goriladas o confesiones de parte. Los manifestantes dieron la impresión de autocontrolarse respecto del 13-S, para no quedar a tiro de justas críticas del kirchnerismo. Los cauces democráticos aleccionan lo que, en tendencia, es positivo. Fidanza percibió un clima festivo como el de “otras grandes concentraciones apolíticas” entre las que mencionó al Bicentenario. Vale proponer una acotación. En ese último caso, como en Tecnópolis, la concurrencia era policlasista, aspecto también notorio en los funerales de Kirchner. El sesgo de pertenencia del 8N es un dato ineludible. He ahí una diferencia gravitante.

Otro inteligente intelectual opositor, el sociólogo Vicente Palermo, apuntó que “los temas de justicia social deben figurar en la agenda” del “sujeto político de la protesta”. El cronista supone que Palermo le pide peras al olmo. El temario es exótico para un sector de un estamento social que reclama por sus derechos y no por los de los plebeyos que lo incordian.

El kirchnerismo va por su tercer mandato. Es una hazaña inesperada, sólo explicable porque sus acciones beneficiaron a amplias capas de la sociedad, incluyendo la que (en una de sus parcialidades) salió a la calle el jueves. Las políticas públicas del oficialismo son más policlasistas que ciertos momentos de su retórica, un punto que merecería abordajes más profundos.

El cronista es prudente con las profecías, entre otras cosas porque las suyas fallaron en 2008 y 2009, cuando le costaba entrever la supervivencia del kirchnerismo doblando la apuesta. Lo acompañó porque valía la pena jugarse esa parada, muy superior en su imaginario a las alternativas regresivas de sus contrincantes. Sin caer en la tentación del vaticinio, comprendiendo que el desgaste de más una década es un aspecto a considerar, el cronista intuye que el kirchnerismo conservará ventaja (no eterna ni irrevocable) mientras gobierne a su modo. Con el timón firme y alta capacidad de autocorrección no siempre traducida en su verba. Y mientras sea la única fuerza política con un programa sugestivo para el variado espectro social argentino. Por decir de otra manera, mientras su alternativa sea una derecha o centroderecha con marcado tono clasista.

¿Podría existir una fuerza opositora “superadora”, un post kirchnerismo que recogiera sus mejores frutos y reparara sus carencias? Claro que podría ser, en el generoso terreno de las virtualidades. Pero, por ahora, esa oferta no está en plaza.

mwainfeld@pagina12.com.ar

11/11/12 Página|12

A MENOS DE UN MES, MARIO WAINFELD, OPINION


A menos de un mes
El celebérrimo expediente en que Clarín reclama la inconstitucionalidad parcial de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LdSCA) no pasó aún a sentencia. Está cerca procesalmente pero falta sustanciar dos trámites previos. Uno es un pedido de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) para ser tenida como parte (lo es el Estado nacional pero no ese organismo). Otro es el reclamo de una ONG, que ingresó sorpresivamente y reclamó tener el rol de “Amicus curiae”, o sea una participación acotada en la causa. Los abogados del Estado creen que ese tercero es un sello de goma introducido por el multimedios para dilatar el trámite, ahora que su juzgador no será un jubilado digitado por camaristas amigos del Grupo.

Todo indica que no habrá sentencia antes del 7D.

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Entre tanto, el titular de la Afsca fue trazando con el Banco Nación el lanzamiento de una línea de créditos, acuerdo que se firmará en la semana que comienza mañana. Será para empresas que sean “sujetos de crédito” para las elitistas exigencias del sistema financiero. También abarcará, con fines de fomento y promoción, a quienes no califican para ese baremo (cooperativas, organizaciones sociales). El objetivo es financiar la actualización para jugadores de todo porte, incluyendo aquellos que ingresan por primera vez a esa cancha.

En esta misma semana Sabbatella tiene prevista una conferencia de prensa en la que cumplirá con un anuncio anticipado por este diario. Explicará cómo debe hacer la adecuación cada uno de los Grupos (alrededor de 20) que exceden la cantidad de unidades operativas que autoriza la ley. Detallará cuáles son sus “excedentes”. El objetivo es transparentar cómo deben hacer para llegar a la adecuación voluntaria, sólo permitida antes del 7D. La ventaja para los concesionarios que cumplan es doble, en tanto se ciñan a la normativa. Primero podrán elegir qué parte de su patrimonio conservan. Segundo, podrán negociar aquello de lo que se desprendan. Si transgreden el plazo, todo será hecho de oficio por la autoridad de aplicación.

Equipos técnicos de Afsca y de los concesionarios se reúnen con asiduidad discutiendo el alcance de la adecuación. Hay, comentan en torno de Sabbatella, divergencias y regateos. Son lógicos, dados los intereses en juego. El titular de la Afsca confía en que, con la chocante excepción de Clarín, todos los Grupos habrán presentado propuestas de adecuación correctas al cierre del 7D.

Se prevé que la presentación de Sabbatella comprenda también:

El anuncio del esquema de acciones ulteriores al 7D. O sea:

- Tasación de las licencias que queden disponibles, para fijar las bases de su licitación ulterior.

- Criterios básicos de las licitaciones.

- Condiciones y plazos previstos para la adjudicación.

Las cartas quedarían, entonces, puestas sobre la mesa. El principal jugador ya adelantó que rechaza aceptar la legislación vigente aunque (como ya se dijo) remolonea para hacer avanzar la causa judicial respectiva. La salida al ruedo del CEO Héctor Magnetto es una señal de la importancia que asignan a la madre de todas sus batallas. La furia que trasuntan sus medios de comunicación, también.

mwainfeld@pagina12.com.ar

11/11/12 Página|12
GB

MACRI PUEDE SER CAPRILES?, POR DAMIAN VERDUGA, OPINION

Mauricio Macri y el sueño de ser el Capriles argentino
Por Demián Verduga
dverduga@miradasalsur.com

Semejanzas. Tanto Macri como Capriles Radonsky vienen de familias que son dueñas de grandes grupos empresariales.

Similitudes y deferencias de los procesos políticos de la oposición en Venezuela y Argentina. Qué pasó con los partidos tradicionales en cada país. Por qué el jefe del PRO no puede replicar el lugar del venezolano.

Lo que se vio ayer es una energía que quiere ser conducida.” El jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri hizo esta declaración al día siguiente del cacerolazo del jueves pasado. La protesta, que tuvo su epicentro en la Ciudad de Buenos Aires y se extendió por otros centros urbanos, dejó sobre el tapete la debilidad que la oposición política argentina tiene para aparecer frente a la sociedad como una alternativa real de poder, que pueda canalizar a los sectores que no acompañan al Gobierno Nacional. Macri fue el dirigente que con mayor claridad intentó posicionarse como el posible “conductor” de los sectores que se expresaron en la marcha. La movilización fue heterogénea en sus reclamos, pero unificada por estar compuesta mayormente por clases medias urbanas.

Este intento de liderar una oposición muy fragmentada tiene un espejo regional inmediato: Henrique Capriles Radonski, gobernador del estado de Miranda, Venezuela. Se sabe que Capriles compitió contra Hugo Chávez en las presidenciales del 7 de octubre pasado y perdió por más de 10 puntos de diferencia. Sin embargo, ésa fue la elección presidencial más competitiva de la oposición venezolana en los últimos 14 años. Hubo varios dirigentes macristas, Federico Pinedo y Gabriela Michetti entre otros, que fueron como veedores a esa contienda electoral y estudiaron el modelo opositor venezolano. Lo hicieron con una ilusión: que Macri sea el Capriles argentino.

El origen. “Trasladar la experiencia venezolana a la Argentina me parece casi imposible. También me resulta muy difícil imaginar que Macri se transforme en un Capriles argentino –le dijo Miradas al Sur el politólogo Miguel De Luca–. Más allá de las diferencias individuales, los procesos que han tenido los partidos políticos de ambos países los últimos años son incomparables.”

Ese proceso al que se refiere De Luca, en el caso venezolano, comenzó con lo que se conoció como el “caracazo”. Fue durante las jornadas del 27 y 28 de febrero de 1989, en Caracas y otras ciudades venezolanas. El presidente del país era Carlos Andrés Pérez, del partido Acción Democrática (AD). Había gobernado Venezuela de 1974 a 1979 y había sido elegido de nuevo pocos meses antes del caracazo. El disparador de la protesta, en las que hubo saqueos y desmanes por doquier, fue un aumento en el precio del transporte público. Sin embargo, el fondo de la cuestión era más complejo. Venezuela atravesaba una situación económica muy complicada y el presidente recién electo tomó la decisión de sumarse a la corriente neoliberal que recorría el mundo, un giro comparable con el que hizo Carlos Menem en Argentina a principios de los ’90. “La diferencia con Menem es que Pérez no pudo encolumnar a su partido detrás del modelo neoliberal –explicó De Luca–. Eso disparó una crisis interna en su fuerza política que terminaría con su destitución en marzo de 1993.”

La jornada trágica del caracazo fue la del 28 de febrero de 1989. El entonces presidente decidió sacar a los militares a la calle porque las policías no podían controlar las protestas. El resultado fue de 300 muertos, según los datos oficiales. Esta matanza profundizó la crisis dentro del partido gobernante. Disparó un proceso que terminaría con el bipartidismo que había conocido Venezuela. De Luca lo explicó del siguiente modo: “Desde la década del ’50 hasta la aparición de Chávez, Venezuela funcionó con un sistema bipartidista casi de manual. Además de la AD, que era el partido con cierta raigambre sindical, estaba la Comité de Organización Política Electoral Independiente, más conocido como Copei. Éste representaba una vertiente más conservadora. Ambas fuerzas se turnaron en el poder durante más de cuatro décadas”.

La destitución de Andrés Pérez fue en mayo del ’93. Su partido le quitó el apoyo y acompañó el juicio político que lo retiró del poder. “Allí comenzó el proceso que terminaría con la asunción de Chávez en febrero del ’99, que a su vez enterró a los dos partidos tradicionales”.

Este breve repaso histórico no es antojadizo. Es necesario para ilustrar cómo se rearmaron las fuerzas políticas en el país caribeño a la salida del neoliberalismo y como lo hicieron en Argentina, ya que se trata de un dato central para analizar si existe la posibilidad de un Capriles argentino.

El nuevo orden. “Todas las fuerzas que surgieron luego de la irrupción de Chávez son nuevas, más allá de que se hayan hecho con pedazos de los anteriores. La AD tiene cierto peso todavía y el Copei se transformó en un sello de goma”, explicó De Luca.

En ese archipiélago de partidos nuevos comenzó a navegar el antichavismo. Se sabe que el líder de la revolución bolivariana hizo unas 15 elecciones desde que está en el poder. Aquí repasaremos sólo las presidenciales.

Luego de ganar en 1999, Chávez hizo una reforma constitucional que fue sometida a la votación popular. Para legitimar los nuevos poderes, se hizo una nueva elección presidencial en el año 2000. Allí casi podría decirse que no existió la oposición. El candidato que se enfrentó con el presidente fue Francisco Arias Cárdenas, que era un chavista disidente. Chávez sacó cerca del 60% de los votos y Cárdenas un 35%, con el apoyo de la constelación de partidos opositores, que se pusieron detrás del ex chavista y se repartieron de modo muy fragmentado los escaños que consiguieron en el parlamento.

Ante la imposibilidad de ganar en las urnas, la oposición apeló a una vieja costumbre de las oligarquías latinoamericanas, los golpes de estado. Lo intentó en abril del 2002, en aquellas jornadas en las que Chávez fue sacado del Palacio de Miraflores, retenido en una base militar, y luego repuesto en su función tras una masiva movilización popular y la fractura del ejército.

La siguiente contienda presidencial fue en el 2006. Se presentaron 13 candidatos además del mandatario. Manuel Rosales, que en ese momento era gobernador del estado de Zulía, logró una alianza entre algunas fuerzas de la constelación antichavista. Sacó alrededor del 35% de los votos, pero fue aplastado por el presidente que consiguió el 62%. Entre esa votación y la de este año hubo distintas instancias electorales. Chávez sólo perdió en el 2009, por 1 punto, cuando hizo un nuevo referéndum para volver a reformar la constitución.

“La oposición venezolana fue aprendiendo de las derrotas hasta llegar al esquema que consagró como candidato a Capriles”, le remarcó a este semanario el director de la consultora Equis Artemio López. Parte de ese aprendizaje fue la forma de elegir al candidato. El anterior a Capriles, Rosales, había surgido de un acuerdo de cúpulas y no de una elección de internas abiertas.

El resto es historia conocida. El joven gobernador compitió en octubre de este año. Los medios de comunicación de casi todo el planeta operaron para instalar la idea de que el líder de la revolución bolivariana perdía, pero volvió a ganar, aunque esta vez en una disputa más reñida, 55 a 44.

Al respecto, De Luca resaltó: “Lo que ha estado en el trasfondo durante todos estos años en el sistema político venezolano es la desaparición completa de los partidos con alguna raigambre histórica y tradición”.

Mundos distintos. Lo último que dijo De Luca es la clave para poder analizar si Macri puede ser el Capriles argentino. La desaparición de las dos fuerzas tradicionales es algo que en la Argentina no pasó. Luego de la crisis del 2001, el peronismo se reinventó, se reagrupó detrás del proyecto de Néstor y Cristina Kirchner y está “más vivo” que antes. En el caso del radicalismo, no es posible comparar su éxito electoral con el del PJ. Sin embargo, si se mira el mapa de intendencias en todo el país y el reparto de las bancas en la Cámara de Diputados, la UCR fue la fuerza política opositora que más ganó en la última elección, a pesar de que en la presidencial Ricardo Alfonsín sacó alrededor del 12% de los votos. Es decir: los dos partidos más importantes y con más historia de la Argentina siguen siendo los más preponderantes del mapa político.

“Eso es lo que hace que la comparación sea imposible –remarcó De Luca–. En el caso venezolano, las estructuras opositoras tienen tan poca tradición. La alianza que lograron en la última elección llevó mucho tiempo. Los motivos que la impedían tenían que ver con encontrar un modo de elegir al candidato más que con diferencias programáticas ancladas en la tradición partidaria. En cambio, en el caso argentino, hay partidos como el socialismo, que por su tradición ideológica tiene más puntos de contacto con el kirchnerismo que con el PRO. Entonces es imposible imaginar una agrupación de fuerzas a la venezolana. Tampoco me imagino, en principio, al radicalismo poniendo a Macri como su candidato presidencial”.

–Qué tipo de reagrupación de fuerzas opositoras le parece posible?
–El esquema que se dio en las elecciones parlamentarias del 2009. Allí hubo un panradicalismo, que incluía a varias de las fuerzas que hoy están en el FAP y, por otra parte, una alianza de centroderecha entre el macrismo y De Narváez y partes del peronismo. Ese panorama es más realista para la oposición argentina que el venezolano.

–¿No hay un Capriles local?
–No lo veo. No es una cuestión exclusivamente de las características del candidato, sino de lo que ha pasado con las estructuras políticas en ambos países. Es muy distinto.

11/11/12 Miradas al Sur


GB

EL 8 N PUDO HABERSE EVITADO, POR RICARDO CABALLERO, OPINION

El 8N se pudo haber evitado
Por Roberto Caballero

La marcha, el programa político y económico del establishment y la expectativa por el 7D.

El gobierno pudo haber evitado el 8N y no lo hizo. Con anunciar que retrocedía en su intento por aplicar la Ley de Medios, garantizar que los dólares de las reservas siguieran a disposición de los fugadores de divisas, devolver YPF a los españoles de Repsol y pagar lo que los fondos buitre exigen, se hubiera evitado la foto del Obelisco rodeado por una multitud cantando contra "la dictadura K".

Claro que para eso, después de casi una década de lidiar con la voracidad de los dueños del poder y del dinero, la Casa Rosada debía resignarse a que el rumbo de la Argentina lo decide de modo inalterable un puñado de corporaciones, y no los millones de argentinos que hace menos de un año votaron a Cristina Kirchner, otorgándole una ventaja electoral contra su inmediato competidor de casi 40 puntos porcentuales.

Las consecuencias están a la vista. El país del 9N, del 10N y del 11N es bastante parecido al del 7N. Tiene los mismos problemas y demanda las soluciones de siempre. Sin embargo, es cierto que una porción de la clase media opositora reprodujo alrededor del símbolo fálico porteño la catarsis del 13S; tan cierto como que ningún partido tradicional antikirchnerista puede arrogarse la capitalización de la protesta.

En su combate contra el gobierno, el Grupo Clarín podrá ufanarse de la movida, de cara al 7D. Porque básicamente logró convertir a una parte de su audiencia en militancia callejera a favor del relato catástrofe que reproducen en la tapa de su diario de agitación y en las más de 240 licencias audiovisuales que mantienen ilegalmente. El talento demostrado para influir en la subjetividad de los reclamantes es, de un tiempo a esta parte, motivo de estudio en la academia nacional. El sociólogo Alejandro Horowicz recordó, por ejemplo, cómo durante el conflicto de la 125, gente que no tenía ni una maceta con tierra en su balcón, asumía como propio el discurso de ruralistas con campos por 10 millones de dólares en la pampa fértil. Era una clase subalterna tomando a otra superior como referencia. El 8N también pasó eso. La parte antikirchnerista de los sectores medios manifestó su acuerdo con el plan político y económico del establishment que plantea la negativa a la reelección de Cristina Kirchner (cuando ella misma dijo: "no es mi deseo una reforma constitucional"), la no intromisión del Estado en la libertad monopólica (cuando los tratados internacionales suscriptos por la Argentina obligan a lo contrario) y la desconfianza en la resolución electoral de los conflictos y tensiones propias de una democracia (cuando alrededor del 80% de la ciudadanía participa de elecciones). Es decir, una agenda de derecha por lo menos contradictoria. Puede consultarse la colección de editoriales de Clarín y La Nación para tener más precisiones al respecto.

El profesor de Economía Ricardo Arons-kind lo descifró de modo inmejorable en un texto que circuló por la red en estos días. Según él, los variados eslóganes del jueves 8 se pueden resumir en diez puntos económicos. Lo que tiene de extenso, lo tiene de interesante:

1) Venta libre de dólares baratos por parte del Estado hasta agotar las reservas, para todo uso.
Resultado: incremento de la fuga de capitales provenientes de la evasión impositiva. Reaparición de la especulación cambiaria como actividad central de la economía. Si se terminan las reservas, mega-devaluación, y aumento generalizado de precios, con brusca caída salarial y aumento del desempleo. Enriquecimiento de los tenedores de dólares y empobrecimiento del país.

2) Eliminación de todo tipo de regulación, indicación o presión oficial para contener el alza de los precios.
Resultado: alza generalizada de precios, por las dudas, y porque "todo sube". Contracción de la demanda y de la actividad económica. Quiebra de pequeñas empresas.

3) Eliminación de toda restricción a las importaciones. Tiene que entrar de todo, incluidos productos suntuarios, para el sector ABC1. Apertura importadora “al mundo”.
Resultado: Si no alcanzan los dólares para importar productos imprescindibles, e insumos para la producción, o se reduce la producción, generando una recesión, o hay que pedir préstamos en el exterior. Comienza nuevamente el endeudamiento externo.

4) Reducción o eliminación de las retenciones. Eliminación del impuesto al cheque.
Resultado: desfinanciamiento del Estado y ultra-rentabilidad para el sector agrario exportador. Si le faltan recursos al Estado, que reduzca el gasto público. Si eso genera recesión y desempleo, mejor, porque eso tranquiliza las presiones salariales. Mejoramiento del "clima de negocios".

5) Bajar los impuestos a las ganancias, a la renta presunta, a los bienes personales y a la propiedad inmobiliaria.
Resultado: más riqueza en manos de los ricos, menos ingresos para el Estado, y por lo tanto menos capacidad de hacer políticas públicas. Si quiere seguir gastando, el Estado tendrá que pedir préstamos externos. Para conseguir esos préstamos, tendrá que arreglar con los fondos buitre y el Club de París. Los desembolsos que exigen reducirán fuertemente las reservas del Banco Central, y volverán al gobierno fácilmente presionable por los sectores financieros. Mejoramiento del "clima de negocios".

6) Reducción del gasto público: corte drástico de subsidios a la energía y el transporte; reducción de los planes de obras públicas; congelamiento de las asignaciones universales por hijo y las jubilaciones. Despido de personal de los estados nacional, provincial y municipal.
Resultado: brusco incremento de la pobreza, la indigencia y el desempleo.
Fuerte aumento de la conflictividad social y la violencia. Contracción del mercado interno. Quiebras en el sector productivo y en la comercialización.
Mejoramiento del “clima de negocios”.

7) Corte del crédito a la producción y el consumo, y de la expansión monetaria. Incremento de la tasa de interés doméstica.
Resultado: drástico desfinanciamiento al sector productivo y comercial.
Caída de las ventas y contracción de la actividad económica. Recesión e incremento del desempleo. Se reduce modestamente, pero continúa el aumento de precios. Mejoramiento del "clima de negocios".

8) Se aceptan plenamente todos los reclamos de los acreedores del país, en las condiciones y plazos que establezcan.
Resultado: drástica reducción de las reservas y estallido de corridas cambiarias y bancarias. Se vende el resto de las reservas sin poder frenar las corridas. Cierre y caída de bancos. Colapso de la actividad económica.
Argentina es elogiada "en el mundo". Devuelven la Fragata Libertad.
Mejoramiento del "clima de negocios".

9) Argentina firma un tratado de libre comercio unilateral con Estados Unidos, otro con la Unión Europea, y otro con China.
Resultado: desaparición de la industria nacional e incremento de la desocupación estructural al 30% de la población. Flexibilización laboral extrema para el resto. Se deteriora dramáticamente la seguridad en las grandes ciudades. Aumenta el gasto en seguridad privada. En los shoppings se consigue "de todo". Argentina es elogiada "en el mundo". Mejoramiento del "clima de negocios".

10) El gobierno acepta todas las peticiones de los empresarios locales y externos, y de los organismos financieros internacionales. Desmantela los organismos de regulación y control, y recibe sin condiciones toda inversión en el país. Elimina la restricción a la compra de tierras por parte de extranjeros. Libre remisión de utilidades.
Resultado: incremento exponencial del lavado de dinero proveniente de actividades criminales de todo el planeta. Ingreso masivo de capital especulativo, que sirve para financiar la fuga de capitales y las remesas de utilidades del capital extranjero. Si algún dólar queda, sirve para incrementar el valor de la moneda local, favoreciendo las importaciones y deteriorando la capacidad exportadora. Inversión de firmas multinacionales en recursos naturales, que son exportados en bruto al resto del planeta.”

Da escalofríos pensar en la consecuencias de un plan de estas características. En realidad, ya se aplicó y el país estalló en 2001. Seriamente hablando, ¿cuánta gente quisiera volver a una Argentina así?

Está bien que el oficialismo acuse recibo del 8N. Siempre se puede mejorar y hay áreas donde es imprescindible hacerlo. Se puede hacer más contra la inflación, la inseguridad y la corrupción. Pero es tan poco probable que la manifestación cacerolera tenga destino de mayoría consistente como que el genocida Videla sea indultado de vuelta mañana. Aun en una muy mala elección kirchnerista en 2013, la recreación del Grupo A volvería a naufragar en las múltiples oposiciones que existen: hay más vedetismo que ideas en el antikirchnerismo. La táctica de presentar al oficialismo como una dictadura que justificaría el amontonamiento épico para combatirla, además de ser un tackle desesperado, se sostiene solamente en la pantalla de Canal 13 y TN; no en la realidad. Una caracterización tan disparatada sólo puede producir efectos disparatados.

El propósito de los medios hegemónicos de presentar un 46% sólido y cohesionado tampoco es creíble. La marcha del otro día no lo refleja, de ninguna manera. Sería menos descabellado pensar, por ejemplo, que la foto de la marejada humana acelere los tiempos de nacionalización de la propuesta macrista o el hito fundacional de una coalición de derechas, al estilo de la vieja UCD y los partidos provinciales procesistas. Esperable, además, por la salud institucional de la república: siempre es bueno que la derecha juegue dentro del sistema y no afuera. Que gane y pierda en elecciones, como se debe; y no a través de corridas bancarias o titulares putchistas, todos los días, todo el tiempo.

Por otro lado, para cualquier persona sensata es innegable que hay un intento constante de los creadores del relato antikirchnerista de invisibilizar al 54% de la sociedad. Ver la cobertura de los medios de Héctor Magnetto y Bartolomé Mitre –ambos con pedido de indagatoria fiscal como partícipes necesarios en presuntos crímenes de lesa humanidad cometidos durante el despojo a la familia Graiver de Papel Prensa– produce espanto. Así como no decían nada cuando en este país se arrojaba a compatriotas de los aviones como parte de una planificada y masiva supresión del otro como solución final, están ausentes en las crónicas eufóricas que deciden replicar las razones, los rostros y las opiniones de la mayoría política de la Argentina del siglo XXI, nada menos.

En cuanto a sus empleados, nadie les pide tanto. Alcanza con un ejemplo: "cuesta encontrar en la historia argentina (sic) una movilización popular como la de ayer", sostuvo Ricardo Roa, en la sección "Del editor al lector". ¿En qué historia figuran el 17 de octubre, el cierre de campaña de Alfonsín, las multitudes que fueron a recibir al general Perón a Ezeiza, el Bicentenario, los 24 de marzo y tantas, pero tantas otras manifestaciones colectivas?

Evidentemente, en el relato "histórico" de Clarín, no.

En cualquier momento, incluso, los movilizados alrededor del Obelisco ocuparán el lugar de votantes del kirchnerismo arrepentidos como parte de una operación de sentido tendiente a vaciar de contenido el triunfo de octubre de 2011.

Sería algo así como "la votaron y se arrepintieron", por lo tanto es inválido lo acontecido en las urnas y se legitima lo que ahora ocurre en el nuevo escenario descubierto por la derecha: la calle. Magnificado, a su vez, por los tres poderes reconocidos por la mediocracia: los diarios, la radio y la televisión. Si son monopólicos, claro, mucho mejor.

Quizá el interrogante pendiente tras el 8N es qué hará el 54% que gobierna después de esta manifestación. Hasta ahora, la decisión de Cristina Kirchner fue no disputar en simultáneo el espacio público, eludir el enfrentamiento físico (no el dialéctico) y concentrarse en la gestión.

Pareciera que apuesta todo al 7D. Como si la fecha, por sí misma, volviera a poner las cosas en su lugar. No se puede descartar que apruebe, como piden diferentes sectores de la militancia, una movilización coronando ese día en el que la democracia, luego de tres años, va a lograr que finalmente el Grupo Clarín y todos los grupos mediáticos se adecuen a la ley.

Habrá que ver. Todo indica que el gigante silencioso que trabajosamente mueve la maquinaria de este bendito país se pronunció en las urnas el año pasado, pero quizá ahora quiera volver a celebrar en la calle la conquista de derechos que profundizan y dan sentido a la democracia. «

11/11/12 InfoNews

LAS CONSULTORAS Y EL 8 N, POR RAUL KOLLMAN.

LOS PRINCIPALES CONSULTORES DE TODAS LAS TENDENCIAS ANALIZAN EL 8N
De clase, organizada, sin impacto electoral
Todos coinciden en que fue importante, que tuvo identidad de clase media o alta, que pasó de cacerolazo espontáneo. Pero las diferencias aparecen al hablar de su legado, que va de poco a una mayor distancia con el Gobierno que no se traduce en votos.

Por Raúl Kollmann

Los principales consultores políticos de todas las tendencias coinciden en algunos diagnósticos –tal vez los más sustanciales– respecto del 8N, aunque mantiene miradas discrepantes en relación con sus efectos sobre el futuro político nacional. La mayoría afirma que la movilización fue esencialmente de clase media, que fue bastante organizada –dejó de ser un cacerolazo, si se toma el término como sinónimo de espontaneidad–, que no tiene una representación política clara y que por esa razón no muestra por ahora un impacto electoral decisivo. En el marco de las discrepancias, algunos consultores destacan que la marcha exhibe un retroceso del oficialismo, mientras otros sostienen que simplemente se muestra en la calle lo que ya existía como antikirchnerismo, lo que, también por ahora, no significaría cambios importantes en la relación de fuerzas electorales. En ese terreno vuelven las coincidencias: casi todos piensan que el oficialismo podría ganar las elecciones de 2013, aunque discrepan sobre los porcentajes que alcanzaría.

Clase media

Manuel Mora y Araujo, uno de los consultores más tradicionales, hoy titular de la Universidad Di Tella, evalúa que el jueves “la clase media, escasamente articulada a través de organizaciones como los partidos, los sindicatos o grupos militantes, ratificó su capacidad de llenar la calle. La práctica de la protesta, definitivamente, no es patrimonio de ningún sector de la sociedad”. Analía Del Franco, de Analogías, considera que “la gran mayoría de los participantes son del mismo espectro social que los del 13 de septiembre. Si bien esta fue una movilización más numerosa, se puede asegurar que no atrajo a otros sectores sociales más que los niveles medios medios y altos. Para sintetizar, se puede decir que su tendencia ideológica es de centroderecha. Eso no implica que el Gobierno no reciba críticas por izquierda, pero no percibo que se hayan sumado al 8N. Tampoco, votantes de CFK 2011 y hoy críticos o defraudados. Nuestros estudios cualitativos muestran que la critica de éstos no los impulsa (aún) a salir a marchar contra el Gobierno”.

La ¿originalidad?

Enrique Zuleta Puceiro, titular de Opinión Pública, Servicios y Mercados (OPSM), mide la convocatoria no sólo en términos de los que fueron, sino también en términos mediáticos. “La movilización del 8N no tiene precedentes en la historia de las multitudes en la calle y la razón es simple: se desarrolló en todas las ciudades medias y grandes todo el país y ocupó todos los segundos de todo el encendido radial y televisivo en el prime time entre 19.30 y 22 en todas las señales públicas y privadas”.

Artemio López, de Equis, no le ve tanta originalidad histórica. “Los 200.000 opositores de clase media alta y alta, que ya adversaron al gobierno nacional en octubre de 2011, se movilizaron el 13 de setiembre y el 8 de noviembre pasado, rechazando explícitamente toda representación partidaria y señalando claramente la fragilidad de la oposición política realmente existente.”

“Más allá de las discusiones acerca de magnitud –razona Eduardo Fidanza, de Poliarquía– de las polémicas sobre la composición, procedencia y eficacia política que provoca el 8N, lo que creo más significativo es que refleja la desaprobación mayoritaria a la gestión presidencial. En sí misma la concentración no es capaz de cambiar el curso de los acontecimientos, pero es un indicio del momento político y de las perspectivas que podrían estar abriéndose. Hace un año, en el cenit de la popularidad y el poder electoral del kirchnerismo, era impensable semejante movilización de masas.”

En la mirada de Ignacio Ramírez, de Ibarómetro, “las protestas o acciones colectivas pueden ser analizadas considerando su magnitud, sus consignas, sus métodos de organización y de protesta. La modalidad elegida es elocuente respecto de algunas continuidades actitudinales con el 2001. En este sentido, el cacerolazo evoca inmediatamente imágenes del 2001, cuando se combinó una profunda crisis social y económica con un estallido de nihilismo y descreimiento. La consigna académica más leída y escuchada por entonces era ‘crisis de representación’. Once años después algunos sectores de la sociedad, enérgicamente opositores al kirchnerismo, exhiben una crisis de representación al cuadrado, puesto que se da en el marco de condiciones sociales y económicas completamente distintas, con una sociedad crecientemente politizada y un amplio sector social que acompaña a un proyecto político”.

¿Espontánea u organizada?

Prácticamente todos los consultores evalúan que el 8N tuvo un fuerte nivel de organización. Del Franco lo sintetiza así: “En primera instancia creo que ya no cabe llamarlo cacerolazo, denominación que creo aplicable a manifestaciones con alto nivel de improvisación y espontaneidad. Es sólo una cuestión de denominación y no de evaluación y menos en sentido negativo. Que sea menos espontánea no significa que sea menos legítima”.

Con ella coincide Zuleta: “De espontáneo, estas movilizaciones tienen poco, pero eso no la minimiza ni disminuye en significación y efectos sociales y políticos. Hay que tomar nota: este tipo de movilizaciones rompe con la lógica del balcón, del líder que sale al balcón”.

¿Quién los representa?

Buena parte de los consultores creen que nadie, aunque hay algunas discrepancias. Roberto Bacman es el titular del Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP). “Todo parece indicar que no dejó nada nuevo el 8N. En realidad, y en lo que hace al meollo de la protesta es más de lo mismo: críticas al Gobierno, a su accionar, a su orientación y al estilo presidencial. Sin embargo, y al igual que dos meses atrás, se enfrenta a un callejón sin salida: no aporta nada en concreto, se aúna sólo en la crítica, no propone y, para colmo de males, no existe por estos tiempos en la Argentina ninguna fuerza ni dirigente político que pueda capitalizarla. Por el contrario, también se pudieron escuchar críticas a algunos dirigentes que de alguna u otra manera la impulsaron desde las sombras. Hacia el interior de la protesta subyace un arco demasiado heterogéneo, que incluye un variopinto conjunto de segmentos de la sociedad que impulsan reivindicaciones de distinto tipo y tenor.”

Ricardo Rouvier, de Rouvier y Asociados, percibe lo mismo, pero opina que debe mirarse un poco más que la representación política: “Es indudable que así como se expresa la protesta ante un oficialismo fuerte, de voz alzada, definido, decisionista, también deja al desnudo la falencia de una oposición que no da señales de vida. Es posible que este acontecimiento otorgue energía a los adversarios del Gobierno; pero eso se verá en el futuro. Con la marcha, la oposición política mejoró sus ilusiones para el 2013, a pesar de que no pueda convertir en fortaleza inmediata la manifestación callejera. No tiene cómo transferirla a sus consensos”.

En una línea que pone el acento en las debilidades de la oposición, Ignacio Ramírez, de Ibarómetro, sostiene: “Mi hipótesis es simple: el 8N no expresa la debilidad del kirchnerismo sino la debilidad de la oposición. Un sector de la sociedad no encuentra liderazgos capaces de interpretar y representar sus aspiraciones, deseos y valores, y asimismo no percibe alternativas políticas sólidas y competitivas que puedan desafiar seriamente al kirchnerismo. Cuando algunos dirigentes opositores sostienen que la presencia de políticos enturbiaría la protesta, hacen dos cosas: revelan su propia debilidad y fortalecen las mismas matrices que dificultan el fortalecimiento de liderazgos políticos opositores. Para que el 8N produzca un impacto político deberá articularse políticamente, tarea que les corresponde asumir a los partidos y/o dirigentes de la oposición”.

Distinta es la mirada de Del Franco para quien “un referente concordante para estos grupos, es alguien con postura de centroderecha. Macri es quien viene a la mente en forma inmediata. No considero oportunista que trate de capitalizarlo. Por el contrario, si de la Ciudad de Buenos Aires se trata, los presentes el jueves fueron sus votantes en las elecciones a jefe de Gobierno. Ahora tiene el problema de que no representa a quienes marcharon en otros lados”.

En ese terreno, Mora y Araujo apunta que “las clases bajas, los sectores de la Argentina de la pobreza –que obviamente no engrosaron las multitudes del 8 de noviembre– encuentran algunos canales de representación, ejercida principalmente por los dirigentes políticos locales y a través de ellos por los gobiernos locales, provinciales y nacional. Las clases medias, y de ahí para arriba, no tienen más representación: o se sale a la calle o no se tiene voz. Ese es el fracaso de la política argentina, o sea de los políticos argentinos y sus organizaciones”.

Las consignas

“En la última encuesta llevada a cabo por CEOP –relata Bacman– se pueden observar las cinco motivaciones de los manifestantes del 8N: inseguridad, falta de diálogo, corrupción, posible reforma constitucional que habilite la reelección y los controles sobre el dólar. Pero en el mismo trabajo de campo la imagen positiva de CFK se ubica en el eje del 52 por ciento y la aprobación de su gestión alrededor del 50. Entre ellos sobresalen los más jóvenes (18 a 34 años), los de clase baja y los residentes en el Gran Buenos Aires profundo y el interior del país. Y ellos fueron los que no salieron a protestar.”

Rouvier agrega que “la protesta se fundamentó en algunas cuestiones de gestión que pueden ser discutidas y revisadas, sobre todo las que hacen a la inflación y a la inseguridad, pero hay otras de claro perfil conservador; inclusive en sectores medios bajos que se enojan ante la Asignación Universal por Hijo que cobra un vecino. La disponibilidad mayor o menor de acceso a la divisa supone una adaptación ciudadana que todavía no se ha transitado; pero es indudable que los sectores medios sienten que el Gobierno los amenaza, y pone en peligro sus libertades individuales tal cual las proclamó el liberalismo. El valor de lo colectivo, lo comunitario, es el valor por conquistar del kirchnerismo, ante la hegemonía del individualismo, el éxito personal y la competencia salvaje”.

El efecto electoral

Un dato llamativo es que casi todos los consultores, incluso los más alejados del oficialismo, piensan que el Frente para la Victoria tiene todas las chances de ganar las elecciones del año próximo, porque más allá del 8N conserva el caudal electoral necesario para obtener más votos que las demás fuerzas. Lo que sucede es que esos mismos consultores –los más alejados del Gobierno– ponen listones altos: que el FpV no va a hacer una elección parecida a la de 2011 o que no va a tener los legisladores propios suficientes para votar una reforma constitucional. Ambas alternativas son virtualmente imposibles: como resaltó la propia CFK cuando se refirió al tema en Harvard, difícilmente pueda haber reforma si no hay acuerdo con otra fuerza política de envergadura; y la comparación entre los votos en una elección presidencial y una legislativa tiende a ser poco realista. También en esto caen algunos de los encuestadores más cercanos al oficialismo.

En ese marco, no deja de haber polémicas. Para Mora y Araujo “la clase media desafía al gobierno nacional en la calle, y eso significa que el Gobierno pierde sus votos. Los de abajo no están muy motivados para salir a manifestarse, pero posiblemente siguen leales electoralmente. La aritmética más simple preanuncia entonces un serio problema electoral. Ni siquiera conservando el 100 por ciento de los votos de todas las personas que están por debajo de una línea de pobreza, el Gobierno podría repetir los resultados del 2011. En términos del mercado político, el problema parece claro: hoy no hay mucha oferta opositora, pero la demanda la pide a gritos. Y, por lo que se ve, el gobierno nacional conserva a su electorado de abajo pero no quiere ofrecerle nada –o no encuentra qué ofrecerle– a esa clase media que lo ayudó a constituirse y que se declara insatisfecha”.

Fidanza anuncia un declive más pronunciado: “El escenario que veo es el de una lenta declinación del Gobierno que desemboca en el síndrome del pato rengo para la Presidenta. Esto ocurriría aunque el Gobierno ganara las elecciones de 2013. Podría alcanzar una primera minoría en caso de que la oposición permanezca fragmentada. La razón es que no se prevé una recuperación significativa de la economía, como en el período 2010-11. En cuanto a la reforma constitucional con cláusula de re-reelección, parece improbable debido al amplio rechazo popular que suscita”.

López, en cambio, cree que “en perspectiva, el caceroleo opositor nada cambia en el sistema de preferencias electorales manifiesto en octubre de 2011, donde el oficialismo, merced a su gestión y en especial al sostenimiento de los atributos de empleo y consumo obtuviera el 54,11 por ciento de los votos. Se plantea sí una situación crítica para la oposición política hoy incapaz de representar estas demandas ciudadanas y que para colmo, con cada nuevo liderazgo emergente, sigue fraccionándose. Tal el caso de Macri y De la Sota, las dos nuevas figuras visibles del elenco de la opo que cazan votos en el mismo zoológico anti K que ya lo hicieron Binner, Alfonsín, Duhalde, Carrió el 30 de octubre de 2011”.

“Para quienes ven la realidad de la política desde el ojo de cerradura de la competencia electoral –analiza Zuleta– es posible que los cambios sean mínimos. Las multitudes del 8N no expresan tendencias demasiado diferentes de las que en los últimos meses vienen revelando las encuestas nacionales: un empeoramiento gradual de casi todos los indicadores de apoyo y evaluación de desempeño del Gobierno, pero en el plano del voto, el oficialismo conserva lo sustancial de su caudal electoral, ante la ausencia de propuestas y liderazgos alternativos.”

raulkollmann@hotmail.com

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