sábado, 10 de noviembre de 2012

Sin cambios, el Modelo sigue Igual.



"NO TODOS TIENEN QUE PENSAR IGUAL"
CFK: "Mi compromiso con este proyecto de país es inquebrantable"
Durante una reunión con intendentes, la mandataria admitió que su "sueño" es "seguir reproduciendo la amplitud del peronismo, aunque no vengamos todos de la misma historia. Porque lo que más enriguece es convivir y compartir entre aquellos que venimos de historias diferentes".

La presidenta Cristina Kirchner destacó "el carácter inclusivo" de las políticas que pone en marcha el gobierno nacional y criticó a "aquellos que se quejan de la inclusión de otros pero no de las rentabilidades propias". Aseguró que su gestión continuará con su política de desendeudamiento externo y con la Asignación Universal por Hijo, por más que les moleste a aquellos que "antes podían contratar a una persona por chauchas y palitos, y que ahora, en cambio, no consiguen explotar" porque están obligadas a pagarles ese beneficio. “Este proyecto incluye hasta a aquellos que no están de acuerdo”, subrayó sin referirse a ningún tema puntual y pidió a los dirigentes de la oposición "que no creen en nuestro modelo, que se encarguen de generar uno que conforme a la sociedad".

Al finalizar una reunión con intendentes del conurbano bonaerense, la primera mandataria presentó el Plan Más Cerca que lleva adelante el Ministerio de Planificación Federal para realizar obras públicas en esos distritos, y criticó a los dirigentes "que no se hacen cargo" de su propia gestión y, sin nombrarlo se dirigió al jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, quien había responsabilizado al Ejecutivo nacional del problema por la falta de recolección de residuos que desde hace casi una semana vive la Capital Federal.

"No me puedo encargar de la recolección de residuos de la ciudad", sostuvo la Presidenta y aseguró que "no se va a enterrar más basura" en el predio de Campo de Mayo, en referencia a los rellenos sanitarios del Ceamse que se encuentran prontos a colmar su capacidad.

El Gobierno, agregó, "no es responsable porque eso le corresponda a cada municipio. Yo no le pido a ninguno de ustedes que administren" el Estado nacional, dijo a los intendentes presentes, "ni quiero que otros hagan la tarea que me compete, pero sí que generen ideas (...), que me ayuden a hacer una Argentina mejor. Y no me victimizo. Nadie me obligó a estar aquí. Cada uno está donde está porque quiere, así que hay que hacerse cargo", sentenció.

"El problema que existe hoy en la sociedad argentina -añadió- es la falta de una dirigencia política que nos presente un modelo alternativo. Y no nos podemos hacer cargo nosotros de esa falta, nosotros creemos en nuestro proyecto político, (los otros) que se encarguen de generar un proyecto en base a lo que quiera la sociedad."

No obstante, admitió que su "sueño" es "seguir reproduciendo la amplitud (de un espacio político) dentro del peronismo, aunque no vengamos todos de la misma historia. Porque lo que más enriguece es convivir y compartir entre aquellos que venimos de historias diferentes" para construir un proyecto común.

Por otra parte, Cristina Kirchner volvió a defender el tipo de cambio y la política de desendeudamiento con reservas producto de la balanza comercial superavitaria, así como también reiteró sus cuestionamientos a los fondos buitres por retener la Fragata Libertad en Ghana "en clara violación al derecho internacional". Reclaman una deuda que "es absurda" porque "cuando ellos pudieron (participar de la reestructuración de la deuda), no lo hicieron", afirmó.

No obstante, reconoció que "lo que duele es que hayan argentinos que se pongan del lado de los fondos buitres", porque lo hacen para perjudicar a "mi gobierno que es temporal, mientras que lo que no es temporal es la patria en donde ellos viven y van a vivir", y aseguró que al buque escuela "lo vamos a recuperar".
09/11/12
gb

viernes, 9 de noviembre de 2012

marcha por 678

LA TORMENTA DE OBAMA


La tormenta de Obama
Por Ariel Dorfman *

Son muchos los comentaristas que aseguran que la reelección de Barack Obama se debió a la Frankenstorm, el huracán que azotó la Costa Este de los Estados Unidos una semana antes de los comicios. Y es cierto que la megatormenta atormentó a Romney a la vez que infligía dolor a millones de norteamericanos: el tema político del día dejó de ser la débil recuperación económica norteamericana y pasó a centrarse en el rol que el gobierno debe y puede tener ante una crisis gigantesca (lo opuesto a la tesis de los republicanos, que quieren privatizar todo, incluida la ayuda ante las catástrofes), y permitió al presidente mostrar su liderazgo.

Pero la verdadera tormenta que salvó a Obama fue otra. A riesgo de parecer lírico y hasta utópico, me permito declarar que fue la gente, una tempestad humana, una hojarasca de millones de activistas, lo que permitió la victoria del presidente afroamericano.

Mi propia limitada experiencia lo comprueba.

Durante interminables horas del día de la votación, mi mujer Angélica y yo hicimos un modesto trabajo electoral en Durham, Carolina del Norte, la ciudad donde vivimos. Nos tocaba recorrer, con un viento polar en contra y una incesante amenaza de llovizna, unos cuarenta apartamentos de bajos ingresos, esparcidos a lo largo de varias hectáreas, tratando de asegurar que sus habitantes –que ya habían sido previamente contactados dos veces– acudieran ese día a las urnas. Comprobamos quiénes habían sufragado (la mayoría), dejamos material electoral en las viviendas donde nadie respondía y, en un caso, conseguimos transporte para una mujer negra que no iba a votar y que finalmente lo hizo por Obama.

Podría pensarse que tal resultado, un solitario voto nuevo después de horas de impenitente trabajo, no valió la pena. Pero de no haber hecho nosotros esa peregrinación, se hubiera perdido aquel voto, aquella voz de apoyo a Obama, aquel repudio de las mentiras y arrogancia de Romney. Una situación similar a la nuestra, el rescate de un elector y otro y otro más, se estaba reiterando en miles de miles de sitios en Ohio, Virginia, Nevada, Colorado, Iowa, Wisconsin, New Hampshire, los estados que Obama ganó pese a una propaganda millonaria y una situación económica precaria. Fueron pequeños esfuerzos como el nuestro, multiplicados y repetidos y machacados en una réplica casi infinita, lo que aseguró la victoria.

Mientras íbamos con Angélica de una puerta a otra, subiendo y bajando escaleras y cruzando desolados parajes entre los edificios de apartamentos, recordábamos otros “puerta a puerta” en que habíamos participado, en las campañas de Salvador Allende entre 1958 y 1973, la lucha contra el miedo durante la dictadura de Pinochet que culminó en el plebiscito de 1988, el penoso restablecimiento de la democracia en Chile en 1990. Sobre todo, nos pusimos a rememorar –una buena manera de combatir el frío de Carolina del Norte– una noche en agosto de 1964 que pasamos en la casa de Allende mismo, convidados por sus hijas, Taty e Isabel, para armar listas de votantes que había que trasladar desde localidades del sur a sus lugares de sufragio en el norte (y viceversa), identificando a quienes necesitaban ayuda para poder votar. A la madrugada, entró Allende y saludó al grupo de jóvenes, desparramados con apuntes y papeles en la alfombra debajo de cuadros de Matta y Guayasamín y un grabado de Miró.

–Hola, muchachos –nos dijo–. Veo que están ocupados, así que no los molesto.

Venía de recorrer poblaciones y campos, con el polvo de Chile en sus zapatos y fatiga en los ojos, una fatiga que sin embargo relucía de alegría, sabiendo que tantos jóvenes como nosotros nos desvivíamos por su victoria. Ese año, no ganó. Pero no fue un trabajo en vano: seis años más tarde, en 1970, conquistó la Presidencia.

Y ahora estábamos Angélica y yo nuevamente dando lo que podíamos en un mundo donde Allende estaba muerto y Barack Obama, con todos sus errores e imperfecciones, representaba la mínima esperanza de un mundo mejor. Asegurando, como tantas décadas atrás, que un voto más siempre importa, siempre importa la pequeña voz de cada pequeño ser humano.

Si en algo falló Obama en su primer período, fue olvidar en demasía esas voces, confiar en que era posible hacer cambios significativos en un país regido por una plutocracia y paralizado por un sistema político disfuncional sin acudir al poder persuasivo del pueblo.

Ojalá en los cuatro años venideros, Obama retenga la lección que aprendió durante su última campaña electoral. Ojalá que cada día, antes de comenzar su ardua jornada en la Casa Blanca, se ponga a recorrer, por lo menos en su mente y quizás en su corazón, los millones de puertas que están esperándolo, que se abrieron como una dulce tormenta durante estas elecciones y que volverán a abrirse una y otra y otra vez para darle una bienvenida de viento y sol si está dispuesto a viajar con sus conciudadanos hacia un mundo más justo y bello.

* Escritor chileno. Su último libro es Entre sueños y traidores: Un striptease del exilio.

08/11/12 Página|12

 GB

EL PRO VINO

Opositores en su marcha
Funcionarios y legisladores macristas se concentraron en Belgrano y 9 de Julio. Patricia Bullrich estuvo en Avenida de Mayo. Dirigentes de la CC y del PJ disidente se mostraron en el Obelisco.

Por Werner Pertot

El correo electrónico llegó a las diversas áreas de Desarrollo Social. Lo reenviaba la número dos del ministerio porteño, Guadalupe Tagliaferri.

“Me pidió Caro que mañana salgamos y lleguemos todos juntos como Ministerio a Belgrano y Bernardo de Irigoyen a las 18, que es la hora de encuentro con el PRO”, decía. “Caro” es Carolina Stanley, una de las ministras de Mauricio Macri y en esa esquina Página/12 encontró a funcionarios macristas con un grupo que marchó hacia el Obelisco. Si bien continuaron con un perfil discreto, los políticos se mostraron en la concentración de ayer. El PRO fue el espacio que más impulsó la movilización y el que más se imagina que puede capitalizarla.

Con el asueto por el Día del Municipal, los empleados públicos quedaron libres, por ejemplo, para poder manifestarse contra el gobierno nacional. Un correo electrónico con el asunto “8N” llegó a la casilla de la subsecretaria de Promoción Social, Guadalupe Tagliaferri, con copia a la ministra Stanley. Lo enviaba Damasia Pavlovsky (hermana del vocero de Mauricio Macri). “Si les parece bien salimos 17.45 caminando desde el Ministerio”, indicaba. “Sin banderas políticas ni sociales. Solamente con nuestra Bandera Argentina (allá nos van a dar). Por un país mejor para todos”, decía. Tagliaferri se la reenvió a los coordinadores de áreas, como Beatriz Vitas, que proviene del espacio de Sergio Bergman.

Efectivamente, apenas este diario llegó a Belgrano y la 9 de Julio le dieron una banderita argentina. Allí estaba el ministro de Desarrollo Urbano, Daniel Chain. “Somos ciudadanos también. Esto no es otra cosa que una movilización política y la consigna es no venir con otra bandera que la argentina”, planteó el funcionario. “El problema sería que creamos que toda esta gente es nuestra. No lo es”, se sumó Alvaro González, subsecretario de Asuntos Públicos porteño. Los dos cuestionaron la idea de que el PRO pudiera “organizar” el cacerolazo. “Qué bueno sería si fuéramos capaces de armar una movida así”, dijo Chain. Con diversos legisladores macristas, marcharon hacia el Obelisco.

En Avenida de Mayo se concentró el sector de Patricia Bullrich. Allí, una camioneta pasaba sin parar la canción de Jairo “No tenemos miedo”. “La gente viene a pedir que no se reforme la Constitución y que no haya control de los medios”, dijo Bullrich a este diario. ¿Quién capitalizará la movilización? “Paso a paso. En las elecciones se verá. Nosotros sentimos que los estamos representando hace tiempo”, aseguró Bullrich. Como para probar su punto, dos chicas la pararon para decirle: “¿Saben que cortaron la línea D? ¡Para que la gente no venga! ¿Cómo puede ser?”.

–Ah, vamos a ver...

–Un gusto. Se la ve bárbara. Ojalá que gane –le dijo una de ellas.

–¡El país tiene que ganar! –la corrigió otra.

Apenas se alejaron las groupies, a Bullrich la abrazó otra mujer toda de blanco. Era Paula Bertol, diputada del PRO. “Las demandas de la marcha son generalizables y sensatas. El Gobierno insiste con demonizarlas. La forma de capitalizar la marcha es escuchar a la gente. Los políticos solemos quedarnos lejos de la calle”, afirmó Bertol.

–Macri no vino –le recordó este diario.

–Hay distintas visibilidades. En mi caso particular, vine a nutrirme de lo que pasa.

En 9 de Julio y Córdoba, María Eugenia Estenssoro caminaba entre las cacerolas que rechinaban. Explicaba que había ido como “ciudadana” cuando una señora con una pancarta rosa enrollada la abordó:

–¿Por qué reformaron la Constitución? –le espetó.

–No, pero... Si no la reformamos.

–¡La del ’94! Hay que volver a la anterior –le reclamó.

–Bueno, tratemos de que no reformen ésta.

Sobre el Obelisco, sonreían Héctor “Toty” Flores, Juan Carlos Morán y el ruralista Mario Llambías. Entre los volantes del MST, Sergio Bergman no andaba muy lejos de Eduardo Amadeo. “Ahora la pelota está del lado de la Presidenta”, sostuvo el diputado del Peronismo Federal. El titular de Uatre, Gerónimo “Momo” Venegas, afirmó que fue a “acompañar a esta gente que se manifiesta por las necesidades insatisfechas del país”.

Otros políticos se mantuvieron lejos de la marcha, pero opinaron, desde Victoria Donda a Ricardo Gil Lavedra. “Ha sido una manifestación popular de un alcance extraordinario. Ha sido espontánea y de enorme magnitud”, opinó el radical, para quien la movilización fue “contra la falsedad y el totalitarismo de este gobierno”.


GB

NICOLAS LANTOS, QUE DIJO EL GOBIERNO, OPINION

Sin cambios de modelo

Aunque estuvieron atentos, en la Rosada relativizaron las consecuencias políticas de la marcha. Insistieron en que “el modelo no se va a correr ni un centímetro”.

Por Nicolás Lantos

El oficialismo siguió con atención las protestas convocadas para ayer a la noche, y aunque fuentes del Gobierno reconocen que la asistencia fue importante, relativizan el peso político de los manifestantes y advierten que “el modelo no va a correrse ni un centímetro”. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner permaneció durante la manifestación en la residencia oficial de Olivos, donde tuvo reuniones con su gabinete por la tarde. “La pregunta que surge después de hoy es si esto puede canalizarse en una propuesta política opositora que sea capaz de conseguir el apoyo de la sociedad y articular poder”, analizan en la Casa Rosada. La respuesta a ese interrogante, completan, sería negativa.

“Si están esperando que pase algo mañana, no, mañana no va a pasar nada. El Gobierno no va a contestar puntualmente el reclamo de la marcha porque no hay tal reclamo, no hay una coincidencia entre los manifestantes al respecto”, le explicó a Página/12 un funcionario con oficina en Balcarce 50. Según analizan en el oficialismo, quienes asistieron al cacerolazo “son sectores que hace años han dejado de acompañar al Gobierno”, más precisamente desde 2008, por lo que la manifestación no constituye una novedad en el panorama político.

También sostienen que estas protestas “son una consecuencia si se quiere ‘no deseada’ de algo que se promovió desde el Gobierno y que es la revitalización de la política en la sociedad argentina”, aunque advierten que “el carácter de espontaneidad que se le quiere atribuir a esta movilización no responde a la realidad y tiene que ver con la necesidad de disimular la falta de un partido opositor que pueda articular las demandas heterogéneas” de los manifestantes. “La pregunta que surge después de hoy es si esto puede canalizarse en una propuesta política opositora que sea capaz de conseguir el apoyo de la sociedad y articular poder –sostienen–, y la respuesta, por ahora, parece ser ‘No’.”

La ministra de Industria, Débora Giorgi, también hizo su lectura del 8N: “Estamos plantados frente a las apetencias de los grupos concentrados que ven que esta vez se viene en serio”, dijo, en referencia a la entrada en vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. El vicegobernador bonaerense, Gabriel Mariotto, sostuvo en tanto que “podrán salir con las cacerolas que quieran, pero no van a poder” detener el rumbo político del gobierno encabezado por CFK.

09/11/12 Página|12


GB

MARTA DILLON, AYER, OPINION

UN PANEO POR LAS CONSIGNAS QUE MARCHARON DESDE SANTA FE Y CALLAO
“Cristina, renunciá ya”
Por Marta Dillon

La mirada al frente, el mentón erguido y una botella de agua mineral que se agita con la convicción marcial de la bastonera que marcha al frente de la banda musical. Hay que adivinar su edad –¿unos 35?– porque no la dice. Tampoco su nombre, ni su ocupación, ni el barrio donde habita. Ella va a cumplir con la consigna del silencio de la palabra y va a aturdir todo lo posible con su instrumento; tanto que la amiga que la sigue pregunta con qué lo hace. “Son monedas, nunca las uso para que no me pese la billetera”, dirá con una risita que le desarma el gesto recuperado de inmediato. Está en Callao y Santa Fe, ahí donde el perfume le gana la pulseada a la transpiración y las campanitas de bronce robadas a la vitrina de los adornos encuentran por fin una utilidad concreta. “Hoy no es el día para hablar”, dirá una señora de bronceado parejo que parece haber cruzado la frontera de los 70. ¿No es un día para manifestarse? “Sí, pero no para hablar.” Sin embargo, el entusiasmo es mucho y el calor de la multitud afloja algunas lenguas rebeldes a lo que se propusieron. A la pregunta por el nombre, el arquitecto dirá: “No te voy a dar mi identidad”, a la pregunta sobre el significado del cartel que lleva en la mano devolverá otro interrogante: “¿Sos argentina? Bueno, lee. Acá no dice ‘sale’ (pronuncia en inglés), dice ‘sale’ ¿entendés?” y exhibe una foto de la Casa Rosada con carteles de liquidación escritos en inglés iguales a los que se pueden ver en cualquier comercio de esta avenida. Orgulloso de su fotomontaje, el hombre pone frente a la cronista otra de sus creaciones: una imagen que mezcla el rodete típico de Eva Duarte con la cara de Cristina Fernández y la leyenda “ReEvitaLa” que acompaña con una explicación que mezcla un desprecio ancestral contra el peronismo y la necesidad de evitar otra elección de la Presidenta.

Son las 8 de la noche, la hora de la cita para la expresión del rechazo y ese sentimiento campea en los carteles: “En el cielo las estrellas, en el campo las espinas y en la televisión argentina, la conchuda de Cristina”, dice uno, impreso y pegado sobre cartón, un estandarte que se aplaude y se fotografía con las sonrisas que genera la complicidad. “Me voy a Narnia, prefiero que me gobierne un león y no una yegua”, dice otro que lleva un grupo de adolescentes, el pelo atado en cola de caballo donde anudaron las banderas argentinas, chicas felices de haber encontrado un lenguaje propio para decir lo que sienten. Otro grupo, esta vez de varones y ya pasados los veintipico, hicieron el intento con menos éxito: “No a la 24!!” dice su cartel y no atinan a dar una explicación que funcione: “Es por un capítulo de los Simpson” ¿Cuál? “Uno en que querían echar a los inmigrantes y había que votar entre la proposición 23 y la 24”, pero la verdad es que no se acuerdan si la 24 era para que se queden o se vayan los migrantes. “Bueno, es un chiste, pero lo que dice de este lado es serio”, se desembaraza el muchacho de las explicaciones baldías. El no quiere ser Venezuela y antes de llamarse a silencio siente en la espalda esa palmada fuerte, aprobación de macho que le regala uno que se desprendió de un grupo de cinco, amigos desde la escuela secundaria ahora convertidos en ingenieros y empresarios, fumando habanos gruesos como pulgares. El aliento a alcohol del que se ha desprendido de la manada puede ser el motor de sus ganas de hablar, de decir que “todas las decisiones que tomó este gobierno son inconstitucionales, no se puede aguantar a que esta mina termine su mandato”. Es inmediatamente reprendido por el grupo. No debería haber dicho lo que dijo, no sabe con quién está hablando. Pero el díscolo sigue y da ejemplos: “Lo de YPF es completamente inconstitucional. ¿Y las mentiras del Indec? Ni en el gobierno militar se intervino el Indec y esta yegua lo tiene intervenido. Nos hicimos los cancheros no pagando la deuda externa y ahora nos sacaron la fragata. Vas a ver, nos van a secuestrar todos los aviones de Aerolíneas Argentinas que aterricen en un país extranjero”. Su locuacidad se interrumpe, desde un balcón de Santa Fe al 1600 un hombre habla a través de un equipo de sonido, transmite lo que sucede en otras ciudades del país, arenga con frases apenas inteligibles. “¿Qué dijo?”, pregunta una mujer a otra que confiesa no saber mientras aplaude enfervorizada. Junto a ella, Marina, de 45, avanza con sus tres hijos, todos de escuela primaria y con las remeras de la escuela Argentina Modelo. La rubia contadora también hizo su cartel: “Néstor volvé, te olvidaste de Cristina”. Ella dirá que es una manera ingeniosa de decir que “desaparezca de la faz de la tierra”, se ilusiona con la candidatura de Macri y tiene que preguntar a su hijo por quién votó la última vez. “Binner”, dice el niño de diez y ella se alegra de haber llevado con ella a sus “apuntadores políticos”. La última vez que estuvieron todos juntos en la calle fue “cuando vinimos con las velitas, por lo de Blumberg”.

La consigna en contra de la inseguridad es la más políticamente correcta y la más repetida. Y los niños –que hay muchos de verdad, las familias numerosas se cuentan por centenas– son su cara más sensible y más aprovechada. La vedette es uno de ojos claros como el agua y un cartel que porta con gesto compungido: “Quiero volver solo de la escuela y no tener miedo”. Los teléfonos celulares que lo apuntan para fotografiarlo sellan su estrellato en la calle. “Es que estamos cansadas del odio, no entiendo por qué tienen que odiarte porque pertenecés a un sector social. Porque una familia tiene un beneficio no quiere decir que los pobres te tengan que odiar; al contrario, porque nosotras hacemos muchas obras de caridad. Pero los discursos de la Presidenta alientan el odio”, dice una joven en un grupo de tres –dos estudiantes de la UCA y una de la Universidad Austral– y enseguida Miguel Romano, un comerciante de 60, la corrige de pasada. “No es la Presidenta, es el presidente, porque es un ente, no tiene género. Ella lo debería entender.” Ella, la arrogante. Así la calificará Francisca, una profesora de historia de 56 que vino de Pilar y montó su pancarta sobre una raqueta de tenis en la que enhebró una larga lista de “No” –al odio, la re-re-elección, la Corte Suprema–. Con cualquiera de esos noes que se cumpla al día siguiente de la protesta ella estaría contenta, dice y junto a ella pasa una familia con su reclamo escrito en marcador: “Cristina, renunciá ya, ya, ya”. ¿Y quién podría venir si ella renunciara? “No sé, no me importa”, dice el padre de familia.


GB

VERBITSKY, AYER, OPINION

Voces de la calle
Por Horacio Verbitsky

La abundante manifestación de anoche evidencia la solidez de la democracia, derretida por la crisis de 2001/2002. Esto es así con independencia de los efectos buscados por sus más activos promotores. Es inimaginable que un gobierno que a la salida de aquella enorme conmoción social resistió la presión de los acreedores externos y los organismos financieros internacionales, de las empresas privatizadas de servicios públicos, de las cámaras patronales agropecuarias e industriales, se apoque por las voces de cualquier número de personas que quiera atribuirse a los actos de ayer. Esos son sueños de una noche de verano. Hoy continuarán los juicios por crímenes de lesa humanidad y las medidas de protección del empleo en medio de la crisis global, el mes próximo entrará en vigencia la ley sancionada para democratizar la comunicación audiovisual, no habrá devaluación, nuevo endeudamiento ni venta de dólares para atesorar. La detestada presidente no modificará las políticas con las que hace un año pidió y obtuvo su mandato ni aquellas que adoptó después en respuesta a las corridas cambiarias iniciadas aún antes de que asumiera.

Hace un cuarto de siglo el diario francés Libération publicó una gran foto de Luciano Menéndez amenazando con su cuchillo de paracaidista a quienes lo abucheaban al salir de un canal de televisión. El título decía: “Al que me llame asesino, lo mato”. Nada asocia a los manifestantes con Menéndez. Pero aquella tapa evoca el contrasentido de gritar contra la presunta dictadora sin ningún temor por las consecuencias. Nadie protestaba en las calles contra Videla.

Esa es la gran diferencia entre las protestas argentinas y la primavera árabe, aunque ambas se convocaran con tweets de 140 caracteres. Desde octubre de 2010 fueron asesinadas miles de personas en diecinueve países árabes (sobre todo en Siria y Libia donde el conflicto derivó en guerra civil). Aquí no hubo ni un contuso ni un detenido y lo único que debieron padecer los organizadores fue la exposición pública de sus nombres, que algunos querían preservar en el anonimato, para simular una espontaneidad y un apoliticismo que, por fortuna, no son reales.

Otra comparación pertinente. El politólogo estadounidense Abraham F. Lowenthal escribió que su país estaba polarizado entre las dos costas (donde ganan los demócratas) y el interior (que vota republicano), entre lo rural y lo urbano, entre lo religioso y lo secular, entre los inmigrantes y quienes se les oponen y entre ciudadanos de diferentes niveles de ingresos, género y edad. “Con la consolidación de las empresas de medios y la fragmentación de los mercados de medios muchos ciudadanos sólo están en contacto con los argumentos que aprueban. El discurso cívico ha sido desplazado por la retórica de la confrontación”, agregó Lowenthal. Es irrelevante si esa confrontación se encubre con ondas de paz y amor, puede agregarse desde la Argentina. Sin la misma sutileza de Lowenthal, el empresario Donald Trump instó a hacer una revolución en las calles contra Obama. Escribió entre signos de indignación que “¡No somos una democracia!”. En 2011 Trump lanzó su candidatura presidencial con una denuncia abominable: dijo que Obama no había nacido en Estados Unidos. Debió retirarse desairado cuando el presidente presentó su partida de nacimiento, como le exigía el extremista Tea Party. Si Lowenthal hace pensar en Guillermo O’Donnell, Trump es como Maurizio Macrì (de quien fue socio de negocios y amigo de farras, aunque terminaron mal porque el pez grande se comió al chico). Este cultor del diálogo y el consenso propuso tirar a Kirchner por la ventana.

Como la marcha de la Constitución y la Libertad de 1945 o la recepción a Eduardo Lonardi en 1955, la concentración de ayer expresa a un sector minoritario pero significativo de la sociedad argentina. La saludable novedad es que ha aprendido a manifestarse en forma pacífica y que el Gobierno no ha hecho nada por imposibilitarlo o reprimirlo. El nuevo abanderado de la derecha argentina tuvo el mérito de organizar una fuerza política con capacidad electoral, al menos en algunos distritos. Esto es algo que las clases dominantes no supieron hacer en todo el siglo pasado, por lo que debieron recurrir a la conversión de las Fuerzas Armadas en Partido Militar (con la colaboración imprescindible de la Iglesia Católica) o a la cooptación de los partidos de origen popular, como el radicalismo y el justicialismo, una vez que ganaban las elecciones con propuestas populistas que pronto traicionaban. La colonización de estas estructuras por los grandes intereses económicos condujo al desconche de fin de siglo. El gobierno de Fernando de la Rúa que había comenzado con dos muertos en el puente de Corrientes, concluyó con otros 35 en todo el país. La administración interina que lo sucedió dejó dos víctimas más en la estación Avellaneda. Los nueve años siguientes dieron respuesta institucional al reclamo de los excluidos y concitaron la ira de quienes sólo conciben al sistema político como facilitador de sus intereses particulares. Las imágenes de ayer son elocuentes sobre la composición social de quienes ahora hacen sentir su descontento. Muchos y homogéneos.

Aquellos partidos históricos no se disipan en el aire. Así como el FpV tiene su ala de radicales K, el PRO mostró ayer a su peronismo cheto de los Amadeo y Bullrich, muy a gusto con Federico Pinedo. Surfeada la ola que no supieron cómo eludir, las Dondas, los Solanas, los Binner, las Stolbizer ahora deberán preguntarse “qué hace una persona como yo en un lugar como éste”, a la rastra de Macrì, la Sociedad Rural y el Grupo Clarín.

De todas las consignas que impulsaron los convocantes son aceptables las más genéricas y abstractas, esas que significan lo que cada uno quiere entender. Es difícil coincidir con otras e imposible comulgar con aquellas no explicitadas pero troncales, como las que justificaron la adhesión de la esposa del mayor Pedro Mercado y la hermana de Alfredo Ignacio Astiz.

Pese a ello, es satisfactorio constatar que el sistema imaginado por Kirchner, con una fuerza de centroizquierda opuesta a otra de centroderecha, parezca desde ayer más cerca de la existencia. El desafío para el alcalde porteño será capitalizar el malhumor evidente anoche dentro de un año, cuando vuelvan a abrirse las urnas.

09/11/12 Página|12


GB