lunes, 5 de noviembre de 2012

8N Y SU CONTEXTO POR NORMA GIARRACCA.

Condiciones de contexto del 8N
Por Norma Giarracca *

A diferencia del 13 de septiembre, el cacerolazo del 8 de noviembre se viene preparando explícitamente con mucha dedicación por unos cincuenta sitios de Facebook, blogs y hasta el agregado del 8N en los nombres de quienes interactúan en las redes sociales, en señal inequívoca de formación de un futuro “nosotros”. Es un entramado difícil de visualizar por quienes están fuera de la dinámica de las redes sociales, aun cuando Página/12 y La Nación, además de algún periodista en televisión, hablaron del fenómeno.

Todos sabíamos que las redes sociales han funcionado en otras partes del mundo para organizar a jóvenes que protestaban por las crisis económicas, financieras, gobiernos dictatoriales, pero en los análisis de la marcha “antigobierno” pasada se nombró a las redes, pero no se les dio a estos sitios y a sus coordinadores la significación que con el paso de los días parecen adquirir. En efecto, detrás de los sitios, blogs, operan fundaciones o personajes muy ligados a la vida empresarial y política del país. La imagen de jóvenes descontentos por muchos y válidos reclamos que llaman por las redes a encontrarse en determinados lugares y marchar juntos pierde consistencia. Existen fundaciones, asociaciones fuertemente ligadas a la Iglesia de derecha, a miembros de la Sociedad Rural Argentina (SRA), a los cavernícolas que aún apoyan a los militares genocidas y al jefe de Gobierno porteño, que se reúnen, deciden fechas, lugares de encuentro, consignas y próximos calendarios.

¿Estamos afirmando que todos los que salen responden a estos grupos? De ninguna manera, sólo tratamos de explicitar las condiciones de contorno que tendrá el cacerolazo del 8 de noviembre. Si estas condiciones no están explicitadas, no es porque quieran ocultarse o mantener anonimatos, sino porque aún no han hablado de esto en el campo de la política institucional ni es tema de debate de grandes medios y esto, a nuestro juicio, por una sencilla razón: no existe un conocimiento generalizado (sentido común) de la importancia de la “comunicación social” en la vida social, cultural y política de las sociedades contemporáneas. Algunos tienen esos conocimientos y manejan esos dispositivos, como en estos casos, para fines difíciles aún de conceptualizar.

Algunos de estos grupos se presentan asimismo como preocupados por un cambio social que es posible en tanto haya preparación de jóvenes en “gestión eficiente”, liderazgos, etc. Para que se comprenda, tienen cierto parecido de familia con lo que fue el think tank neoliberal del menemismo, el Grupo Sofía, que dio funcionarios para el gobierno de Menem y para el actual gobierno porteño. Otros son más brutalmente de derecha, con un alto contenido de violencia simbólica. Algunos nombres se repiten, se articulan en redes de amistades, camaraderías o negocios. El presidente de la SRA, Hugo Biolcati, aparece vinculado a dos nombres (los personajes más activos) en negocios agropecuarios, canchas de polo, revistas y programas de radio sobre el campo, etc. Macri y su gabinete son nombres que también aparecen en estas relaciones. Un detalle de la elección de la fecha, que no parece casual, nos asusta: el 8 de noviembre es el aniversario de la muerte de Massera y el día de nacimiento de Astiz.
¿Qué importancia tiene esto? A nuestro juicio, ayuda a comprender los motivos de cierta violencia y racismo del 13 de septiembre (ahora se está pidiendo que no se repita). También habilita un mayor nivel de corroboración a nuestra hipótesis de que, más allá de las demandas a formas de gestión gubernamental, no existe un solo reclamo ligado a esas “broncas” a las que se refieren documentos de organizaciones populares de todo el país, que se diferenciaron de la última marcha (“Que tu bronca no te ciegue”, de la Asamblea por el Agua, y “Otras son nuestras broncas”, de Compa, una coordinadora de organizaciones populares).


Broncas que tienen que ver con que los sicarios de los inversores sojeros sigan asesinando impunemente, que esté en riesgo de retroceso la significativa legislación de los pueblos indígenas, que Monsanto siga invirtiendo en el país y los pueblos cordilleranos vivan arrinconados por las mineras; que los sectores urbanos pierdan por la inflación o desocupación niveles mínimos de una vida digna, que el transporte mate, y muchos etcéteras. Nada de eso está en agenda, no les interesan los subalternos, las resistencias territoriales, el poder económico (al que seguramente están asociados). Aún más, muestran una insolidaridad extrema: una “twittera” categorizada 8N, que se muestra joven en la foto del perfil, con un bebé en brazos, pide que se termine la Asignación Universal por Hijo.

Es un fenómeno que amerita ser reflexionado porque algunos periodistas, políticos e intelectuales con ideas de centroizquierda tienen tanta indignación con el Gobierno que se ciegan y son incapaces de ver hacia dónde se desea conducir a estos cacerolazos o, peor aún, creen que fuerzas opositoras con estos apoyos son buenos candidatos al gobierno nacional. Mucha gente sale desconociendo que esa vieja derecha no democrática del país está operando. Los reclamos genuinos de tales ciudadanos deben ser escuchados. Pero quienes tienen la obligación de estar informados no pueden seguir afirmando que cualquier manifestación en el espacio público sigue fines democratizadores.

* Socióloga (IIGG-UBA).

05/11/12 Página|12

EL SENTIDO DEL 8 N, OPINION, II


Malestares, dicotomías

Por Alejandro Grimson *

¿Es posible hoy en Argentina escribir algo que no genere inmediata irritación de uno o varios sectores? ¿Es posible plantear argumentos que permitan leer en la coyuntura problemas que la trascienden? ¿Es posible que esas ideas no sean consideradas contorsiones discursivas de intereses mezquinos o preguntas fanatizadas?

La emocionalidad de la política constituye un rasgo decisivo del momento actual. Ha inaugurado una crisis interpretativa que nunca habíamos visto en años recientes. El mismo dato, una medida de gobierno, una frase de la Presidenta, provocan cinco o diez interpretaciones distintas.

Las movilizaciones del 13 de septiembre expresaron una agregación de demandas altamente heterogéneas que deben ser cuidadosamente analizadas. El hecho de que sean movilizaciones cuyo sesgo sea una crítica y un reclamo en varios aspectos preocupante, e incluso el hecho evidente de que un sector de los manifestantes estuviera cuestionando la legitimidad democrática del Gobierno con profunda intolerancia, no puede enceguecer el análisis ni contribuir a estereotipaciones. Si se escogiera este camino se renunciaría a comprender los motivos que permitieron ese fenómeno y se contribuiría a su fortalecimiento.

Lo que debe llamar a la reflexión es por qué sectores preocupados por temas puntuales han quedado articulados en una movilización heterogénea donde participa y vocifera también el minoritario grupo que odia a este Gobierno. De ninguna manera todos los que pueden haber simpatizado con esa protesta son racistas o misóginos, pero en la protesta los había. ¿Se entiende que ambas cosas son ciertas?

Ahora, ¿de dónde sale ese racismo, ese odio, esa crítica a políticas sociales? Sabemos que es un fenómeno antiguo de la Argentina. Pero digamos también que décadas de fuerte segregación urbana, de crecimiento de la educación privada, de la salud y la seguridad privada han fortalecido islas en la sociedad argentina. Existe una parte minoritaria pero importante que no tiene la más remota idea de las vivencias y sufrimientos de los sectores populares. Y mucho menos se pregunta por sus derechos, ni los reconoce como tales.

Cada vez que sectores de la oposición apuestan a la agregación de demandas antikirchneristas, acaban presentando una mezcolanza que le impide presentar un proyecto consistente. Esto se agrava por la consolidación de un microclima antipopulista, donde se pierden de vista todos los matices y los contextos. En la oposición hay claras diferencias políticas, pero la fracción que está definida por su antikirchnerismo ha perdido el registro de cambios muy significativos.

Hay otros malestares sociales que deben ser comprendidos. Una crisis económica internacional nunca es buena para ninguna sociedad, ni para ningún gobierno. Difícilmente en un contexto de ese tipo no haya alguna erosión de capitales políticos. Pero la misma sociedad que apoyó con amplias mayorías la nacionalización de YPF y muchas medidas en la misma dirección, ve con preocupación otros procesos económicos, con implicancias sociales y culturales.

Frente a la opción de generar una creciente polarización considerando a las movilizaciones como un todo homogéneo, se trata de asumir el desafío de comprender aquello que no podemos compartir, para distinguir críticas de una derecha consolidada de otras críticas y malestares que tienen explicaciones más complejas. No se debe unificar lo heterogéneo.

Es necesario, a la vez, entender que por más que haya poderes que pretendan movilizar a la sociedad, sólo pueden conseguirlo en circunstancias muy específicas. Comprender esas circunstancias y revertir aquellas que es posible revertir contribuirá a quitarle espesor a un tipo de manifestación que puede apuntalar un proyecto que socave muchos de los avances logrados en estos años. Si la derecha tuviera un poder infinito, ¿por qué no organizaron estas protestas en 2010 o en 2011?

Hay una crisis internacional grave que está golpeando muy fuerte. Hay errores del Gobierno propios de 2012. Amplios sectores sociales (muchos que no participarían nunca en este tipo de protestas) tienen la inquietud, la duda, acerca de si el Gobierno registra tales errores o los ignora.

Un tema que considero decisivo se refiere a las distancias perceptivas. Quitando los discursos “anti”, es clave que el Gobierno analice el modo en que sus funcionarios se posicionan ante las injusticias que hay hoy en el país. Las reacciones frente a la desigualdad existente en el transporte público es contrastante con la sintonía que lograba el presidente Kirchner cuando decía “estamos en el infierno” o “pasamos al purgatorio”, generando percepciones compartidas entre la ciudadanía y sus líderes. Resulta clave reducir al mínimo las distancias perceptivas. Una de las mayores distancias, que ayuda al malestar que apuntala estas protestas, se genera con la cuestión de la inflación. Nada cabe agregar a la visión planteada hace unas semanas por el Plan Fénix.

Otra distancia perceptiva está generada por la manera de entender a la propia economía. El dólar o la inflación son fenómenos multidimensionales, sociales, políticos y culturales. Implican memorias culturales y son percibidos a partir de criterios de justicia o injusticia. Ninguna de estas y otras cuestiones son analizadas por la mayoría de los economistas. Hay medidas económicas que tienen consecuencias culturales y políticas que los economistas no saben calcular pero, más grave aún, no saben que deberían ser calculadas. No se trata sólo de choques de intereses matemáticamente calculables en función de posiciones estructurales, sino de intereses cultural y hegemónicamente constituidos a partir de matrices perceptivas.

Es imposible que la Argentina se desarrolle con una fuga de capitales equivalente a la que tuvo en su historia reciente. Pero eso no significa que haya medidas de estricta justicia (nadie puede comprar dólares con ingresos no declarados) y medidas donde la ausencia de criterios claros y previsibles torne potencialmente injusto el acceso a las divisas. Divisas que se necesitan para varias actividades completamente legales y relevantes para la economía y la cultura. Desdolarizar la economía y el ahorro exige un plan complejo y una ejecución cuidadosa, que incluye la creación de formas sólidas de ahorro. La “cultura del dólar” es el resultado de las vivencias históricas de 1975, 1989 y 2001, donde no sólo se transfirieron ingresos de los sectores populares a los poderes concentrados. También, en cada episodio, hubo injusticias horizontales, entre amigos y familiares de la misma clase social. En aquellas oportunidades los que menos confiaron en el Estado y en el peso salieron ganando. Revertir esa dolarización será un trabajo lento que exige extremo cuidado en las formas de instrumentación.

Evidentemente, entre los “malestares” hay muchos otros temas que las oposiciones han logrado instalar en un sector de la sociedad. La cuestión de la re-relección parece ser la más unificadora, para lo cual necesitan desconocer las palabras de la Presidenta en Harvard. Pero entre sus varias aristas, cabe preguntarse en qué país hay gobernadores de grandes provincias declarando su postulación presidencial con tres años de antelación. Respecto de la democratización de la comunicación, resulta claro que hay un amplio consenso social en función de que todas y cada una de las voces puedan estar en el espacio público. Aquellos que aman escuchar a los periodistas más opositores obviamente tienen pleno derecho a hacerlo. Y los que desean escuchar a otros, también. Toda la contundencia que el Gobierno aporte para insistir en las garantías de que ninguna voz será acallada, le quitará peso a esta cuestión. Ningún argumento ni hecho adicional que apuntale esa garantía estará de más.

Acompañando un contexto de crisis internacional, las limitaciones y los errores pueden ser más notorios. Aunque haya quien pueda pensar que contando con amplio apoyo electoral los errores son secundarios, el término “secundario” puede ser interpretado de dos modos muy diferentes. En un sentido, “secundario” significa que el balance desde el 2003 es claramente positivo, lo cual me parece indiscutible. En otro sentido, “secundario” significa que los errores son irrelevantes, lo cual es falso. Escuchar las críticas no para cambiar el rumbo, pero sí para distinguir lo que debe ser corregido, implica retomar la vocación hegemónica en el sentido gramsciano. La construcción del bloque histórico siempre implica analizar si se puede conceder en lo no esencial para preservar lo esencial.

Para comprender un fenómeno tan heterogéneo, es crucial también analizar los temas por los cuales no protestan quienes organizan el 8N. Podemos comprender mejor los significados de esa movilización entendiendo lo que no está en su agenda. No hubo el 13S fotos de Mariano Ferreyra ni de Roberto López (el qom asesinado en Formosa), ni de Cristian Ferreyra ni habrá el 8 de Miguel Galván, del Mocase de Santiago del Estero. Tampoco consideran riesgos para la república que una jueza intente impedir un aborto en oposición a la Corte Suprema, ni les preocupan temas relacionados a la minería, que implicaría reclamar por más regulación del Estado.

Un 54 por ciento de los votos otorga no sólo una legalidad contundente para cumplir el mandato constitucional, sino que expresa una amplia legitimidad. Si sectores de la derecha creen que esa legitimidad se ha perdido, se sorprenderán en cualquier momento, porque los sectores populares no están dispuestos a perder nada de lo logrado. Más allá de que sea una consigna, sustancialmente la idea implicada en el “nunca menos” debería ser comprendida por cualquier proyecto de oposición que pretenda interpelar a las grandes mayorías. Con todos los problemas que pueda tener este o cualquier gobierno, sigue sedimentada una mayoría de argentinos que de ninguna manera está dispuesta a retornar al modelo que hizo estallar al país.

Al mismo tiempo, la construcción de hegemonía es un proceso siempre inacabado, abierto, que nunca puede darse por sentado. La coyuntura actual exige que los grandes lineamientos políticos sean acompañados por una genuina sintonía fina de la gestión, tarea que sólo puede ser llevada a cabo por equipos con jerarquías claras. Una sintonía que reconozca problemas, que torne transparentes los datos y los procesos, que planifique acciones y que se rija para todos los casos con principios de justicia y equidad.

Hay un punto ciego del debate político actual. Es un gran misterio con qué gobiernos de la historia argentina comparan los opositores al actual. Tampoco se sabe con qué gobiernos actuales es comparado el gobierno argentino, salvo que sean los neoliberales que trabajan en un rumbo diferente al elegido por la mayoría. Es muy fácil hacer críticas descontextualizando, haciendo como si no hubiese crisis económica internacional, como si no hubiese diversos poderes sociales, como si la Argentina hubiese tenido en el siglo XX muchos gobiernos maravillosos. Cualquier acción política adquiere sentido sólo en un contexto específico. Actuar sin leer adecuadamente los contextos sólo puede alimentar la crisis interpretativa.

* Antropólogo.
GB

EL SENTIDO DEL 8 N OPINION, I.

DEBATE SOBRE EL SIGNIFICADO Y EL CONTEXTO DEL 8N

Los sentidos de las cacerolas
En un encuentro organizado por el Instituto Gino Germani (UBA), Edgardo Mocca, Norma Giarracca y Alejandro Grimson debatieron sobre las motivaciones y las implicancias de las protestas contra el Gobierno. Aquí, sus principales argumentos.

La oposición inhibida

Por Edgardo Mocca

El propósito de estas líneas es tratar de aportar, aunque sea mínimamente, a una inteligibilidad de lo que significan las movilizaciones de septiembre, los cacerolazos, en cuanto a su repercusión y su impacto en el sistema político, poniendo en cuestión lo que comúnmente se llama la necesidad de una representación de la oposición.

La gente que sale con una cacerola tiene la memoria corporal de que, cada vez que salen las cacerolas a la calle en una determinada cantidad y con determinado clima de entusiasmo, algo cambia en la política. Muchas de las expresiones que diversos programas de TV recogieron en la manifestación de septiembre mostraban una sensación de ansiedad y de inminencia que no se puede desconocer.


Eso expresa a una parte de la sociedad que tiene su memoria conectada con una forma en que cambian los gobiernos en la Argentina. En la forma en que cambiaron los gobiernos desde 1930 hasta 1983, pero también en la forma en que se fueron Alfonsín, De la Rúa y Duhalde, funcionó una cláusula no escrita que dice que el presidente duraba antes seis años y ahora cuatro, o el tiempo que pase hasta que ocurra una situación de ingobernabilidad y de caos político y social. Eso está presente en la conciencia no sólo de los que estuvieron en la marcha, sino en la sociedad en su conjunto.

En términos de representabilidad hay una especie de lugar común que paradójicamente está en la boca y en la pluma de muchos comentaristas del establishment mediático, que es que en la Argentina la oposición no tiene estatura, le falta liderazgo, capacidad de unión e iniciativa. Entonces, cuando se produce la marcha, uno se pregunta ¿quién va a representar esto? Y ahí aparece la cuestión de cómo es hoy el frente social de los descontentos.


Vamos a tomar la gran encuesta nacional del año pasado, las elecciones de octubre. Tomemos la idea de que ese frente social todavía minoritario es el 46 por ciento de la sociedad, aunque algunos puedan pensar que creció en el último tiempo: “somos el 46 por ciento” es el mensaje que circula en las redes sociales. Lo primero que surge es que hay una profunda heterogeneidad, que tiene que ver con la procedencia social de ese descontento. Hay desde poblaciones que luchan contra la depredación del medio ambiente hasta personas que se ven afectadas en determinado tipo de actividades de especulación financiera. La potencialidad del descontento en Argentina recorre un muy amplio espectro, que va desde el ferrocarril Sarmiento hasta la disponibilidad de dólares. Pero también es heterogéneo por historias político-culturales. Hay descontentos de sectores ambientalistas, obreros, estudiantiles, hasta los sectores más prototípicos de la derecha que activan la movilización. Descontento no equivale a enfrentamiento existencial; lo hay, como es lógico, incluso en sectores que vienen apoyando el actual proyecto.

Ahora, en esa amplitud hay una línea hegemónica y lo revelan las consignas de la movilización cacerolera y también la reinterpretación de la política, de la derecha y no sólo de la derecha, que es una reinterpretación “pre-caprilista”.


Capriles, el candidato que se presentó como alternativa a Hugo Chávez, fue alguien que dijo: en Venezuela hay muchas cosas que mantener, pero nosotros estamos en desacuerdo con esto y con aquello. Pre-caprilista es decir: éste es el principio del fin, es el fin del autoritarismo, es el comienzo de una ciudadanía que va a defender la república...

Hay también una cuestión que en la historia argentina es muy pesada, que es el reconocimiento de la legitimidad del otro. Venezuela fue un país que en los últimos años tuvo una cuestión de legitimidad mucho más grave que la Argentina, porque acá los partidos políticos se presentaron siempre a elecciones, cualesquiera fueran sus resultados. En Venezuela hubo una especie de boicot electoral de la oposición y ahora vimos una elección con incertidumbre. Es decir, hay una oposición que dejó de estar en el terreno vacío de la negatividad absoluta y se atrevió a jugar en el terreno de lo concreto. Eso implicaría en Argentina, por ejemplo, una oposición que plantee los temas de desigualdad que supone el transporte, los problemas de gestión, salud pública, apoyando la Asignación Universal por Hijo, algunas medidas estructurales, que el Banco Central sea un instrumento de la política económica y no un espacio manejado por el poder financiero.

¿Por qué no ocurre eso en Argentina? Tengo la hipótesis de que, en ausencia de partidos políticos con capacidad de desarrollo de base, de generación de iniciativas y liderazgos, desde 2001 los medios de comunicación han dejado de ser arenas donde la gente discute, y han pasado a ser actores políticos directos. Y no actores en sí mismos.


 En cierta publicística kirchnerista hay esta especie de confusión: se toma al Grupo Clarín como si fuera el gran monstruo y no es así, se trata del mismo bloque de poder hegemónico que gobernó la Argentina a partir de 1976 y no dejó nunca de tener incidencia decisiva en el país, puso ministros, puso presidentes y participó de golpes de Estado. Esos grupos de poder son expresados, articulados y concentrados ideológicamente por el mensaje de los dos o tres medios principales y por la cadena multimediática. Ese poder económico tiene su propia lógica y su propia plataforma implícita, que no pueden explicitar porque con eso no se ganan elecciones.

La centralidad de los grupos económicos dominantes en el discurso político, paradójicamente, inhibe el surgimiento de una oposición con posibilidades electorales. ¿Por qué? Tomemos el caso de Macri, poniendo entre paréntesis a Scioli (en la política argentina hace muchos años que Scioli está entre paréntesis). Macri está en un lugar estratégico al gobernar la ciudad de Buenos Aires. Son tantos los desastres que arrastra la ciudad en décadas que, con un gobierno concentrado en la gestión, hoy la derecha podría tener un candidato de alta competitividad. ¿Pero a qué se dedica Macri? A ser el espadachín del multimedios en el combate contra el Gobierno.


En otra situación paradójica, porque va en contra de la autonomía de la Ciudad: no quiso administrar ningún conflicto; en el tema del transporte y del subterráneo, que son parte de los grandes temas de la ciudad, siempre la responsabilidad se la quiso asignar al gobierno nacional. Hay una especie de adaptación del conjunto opositor a las líneas más radicalizadas y existenciales de la confrontación con el kirchnerismo. Y esto aliena a la mayoría de la gente, que no está pensando todo el día si quiere que Cristina sea reelecta o a quién va a votar en 2013. El problema es que la oposición no tiene mensaje político que pueda capturar, porque está prisionera de un mensaje político particularista. Hoy el mensaje político predominante es que el 7 de diciembre no pasa nada. Ese es el mensaje alrededor del cual se reúnen Patricia Bullrich, Federico Pinedo, Eduardo Amadeo...

En esa heterogeneidad se pierde la oportunidad de alcanzar un nivel de demandas y de debate política superior. Por ejemplo, el tema ambiental, la cuestión de los recursos naturales, es un tema palpitante y de extraordinaria importancia, acá y en el conjunto de los países de la región. En todos los gobiernos populares, populistas, progresistas o de izquierda de la región hay problemas entre una visión neodesarrollista, productivista, que no atiende determinadas cuestiones que los pueblos de Bolivia y Ecuador llaman “el buen vivir”.


El problema es que no es sencillo plantear esto en una Argentina que viene de la desindustrialización, el desempleo masivo, la pérdida de competitividad industrial, de la pérdida de calificación de mano de obra. Hay que poner en complejidad un problema que no tiene una resolución sencilla. No quiero entrar en un debate en particular, pero para asegurarse de que una provincia como San Juan pueda tener una política efectiva de defensa de las reservas naturales hay que estudiar cómo podría sobrevivir. En los ’90, eso se resolvía con extrema facilidad: había algunas provincias que eran inviables. En estos temas hay una obturación de un debate que debería tener una calidad mucho mayor.

Hay analistas destacados que hablan de los tres grandes recursos que tiene la oposición, yo diría la oposición de derecha, que son: la especulación financiera y el ataque a la moneda; la interna peronista, y está también la ocupación de la calle. Creo que vamos a tener mucha protesta en la calle. No quiero caer en una visión conspirativa y decir que los gendarmes, los prefectos y todo lo que pasa en la calle es parte de un centro único que lo promueve. Pero si hay cinco personas en la calle y el sistema de medios lo espectaculariza, al día siguiente hay veinte personas, y así hasta lograr una masa crítica importante.


 La protesta social es una característica idiosincrásica del pueblo argentino. Ahora, la protesta social capturada, utilizada e instrumentalizada por los grupos que están buscando alterar el calendario institucional es otra cosa. El límite es el respeto por el calendario institucional y por las formas institucionales. Creo que vamos a tener meses de enorme tensión política y las movilizaciones callejeras van a ser parte de ese proceso.
GB

8 N, POR QUE VAN, OPINION, DE MEMPO GIARDINELLI.

El 8N y algunos sinceramientos necesarios
Por Mempo Giardinelli

Faltan pocos días para la marcha del 8N, que se anuncia como protesta multitudinaria, pacífica y respetuosa, lo cual es deseable. Al menos, la mayoría de las más de cuarenta páginas y grupos en red convocantes se cuidan de no ser copados por maximalistas violentos y eso está muy bien. Los organizadores tienen todo el derecho a manifestarse y es bueno que lo hagan con cuidado. No de otro modo se fortalece la democracia.

Lo cuestionable, en todo caso, es la insinceridad de algunos de sus promotores. Porque más allá de blogueros y entusiastas de las redes sociales, es evidente que detrás de ellos se esconden actores políticos silenciosos, por llamarlos de algún modo, que pertenecen a partidos u organizaciones y que no dan la cara. También tienen derecho a manifestarse, desde luego, pero mejor sería que sinceraran su presencia.

Descartada además toda supuesta espontaneidad (tampoco fue espontánea la manifestación del 13S), hay que reconocer que la planificación ahora se hace con más cuidado. No obstante lo cual, el 8N es una movida política montada sobre algunas falacias, como la de que representan al 46 por ciento de la ciudadanía. Eso no es verdad, pues lo que hubo en las elecciones de hace un año fue un 15 por ciento, y un 11, y un 7, y varios 3 y aún menos, y es obvio que todavía hoy no están unidos ni representan una voluntad común.

Además llama la atención que esta convocatoria no ofrece más propuesta que la movilización en sí, y tanto sus reclamos como sus íconos inconfesados también adolecen de insinceridades. Los afiches que convocan no lo admiten explícitamente, pero sólo mencionan en grandes letras los vocablos “reforma, inseguridad, inflación, impunidad, mentiras, corrupción, patoterismo, adoctrinamiento”. Todo lo cual es obvio que está subsumido y supeditado a la frase clave que confiesan apenas en letras muy, muy chiquitas: “Con un gran 8N no hay 7D”.

Esa es la cuestión. Ahí está el sentido último, profundo, de esta marcha. Y es claro que también tienen derecho, pero lo chocante es la insinceridad. ¿Por qué no lo dicen? ¿Por qué no reconocen que están en contra de la ley de medios y convocan a esta marcha como inicio de la desobediencia activa que planea el Grupo Clarín?

Y en materia de íconos también hay insinceridades, como la del señor Macri, que además de echar culpas y vetar leyes intenta mostrarse progre cuando es tan profundamente conservador, y así su partido no apoya la marcha, pero sí la apoya. Como hicieron el 13S. O como la señora Patricia Bullrich y su partidito. O el señor Luis Barrionuevo, al que le “encanta Lanata” y entonces va a ir el 8N. O como los señores Moyano y Micheli y Buzzi, que con todo oportunismo ahora se suben al barco. ¿Por qué no admiten que su ya anunciada marcha del 20N va en el mismo sentido que ésta, y con el mismo afán de servir a los desobedientes de la ley de medios?

Lo que molesta del 8N es que no sólo no hay propuestas, sino que además mienten. Por lo que así como es indiscutible el derecho a manifestar en ambas fechas, uno tiene el derecho a exigir que sinceren intenciones.

Y es tonto, además, porque el gobierno nacional tiene claroscuros. Es indudable que se han cometido yerros y metidas de pata. Pero si se puede cuestionar casos de corrupción, por ejemplo, debe tenerse en cuenta que este mismo gobierno propuso una Corte Suprema insospechada como jamás habíamos tenido. Y fue el que acabó con el negociado de las AFJP. Y el que les cerró el negocio de la deuda a muchos economistas del establishment. Y el que ahora destapó el negociado de las cúpulas de Gendarmería y Prefectura.

Debieran recordar también que es este gobierno el que desmontó la impunidad que instalaron las leyes de obediencia debida y punto final, y el que impulsó los juicios a los genocidas y la búsqueda de hijos y nietos apropiados. Por todo eso se ganaron los tremendos enemigos que tienen. Y es por eso que a la Presidenta le tiran con adjetivos y puteadas. Pero porque no tienen otra cosa. Que yo sepa, no le han probado corrupción alguna. Y más allá de que su fortuna personal a mí tampoco me gusta, no parece mal habida porque si no ya la habrían querellado. Y además la tiene declarada, y año por año.

Y si le tiran con eso es porque sus consignas están vacías. Como cuando reclaman libertad de expresión. Mueve a risa; en toda la historia argentina no hubo tanta. Entonces discuten si la Presidenta es soberbia o da conferencias o habla por cadena nacional. O si Moreno es maleducado y Aníbal provocador. Da risa hasta que uno empieza a imaginarse lo que sería este país gobernado por los señores Macri o Moyano. Madre mía.

Es el 7D lo que los vuelve locos. No sé ustedes, pero yo nunca los había visto tan enojados a los que marcharon el 13S y ahora van por el 8N. Fíjense que con Menem a lo sumo se reían, pero no los vimos putear tanto cuando regaló YPF o cuando nos dejó sin trenes, sin gas, sin teléfonos, sin barcos ni puertos, sin aviones ni carreteras y la lista es infinita. No estaban tan enojados cuando los gobiernos se bajaban los lienzos ante Bush y el FMI. O cuando el señor Cavallo una y otra vez les metía el dedito ahí atrás. Ni los vimos tan enojados cuando la leche podrida y los negocios de Al Kassar, ni cuando la voladura de la ciudad de Río Tercero. Y no digan ahora que ésas son “cosas viejas”, que no por viejas son menos significantes.

En cambio ellos, muchos de ellos, sólo repiten lo que les inoculan periodistas y conductores televisivos que nunca muestran pruebas de sus acusaciones, que no han iniciado una sola causa legal y que no pueden mostrar sentencia alguna en contra de la Presidenta.

Debieran saber, además, que esta urgencia, esta desesperación por acabar con el Gobierno es peligrosa y antidemocrática. La pretensión de “echar” a la Presidenta, de “sacarla” o “expulsarla”, es conjugar todos verbos contrarios a la Constitución Nacional.

Y que no se confundan: esto está muy por debajo de la vieja consigna “que se vayan todos”, que fue válida en un momento de anarquía y de un carnaval de cinco presidentes.

Creo indispensable decirles estas cosas a promotores y manifestantes. Que irán a la marcha del 8N con camisas blancas y sin carteles, como dicen, pero igual se van a encontrar con la señora Pando, el hijo del gordo Porcel o el gendarme Meza. Aunque se disfracen, van a estar ahí. Y seguramente a la noche, tarde, el señor Macri dejará de rascarse y aparecerá en TN diciendo obviedades, mientras los suyos se chorean la ciudad inmobiliariamente.

Mejor sería que se organizaran para vencer al Gobierno en las próximas elecciones. Para lo cual deberán tener mejores propuestas.

Y ahora que vayan a la marcha, muy bien. Pero sabiendo que nosotros sí sabemos por qué van.

04/11/12 Página|12
GB

domingo, 4 de noviembre de 2012

DURMIENDO CON EL ENEMIGO, OPINION.

Durmiendo con el enemigo
Por Demián Verduga
dverduga@miradasalsur.com

Cuál es la relación de las fuerzas políticas con el Grupo Clarín. La bronca de los socialistas porque el holding ningunea a Binner. El recuerdo de los radicales sobre las presiones a Alfonsín. El futuro debate del per saltum.

Ninguna fuerza política argentina ha hecho de la derogación de la ley de medios una bandera. Ni siquiera cuando la oposición tuvo mayoría en el Parlamento, entre diciembre de 2009 y diciembre de 2011, el bienio en que predominó el Grupo A, se planteó la posibilidad. Esto se explica en parte porque aquella mayoría opositora también estaba compuesta por fuerzas que habían acompañado la Ley, como el socialismo, algo que habría que recordar antes de señalarlos con el dedo. Además de estos motivos visibles, hay alguno subterráneo: las operaciones políticas que el multimedio ha hecho durante tantos años de hegemonía, de las que han sido víctimas casi todos los partidos del sistema político.

Antes de seguir, una salvedad en honor al rigor: sí hubo un dirigente opositor que propuso la derogación de la ley de medios. Fue Eduardo Duhalde durante la campaña electoral del 2011, el ex presidente que en las elecciones generales sacó el 5,86% de los votos.

Los radicales. Cuando se habla sobre la relación con Clarín con los operadores políticos del radicalismo, lo primero que destacan es que en el partido “nadie se olvida de lo que le hicieron a Raúl Alfonsín”. Hoy está ya muy claro el nivel de presión que el Grupo ejerció sobre el gobierno radical cuando pretendía la modificación de la ley de radiodifusión de la dictadura para poder comprar Radio Mitre. Esa presión tuvo su clímax cuando Alfonsín contestó, en el discurso –ya celebre– que dio en la inauguración de la Sociedad Rural el 12 de febrero de 1987.

Un dato más actual para subrayar es que por ahora la agenda política de los boinas blancas no se centra en el 7/D ni en lo que pasará en los días subsiguientes. “Nuestras prioridades son otras”, remarcó un asesor del bloque radical de la Cámara baja. El leitmotiv que la UCR ha elegido para instalarse en el escenario político es oponerse a la supuesta intención de reformar la Constitución que impulsarían algunos sectores del kirchnerismo. La idea de la reforma es difícil de comprobar, ya que desde el Gobierno nadie la ha puesto sobre la mesa. Lo importante del dato en este caso es que el tema le ha servido a los radicales para intentar ponerse como eje de la oposición, convocando a una multisectorial, armando foros, orquestando un acuerdo entre los senadores opositores, etcétera, y sin poner en el centro al 7/D.

Claro que hay algunos matices para remarcar. No todos los correligionarios tienen la misma visión sobre cómo pararse frente al tema. Oscar Aguad, Ernesto Sanz y Silvana Giudici son dirigentes que defienden un alineamiento más nítido detrás de Clarín, y también es cierto que la UCR respalda el accionar de sus representantes en el Consejo de la Magistratura.

Los frenteamplistas. En el Frente Amplio Progresista (FAP) resaltan una cuestión central respecto de su relación con el Grupo Clarín. “Cuando comenzó la campaña electoral del año pasado nos borraron de las páginas del diario, de las radios, y de sus canales de televisión”. Lo que destacan en el FAP es algo que el lector puede comprobar repasando algunos diarios del año pasado. Recibió mucho más espacio el senador Sanz, que lanzó su candidatura presidencial en marzo del 2011 y jamás logró pasar el 1% de intención de voto, que Hermes Binner. En el FAP señalan que luego, cuando Sanz se bajó “empezaron con Eduardo Duhalde y siguieron Ricardo Alfonsín, siempre tratando de bajarnos a nosotros”.

Finalmente fue Binner quien salió segundo en las presidenciales y eso empujó otra operación, sería posible titularla así: “Macri no compitió, pero fue el segundo”. “Lo ponen siempre como si fuera el jefe de la oposición y en realidad el que salió detrás de Cristina fue Binner”, remarcó un diputado nacional del socialismo. El dirigente remarcaba esta situación, pidiendo reserva, para sostener que “siempre intentan ponernos en segundo plano como fuerza política”. ¿Será porque apoyaron la ley de medios?

Aunque sea difícil de creer por lo bien que tratan los medios del establishment a Mauricio Macri, en el PRO también miran a Clarín con una dosis de desconfianza. “Es como acariciarle la pata al tigre”, remarcó un diputado del macrismo. El mismo referente sostuvo que “nadie en la oposición piensa que defender al Grupo es cuidar la libertad de expresión”. De todos modos, todos los opositores tratan de cuidar los espacios mediáticos que tienen para mostrarse a la sociedad. Aquí es donde radica el poder político de los medios. Por eso, aunque sea reiterativo señalarlo, hay que volver a remarcar que nada bien le hace al sistema político la concentración mediática. A la larga, siempre le juega en contra.

Se viene el per saltum. Este panorama de fondo tiene un debate de coyuntura que se juega en la superficie. Como suele suceder, allí las posiciones cambian. El próximo 14 de noviembre la Cámara de Diputados discutirá la reglamentación del per saltum. La norma se aprobó el miércoles pasado en el Senado por 43 votos a favor y 23 en contra, y a la mañana siguiente recibió dictamen en las comisiones de la Cámara baja. El tema se disparó por un hecho concreto: un grupo económico –Clarín– ha podido gambetear una ley aprobada por el Parlamento. Lo ha hecho durante tres años, utilizando una medida cautelar que parecía extenderse hasta el infinito. La Corte Suprema le puso como fecha límite el 7 de diciembre, pero la dilación judicial podría continuar. ¿Qué herramienta jurídica puede generar la democracia para evitar en el presente y el futuro una situación como esta? Una de las herramientas posibles, según el Gobierno, es el per saltum.

“Es un recurso extraordinario que se podría solicitar cuando la demora en una causa puede producir perjuicio al derecho federal y que este perjuicio no pudiera repararse después”, le explicó a Miradas al Sur la diputada del Frente para la Victoria Diana Conti, presidenta de la Comisión de Asuntos Constitucionales.

La figura del per saltum implica “saltar instancias” para darle mayor celeridad a determinadas causas, exceptuando las penales. La Corte podría intervenir y pronunciarse antes que las cámaras de apelación. Esto sucedería ante el pedido de una de las partes en pugna en un juicio determinado. Los supremos son los que deciden si acceden a la solicitud. La reglamentación que se aprobó en el Senado establece que la intervención puede hacerse en situaciones de “marcada excepcionalidad” y cuando hay “gravedad institucional”. “La norma –explicó Conti– describe la gravedad institucional. Ocurre cuando las cuestiones sometidas a juicio exceden el interés de las partes y se proyectan sobre el interés general.” La reglamentación también establece que el per saltum sólo puede aplicarse luego de una sentencia definitiva en primera instancia o en las resoluciones comparables con ellas en sus efectos. (Una cautelar que dura tres años es comparable en sus efectos con una sentencia definitiva).

Las críticas del arco opositor tienen varios puntos en común. Uno de ellos es que la norma se debate en medio del conflicto por la aplicación plena de la ley de medios. “Nos preocupa porque está vinculado de un modo directo con esta causa –le remarcó a este medio el diputado de la UCR Miguel Bazze–. Casi toda la oposición piensa que es un proyecto inspirado por esta situación. Creo que es una exageración por parte del Gobierno”.

Este medio le preguntó al diputado radical si no era grave que un grupo económico pudiera evitar durante tres años el acatamiento de una ley aprobada por el Parlamento. El dirigente contestó:

–En algún momento esto terminaría resolviéndose en la Justicia. Creo que el Gobierno paga un costo muy alto por algo que no es trascendente.

Bazze remató señalando algo esperable: “No vamos a acompañar esta ley. Podríamos haberla apoyado si se hubiera planteado en otro contexto, pero en este no”. Al igual que el diputado radical, referentes del PRO y el FAP que fueron consultados por este semanario sostuvieron que no acompañarían la reglamentación. Y también pusieron el acento en que era un mal momento por el conflicto de la ley de medios.

Una breve reflexión sobre esta cuestión del contexto, que es un argumento recurrente en los debates políticos. Casi todas las disputas legislativas, en la Argentina y el mundo, se producen en medio de los conflictos que esas mismas leyes pretenden resolver. La reestatización de la mitad más uno de las acciones de YPF, la anulación del servicio militar obligatorio a fines de la década del ’90, la aprobación de la Ley de Divorcio en los ’80, las normas antiesclavistas del siglo XIX, fueron leyes que se plantearon al calor de los conflictos. Es una verdad histórica sobre cómo funciona el proceso político. En este caso no pasa nada distinto.

04/11/12 Miradas al Sur


GB

LA UNION DEMOCRATICA Y EL 8 N

LOS PARTIDOS POLITICOS FRENTE A LA PROTESTA CONTRA EL GOBIERNO QUE SE REALIZARA EL JUEVES PROXIMO
La oposición al compás de las cacerolas
Francisco de Narváez, Mauricio Macri, Luis Barrionuevo y Patricia Bullrich.

Asistirán, pero no de forma orgánica, para no contrariar el supuesto apartidismo. Remeras del PRO y camionetas de Bullrich.

Por Nicolás Lantos

A cuatro días del anunciadísimo 8N, los partidos políticos opositores todavía no terminan de definir una estrategia de cara a la movilización contra el Gobierno. Aunque algunos espacios políticos participan, en forma directa o indirecta, de la convocatoria, y a pesar de que prácticamente todos los dirigentes de la primera línea antikirchnerista, de izquierda a derecha, han hablado en buenos términos de la iniciativa, el dilema no es sencillo. Las características propias de la manifestación que ellos mismos promovieron los ponen en un aprieto: si van encolumnados, temen borronear el halo apolítico o apartidario de la protesta, que tan caro les resulta; si deciden no asistir de forma orgánica, en cambio, podrían dejar un vacío de cara a un sector de la sociedad que, según analizan, no sólo reclama ante el oficialismo, sino que le pide a la oposición que se haga cargo de su rol; el mismo sector de la sociedad en el que están puestas todas sus expectativas de cara a 2013 y 2015.

Después del 13S, la oposición se encontró frente al desafío de decodificar y reaccionar ante el nuevo escenario, en el que sectores de clases medias y alta, profundamente refractarios al kirchnerismo, volvían a tomar protagonismo político en la calle, por primera vez desde el conflicto con el campo, en 2008. Un año más tarde, la oposición hizo una buena elección legislativa que le permitió, mediante un acuerdo con poco trasfondo político, arrebatarle al oficialismo la mayoría en el Congreso. “Hoy, la pregunta es si la gente que se manifiesta es representable o no de una forma lineal”, analizan en el PRO. Es decir: ¿puede una sola propuesta satisfacer los reclamos de forma tal de adueñarse del caudal político que se pondrá en manifiesto el 8N? La respuesta a la que llegaron en ese partido (y que se repite en todas las otras fuerzas políticas consultadas para esta nota) es “No”. Sin embargo, eso no significa que no vayan a intentarlo.

No movilizan

No habrá, en todo caso, una movilización de columnas embanderadas, salvo que el empresario sindicalista gastronómico Luis Barrionuevo cumpla con su promesa de “acompañar masivamente” la protesta del 8N, tal como anunció esta semana. En eso coinciden incluso los partidos más comprometidos con la causa cacerolera: el PRO, el unipersonal Unión por Todos y el justicialismo residual de Eduardo Amadeo. Esto tiene que ver con mantener la ficción de espontaneidad y quedó plasmado en un acuerdo tácito entre los organizadores “públicos” del cacerolazo (quienes dieron forma y agitaron la manifestación a través de las redes sociales) y sus interlocutores entre los políticos tradicionales. Pero hay algo más. “La verdad es que tampoco hay tanta militancia. No somos un partido que tenga una capacidad de movilización masiva”, reconocen desde el partido encabezado por Mauricio Macri ante la consulta de Página/12. Lo mismo podría aplicarse a sus compañeros de ruta.

“Vamos a concurrir, sin banderas políticas, como ciudadanos, y a llevar carteles con consignas, pero sin ningún tipo de identificación política”, le aseguró a este diario la diputada Patricia Bullrich, que también confirmó que aportará, como hizo el 13S, infraestructura para la movilización: camionetas y equipos de sonido. La ex ministra de Trabajo de Fernando de la Rúa también convocó desde el sitio web de su partido (unionportodos.org/8N), donde ofrece carteles con consignas para imprimir y llevar el jueves, la posibilidad de editar “tu propio cartel”, un ringtone de cacerolas y hasta un jueguito online para cacerolear sin moverte de tu computadora.

PRO cacerolazo

Ayer, Mauricio Macri se pronunció por primera vez sobre la protesta planeada para el jueves: “El 8N nos representa como argentinos y como hombres libres que queremos vivir mejor, con respeto, con tolerancia y poniendo la energía en construir y no en agredir”, sostuvo en un acto en el partido bonaerense de Lanús. Hasta ese momento, el jefe de Gobierno había evitado manifestarse sobre el tema, aunque eso no significara que el PRO se mantuviera al margen. A través de las redes sociales y en declaraciones periodísticas, varios dirigentes y legisladores de ese partido han convocado abiertamente a manifestarse. Incluso la diputada Laura Alonso utilizó su alocución en el recinto durante el tratamiento de la ley que permite votar a los jóvenes de 16 y 17 años, esta semana, para hacer una defensa del 8N.

No es la única entusiasmada: el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, ya comprometió su asistencia, y los Jóvenes PRO arengan vía mail, Facebook y Twitter, para garantizar una asistencia robusta, mientras preparan alguna sorpresa para el jueves. El 13 de septiembre, uno de ellos fue a la Plaza travestido con un disfraz de Cristina Fernández de Kirchner. Esta vez prometen otra vuelta de tuerca. Por su parte, La Solano Lima, agrupación que responde a la conducción del legislador porteño Cristian Ritondo, ya imprimió remeras alegóricas a la ocasión para repartir entre los asistentes.

Pueden venir cuantos quieran

Otros dirigentes políticos, sin vínculos con la organización de la protesta, decidieron no dejar pasar el 8N como oportunidad de campaña. El gobernador cordobés José Manuel de la Sota también se refirió al cacerolazo como “una expresión lógica de la sociedad”, mientras que Francisco de Narváez aseguró que si bien no acudirá, sí lo harán su mujer y sus hijos. La UCR, que casi ignoró al 13S hasta que no vio su alcance, ahora está atenta. Aunque no define una estrategia. Su titular, Mario Barletta, dejó bien claro que “hay que estar a la altura de la circunstancias”, y algunos diputados de ese partido, que forman parte del GAPU, comprometieron su asistencia. Hasta Pino Solanas, diputado de Proyecto Sur, no pudo evitar tirarles flores a los caceroleros: “No se tienen que asombrar de que este pueblo al que le mienten en la cara después salga a la calle con las cacerolas. Es el eco de la multitud que exige dar respuesta y compromiso a las fuerzas políticas y sociales”.

La ONG y los sponsors
El Centro de Estudios Certal, ONG que invitó al magistrado Francisco de las Carreras a participar de un congreso realizado en Miami con los gastos de alojamiento y pasajes pagos, reconoció ayer que su “principal fuente de financiamiento son los aportes que realizan los diversos sponsors”, entre los que se cuentan varias empresas pertenecientes al Grupo Clarín. A través un comunicado publicado en su página web, Certal dice ser una entidad “absolutamente independiente de cualquier interés empresario”, aunque reconoce que su financiamiento proviene de “aportes que realizan los diversos sponsors”, entre ellos “más de 50 empresas vinculadas con la industria de la comunicación”, muchas de ellas pertenecientes al Grupo Clarín. La noticia se conoció poco después de que el Poder Ejecutivo presentara una denuncia penal por el supuesto delito de “recepción de dádivas”, contra el magistrado De las Carreras, por aceptar la invitación al congreso que contaba entre sus sponsors a Cablevisión, empresa del Grupo Clarín. El juez negó que su viaje fuera financiado por Clarín y argumentó que en el congreso había autoridades y jueces de otros países. Sin embargo, desde el oficialismo señalaron que ninguno de ellos tiene entre sus expedientes una causa judicial interpuesta por uno de los “sponsors”, como la que el grupo Clarín presentó para evitar adecuarse al artículo 161 de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

04/11/12 Página|12


GB

8 N QUIENES SON.

El problema de hacer política como escondiendo la mano
Por Eduardo Blaustein
eblaustein@miradasalsur.com


El cacerolazo seguramente será extendido y debe ser escuchado como un llamado de atención al Gobierno. La presencia de Luis Barrionuevo es un riesgo para la convocatoria. Redes sociales que van del macrismo al Episcopado. Mucho ruido, poca expresión electoral.

De lo mucho que se dijo sobre el último cacerolazo y el que viene, acaso una de las mejores reflexiones vino de una opositora inteligente del kirchnerismo, Beatriz Sarlo. En su habitual columna deLa Nación, y después de cuestionar las críticas oficialistas por discriminatorias, Sarlo aceptó que en las protestas con cacerolas late un “despiste ideológico”, “antipatía contra la política” y añadió algo crucial: “Detestar al kirchnerismo no produce política. Y hoy, en cualquier lugar del mundo, afirmar la primacía absoluta de los derechos individuales (yo hago lo que quiero con lo mío) es una versión patética y arcaica de lo que se cree liberalismo”.

Con los cacerolazos, parte de las críticas kirchneristas se centró en el origen de clase de los manifestantes (exacerbando la presunta componente “oligárquica”, cuando entre los caceroleros hay bastante más que señoras de Recoleta) y en una discusión algo estéril acerca de cuán “organizada” o “espontánea” fue la protesta y cuánto lo será el 8N. No está mal que se revele la componente “organizada” de la protesta, pero eso no quita que los manifestantes sean parte de la sociedad. Blogueros kirchneristas y periodistas del palo aportaron buenos datos acerca de quiénes manejan algunas de las redes sociales más activas. De esos repasos se desprende que blogs como El Cipayo o Argentina contra K son manejados por gente de buenos recursos allegada al PRO, a la Sociedad Rural y, según el caso, especializada en el manejo publicitario de las nuevas tecnologías.

Un caso resonante es el de Luciano Bugallo, quien integró la Fundación Fragua, cercana al macrismo, y que una vez “descubierto” (si cabe usar el término) intentó borrar las huellas virtuales de su actividad de organizador. Bugallo tiene a su vez una relación cercana con Martín Urdaniz (diplomado en el CEMA, la UCA y una universidad californiana), además de especialista en administración de redes sociales con fines empresariales y miembro de Pensar Argentina. Esta ONG alguna vez invitó al nada liberal propietario del diario La Nueva Provincia, Vicente Massot, a un panel de discusión. Redes sociales u ONG de los blogueros-caceroleros, a menudo asociadas (y/o fondeadas con recursos de) el gobierno macrista, según el caso llevan directo al Episcopado, a sectores antiabortistas, a los defensores póstumos de la última dictadura militar.

120 mil bebés. Otros espacios a los que se asocia con la organización ciberespacial del cacerolazo son el Grupo Ceibo, Pensando Argentina o la Red de Encuentro Ciudadano. El Grupo Ceibo, acaso una mera pantalla, se presenta como un colectivo de jóvenes profesionales cuya premisa es “generar el cambio”. No precisan en su web de qué cambio se trata excepto por una consigna sencilla, pobre, y confusa: “Se intentará tomar lo mejor de los países desarrollados sobre sus plataformas y accionar en la administración pública y su repercusión en la actividad privada y la sociedad toda siempre desde el fortalecimiento de las instituciones”. “¿Cómo pretendemos alcanzar el cambio?”, se preguntan los jóvenes ceibos. Respuesta: a través de la comunicación. En Pensando Argentina articula Martín Urdaniz, quien a la vez aparece en la web de Diálogo Ciudadano, donde destaca una suerte de cuenta regresiva de bebés muertos. “El aborto hoy matará 120 mil bebés”, se afirma desde ese sitio de internet, sin aclaraciones sobre fuentes o especialistas que sostengan la estadística, ni en qué lapso se producirán tantas muertes de así llamados bebés. Más abajo hay diversas intervenciones de obispos sentando posición sobre los temas que preocupan a la Iglesia, no sólo en Argentina.

El nombre de Luciano Bugallo vuelve a repetirse en Linkedin asociado por él mismo como miembro de la Red de Encuentro Ciudadano (REC) y del Grupo Ceibo. Bugallo se presenta como responsable comercial de EQ Entertainment (una productora “que desarrolla productos vinculado a los deportes hípicos”) y periodista de una revista especializada en temas agropecuarios. Bien visibles abajo y a la derecha de esa página de Linkedin se reitera el nombre de Martín Urdaniz y también el de Max Gulmanelli, director general de Educación de Gestión Estatal en el Ministerio de Educación del Gobierno porteño... y miembro de la Fundación Fragua.

Una mirada interesante sobre los modos y códigos de organización de los caceroleros es la que aportó el periodista Nicolás Llantos en Página/12. Una de sus notas informaba que en las redes sociales antikirchneristas, de cara al 8N, se recomienda que quienes se movilicen vayan “con pantalón y remera blanca” (acaso como mensaje pacifista o para no ostentar ropas caras) y escarapelas, que no contacten con los medios cosa de que los medios (se supone que los kirchneristas) no los recorten o escrachen. La misma nota dio cuenta de internas y de primeras disputas por protagonismo entre los convocantes.

Otra organización a la que se vincula con los cacerolazos es la Fundación Despertar, relacionada con los agronegocios y dirigida por figuras señeras, como el ruralista Luciano Miguens; el ex directivo periodístico de La Nación, José Claudio Escribano; o Eduardo Enrique Bunge, quien también participa de la enésima organización civil que alguna vez intentó articular el pensamiento de la derecha: Darse Cuenta (da toda la sensación de que la sobreabundancia de fundaciones tiene que ver con la fragmentación de la derecha y/o con el mero negocio o la plataforma de relaciones públicas). Como todas las asociaciones mencionadas, la Fundación Despertar se propone estimular la participación ciudadana, transparentar las instituciones, defender la República. En marzo pasado esa entidad festejó el aniversario de la derogación de la Resolucion 125 con una disertación de Santiago Kovadloff sobre el auge presunto de la participación ciudadana. ¿Dónde participaron y defendieron la República estos ciudadanos? En avenida Quintana 191, sede de la preciosa residencia francesa construida en 1904, en la que funciona el restaurante y salón de recepciones de la Asociación Cooperativa de Criadores de Caballos de Sangre Pura de Carrera.

Atento al cucharón. Todos estos datos son ciertos, pero como se sugirió más arriba, encerrarse en ellos es un ejercicio algo estéril. Que los cacerolazos sean en buena medida promovidos y organizados por cuadros técnicos o políticos de la derecha argentina es natural y hasta legítimo. Toda fuerza política o social necesita de organización y capacidad de movilización y en todo caso aquí la paradoja y el límite es que, como sostienen Sarlo y el kirchnerismo también, muchos caceroleros detestan la política, con lo cual es aventurado futurizar sobre las perspectivas del movimiento de cacerola y cucharón en términos de continuidad y más aún de construcción partidaria. Es lícito y oportuno desmontar el discurso sobre la espontaneidad e inocencia con que se manifiestan “las clases sanas de nuestra sociedad”. Pero con eso no alcanza.

Tal como se dijo en alguna edición anterior de Miradas, en todo caso el cacerolazo que fue y el que viene merecen anotarse como un llamado de atención, una muestra aunque recortada y algo caprichosa de malestar social al menos en ciertos sectores de clases medias urbanas, en algunos puntos ante temas que deben ocupar al Gobierno. Nada cambiará de manera rotunda el 8N (ver nota en esta página sobre las perspectivas electorales del año que viene) y hasta es posible que la protesta cacerolera en el futuro mediato se desgaste o se degrade, especialmente ante autoinvitaciones a participar tales como las de Luis Barrionuevo, emblema de lo peor de nuestro sindicalismo.

Lo que importa es poner el oído ante ciertas demandas de sectores sociales que quizá no participen de los cacerolazos pero sí pueden ser afectados por el ruido y el clima mediático que generan las protestas. Algunos datos preocupantes que debería leer el kirchnerismo son los que se desprenden de un estudio de opinión pública realizado por una consultora cercana al Gobierno. Según el trabajo, más de un tercio de los entrevistados dijo apoyar el cacerolazo anterior. Una cuarta parte dijo no apoyarlo en absoluto y los demás admitieron compartir algunos de los reclamos. Los integrantes del primer grupo votaron en las últimas elecciones a todo candidato que no fuera Cristina, mientras que entre los del tercer grupo hay quienes sí la votaron.

Para El Cipayo, se va la dictadura

El Cipayo es uno de los espacios más activos en la blogosfera antikirchnerista. La razón acerca de la elección del nombre es ésta, según sus hacedores: “Cipayo, gorila, oligarca y vendepatria. Palabras que nos llevan a un país que ocurrió hace mucho tiempo atrás. Hoy, quienes nos gobiernan, para descalificar a los que pensamos distinto, nos etiquetan de esa forma a modo de descalificación”.

En estos días, éstos fueron algunos de los tuits publicados en El Cipayo, los primeros, vinculados con la desafortunada intervención de Andrés Larroque en el Congreso: “Cuervo Larroque4, el arquetipo de la cara desquiciada y vergonzosa del 'modelo K'”. “Gracias #Larroque por convocar más gente al #8N. Mejor no lo pudiste haber hecho”. Un Fernando Solanas que difícilmente sea Pino, afirma: “La ley para permitir el voto a menores es un fraude preelectoral”. Ddgmerkin hace esta comparación histórica: “El #8N es como el 30 de marzo del 1982. ¡Que nadie te quite el privilegio de decir (#8N) Yo Estuve Ahí”.

Maleducados, aprendan a votar

Argentina contra K es el blog de Luciano Bugallo, uno de los más conocidos impulsores del cacerolazo desde las redes sociales. Una leyenda debajo del nombre del blog dice: “Un K es alguien que sigue las ideas de Cristina. Un antiK es aquel que las entiende”.

El texto central de estos días, acompañado de una fotografía nocturna del Obelisco con gente movilizada, lleva una cuenta regresiva en inglés convocando con este lema: “El 13/S la Plaza nos quedó chica. Ahora vamos al Obelisco”.

Desde las páginas del blog se prevé una organización cuidadosa del 8N. Hay tres grandes citas “en tres columnas a las 19.00”: Callao y Santa Fe, Corrientes y Pueyrredón, Belgrano y 9 de Julio. Más una larga lista de puntos de encuentro en barrios de la Capital, el conurbano y ciudades del interior.

Dos tuits anónimos reflejan cierto violento desconcierto del antikirchnerismo que devienen de su anclaje en la antipolítica, más racismo: “Disculpen pero no sé hasta qué punto sirven las protestas pacíficas. Creo que hace más ruido y tiene más repercusión si se arma otro diciembre 2001. El otro: “El problema es como sucede en la mayoría de los países, las masas que terminan definiendo las elecciones son las que fueron privadas de educación”.

04/11/12 Miradas al Sur


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