“Se miente más de la cuenta / por falta de fantasía / también la verdad se inventa”, nos recuerda Antonio Machado en una coplita tan profunda que parece escrita por el pueblo. Inventar no es mentir; es buscar, descubrir, crear. Que la verdad sobre la Guerra de Malvinas sea una invención colectiva.
Por Marcelo Vernet (*)| La doctora Rosana Guber no fue a la guerra. La escuchó de cientos de voces. La vio en muchísimos rostros. La vivió en silencios donde palabras y rostros se abismaban. En una nota publicada recientemente por la Universidad de La Plata (http://www.unlp.edu.ar/articulo/29/03/2012/especial_malvinas_texto_de_rosana_guber) comparte algunos de sus aprendizajes. Destaco uno: “Aprendí que tenía que respetar de mis interlocutores sus voces, sus silencios y sus desacuerdos, y no creerme que, por trabajar de intelectual en el medio académico, podía opinar desde el Olimpo y con simpleza sobre la guerra absurda, el general borracho, los chicos “carne de cañón” y el colaboracionismo civil. Estas tremendas convicciones sesgaron toda nuestra interpretación sobre el pasado, y por eso no nos ayudaron ni nos ayudan a saber ni a entender mejor. “Entender mejor” significa comprender el evento desde los diversos puntos de vista que lo atravesaron, y no autoritariamente desde sólo mis valores y mi mirada”. Me sumo.
En la primera parte de esta nota, propuse superar la caracterización de “guerra absurda” porque clausura las interrogaciones (¿Qué le podemos preguntar a un absurdo?) y paraliza la construcción de un destino en el que, inapelablemente, la guerra se nos cruza. Lo propio de los rumbos es tener un sentido.
Miradas
“La América Latina vuelve sus ojos hacia la Argentina, en la creencia de que la Argentina también mira hacia América Latina”, señaló el entonces ministro de Relaciones Exteriores de Panamá, Ing. Juan José Amado III, en la Vigésima Reunión de Consulta de ministros de Relaciones Exteriores de la OEA del 26 de abril de 1982. La afirmación implicaba un reproche y una esperanza. Ya señalamos que la guerra de Malvinas hizo saltar por los aires las lógicas de nuestro encuadramiento internacional. ¿Resonó también en nuestra conciencia la adormecida identidad sudamericana? ¿Miramos hacia América Latina? ¿Se cruzaron nuestras miradas, en ese momento crítico de la guerra, reconociéndonos como hermanos?
La historia nunca es lineal pero, sin duda, la guerra condensó un largo proceso en el vértigo de esos días. Fue sólo una emoción, dirán algunos. Como si fuera poco. No importaba que los pibes de la escuela, que la señora en la verdulería, que los trabajadores pegados a las radios no hubieran leído jamás a Manuel Baldomero Ugarte, el silenciado. Sus profecías acalladas se respiran en el aire. Manuel salta de sus librotes empolvados, de su “campaña hispanoamericana” de1922. Deja la oscura biblioteca donde callan sus grandes obras olvidadas, “El destino de un continente” (1923), “La Patria Grande” (1924) y se echa a andar por las calles abrazando a todos. Y siente que todos lo leyeron cuando escucha que en los barrios se comenta con emoción que hay una larga fila frente a la embajada argentina en Lima, que son los voluntarios que piden enrolarse para ir a pelear a Malvinas.
Algo de paz
El 16 de mayo de 1982, dos pibes avanzan por la Avenida Libertador hacia el Club Obras. Oscurece temprano y hace frío. Uno lleva en la mano un pulóver jaspeado que tejió su hermana. El otro unos guantes de lana y una bufanda. La mamá estuvo dándole a las agujas dos días seguidos. Son sus entradas para el Festival de la Solidaridad Latinoamericana.
No importan ahora los tejes y manejes de la Dictadura. Después que el COMFER derrotara en todas las radios a los Beatles y los Rollings, descubrieron las bondades del “rock nacional”. Los pibes van a escuchar al Flaco Spinetta, a León, a Pappo. Y a mandar ropa de abrigo para los pibes que están en Malvinas. Si es hecha en casa y no comprada, vale más.
Las crónicas hablan de 70.000 pibes y 50 camiones del Ejército cargados de ropa, cigarrillos, chocolates, latas de leche condensada. El Canal 9 y las Radio Rivadavia y Del Plata transmitieron en directo todo el festival. La revista Pelo le dedica una edición especial: “La música de rock argentina, a través de su historia, supo sobrellevar y sobrevivir a los embates de las crisis económicas y los eventuales intentos de marginación de los sectores oscurantistas que siempre aparecen en toda estructura social”, arranca la crónica. Todos creen que, eventualmente, hacen referencia al gobierno de la dictadura que organiza el festival. Raúl Porchetto, el Flaco Spinetta y Cantilo se encargan de remarcar que es un acto de la juventud a favor de la paz y en apoyo a los colimbas que están en el frente. “Esta es la gente del futuro, y este presente tan, tan duro / es el material con que edificaremos un mañana total” cantan Pedro y Pablo y todos corean como un himno: “El grito de un hombre, se pierde entre mil / y nacen los jóvenes del año 2000”. La crónica de “Pelo” destaca que “allí, en esa multitud solidaria se encontraba la “gente del futuro”, los que conforman las nuevas generaciones que surcarán el destino de este país”. Y lo surcaron. Apenas comenzado el futuro, el 20 de diciembre de 2001, tal vez muchos de los que coreaban la canción de Pedro y Pablo se vieron envueltos en otra batalla que duró dos días en calles y plazas de todo el país, con 39 muertos entre los que se encontraban 14 pibes con menos de 21 años.
Pero ahora, domingo 16 de mayo de 1982, dos amigos bajan por la Avenida Libertador con las manos en los bolsillos. Van cantando “Algo de paz”, el tema de Raúl Porchetto con que cerró el festival y pensando quién ligará el pulóver jaspeado, blanco y celeste, que quedó tan bien.
¿Estará tarareando “Algo de paz” Martín Raninqueo en las alturas del Monte Wireless Ridge ese 16 de mayo de 1982? Ya entonces era buen cantor. Con sus compañeros del Regimiento 7 de La Plata, le tocó la primera y más importante línea defensiva del avance inglés. Desde el 1º de mayo vienen soportando fuego naval y aéreo en forma continua. ¿Habrá domingo para los bombardeos? Esa noche tiene 19, 20 años, como los pibes del Festival de Obras que terminaron cantando “Algo de paz”. Él no sabe que le mandaron un pulóver y siente frío.
Martín hoy anda por los 50. Vive y canta en La Plata, mi ciudad. Yo lo escucho. Y no puedo recordar qué estaba haciendo la noche del domingo 16 de mayo de 1982. Tal vez durmiendo a mi hija en brazos, tal vez cantándole con mi voz destemplada, el televisor bajito con Malvinas. La guerra bajito para que mi hija se duerma. Hoy Martín canta su “Vidalita de luz y sombra”. Yo lo escucho: “Robo luz de la hierba, / no podrán requisarla / aquí en este equipaje / cuando vuelva a casa. / Y las sombras de mis muertos / que llevo dentro de mi alma”. Y no sé si podré pagar la deuda que pesa en mi corazón. ¿Cuántas guerras en una sola noche?
Verdades
Nos vimos envueltos en la guerra por la acción de una dictadura ilegal y genocida que actuó con irresponsabilidad criminal y ceguera geopolítica. Pero no es un episodio más del “terrorismo de estado”. Impulsada por motivos espurios, fue una guerra cargada de sentido nacional, popular y antiimperialista. Perturbó el camino de la negociación diplomática pero, por sus contradicciones, fue un punto de inflexión que favoreció los agrupamientos regionales sin la intromisión y el tutelaje de los Estados Unidos. Nos reencontró, en la experiencia límite de la guerra, con nuestra pertenencia sudamericana y latinoamericana. Desde esta revelación, desde esta emoción fundante, fuimos y venimos, para afianzarnos en esta pertenencia, cada vez más cargados de razones. Como señala Rosana Guber, debemos animarnos a “comprender el evento desde los diversos puntos de vista que lo atravesaron” y respetar las distintas maneras en que la guerra nos atravesó.
No es ya un problema de estrategia a futuro. Hemos consolidado como pueblo un consenso firme, y es Ley Fundamental de la Nación en su Clausula Transitoria Primera, que el camino para reclamar y conseguir nuestro derecho a la soberanía será “conforme a los principios del derecho internacional”. El tema es cómo damos cuenta de la guerra, cómo la asumimos como parte insoslayable de nuestra historia. Cómo la vamos entendiendo y valorando, en su complejidad. Desastre y estrella. Luz y sombra como la vidalita de Martín Raninqueo.
La verdad de la Guerra de Malvinas no es un a priori, una verdad dada y absoluta. La verdad la vamos construyendo, la vamos inventando. Viento de la historia cargado de sentido, cargado de voces y preguntas que nos interpela y nos empuja.
Debo ser sincero, hay un solo relato que me resisto a considerar en esta construcción y, lamentablemente, fue muy repetido en la posguerra. Es el que afirma que le debemos nuestra democracia a la Royal Navy. Es una infamia que me parece inaceptable. Y de esto puedo opinar con más autoridad porque sí participé, junto a mi generación, de esta batalla.
(*) Escritor, director del Instituto de las Islas Malvinas “Padre Mario Migone”.
Fuente agepeba.
Prof.GB.
Por Marcelo Vernet (*)| La doctora Rosana Guber no fue a la guerra. La escuchó de cientos de voces. La vio en muchísimos rostros. La vivió en silencios donde palabras y rostros se abismaban. En una nota publicada recientemente por la Universidad de La Plata (http://www.unlp.edu.ar/articulo/29/03/2012/especial_malvinas_texto_de_rosana_guber) comparte algunos de sus aprendizajes. Destaco uno: “Aprendí que tenía que respetar de mis interlocutores sus voces, sus silencios y sus desacuerdos, y no creerme que, por trabajar de intelectual en el medio académico, podía opinar desde el Olimpo y con simpleza sobre la guerra absurda, el general borracho, los chicos “carne de cañón” y el colaboracionismo civil. Estas tremendas convicciones sesgaron toda nuestra interpretación sobre el pasado, y por eso no nos ayudaron ni nos ayudan a saber ni a entender mejor. “Entender mejor” significa comprender el evento desde los diversos puntos de vista que lo atravesaron, y no autoritariamente desde sólo mis valores y mi mirada”. Me sumo.
En la primera parte de esta nota, propuse superar la caracterización de “guerra absurda” porque clausura las interrogaciones (¿Qué le podemos preguntar a un absurdo?) y paraliza la construcción de un destino en el que, inapelablemente, la guerra se nos cruza. Lo propio de los rumbos es tener un sentido.
Miradas
“La América Latina vuelve sus ojos hacia la Argentina, en la creencia de que la Argentina también mira hacia América Latina”, señaló el entonces ministro de Relaciones Exteriores de Panamá, Ing. Juan José Amado III, en la Vigésima Reunión de Consulta de ministros de Relaciones Exteriores de la OEA del 26 de abril de 1982. La afirmación implicaba un reproche y una esperanza. Ya señalamos que la guerra de Malvinas hizo saltar por los aires las lógicas de nuestro encuadramiento internacional. ¿Resonó también en nuestra conciencia la adormecida identidad sudamericana? ¿Miramos hacia América Latina? ¿Se cruzaron nuestras miradas, en ese momento crítico de la guerra, reconociéndonos como hermanos?
La historia nunca es lineal pero, sin duda, la guerra condensó un largo proceso en el vértigo de esos días. Fue sólo una emoción, dirán algunos. Como si fuera poco. No importaba que los pibes de la escuela, que la señora en la verdulería, que los trabajadores pegados a las radios no hubieran leído jamás a Manuel Baldomero Ugarte, el silenciado. Sus profecías acalladas se respiran en el aire. Manuel salta de sus librotes empolvados, de su “campaña hispanoamericana” de1922. Deja la oscura biblioteca donde callan sus grandes obras olvidadas, “El destino de un continente” (1923), “La Patria Grande” (1924) y se echa a andar por las calles abrazando a todos. Y siente que todos lo leyeron cuando escucha que en los barrios se comenta con emoción que hay una larga fila frente a la embajada argentina en Lima, que son los voluntarios que piden enrolarse para ir a pelear a Malvinas.
Algo de paz
El 16 de mayo de 1982, dos pibes avanzan por la Avenida Libertador hacia el Club Obras. Oscurece temprano y hace frío. Uno lleva en la mano un pulóver jaspeado que tejió su hermana. El otro unos guantes de lana y una bufanda. La mamá estuvo dándole a las agujas dos días seguidos. Son sus entradas para el Festival de la Solidaridad Latinoamericana.
No importan ahora los tejes y manejes de la Dictadura. Después que el COMFER derrotara en todas las radios a los Beatles y los Rollings, descubrieron las bondades del “rock nacional”. Los pibes van a escuchar al Flaco Spinetta, a León, a Pappo. Y a mandar ropa de abrigo para los pibes que están en Malvinas. Si es hecha en casa y no comprada, vale más.
Las crónicas hablan de 70.000 pibes y 50 camiones del Ejército cargados de ropa, cigarrillos, chocolates, latas de leche condensada. El Canal 9 y las Radio Rivadavia y Del Plata transmitieron en directo todo el festival. La revista Pelo le dedica una edición especial: “La música de rock argentina, a través de su historia, supo sobrellevar y sobrevivir a los embates de las crisis económicas y los eventuales intentos de marginación de los sectores oscurantistas que siempre aparecen en toda estructura social”, arranca la crónica. Todos creen que, eventualmente, hacen referencia al gobierno de la dictadura que organiza el festival. Raúl Porchetto, el Flaco Spinetta y Cantilo se encargan de remarcar que es un acto de la juventud a favor de la paz y en apoyo a los colimbas que están en el frente. “Esta es la gente del futuro, y este presente tan, tan duro / es el material con que edificaremos un mañana total” cantan Pedro y Pablo y todos corean como un himno: “El grito de un hombre, se pierde entre mil / y nacen los jóvenes del año 2000”. La crónica de “Pelo” destaca que “allí, en esa multitud solidaria se encontraba la “gente del futuro”, los que conforman las nuevas generaciones que surcarán el destino de este país”. Y lo surcaron. Apenas comenzado el futuro, el 20 de diciembre de 2001, tal vez muchos de los que coreaban la canción de Pedro y Pablo se vieron envueltos en otra batalla que duró dos días en calles y plazas de todo el país, con 39 muertos entre los que se encontraban 14 pibes con menos de 21 años.
Pero ahora, domingo 16 de mayo de 1982, dos amigos bajan por la Avenida Libertador con las manos en los bolsillos. Van cantando “Algo de paz”, el tema de Raúl Porchetto con que cerró el festival y pensando quién ligará el pulóver jaspeado, blanco y celeste, que quedó tan bien.
¿Estará tarareando “Algo de paz” Martín Raninqueo en las alturas del Monte Wireless Ridge ese 16 de mayo de 1982? Ya entonces era buen cantor. Con sus compañeros del Regimiento 7 de La Plata, le tocó la primera y más importante línea defensiva del avance inglés. Desde el 1º de mayo vienen soportando fuego naval y aéreo en forma continua. ¿Habrá domingo para los bombardeos? Esa noche tiene 19, 20 años, como los pibes del Festival de Obras que terminaron cantando “Algo de paz”. Él no sabe que le mandaron un pulóver y siente frío.
Martín hoy anda por los 50. Vive y canta en La Plata, mi ciudad. Yo lo escucho. Y no puedo recordar qué estaba haciendo la noche del domingo 16 de mayo de 1982. Tal vez durmiendo a mi hija en brazos, tal vez cantándole con mi voz destemplada, el televisor bajito con Malvinas. La guerra bajito para que mi hija se duerma. Hoy Martín canta su “Vidalita de luz y sombra”. Yo lo escucho: “Robo luz de la hierba, / no podrán requisarla / aquí en este equipaje / cuando vuelva a casa. / Y las sombras de mis muertos / que llevo dentro de mi alma”. Y no sé si podré pagar la deuda que pesa en mi corazón. ¿Cuántas guerras en una sola noche?
Verdades
Nos vimos envueltos en la guerra por la acción de una dictadura ilegal y genocida que actuó con irresponsabilidad criminal y ceguera geopolítica. Pero no es un episodio más del “terrorismo de estado”. Impulsada por motivos espurios, fue una guerra cargada de sentido nacional, popular y antiimperialista. Perturbó el camino de la negociación diplomática pero, por sus contradicciones, fue un punto de inflexión que favoreció los agrupamientos regionales sin la intromisión y el tutelaje de los Estados Unidos. Nos reencontró, en la experiencia límite de la guerra, con nuestra pertenencia sudamericana y latinoamericana. Desde esta revelación, desde esta emoción fundante, fuimos y venimos, para afianzarnos en esta pertenencia, cada vez más cargados de razones. Como señala Rosana Guber, debemos animarnos a “comprender el evento desde los diversos puntos de vista que lo atravesaron” y respetar las distintas maneras en que la guerra nos atravesó.
No es ya un problema de estrategia a futuro. Hemos consolidado como pueblo un consenso firme, y es Ley Fundamental de la Nación en su Clausula Transitoria Primera, que el camino para reclamar y conseguir nuestro derecho a la soberanía será “conforme a los principios del derecho internacional”. El tema es cómo damos cuenta de la guerra, cómo la asumimos como parte insoslayable de nuestra historia. Cómo la vamos entendiendo y valorando, en su complejidad. Desastre y estrella. Luz y sombra como la vidalita de Martín Raninqueo.
La verdad de la Guerra de Malvinas no es un a priori, una verdad dada y absoluta. La verdad la vamos construyendo, la vamos inventando. Viento de la historia cargado de sentido, cargado de voces y preguntas que nos interpela y nos empuja.
Debo ser sincero, hay un solo relato que me resisto a considerar en esta construcción y, lamentablemente, fue muy repetido en la posguerra. Es el que afirma que le debemos nuestra democracia a la Royal Navy. Es una infamia que me parece inaceptable. Y de esto puedo opinar con más autoridad porque sí participé, junto a mi generación, de esta batalla.
(*) Escritor, director del Instituto de las Islas Malvinas “Padre Mario Migone”.
Fuente agepeba.
Prof.GB.