lunes, 2 de abril de 2012

Los desastres (y los astros) de la guerra – Parte II

“Se miente más de la cuenta / por falta de fantasía / también la verdad se inventa”, nos recuerda Antonio Machado en una coplita tan profunda que parece escrita por el pueblo. Inventar no es mentir; es buscar, descubrir, crear. Que la verdad sobre la Guerra de Malvinas sea una invención colectiva.

Por Marcelo Vernet (*)| La doctora Rosana Guber no fue a la guerra. La escuchó de cientos de voces. La vio en muchísimos rostros. La vivió en silencios donde palabras y rostros se abismaban. En una nota publicada recientemente por la Universidad de La Plata (http://www.unlp.edu.ar/articulo/29/03/2012/especial_malvinas_texto_de_rosana_guber) comparte algunos de sus aprendizajes. Destaco uno: “Aprendí que tenía que respetar de mis interlocutores sus voces, sus silencios y sus desacuerdos, y no creerme que, por trabajar de intelectual en el medio académico, podía opinar desde el Olimpo y con simpleza sobre la guerra absurda, el general borracho, los chicos “carne de cañón” y el colaboracionismo civil. Estas tremendas convicciones sesgaron toda nuestra interpretación sobre el pasado, y por eso no nos ayudaron ni nos ayudan a saber ni a entender mejor. “Entender mejor” significa comprender el evento desde los diversos puntos de vista que lo atravesaron, y no autoritariamente desde sólo mis valores y mi mirada”. Me sumo.
En la primera parte de esta nota, propuse superar la caracterización de “guerra absurda” porque clausura las interrogaciones (¿Qué le podemos preguntar a un absurdo?) y paraliza la construcción de un destino en el que, inapelablemente, la guerra se nos cruza. Lo propio de los rumbos es tener un sentido.

Miradas

“La América Latina vuelve sus ojos hacia la Argentina, en la creencia de que la Argentina también mira hacia América Latina”, señaló el entonces ministro de Relaciones Exteriores de Panamá, Ing. Juan José Amado III, en la Vigésima Reunión de Consulta de ministros de Relaciones Exteriores de la OEA del 26 de abril de 1982. La afirmación implicaba un reproche y una esperanza. Ya señalamos que la guerra de Malvinas hizo saltar por los aires las lógicas de nuestro encuadramiento internacional. ¿Resonó también en nuestra conciencia la adormecida identidad sudamericana? ¿Miramos hacia América Latina? ¿Se cruzaron nuestras miradas, en ese momento crítico de la guerra, reconociéndonos como hermanos?
La historia nunca es lineal pero, sin duda, la guerra condensó un largo proceso en el vértigo de esos días. Fue sólo una emoción, dirán algunos. Como si fuera poco. No importaba que los pibes de la escuela, que la señora en la verdulería, que los trabajadores pegados a las radios no hubieran leído jamás a Manuel Baldomero Ugarte, el silenciado. Sus profecías acalladas se respiran en el aire. Manuel salta de sus librotes empolvados, de su “campaña hispanoamericana” de1922. Deja la oscura biblioteca donde callan sus grandes obras olvidadas, “El destino de un continente” (1923), “La Patria Grande” (1924) y se echa a andar por las calles abrazando a todos. Y siente que todos lo leyeron cuando escucha que en los barrios se comenta con emoción que hay una larga fila frente a la embajada argentina en Lima, que son los voluntarios que piden enrolarse para ir a pelear a Malvinas.

Algo de paz

El 16 de mayo de 1982, dos pibes avanzan por la Avenida Libertador hacia el Club Obras. Oscurece temprano y hace frío. Uno lleva en la mano un pulóver jaspeado que tejió su hermana. El otro unos guantes de lana y una bufanda. La mamá estuvo dándole a las agujas dos días seguidos. Son sus entradas para el Festival de la Solidaridad Latinoamericana.
No importan ahora los tejes y manejes de la Dictadura. Después que el COMFER derrotara en todas las radios a los Beatles y los Rollings, descubrieron las bondades del “rock nacional”. Los pibes van a escuchar al Flaco Spinetta, a León, a Pappo. Y a mandar ropa de abrigo para los pibes que están en Malvinas. Si es hecha en casa y no comprada, vale más.
Las crónicas hablan de 70.000 pibes y 50 camiones del Ejército cargados de ropa, cigarrillos, chocolates, latas de leche condensada. El Canal 9 y las Radio Rivadavia y Del Plata transmitieron en directo todo el festival. La revista Pelo le dedica una edición especial: “La música de rock argentina, a través de su historia, supo sobrellevar y sobrevivir a los embates de las crisis económicas y los eventuales intentos de marginación de los sectores oscurantistas que siempre aparecen en toda estructura social”, arranca la crónica. Todos creen que, eventualmente, hacen referencia al gobierno de la dictadura que organiza el festival. Raúl Porchetto, el Flaco Spinetta y Cantilo se encargan de remarcar que es un acto de la juventud a favor de la paz y en apoyo a los colimbas que están en el frente. “Esta es la gente del futuro, y este presente tan, tan duro / es el material con que edificaremos un mañana total” cantan Pedro y Pablo y todos corean como un himno: “El grito de un hombre, se pierde entre mil / y nacen los jóvenes del año 2000”. La crónica de “Pelo” destaca que “allí, en esa multitud solidaria se encontraba la “gente del futuro”, los que conforman las nuevas generaciones que surcarán el destino de este país”. Y lo surcaron. Apenas comenzado el futuro, el 20 de diciembre de 2001, tal vez muchos de los que coreaban la canción de Pedro y Pablo se vieron envueltos en otra batalla que duró dos días en calles y plazas de todo el país, con 39 muertos entre los que se encontraban 14 pibes con menos de 21 años.
Pero ahora, domingo 16 de mayo de 1982, dos amigos bajan por la Avenida Libertador con las manos en los bolsillos. Van cantando “Algo de paz”, el tema de Raúl Porchetto con que cerró el festival y pensando quién ligará el pulóver jaspeado, blanco y celeste, que quedó tan bien.
¿Estará tarareando “Algo de paz” Martín Raninqueo en las alturas del Monte Wireless Ridge ese 16 de mayo de 1982? Ya entonces era buen cantor. Con sus compañeros del Regimiento 7 de La Plata, le tocó la primera y más importante línea defensiva del avance inglés. Desde el 1º de mayo vienen soportando fuego naval y aéreo en forma continua. ¿Habrá domingo para los bombardeos? Esa noche tiene 19, 20 años, como los pibes del Festival de Obras que terminaron cantando “Algo de paz”. Él no sabe que le mandaron un pulóver y siente frío.

Martín hoy anda por los 50. Vive y canta en La Plata, mi ciudad. Yo lo escucho. Y no puedo recordar qué estaba haciendo la noche del domingo 16 de mayo de 1982. Tal vez durmiendo a mi hija en brazos, tal vez cantándole con mi voz destemplada, el televisor bajito con Malvinas. La guerra bajito para que mi hija se duerma. Hoy Martín canta su “Vidalita de luz y sombra”. Yo lo escucho: “Robo luz de la hierba, / no podrán requisarla / aquí en este equipaje / cuando vuelva a casa. / Y las sombras de mis muertos / que llevo dentro de mi alma”. Y no sé si podré pagar la deuda que pesa en mi corazón. ¿Cuántas guerras en una sola noche?

Verdades

Nos vimos envueltos en la guerra por la acción de una dictadura ilegal y genocida que actuó con irresponsabilidad criminal y ceguera geopolítica. Pero no es un episodio más del “terrorismo de estado”. Impulsada por motivos espurios, fue una guerra cargada de sentido nacional, popular y antiimperialista. Perturbó el camino de la negociación diplomática pero, por sus contradicciones, fue un punto de inflexión que favoreció los agrupamientos regionales sin la intromisión y el tutelaje de los Estados Unidos. Nos reencontró, en la experiencia límite de la guerra, con nuestra pertenencia sudamericana y latinoamericana. Desde esta revelación, desde esta emoción fundante, fuimos y venimos, para afianzarnos en esta pertenencia, cada vez más cargados de razones. Como señala Rosana Guber, debemos animarnos a “comprender el evento desde los diversos puntos de vista que lo atravesaron” y respetar las distintas maneras en que la guerra nos atravesó.
No es ya un problema de estrategia a futuro. Hemos consolidado como pueblo un consenso firme, y es Ley Fundamental de la Nación en su Clausula Transitoria Primera, que el camino para reclamar y conseguir nuestro derecho a la soberanía será “conforme a los principios del derecho internacional”. El tema es cómo damos cuenta de la guerra, cómo la asumimos como parte insoslayable de nuestra historia. Cómo la vamos entendiendo y valorando, en su complejidad. Desastre y estrella. Luz y sombra como la vidalita de Martín Raninqueo.

La verdad de la Guerra de Malvinas no es un a priori, una verdad dada y absoluta. La verdad la vamos construyendo, la vamos inventando. Viento de la historia cargado de sentido, cargado de voces y preguntas que nos interpela y nos empuja.
Debo ser sincero, hay un solo relato que me resisto a considerar en esta construcción y, lamentablemente, fue muy repetido en la posguerra. Es el que afirma que le debemos nuestra democracia a la Royal Navy. Es una infamia que me parece inaceptable. Y de esto puedo opinar con más autoridad porque sí participé, junto a mi generación, de esta batalla.
 (*) Escritor, director del Instituto de las Islas Malvinas “Padre Mario Migone”.

Fuente agepeba.

Prof.GB.

sábado, 31 de marzo de 2012

MACRI y TEJEDOR; ROCA-AVELLANEDA y NOSOTROS.

El 10 de setiembre del año 1880, la Cámara de Diputados de la Nación, considera el proyecto de capitalIzación de la ciudad de Buenos Aires; el 20 de ese mismo mes hace lo propio el Senado.
Se promulga con el número 1.029 el 21 de setiembre.

Los seguidores de Carlos Tejedor, gobernador de la provincia de Buenos Aires, definido por el general Roca como "el apóstol del localismo porteño", denunciaron que dicha ley había sido impuesta por la fuerza de las armas.

En efecto, tras los combates entre el la Guardia Nacional convocada por el presidente Avellaneda (quien se había trasladado en junio de aquél año al barrio de Belgrano, junto a su gobierno a causa de la oposición porteña-bonaerense a la federalización de Buenos Aires) llevados a cabo en los Corrales, Barracas y Puente Alsina; los "localistas" debieron ceder derrotados a la designación de esa ciudad como la nueva Capital Federal.

El centralismo portuario con Roca adquirirá otra dimensión, "nacional", consensuada con el conjunto de las oligarquías regionales; `por ende mas abarcativo con respecto a quienes desde 1852, veían a la ciudad -puerto como independiente del resto del país (los denominados por estos "tejedoristas" como "trece ranchos").

Hoy por hoy, con un gobierno nacional en las antípodas del roquismo oligárquico y liberal, pro-británico; considero que se justificaría mucho mas ante un macrismo continuador de Carlos Tejedor, irrumpir con algo parecido a una Guardia Nacional y, a fuerza de leyes votadas en el Congreso custodiadas por dicha Guardia, volver a designar a Buenos Aires como Capital Federal de la República Argentina y terminar con el localismo porteño, liberal, oligárquico y pro-británico.

Porque si al Maurizio lo dejamos, en un par de años es capaz con la Metropolitana de expulsar de la Ciudad al gobierno nacional y obligarlo a mudarse fuera de los límites de la misma.

A veces hace falta tomar la Historia como ejemplo y obrar en consecuencia, tal como Roca y el entonces presidente Avellaneda hicieron con Tejedor.

Prof GB 

30 de MARZO de 1982.



Aquél día, los trabajadores se movilizaban a la Plaza de Mayo para enfrentar a la dictadura militar.
La marcha, prohibida, terminó luego de casi seis horas de luchas callejeras en todo el macro y microcentro con cientos de detenidos, heridos y la muerte de un trabajador.

Meses antes, en el barrio de Liniers, una misa realizada en San Cayetano para exigir PAN y TRABAJO, terminaba con una feroz represión y enferntamiento de miles de trabajadores encolumnados en la CGT conducida por SAúl Ubaldini.

En febrero del año 1977, Oscar Smith, Secretario General de Luz y Fuerza, desaparecía en manos de una patota de la ESMA, por defender mediante una huelga sel Convenio Colectivo de Trabajo de su gremio.

El 27 de abril del año 1979, la denominada Comisión de los 25 realiza el primer paro general contra la dicadura de Videla a quien el diario Clarín titula como "Presidente" con una foto que ocupa mas de la mitad de la tapa.
La dirigencia sindical entre los que se encontraba Saúl Ubaldini es detenida y enviada a la cárcel de Caseros.

Apenas un esbozo de la larga lucha de la clase trabajdora contra los genocidas de entonces.
Desaparecidos, encarcelados, exilados, despedidos durante años, de todos modso supiero con dignidad resistir y vencer con el conjunto del Pueblo a la tiranía militar.

El 30 de Marzo, fue el comienzo del fin de los dictadores.
Faltaría mucho aún para comenzar a marginar a sus cómplices civiles, muchos hoy disfrazados de demócratas.

GB

miércoles, 28 de marzo de 2012

MEDIOS, DELITO Y MANIPULACION


Medios, delitos y manipulación

Es necesario brindarle al usuario información contextualizada, no mosaicos de realidades partidas, mucho menos profecías apocalípticas que esconden finalidades políticas. Si usted se levantó temprano y entre las 7:30 y las 8 de la mañana encendió el televisor, usted, decía, no tuvo más opción que ser víctima de la angustia dirigida, del miedo como intento de disciplina social. 
Por Víctor Ego Ducrot (*) |

No importan los esfuerzos que se hagan en materia de prevención y lucha contra el delito desde distintos ámbitos del aparato estatal: esta semana, por ejemplo, cobró fuerza la actividad de la comisión del Senado de la provincia de Buenos Aires, dedicada a investigar el denominado “caso Candela” como punta de iceberg para desnudar la trama de complicidades entre crimen organizado, policías, funcionarios y políticos. Tampoco ciertas voces de alerta respecto de los peligros de la manipulación mediática con fines políticos y de control social.

No, no importan. Si ayer martes 27 de marzo, por ejemplo, usted se levantó temprano y entre las 7:30 y las 8 de la mañana encendió el televisor para más o menos enterarse de cómo venía la mano con el tiempo, o tomar nota de algunos aspectos que hacen a la información general; usted, decía, no tuvo más opción que ser víctima de la angustia dirigida, del miedo como intento de disciplina social: en ese horario todos los canales de noticias se dedicaban a robos, asaltos, homicidios; desbordaban de sangre derramada, describían un escenario que, sin desconocer la existencia de hechos criminales y su gravedad para el conjunto de la sociedad, no condice con el mucho más variado y complejo que ofrece la realidad real del país, no la realidad creada por los medios de comunicación dominantes.

¿Acaso reclamo que la prensa silencie los hechos delictivos? ¿O espero que los medios de prensa no impongan sus líneas editoriales a la hora de construir esos relatos? De ninguna manera; en el primer caso porque pretendería ciertos recortes a la libertad de prensa, en este caso a la agenda privilegiada por cada quien en el universo periodístico, algo que repudiamos todos quienes bregamos contra los oligopolios de la comunicación; y en el segundo porque propondría un imposible, acusando severo desconocimiento de la historia misma de la actividad informativa, esa que nos dice que la misma nunca es neutral, que siempre contiene y expresa una carga ideológica.

Sí, en cambio, me atrevo a recordar algunos epicentros teóricos y metodológicos para la práctica de este oficio, tópicos de insistencia en universidades y centros de capacitación profesional y de cacareo jamás cumplido en los manuales de estilo de los medios hegemónicos. Me refiero, por ejemplo, al de la necesidad de brindarle al usuario información contextualizada, no mosaicos de realidades partidas, mucho menos profecías apocalípticas que esconden finalidades políticas.

No me propongo aquí agotar una casuística que sostenga a pie juntillas lo enunciado en los párrafos anteriores, ni mucho menos desmerecer la importancia y los impactos negativos del problema; entre ellos ciertos datos políticos, como el alto índice de insatisfacción popular que provocan los episodios delictivos según muchas encuestas. Pero sí acercar algunas referencias invisibilizadas, silenciadas desde la páginas y las pantallas de la prensa dominante.

Un informe del fin de semana pasado de la Red de Observatorios Universitarios de Medios <www.redobservatorios.org.ar> se refiere al caso Baby Etchecopar como nudo testigo de lo que el juez de la Corte Suprema, Eugenio Raúl Zaffaroni, denomina criminología mediática.
“Ahí están otra vez. Esconden la nave en algún rincón oscuro del Conurbano (Bonaerense) y salen de nuevo, armados, dispuestos a todo. A matar o morir.” ¿Quién es el pregonero del terror? La maquinaria de la criminología mediática aceita sus engranajes y comienza a rodar; no estamos seguros, dicen, ante un ‘ellos’ cuyos márgenes son cada vez más difusos (…). El asalto al conductor radial y televisivo predominó en la escena mediática. Su peculiaridad no radica únicamente en que la víctima es un destacado portavoz de las políticas de mano dura en materia de delitos; el aspecto más relevante lo constituye el hecho de haber encarnado como pocos esa síntesis de estereotipos cuyo objetivo último es instalar una sociedad de control frente a una población inerme. Así, el tratamiento de la noticia que los diarios Clarín y La Nación efectuaron en relación al tema, se centra en caracterizar a los asaltantes como aquellos potenciales asesinos, delincuentes reincidentes, menores y marginales que habitan en aquellas ‘escuelas del delito’ que son las villas y barriadas pobres. Son ‘ellos’, un otro diferente y peligroso, que no teme a matar ni perder la vida.”

El informe ofrece un detallado análisis de artículos informativos y de opinión y nos sugiere, con elementos probados, acerca de los mecanismos de propaganda empleados por esos medios, tendientes a la siguiente ecuación, descripta por el mismo texto de la Red: “más poder a la policía, más efectivos patrullando las calles, mejores dispositivos de control tecnológico y rigor en la aplicación de las penas son los reclamos que confirman lo que, al decir de Zaffaroni, ‘a mayor represión corresponde menor libertad y mayor seguridad’”.

La lógica de lo noticioso como vértigo y como mosaico (por fuera de toda contextualización) empleada por la corporación mediática, hizo que el caso Etchecopar fuese desplazado por la trágica irrupción de un hecho de filicidio, en un barrio exclusivo de la provincia de Buenos Aires, episodio que no debería inscribirse como específico de la mal denominada agenda de la “inseguridad”, pero que al aparato mediático le da lo mismo, porque le sirve para lo mismo: propagación de la angustia y del miedo con fines disciplinarios y en orden a sus propios intereses.

Los hechos divulgados hablan de un crimen grave que seguramente la justicia penalizará con un máximo rigor, pero llama la atención que, hasta el momento de escribir este texto, muy pocas fueran las voces que se animaron a ensayar una interpretación de los hechos desde un ángulo distinto al que, y como bloque de opinión, sataniza a la madre homicida.

En ese casi desierto sobresale la nota “La venganza más cruel”, de Roxana Kreimer, publicada en el último número del semanario Veintitrés. Esa licenciada en Filosofía y doctora en Ciencias Sociales de la UBA indica, insinúa, un abordaje que seguramente repugna al pensamiento y a la práctica mediática del sistema de poder. Ubica al caso del filicidio que conmueve a los argentinos en el contexto de una referencia histórico literaria, y nos propone pensar: “el célebre monólogo de Medea es uno de los más conmovedores que se hayan escrito para reflejar la condición subordinada de la mujer, su rol de ciudadana de segunda. Eurípides nos hace compadecer a Medea y no a Jasón, que queda como un emblema del orgullo masculino, con desmedidas ambiciones de poder. En el final de la tragedia, ella se eleva al cielo sobre ‘el magno carro del sol’, orgullosa de su despiadada crueldad. Ella luchó por el amor; él, por el poder, casándose con la hija de Creonte para convertirse en rey”.

Como escribí al principio de este texto. Nada importa a quienes conciben a la comunicación como un privilegio que sostiene privilegios; si hasta el delito y la muerte del otro les vienen muy bien.
(*) Periodista, escritor y docente universitario. (Nota aparecida hoy en Tiempo  Argentino)


GB

martes, 27 de marzo de 2012

MEGAFON O LA GUERRA

"Desde fines de 1955-les dije-, con un pueblo en derrota y su líder ausente, soy un desterrado corporal e intelectual.
Y añadí:
-En nuestra fauna sumergida existen hoy el Gobernante Depuesto, el Militar depuesto, el Cura depuesto, el Juez depuesto, el Profesor Depuesto y el Cirujano Depuesto. No quedó aquí ningún hijo de madre sin deponer.
-¿Y usted qué lugar ocupa en esta fauna?-me preguntó Megafón chisporroteante de malicia.
-Soy poeta depuesto-le confesé modestamente.
-¿Ha pasado usted a mejor vida?-rió él.
-Vea-le respondí-, las "deposiciones" de una contrarrevolución idiota no suelen ir mas allá del significado medicofísiológico que también lleva la palabra. Y sus muertos civiles gozamos de una salud excelente.
-Con algunas excepciones- me corrigió el Autodidacto súbitamente dolorido.
-¿Los ametrallados de José León Suárez?.
-Y el fusilamiento del General.
Entendí que la sombra de Juan José Valle acababa de nublar la frente de Megafón y humedecer los ojos verdelago de Patricia.
-Sí, ahí estuvo el General, treinta y seis horas antes de su fusilamiento-me dijo Megafón-.Ahí sentado en la silla que usted ocupa. Era una medianoche de junio, y el General se demoraba frente a su pocillo de café negro como resistiéndose a la oscuridad y al frío que lo esperaba afuera.
-O al repsentimiento de su muerte-añadió Patricia Bell en un conato de sollozo-.Desde hacía un mes usaba ropas ajenas y techos prestados. Frente al pelotón de fusilamiento devolvió el anillo de su boda terrestre.
La pareja entró aquí en un silencio que respeté y en el cual se recosntruían sin duda los últimos gestos del héroe fusilado.
-Usted aludió recién a las víctimas de José León Suárez- me dijo luego Megafón.-Hace tres días recorrí ese basural amontonado en al llanura de Buenos Aires, y le aseguro que la pampa lloraba.
-¿Lloraba?-inquirí yo en tono circunspecto.
-Lloraba-insistió él-, y no la inmundicia del basural sino el deshonor que le habían inferido los ametrallados inocentes y sus ametralladores anónimos. En cuanto a la ejecución de mi General, no me subleva tanto en sí misma: es un gaje posible de la acción, y el que se haya hecho en la Penitenciaría Nacional y bajo el techo del crimen. Si hay que fusilar a un soldado , ¡que sea en una casa de soldados! ¡Lo exigen el estilo y el honor!."

Fragmento del libro de Leopoldo Marechal, Megafón o la Guerra.

Prof GB

Mayor Benardo Alberte, Memoria Peronista IV


Carta de Bernardo Aberte a Videla antes del 24 de Marzo de 1976 cuando fue asesinado. 
Escrito por Pablo Crocchi
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Alberte: Ahí tomé definitiva conciencia que los Lanceros de Bengala y sus batallones cipayos estaban pasando a degüello a la India.
BERNARDO ALBERTE ¡PRESENTE!
 
Por Pablo Crocchi
 
El sábado 22 de marzo recibí este correo del compañero Bernardo Alberte, siempre atento y consecuente con todas las cuestiones que comprometen al interés del Pueblo.
 
Esta vez no era referente a la deuda externa ni al hambre de nuestros niños, sino a su padre -tal vez su mejor amigo-, y a la vivencia más trágica que le tocó vivir.., y que nos involucra a todos los compañeros y buenos soldados argentinos por igual: el alevoso homicidio del teniente coronel Bernardo Alberte, primera víctima del maldito Proceso liberal-genocida-vendepatria de Videla y Martínez de Hoz, asesinado en la madrugada del 24 de marzo del ’76 por infames cipayos uniformados que aún pululan impunes en algún lugar.
 
El destacado militar y compañero don Bernardo Alberte era un oficial distinguido por sus cualidades y aptitudes, que siendo capitán fue destinado a edecán presidencial del Presidente Juan Perón en los tiempos en que se produjo el bombardeo a Plaza de mayo y la contra-revolución fusiladora del '55. Es decir: le tocó bailar con la más gorda. Y vaya si bailó... y con que estilo, digno de Gardel, Evita y del mismo General.
 
Fue su Delegado personal en el Movimiento Nacional Peronista en momentos difíciles de la década del sesenta, gozando de plena confianza por ser un hombre incorruptible.
 
En el ’55 preso y luego dado de baja sin recibir ni una moneda del Estado, se las rebuscó de cien formas para alimentar y sostener a su familia.

Fue elemento decisivo de la Resistencia Peronista, asesorando, adoctrinando y enseñando formas eficaces de organización para la acción: su pequeña lavandería era visitada discretamente por los cumpas que mantenían viva la brasa con la que encenderían –años después- la hoguera que iluminó el sendero a toda nuestra América Latina en los ‘70.
 
Jamás recibió prebendas, becas públicas ni beneficios personales: su vida personal siempre estuvo dedicada al servicio de la Patria, como don Arturo Jauretche, Squerre, Phillipeaux, los nobles militantes de esa época y todo buen soldado de la escuela sanmartiniana de Güemes. Leopoldo Marechal lo inmortalizó sin mencionar su apellido en Megafón o la Guerra y muchos lo admiramos sin conocerlo.
 
Decía Perón: -los verdaderos soldados no suelen quedarse a mitad de camino, salvo que allí los encuentre la eternidad de la gloria..., y como no podía ser de otra forma ese fue el destino de don Bernardo.
 
Advertido del maniobraje liberal que reemplazó bajo presión al general Numa Laplane y sus colaboradores de la conducción del Ejército preludiando el Golpe, y de la artera estrategia de los servicios de inteligencia que allí comenzaron contratar delincuentes para combatir a una subversión ya derrotada, siendo tal vez el verdadero origen de la llamada AAA, según algunos los servicios de las tres fuerzas armadas que luego intensificarían su accionar, denunció públicamente estas maniobras intentando impedir el trágico desenlace del 24 de marzo, que tantos coloniales de izquierda y derecha coincidieron en alentar y luego aplaudieron miserablemente sin importarles la represión brutal que se desataba sobre el Pueblo... hasta que también los afectó a ellos.
 
Supe de algún oficial de granaderos que se mofó de la Presidente convencido de la necesidad de terminar con el desgobierno, es decir, un traidor; escuché de periferia erpiana que la caída del gobierno era el objetivo táctico porque al caer las caretas el pueblo se despabilaría adhiriendo a sus delirios de la lucha armada; supe de Calabró, sindicalista gobernador de Buenos Aires, que recibió al gobernador golpista con un ágape en la casa de gobierno de La Plata; también supe de gente que esa noche concurrió a la plazas principales de sus ciudades para protestar contra el anunciado golpe; a los meses escuché a Borges diciendo, después de almorzar con Videla: -“este es un gobierno de caballeros...

Ahí tomé definitiva conciencia que los Lanceros de Bengala y sus batallones cipayos estaban pasando a degüello a la India.
 
Sin embargo debía saberlo, mi padre me alertó el 24 de marzo: -Esto pinta muy feo, anoche asesinaron a un camarada, una leyenda viva del Movimiento Peronista, Alberte, el alma de la Resistencia... Siempre lo admiré: cuidáte...

Sus ojos estaban húmedos de emoción. Yo era muy joven, pero lo entendí, y al rato llorábamos abrazados como ese 1° de julio cuando despedimos al General. (Bernardo Alberte (h).

Fuente, Nac y Pop, red nacional y popular de noticias.

GB

PREGUNTAS


Con este texto de Ernesto Espeche, destacado columnista de AgePeBA y director adjunto de la Agencia Periodística de América del Sur (APAS), culminamos nuestra cobertura del 24 de marzo, con un homenaje a todas las víctimas de la dictadura cívico militar.
Por Ernesto Especche (*) / El genocidio argentino lesionó no solo a la generación militante de la década de 1970. También ensució y marcó para siempre la infancia de muchos y muchas que debieron, primero, preguntar; luego aceptar, y solo mucho más tarde reconstruir y buscar verdad y justicia para mantener su memoria y la de las nuevas generaciones.
Tenía poco más de dos años cuando irrumpió la dictadura cívico-militar-genocida. Mi hermano había cumplido apenas un año 20 días antes. Mi papá, Carlos, hacía meses que no venía por casa: su nombre integraba una larga lista de “subversivos” buscados por las fuerzas represivas.
Mi mamá, Mercedes –o Mecha, como le decían todos-, trabajaba en el hospital, atendía nuestras demandas y esperaba noticias de su compañero. Ambos eran médicos y militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Ambos componen la nómina de 30.000 detenidos desaparecidos. No volvimos a saber nada de ellos.
¿Dónde está mi papá? ¿Cuándo viene? Mis preguntas debieron representar un peso insoportable para mi mamá. Desde marzo no se sabía nada de Carlos. Solo llegaban versiones contradictorias que desalentaban cualquier esperanza y aumentaban la angustia que rodeaba el entorno familiar.
El 7 de junio un grupo de tareas entró en la humilde casa en que vivíamos y secuestraron a Mecha. Y golpearon a mi tío. Y se burlaron de mi abuela. Mi hermano y yo, envueltos entre mantas en una habitación del fondo, debimos sentir muy cerca los golpes a la puerta de entrada, los gritos, los llantos, el ruido de las llantas del Ford Falcon que se llevaba a mi mamá y el vacío que sobrevino desde entonces.
¿Dónde se fue mi mamá? ¿Cuándo viene? Son inexplicables los mecanismos a partir de los cuales los niños conviven con la desolación hasta naturalizarla. En algún punto, las respuestas imprecisas, imposibles, asumen la lógica coherente de un relato que termina por desgastar -hasta agotar- las preguntas más elementales.

El ingreso a la educación formal es el primer espacio de socialización sistémica extra familiar. A esas alturas, todavía bajo el régimen, ya no había espacio para preguntas; ese lugar fue ocupado por un vacío que no se podía enunciar. “De eso no se habla”, es decir que “eso” no está, no pasó, no existe; nadie habla de lo que no pasó, y si no pasó no existe.
Entrada la democracia yo estaba en el cuarto grado. Había vuelto la libertad y –con ella- la posibilidad de decir.
¿Qué decir? Veía por la tele la desesperación de unas mujeres con pañuelo que pedían “aparición con vida”, los rostros de funcionarios prometiendo justicia, los gestos inmutables de señores uniformados que hablaban de cosas que no entendía. Sentía que todo eso no tenía que ver con mi mundo. Mi universo se cerraba en mi abuela –con quien vivía y a quien ya llamábamos “mamá”-, los deberes de la escuela, los juegos con mi hermano, las visitas de mis primos y tíos y poco más.
“Mamá, me ayudás con la tarea”. Mi abuela lloraba de impotencia. Qué sabía ella de ejercicios combinados si era una tana que apenas terminó el “primero inferior”, si sólo vivía para criar a sus nietos, los hijos de su Mecha que nunca volvió. Seguía llorando. ¿Por qué llorás mamita? ¿Te sentís mal?
Por esos días mi familia decidió que era el momento de contarnos lo ocurrido. Fue una noche, en casa de una tía. “Sus padres están muertos, los mataron los militares… eran personas maravillosas, pueden estar orgullosos de ellos”. ¿Por qué los mataron?, pregunté con una frialdad fingida. “Porque ayudaban a los demás, porque querían un país mejor”. La “noticia” explicaba, en parte, ese sentimiento de rareza, de absurdo, de ajenidad que me acompañaba todos los días. Esa noche, mi hermano y yo no dormimos, tampoco hablamos del tema.
En la radio decían que mis papás y otros señores ponían bombas, que eran violentos. “¿Sos hijo de terroristas?”, “¡Sos un guacho!”, “¡Pobre!, no tenés papá ni mamá”, ¿Por qué le decís mamá a esa señora vieja que te trae a la escuela?”… No tenía herramientas para hacer frente a la mirada del mundo; al fin de cuentas, un pibe de 10 años se encuentra en inferioridad de condiciones si consideramos que el mito de los dos demonios ya se había extendido como relato del poder oficial. La impotencia, la culpa, la vergüenza y la timidez aparecen, entonces, como síntomas de esa desigualdad.
Ya en la secundaria, el estudio de la historia no contemplaba en sus contenidos el repaso por la historia reciente. Sin embargo, las miradas de los profesores, de mis amigos y de la chica que me gustaba delataban cierta complicidad teñida de compasión. La pena es incompatible con el amor. La victimización, más tarde pude entenderlo, fue parte de la demonización.
La conclusión de mis estudios secundarios y la elección de una carrera universitaria marcaron el final de la vida de mi abuela. Doña María había llegado tan lejos como sus fuerzas le permitieron. Antes de dejarnos, así cómo me pedía que me abrigue antes de salir o que no olvidara llevar mi documento, me imploró que no me “meta en política”. Hice esa promesa con la convicción de que no podría cumplirla. Ya tenía decidido –y ella lo percibía- ir en búsqueda de mi identidad. “No quiero que se repita la historia” dijo con una voz temblorosa, cargada de miedo, de terror. Después se murió.
Ir al encuentro de una historia, individual y colectiva, supone un quiebre que pone en riesgo la propia subjetividad. Se trata de cuestionar a fondo los mitos, relatos y valores que tenemos internalizados, que vivimos como naturales. Eran los años de la “pacificación nacional”, el “fin de la las ideologías”, “el perdón y el olvido”. La impunidad de los genocidas les permitía caminar entre nosotros, hacer declaraciones en los medios y refregarnos su versión de la historia.
La asunción de mi condición de “hijo” de desaparecidos fue el punto cero de mi búsqueda. Me entrevisté con sus compañeros, sus colegas y amigos. Me hablaron de sus gustos personales, sus preferencias musicales y sus convicciones políticas. Me entusiasmé, me sorprendí, me emocioné, me enamoré de su vocación revolucionaria.
“Soy hijo de Carlos y de Mecha, y de los 30.000 desaparecidos”, me sorprendí diciendo en una tarde de marzo. Así como las Madres de Plaza de Mayo socializaron su maternidad, los hijos socializamos nuestra condición. Ese paso crucial no es un reflejo mecánico ni supone la ausencia del vacío y la desolación como sentimientos primarios. Es, más bien, parte de un proceso político complejo y lleno de contradicciones que opera como contenedor de las individualidades y como impulsor de nuevos relatos que intervienen en la lucha simbólica por definir los márgenes de la memoria colectiva.
Entonces, la memoria de un pueblo sobre su pasado no puede ser penetrada sino a través de la constitución de identidades colectivas que son, a su vez, mucho más que la suma de las identidades personales.
Hoy tengo más años de los que tenían Carlos y Mecha cuando fueron secuestrados. Sus caras jóvenes, llenas de ilusión y compromiso se confunden con otras tantas entre las pancartas de una movilización. Mis hijos conocen la historia de sus abuelos y crecen en un país con memoria, verdad y justicia. Yo sigo en la búsqueda, ahora con la fortaleza que da el compromiso con la militancia política y con los ideales de aquella generación maravillosa. Y ese niño que fui vuelve todos los días para preguntar por sus padres.
¿Dónde se fue mi papá? ¿Dónde está mi mamá? ¿Cuándo vienen?
* El autor es periodista e investigador universitario, doctor en Comunicación Social de la UNLP, director de Radio Nacional Mendoza y Director Adjunto de APAS. Militante por los derechos humanos e hijo de desaparecidos. La foto muestra al autor de este texto junto a sus padres, Mercedes y Carlos, ambos desparecidos durante la dictadura.


Fuente, AgePeBa.


GB