viernes, 9 de septiembre de 2011
Si Alain Rouquie lo afirma....Página 12.
EL PAIS › ENTREVISTA CON EL HISTORIADOR FRANCES ALAIN ROUQUIE SOBRE LA SITUACION POLITICA EN ARGENTINA Y LA REGION
“Hay una consolidación de la democracia”
Rouquié analiza la herencia de las dictaduras y destaca el momento político, económico y social del país: “Hace mucho que Argentina no conocía cosa semejante, en sentido positivo”.
Por Sebastián Ackerman
Nuevamente en Buenos Aires, esta vez para presentar su último libro, A la sombra de las dictaduras, Alain Rouquié analiza junto a Página/12 la vida política del continente y señala cuáles son las herencias de los regímenes autoritarios que todavía mantienen las democracias. También recorre los orígenes de su pasión por Latinoamérica: “Con relación a mi país y a mi sociedad, era lo mismo y diferente al mismo tiempo. Eran instituciones y normas semejantes, trasplantadas en un medio diferente. Yo creo que eso es lo que me atrajo porque me permitía entender mejor mi propia sociedad”, dice el historiador, que mañana, a las 18, presentará su libro junto a Horacio González en la UBA (Arenales 1371). “Por eso –agrega el autor de El Estado militar en América Latina y Poder militar y sociedad política en Argentina– tal vez me dediqué primero a Argentina, porque es el país más parecido a Europa, pero con grandes diferencias. Aquí hay un Occidente diferente, pero hay Occidente. En China, en la India, no hay. Aquí hay un Occidente con migraciones, con sustrato indígena. Eso me parece fascinante. Creó mi vocación de ser latinoamericanista, a lo que dediqué mi vida.”
–En su libro analiza cuáles son las “herencias” que las actuales democracias latinoamericanas deben soportar de las dictaduras que las precedieron. ¿Cuáles son esas sombras?
–Es una sombra bastante duradera, pero depende de los países, de la profundidad del trauma. En Brasil, donde la violencia institucional fue larga pero poco violenta sobre las personas, es diferente de lo que sucedió aquí. En Brasil no tocaron el Estado, los militares brasileños eran estatistas y crearon más empresas públicas. En Argentina destruyeron todo lo que era del Estado, liquidaron la clase intelectual y debilitaron la universidad. A veces se dice que son dictaduras burocráticas y antisubversivas, pero cada país tiene su particularidad.
–¿De qué dependen esas particularidades?
–De cómo salieron del poder los militares. En este país salen porque perdieron una guerra de verdad, no contra civiles, y no pudieron imponer condiciones. En Chile, en cambio, perdieron el referéndum pero impusieron condiciones para el papel futuro de las fuerzas armadas y una Constitución que hasta hace pocos años tenía la firma de Pinochet. Se demoró muchos años y fue muy trabajoso desmontar esa Constitución, que todavía tiene consecuencias, como se ve hoy en el campo educativo, un sistema diseñado por la dictadura. En Argentina se redujo fuertemente la influencia de los militares: se les recortó su presupuesto, se eliminó el servicio militar obligatorio, se promulgó una ley que les prohibía intervenir en la seguridad interna, se les quitó Fabricaciones Militares. En Brasil, se hizo por conciliación y consenso, porque el primer presidente de la democracia restablecida (José Sarney) fue el último presidente del Partido Militar.
–Pero las marcas que dejaron en la sociedad exceden las cuestiones institucionales...
–Está también el trauma de la cultura del miedo, de la anestesia política, considerar la política como mala palabra, productora de catástrofes. Se dio en Chile hasta las movilizaciones de los estudiantes, que salieron a decir “No queremos eso”. La nueva generación considera que politizarse, ser militante, es una cosa positiva. Hace algunos años se creía que era un peligro grave. Esa despolitización es una herencia. Se dio aquí, en Chile, en Uruguay. Pero las cosas están cambiando.
De hablar pausado, con argentinismos ya incorporados en sus frecuentes visitas al país, Rouquié le quita trascendencia al debilitamiento de los partidos políticos, que a lo largo del siglo XX vivieron sus momentos de esplendor, y destaca la consolidación de un sistema de gobierno que, a pesar de las dificultades por las que tuvo que atravesar –como la crisis de 2001– se mantiene firme. “Que se critique la situación política argentina diciendo que los partidos son débiles, o que la política se juega en torno de personas y no de partidos, es menor en comparación con tantos años de democracia, que es una experiencia única en Argentina”, destaca.
–¿Cómo ve la democracia actual en Argentina a 28 años de su retorno?
–Hay una consolidación de la democracia, que tiene sus particularidades porque es heredera de una cultura política conflictiva, sobre todo comparada con Brasil. Aquí, desde los radicales y conservadores, la división “patria-antipatria” siempre fue eje de conflicto. La modalidad de expresión del conflicto es el dramatismo, lo que hace aparecer para quien llega desde afuera que todo está a punto de explotar. El año pasado estuve aquí: todo estaba bien menos en el fútbol (risas) y había una crispación enorme en la vida política, pero cuando le preguntaba a la gente si estaba contenta, me decían que sí, que había trabajo, que la educación había mejorado, que mejoraron mucho las cosas, pero el escenario político parecía a punto de un enfrentamiento civil.
–¿Por qué cree que pasa eso?
–Hay una tradición en la Argentina que explica un poco esa retórica. Pero la democracia funciona, hay libertad de prensa, la sociedad civil se organiza. Van a pensar que lo digo por oportunismo, por el resultado de las elecciones primarias, pero no: me parece que en el campo político, económico y social hace mucho que la Argentina no conocía cosa semejante, en sentido positivo. Ha bajado la pobreza, se han hecho políticas sociales bastante acertadas. Aún queda mucho por hacer en lo social, en lo habitacional, en infraestructura, pero hay un déficit que es antiguo, que atraviesa a muchos gobiernos para que la Argentina vuelva a ser el modelo que fue en los años ’50 y ’60. Creo que el progreso logrado no lo niegan ni los opositores, pero es cierto también que hay un estilo de gobierno que alimenta el rechazo de la oposición, que sin embargo no ha logrado presentar una alternativa fiable.
–¿Pero no hay en toda defensa de intereses una dimensión conflictiva, y por eso inherente a la política?
–Lo que me llama la atención es cómo gastos sociales, que pueden aparecer en cualquier país como positivos, no sólo aceptables sino indispensables, aquí aparecen como sólo intereses políticos. Me refiero a cosas como la Asignación Universal por Hijo, que en Brasil aparece en 2003 como Bolsa Familia y el empresariado apoyó diciendo que la erradicación de la pobreza y una mejor educación eran excelentes para ellos. Aquí se atacó diciendo que era fuente de clientelismo. Hay una reinterpretación de todo en clave de sospecha. Eso es muy curioso. Si se compara lo que pasa en Brasil y aquí, todo lo positivo que se asigna a lo que Lula hizo, cuando los Kirchner hicieron lo mismo se lo valoró negativamente. Hay más una cuestión de estilo que de fondo.
–¿Ve hoy alguna de las herencias de la dictadura operando en la democracia argentina?
–Los últimos juicios contra los militares muestran que la sombra no ha desaparecido, porque están esos señores que creen que lo que hicieron estuvo bien hecho. Eso significa que todavía hay un sector de la opinión pública que vive en ese mundo siniestro que fue la ideología del Proceso. Eso todavía existe. Las revelaciones de los juicios son buenas para saber lo que pasó, como lo que siguen haciendo las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo (...) Argentina tiene que aprender la democracia, lo que significa aprender tolerancia, superar ese espíritu de conflicto, fortalecer las instituciones y la separación de poderes. Y es difícil. La formalidad institucional es base de la democracia, el respeto a las minorías, la división de poderes también. La Argentina vivió muchos años desconociéndolos. Hay un aprendizaje que no está terminado, me parece, en ningún país del mundo. La democracia es siempre una conquista, no un estado natural de la política
GB
miércoles, 7 de septiembre de 2011
Agenda de Reflexion- Identidad-Cultura-Nacion.
Nº 544 - La revancha de Fierro
‹ - › | 20 de Julio de 2009 ≈
Por Francisco José Pestanha
Estos últimos tiempos estuvieron signados por una idea fuerza tristemente aceptada por incautos, y tenazmente manipulada por cínicos y malandrines, que planteaba para nuestra humanidad un futuro ilusoriamente cooperativo, limitado en conflictos, y bajo el manto de un paradigma civilizacional compuesto -entre otros factores- por el individualismo filosófico, el imperio de la ley, los mercados libres, la democracia formal, el republicanismo, y los “human rights”. Este plexo de valores, se pregonaba desde diversos ámbitos, reinarían en una especie cada vez mas asemejada en cuanto a parámetros culturales y estilos de vida.
La obra de Francis Fukuyama, “El fin de la Historia”, fue tal vez la expresión teórica mas acabada de esta verdadera quimera universal, y el establishment financiero occidental surgido y fortalecido a partir de los efectos de este paradigma, invirtió fuertes sumas de dinero para que dichas expectativas se expandieran por todo el globo bajo el manto de un neologismo denominado la globalización.
Pero infaustamente para ellos, y afortunadamente para el resto de la humanidad, la diversidad, componente estructural del universo de los entes y en tanto del reino de lo humano, comenzó a emerger en todo el planeta a partir de una serie de fenómenos que demuestran esa inevitable dinámica confrontación - cooperación que domina la historia, y que deben ser meticulosamente analizados para comprender ulteriores acontecimientos sociales.
Me refiero así al tenaz resurgimiento en gran parte de las naciones de la tierra de la cuestión de las identidades colectivas, realidad, que no sólo se manifiesta en las comunidades periféricas o emergentes, sino también en las centrales. Así, en realidades tan dispares como la de Rusia o la del Perú, la de Alemania o de Turquía, la de Japón o de la Argentina, se observa el surgimiento de agrupaciones cada vez mas numerosas de intelectuales y pensadores concentrados en la actividad de reinterpretar los procesos identitarios de sus propias comunidades.
Este dato se extiende además al fenómeno religioso, fuente por excelencia en cuanto a lo que identidad colectiva se refiere, y que tan meticulosamente ha descrito Samuel Huntington en su obra “El choque de Civilizaciones”, dando cuenta allí que, a la usanza de similares procesos de expansión imperial con pretensiones hegemónicas, las diversidades tarde o temprano comienzan a emerger replanteando así el contexto de relaciones de poder en el ámbito internacional.
Hablemos claro: el paradigma civilizacional que han denominado globalización, no es otra cosa que uno de las tantas pretensiones civilizatorias universales que han existido a lo largo de la historia, y que responde en esta fase histórica, al emergente del conglomerado anglosajón. Derrotado el imperio Español y posteriormente de la tentativa francesa durante el siglo XIX, comenzó a erigirse, desde occidente, una nueva estructura imperial que fundamenta su expansión - entre otros - en una serie de valores germinados en la “vieja Europa” y a los que he hecho breve referencia al comenzar el artículo. Recuérdese por ejemplo, la potente influencia que tuvo el ideario individualista y librecambista en los influyentes sectores de la burguesía local, participes en el la gesta independentista de nuestro país.
El inicio del siglo XXI nos encuentra - a contrario sensu de lo sostenido por los universalistas - en el marco de un período de resurgimiento de las identidades nacionales o quizás civilizacionales, como nítida reacción al designio universal anglosajón. El crecimiento del islamismo, el fortalecimiento de las culturas sínicas y de oriente - entre otras - da cuenta de este proceso, que sin lugar a dudas irá prosperando a medida que avance el siglo.
En lo que respecta a nuestra iberoamérica la situación es similar, hecho que puede constatarse a partir del surgimiento periódico de numerosos movimientos de reivindicación de lo local, de lo propio, no sólo en lo que atañe a aquellas cuestiones vinculadas a la reclamación de la propiedad de los recursos estratégicos, sino también, respecto al rehabilitación de sus propios sustratos simbólicos. Así, nuestra cultura, comienza a jugar rol preponderante en la nueva configuración mundial, y las decisiones que en tanto se adopten, adquirirán valor estratégico incuantificable de cara al futuro.
La cultura, como producción colectiva, es la expresión de un conjunto de seres que coexisten, interactúan e intercambian experiencias, sensaciones, prácticas y expectativas. La cultura nos dice algo de lo que “se es”. En las naciones multígenas como la nuestra es tal vez, junto al lenguaje, el elemento cohesivo por excelencia.
La cultura Argentina en particular, que no es aquella que surge los cenáculos elitistas concentrados en las urbes, sino por el contrario, la que emerge de procesos históricos y sociales relevantes y de la relación de éstos con el entorno geográfico, es vasta, rica y promisoria. Es el producto de aquello que nos legaron, y aún transmiten las numerosas comunidades originarias integrantes de nuestra nación (la historia del poblamiento en la región data estimadamente de 15.000 años), el estructural aporte de los íberos y del cristianismo, de la mixtura entre ambos, y posteriormente, de las aportaciones provenientes de las principales corrientes migratorias de fines del siglo XIX y principios del XX .
Esa combinación ha generado y sigue generando productos de alto valor identitario, gran parte de los cuales, se encuentran en franca contradicción con aquellos que intentan expandirse desde el “norte blanco” como señala Huntington. Dicha contradicción se expresa hoy nítidamente, a partir de la vasta producción estética de las nuevas generaciones de argentinos que hurgan denodadamente su propia identidad. La revancha de Fierro está en marcha, y ello se revelará en los próximos años.
Aunque este proceso es inexorable, como aquél que maduro en la década del ´30 y floreció en la del ´40 cabe puntualizar aquí una cuestión de importancia para que el fenómeno cuente con la mayor fortaleza posible. Me refiero al rol que deberían jugar en este sentido la intelligentzia vernácula y los ámbitos académicos locales.
A lo largo de nuestra historia sectores destacados de ambos componentes han demostrado una nítida falta de apego respecto al nuestro sustrato simbólico. Así, productos culturales locales de alta significación, han sido en su oportunidad y son en la actualidad, objeto de discriminación y rechazo de parte de ellos. En los dichos ámbitos - aunque resulte luctuoso - parece reinar todavía ese amanerado afrancesamiento de la belle epoque que tanto despreció al emergente de tierra adentro y que desconoció, entre otros tantos el profundo valor cultural e identitario del folklore, del tango, y de algunas expresiones de la denominada música tropical que se desarrolla en el país hace más de 50 años. Igual tesitura han adoptado respecto al denominado pensamiento nacional.
En un mundo que marcha hacia una confrontación civilizatoria ninguna nación podrá desarrollarse cabalmente sin una intelectualidad comprometida con su destino es decir concentrada primordialmente en el fortalecimiento y el enriquecimiento de la propia cultura. Pero para ello, resulta esencial potenciar en ellos el desarrollo genuino de aquellos sentimientos primarios como el de la afectividad.
Lo sostenido precedentemente no implica que quien les escribe, se incline por la adhesión compulsiva a una determinada corriente estética, y menos aún, por su imposición arbitraria; tampoco que se promueva desde esta tribuna la supresión en las casas de estudio de la producción simbólica universal. Muy por el contrario, lo que se sustenta, o más específicamente se reclama, es una profunda modificación en las estructuras de producción de sentido, impulse en los ámbitos de referencia una alteración en los criterios de reconocimiento y ponderación de aquellos frutos culturales que surgen de las entrañas del pueblo, y además que dicho ejercicio se transforme en actividad prioritaria .
Nuestra patria ha sufrido durante estas últimas décadas una profunda embestida colonial disfrazada de falsas promesas neo-civilizatorias. La liberación nacional resurge entonces como bandera y les cabe a intelectuales y académicos un rol considerable en las tareas de re apropiamiento de lo nuestro. Pero sólo podrán asumir esta misión, si consiguen elaborar un legítimo y sincero proceso de vinculación con lo propio, en donde la disyuntiva puede establecerse según la siguiente dicotomía: afecto o repudio. Sin ello la revancha de Fierro será levemente incompleta.
Martin Fierro por Castagnino
Publicado en www.nomeolvidesorg.com.ar/
GB
lunes, 5 de septiembre de 2011
El Indio Solari por la Agencia Paco Urondo.
Capital Federal (Agencia Paco Urondo, en La Nación)
Viernes 11.30 AM. Exterior: puerta del hotel Piedramora, Junín, provincia de Buenos Aires.
- ¿El Indio todavía está ahí?
-Sí, está desayunando.
-No me mientas, si acaba de salir disfrazado por la otra puerta.
-No, en serio, está ahí nomás, acabo de estar con él.
-Como mienten ustedes.
-¿Ustedes quiénes?
- Todos, están todos complotados para que no podamos ver al Indio. Sólo queremos saludarlo, loco, y ustedes lo sacan del hotel con peluca y en un auto para que no lo reconozcamos.
Por más que uno intente desmitificar la figura del Indio Solari, parece demasiado tarde. El mito a su alrededor es irrompible, como lo demuestra el fan que lo tiene ahí nomás, pero insiste en no creer en nada que no sea su dios personal. Faltó que me dijera que el Indio no desayuna. Tampoco parece importar mucho si uno da cuenta de que este hombre de carne y hueso, que a los 62 años es el músico más popular de la Argentina, está "sometido a la biología", como le gusta decir a él, tanto como cualquier ser humano. De hecho, en esta mañana previa al show que ofrecerá ante cerca de 80.000 personas, en Junín, recibe a La Nacion asegurando que tiene una pequeña contractura en la espalda, debido a que se acaba de afeitar la pelada y un mal movimiento lo dejó un tanto tieso. Demasiado mundano para este mito viviente, pero tan real como la bengala que mató a Miguel Ramírez en un concierto de La Renga y que obligó a posponer este show -y esta entrevista-, pautado para mayo pasado pero finalmente realizado ayer, al cierre de esta edición, en el Autódromo de Junín.
A diez años de la separación de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Solari confiesa que quiere llamar a los otros "redondos", Semilla Bucciarelli y Sergio Dawi, para grabar su próximo álbum; vuelve a dar su versión de la ruptura con sus "ex socios" Skay Beilinson y Poli, y ofrece su atenta mirada tanto sobre la watersmanía como sobre el kirchnerismo y los medios de comunicación. Dice que no cree en los artistas militantes y reniega, una vez más, de las divinidades absolutas: "Creo que si Dios existe, no está interesado en nuestro mundo. No encuentro gloria que justifique esto que hemos estado viviendo por estos días con este crimen contra la inocencia", sostiene en referencia al asesinato de Candela, la niña de 11 años que conmovió al país la semana pasada.
Viernes 10 AM. Interior: habitación 101. Sobre una mesita ratona está el libro Diarios de bicicleta, de David Byrne, y un periódico local con la foto de Solari en la tapa. De fondo suena el nuevo álbum de Arcade Fire, The Suburbs.
-¿Te gustó el libro de Byrne? -Sí, me parece muy amable, muy ameno y útil. Tiene una mirada bastante coincidente con la que uno puede tener. Cuando habla de Buenos Aires, hace una radiografía muy parecida a lo que uno ve o lo que uno cree. En realidad últimamente los libros que he leído tienen que ver con el rock. Leí el de Patti Smith, uno de Leonard Cohen y ahora estoy curioseando la autobiografía de Keith Richards también, todos libros de músicos.
-¿Vos no tenés planes de escribir una suerte de memorias o algo así?
-Me está pasando que el Indio Solari me está rompiendo un poco las pelotas, porque yo no sé cómo crece la imagen pública, pero hay como una imagen flotando por ahí que me adjudica capacidades que yo no tengo. Lo único que me gusta hacer, y creo que lo sé hacer bien por la resonancia que tienen, son canciones. Todos los demás proyectos son maneras de jugar conmigo mismo, pero no tienen ambiciones hacia el futuro. Bah, uno nunca sabe qué va a hacer en el futuro. Porque el proyecto va cambiando de un libro a un mediometraje de animaciones, pero hoy en día, para ese tipo de proyectos, necesitás sociedades. Y no soy muy amigo de compartir la sabiduría de la multitud, así que, bueno, mientras tanto hago canciones, que es lo que aparentemente le gusta a la gente.
-Antes de grabar tu último álbum, El perfume de la tempestad, me dijiste que pensabas en él como el cierre de una trilogía.
-Sí, son cosas que uno piensa en un momento y de pronto después la realidad lo va transformando en otra. Lo que me di cuenta es de que generé un formato en función de las ilustraciones que me gusta hacer, que está bueno no abandonarlo. Por otro lado, como yo no trabajo con sponsors ni telefonías celulares, mi futuro discográfico es medio extraño en este momento. Supongo que haré otro disco más y después no sé, porque financiarlo para que la gente lo baje gratis es muy difícil cuando uno se produce a sí mismo. Porque uno invierte dinero y tiempo en algo que antes se reconocía con las ventas y si bien yo sigo siendo vendedor, no tenés más que viajar para darte cuenta de que el CD no existe más. Veré de qué manera me arreglo. Si me sigue yendo bien en los directos tendré que aceptar que haré temas nuevos para seguir girando.
-Eso es lo que parece estar sucediendo, con tantos músicos de gira por el mundo.
-Pero creo que es medio injusto. Pasa cuando ingresa en las culturas una nueva mirada que no alcanza a curar a los heridos de la batalla. La industria del disco no dio cabida para que sea reemplazada por algo que siga respetando los intereses de quienes hacen la obra.
-¿Tocar más seguido es una opción para vos?
-Sí, pero para una producción independiente, mover 80.000 personas a Junín, por ejemplo, es como un disparate. No es fácil ordenar todo esto.
-¿Qué se te pasó por la cabeza cuando decidiste suspender el show, en mayo pasado, luego del accidente con una bengala en un concierto tan multitudinario como los tuyos?
-No sé, es bravo manejar toda esta gente. Sobre todo porque no te tienen que trasladar el poder policial a vos, eso es lo que creo. Si las bengalas son tan peligrosas como dicen, hay que prohibir la venta. Si no, es como dice [Charly] García, que ahora van a prohibir las Navidades. Porque la pirotecnia es una tradición internacional, es como la tauromaquia, cosas que tienen una tradición, pero que de pronto las nuevas miradas las censuran y no dan tiempo a resolverlo claramente. Entonces tiene que aparecer una especie de prohibición de cosas que eran aceptadas hasta no hace mucho tiempo. Pero si alguien tiene en la mano una bengala naval, que es como un arma, o alguien tira una bengala en un lugar cerrado donde hay una mediasombra, es medio disparatado. De todas formas, no tienen por qué complicarme a mí, que ya bastante jodido estoy organizando un show de esta naturaleza, como para que encima tenga que cachar a todo el mundo a la perfección. Entre tanta multitud se puede pasar cualquier cosa. Lo que hay que confiar es en que no haya un loco que llegue con un revólver en la mano. Es raro lo que hay que decidir, pero me pareció aconsejable esperar un tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que había muerto alguien.
Solari asegura que planea hacer un concierto más antes de fin de año, quizás en Tandil, porque si bien había pensado que podía volver a tocar en el Estadio Unico de La Plata, "la cosa se complicó, porque el techo que es tan bueno para el fútbol, no lo es para el sonido".
-¿Y cómo viste este fenómeno de ventas que resultaron ser los conciertos de Roger Waters?
-Para mí es sorprendente. Por un lado no lo es porque la música de Pink Floyd es muy amable para mucha gente, no sólo para los rockeros o la gente de la cultura rock. Pero ocho River es una barbaridad. Acá parece que nos hemos acostumbrado a cifras disparatadas. Cuando digo que van a venir 80.000 personas a Junín, no lo termino de entender. Muy pocas bandas en el mundo reúnen solas tanta gente, sin teloneros, ni promociones demoledoras. Meter 25.000 personas ya es una cifra importantísima para cualquier grupo o artista. Calculá que todos los que trabajan en teatro lo hacen en salas que van de 300 a 2000 personas, y tienen que remar y remar todos los días para llevar la gente que un grupo exitoso mete en una noche.
-Waters está presentando The Wall, de principio a fin. ¿A vos nunca se te ocurrió tocar Oktubre completo, digamos?
-No, la verdad que no. Pienso que el show es para la gente y conformo la grilla de una manera que la gente lo pase bien, total, yo quiero a todas mis canciones. Pero nunca había pensado hacer un álbum completo. No está mal la idea.
-A fines del año pasado, tus elogios hacia la presidenta Cristina Kirchner tuvieron mucha repercusión. ¿Cómo ves hoy el país?
-Yo creo que las cosas están bien. Cada vez que me acercan una pregunta referida a la situación político-económica siempre trato de avisar desde donde hablo yo. Creo que el artista es uno de los pocos que no tiene que formar parte del sentido común. Todo el resto de las actividades y profesiones tienen que estar referidas al sentido común de la sociedad, pero el artista tiene que cruzar la frontera, tiene que ir más allá del sentido común, atreverse a hacer experiencias no ordinarias, volver y ser absorbidas por el superorganismo en su experiencia. Entonces, difícilmente crea que hay dogmas o planteos políticos que resuelvan los problemas políticos para siempre. Uno no es partidario de una ideología en especial, sino que en cada momento tiene una mirada de ciudadano que le indica ese momento. Este es uno de los mejores gobiernos que he visto, por distintos motivos. Por supuesto que la administración siempre hace cagadas, pero yo tengo una mirada bastante cómoda con este gobierno de Kirchner.
-¿Por qué creés que tantos rockeros se acercaron a este gobierno?
-Cada cual tiene derecho a vehiculizar su obra como quiere y favoreciendo lo que quiera, pero yo no creo en el artista militante. Creo que el artista tiene que ser como un francotirador, cruzar las fronteras del sentido común de la sociedad para traer nuevas miradas para la vida. Es más, creo que el artista debería hablar menos, yo soy medio chúcaro porque cuando uno habla sobre la obra o sobre su trabajo, libera tensiones que son necesarias para la creatividad. Todas las tensiones que se diluyen en una conversación política van quitándole misterio, uno se va desligando de tensiones que tiene que aplicar en lo que uno hace.
-En la lírica de las canciones de tu último disco hay una presencia muy fuerte de Dios, ¿por qué?
-Creo que si Dios existe, no está interesado en nuestro mundo. No encuentro gloria que justifique esto que hemos estado viviendo por estos días con este crimen contra la inocencia. Entonces, en el disco aparece un poco el renegar mío, no contra la espiritualidad, que es otra cosa, sino contra las religiones organizadas. Sobre todo porque forman parte de ese barco que va hacia un iceberg, que todos sospechamos que está por ahí. Sentimos el perfume de la tormenta, la tormenta todavía no vino, pero si no se modifican rápidamente un montón de cosas, la coraza orgánica va a ser destruida, sea por la explosión demográfica o por la cantidad de chucherías existentes. Porque en definitiva la tecnología a la cual le depositamos la solución del futuro, que todo el mundo ve difícil por los problemas con los recursos naturales, nos está dando chucherías, muy entretenidas por cierto, la Nintendo o lo que sea, pero todavía el inodoro es un chorro de agua que se lleva la mierda. Digo, es una cosa elemental, antes que la máquina de vapor. La aventura espacial tampoco dio resultado como para que migráramos dejando la Tierra y fuéramos a arruinar otro cascote. Yo lo veo medio así, que hay una tempestad acechando y estamos todos como en el disco, distraídos en distintas situaciones, creencias del tipo religiosas, amorosas, reclamos de tipo sociales. Todo el mundo está bailando un bailongo de intereses personales y hay una tormenta que ya tendría que haber estado preparándose alguna manera de resolverla.
La charla política, esa que a su entender desvía las tensiones del artista, lo llevan a decir cosas como que "los medios de comunicación han reemplazado a los partidos políticos en la interacción de las ideas", que él es "un tipo de izquierda, pero de una izquierda que no coincide con la mayoría de la izquierda, que está basada en la época de la máquina de vapor, como el marxismo" y que la reelección de Mauricio Macri en Buenos Aires tiene que ver con que "en la Capital vive la gente más aposentada y probablemente el capitalismo prefiera un administrador y no un estadista para gobernar la ciudad". Mientras tanto, puertas afuera, los músicos que lo acompañan en esta etapa comienzan a reunirse en el bar del hotel para desayunar y seguir de cerca el debut de Alejandro Sabella como director técnico del seleccionado argentino de fútbol.
-¿Esta etapa con Los Fundamentalistas la ves como una continuación de los Redondos?
-Sí, porque sigo haciendo lo mismo que hacía antes, leitmotivs, arpegiados, bases rítmicas, melodías. Uno va cambiando y tiene otros intereses musicales, otras cadencias le resuenan en la cabeza, otros temas para la lírica, pero en realidad sigo haciendo lo mismo que hacía siempre. Skay es un gran guitarrista, pero en realidad hubo una época en que no sabía qué era hacer una canción y yo le decía que era tan simple como decidir que esto es una canción y después correr con el riesgo de que a la gente le guste o no.
-En estos diez años sin los Redondos, ¿cuál fue tu mayor desafío?
-Yo sigo trabajando con mucha tranquilidad, en realidad lo que menos me gusta del Indio son los intermedios entre lo que a mí me gusta hacer, que es trabajar en la música, en la letra, dibujar y venir y tocar. Después, lo que hay en el medio, la relación con la masividad y la popularidad, me llevo muy mal con eso, me da mucha fobia, no es una cosa que me guste. Ahora que pasó todo un tiempo tengo ganas de invitarlo a Semilla [Bucciarelli], a Sergio [Dawi], para que graben en el próximo disco. Antes no lo quise hacer porque podía sonar medio demagógico, pero ya está, va a ser el cuarto disco, todos se vendieron bien, los shows son multitudinarios. No hay ninguna necesidad de tener un acto demagógico en este momento. Sólo tengo ganas de estar con ellos que, pobres, son los que se tuvieron que comer el sapo de un momento para el otro y quedaron flotando en la nada. Semilla tenía razón cuando dijo que Patricio Rey nos tendría que haber agarrado a Skay y a mí y habernos pegado una patada en el culo. Creo que fue la mejor definición que escuché de lo que pasó. Pero, bueno, también ellos ignoraban cosas que pasaron en la intimidad, ¿no? (ver aparte).
Como suele suceder en los últimos años, para esta entrevista Solari se negó a posar para las fotos. ¿Parte de la construcción del mito? "No, sólo que no me salen esas cosas, como disfrazarme o qué sé yo. Cada día que veo la tapa de la Rolling Stone me causa gracia, pero no me veo jamás posando desnudo. Los músicos se prestan y está bien, pero a mí no me sale. En ese sentido soy muy crudo, no me sale disfrazarme de Bolívar o cosas así. He visto tapas realmente locas. Hace poco estuvimos en Nueva York y había unas pantallas con imágenes en slow motion. Entonces a Julio [Sáez, manager y amigo] se le ocurrió una cosa que estaba buena: ¿viste ese giro que hago en algunos momentos del show? Bueno, me preguntó por qué no lo grabamos y cuando termine el concierto que quede flotando esa imagen lentamente. Me parecía una idea artística buena, pero el problema era que tenía que hacerlo no en el escenario sino en un lugar y no me da. Me voy a ver como un pelotudo girando y no. Si lo captan en el momento en que me sale, agárrenlo y vamos, pero no me voy a poner a girar frente a una pantalla como un pelotudo y repetirlo infinitas veces. Esa parte del artista no me sale, soy muy pudoroso con eso. Veo que otros muy alegremente se ponen bonetes, se ponen tetas y es gracioso, pero a mí no me sale. Para mí la foto tiene que ser en el directo, eso es lo ideal.
La Nacion.com
La renuncia opositora a cambiar la historia
Por Carlos Pagni
La anatomía política del país que emergió de las urnas se puede sintetizar en dos números: 50 y 38. El primero es el porcentaje que obtuvo Cristina Kirchner. Indica que su fracción alcanzó por primera vez la mayoría, y que, por lo tanto, su gobierno será muy fuerte. El otro es la diferencia entre ella y el segundo. Indica que sobre el Gobierno habrá un déficit de control. El 50% habla de las capacidades del oficialismo. El 38% habla de la incompetencia de la oposición.
Para la caracterización de la democracia argentina es mucho más revelador el vacío del 38 que la consistencia del 50. Muchos países están regidos por administraciones con gran respaldo popular. En cambio, las sociedades que no cuentan con una alternativa a quienes las gobiernan pagan las consecuencias de ese desequilibrio de poder. El hiato de 38 puntos que hay entre gobierno y oposición es la señal más clara de que la crisis de 2001 sigue abierta. Más aún: al cabo de diez años, podría indicar que se está volviendo crónica.
La asimetría del 38% anticipa que el kirchnerismo verá facilitadas sus pulsiones cesaristas. El balance de poder en el Congreso, por ejemplo, volverá a la frontera de 2007.
La carencia de una alternativa de poder se proyectará también sobre las relaciones entre el Gobierno y la sociedad civil. El empresariado, los sindicatos, la prensa serán territorios más disponibles a la colonización oficial. Es decir, se difundirá un espíritu cortesano propio de las monarquías, no de las repúblicas. Es una falta de armonía que atemoriza la inversión.
Estas deformaciones no son simples vicios del kirchnerismo. Son las consecuencias del formato que ha adquirido la política. Ese diseño sólo será corregido cuando una fuerza, sin necesidad de combinaciones exóticas, alcance un consenso equivalente a, por convenir una cifra, el 35% de los votos. Esa es la tarea que les espera a los rivales del Gobierno. Mejor dicho: ésa es la tarea que está esperando, sobre todo, a la dirigencia no peronista, desde que colapsó el radicalismo, en el año 2001. Es la empresa a la que estaban convocados Mauricio Macri, Francisco De Narváez, Julio Cobos, Elisa Carrió, Ricardo López Murphy, o la dirigencia que quedó al frente del radicalismo residual. Hermes Binner, al parecer, se ha propuesto ahora alcanzar ese objetivo.
La formación de esa organización alternativa demanda operaciones de por sí virtuosas. La primera es la confección de una red humana de suficiente despliegue territorial. Desde el hundimiento de la UCR no hay fuerza política alguna, salvo el peronismo, que pueda ofrecer una prestación tan elemental como la de contar con personal para las fórmulas de presidente y vicepresidente, y de gobernador y vicegobernador de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Capital Federal. La oposición al kirchnerismo intenta llenar esa grilla con un rompecabezas endiablado. Y no lo logra.
Esa red no debería ser la reproducción del viejo aparato burocrático, sino una urdimbre vinculada con los nuevos sectores y actores que emergieron con el ciclo económico abierto en 2001, aprovechando, entre otros medios, las facilidades de las tecnologías de la información.
La existencia de ese entramado de alcance nacional impulsaría un salto de calidad metodológico: las decisiones y estrategias pasarían a ser el resultado de procesos colectivos. Es decir, pasarían a ser hijas de la interlocución y del debate, sin los cuales no hay ideas. La ausencia de estas prácticas, que tanto se le reprocha al Gobierno, es un rasgo sobresaliente del arco opositor. Con una desventaja: el decisionismo es más patético en quienes carecen de poder.
La construcción de una fuerza que pueda seducir a un 35% del electorado requeriría, además, la elaboración de una imagen del país alternativa a la del oficialismo, y la formulación de un mensaje capaz de comunicarla. El kirchnerismo está en poder de ese activo. Arcaizante, de escasa base empírica, difusa, hay una visión de la Argentina atribuible a los Kirchner. La oposición o carece de ella o comparte la oficial.
El urdido de una organización humana y la formulación de un mensaje demandan una perseverancia propia de las grandes personalidades políticas. La oposición requiere hoy de un Mitre, un Roca, un Yrigoyen, un Perón, un Raúl Alfonsín. Así de simple. Así de exigente. Sobre todo porque no se trata de competir con otro partido, sino con el aparato del Estado, administrado con espíritu faccioso.
Los rivales del Gobierno vienen eludiendo esa tarea a través de cuatro atajos. El primero es la esperanza mesiánica en una figura que genere detrás de sí una ola de adhesión. Por ejemplo: Cobos, al votar contra las retenciones móviles, o Raúl Alfonsín, al fallecer, protagonizaron fenómenos de popularidad que introdujeron en la vapuleada UCR esa corriente de pensamiento mágico.
La segunda vía rápida es la fractura del peronismo. Es la ilusión óptica que produjeron en su momento Carlos Reutemann o Daniel Scioli, de quien muchos siguen esperando su “pronunciamiento de Urquiza”. Figuras muy relevantes como Mauricio Macri o Francisco De Narváez vienen demorando sus carreras con la candorosa expectativa de que gobernadores e intendentes descontentos se sacudirán alguna vez el yugo de los Kirchner. También hombres más curtidos, como Eduardo Duhalde, vendieron y compraron esa fantasía. Las primarias desmintieron esta leyenda.
Otro amuleto del antikirchnerismo es el de la “unidad de la oposición”. El experimento es sencillo cuando el Gobierno está atrapado por una figura demonizada por la opinión pública, como fue entre 2008 y 2010 Néstor Kirchner. Con sólo vituperar al “demonio” muchos opositores consiguen ser vistos como ángeles. Ese método sirve para canalizar un repudio. No para obtener un mandato.
Un rasgo central y riesgoso de esta estrategia es su perezosa confianza en las denuncias de la prensa. Suele suceder que, cuando esas denuncias no conducen a nada por la falta de iniciativa política, las sociedades que las consumen terminan anestesiándose. Es difícil aceptar un infierno sin salida.
La desaparición de Kirchner significó para este curso de acción la pérdida de un activo principal. El empeño por mantenerlo en un contexto distinto al de 2009 mostró una enorme inconsistencia. Recuperada la imagen del Gobierno, el rompecabezas opositor comenzó a mostrar sus juntas mal soldadas.
La oferta opositora de este año comprueba que hay tradiciones y sensibilidades políticas que se resisten a las alquimias electorales. También demuestra que el axioma “Cristina ya ganó” fue asumido como propio por muchos líderes que, ante la perspectiva de una derrota inevitable, apostaron nada más que a conservar su identidad. Es la razón por la cual Binner, en Santa Fe, donde triunfa, exhibe una plasticidad para asociarse que se le desconoce a escala nacional.
Por supuesto, existe una sociología electoral homogénea, que alimentó en su hora al radicalismo, cuya representación está fragmentada de modo artificial. Es bastante evidente que Alfonsín, Binner y Carrió no están separados tanto porque piensen distinto, sino porque quieren lo mismo. Convendría releer a Freud, quien definía como “narcisismo de las pequeñas diferencias” a la obsesión de los que quieren distinguirse de lo más familiar y parecido.
Si las estrategias de la oposición tienen bastante de quimérico es porque se sostienen sobre una misma falla: un tedioso menosprecio sobre la capacidad de la voluntad en la política. El mayor pecado de la oposición radica en la suposición de que se puede llegar al poder por el mero aprovechamiento de una escena organizada por otro. Por las calamidades del Gobierno, por la llegada de un redentor, por la fractura del PJ o por la influencia de la prensa. Detrás de esa fantasía hay una renuncia grave. Es la renuncia a construir la escena, la renuncia a intervenir en el curso de la historia.
GB
Agenda de Reflexion.com
N° 742 - Dos lecturas de las Primarias
‹ - | 5 de Septiembre de 2011 ≈
Tiempo Argentino.
El pedido al Frente para la Victoria
Por Enrique Martínez, Presidente del INTI
Buena parte de los votantes del FPV tienen miedo a que el país caiga en la vorágine económica del pasado, que acarrea su propia pobreza y sienten, con mayor o menor grado de racionalidad, que el gobierno actual los está cuidando.
La primera elección en que voté fue cuando Arturo Illia fue elegido en 1963. Con el peronismo proscripto y la instrucción de Perón de votar en blanco, recuerdo jóvenes del Conurbano que recibían su sobre y sin ingresar al cuarto oscuro lo cerraban y lo ponían en la urna, ante la sorpresa de más de un presidente de mesa que no sabía cómo reaccionar. En ese escenario, ir a votar era participar de una épica de la resistencia.
Luego en 1973, cuando se eligió a Héctor Cámpora con casi el 50% de los votos, muchos participamos de una épica de la construcción de una nueva sociedad, sueño que duró poco pero era muy real.
Después de la recuperación democrática en 1983, empezando por el latiguillo radical -extraído de la Constitución- de que el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes y siguiendo por la enorme defraudación menemista, la épica languideció hasta desaparecer. Desde hace ya varias elecciones, el sufragio es un acto de delegación que habilita al elegido para que vaya y haga.
Sin embargo, la democracia delegativa -en la cual vivimos-, con ser de calidad inferior a la democracia participativa, no implica que quien vota firma cheques en blanco. Se involucra -o lo involucramos- poco, pero al votar da un mandato, espera que sucedan ciertas cosas y premia ciertas otras que han sucedido. Creo que es imperativo entender el mandato de las recientes primarias.
Empecemos por caracterizar a los que optaron por el FPV, con Cristina Fernández a la cabeza.
En Capital Federal, Cristina obtuvo apenas un par de puntos más que los de Daniel Filmus en la primera vuelta para jefe de gobierno, en julio pasado.
En Córdoba, sacó el 34%, varios puntos menos que José de la Sota para gobernador.
En Santa Fe sacó el 37%, unos cuatro puntos más que María Eugenia Bielsa para diputada provincial en julio y solo cinco puntos más que el Frente Amplio Progresista, sin los radicales en ese espacio.
En los tres distritos el FPV, obtuvo la primera minoría, pero podría concluirse que si el radicalismo y el socialismo santafesino hubieran mantenido su alianza la paridad hubiera sido muy alta o se hubiera perdido dos o tres de esa elecciones.
¿De dónde surge el 50% del total nacional, entonces?
De dos vertientes.
En la provincia de Buenos Aires, el FPV sacó 20 puntos más que cuando Néstor Kirchner fue elegido diputado en 2009. Dado el peso electoral del distrito, este incremento explica el 8% del total nacional de sufragios. Pero, a la vez, eso quiere decir que si, por vía de hipótesis, el FPV hubiera hecho en esta misma provincia la misma elección que 2009, el promedio nacional hubiera sido del 42%, cifra igualmente importante y ganadora.
Esto es a causa de que -con respecto al 2009- en el promedio del resto del país, también se aumentó el caudal electoral en unos 20 puntos.
Este panorama requiere una explicación más profunda y detallada que las conocidas y válidas, en cuanto al liderazgo de Cristina y la eficacia de algunas medidas importantes.
Primero, sobre la oposición. A mi criterio, si Ricardo Alfonsín no hubiera cometido el monumental error de acordar con un político fugaz como Francisco de Narváez y hubiera concretado su alianza con Hermes Binner, eventualmente apoyados por Mauricio Macri, podrían haber sacado entre el 25 y el 30% de los votos nacionales, ganando en CABA, Santa Fe y tal vez Córdoba. En cualquier caso, la diferencia con el FPV hubiera sido no menor al 20%.
Segundo, los votantes del FPV. Ante todo, los sectores más humildes, a los que no sólo representa sino que se demostró con gestión que se intenta apoyar. La Asignación Universal por Hijo (3,6 millones beneficiarios actuales) o las jubilaciones a pesar de no tener aportes demostrables (casi un millón de personas) son medidas de equidad y que provocan un reconocimiento y una adhesión perdurables. Este universo explica entre 3,5 y 4 de cada diez votos al FPV.
El resto es básicamente clase media. Parte que siempre adhirió al proyecto y parte importante que se fue en 2009 y vuelve en 2011.
¿Por qué vuelve?
A mi juicio vuelven los sectores más frágiles de la clase media, aquellos que no creen tener la vaca atada y saben o intuyen que un buen gobierno los puede proteger y un mal gobierno los puede hundir. Eso sucede proporcionalmente mucho menos en las provincias más ricas, donde hay un amplio sector social que cree que no necesita un gobierno sino un administrador de consorcio, como lo ha sido Macri en CABA. En el resto del país, la mayoría de los compatriotas de clase media han mostrado una vez más que necesitan contención y que tienen temores.
Alguna vez se los convocó detrás del voto cuota, perversa maniobra del liberalismo. Esta vez, sin que el gobierno hiciera campaña alguna asociada al miedo, esos sectores -creo- han advertido que el mundo atraviesa una situación de inseguridad económica y de pronóstico muy incierto, en la que la política oficial ha logrado ubicar a nuestro país en una condición prudente, serena, manejable. Me parece que buena parte de los votantes del FPV tienen miedo a que el país caiga en la vorágine económica del pasado, que acarrea su propia pobreza, y sienten, con mayor o menor grado de racionalidad, que el gobierno actual los está cuidando, en ese sentido.
Podría decir, simplificando -pero sin ser groseramente esquemático- que gran parte de los votantes del FPV quieren salir de la pobreza o temen caer en ella; mientras que los votantes de la derecha le tienen miedo a los pobres, que es una cosa muy distinta.
Este voto delegativo, que casi seguramente se repetirá en octubre, marca en consecuencia dos responsabilidades centrales: alejar de la pobreza al 35 a 40% de quienes nos votaron; y, para el resto, -que termina siendo para todos los compatriotas- consolidar un escenario económico y social que nos haga inmunes a la locura en que está el capitalismo global, consiguiendo que todos trabajemos con un horizonte estable. Que cada día, más y más, podamos incorporar a nuestra cultura la serenidad de que nos hemos liberado de la trampa de pensar en los negocios como prioridad, para pensar ante todo en la calidad de vida comunitaria.
‹ - | 5 de Septiembre de 2011 ≈
Tiempo Argentino.
El pedido al Frente para la Victoria
Por Enrique Martínez, Presidente del INTI
Buena parte de los votantes del FPV tienen miedo a que el país caiga en la vorágine económica del pasado, que acarrea su propia pobreza y sienten, con mayor o menor grado de racionalidad, que el gobierno actual los está cuidando.
La primera elección en que voté fue cuando Arturo Illia fue elegido en 1963. Con el peronismo proscripto y la instrucción de Perón de votar en blanco, recuerdo jóvenes del Conurbano que recibían su sobre y sin ingresar al cuarto oscuro lo cerraban y lo ponían en la urna, ante la sorpresa de más de un presidente de mesa que no sabía cómo reaccionar. En ese escenario, ir a votar era participar de una épica de la resistencia.
Luego en 1973, cuando se eligió a Héctor Cámpora con casi el 50% de los votos, muchos participamos de una épica de la construcción de una nueva sociedad, sueño que duró poco pero era muy real.
Después de la recuperación democrática en 1983, empezando por el latiguillo radical -extraído de la Constitución- de que el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes y siguiendo por la enorme defraudación menemista, la épica languideció hasta desaparecer. Desde hace ya varias elecciones, el sufragio es un acto de delegación que habilita al elegido para que vaya y haga.
Sin embargo, la democracia delegativa -en la cual vivimos-, con ser de calidad inferior a la democracia participativa, no implica que quien vota firma cheques en blanco. Se involucra -o lo involucramos- poco, pero al votar da un mandato, espera que sucedan ciertas cosas y premia ciertas otras que han sucedido. Creo que es imperativo entender el mandato de las recientes primarias.
Empecemos por caracterizar a los que optaron por el FPV, con Cristina Fernández a la cabeza.
En Capital Federal, Cristina obtuvo apenas un par de puntos más que los de Daniel Filmus en la primera vuelta para jefe de gobierno, en julio pasado.
En Córdoba, sacó el 34%, varios puntos menos que José de la Sota para gobernador.
En Santa Fe sacó el 37%, unos cuatro puntos más que María Eugenia Bielsa para diputada provincial en julio y solo cinco puntos más que el Frente Amplio Progresista, sin los radicales en ese espacio.
En los tres distritos el FPV, obtuvo la primera minoría, pero podría concluirse que si el radicalismo y el socialismo santafesino hubieran mantenido su alianza la paridad hubiera sido muy alta o se hubiera perdido dos o tres de esa elecciones.
¿De dónde surge el 50% del total nacional, entonces?
De dos vertientes.
En la provincia de Buenos Aires, el FPV sacó 20 puntos más que cuando Néstor Kirchner fue elegido diputado en 2009. Dado el peso electoral del distrito, este incremento explica el 8% del total nacional de sufragios. Pero, a la vez, eso quiere decir que si, por vía de hipótesis, el FPV hubiera hecho en esta misma provincia la misma elección que 2009, el promedio nacional hubiera sido del 42%, cifra igualmente importante y ganadora.
Esto es a causa de que -con respecto al 2009- en el promedio del resto del país, también se aumentó el caudal electoral en unos 20 puntos.
Este panorama requiere una explicación más profunda y detallada que las conocidas y válidas, en cuanto al liderazgo de Cristina y la eficacia de algunas medidas importantes.
Primero, sobre la oposición. A mi criterio, si Ricardo Alfonsín no hubiera cometido el monumental error de acordar con un político fugaz como Francisco de Narváez y hubiera concretado su alianza con Hermes Binner, eventualmente apoyados por Mauricio Macri, podrían haber sacado entre el 25 y el 30% de los votos nacionales, ganando en CABA, Santa Fe y tal vez Córdoba. En cualquier caso, la diferencia con el FPV hubiera sido no menor al 20%.
Segundo, los votantes del FPV. Ante todo, los sectores más humildes, a los que no sólo representa sino que se demostró con gestión que se intenta apoyar. La Asignación Universal por Hijo (3,6 millones beneficiarios actuales) o las jubilaciones a pesar de no tener aportes demostrables (casi un millón de personas) son medidas de equidad y que provocan un reconocimiento y una adhesión perdurables. Este universo explica entre 3,5 y 4 de cada diez votos al FPV.
El resto es básicamente clase media. Parte que siempre adhirió al proyecto y parte importante que se fue en 2009 y vuelve en 2011.
¿Por qué vuelve?
A mi juicio vuelven los sectores más frágiles de la clase media, aquellos que no creen tener la vaca atada y saben o intuyen que un buen gobierno los puede proteger y un mal gobierno los puede hundir. Eso sucede proporcionalmente mucho menos en las provincias más ricas, donde hay un amplio sector social que cree que no necesita un gobierno sino un administrador de consorcio, como lo ha sido Macri en CABA. En el resto del país, la mayoría de los compatriotas de clase media han mostrado una vez más que necesitan contención y que tienen temores.
Alguna vez se los convocó detrás del voto cuota, perversa maniobra del liberalismo. Esta vez, sin que el gobierno hiciera campaña alguna asociada al miedo, esos sectores -creo- han advertido que el mundo atraviesa una situación de inseguridad económica y de pronóstico muy incierto, en la que la política oficial ha logrado ubicar a nuestro país en una condición prudente, serena, manejable. Me parece que buena parte de los votantes del FPV tienen miedo a que el país caiga en la vorágine económica del pasado, que acarrea su propia pobreza, y sienten, con mayor o menor grado de racionalidad, que el gobierno actual los está cuidando, en ese sentido.
Podría decir, simplificando -pero sin ser groseramente esquemático- que gran parte de los votantes del FPV quieren salir de la pobreza o temen caer en ella; mientras que los votantes de la derecha le tienen miedo a los pobres, que es una cosa muy distinta.
Este voto delegativo, que casi seguramente se repetirá en octubre, marca en consecuencia dos responsabilidades centrales: alejar de la pobreza al 35 a 40% de quienes nos votaron; y, para el resto, -que termina siendo para todos los compatriotas- consolidar un escenario económico y social que nos haga inmunes a la locura en que está el capitalismo global, consiguiendo que todos trabajemos con un horizonte estable. Que cada día, más y más, podamos incorporar a nuestra cultura la serenidad de que nos hemos liberado de la trampa de pensar en los negocios como prioridad, para pensar ante todo en la calidad de vida comunitaria.
domingo, 4 de septiembre de 2011
Homero Manzi
Versos de Un Payador Al General Juan Perón Homero Manzi
Va a perdonar su excelencia que un payador del camino
le alce su verso genuino ante tanta concurrencia.
Quisiera, en esta emergencia, tener el don de Gabino
para elogiar con más tino la histórica presidencia
que realizó su excelencia en este suelo argentino.
Perdóneme, presidente, pero tengo la certeza
de que alabar su grandeza es traducir muchas mentes.
Usted luchó por la gente desbrozando la maleza
y el criollo que siempre pesa con justicia y noblemente
sabe que usted fue un valiente al lado de su pobreza.
Usted liquidó el instante de la miseria social
y el oprobio general del vendepatria triunfante;
vergüenza del tiempo de antes, cuando el fraude electoral
era el destino fatal que le aguardaba al votante
en aquel tiempo distante de ignominia nacional.
Siguiendo la ejecutoria de esta noble evolución,
el pueblo de la nación vive su trance de gloria.
Él siempre tendrá memoria de la gran revolución,
y a fuerza de corazón mantendrá la trayectoria
que ha señalado en la historia el General Juan Perón.
Usted trabaja y nos cuida desde que nace la aurora,
robando tiempo a las horas, le quita vida a su vida.
Usted es la lumbre querida de esta etapa bienhechora,
y su ciencia salvadora, mientras se cumple, no olvida
a la clase desvalida, que es valiente y cinchadora.
Por eso, mi General, con esta improvisación
quise arrimar mi montón a su labor nacional.
Nadie ha comprendido igual las penas de la nación,
nadie con más corazón nos libró de tanto mal
nadie como Juan Perón, Presidente y General...
GB
DEUDA RADICAL CON EL PUEBLO
"Unos pocos indicadores muestran el resultado del primer año de gestión del gobierno radical: el índice de pobreza-que en 1999 estaba en 21,5%-llega a 28,9% al concluir el 2000, mientras, para las mismas fechas, el índice de indigencia pasa de 6,7% a 7,7%. Esto significa, en un año, un aumento de 300.000 pobres y 127.000 indigentes.
La brecha entre el 10% mas rico y el 10% mas pobre se amplía en dos puntos. El ingreso promedio de los trabajadores cae el 8,5% en ese año.
Alrededor de 120.000 trabajadores han perdido su empleo en estos últimos doce meses, señala un matutino.
El 20% mas rico de los argentinos se queda con el 53% del total del ingreso nacional, en Capital Federal y Garn Buenos Aires, y el 10% mas pobre recibe solo el 1%.
El 60% de la población activa gana menos de 500 pesos mensuales. Para fines del año 2000 se estima que 5.500.000 argentinos viven con menos ded $3,20 por día, mientras, en el otro extremo de la sociedad, 2.500.000 argentinos pueden gastar $100 por día.
El déficit fiscal persiste no obstantante los recortes producidos en los sueldos de la administarción pública.El presupuesto aprobado por el Congreso para el año 2001 prevé un total de gastos de 51.895 millones de dólares, de los cuales mas del 20% se hallan afectados al pago de intereses de la deuda externa.
Por un préstamo de 100 millones de dólares, el Estado paga 13,91 % de interés. El índice dle riesgo país, en función del cual se pagan sobretasas financieras, salta, en poco tiempo, de 700 a 1.000.
El senador justicialista Eduardo Duhalde opina con certeza: "LA DIRIGENCIA POLÍTICA, EMPRESARIAL Y SINDICAL ES UNA MIERDA.EN GENERAL, HAY UNA DIRIGENCIA CON UNA MEDIOCRIDAD ABSOLUTA, DE CUARTA", en la cual "se incluyó" según acota un periodista."
En "Historia de la deuda externa argentina," Norberto Galasso, ps. 341-342.
PROF GB
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