Arédez vs. Blaquier, la batalla de Ledesma
Olga Márquez de Arédez se hizo conocida por marchar sola para que le devolvieran a su marido, Luis, secuestrado y desaparecido en una pequeña localidad jujeña. Se enfrentó a Ledesma, el gigante azucarero de Carlos Blaquier que rige el lugar, y poco antes de morir presentó un recurso de amparo colectivo por contaminación ambiental. La Justicia acaba de darle la razón a la empresa en un polémico fallo, que inicia otra etapa en la desigual lucha entre una Madre de Plaza de Mayo y una compañía de peso. Las acusaciones de sus hijos y allegados. Qué dicen desde la firma. El escenario, Libertador General San Martín, una ciudad llena de hollín y con olor a podrido las 24 horas.
Por Jairo Straccia
jstraccia@segundoenfoque.com.ar
A los 73 años y 16 días antes de morir, el 1º de marzo de 2005 Olga Márquez de Arédez presentó un recurso de amparo por contaminación ambiental contra el Ingenio Ledesma Sociedad Anónima Agrícola Industrial, la enorme empresa “dueña” de Libertador General San Martín, una pequeña ciudad de la provincia de Jujuy.
Olga es una emblemática Madre de Plaza de Mayo: su marido Luis, ex pediatra del sindicato e intendente local que en los 70 quiso cobrarle los impuestos a la firma, fue secuestrado durante la última dictadura por gendarmes a bordo de camionetas de la compañía y continúa desaparecido. Desde entonces, “la doctora Arédez” (era odontóloga) marchó sola por la plaza céntrica, pañuelo blanco en la cabeza, con el rostro de su esposo en un cartel (“tenemos que enterrar a nuestros muertos”, le había enseñado su madre, de chica[i]).
Esa mujer falleció el 17 de marzo del año pasado a causa de un carcinoma pulmonar originado, según sus médicos, por una bagazosis, la enfermedad respiratoria que produce el bagazo, el residuo de la caña de azúcar, que es la materia prima de la que se nutre este imperio del azúcar, el papel y sus derivados en la Argentina (ver aparte).
“Estando en cama, pidió a los abogados que viajen a Tucumán, donde vivió sus últimos días, y en 4 horas les explicó lo que ella quería”, recuerda María Adela Antokoletz, su amiga y compañera, que integra una comisión de seguimiento de la demanda, patrocinada por el Comité para la Defensa de la Salud, la Ética Profesional y los DDHH (CODESEDH).
De hecho, Norberto Liwski, presidente de esta ONG, es ahora el titular de la querella, porque menos de 24 horas después de la muerte de Márquez de Arédez, los defensores de Ledesma se presentaron para pedir el cierre de la causa. “Ella lo que quería era no morirse sin que se emplazara a Ledesma a que dejara de contaminar con el bagazo; no quería una reparación para sí, ni para sus hijos, quería que el pueblo resultara beneficiado”, cuenta Antokoletz en diálogo con Segundo Enfoque.
El amparo solicitaba a la Justicia intimar a Ledesma a que tomara los recaudos necesarios para que “se evite la contaminación producida por el bagazo de la caña de azúcar que afecta los derechos humanos a la salud y al medio ambiente de los vecinos de Libertador”.
El 22 de diciembre, la Justicia de San Pedro de Jujuy desestimó en primera instancia la presentación, basándose en una pericia que los querellantes cuestionan porque fue tomada por válida cuando la experta se excusó de hacer la parte central del estudio (ver aparte). Ahora el reclamo apuntará al máximo tribunal del distrito, aunque no descartan llegar a la Corte Suprema de la Nación y a tribunales internacionales.
La empresa, que lidera la producción azucarera nacional, prefiere el perfil bajo y, por supuesto, niega todas las acusaciones, las de antes y las de ahora. “Ledesma no proveyó personal, vehículos ni ningún otro elemento a las fuerzas armadas”, aseguraron voceros de la compañía a en diálogo con este medio y agregaron un dato al menos esperable: “No existe constancia alguna en los archivos de Ledesma de un préstamo de esta naturaleza”.
Respecto del amparo, obviamente se atienen a lo dicho por la Justicia y la pericia oficial, pero además la defensa aportó un estudio de Juan Antonio Mazzei que refiere que no hay sustento para el diagnóstico de bagazosis de Olga. Y otro de Aquiles Roncoroni que niega los vínculos entre ese mal y el cáncer de pulmón, que informes oficiales y los médicos de la Madre de Plaza de Mayo admiten.
“Si hubiera algo de Justicia –asegura Antokoletz- los jueces tendrían que dictar por su cuenta una indemnización al pueblo; no a Olga, al pueblo, a los que están vivos. Vivir en Ledesma es peligroso.”
Ciudad-empresa
Los querellantes aclaran que no buscan la clausura de la empresa fundada en 1908 y que hoy controla 35.000 hectáreas solo de tierra jujeña. Es que sencillamente, los 41.000 habitantes de Libertador –directa o indirectamente- viven (o mueren, según dicen algunos) según la voluntad de la corporación.
Que se quede, pero que trabaje “en otras condiciones”, pide Antokoletz. Cuentan los visitantes que al llegar a Ledesma (por gráfica metonimia hoy la ciudad es conocida directamente con el nombre del ingenio) el olfato es el primer sentido agredido. Un olor entre dulzón y a podrido domina el lugar, proveniente de la acumulación de residuos en el ingenio.
El CODESEDH certificó por escribano este paisaje al que, de todos modos, la gente se ha acostumbrado. “La existencia de parvas de bagazo en las adyacencias del casco urbano de la ciudad son de visibilidad pública para cualquier persona que ingresa en Libertador General San Martín”, consta en el amparo que también indica que muchas personas viven a poca distancia del propio ingenio.
Desde el edificio de Corrientes y Reconquista en Buenos Aires, la firma propiedad de la familia Blaquier reconoce que existe un depósito de fibra de caña en sus terrenos, pero aclara: “Debido al tratamiento que se realiza no produce efectos negativos sobre la salud de las personas que viven allí”.
Los habitantes deben barrer al menos dos veces por día sus patios para librarse del hollín que larga la imponente planta. “Cualquiera que vaya a Ledesma, puede percibir la contaminación que produce el Ingenio: una chimenea impresionante larga a la tardecita una ceniza que se va depositando en toda la ciudad”, manifestó el periodista Luis Bruschtein, hijo y hermano de desaparecidos, que compartió con Olga varias marchas y conversaciones (ver aparte).
Los abogados querellantes no pudieron encontrar estudios médicos sobre el impacto del bagazo en la población, y Ledesma resalta que según la cartera de Salud jujeña no se han registrado casos de bagazosis en los últimos cinco años.
Muchos creen, sin embargo, que hay un alto índice de enfermedades respiratorias. “Los médicos comentan, aunque no lo escriben, que los chicos nacen con problemas respiratorios, sobre todos los más humildes; hay quienes se han salvado, pero Olga no se salvó”, subraya Antokoletz, que al participar de la última marcha en julio tuvo náuseas por el olor y debió usar un barbijo para protegerse de las esporas que había en el aire.
El miedo
Pero quizás la enfermedad más palpable en los habitantes sea, según los allegados a los Arédez, el miedo. “El temor es una contaminación más”, sintetiza María Adela Antokoletz. “Cuando se va a Ledesma y se conversa, uno se da cuenta perfectamente del temor que se tiene; es imposible protestar contra Ledesma porque el que lo hace se queda sin trabajo, su hijo se queda sin trabajo y su nieto no va a entrar a Ledesma, a menos que tenga obsecuencia.”
Tamaña disciplina del silencio se ha consolidado a través de una historia muy oscura, que incluye mitos y realidades. Durante años existió, por caso, la “leyenda del familiar”, reflejada en un documental de Fernando Krichmar, de Grupo Cine Insurgente, llamado “Diablo, familia y propiedad”. Se trata de la creencia de que para que cada zafra fuera exitosa debía ser sacrificado un trabajador, que oportunamente desaparecía antes de la cosecha.
De acuerdo con Bruschtein, el caso de Libertador “representa la relación entre el poder político y el poder económico típica de hace un siglo en el país, con las grandes oligarquías”. “Ni siquiera es una relación de socios, sino más bien de empleados”, grafica.
Como empleados (o cómplices), los dueños de Ledesma cedieron 43 camionetas a la gendarmería para que secuestraran 400 trabajadores el 27 de julio de 1976, durante lo que se conoció como “La Noche del Apagón”, dado que para el operativo la municipalidad accedió a cortar la energía eléctrica. Hay 40 personas todavía desaparecidas.
“Ledesma niega terminantemente haber participado de alguna forma en la represión de aquellos años”, subrayaron fuentes de la empresa a Segundo Enfoque. Sin embargo, Alberto Lemos, gerente del ingenio en los 70, reconoció ante Olga Arédez haber tenido que ver en aquella oscuridad.
“Siempre digo que la población de Libertador, por más que dependa del Ingenio, tiene que decir en alguna instancia ‘hasta acá soporto toda esta complicidad del silencio’”, afirma Ricardo Arédez, uno de los cuatro hijos de Olga y Luis, en declaraciones a este sitio (ver aparte).
Cada mes de julio, en una fecha cercana al 27, militantes y organizaciones de todo el país llegan a la plaza donde Olga enfrentó la indiferencia y gritan a los pobladores y al Ingenio que hay sed de Justicia. La próxima marcha va a ser el 20 de julio de 2006. “Queremos insistir para que la población vaya perdiendo el miedo”, repite Arédez, con un tono calmo, sereno y firme, como el que caracterizó a su madre.
El legado
Hoy ya no hay Arédez en Libertador, pero queda la casa -que algunos proponen convertir en un museo de la memoria- y perdura, especialmente, la sensación de que “no se puede ser indiferente”, según Ricardo. El silencio ha comenzado a ser derrotado, piensan los que quieren a los Arédez.
En 2002 se estrenó un largometraje llamado Sol de Noche. La historia de Olga y Luis”, producido por el periodista y locutor Eduardo Aliverti y dirigido por Norberto Ludin y Pablo Milstein, con textos de Marcelo Birmajer.
Impresionante documento periodístico, contiene escalofriantes declaraciones del jefe de relaciones públicas de Ledesma en los 70, Mario Paz, (que se jacta de haber sabido coimear, de haber echado “él sólo a 10 mil” y de haber colaborado con la represión ilegal). También habla el cura de la localidad, Aurelio Martínez, quien culpó a los padres de la desaparición de sus propios hijos y aseguró: “A Luis Arédez lo echaron a perder desde el Partido Comunista, posiblemente”.
Sol de Noche nunca se vio en Libertador (claro, “el único cine está en el Ingenio”, señala Ricardo Arédez), pero sí se vio en distintos centros culturales y universidades de todo el país. La compañía, ante los contundentes dichos de Paz, sólo atina a atribuirlos a delirios de un hombre que transitaba sus últimos días.
Allí en Ledesma, la información sobre qué hace la empresa y qué medidas se presentan en su contra, como la actual contienda judicial, prácticamente no existe. Los familiares de amigos y detenidos en “La Noche del Apagón”, distribuyeron hace tiempo unos 1.000 panfletos contando sobre el amparo presentado. “Hay juicio contra Ledesma; por contaminar sin clemencia; y contra el estado de Jujuy; por constante negligencia”, dicen los panfletos, en verso y con dibujos para una fácil comprensión.
Pero la batalla es desigual. Recientemente, tras la sentencia, la empresa pasó por televisión un aviso en Libertador donde divulgó que para la Justicia el ingenio no contamina.
Afuera, no le es tan fácil transmitir ese mensaje. En 2005, un representante de la corporación Ledesma no pudo participar de un seminario sobre “Municipios Saludables”, donde había sido convocado por el Ministerio de Salud de la Nación. El CODESEDH puso ha disposición de la cartera sanitaria documentación sobre la presunta contaminación en Libertador y la invitación fue retirada.
Mientras tanto, crece el recuerdo de los Arédez, primero en el mundo y después en la localidad donde dieron batalla. La organización “Mil mujeres por la paz” propuso el año pasado una candidatura conjunta de 1.000 mujeres de todo el mundo al Premio Nobel de la Paz y entre ellas, estaba Olga Arédez. El gobierno de Néstor Kirchner también le hizo un reconocimiento en vida.
Aunque muchos la ignoraron cada jueves cuando caminó sola en la plaza, está renaciendo en la memoria de los pobladores de Ledesma y eso se refleja en la creciente participación local en las marchas de julio. “Últimamente –rememora Antokoletz- ibas con Olga por la calle, y te cruzabas con gente que le decía ‘adiós doctora, mire mi niño qué grande que está; el doctor se quedaba toda la noche cuidándolo’”.
“El símbolo es esa mujer que da vueltas sola en un pueblo del norte”, escribió Bruschtein en Página/12 el día después de la muerte de Olga. Hoy, parte de sus restos descansan –junto a los de Azucena Villaflor, otra legendaria Madre- en un pequeño pozo sobre el que plantaron flores, al pie de la pirámide de la Plaza de Mayo.
[i] Testimonio de Olga Arédez en la película Sol de Noche (2002 – “La Azotea”)
Prof GB