El paro nacional lanzado para hoy por parte de algunas centrales obreras abre el debate en torno a los modelos sindicales en pugna.
El paro nacional lanzado para hoy por parte de algunas centrales obreras abre el debate en torno a los modelos sindicales en pugna. La bandera de la eliminación del Impuesto a las Ganancias, sentida, por cierto, en algunos sectores de trabajadores con salarios altos, es una cuestión que merece precisiones.
Existe una diferencia concreta entre solicitar la eliminación del impuesto (4° categoría) y exigir la suba del piso imponible. En este sentido, el argumento de la eliminación está vinculado a una cuestión semántica que se agota rápidamente: el salario no es ganancia, por consiguiente el cambio nominal de la norma pondría en aprietos a quienes defienden esa posición, pues se estaría frente a un impuesto más que deben tributar los trabajadores.
Propugnar la eliminación de éste tributo también fuerza un escenario profundamente injusto, como concluir, a modo de ejemplo, que los CEO de las empresas no deban contribuir con su pago; es decir, los trabajadores que gozan del eslabón más alto de la cadena salarial estarían exentos.
La cuestión de fondo transita otro andarivel; Partiendo del reconocimiento de un proceso inflacionario, que efectivamente ha reducido su ritmo, pero ha producido, vía aumento de salarios por paritarias una presión que hace tributar a salarios que deberían estar exentos.
Concluida la ronda paritaria 2015 el alza del piso no imponible se torna incuestionable. Dicha presión tributaria no es homogénea, en cada sector del mundo laboral el efecto es distinto, pero en ningún caso consolida una cuestión mayoritaria. Esto conduce a una reflexión de acuerdo a la cual, siendo el paro nacional la máxima herramienta con la que cuenta el movimiento obrero, ponerla a disposición de una de las muchas reivindicaciones parciales, parece excesivo.
Un paro de alcance nacional, con el impacto político que esto representa se presta para otras consideraciones. Creo que indudablemente el tema que atraviesa la elección de esta táctica que ataca uno de los pocos impuestos progresivos del esquema tributario nacional, persigue objetivos políticos soslayados para la mayoría de la población.
Tres de las cinco centrales obreras se han sumado a la medida, pese a las profundas diferencias, solo las une la idea de destruir al kirchnerismo. Por un lado los criterios de sindicalismo empresario, conducido por Moyano, donde se desdibuja la separación de intereses, puesto que reúne en la misma persona a un gremialista y un empresario; le sigue un modelo sindical entreguista, directamente volcado a los intereses empresarios a costa de los derechos de los trabajadores, como el caso del Momo Venegas y Barrionuevo; y por último una visión ultra encarnada por Pablo Micheli en alianza con sectores trotskistas. Todos cierran filas en un diagnóstico que centra todos los males en el gobierno nacional. Todos los popes del sindicalismo a los que hago referencia son piezas estratégicas de armados políticos opositores, resultando altamente reprochable que se desvirtúe una medida gremial de estas características, bajo el paraguas de una reivindicación correcta. Sostengo que cualquier medida sindical debe explicarse a sí misma, cuestión que no acontece en este caso. Quizá, la acción consciente de quitar filo a la herramienta del paro nacional sea preparatoria; de convertirse en gobierno cualquiera de las opciones políticas que articulan con ellos, el paro nacional será necesario, pero estas maniobras hacen que ese escenario llegue debilitado.
Llama poderosamente la atención la debilidad de un diagnóstico que es incapaz de visualizar las presiones anti obreras ejercidas desde el poder real; nada dicen sobre la conducta especulativa del empresariado industrial, ni una sola palabra sobre la conducta usuraria y también especulativa de los bancos. No son capaces de señalar la apuesta por privar de divisas al país por parte del agro negocio. No reparan ni un segundo, por el contrario, suscriben acuerdos políticos con sectores que anuncian que de ganar las elecciones re instaurarán un modelo neo liberal.
La ceguera política de estos modelos sindicales, más allá de los reproches o salvedades particulares está asociado a la incomprensión del estado del proceso político actual; confunden coyuntura asociada al gobierno con el proceso histórico. Ninguno de estos sectores ha presentado las bases para un modelo sindical acorde al proceso que se atraviesa, no han podido identificar los instrumentos que el movimiento obrero requiere en esta etapa histórica.
La discusión no puede agotarse en el pago del impuesto a las ganancias, el criterio de unicidad sindical o la democratización gremial, también debe incluir un debate estructural sobre el modelo de país buscado.
Tampoco la responsabilidad de los cuadros de conducción del movimiento obrero, no pueden agotar su accionar político en la mera disputa salarial, complementariamente les asisten la responsabilidad ineludible de contribuir con acciones concretas a frenar la feroz apropiación del capital concentrado vía precios, atento que cualquier recomposición se verá licuada de no poner coto a la ambición desmedida de los formadores de precios.
Aquí se juegan las perspectivas de desarrollo de los trabajadores y, también la subsistencia de puestos de trabajos, atento que la erosión de salarios implican menos consumo, por consiguiente menor necesidad de producir, ergo despidos. Ellos quieren “enfriar la economía” para no tener que reinvertir, los trabajadores o actuamos coordinadamente o somos cómplices por omisión de esa conducta del capital.
Por último, siendo la industrialización del país un proceso contra natura para muchos sectores económicos y sociales, desde que las élites porteñas abrazaron el librecambismo a mediados del siglo XIX, destruyendo a las manufacturas criollas, desde que el imperialismo internacional forjó una distribución internacional del trabajo, relegando a la periferia, como Argentina, solo al rol agroexportador, su consolidación es trabajosa. Lograr concretar este objetivo, es decir, consolidar un proceso industrial, sin desempleo y con salarios altos, es una tarea política que requiere el juego coordinado de todos los actores del campo popular, como también del Estado. La convocatoria a una alianza táctica de todos los sectores del trabajo, es la carta con la cual el capital concentrado no cuenta. No espera este movimiento ofensivo, he allí su eficacia.
Existe una diferencia concreta entre solicitar la eliminación del impuesto (4° categoría) y exigir la suba del piso imponible. En este sentido, el argumento de la eliminación está vinculado a una cuestión semántica que se agota rápidamente: el salario no es ganancia, por consiguiente el cambio nominal de la norma pondría en aprietos a quienes defienden esa posición, pues se estaría frente a un impuesto más que deben tributar los trabajadores.
Propugnar la eliminación de éste tributo también fuerza un escenario profundamente injusto, como concluir, a modo de ejemplo, que los CEO de las empresas no deban contribuir con su pago; es decir, los trabajadores que gozan del eslabón más alto de la cadena salarial estarían exentos.
La cuestión de fondo transita otro andarivel; Partiendo del reconocimiento de un proceso inflacionario, que efectivamente ha reducido su ritmo, pero ha producido, vía aumento de salarios por paritarias una presión que hace tributar a salarios que deberían estar exentos.
Concluida la ronda paritaria 2015 el alza del piso no imponible se torna incuestionable. Dicha presión tributaria no es homogénea, en cada sector del mundo laboral el efecto es distinto, pero en ningún caso consolida una cuestión mayoritaria. Esto conduce a una reflexión de acuerdo a la cual, siendo el paro nacional la máxima herramienta con la que cuenta el movimiento obrero, ponerla a disposición de una de las muchas reivindicaciones parciales, parece excesivo.
Un paro de alcance nacional, con el impacto político que esto representa se presta para otras consideraciones. Creo que indudablemente el tema que atraviesa la elección de esta táctica que ataca uno de los pocos impuestos progresivos del esquema tributario nacional, persigue objetivos políticos soslayados para la mayoría de la población.
Tres de las cinco centrales obreras se han sumado a la medida, pese a las profundas diferencias, solo las une la idea de destruir al kirchnerismo. Por un lado los criterios de sindicalismo empresario, conducido por Moyano, donde se desdibuja la separación de intereses, puesto que reúne en la misma persona a un gremialista y un empresario; le sigue un modelo sindical entreguista, directamente volcado a los intereses empresarios a costa de los derechos de los trabajadores, como el caso del Momo Venegas y Barrionuevo; y por último una visión ultra encarnada por Pablo Micheli en alianza con sectores trotskistas. Todos cierran filas en un diagnóstico que centra todos los males en el gobierno nacional. Todos los popes del sindicalismo a los que hago referencia son piezas estratégicas de armados políticos opositores, resultando altamente reprochable que se desvirtúe una medida gremial de estas características, bajo el paraguas de una reivindicación correcta. Sostengo que cualquier medida sindical debe explicarse a sí misma, cuestión que no acontece en este caso. Quizá, la acción consciente de quitar filo a la herramienta del paro nacional sea preparatoria; de convertirse en gobierno cualquiera de las opciones políticas que articulan con ellos, el paro nacional será necesario, pero estas maniobras hacen que ese escenario llegue debilitado.
Llama poderosamente la atención la debilidad de un diagnóstico que es incapaz de visualizar las presiones anti obreras ejercidas desde el poder real; nada dicen sobre la conducta especulativa del empresariado industrial, ni una sola palabra sobre la conducta usuraria y también especulativa de los bancos. No son capaces de señalar la apuesta por privar de divisas al país por parte del agro negocio. No reparan ni un segundo, por el contrario, suscriben acuerdos políticos con sectores que anuncian que de ganar las elecciones re instaurarán un modelo neo liberal.
La ceguera política de estos modelos sindicales, más allá de los reproches o salvedades particulares está asociado a la incomprensión del estado del proceso político actual; confunden coyuntura asociada al gobierno con el proceso histórico. Ninguno de estos sectores ha presentado las bases para un modelo sindical acorde al proceso que se atraviesa, no han podido identificar los instrumentos que el movimiento obrero requiere en esta etapa histórica.
La discusión no puede agotarse en el pago del impuesto a las ganancias, el criterio de unicidad sindical o la democratización gremial, también debe incluir un debate estructural sobre el modelo de país buscado.
Tampoco la responsabilidad de los cuadros de conducción del movimiento obrero, no pueden agotar su accionar político en la mera disputa salarial, complementariamente les asisten la responsabilidad ineludible de contribuir con acciones concretas a frenar la feroz apropiación del capital concentrado vía precios, atento que cualquier recomposición se verá licuada de no poner coto a la ambición desmedida de los formadores de precios.
Aquí se juegan las perspectivas de desarrollo de los trabajadores y, también la subsistencia de puestos de trabajos, atento que la erosión de salarios implican menos consumo, por consiguiente menor necesidad de producir, ergo despidos. Ellos quieren “enfriar la economía” para no tener que reinvertir, los trabajadores o actuamos coordinadamente o somos cómplices por omisión de esa conducta del capital.
Por último, siendo la industrialización del país un proceso contra natura para muchos sectores económicos y sociales, desde que las élites porteñas abrazaron el librecambismo a mediados del siglo XIX, destruyendo a las manufacturas criollas, desde que el imperialismo internacional forjó una distribución internacional del trabajo, relegando a la periferia, como Argentina, solo al rol agroexportador, su consolidación es trabajosa. Lograr concretar este objetivo, es decir, consolidar un proceso industrial, sin desempleo y con salarios altos, es una tarea política que requiere el juego coordinado de todos los actores del campo popular, como también del Estado. La convocatoria a una alianza táctica de todos los sectores del trabajo, es la carta con la cual el capital concentrado no cuenta. No espera este movimiento ofensivo, he allí su eficacia.