lunes, 4 de noviembre de 2013

“Tengo sangre india, es hermoso; y estamos de pie, estamos vivos”

Tataranieta por lado paterno de cacique Guayraré, guaraní, Charo Bogarín nació cuando una dictadura se apagaba, septiembre del 72, en un pueblo de frontera donde “nos conocíamos todos”: Clorinda, Formosa. Y la dictadura siguiente le arrancó a su padre Pancho, administrativo de una empresa de colectivos, congresal del PJ provincial, creador del ballet folclórico Estampas Gauchas del Pilcomayo, “guerrero de palabras” (lo poetiza ella), desaparecido. Se lo llevaron una noche, a los 29 de él, de la casa de la abuela materna donde todos vivían y nadie portaba armas. Ella estaba por cumplir los 4. ¿Recordás algo de tu papá? No tengo recuerdos, tengo fotografías. Aunque creo recordar –porque antes de desaparecer en septiembre de 1976 es llevado como preso político el día del golpe, en marzo– una imagen: haberlo visitado en la cárcel de Formosa, donde estuvo como 40 días. Salió con media parálisis facial. Le advirtieron que deje de hablar, y él a espaldas de mi mamá siguió militando. Pero, bueno, era una generación muy idealista. Le ponían el corazón a las utopías, y no pensaban que iba a pasar el desastre que pasó. ¿Qué les contó tu mamá? Cuando preguntamos qué pasó con papá, nos habló desde un lugar de un no saber. Ahí uno se amiga con el no saber: cuando uno no sabe, también está bien. No tenés por qué saber todo. No saber implicó ese espacio de incertidumbre, pero yo no mamé el rencor, no mamé la venganza. No me deprimió, ni me resintió. Yo ni siquiera milité en HIJOS. Siempre fui por el lado del arte, de canalizar, transmitir y trascender desde otro lugar. Todo lo procesé de una manera más bien positiva. Tuvo una infancia “con lo justo, no nos sobraba nada” . Jefa de hogar a la fuerza, mamá Dora era maestra y llegó a tener tres trabajos juntos. Las nenas Bogarín estudiaron donde ella enseñó: primero en Clorinda y a partir de 1980 en Resistencia, donde fueron a vivir las tres. De la escuela chaqueña 42, estatal, el primer recuerdo es Gloria, la profesora de canto que descubrió los registros agudísimos de Charo, y le dio un rol solista en la Canción de la Amistad . Desde cuarto grado “siempre estuve metida en el coro de niños, me gustaba mucho cantar”. En séptimo fue capitana de vóley, por destreza y porque “me respetaban y me querían mucho, nunca estaba en conflicto con ninguna de ellas y podía manejar bien el grupo” . Era buena alumna: salió quinta en el cuadro de honor de primaria. Pero en la secundaria en la escuela nacional José María Paz de Resistencia “siempre me llevé materias; una, dos, hasta tres” . Ya estaba dedicada a la danza clásica, que empezó como un juego a los 7 años. Iba de 6 de la tarde a 10 de la noche; ahí tenía francés, piano, danzas clásicas, danzas modernas (Vangelis, Pink Floyd), danzas folclóricas. Canto, no (lo retomaría recién a los 28 años). Le encantaba la ropa y bailar “lentos” románticos de los 80 en boliches y casas de barrio. Escuchaba Madonna, Cindy Lauper, Annie Lennox, el Génesis de Phil Collins, The Cure. Y a los 17 se viene a Buenos Aires con su mejor amiga, Claudia Masin, escritora. Intenta entrar en el Colón primero y después en el San Martín, focalizada en ser bailarina, su etapa 1. Paciente, estudia un año más para rendir. Pero no entra. “Pensé que no tenía que seguir perdiendo el tiempo. Yo soy muy práctica y resolutiva. Esto no es, voy por otra cosa” . Sin drama, se vuelve. Y empieza la etapa 2: periodista (de estar metida en su mundo, se abre y pasa a comunicar). Ya escribía poemas y leía a Pizarnik y a Sylvia Plath; con la disciplina aprendida en la danza, en su año porteño había devorado los libros de su amiga estudiante de psicología: Freud, Kafka, De Beauvoir, metafísica, surrealismo; y afloró “la parte social” que trae de su papá idealizado. Estudió Comunicación Social, quedó embarazada de su hija, hizo la pasantía en El Diario (de Resistencia) y trabajó ahí 7 años. Escribió sobre economía, política, cultura y sociedad. Tuvo su momento “alternativo”; se rapó, iba a las raves (mucho Bjork, Portishead, Tricky) y dormía en la redacción. Llegó a ser vocal del gremio de prensa. Y en las fiestas sindicales resurgió su voz: a los colegas les cantaba boleros. ¿Por qué dejaste el diario? No me podía expresar, sacar lo que tengo adentro. Por eso empecé a buscar cómo salirme de ahí. Yo venía acá todos los años a ver recitales, una amiga me había mostrado a Lhasa de Sela y a Lila Downs, y otra amiga me dice: Charo, ¿por qué no te dedicás al canto? Consejo sabio. Me compré un micrófono, una consola de sonido, un baffle y una guitarra. Y empecé en mi casa, en los últimos años de periodista, a cantar mis canciones. Después junté a los mejores músicos electrónicos de Resistencia, que los conocía de la noche, y les dije quiero preparar 5 o 6 temas de Bjork, de Portishead, de Annie Lennox, ¿se copan? Se coparon. Y empezamos. Allá conociste a Diego (Pérez)... Sí. Hicimos primero pop electrónico, ganamos un concurso de MTV y después nació Tonolec. ¿Qué busca Tonolec? Buscamos tomar la austeridad y riqueza del sonido de la música de nuestros pueblos originarios, donde menos es más y lo complejo está en ser sencillos a la hora de elaborar una idea musical interesante. Parece que cantaras también con brazos, manos, pies... Para mí el cuerpo es el que canta. Y el cuerpo es la forma de la guitarra, tu caja de resonancia. ¿Tus cantoras referentes? Las mujeres qom, quechua, mapuche, y nuestras copleras del Norte. Son importantes también Violeta Parra y Chabuca Granda. Y Mercedes Sosa es un estandarte. ¿De qué se trata el arte? De comunicar, y de que tu mensaje llegue a destino. Porque si no llega a destino, no tiene mucho sentido. ¿Qué te significa el respeto? Cuidar al otro. ¿Te sentís del pueblo originario? Sí, me siento una mujer muy de la tierra y con las cualidades de nuestros pueblos originarios. Tenemos una fuerte historia de mujeres luchadoras, guerreras. Yo tengo sangre guaraní, y las mujeres guaraníes levantaron una nación ellas solas. Hay en nuestro ADN un espíritu y un traspaso histórico de información que está bueno llevarlo adelante con orgullo. Tengo sangre india, sí, es hermoso. Y más allá de tanta masacre que vivieron nuestros antepasados, hoy estamos de pie, estamos vivos. No pidiendo favores, no dando lástima. Bien plantados. ¿Qué valores pueden transmitir los pueblos originarios? Valores vinculados al silencio, a la mirada reposada, a no emitir tanto juicio de valor sobre cosas que están pasando, porque necesitamos una perspectiva para evaluar. Y ellos saben que los tiempos no son los que corren, sino los de uno; hay que bajar 50 cambios a cómo venimos transitando la vida. ¿Qué es la música para el pueblo qom y qué es para vos? Para los qom, el canto tiene un sentido espiritual muy fuerte ligado a ceremonias iniciáticas de celebración y sanción. Para mí la música es mi modo de expresión y yo misma soy un canal de transmisión de esta energía sonora y vibrante. ¿De qué te arrepentís? De llegar a estados de angustias o estrés por asumir más actividades de las que puedo. Desaparecido, ¿qué te dice? Es como una obra abierta, una incertidumbre, algo que no está resuelto. Ser un desaparecido es tener un final que no está escrito. Porque aún hoy no sé lo que pasó con mi padre, por qué no se encuentra su cuerpo. ¿Qué valor esencial te gustaría legarle a tu hija? Quererse y respetarse a sí misma.

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