lunes, 4 de noviembre de 2013
Los padres de los chicos asesinados en San Martín cuentan su pesadilla
Conviven con los verdugos de sus hijos, que controlan los barrios Cárcova e Independencia. La justicia no resolvió los crímenes y no hay un solo detenido. La policía no entra a la zona conflictiva, donde hay tiroteos casi todos los días.
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Nota de Tiempo Argentino
No hace falta ir a Rosario para morir por una bala narco. Tampoco visitar Córdoba para toparse con un grupo de policías que mantiene estrechos vínculos con los dueños de los barrios donde la venta de cocaína es una de las principales fuentes de ingreso de los vecinos. Basta con subirse al auto y manejar hasta San Martín, el municipio que en las últimas décadas se transformó en uno de los bastiones del narcomenudeo en la provincia de Buenos Aires.
Esta semana el incendio parcial de la comisaría cuarta de José León Suarez convocó a la prensa, que espantada prestó los micrófonos al reclamo de los vecinos de los barrios Cárcova e Independencia, también conocido como Curita. Pero cuando se apagaron las luces de las cámaras y los móviles volvieron a cruzar la General Paz, los vecinos tuvieron que regresar a sus casas, a convivir bajo la lógica de la permanente pesadilla y la impunidad.
Los barrios Curita y Cárcova están divididos por las vías de la ex línea Mitre. La realidad allí es espesa, está ceñida de sangre y barro. Ocurre que en los últimos años los tiroteos florecieron en cada uno de los pasillos y las esquinas. Y cada vez son más los adolescentes que eligen ser soldados de los dealers y no respetan horarios para arreglar sus asuntos.
"A la noche acá no se puede vivir, me quiero mudar y no puedo irme. Toda las noches se oyen disparos y tengo miedo que me maten otro hijo", dijo Juan Ledesma, padre de Enzo, el niño de 13 años que fue asesinado de dos tiros por la espalda por un soldado de "Bebote", vendedor de drogas de La Cárcova, con quien la víctima había discutido horas antes (ver columna de opinión).
La muerte de Enzo no fue una excepción. Hace rato que la sangre derramada en vano dejó de ser novedad para los vecinos. El 20 de agosto pasado, Graciela volvió a Curita en remís junto a Ivonne, su hija de diez años. Al bajar del auto, la mujer escuchó una explosión. Se agachó y cubrió su cabeza con ambas manos de puro instinto, conocedora de la costumbre que comparten algunos jóvenes, que suelen ajustar a tiros las diferencias. La que no tuvo reflejos fue Ivonne, que recibió el disparo en la cabeza y murió el 14 de septiembre. El caso no tiene detenidos, pese a que la familia de la nena suele toparse con el homicida cada día por las calles del barrio.
"Fue un solo tiro. El asesino, Hernán Fiorentino, disparó contra otro chico y mató a mi hija. En este barrio todas las semanas hay un velatorio, no es lógico vivir así", explicó Graciela, que añadió: "Hace unos meses, en una tarde de lluvia, acá había una marcha en reclamo de justicia. La ví pasar y pensé 'pará que voy a ir, me voy a mojar toda'. Jamás imaginé que hoy estaría de este lado".
A Christian Exequiel Mojica lo mataron por el color del pelo. El muchacho, de 20 años, padre un bebé, fue asesinado tres días antes de que balearan a Ivonne. El 17 de agosto, Christian cayó bajo la furia de Miguel Jara, que le pegó tres tiros porque lo confundió con el ladrón que había robado a su empleada. "Jara mató a mi hermano porque creyó que le había robado a una de las mujeres que levantaba quiniela clandestina para él. Se equivocó de persona, porque el ladrón era colorado como Christian. Ahora el asesino está prófugo, levantó a su ex mujer, que vivía en el barrio, y se la llevó", contó Hernán. "Lo peor –agregó– es que hubo muchos casos más que no salieron a la luz. Nosotros nos encontramos en la manifestación por Enzo y recién en ese momento la prensa se enteró lo que está pasando acá".
María Astudillo parió 14 hijos sin anestesia. Tiene 47 años y la mirada delata que hasta respirar le duele. Vivió toda su vida en Curita y no piensa irse a ningún lado. No teme, sólo mastica bronca. El 28 de enero, su hijo Rubén Navarro fue baleado en Cárcova. Tenía 16 años y había ido a comprar marihuana. Cuando volvía a su barrio, recibió una ráfaga de ocho tiros. El asesino tenía una ametralladora y respondía a Ceferino Benítez, cabeza visible de los vendedores de droga. Rubén murió el 11 de marzo y el caso también continúa impune.
"Los que mataron a Rubén ya habían asesinado a otra chica, que al igual que Ivonne tuvo la mala suerte de quedar en medio de un tiroteo. Lidia Quinteros, suegra de Ceferino, los cobija en la planta de reciclaje 'Tren Blanco' y son intocables. Tienen vínculos con la policía, andan armados a la luz del día, pero hagan lo que hagan siempre están ahí. No sé cómo hacen pero nunca caen", agregó Mayra, la cuñada de Rubén.
Por su parte, Silvina, amiga de la familia de Ivonne, contó que meses atrás fue testigo involuntaria de una situación que muestra cómo se vive en Curita. "Una tarde –recordó– escuché gritos, me asomé y ví a un vecinito mío que no tiene más de 13 años. El pibe se acercó a un hombre mayor y le dijo que no lo tratara más como un gil. Entonces le pegó un tiro en la pierna y antes de irse, le avisó que si no se rescataba, iba a matarlo".
"Estaría bueno que dejemos de tener miedo y salgamos a denunciar lo que está pasando en nuestros barrios. Tenemos que lograr que los policías corruptos no sean trasladados a otra comisaría, sino que sean expulsados por ladrones. Tenemos que dejar el temor de lado, por más que te vean en una marcha y después vengan a pegarte un tiro", pidió la chica.
Durante la entrevista con Tiempo Argentino los vecinos coincidieron en la mayoría de las cosas. Sólo hay algo en lo que no lograron ponerse de acuerdo: las cifras de los que fueron silenciados por la pólvora. Según ellos, serían más de 20 las muertes ocurridas en los últimos dos años. Sin embargo, para ilustrar la realidad de estos barrios nada mejor que las palabras de Gabriel Katopodis, intendente de San Martín, quien tiempo atrás reconoció que "la delincuencia y el narcotráfico consideran a San Martín como un territorio sin ley".
En 2012, durante la apertura de las sesiones del Concejo Deliberante, el jefe comunal cerró su discurso de la siguiente manera: "El sentimiento más extendido entre los vecinos es la desesperanza y la falta de identidad con el Partido". No estaba equivocado. «
El dato
Policías en acción
El 3 de febrero de 2011, Franco Almirón, de 17 años, y Mauricio Ramos, de 19, fueron ejecutados por agentes de la Bonaerense luego del descarrilamiento de un tren frente al barrio Cárcova. Joaquín Romero se salvó de milagro.
La cifra
20 homicidios se produjeron en los últimos dos años en los barrios Cárcova e Independencia, en el partido bonaerense de San Martín. En el lugar campea la impunidad.
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OPINIÓN
Familias rehenes de soldados de la droga
Por Juan Alonso
Juan Ledesma y Marisa Ibarra, los padres de Enzo, de 13 años, asesinado de un disparo en José León Suárez, viven desesperados por las amenazas. "No sabe lo que es vivir acá una noche, se escuchan balazos por todos lados y tengo mucho miedo de que estos tipos maten a alguien más de mi familia", se excusa Juan, quien había dado su palabra para participar de esta nota, aunque acorralado por el pánico de los pandillas narco de la zona, eligió guardar un prudente silencio.
El Estado no entra al barrio. O mejor dicho, sólo ingresan las ambulancia a buscar cadáveres –en su mayoría de chicos y jóvenes pobres–rehenes de los soldaditos del paco. La Bonaerense, ese ejército insomne, prefiere mirar para otro lado como parte de una estrategia dilatoria. Pareciera que quieren que sigan muriendo niños pobres e inocentes, mientras dejan abandonado el territorio para que lo exploten los grupos de narcos al menudeo, que azotan las calles con escopetas y pistolas.
Este problema social no se soluciona con más patrulleros. Si un pibe elige ser sicario por 100 pesos en vez de ir al colegio y ser contenido por sus padres, significa que hay un cambio de paradigma en sectores del Conurbano. No hace falta viajar a Rosario para ver a chicos "enfierrados" con ansías de matar. Claro que si esto sucediera en Recoleta, eso que llamamos gentilmente opinión pública, se escandalizaría. Pero como sucede en los arrabales de los arrabales no le importa a nadie. Desde 2010 hemos publicado al menos cinco investigaciones sobre los narcos de San Martín. Hay que hacerse cargo.
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