viernes, 22 de noviembre de 2013
El regreso de Cristina
El regreso de Cristina: cambios, cachorros y mastines
Por Eduardo Blaustein
La Presidenta volvió con perrito, medio luto, ejerciendo liderazgo, con polenta. No hubo sobresaltos en su ausencia, y en horas demostró con inusitada potencia aquello que más sabe: la capacidad de iniciativa política. El que habla de fin de ciclo se apura un poco.Fueron tres secuencias, ultra rápidas, aunque con un paréntesis breve entre la segunda y la tercera. Primero fue el video de retorno de la Presidenta con Simón, el cachorrito blanco y “chavista”. Se trató de un distendido e interesante modo de retomar funciones mediante un mensaje que humanizó a la figura presidencial. Inmediatamente después vino la firmeza: anuncios importantes sobre cambios en el gabinete. Y al día siguiente otra novedad aún más poderosa: la salida de Guillermo Moreno.
El reposo de seis semanas de la Presidenta –durante el cual no se derrumbaron ni cielos, ni montañas, ni gobernabilidades– parece haber sido una pausa larga en la línea de cambios inaugurada por Cristina Fernández de Kirchner tras el mal resultado electoral en las legislativas: diálogos multisectoriales, reconocimiento de problemas como el inflacionario, ronda interrumpida de entrevistas periodísticas. Ahora, cambios fuertes en el gabinete. La señal es de escucha del mensaje electoral.
Antes de la ida de Moreno, fueron las salidas un tanto ruidosas de dos “progres” del gabinete: Juan Manuel Abal Medina y Mercedes Marcó del Pont, y la incorporación de Jorge Capitanich. El chaqueño es un político con unas cuantas ideas conservadoras –no necesariamente en todos los temas de la economía o de ciertas políticas públicas–, experimentado, de discurso consistente. Junto a los otros cambios, la llegada de Capitanich debe relacionarse con la clásica necesidad de “oxigenar” pero también la de sintonizar y contener a la tropa de gobernadores y del peronismo territorial.
Tan importante como la salida de Moreno y la incorporación del gobernador del Chaco es la designación como ministro de Economía de mayor perfil de un notorio, Axel Kiciloff, el muchacho que hace gritar a las chicas por lo bonito pero más aún al establishment conservador por su rescate de Keynes y sus clases de teoría económica marxista en la academia. La gran pregunta: ¿habrá competencia de protagonismo, de ideas y acaso de gestión entre Capitanich y Kicillof? Ambos alguna vez trabajaron juntos. El desafío de hacerlo con mayores responsabilidades y buena sintonía es otra cosa.
El otro cambio
Menos ruidosa y más previsible fue la salida de Hernán Lorenzino, condenado a cierta dilución y subordinación. Sin embargo Lorenzino continuará ejerciendo tareas de su especialidad en un tema crucial: la renegociación de la deuda, incluido el Club de París.
Juan Manuel Abal Medina, hijo de un peronista histórico, pudo ser calificado alguna vez como chico 10 del frepasismo, muy cercano en su momento a Chacho Álvarez, egresado brillante de la carrera de Ciencias Políticas. Sin embargo no alcanzó a rendirle al Gobierno lo que acaso se esperaba de él: sea porque la centralidad de Cristina y de los secretarios de la Presidencia y Legal y Técnica se lo impidieron o porque él mismo optó por opacarse en un rol algo irrelevante, mixtura de vocero, repetidor y administrador hasta ahí de asuntos múltiples.
A la Presidenta, por cercanía afectiva e ideológica, le debe haber costado mucho quitarle la jefatura del Banco Central a Mercedes Marcó del Pont, y el kirchnerismo mismo no supo potenciar mejor a esa figura sonriente que en sus años mozos pasó por el desarrollismo. Todos los cambios en el área económica son fruto de dos asuntos centrales: la necesidad de dar una respuesta a la demanda social de cambios que permitan superar obstáculos en la gestión –comenzando por la inflación y la caída de reservas– y ordenar las internas entre funcionarios derivadas de miradas distintas.
La cabeza que más ruido hizo al caer es la de Moreno, un mastín si se lo compara con el cachorro Simón. Hombre demonizado hasta el infinito, peleador de modos más que opinables, enfrentó con dignidad unas cuantas batallas pero perdió las principales: inflación, política cambiaria, blanqueo. Fracasó en anuncios fieros como los lanzamientos de la Súper Card y los Cedines. La intervención del INDEC fue un error enorme, bancado demasiado tiempo desde el Gobierno, que sufrió horrores por esa pifia.
Hablando de economía e INDEC, en poco tiempo habrá algo que el Gobierno por fin podrá mostrar acaso en su provecho: en febrero se anunciarán los primeros datos sobre estadísticas, incluyendo los de los aumentos de precios, según una nueva técnica de medición (muy) largamente consensuada con técnicos del FMI.
Interpretaciones, preguntas
Queda por saber si habrá algún otro cambio en el gabinete. Entre ellas, la de quien encabeza el ministerio de Salud. Allí, el tucumano Luis Manzur –que debería asumir su banca de diputado– lleva años con una gestión bastante menos interesante que la del promedio de las políticas oficiales. Como se esperaba, Norberto Yauhar, titular de Agricultura, tras haber presentado su renuncia deja su cargo luego de la derrota en las elecciones legislativas en Chubut. Su reemplazante, Carlos Casamiquela, es un hombre de carrera en el INTA, una institución de prestigio vinculada con el rol estatal, que tiene mucho para dar de sí.
Hay otras preguntas sobre todos estos cambios. ¿Se trata también de elevar el perfil de algunos de los integrantes del gabinete para paliar el efecto Crisdependencia? ¿De ingresar en la grilla de los presidenciables a Capitanich? ¿O de proteger a otro gobernador aún más cercano al kirchnerismo, Sergio Uribarri, que también sonaba para el cargo de Jefe de Gabinete, para no exponerlo a la furia de los medios opositores? En la mirada general, ahora hay chances relativamente parejas para Capitanich, Uribarri y Scioli. Demasiado pronto para esas profecías.
Más preguntas. ¿Los cambios de gabinete implican otro rumbo hacia cierta ortodoxia económica, hacia más pragmatismo o en dirección a lo que el establishment llamaría políticas más amigables con los mercados? El ADN del kirchnerismo o el ascenso de un Kicillof que tendrá menos internas que afrontar no parecen sugerir la última alternativa. La designación de Carlos Fábrega al frente del Banco Central, ni cristinismo ni ortodoxia, parece ir por el medio, huele más a pragmatismo y a búsqueda de sintonía fina que a ideología.
La Presidenta volvió con cachorro, medio luto, ejerciendo liderazgo, con polenta. No hubo sobresaltos en su ausencia, y en horas demostró con inusitada potencia aquello que más sabe: la capacidad de iniciativa política, en los mismos días en que se discute rumbo a su aprobación el nuevo Código Civil o se anuncia el adelanto de la llegada de nuevas formaciones ferroviarias. El que diga que el fin de ciclo está entre nosotros, se apura un poco.
DZ/sc
Fuente Redacción Z
Diario Z
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