Los que menos tienen y los que acumulan
Por Jorge Muracciole
Un nuevo verano austral atraviesa las vidas de los argentinos. Seguramente después de las fiestas de Fin de Año el pensamiento de la ciudadanía estará centrado en la cuenta regresiva del inicio de sus vacaciones. Pero más allá de ese común denominador que genera la fiebre veraniega, las profundas distancias entre los que menos tienen y los que claman por el fin del cepo cambiario se expresan en múltiples indicadores que se tornan incontrastables.
Unos, los que apenas llegan a fin de mes, cambiarán su rutina laboral por unos días arreglando cosas en la casita aún sin terminar, con el consuelo de estar trabajando en mejoras que redundarán en su vida en familia. Alguna escapada al arroyo más cercano y la posibilidad de extender el horario nocturno, antes de ir a descansar, tomando fresco en el terreno que desde hace poco tiempo escrituraron a su nombre por el plan de regularización de asentamientos territoriales.
Por Jorge Muracciole
Un nuevo verano austral atraviesa las vidas de los argentinos. Seguramente después de las fiestas de Fin de Año el pensamiento de la ciudadanía estará centrado en la cuenta regresiva del inicio de sus vacaciones. Pero más allá de ese común denominador que genera la fiebre veraniega, las profundas distancias entre los que menos tienen y los que claman por el fin del cepo cambiario se expresan en múltiples indicadores que se tornan incontrastables.
Unos, los que apenas llegan a fin de mes, cambiarán su rutina laboral por unos días arreglando cosas en la casita aún sin terminar, con el consuelo de estar trabajando en mejoras que redundarán en su vida en familia. Alguna escapada al arroyo más cercano y la posibilidad de extender el horario nocturno, antes de ir a descansar, tomando fresco en el terreno que desde hace poco tiempo escrituraron a su nombre por el plan de regularización de asentamientos territoriales.
Para aquellos centenares de miles que recuperaron un trabajo en blanco y pueden tomarse vacaciones pagas en su laburo, si consiguieron ahorrar unos pesos en el transcurso del año, o en su defecto haciendo uso de sus tarjetas, significará irse unos días a la costa. Siempre que hayan tenido la suerte de conseguir cupos en la amplia red de hoteles sindicales, aunque más no sea un fin de semana largo o, en su defecto, turnarse con un familiar cercano o amigos en algún chalecito o departamento en la extensa costa del Atlántico Sur.
Para el trabajador de cuello y corbata las alternativas de compartir el alquiler un chalecito con amigos prorrateando la quincena, le permitirá garantizar su semana larga en la sierra o en la costa. O el alquiler de una cabaña que le permitirá poner a prueba en una larga travesía su 0 km, adquirido en cuotas, y disfrutar de unas vacaciones distintas en un paraje paradisíaco del sur cordillerano.
Aquellos con salarios más elevados podrán aprovechar el mix de tarjeta y dólar bajo, para finanaciarse el paseo, según sus posibilidades, por balnearios cariocas o del sur brasileño. Para ese grupo selecto que tiene el privilegio de ingresos en cinco cifras –y que conforman un heterogéneo conglomerado constituido por propietarios agrarios enriquecidos con el boom de los precios internacionales de la soja de la última década, ademas de otros grandes y medianos rentistas rurales y urbanos, como también profesionales de actividades liberales de ingresos altos o cargos gerenciales de empresas multinacionales–, seguramente distribuirán su tiempo vacacional en veraneos en balnearios top de la Argentina, o en sus propiedades en Punta del Este, intercalando las estadías veraniegas con los habituales viajes de placer en el invierno austral al Viejo Continente, o a la Península de Florida, o la mismísima New York en Estados Unidos de América.
Estas amplísimas y desiguales formas de vacacionar, no sólo expresan los dispares niveles de ingresos entre propietarios y trabajadores sino que, en esa suerte de degrade de capacidades adquisitivas, la amplitud de rango de esa heterogénea constelación salarial entre un trabajador en negro, un empleado incluido en normas convencionales y las diversas categorías de asalariados de alto rango. Más allá de esta clasificación existe esa élite que no supera el 1% de la población, donde los tours de placer, las recurrentes vacaciones y los viajes de negocio son una intrincada madeja de difícil separación. A estos se los identifica de manera genérica con familias que durante décadas han decidido el destino de nuestro país. Esas grandes fortunas que entrelazan el histórico poder económico con el capital financiero, la renta diferencial de la tierra, y sus múltiples y diversificadas relaciones internacionales en el actual escenario de globalización. Ellos forman parte del llamado poder real más allá de los votos, la legalidad democrática y las vicisitudes de una supuesta voluntad soberana de la ciudadanía.
La paradoja de estas desiguales formas de vida y sus correspondientes usos del ocio tienen consecuencias en la subjetividad de los distintos grupos sociales que la conforman y su singular cosmovisión de la sociedad que les toca vivir. Lo curioso es que, a pesar de su trabajosa existencia y sus modestos lapsos vacacionales, los sectores más vulnerables de la sociedad post Convertibilidad valoran en general los logros en materia de inclusión y sus pequeño grandes progresos en materia de existencia cotidiana en términos comparativos respecto del lugar que ocupaban en el modelo neoliberal de los años noventa. Lo cierto es que en el imaginario de los nuevos incluidos y asalariados de capas bajas, el proyecto de desarrollo con inclusión es, a pesar de las asignaturas pendientes y de ciertas privaciones, una realidad y una esperanza de mejoras en su calidad de vida de cara al futuro.
Paradójicamente, según se va subiendo en la escala salarial o en los niveles de ingresos, las visiones del proyecto en curso van perdiendo adeptos.
Y en los asalariados de alto rango que ocupan puestos más cercanos a las gerencias, la tendencia crítica crece, a pesar de la existencia de no pocas excepciones. Cuando se llega a la cúspide de la pirámide social, la relación de la base favorable a las políticas de Estado se invierte en una posición claramente crítica a las políticas kirchneristas, en una suerte de cosmovisión que añora el disciplinamiento del Estado a las necesidades del capital y las grandes corporaciones, con un potente reforzamiento mediático de los medios conservadores. En busca de la consolidación de un sentido común que ligue a importantes sectores de los trabajadores al ideario privatista y neoliberal. En materia de paradojas el verano no será la excepción: los que menos tienen seguirán demostrando su infinita paciencia, en contraposición con aquellos a los que mejor les va, a pesar de ser parte determinante de los indignados del cepo cambiario, la inseguridad delincuencial y convertirse en los sempiternos adalides del libre mercado.
31/12/12 Tiempo Argentino
Para el trabajador de cuello y corbata las alternativas de compartir el alquiler un chalecito con amigos prorrateando la quincena, le permitirá garantizar su semana larga en la sierra o en la costa. O el alquiler de una cabaña que le permitirá poner a prueba en una larga travesía su 0 km, adquirido en cuotas, y disfrutar de unas vacaciones distintas en un paraje paradisíaco del sur cordillerano.
Aquellos con salarios más elevados podrán aprovechar el mix de tarjeta y dólar bajo, para finanaciarse el paseo, según sus posibilidades, por balnearios cariocas o del sur brasileño. Para ese grupo selecto que tiene el privilegio de ingresos en cinco cifras –y que conforman un heterogéneo conglomerado constituido por propietarios agrarios enriquecidos con el boom de los precios internacionales de la soja de la última década, ademas de otros grandes y medianos rentistas rurales y urbanos, como también profesionales de actividades liberales de ingresos altos o cargos gerenciales de empresas multinacionales–, seguramente distribuirán su tiempo vacacional en veraneos en balnearios top de la Argentina, o en sus propiedades en Punta del Este, intercalando las estadías veraniegas con los habituales viajes de placer en el invierno austral al Viejo Continente, o a la Península de Florida, o la mismísima New York en Estados Unidos de América.
Estas amplísimas y desiguales formas de vacacionar, no sólo expresan los dispares niveles de ingresos entre propietarios y trabajadores sino que, en esa suerte de degrade de capacidades adquisitivas, la amplitud de rango de esa heterogénea constelación salarial entre un trabajador en negro, un empleado incluido en normas convencionales y las diversas categorías de asalariados de alto rango. Más allá de esta clasificación existe esa élite que no supera el 1% de la población, donde los tours de placer, las recurrentes vacaciones y los viajes de negocio son una intrincada madeja de difícil separación. A estos se los identifica de manera genérica con familias que durante décadas han decidido el destino de nuestro país. Esas grandes fortunas que entrelazan el histórico poder económico con el capital financiero, la renta diferencial de la tierra, y sus múltiples y diversificadas relaciones internacionales en el actual escenario de globalización. Ellos forman parte del llamado poder real más allá de los votos, la legalidad democrática y las vicisitudes de una supuesta voluntad soberana de la ciudadanía.
La paradoja de estas desiguales formas de vida y sus correspondientes usos del ocio tienen consecuencias en la subjetividad de los distintos grupos sociales que la conforman y su singular cosmovisión de la sociedad que les toca vivir. Lo curioso es que, a pesar de su trabajosa existencia y sus modestos lapsos vacacionales, los sectores más vulnerables de la sociedad post Convertibilidad valoran en general los logros en materia de inclusión y sus pequeño grandes progresos en materia de existencia cotidiana en términos comparativos respecto del lugar que ocupaban en el modelo neoliberal de los años noventa. Lo cierto es que en el imaginario de los nuevos incluidos y asalariados de capas bajas, el proyecto de desarrollo con inclusión es, a pesar de las asignaturas pendientes y de ciertas privaciones, una realidad y una esperanza de mejoras en su calidad de vida de cara al futuro.
Paradójicamente, según se va subiendo en la escala salarial o en los niveles de ingresos, las visiones del proyecto en curso van perdiendo adeptos.
Y en los asalariados de alto rango que ocupan puestos más cercanos a las gerencias, la tendencia crítica crece, a pesar de la existencia de no pocas excepciones. Cuando se llega a la cúspide de la pirámide social, la relación de la base favorable a las políticas de Estado se invierte en una posición claramente crítica a las políticas kirchneristas, en una suerte de cosmovisión que añora el disciplinamiento del Estado a las necesidades del capital y las grandes corporaciones, con un potente reforzamiento mediático de los medios conservadores. En busca de la consolidación de un sentido común que ligue a importantes sectores de los trabajadores al ideario privatista y neoliberal. En materia de paradojas el verano no será la excepción: los que menos tienen seguirán demostrando su infinita paciencia, en contraposición con aquellos a los que mejor les va, a pesar de ser parte determinante de los indignados del cepo cambiario, la inseguridad delincuencial y convertirse en los sempiternos adalides del libre mercado.
31/12/12 Tiempo Argentino
GB
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