lunes, 13 de julio de 2015

Soberanía popular

Lo que ocurre en la tierra de Pericles, Aristóteles y Platón es una muestra del actual estadío de la globalización financiera.

Soberanía popular
El domingo 5 de julio el pueblo griego dio un contundente No a las políticas de austeridad dictaminadas por las instituciones europeas , la troika, conformada por el Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea. Más allá de la magnitud del acontecimiento que dejó en claro la voluntad soberana del pueblo griego, para los principales referentes políticos de la Eurozona, no significó un replanteo en sus aspiraciones de profundizar el ajuste en la diezmada economía griega, que retrocedió desde hace cinco años en un 25% de su Producto Bruto Interno.
Tan sólo comenzaron a diferenciarse en sus posicionamientos entre el ala más dura encabezada por el ministro de finanzas alemán Wolfgang Schäuble, que junto con los representantes de los gobiernos de Holanda, Países Bálticos, Polonia, Eslovenia y Eslovaquia, consideran como lo más conveniente la salida de Grecia del euro, a diferencia del pragmatismo ajustista del ala socialdemócrata del Eurogrupo con Francia e Italia exigiendo "seriedad" al gobierno de Syriza en su nueva propuesta a los acreedores pero dejando la puerta abierta a una negociación que permita evitar la salida del país heleno del espacio euro.
En el transcurrir de los días, la intransigencia de los socios europeos, y la falta de un plan B del gobierno de Syriza, fueron llevando a un callejón sin salida a un gobierno fortalecido internamente por el referéndum, pero dramáticamente dependiente de la escasa voluntad flexibilizadora de los acreedores. Dicho escenario hizo inevitable una última propuesta del gobierno heleno, ante las instituciones continentales distinta a los presupuestos programáticos que llevaron a Alexis Tsipras a ganar las elecciones de enero de este año.
Así fue como el 11 de julio, ante el Parlamento griego, el primer ministro se sinceró, admitiendo que había hecho muchas concesiones en la propuesta enviada a los acreedores respecto de su programa inicial, a cambio de mantener al país en el euro y conseguir financiación, un paquete de inversiones y la reestructuración de la deuda.
Seguramente esta difícil decisión ha traído desánimo en grandes sectores de la población que expresó en el referéndum su oposición a las políticas de austeridad. Lo cierto es que una propuesta afín a las definiciones programáticas de Syriza hubiera llevado a una ruptura con la irreversible salida del euro, salida que no necesariamente cuenta con el consenso de la mayoría del pueblo griego. 
Un informe del Financial Times del 1 de julio de 2015 constataba que la polarización inducida por el referéndum planteado a las ciudadanas y ciudadanos griegos el 5 de julio ponía de manifiesto "la división entre las clases superiores, que consideran el euro como el símbolo de la prosperidad y de su identidad europea (y temen por el valor de sus propiedades y sus cuentas bancarias) y las clases obreras que han visto cómo sus salarios, sus posibilidades de trabajo y la financiación del Estado (los servicios públicos) han sido diezmados bajo los efectos de los programas de rescate a las entidades bancarias implantados desde 2010".
Como destaca el economista Sami Nair, "probablemente por alguna cosa que no figure en el acuerdo y que es esencial para Tsipras, ha permitido la negociación a cambio de concesiones, de la condonación de una parte de la deuda. Si no el giro griego sería suicida de cara a su electorado e irresponsable para la Unión Europea", ya que sólo así se podría activar la maltrecha economía griega y hacer frente a las acuciantes necesidades de la población. Con dicha condonación, se aliviaría el exacerbado peso de la deuda. Que por otro lado fue definida por la Comisión de la Verdad sobre la naturaleza de la deuda, como ilegítima, inconstitucional y odiosa. 
De no ser así, volveremos a vivir un nuevo acto de esta tragedia que no es tan sólo griega, sino una tragedia europea, compartida por la incapacidad de las instituciones continentales para gestionar una crisis cada vez más aguda. Que de no cambiar su políticas monetaristas , generaran efectos propios de un dogmatismo austericida, que no escatima en su elevadísimo costo social. De ser así lo que está ocurriendo en la tierra de Pericles, Aristóteles y Platón es una muestra evidente de que en el actual estadío de la globalización financiera, los límites de la soberanía popular expresada en las urnas son un hecho que ha venido para quedarse de forma estructural

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