domingo, 19 de julio de 2015

Las palabras y los cosos Por Miguel Russo

En 1974, Jorge Luis Borges escribía en el prólogo a una edición del Facundo (en relación con su repetida boutade sobre los libros con que se simboliza una Nación), que “las afirmaciones categóricas no son caminos de convicción sino de polémica”.

Poco y nada parece haberse aprendido de aquella advertencia. Pruebas hubo, hay y habrá siempre en territorio nacional. Por ejemplo, la noticia que el martes por la tarde daba por sentado que Horacio González renunciaba a la Biblioteca Nacional y la desmentida el miércoles a primera hora. La sociedad argentina podría entender semejante ida y vuelta si la cosa (de ida y de vuelta) hubiera sido emitida por los diarios hegemónicos. Pero la cosa (al menos la de ida) fue propuesta por Télam.

“El director de la Biblioteca Nacional anunció que dejará la entidad tras doce años de gestión”, se leyó en el portal de la agencia nacional de noticias que, aprovechando una charla informal con González, concluyó que la renuncia estaba al caer. La noticia, citando la fuente, fue levantada por todos los medios.

Al día siguiente, luego de la desmentida (no de sus dichos, sino de las conclusiones sobre sus dichos), el portal se despachó con un “a partir de sus declaraciones, algunos medios dieron a entender que el ensayista abandonaría sus funciones antes de la finalización de su mandato”.

Priorizar la palabra “renuncia” en el siempre jugoso debate sobre las posibilidades de los intelectuales en la función pública por sobre los límites impuestos o autoimpuestos es una forma de desestimar todo tipo de aquella polémica que zarandeaba Borges. Venga de donde venga esa priorización. Pero mucho más cuando viene de un sitio del cual se espera un buen trato para con la verdad y para con el lector.

González habló de disidencia (“hablo de un tipo de disidencia inherente al estar en el mundo, al funcionario, y quizás también al papel del político o, si se quiere, del escritor. La disidencia es algo que te escinde con vos mismo”). González habló de pensamiento crítico (“le dimos a esta institución rasgos de disidencia con las otras instituciones culturales, incluso con el Estado, porque entendimos la cultura contemporánea al modo de la cultura crítica”). González habló de la tarea del intelectual.

Los medios, en lugar de dar cuenta de ello, apuraron el futuro y utilizaron una charla informal en la Biblioteca como fuente indudable. Y, como se sabe, la locura (y la locura mediática es uno de los subgrupos destacados de la locura) es la pérdida de la noción de tiempo y espacio.

Algo similar pasa, salvando las distancias intelectuales, con los planes para alquilar o comprar vivienda promocionados por el macrismo en la Ciudad de Buenos Aires como el gran plan cuando en realidad esconde las mismas condiciones crediticias leoninas de cualquier banco privado. Algo similar pasa, con la misma salvedad que el ejemplo anterior, con los empleados de los supermercados que destratan (y hasta agreden) a los clientes que piden productos de Precios Cuidados y gritan presurosos, huyendo entre las góndolas, que “no, aceite del Gobierno no quedó”. Palabras. Cosos.

19/07/15 Miradas al Sur

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