martes, 7 de julio de 2015

El sapo, las ranas y los sapitos: una fábula política

Federico Bosch reflexiona sobre la decisión de que sea Daniel Scioli el único candidato del kirchnerismo en las próximas elecciones. 
Por Federico Bosch*
En el arte de la política el que reacciona pierde. Es casi un axioma, la probabilidad de que salga bien una reacción en política es casi igual a cero. Pero como los políticos son seres humanos las emociones son inevitables y a veces se dan pasos en falso, así se puede interpretar, tal vez, la forma de actuar del oriundo de Chivilcoy al tomar conocimiento de que Zaninni sería el vice de Scioli. Seguramente no se enteró de la mejor manera, ni se lo tomó de buena manera, pero; ¿Quién puede juzgar la reacción de alguien que puso mucha energía en determinada dirección y esa energía no dio los frutos esperados? Pueden mirar hacia dentro, en sus vidas, y después volver a leer estas líneas. Entonces cada uno puede interpretar, lo mal o bien que hizo, en no aceptar el ser candidato a gobernador por la provincia de Buenos Aires, con todas las complejidades y posibilidades para la carrera de un político que tiene hacerse cargo de la región más grande de la Argentina. Si podemos dar nuestras opiniones, la mía es que no hizo bien.
Es muy difícil para la gran mayoría de los que militamos y/o apoyamos de diversas maneras este proyecto político de los últimos años digerir que Daniel Scioli sea nuestro candidato a presidente. El que no reconoce esto, aunque sea de manera introspectiva, se encuentra en esa porción minoritaria del proyecto a la que le da todo igual o no se atreve a hurgar en las contradicciones del mismo.
La actitud tomada por algunos integrantes del proyecto fue de reaccionar públicamente demostrando su dolor por la designación del ex motonauta e incluso vociferar amenazas de rechazo y rebelión ante la decisión tomada por la conducción, actitudes entendibles desde lo emocional e ideológico. La actitud tomada por algunos otros fue la de acusar a compañeros de “troscos” por manifestar su desacuerdo y emoción. Ambos comportamientos igualmente equivocados según mi criterio, pero a las que no puedo condenar de ninguna manera debido a que reconozco su carácter emocional y reaccionario.
Scioli, así como Randazzo, no eran el cenit de la constelación del proyecto; pero por la efectividad demostrada en la gestión y el interrogante ideológico planteado con respecto a su desempeño a futuro, este último encarnaba más simpatía en gran parte de los adherentes al Kirchnerismo; esta es una afirmación insoslayable. Cabe aclarar que no me estoy guiando por el vicio actual de las encuestas y que considero el hecho de que muchos compatriotas solo votan, no militan un proyecto político, ni lo defienden de modo expreso o implícito, sino que votan según lo que consideran que es conveniente para sí mismos como parte de un colectivo nacional.
No hay “troscos” en el proyecto nacional y popular del FPV. Hay radicales, intransigentes, zurdos de diversa clase e ideología, independientes, progresistas, etc…todos ellos relacionan sus pensamientos, ideas y emociones con el campo popular y la Patria Grande. Y otra parte mayoritaria está compuesta por peronistas: de izquierda, centro, “no sabe no contesta” (donde se ubican componentes de derecha) y los que niegan abiertamente el espectro derecha-izquierda. Están los “peronistas de Perón”, los que tienen la maquinita del “peronómetro” y los que niegan abiertamente la existencia de esa maquinita, y muchos más que podríamos describir hasta el infinito. Y si hubiese “troscos” bienvenidos diría el general, un voto es un voto, mientras compartamos objetivos en común y las diferencias sean menores a las coincidencias. La división del movimiento es el mayor error. Dicho esto, aclaro, que respeto los límites ideológicos de cada individuo por lo que tampoco se puede juzgar los distintos comportamientos, que de aquí en más, van a tener con respecto a su voto, solo entenderlos.
En mi opinión personal, un buen día tendríamos que replantearnos el uso del significante “trosco”, y dar cuenta que la significación que el emisor pretende dar no coincide con la que se produce en el receptor. De un lado es un insulto y del otro un piropo ya que León Trotsky fue un gran conductor, revolucionario e intelectual (acertado en muchas de sus teorizaciones según mi opinión) que muy pocos leyeron, tanto los que acusan a algunos de “troscos” como muchos de los que se consideran “trotskistas”. En fin, siguen siendo significantes que los que actualmente están atravesando por una militancia universitaria difícilmente reinterpreten a corto plazo. Si sería conveniente que los que tienen mayor formación político-histórica revean su uso, como muchas otras categorías que se repiten a diestra y siniestra sin entender verdaderamente de donde vienen, pero son muy cómodas como son todas las categorías.
Los movimientos de progenie peronista o popular poseen algunas fórmulas que expresan contradicciones, como por ejemplo “el pueblo no se equivoca”, “el conductor es el pueblo”, “se hace lo que la conducción decide”, etc. Tanto el pueblo como la conducción pueden equivocarse y viceversa, por lo cual él acierto y el error son secundarios, o mejor dicho son el destino. Pero uno, como sujeto, tiene que guardar incluso en un pequeño lugar de sí, el optimismo antes las diferentes sensaciones que le producen las decisiones de la conducción. Todo esto sin que nadie, ni uno mismo, le impidan ejercer su genuino derecho a la crítica, al debate y en último término a la rebeldía. Eso es lo que yo considero verdadero y es lo poco que voy a decir al respecto.
Para reforzar este optimismo tenemos las listas de candidatos donde proliferan numerosos integrantes de este proyecto que están fuertemente identificados con el mismo. Si bien podemos considerar como “sapo” a nuestro candidato a presidente, la conducción tuvo la inteligencia, que nadie puede osar a dudar, de rodearlo de nuestros “sapitos”, una multitud de ellos que definirán el futuro de nuestro proyecto político y del país a través de la relaciones de poder y decisión que puedan entablar con el anterior.
El segundo punto es que se ha generado en esta última década una vuelta a la participación política, que si bien no es el sumun de la participación democrática y popular que uno puede desear, es realmente significativa y asegura que no sea nada fácil tomar decisiones contrarias al beneficio del pueblo.
Un último punto para reforzar nuestro optimismo es el explícito nerviosismo de la corporación mediática y empresarial que ante las distintas jugadas de la conducción del Frente Para la Victoria, lo único que puede hacer es confiar, de una manera disminuida, en sus “ranas”, una de ella apenas salta y la otra, su preferida, parece gradualmente admitir la dificultad de la empresa asumida y un espíritu de sano derrotismo comienza a ganar sus filas.
*Psicólogo y miembro de COMUNA

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