lunes, 16 de marzo de 2015

¡Quemá esas cartas!

Por Daniel Cecchini




Cuando el viernes 27 de febrero, la titular de la Fiscalía de Instrucción Nº 37 de la Ciudad de Buenos Aires, Marcela Sánchez, informó que el incendio de la planta de Iron Mountain en el barrio porteño de Barracas había sido intencional, no hizo otra cosa que confirmar una sospecha que nació cuando aún no se habían apagado los últimos rescoldos entre los escombros.

La sospecha no era caprichosa o producto de una mente con inclinaciones conspirativas. No sólo por los nombres de las empresas que guardaban allí sus documentos, sino por la propia historia de Iron Mountain, que ya contaba en su haber con por lo menos cuatro extraños incendios –uno de ellos comprobadamente intencional– en otros tantos depósitos de los cientos que tiene distribuidos en 35 países.

El primero de ellos ocurrió en New Jersey, Estados Unidos, en 1997. En realidad se trató de tres incendios en dos depósitos cercanos entre sí que ocurrieron en un lapso de pocos días. Según información de la propia empresa, en los tres siniestros se quemaron más de un millón de cajas que contenían documentación de un centenar de clientes. En aquel momento, The New York Times tituló “Misterioso incendio en un depósito de New Jersey”. El caso fue investigado por la Unidad de Incendios Intencionales de la Policía Estatal y la Fiscalía del Condado de Middlesex, pero el encargado de informar sobre los resultados fue el jefe de bomberos del condado, Robert Davidson, quien no dejó dudas: “Hemos entrevistado a muchos testigos y reunido una gran cantidad de información. No tenemos dudas de que los incendios fueron deliberadamente provocados”, dijo.

El segundo caso ocurrió en Ottawa, Canadá, en 2006. En esa ocasión se incendió parcialmente un depósito ubicado en una de las naves del polo industrial de Cyrville y la compañía informó que se había quemado apenas el 3% de los documentos que estaban allí y que se trataba de “información inactiva”. 

Casualmente o no, fue también “información inactiva” –siempre según la versión de la compañía– la que se quemó apenas dos días después cuando se incendió un depósito de seis plantas que Iron Mountain tenía en Bow, al Este de Londres, y se quemaron cuatro camiones que estaban en la playa de estacionamiento.

El cuarto incendio ocurrió en la planta de Iron Mountain en Aprilia, Italia. En la cobertura del caso, Il Corriere della Sera señalaba: “Es una historia con muchos costados oscuros. La empresa cuenta con sistemas de protección contra incendio muy sofisticados para proteger los documentos sensibles que guardan allí centenares de empresas. Todo quedó destruido”. La versión que inicialmente dio la compañía fue que el fuego se había iniciado por un cortocircuito. Lo que no pudo explicar fue por qué no funcionaron los “sofisticados” sistemas de protección contra incendio.

Esos mismos sistemas de protección fueron los que fallaron en la planta de Barracas cuando se inició el incendio del 5 de febrero del año pasado en las naves 7 y 8 del edificio. La investigación fue caratulada primero como “incendio”, pero luego se cambió la carátula por la de “delito de estrago”. Ahora, la fiscal Marcela Sánchez aventó las últimas dudas: “Se determinó que hubo varios focos de incendio y se utilizó un material acelerante para dar inicio al fuego”. Fue ese fuego iniciado intencionalmente el que destruyó la documentación de 43 empresas, muchas de las cuales, según la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos, estaban siendo investigadas por lavado de dinero.

Expertos en destrucción. La “destrucción segura” de documentación es una de las tres especialidades que Iron Mountain ofrece a sus potenciales clientes. Las otras dos son “la administración de información” y la “recuperación y protección de datos”. En su página web, la empresa explica cómo lo hace: “Puede contar con Iron Mountain para una destrucción de documentos segura y rentable que le garantice seguridad en todas las etapas: cubrimos todos los pasos del proceso, para garantizar la seguridad desde la recolección hasta la destrucción”. Y más adelante, agrega: “Debido a una regulación de la legislación en materia de protección de datos cada vez más fuerte, podemos ayudarle a seguir cumpliendo las normas y evitar violaciones de datos mediante un certificado de destrucción y una rigurosa cadena de custodia”.

Cuáles son todas y cada una de las formas que ofrece Iron Mountain a sus clientes para destruir la documentación que quieren que desaparezca sin dejar rastros es una buena pregunta para hacerle al presidente y CEO de la compañía, William Meaney. Porque Bill, como lo llaman en confianza, es un hombre que conoce a fondo el métier de guardar secretos y, llegada la necesidad, destruirlos. Antes de llegar a la cima de Iron Mountain el hombre se desempeñó como oficial de operaciones de la CIA. Y, como es sabido, los espías nunca dejan de serlo.

15/03/15 Miradas al Sur

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