El viernes pasado, Mario Wainfeld lo describió, aquí, en líneas previas a los anuncios de la tarde.
“Ensayo-error-experimentación-cambio son claves. Todólogos sin diploma, opineitors alocados, desconocen dichas realidades. Si se mira bien, ignoran-desprecian cómo funciona la investigación científica. Con soberbia y mala fe niegan la dimensión global de la incertidumbre reinante. Poco les importa porque sólo quieren ganar rating, provocar pánico. (…) Las muertes evitadas (el guarismo más importante, pero virtual) no se acumulan en el haber de los gobernantes. No se cuantifican como los cierres de comercio o la caída del PBI… sobre los cuales, de todas formas, se sanatea o se realizan proyecciones a ojímetro”.
“Ningún relato llevado al colmo se corrobora. Ni el optimismo productivista de la derecha, que niega la capacidad de propagación del virus. Ni la mención acrítica del ‘Estado presente’ o de las coberturas que alcanza a toda la sociedad (…) Atravesamos una contingencia terrible, desconocida en gran dosis, en la que cualquier medida opta por el mal menor. El óptimo no existe”.