Reminder rápido, Francia tiene un semipresidencialismo en el que el Ejecutivo tiene “dos cabezas”: una cabeza es el presidente, quien es el jefe de Estado, es electo por voto directo a partir de una mayoría absoluta –es decir, la mitad más uno del electorado (Macron renovó mandato en 2022 por cinco años más)–, y tiene atribuciones en materia de Defensa, política exterior, y algunas más. La otra cabeza es el primer ministro, que está basado en la coalición mayoritaria de la Asamblea Nacional (AN) y controla la política interna. La clave acá es la palabra oscilación ¿Por qué? Porque nos habla de la trayectoria del poder. El presidente es la figura con mayor respaldo directo democrático y es electo previamente a la AN (semanas antes). Si su fuerza resulta mayoritaria en esas legislativas, esto es leído como un respaldo al mandatario, y es su mismo espacio el que optará por un primer ministro afín. Por eso, en los hechos, más allá de las atribuciones formales, el presidente termina concentrando el poder. Pero cuando las dos cabezas representan a partidos diferentes –habrás escuchado hablar de “cohabitación”–, la ecuación cambia: el poder oscila hacia el primer ministro. Esto pasó sólo tres veces desde la instalación de la llamada V República y ahora habrá una cuarta. Un dato ad hoc: si el presidente “llama” a formar gobierno a la fuerza más numerosa del parlamento, en este caso NFP, pero esta no tiene mayoría absoluta, ¿puede aparecer un reagrupamiento de bancadas que la destrone? No suena viable. El camino parece allanado para la izquierda. Pero tendrá que mantenerse unida. 15:20 llegó la segunda foto, más relevante para lo que viene: los partidos de NFP celebraron en actos separados (volveremos a eso). “¿Qué van a hacer ahora?”, se preguntó ayer sobre las dos primeras fuerzas el candidato de Marine Le Pen, Jordan Bardella, que si bien tuvo que hacer un bollito con su aspiración a ser el primer ministro, dio en la tecla. Y mientras se regodeaba la extrema derecha de ver futuras rupturas, Le Pen remarcó que en porcentajes de votos, RN fue la fuerza más votada, pero por la distribución del voto quedó tercera en bancas. Por eso dijo que lo de ayer fue “una victoria en diferido”, apuntando a las elecciones presidenciales de 2027. Macron quedó mejor parado de lo que se pensaba, pero ¿podría desoír este mensaje de las urnas y seguir gobernando por “decreto”? ¿va a pedir al NFP que forme gobierno?; ¿cómo va a hacer el NFP para pasar su programa sin tener la mayoría absoluta? y cómo va a enfrentar la idea –¿prejuicio?– acerca de su constantes internas; además habrá que seguir de cerca los guiños que la derecha tradicional le hizo a la extrema. Más allá del rechazo a MacronSi bien el espacio de Macron no se derrumbó a un tercer lugar, como decían las encuestas, lo cierto es que pasó, en dos años, de tener 250 bancas en la AN a apenas poco más de 160. Y si bien la estrategia de un tácito “frente republicano” o cordón sanitario para contener el avance de expresiones de extrema derecha funcionó, también es cierto que las mayorías, por derecha o por izquierda, votaron en contra de la gestión actual, desoyendo el discurso del presidente que señalaba a “los extremos” como una suerte de agentes del caos que llevarían a una “guerra civil” (volveremos a eso). Pero leer solo bronca y descontento en estas elecciones sería reduccionista. Hablé con algunos ciudadanos franceses, que votaron distinto, para entender más y mejor lo que los preocupa y motiva su apoyo electoral. Mathieu, de 36 años, vive en medio del campo, al sur de Burdeos. Es arquitecto, votó por RN en las dos vueltas electorales –además votó en blanco por un amigo que estuvo ausente, lo que se llama voto por delegación–. Dos días antes de la elección, le pregunté por cómo veía al Gobierno y no escatimó en críticas. “Puedo ver cómo aumenta la deuda de mi país y desciende el nivel de vida de los que me rodean. Es muy proeuropeo y contrario al pueblo. Un representante de la xenocracia (gobernado por extranjeros o que estos tienen más derechos). Extremadamente violento y corrupto. Fuerte con los débiles, como con los “chalecos amarillos”, y débil con los fuertes, con EE.UU. y Alemania. Somos ridiculizados internacionalmente y nuestra posición histórica de no alineamiento desapareció por nuestra alineación completa con EE.UU., la OTAN, y (la presidenta de la Comisión de la UE, Ursula von der) Leyen”, dijo. Frente a esas críticas, traté de entender si la opción por RN era circunstancial o había una coincidencia en las convicciones de esa fuerza. Por un lado, para Mathieu “RN se aprovecha de esta situación en la que sigue siendo el voto ‘protesta’ y dicen lo que la gente quiere oír”, pero creía que la agrupación de Le Pen era la única opción viable para reemplazar al Gobierno. Pero, por otro lado, había ahí algo más que un voto útil contra Macron, había apoyo a las consignas de Le Pen. “RN adopta la postura correcta en cuestiones importantes: la pandemia de Covid-19, la guerra en Ucrania, la guerra en Israel, la UE”, comentó, además criticó la demonización que se hizo históricamente de este espacio y cuestiona la obligación de enviar a sus hijos a la escuela a partir de los 3 años: “Algo típico de un régimen totalitario”, dijo. “Todos por el cambio. Ya estamos hartos de esta escoria”, me dijo Gérard (no quiso que figure su nombre real), de 54 años, desde Marsella, cuando le pregunté por sus sensaciones horas antes de la segunda vuelta de ayer. También le consulté cuáles creía que son los principales problemas sin resolver y me dijo que creía que “el tema del poder adquisitivo, la violencia, los comportamientos no civilizados, la inmigración ilegal, el que haya demasiadas ayudas gratuitas y un abuso de las ayudas sociales”. La idea del caos y el desorden aparece relacionada con la inmigración, pero como veremos después, a una supuesta resistencia violenta a una victoria del RN. También me intrigaba saber si Le Pen le generaba esperanza a Gérard, quien trabaja como chofer de personas del espectro autista, para, de nuevo, tratar de entender algo más allá del voto bronca. “La esperanza es la vida, y sí, quiero cambios”, me dijo un tanto evasivo. Medir las palabras y silencios. Según hablé con colegas de varios medios franceses, es difícil encontrar testimonios de votantes de RN. “No me animo mucho hablar con personas cuando todavía no han deconstruido sus conceptos de izquierda/derecha”, me dijo por ejemplo otro elector de Le Pen. Es evidente que Macron venía lacerado. En lo que va de sus dos mandatos, llegó después de los coletazos no saldados de la crisis migratoria en Europa de 2015, pasó por las protestas de los chalecos amarillos –un catalizador de otras demandas que puso en escena el clivaje urbano-rural, como contó acá Juan Elman–; la pandemia; la guerra en Ucrania –su consecuente crisis energética, la entrada de productos agrícolas ucranianos y el envío de armas y posible envío de tropas– y en Gaza; la inflación (no, no vale comparar con Argentina); los cambios en las regulaciones a nivel de la UE más restrictivas a partir de la agenda verde y que provocó tractorazos en el país y el resto del bloque; y el deterioro en los servicios públicos. El presidente galo ya había sido advertido de esos descontentos porque si bien pudo renovar mandato en 2022, ese mismo año no logró que la ciudadanía le diera en las legislativas un gobierno de mayoría en Asamblea Nacional. Tuvo que gobernar casi por decreto, ya que activó el artículo 49.3 de la Constitución, que permite pasar una ley sin el legislativo cuando al Gobierno le falta la mayoría necesaria. Incluso usó este mecanismo para aprobar el presupuesto en 2022 y en temas de fotosensibles a la luz de las mayorías, como el de la reforma previsional en 2023, que generó semanas de protestas y una moción de censura en agenda. La segunda gran advertencia para Macron, ya irremontable, se vio con las elecciones europeas de junio de este año, donde la misma población francesa lo ubicó en segundo lugar, pero muy lejos de la primera posición conquistada por Le Pen, cuyo partido lo dobló en bancas. Macron asumió que el único camino posible para salir del laberinto era por arriba; desarmó la AN y anticipó elecciones legislativas. Lo hizo además en 20 días, el menor tiempo posible estipulado por ley, especulando con que no daría tiempo al centro y a la izquierda a armar una propuesta competitiva. Agathe tiene 37 años, es originaria de la región de Normandía, de la ciudad de Le Havre, pero desde hace 14 años que vive en Buenos Aires, desde donde votó en las legislativas de ayer por el NFP. Sus críticas a Macron son otras a las de Gérard y Mathieu y también excede el voto bronca. “Macron llegó al poder con la promesa de unir a todo el mundo y fue una gran mentira. No está escuchando y su política fue de derecha hacia extrema derecha”, dijo. Ella apoya un espacio cuya plataforma propuso cosas como la introducción de un salario mínimo de 1.600 euros y la reducción de la edad de jubilación a los 60 años. “Nosotros o el caos”Frente a este legado, Macron apeló a un imaginario del caos y la idea de “guerra civil”, que evidenció más su impotencia. Fueron dichos durante la campaña, pero tengo la impresión de que ese fantasma de los extremos no fue un recurso meramente electoral y seguirá vigente durante lo que le resta de mandato (en los papeles vence en 2027). Esas ideas de desorden y abismo también aparecen entre los “ultras” y la izquierda. Agathe me habló de que existe un imaginario acerca de un supuesto caos inminente, en el que no parece creer demasiado. “Muchos en Francia tienen miedo de que la gente salga a romper todo. Hay como una paranoia, de los dos lados; los de la extrema derecha piensan que los de la izquierda van a salir a quemar todas las cosas, y los de la izquierda piensan que los de la extrema derecha van a salir a matar gente”. Los comerciantes parisinos, se hicieron eco de esta idea, y tapiaron ayer sus vidrieras. Gerard también me dijo que creía que “hay mucha gente que va a poner obstáculos en el camino”. –¿Quiénes?, le pregunté. –Pues todos los que están a favor de Macron, ¡la mierda!, dijo como si fuera obvio. –¿Qué pensás de esta idea de un frente republicano entre Macron y el NFP? –No sé, pero en Marsella se están preparando para los actos poniendo barricadas en el centro de la ciudad. –¿Frente a una posible victoria del candidato de Le Pen? –Temen que pase. Agathe comentó que, ante esos supuestos, “hay un rumor de que Macron podría usar un atributo de la constitución para acaparar todos los poderes y hacer una suerte de estado de sitio como pretexto durante los Juegos Olímpicos, que son un momento picante por las posibilidades de atentados y bla, bla”. Agathe insiste en que es solo un rumor, pero a la vez deja ver cierta preocupación por los escenarios que se abren. |