Hola, ¿cómo estás? Espero que bien. Las participaciones en el Foro Llao Llao reflejaron un estado de ánimo que, tras las elecciones, da por descontada una mayor fortaleza relativa de la oposición pero, por sobre todo, un espacio mucho mayor que el que había hace unos años para ideas como la desregulación económica, la reducción de la carga impositiva y del gasto público y la liberalización comercial. Un conjunto de propuestas a esta altura ya probadas, pero que no por ello dejan de entusiasmar a los hombres y mujeres de negocios de Argentina. La invitación a Javier Milei obedece tanto a su auge político como a este estado de ánimo. Milei es hoy, según Poliarquía, el segundo político mejor evaluado a nivel nacional y el segundo político favorito mencionado de forma espontánea por los argentinos con el 12%. La primera es Cristina. Hace ocho meses, el economista ni figuraba en ese top of mind. En Bariloche dejó pasar una chance. Su presentación, casi una clase sobre la escuela austríaca, dejó una sensación paradójica. Quienes escuchaban al economista, por los aprendizajes de sus propias experiencias, se llevaron la sensación de que entendían mejor que él a la economía local. Milei mostró poca preparación para enfrentar problemas concretos y una aproximación dogmática que aparecía lejos de las cuestiones mundanas inmediatas que deberá enfrentar si llegara a Presidente, una situación hoy lejana pero en modo alguno inverosímil. La mirada empresaria ubicó en el extremo opuesto del espectro ideológico presente al ministro de Economía, Martín Guzmán. El esquema en que un extremo posible está ocupado por Javier Milei y otro por Martín Guzmán es elocuente. El ministro esquivó la interna oficialista, aunque centró su presentación en la energía como la cuestión central a la hora de enfrentar la coyuntura, al tiempo que confrontó con las ideas que proponen shocks anti inflacionarios y descartó la necesidad de una reforma laboral. Los cuestionamientos llovieron para el anunciado impuesto a la renta inesperada. Un intercambio con un empresario resultó ilustrativo, cuando cuestionó respecto del rol del Estado ante eventuales “pérdidas inesperadas”. El ministro le recordó que, ante la crisis causada por el COVID, el Estado movilizó de manera masiva recursos para sostener la supervivencia de las empresas. Los programas como el Repro y la Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP) son un testimonio concreto ante una situación de dificultad económica generada por una situación tan compleja como impredecible para la planificación empresarial. El contrapunto más interesante, tanto por las coincidencias como por las diferencias, se dio entre dos de los principales dirigentes de Juntos por el Cambio. El ex presidente Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, que aparece decidido a disputar en cualquier escenario para ser el próximo, tuvieron su espacio para exponer en el bello contexto patagónico. Sin asumirse como tal expresamente, la presentación de Macri fue la de un candidato en campaña al que los asistentes miraron con aceptación, pero recriminaron por lo bajo la ausencia de autocrítica. Prometió a la vez bajar impuestos y reducir el déficit fiscal, para lo cual sostuvo que su espacio bajaría el gasto público entre cinco y ocho puntos. No parece haber tomado nota de la experiencia internacional. Los países del sur de Europa se encuentran hoy, después de haber adoptado planes de austeridad agresivos, casi invariablemente por debajo del PIB que poseían en 2007. Y las crisis de endeudamiento solo fueron dejadas atrás luego de una intervención y auxilio masivo del Banco Central Europeo. El balance sobre el “rescate” a Grecia de las propias autoridades que lo impusieron, entre las que se encuentra el Fondo Monetario Internacional, reconoce que se sobreestiman sistemáticamente los efectos de “confianza” generados por la austeridad, mientras se subestiman los efectos recesivos de los recortes del monto real del gasto público. El programa de Macri, de funcionar, sería una excepción a la experiencia histórica. En un pasaje de su alocución, Macri deslizó que ganaría su interna con facilidad y que “los que pierdan pueden ser jefe de Gabinete o hacerse cargo de algún ministerio”. Un exocet con la proverbial delicadeza del Calabrés dirigido al jefe de Gobierno porteño. El ex presidente reafirmó su actual ubicación ideológica y calificó al norteamericano Joseph Biden de “populista” orientado a repartir dinero y desincentivar el trabajo. Coincide con la mirada del Partido Republicano que balizó la retirada por el Congreso estadounidense, del Child Tax Credit. Una política similar a la AUH adoptada en la pandemia, que permitió reducir dramática pero temporalmente la pobreza. En lo que parecería ser una reivindicación del proceso de endeudamiento inédito tanto por su velocidad como por su intensidad que encabezó como Presidente, Macri calificó la falta de acceso de Argentina al crédito internacional como una ventaja. Una mirada con la que coincidió Larreta. La idea es que dicha situación nos obliga a encarar rápidamente las reformas necesarias. El alcalde porteño defendió un programa basado en grandes acuerdos. Si bien presentó a Hernán Lacunza como el coordinador de su equipo económico, Rodríguez Larreta no dio precisiones sobre las medidas que implementaría en caso de ser electo, pero señaló que el próximo gobierno “tiene cien horas, no cien días”. En su mirada, el escenario actual ofrece demasiada incertidumbre y no hay un programa de medidas que sirva del mismo modo si el desempleo es 5 o 10 por ciento, si la pobreza es de 30 o 50 por ciento o si la inflación es del 50, 100 o 150 por ciento. De ser electo, planteó la necesidad de un esquema de reformas amplio y un programa de estabilización económica que, para ser viable, defendió que debería contar con una base amplia de apoyo social que incluirá forzosamente la incorporación de sectores del peronismo. Hubo un episodio poco comentado, pero que es muy gráfico para entender la dinámica interna de Juntos por el Cambio. -”¿Qué pasa si Macri te pide que te bajes?”, consultó uno de los presentes. -”Yo le pido que se baje él”, respondió el jefe de Gobierno. Un detalle de la presentación de Macri que pasó casi desapercibido en los relatos del encuentro debería llamar la atención. El ex presidente reprochó a los empresarios que, pese a haber tomado medidas de liberalización y eliminado regulaciones, ellos no invirtieron. Formulado como una crítica, debería dar cuenta de algo que en una democracia capitalista es una comprobación empírica. Los empresarios no valen por lo que votan más ni menos que ningún otro elector. Su responsabilidad e influencia en la sociedad se desprenden de sus decisiones de inversión y estas son invariablemente más matizadas que los programas de política pública que las acompañan. Consultado por #OffTheRecord sobre este intercambio de ideas, uno de los hombres de negocios dijo: “Lo que hizo Mauricio fue condición necesaria, pero no suficiente”. Un enfoque más prudente y casuístico posiblemente encuentre soluciones más viables. Si bien es cierto que son numerosos los ejemplos de regulaciones legales, administrativas o judiciales que impiden o entorpecen el desarrollo económico -con ejemplos recientes como la medida cautelar que retrasó la exploración petrolera en el Mar Argentino o decisiones como la prohibición temporal de exportaciones de carne vacuna-, no lo es menos que las regulaciones son necesarias para garantizar derechos y resultados sociales deseables. Garantizar el ambiente, la salud, umbrales de bienestar social y de los trabajadores no son solo fines en sí mismos sino requisitos para el desarrollo sostenible de la sociedad. El ejemplo de la energía a nivel mundial -donde la combinación de políticas de penalidades a los desarrollos más contaminantes y políticas de promoción de las fuentes limpias dio lugar a un proceso inversor sostenido que viene permitiendo bajar dramáticamente los costos de la descarbonización del transporte y la generación de electricidad- es quizás el más obvio, pero dista de ser el único. No hay mercados sin regulación y hasta los derechos más básicos de la sociedad capitalista, como el de propiedad, requieren de estados fuertes y funcionales. El reclamo de desregulación debería dar lugar a un diálogo que persiga mejores regulaciones. Aumentar la competencia donde sea posible, incrementar el nivel y la calidad del empleo, favorecer la producción nacional, desarrollar nuevos sectores. Toda la sociedad, y el sector empresario primero que nadie, tienen mucho por ganar si se deja de lado la mirada dogmática y se discute cuánto de protección, cuánto de regulación, cuánto de incentivos y cuánto de liberalización necesitan esos objetivos. La idea de un ágora donde las cabezas y dueños de las mayores compañías de la Argentina se encuentran, se toman el tiempo para reflexionar colectivamente en forma privada respecto de la situación del país, sus caminos, y se acercan también a la dirigencia política para un intercambio franco parece haber echado raíces. Para un sector que suele tener coincidencias intuitivas, el espacio de escucha y reflexión franca es bienvenido, y puede contribuir a mejorar el debate público y sumar a un actor tan poderoso y necesario como, muchas veces, reticente al diálogo abierto. Una de las iniciativas del sector privado que tiene coincidencias con la oposición en su conjunto y algunos sectores del oficialismo tiene que ver con la implementación de la boleta única como sistema de votación y esa demanda estuvo presente también en la muy ecuménica cena en la que CIPPEC reunió a las personalidades más influyentes de la política, las empresas, el sindicalismo, la justicia y la sociedad civil. La propuesta de una reforma institucional de un sistema que no ha generado conflictos por su funcionamiento requiere una documentación seria de las presuntas anomalías que se espera resolver. Es importante que el tratamiento legislativo de las iniciativas de reforma no de por ciertos presuntos fenómenos que no están documentados oficialmente ni tratados judicialmente ni analizados en los estudios especializados. Por ejemplo: no hay pruebas de que el robo sistemático de boletas sea un problema del régimen electoral argentino. Tampoco de que la falta sistemática de boletas en los cuartos oscuros haya comprometido el derecho a la representación de ninguna agrupación o individuo. No se registra que exista el llamado “voto cadena” u otros sistemas de control de los votantes y violación del secreto del sufragio. Tampoco es evidente que el sistema de boleta única sea inmune a deformaciones de este tipo. El tratamiento legislativo no debe dar por cierto que algún tipo de comportamiento electoral es más acorde con la ley o mejor desde el punto de vista ético. Un régimen electoral en una sociedad plural debe reconocer y proteger el derecho a que cada ciudadana o ciudadano vote como le parece mejor. Votar por lista completa no es más ni menos legítimo, ni mejor ni peor que cortar boleta. Concentrarse en el nombre de los candidatos no es más ni menos legítimo, no es mejor ni peor, que prestar más atención al nombre de los partidos. Distintos sistemas en los que se imprime toda la oferta electoral en un solo papel -las llamadas “boletas únicas”- pueden facilitar o dificultar distintos comportamientos de acuerdo con cómo se los diseñe. No es deseable reemplazar un instrumento de votación para inducir algún tipo de comportamiento electoral. Es evidente para cualquiera que tenga alguna experiencia en escrutinios, o quiera proponer una reforma seria para nuestros procedimientos electorales, que el uso de boletas únicas requiere una fiscalización más y no menos atenta y un cuerpo de fiscales por lo menos tan numeroso como el voto con boletas partidarias. No es más fácil verificar las marcas en una boleta única que los nombres y las imágenes en una boleta partidaria. Es más difícil. Por otro lado, la protección del secreto del voto es la reforma política más importante y sinónimo de democratización en Argentina. El principal efecto de la valiosísima Ley Saenz Peña es exactamente ese. Cualquier amenaza al secreto del voto -léase la eliminación del cuarto oscuro, permitir que más de una o un votante lo haga simultáneamente- debe evitarse. Ese riesgo es especialmente nocivo cuando no produce ningún bien valioso. Last but not least. En términos estrictamente políticos es importante reconocer que la propuesta de reforma está inspirada en la extendida creencia de que el peronismo tiende a ser competitivo electoralmente porque explota alguna trampa o defecto institucional, apunta a mostrar que la oposición está comprometida con la transparencia y el progreso institucional y el gobierno quiere defender un statu quo que lo beneficia. El oficialismo debería estar atento: avenirse a discutir propuestas solo porque tienen aprobación en la sociedad y el sistema político-empresarial implicaría conceder estos dos puntos. Mientras tanto, la situación en el Frente de Todos atraviesa un momento muy particular. El kirchnerismo sostiene que está esperando el llamado del Presidente para suturar las diferencias. “No lo voy a hacer, para que los llame tienen que estar dos meses sin pegarle a mis ministros”, repite Alberto en privado. La respuesta llega rápido. “Se adulteró el contrato electoral”, acusó Andrés Larroque esta mañana. El aumento de tarifas promete ser la próxima estación de este conflicto. Para el Presidente y su ministro, discutir una suba de tarifas por debajo de la inflación para quienes pueden pagarlo es una pérdida de tiempo. Para el kirchnerismo no hace sentido materializar un incremento que igualmente va a quedar muy lejos del necesario y va a impactar en el humor social. ¿Cómo van a actuar Federico Basualdo y Soledad Manin ante la propuesta oficial? Basualdo ya anticipó su rechazo en un informe que fue agenda de esta entrega. El Presidente anticipa que si Basualdo es un obstáculo a la estrategia oficial será desplazado. Basualdo es un hombre de extrema confianza de Máximo y Cristina. La estrategia del Presidente, hasta ahora, es aguantar los embates y sostenerse en los números de una reactivación que se siente en todos los sectores excepto en el bolsillo de la gente. El kirchnerismo responde que es un crecimiento en base a salarios bajos y que ni así el BCRA logra acumular reservas. Si Fernández corre a Basualdo sería la primera señal de conflicto abierto con la socia mayoritaria de la coalición. Un dato interesante: Alberto hace una diferenciación entre los Federicos: su consideración sobre Bernal, el titular del ENARGAS, es muy positiva. Tal vez ahora sí haya que remontarse a la decisión de CFK de hace quince días. La jugada, de una astucia política ya comentada, materializó un daño colateral -¿o un beneficio?- que fue la ruptura del bloque. De hecho, Oscar Parrilli quiso en un primer momento correr el eje del debate y explicó que se habían dividido por el acuerdo con el FMI. Una mirada rápida mostraba que cada tribu había dejado “rehenes” -según la definición de un senador- en el otro espacio. ¿Parrilli quiso distraer la atención de una maniobra que jugó con el reglamento o repitió algo que escuchó en privado? Es una incógnita. La interna oficialista perforó las fronteras de la Argentina. Luis Inacio Lula da Silva le mandó un mensaje al Presidente argentino a través de Max Arvelaiz, coequiper del productor todoterreno Fernando Sulichin, figuras clave y próximamente exploradas. “No voy a ganar para gobernar con Macri”, fue la demanda del pernambucano. Ojalá hayas disfrutado de este correo tanto como yo. Estoy muy agradecido por tu amistad que, aunque sea espectral, para mí no tiene precio. Iván |