River Campeón Metropolitano 1977. El relato de un padre a su hijo preso político
Las cartas del capitán (II)
Algunas de las cartas que mi padre, el Capitán Soriani, me enviaba a la cárcel donde yo estaba detenido por razones políticas durante la dictadura cívico militar vuelven a mis manos mientras reviso el prolijo archivo que él mismo llevaba, donde constan, además, las gestiones que mi madre y él hicieron junto a otros familiares de presos políticos y distintos organismos de derechos humanos, pidiendo por mejores condiciones de detención y también, claro, por nuestra libertad.
Esta es del 11 de noviembre de 1977, hace ya cuarenta y cuatro años, y en su primer párrafo dice asi:
“Querido hijo:
Hoy todo River está de festejo, y como yo también me asocio, encabezo la carta con la insignia del club.
Acabo de ver por TV el partido con Boca, que ya sabrás ganamos 2 a 1, a pesar de que se nos presentó desfavorable por el zapatazo de Pernía, a los 2 minutos de empezado. Pero River con garra levantó su rendimiento y jugando mejor que Boca dominó, y a los 45 minutos foul penal a Luque, y Passarella lo tira dos veces y empata. Finalmente Luque en un contragolpe, desde media cancha, hace un pase a Pedro Gonzalez que se corta velozmente, elude a Gatti y gol! Ya han empezado a efectuarse los desfiles de la gente de River por toda la ciudad, en autos, a pié y con bandera, seguiré esta carta el domingo para decirte las últimas noticias.
Hoy domingo 13 sigo esta carta.
Desde la mañana pasan caravanas de autos y camiones con la bandera de River y haciendo sonar sus bocinas, en un festejo general que con seguridad se extenderá hasta la última localidad de provincia. Claro, esto no es comparable a lo que ocurrió en 1975: aquello fue un estallido frenético e incontrolable luego de tantos años de amargura y frustraciones.
Ya terminó el partido con la victoria de River, con lo que se clasifica Campeón Metropolitano. ¡Viejo River, nuevamente campeón! Ha puesto una garra extraordinaria en sus últimos matches que eran todos bien difíciles. Racing ha estado hasta la última fecha en peligro de descender, precisamente cuando festejaba los diez años de la conquista de la Copa Europea Sudamericana. ¡Cómo cambian los tiempos!
Sabrás que nuestro viejo Almagro se salvó también del descenso por un pelo. En la próxima visita irán las revistas deportivas con los comentarios de todo esto, que espero te permitan leer.
Me olvidé de decirte que tuve toda la intención de ir a ver el partido y no lo hice porque estuve hablando con Don Horacio, que me dijo que ni él iba a ir por los inconvenientes que presenta la cancha de Huracán, y especialmente porque tiene capacidad para 40,000 personas y seguro que irán el doble, con lo que por poco lo amasijaban a uno, y ya no estoy para semejante tensión física.”
La verdad viejo, no creo que en el lugar en que estés ahora, si es que estás en alguno, puedas leer cartas, pero sabrás bien que cuando la fe tambalea uno se aferra al pensamiento mágico para acercarse a los que ama, así que por las dudas te cuento que cuarenta y cuatro años después, el mismo día que encontré tu carta, fuimos con Joaquín, tu nieto, a festejar otro campeonato de “nuestro viejo River”, como te gustaba decir a vos.
La entrada a la cancha ya no es comprando el ticket en la boletería media hora antes del partido, como cuando íbamos juntos, sino que hay que hacerse socio del club y pagar todo el año para reservar “Tu lugar en el Monumental”. Pero sin que esto signifique ninguna tranquilidad ni seguridad. Si no llegás tres horas antes del partido, cosa imposible porque en general la gente trabaja, corres el riesgo no sólo de quedarte afuera, sino también de que la policía te cague a golpes y a gases. Los operativos parecen diseñados por algún comisario hincha de Boca con ganas de meternos palos a todos los gallinas, o por algún dirigente de la oposición infiltrado al lado de D’ Onofrio.
Además, muchos de los carnets de socios no son leídos por fallas, o porque los molinetes no funcionan, y aún estando con la cuota al día son rebotados sin derecho a ninguna queja. O te asaltan los barras en los alrededores para sacártelos y usarlos ellos o venderlos. En fin viejo, dirás que exagero, pero no. Es así de lamentable y ridículo: entrar a ver a River es arriesgarse a ser “amasijado” más que en aquella final contra Ferro que vos me contás en tu carta, y que ganamos 4 a 2 en la cancha de Huracán.
Pero como Joaquín y yo heredamos tu sangre riverplatense, allá vamos preparados para la batalla. Inventando mil maneras de sortear obstáculos y aprovechando mis canas para que algún guardián comedido nos ceda el paso, antes de que la guerra entre hinchas y policías se desate, dejando el tendal de lesionados y detenidos de cada fecha. Pero no te preocupes, tu nieto, que ya es un muchacho, me cuida ahora como lo hacías vos cuando de tu mano subía los escalones de la San Martín alta y la hinchada de entonces, que no era violenta, me dejaba prender de la punta de esa bandera que flameaba en la popular para recibir a Amadeo, Ermindo Onega, Puchero Varacka, Pinino Mas, Luisito Artime y todas esas glorias que no salían campeones nunca pero que nos templaron y prepararon para festejar mejor ahora. "Primero hay que saber sufrir…", como dice el sabio Homero Expósito.
Esta vez, querido viejo, el rival de la banda del Muñeco fue Racing. Que no corría peligro de descenso, como en aquel año 77, pero que no pudo encontrar la pelota en todo el partido y se llevó cuatro goles en su vuelta a Avellaneda. Ya no están el Puma Morete, ni el petiso Pando, ni el Nene Sarnari. Ahora la rompen Julián Alvarez, Enzo Pérez, y un tal Palaveccino por el que nadie daba dos mangos. Nadie salvo Gallardo, que lo bancó contra todas las críticas.
Como te decía antes, no sé por donde andarás ahora. Donde estés, ojalá te tengan un poco mejor que a nosotros en el Penal de Magdalena. Quizás puedas ver TV o escuchar la radio, pero si no es así, estas líneas podrán servirte como me sirvieron a mi las tuyas, cuando iluminabas con tus palabras la soledad y la tristeza de aquellos días de dictadura.
Por último te digo que ahora que tampoco está mamá, encontré ese archivo que vos armaste con tanto amor y tanta paciencia durante los años duros. Prometo descubrirlo de a poco y si hay algo que quiera decirte, no me lo voy a callar. Aunque tenga que imaginar tu respuesta como ahora tu sonrisa, esa que tendrás dibujada mientras apretamos juntos la bandera con la banda roja. Somos tres.