Carta al amigo antivacuna
Por supuesto apenas le pincharon la Astra Zeneca, mi esposa Marta se puso a
hablar el inglés de William Shakespeare con todas sus maravillosas ondulaciones
escenográficas, a recitar Hamlet, a decirle al cielo nevado sin calavera en la mano,
“there are more things in heaven and earth/than are dreamt in your philopsophy,
Horatio” (hay más cosas en el cielo y la tierra que las que tu filosofía puede
imaginar, Horacio). En mi caso el pinchazo fue de la estadounidense-germana
Pfizer-BioNTech, así que tomé el acento sureño de William Faulkner en
“Las palmeras salvajes” para proclamar que “between grief and nothing,
I will take grief” (entre la pena y la nada elijo la pena) y replicar el alemán de
Goethe para sorprender a Marta con un intrigante
“Die Liebe herrscht nicht, aber sie bildet; und das ist mehr!”
(el amor no ordena, da forma, modela, y eso es mucho más).
En otro país, con una vacuna distinta, me hubiera tocado hablar el ruso de
Dostoievski, quizás aquella maravillosa frase de
“Los hermanos Karamazov”:
“para el hombre no hay preocupación más atormentadora, siendo libre,
que la de buscar ante quien inclinarse”