DOSSIER //// 17.10.2020
Mientras en todo el mundo, las derechas avanzan al ritmo de las fake news, la histeria interminable y el big data que pulveriza todo gobierno popular, acá en la Argentina, en las últimas elecciones: ganó el peronismo. ¿Por qué ningún algoritmo puede vencerlo? Un movimiento que ya es leyenda.
Mientras en todo el mundo, las derechas avanzan al ritmo de las fake news, la histeria interminable y el big data que pulveriza todo gobierno popular, acá en la Argentina, en las últimas elecciones: ganó el peronismo. ¿Por qué ningún algoritmo puede vencerlo? Un movimiento que ya es leyenda.
Por Federico Tártara l Ilustración: Nora Patrich
En su último show del año 2019, “Los Gardelitos” abrieron con Eli Suarez punteando en su guitarra los acordes que nadie desconoce en el país: la marcha peronista. Fue un hecho fuerte, y lo fue, porque los últimos cuatro años “ser peronista” fue mala palabra, o al menos así se lo imponía desde el poder.
En una de sus tantas campañas, junto a Clarín, La Nación e Infobae, el gobierno de Macri se encargó de desarrollar a fondo esa idea que venía con una cuenta intrínseca: un mal supremo de “70 años”, que impedía de forma permanente el desarrollo del país.
Sin embargo ahí las cosas. La banda de rock más convocante -dos estadios Obras repletos y sin distancia social, ni COVID-19- abría un show irrumpiendo con la herramienta del arte, a sabiendas que esa rítmica tan característica es la tonalidad que el sistema rechaza. “La música maldita”, podría etiquetarse en una suerte de paralelismo con aquello que esbozara el peligroso de John William Cooke.
Esto de acá nomás, de lo reciente de Macri, que también puede verse en ese odio de clase de “negros, villeros, vagos y putos”, también tuvo su larga noche en la secuencia interminable de la proscripción peronista: cuando no se podía decir Perón, cuando la resistencia se definía en las cocinas de los hogares, cuando los trabajadores ponían el cuerpo cueste lo que cueste. Es verdad, nada comparable a nuestros tiempos, pero qué necesario resulta que lo miremos con el mismo prisma.
Hace apenas horas, Macri con Morales Solá hablando nuevamente del peronismo “irracional” y cuanta idiotez más. No hay lugar para el autoritarismo si hay movimiento de masas. Fin.
¿Qué es ser peronista? ¿Es lo que pensamos históricamente? ¿Es Perón y Evita? ¿Es bombo, escudo y votos? ¿O ya es un magma interminable que se le para de manos a Mark Zuckerberg, y le presenta una seria pelea?
Un recorrido antojadizo
Cómo es amplio el abanico, es necesario ir por algunos links de la historia para que abran y se relacionen con otros puntos, en esta idea de colorear las luchas y las broncas de hombres y mujeres que transitaron un camino. Veamos.
¿Qué es ser peronista? Esta pregunta puede responderse a partir de la sinceridad del boxeador popular José María Gatica, cuando para propios y extraños configuró una forma de tomarse la vida: Yo nunca estuve en política, siempre fui peronista.
“Soy peronista como se es hincha de Gardel o de Boca”, decía Gustavo Rearte, fundador de la JP, que definió como nadie esa idea de lo popular que tiene el peronismo, y que lo convertía como se dice en cánticos, en “el movimiento más grande de occidente”.
¿Te considerás incluido en el Movimiento Peronista? Le preguntaba en entrevista el escritor Ricardo Piglia a Rodolfo Walsh, que siempre estuvo -algo incómodo- dentro del movimiento peronista, al menos desde que escuchó: el fusilado que vive y se largó al peligro: junto a los Lizaso, los Troxler, los Villaflor, y tantos otros y otras que lo guiaron por Avellaneda, La Matanza, para que mirara, pensara y actuara. La respuesta de Walsh fue más que clara: “Si se admite que la antinomia básica del régimen, antiperonismo-peronismo, traduce la contradicción principal del sistema, opresores-oprimidos, yo no me voy a anotar en el bando de los opresores ni en el de los neutrales”, marcaba.
Otra más. En la película Operación Masacre, de Jorge Cedrón, sobre el final, aparece la voz de Julio Troxler, que se representó, así mismo: “qué significaba este odio, por qué nos mataban así. Tardamos mucho en comprenderlo, en darnos cuenta que el peronismo era algo más permanente que un gobierno que puede ser derrotado, que un partido que puede ser proscripto. El peronismo era una clase, era la clase trabajadora que no puede ser destruida, el eje de un movimiento de liberación que no puede ser derrotado, y el odio que ellos nos tenían era el odio de los explotadores”.
(Julio Troxler)
Algunos meses antes, Carlos Olmedo, fundador y líder de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), en su polémica con el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), puntualizó en el contenido revolucionario del Peronismo. Cuando desde la izquierda lo corrían planteando que sectores cercanos a la derecha reivindicaban a Juan Perón y su movimiento, el líder de las FAR decía: No se olviden de mencionar que los trabajadores también son peronistas. Qué crack.
El hecho más fuerte que puede agregarse a esta enumeración es el de Nicolás Carranza, uno de los fusilados de José León Suárez. En la película dirigida por Cedrón, frente al oficial escribiente, dice:
—¿Peronista?
—Tengo seis hijos
—¿Usted es peronista Carranza?
—Lo de los chicos no lo va a poner
—¿Carranza es Peronista?
—Sí, soy peronista.
Y para terminar esta enumeración que no pretende más que aportar colores para pintar un cuadro, una anécdota inmejorable de un peronista de veras, Gonzalo Chaves:
“Una vez mi viejo estaba en la Penitenciaria de las Heras y yo estaba haciendo el Servicio Militar en la Aeronáutica en Quilmes. Iba a visitarlo, y de uniforme, porque en el birrete de soldado llevaba una petaca de ginebra para que tuvieran, estaban muy secos en ese penal. En una de esas visitas mi viejo me dice escondete esto y que no te lo vea nadie. Llevalo a esta dirección, y me da un papel con la dirección. No preguntes que es. En el viaje no pude más, y abrí el paquete. Y era un carnet de la “Revista LIFE” en blanco, pero con una cartulina color granate, y con letras doradas. Impecable. Lo entregué, y cuando volví a la cárcel mi viejo me pregunto si lo había abierto. Le dije que no. Pero explicame le dije. Y ahí me contó que si no hay buena relación con los presos comunes es imposible convivir en la cárcel. Y ellos nos dan una mano, y nosotros le tenemos que dar otra. No sé qué iban a hacer con ese carnet, pero lo habían falsificado en la imprenta de la cárcel. Estos son los misterios. Y así fui aprendiendo en la militancia. Y cuando me puse a escribir el libro intenté transcribir todo lo que vi, viví y milité y todo lo que pasó cerca mío. Que no es lo más importante, pero es lo que yo viví. Hablé desde mi experiencia. Traté de transcribir toda la historia oral del peronismo. La historia oral del peronismo sigue siendo mucho más grande que lo que se escribió. El peronismo está más cerca de la leyenda, que de la historia. El peronismo sigue siendo leyenda, y esa leyenda está buena: porque cada generación la toma y la recrea”.
Y en eso andamos, y se nos va la vida.