Las clases dominantes cuya representación asume en nuestros días el Presidente Mauricio Macri no han olvidado jamás lo que sucedió aquel 17 de octubre de 1945. Siguen colocándolo en la génesis de las desgracias de la República. La referencia histórica importa, no sólo para comparar situaciones sino para iluminar el funcionamiento de la memoria colectiva de los pueblos. Esa histórica jornada de origen proletario protagonizó el parto de la historia moderna de la Argentina, gestada en los sindicatos y en los lugares de trabajo, construida en los emergentes cordones industriales fruto de la sustitución de importaciones que había encontrado en el secretario de Trabajo y Previsión el programa reivindicativo de sus derechos capturados a la historia de luchas anarquistas socialistas y comunistas, y no estaba dispuesta en su condición de clase a resignar conquistas en manos de la oligarquía y la reacción. Entender a la Argentina sin reivindicar aquel 17 de Octubre es resignarse a no comprender el comportamiento político de las mayorías populares en las urnas y en la resistencia político-sindical desde ese entonces. Un pacto de sangre entre la clase trabajadora y un líder consagrado en la mismísima Plaza de Mayo, que aun perdura en la ilusión transformadora.
Eran los primeros momentos de la posguerra. Se abría un proceso mundial de luchas contra el colonialismo y por la liberación nacional. La razón estaba en la periferia y el sentido de la historia marcaba ese camino. En nuestro país se debatía una izquierda tradicional para la época, que veía en Perón al nazifascismo y una nueva vanguardia obrera que reconocía al líder que reivindicaba sus derechos. Eterno debate, aún no saldado. La misma o parecida izquierda disputa con el movimiento popular la voluntad de la nueva vanguardia surgida de la resistencia al macrismo. Los lugares de trabajo siguen siendo la cuna donde se gesta la resistencia. El escarmiento colectivo es la obsesión de la derecha, que ve cómo una vez más la memoria colectiva se alimenta desde la historia para defender sus derechos. Los últimos días del naufragio macrista serán pródigos en estrategias del mal.
Esta contradicción y su superación es la clave para entender lo que viene. La unidad es un imperativo de la nueva etapa histórica. La legitimidad de sus representantes es ineludible. Muchos sindicalistas que se borraron en lugar de resistir, algunos de ellos colaboradores del gobierno, aparecen ahora imponiéndole reglas a la unidad. La verdad está siempre en los trabajadores y su reconocimiento. Durante los cuatro años de Macri lució muy fuerte la fragmentación sindical. Sin embargo, lo que se profundizó fue la movilización obrera y popular, que superó con creces a cualquier otra etapa de la historia. La movilización constante, los piquetes, los cortes de rutas, las concentraciones en la Plaza de Mayo, en el Congreso y en la Avenida 9 de Julio, constituyeron el telón de fondo de la protesta ininterrumpida.
Hugo Yasky, referente de la CTA de los Trabajadores, traduce la sensación del camino emprendido diciendo que “la decisión de esta Central generó un impacto político muy positivo en sectores de la CGT como el Frente Sindical para el Modelo Nacional, la Corriente Federal y sobre todo en las delegaciones del interior de la vieja central única, y también preocupación en otros sectores que en la antigua relación de fuerzas se veían ungidos en la conducción de la misma y rechazo en los que apostaban, cómodos en su posición, a un nuevo mandato del actual Presidente”.
El hoy diputado nacional forma parte de la comisión política del PJ. Se muestra convencido de que “la actual etapa política exige recomponer la unidad del movimiento obrero a pesar de lo que ello pueda incomodar a las conducciones actuales”. Cuando decisiones políticas colectivas son el resultado de consignas repetidas a lo largo del tiempo y son apropiadas por la autoría colectiva, ganan legitimidad histórica. Esa especie de grito de guerra que signó todas las batallas de resistencia al macrismo fueron acompañadas por una letanía repetida hasta el cansancio: “Unidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode, se jode”. Nada será igual en el mundo sindical después del mandato del congreso realizado el 3 de octubre en el microestadio de Lanús.
Entre los presos políticos los hay del gobierno macrista y los hay de los grupos económicos. Milagro Sala es rehén de los Blaquier. En una provincia donde la mitad del empleo es estatal, un tercio lo explica el complejo azucarero de la familia Blaquier y la otra parte representa el conjunto de cooperativas sumadas a la Túpac Amaru. Podemos analizar las causas profundas del desequilibrio que generó la autogestión cooperativa en esa provincia históricamente empobrecida pese a sus riquezas naturales. Como lo explica la antropóloga Ana González, el ingenio azucarero reprodujo en las provincias del Norte la estructura feudal, y la explotación de la mano de obra se mantiene semiesclava. El salario social del sistema cooperativo que venía desarrollando el proyecto de Milagro en la provincia superaba claramente las míseras remuneraciones que pagan los Blaquier. La combinación de trabajo social con formación profesional, marcó un desequilibrio muy fuerte para la tradicional explotación de la mano de obra jujeña. Amén de perjudicar a la patria contratista local por competir con precios menores en las licitaciones y producir los propios insumos para las viviendas como las aberturas y otras instalaciones, la cantidad impresionante de unidades superó el mejor récord histórico en la capital jujeña.
Gerardo Morales, histórico entenado del grupo Blaquier, armó una verdadera cruzada para abortar esa experiencia y descargó sobre los dirigentes tupaqueros la persecución y la cárcel. Manipuló el Poder Judicial, armó una Suprema Corte express y armó causas, plantó testigos falsos y arrancó condenas. La situación de Milagro Sala y sus compañeros no se agotará con la retirada del macrismo. Blaquier sigue mandando en Jujuy y goza de la impunidad suficiente como para no dar explicaciones de sus actos. Desde la Noche del Apagón hasta el encarcelamiento de los dirigentes de la Túpac Amaru, su comportamiento permanece inalterable
La derrota del macrismo hará caer la manipulación judicial para perseguir opositores, los cuadernos se volverán en contra de sus autores. La venganza de los poderosos que fueron implicados (algunos encarcelados) no tardará en llegar. En los últimos días fueron liberados varios rehenes del relato oficial. Otros saldrán en las próximas semanas. Los presos de la Túpac Amaru son los más complicados, porque además de investigados son escarmentados. “Nunca más los pobres deben autogestionar colectivamente su salida de la pobreza”, suponen los liberales. Por izquierda, por el centro y por derecha se creó un coro de condenas que reemplazó la disculpa por el silencio.
Los cinco trabajadores de la línea 60 que fueron condenados a dos años y medio de prisión en suspenso marcan un hito para la etapa que viene. Luego de 42 días de lucha, ganaron el conflicto ante una patronal de las más brutales del transporte urbano. Cedió la empresa y contraatacó por la vía judicial. Paisaje anticipado de lo que se viene. ¿Pacto social? Puede ser, “pero de mis trabajadores me ocupo yo”, suponen los dueños de DOTA.
Para exigir la inmediata reapertura de la planta que la multinacional Kimberly-Clark posee en la localidad bonaerense de Bernal y que fue cerrada a finales de septiembre con 200 despidos, los trabajadores cortaron este miércoles el Puente Pueyrredón, para denunciar además un vaciamiento de la empresa por parte de sus autoridades con el objetivo de maximizar su rentabilidad a costa de los empleados. Diego Altamirano, delegado de los trabajadores de Kimberly-Clark, precisó en Radio Gráfica que “hace 20 días ocupamos pacíficamente la planta, ayer tuvimos audiencia en la que la empresa insiste con el cierre de planta y solo mejoró la oferta de retiro voluntario, pero nosotros seguimos firmes en defensa de los puestos de trabajo, con el acompañamiento de la Federación de Obreros y Empleados de la Industria del Papel, Cartón y Químicos”.
Luego de que el SBASE reconociera que tenía conocimiento de la presencia de asbesto en las formaciones al momento de su compra, el titular de los Metrodelegados Roberto Pianelli cargó contra la gestión porteña. “El responsable político de la compra de trenes con material cancerígeno fue Mauricio Macri”, sentenció, refiriéndose al informe de la CNN en el que el gobierno porteño reconoce que los manuales de los trenes comprados a Madrid por la gestión macrista advertían que contienen amianto. “El nivel de curro que hubo en la compra de los subtes con amianto a Madrid fue tal que ni siquiera leyeron los manuales”, aseguró .
En diálogo con El Destape Radio, el dirigente señaló: “Yo sé que hay material cancerígeno en el subte, pero no me imaginaba que eran capaces de decirlo ellos”. La batalla por la salud de los trabajadores no ceja, y aparecen fisuras en el funcionariato.
La destrucción de puestos de trabajo y el cierre de empresas no decrece y la angustia entre los trabajadores que sufren la amenaza del despido es moneda corriente. Falta apenas una semana para que se vote. La economía está librada a su suerte, Macri grita cada vez más fuerte ante sus seguidores. El debate presidencial resultó una triste imagen de la dirigencia política actual. En ese pobre escenario Alberto Fernández convocó al diálogo social para sacar a nuestro país del fondo del abismo. En una polarización tan pronunciada no hay alternativa posible La discusión es entre Macri y Fernández y en la polémica de esta noche se reiterará. Los dueños de la Argentina se prepararon para reprimir saqueos, para confrontar con Cristina, y se encontraron con un pueblo hambreado pero contenido por las organizaciones sociales como la CTEP, que claman su ingreso a la estructura de una CGT que los mantiene alejados por razones de estatuto y mayorías. La ex Presidenta hizo una finta de capa y espada y el toro embravecido estampó sus cuernos contra el paredón.