lunes, 5 de agosto de 2019

EL PAÍS 05 de agosto de 2019 La emoción

Casi siempre hay entre un 10 y 15 por ciento del electorado que resuelve su voto entre la última semana y la misma jornada de la elección.
No parece que esta vez sea diferente y el Frente de Todos, en primer término porque es el favorito, está obligado tanto a realzar su línea como a no cometer errores serios.
Es irrefutable que las primarias son una gran encuesta nacional, porque no hay competencia interna a cargo determinante alguno.
Pero, al igual que en 2015, no puede negarse lo influyente o decisorio de la tendencia que marcarán.
Al funcionar en los hechos como una primera vuelta y al ser una elección (muy) polarizada, la diferencia entre ganador y segundo se vuelve casi tajante respecto de que pueda confirmarse o no en la ronda de octubre.
La fuerza vencedora el próximo domingo, si alcanzara un porcentual superior al 40 y siendo que eso sólo estaría a mano de Fernández y Fernández, aumentaría sus probabilidades de llegar al 45 para liquidar el pleito dentro de dos meses y medio.
En octubre no se cuentan los votos en blanco, que socorren al primer puesto, aunque también es verosímil que los de Roberto Lavagna y José Luis Espert podrían volcarse prioritariamente al flanco macrista.
La denominada “izquierda”, si es cierto que la elección está tan reñida, tendrá mucho que decir con su 2, 3, 4 por ciento o poco más.
Las similitudes con hace cuatro años se terminan allí.
Hágase abstracción de si era razonable esperanzarse en el proyecto de país encabezado por un conservador furibundo e inundado de firmes sospechas de corruptela durante toda su actividad empresarial.
Si se acepta la figura, con mucha benevolencia: Macri tenía el beneficio de inventario para despertar confianza como ricachón que sería capaz de no robar, porque no le hacía falta, ni de incendiarse sólo a favor de su casta de amparados. La relación era inversamente proporcional al agotamiento y los errores electoral-comunicacionales del segundo turno de Cristina. Esa ecuación, además, torció a favor macrista una parte categórica de los votos de Sergio Massa.
Tampoco podrían hacerse comparaciones con 1995, cuando el menemismo fue ratificado en las urnas.
El modelo de ese tiempo, de muchos puntos de contacto con el actual si es por su club de privilegiados, era cristalino como proyecto extranjerizante que acentuaba las diferencias sociales.
Se remataban las joyas de la abuela, los desequilibrios sociales se acentuaban y ya habían estallado varios escándalos de corrupción.
Sin embargo, las consecuencias que implosionarían cinco años después no estaban a la vista de una clase media fascinada, y extorsionada, con una de las fantasías más espectaculares de la historia política contemporánea: un peso argentino valía lo mismo que un dólar.
Acerca de tal ensoñación masiva, como ahora con la bomba de la deuda externa y antes con Martínez de Hoz durante la dictadura, a pocos de los sectores clave cuando se fija el humor colectivo se les ocurrió ver, o siquiera mirar, aquello que se vendría inexorablemente.
La diferencia con la actualidad es lo obvio de justamente eso porque el presente no ofrece ni la más mínima duda sobre el estadío nacional, aun cuando se repitiera que las grandes mayorías populares no reparan en su rumbo inevitable si se continúa por este camino.
Hoy, Macri carece del estado de virginidad o transa aceptable que (muy poco más de) la mitad de la población le confirió hace cuatro años. O a Menem hace casi veinticinco.
Macri hirió, deterioró, pulverizó, cada quien elija el verbo, a las franjas de clase media que fueron fundamentales en sus victorias de 2015 y 2017. No se salvó ninguna.
La pérdida de empleo registrado es tremebunda, los cuentapropistas de la angustia se cuentan de a centenares de miles, las pequeñas y medianas empresas caen como moscas, el crédito dejó de existir o se saca a tasas usurarias para pagar las facturas de luz y gas.
Hasta en Buenos Aires, la ciudad más rica del país, proliferan en cada avenida los locales cerrados o en alquiler utópico, para no hablar de los barrios que no figuran en la agenda mediática de los mamarrachos preocupados por Venezuela.
A Macri lo esconden de toda aparición que no sea en un ámbito recoleto, como su presencia y discurso en esa Rural a la que le devolvió el rango de Ministerio, para sentirse a sus anchas. Como el dictador Onganía, en 1968, con desfile en carroza por la pista central y aclamado por la oligarquía con olor a bosta hoy ocupada en reprimir a un grupito de veganos, para beneplácito de algunos que encontraron pretextos de discusión existencial sobre el consumo de carne en el país donde Macri produce hambre.
Eso y el reflote constante de cualquier cosa, lo que venga, para asociar a la oposición con violencias setentistas, al sindicalismo con patotas imperecederas, al debate sobre la timba financiera con demagogias de campaña; a Pindonga, Cuchuflito y Cadorna con los delirios de la faraona egipcia; al aniversario de unas fotocopias de los servicios de inteligencia como el de los cuadernos que cambiaron la historia judicial argentina.
¿Por qué? Porque al futuro no tienen cómo presentarlo salvo con metáforas baratas, como esa de seguir nadando a mitad del río sin mirar para atrás siendo que el atrás ya son ellos en su presente.
Es por eso que la sociedad de los argentinos no tendría manera de excusarse si otra vez vota esto, así sea en números de primera minoría.
No es el futuro lo que podría no verse en medio de Leliqs que mayormente no se sabe qué son; Riesgo País, que tampoco, y un programa ejecutado directamente por las condiciones del Fondo Monetario, a acentuarse de inmediato apenas ganara Macri porque es él quien lo esparce a los cuatro vientos: hará lo mismo que ahora pero más rápido.
Es el presente. Es lo que Macri ya demostró. Lo que oferta profundizar.
Contra eso, y como esta columna se permitió advertirlo sucesivamente, para enojo de mucha gente del palo, la campaña opositora carece de jefatura explícita, brinda flancos muchas veces al pepe, es más desordenada que la tromba concentradamente frívola del oficialismo.
Pero la campaña empezó a mostrar una enjundia que, así fuere en el marco de ese desorden, pone sobre la mesa discusiones que los macristas pretenden eludir. La economía, básicamente, y quiénes son los protagonistas de no querer discutir.
Horror del establishment con su periodismo modosito, entraron en danza las ganancias de la autocracia financiera, el reparto de la riqueza, los remedios para los jubilados, el carácter de las exportaciones, la abstracción del déficit fiscal.
Las eventuales imperfecciones técnicas de algunas propuestas quedan detrás de que el Gobierno se siente incómodo con esos disparadores que le corrieron el arco. Por eso, y porque al presente no puede contrarrestarlo con un futuro que ya tiene pasado, la banda macrista se agrupa en brulotes contra sindicalistas corruptos –más emes que K, en todo caso- y en revivir facsímiles de cuadernos.
Hay también una diferencia nada menor, de relación directa con las emociones. Alberto Fernández, al revés del aguachento Scioli de 2015, tiene “química” de convicción y provocaciones, ayudado por la penetración irresistible que genera Cristina en las presentaciones masivas de su libro.
El cierre del miércoles, en Rosario, probablemente marque un hito de convocatoria vibrante.
De a poco, si se quiere, hay eso. Hay cierta emoción. Los artistas, los científicos, los intelectuales, plantan bandera pero como recuadro de algún entusiasmo o decisión, en las franjas populares, de volver a creer en algo. Aunque fuere por descarte. Como movida única.
No es irrebatible y es un riesgo afirmarlo porque después el archivo pasa facturas. Pero se intuye. Se huele. Como escribió aquí Beto Quevedo tomando el eje del parte-aguas, que sigue siendo Cristina, al Frente de Todos le quedó el amor. Y a Juntos por el Cambio, el odio.
Sirve a la pregunta de cómo podría volver a gobernar Macri con esa potencia en contra. Que ojalá no haga falta.

Criticó el fallo que ordena suspender la actividad de esas empresas Larreta salió en defensa de Glovo, Rappi y Pedidos Ya

El Jefe de Gobierno porteño cuestionó la decisión del juez Roberto Gallardo de prohibir la actividad de las plataformas hasta que "respeten los requisitos legales" de los trabajadores. "Son utilizadas por mucha gente y dan mucho trabajo", argumentó Larreta y adelantó que apelará la medida. 
Imagen: NA
El jefe de Gobierno porteño cuestionó la decisión judicial de suspender la actividad de las empresas de delivery Rappi, Pedidos Ya y Glovo y criticó al juez Roberto Gallardo por avalar la iniciativa. “Lo de Gallardo es cualquier cosa, sus fallos son más políticos”, soltó esta mañana Horacio Rodríguez Larreta. El viernes el magistrado prohibió la actividad de las plataformas hasta tanto “respeten íntegramente los requisitos legales y judiciales".
“Lo de Gallardo es cualquier cosa. El tema es que después todas se las apelamos y se las ganamos”, sostuvo esta mañana el jefe de Gobierno, que defendió a las empresas. “Están legalmente constituidas, pagan sus impuestos, son utilizadas por mucha gente y dan mucho trabajo, generan puestos laborales”, sostuvo en declaraciones con Radio Mitre.
Rodríguez Larreta dejó abierta la posibilidad de avanzar en la regulación de los repartidores que trabajan para las plataformas de envíos pero rechazó que esas irregularidades sean motivo para suspender la actividad.
“Una cosa es que trabajemos para ver cómo se regulan estas nuevas opciones que aparecen con la tecnología, pero otra es prohibirlo y dejar en la calle un tendal de gente, justo con la necesidad de trabajo que hay”, cuestionó el jefe de Gobierno, que además informó que su gobierno apelará la decisión judicial.
Por último, Rodríguez Larreta apuntó contra el magistrado. “Es un fallo más de los tantos que nos tiene acostumbrados”, dijo sobre Gallardo. El viernes, el juez ordenó suspender la actividad de las plataformas hasta que las que las tres empresas inscriban a los repartidores en el Registro Único de Trabajadores en Motovehículos y Ciclorodados (Rutramyc). 
Esto implica registrar a todo el personal, entregar elementos de seguridad vial (como casco, indumentaria para visualización nocturna, fijación de caja en rodado), acreditar que cada trabajador tenga libreta sanitaria vigente y cumplir con toda la regularidad laboral y de cobertura de seguros y ART. Todos elementos que la Cámara de Apelaciones había conminado a entregar en el plazo de 48 horas en su fallo del 10 de julio pasado.

Debate sin solución Por qué es tan difícil prohibir la venta de armas en los Estados Unidos

El lobby de la NRA y los acérrimos defensores del derecho constitucional a portar armas complican cualquier tipo de regulación y control.

Luego de la masacre en El Paso, Texas, donde 20 personas murieron a manos de un tirador, se erigieron cruces por cada una de las víctimas. / EFE
Los tiroteos masivos en los Estados Unidos son tan frecuentes que a esta altura es posible predecir de memoria qué sucederá luego de que la violencia sea contenida
Los políticos saldrán a lamentar y condenar el hecho, ofreciendo sus tradicionales thoughts and prayers (algo así como decir que estarán "pensando y rezando por las víctimas").
La revista satírica The Onion publicará una nota sobre el hecho con el mismo título que no cambia desde hace años: "'No way to prevent this', says only nation where this regularly happens" ("'No hay forma de prevenir esto", afirma el único país donde esto ocurre regularmente").
La Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) también ofrecerá sus condolencias, bregará porque la tragedia no se "politice" y asegurará que seguirá trabajando en busca de soluciones "reales" para que los ciudadanos no sufran este tipo de episodios de violencia. 
Y conforme pasarán los días, volverá a quedar establecido que no se hará nada por imponer un control más estricto a la venta de las armas.
Luego de los incidentes de este pasado fin de semana en El Paso, Texas, y Dayton, Ohio, en los cuales murieron 29 personas en poco más de 12 horas, lo que sucedió fue un calco de lo visto en ocasiones pasadas, incluida la esperanza prácticamente nula de que estos episodios tengan algún tipo de impacto en la legislación del control de armas.
Una familia reza en una ceremonia en El Paso, luego del tiroteo masivo que tuvo lugar en un Walmart. / AP
Una familia reza en una ceremonia en El Paso, luego del tiroteo masivo que tuvo lugar en un Walmart. / AP
Las razones de esta suerte de punto muerto puede ser atribuido primordialmente a dos motivos: por un lado, el formidable poder de lobby que tiene la NRA, la cual cuenta con numerosos recursos y miembros comprometidos con la "causa", que es a su vez el otro factor de peso dentro de esta cuestión, la sensación de una porción de la población de que en torno a la posesión de las armas se juegan sus libertades civiles básicas.

El poder de un lobby

Si bien la NRA dice contar con tan solo 5 millones de miembros, su poder dentro de Washington es temible, donde es considerado uno de los tres lobbies más poderosos. Creada en 1871 como un organización pensada para reunir a entusiastas de las armas, viró de su perfil más lúdico y educativo hacia uno más combativo en la década del 30, luego de que empezaran a aprobarse las primeras leyes que obligaban a cualquier persona que quería comprar un arma a obtener un permiso gubernamental.
La Asociación Nacional del Rifle invierte mucho dinero en campañas y lobby, pero su influencia no puede reducirse simplemente al tamaño de su billetera. De hecho, hay otras industrias que gastan mucha más plata, como ser la de los lácteos o la inmobiliaria. A su vez, los fabricantes de armas y municiones tienen enormes ganancias, pero sus números palidecen cuando se las compara con lo genera la industria automovilística o la de las empresas tecnológicas.
Una ceremonia para recordar a las víctimas del tiroteo en Dayton, Ohio. El cartel dice "Podemos detener la violencia de las armas". / AP
Una ceremonia para recordar a las víctimas del tiroteo en Dayton, Ohio. El cartel dice "Podemos detener la violencia de las armas". / AP
Según los expertos, el poder de la NRA se deriva primordialmente de su inteligencia a la hora de saber a qué candidatos apoyar en las elecciones primarias, sobre todo entre los republicanos, donde el derecho a poseer armas se vive con mayor intensidad.
En base a mensajes de campaña dirigidos a votantes considerados single issue (votantes a los cuales les interesa de sobremanera un tema), la NRA es capaz de mantener una gran influencia. En ciertasregiones rojas de Estados Unidos, la suerte de los candidatos muchas veces puede quedar atada a su postura respecto al derecho a poseer armas.
En un artículo de The New York Times publicado tras los ataques en El Paso y Dayton, el diario afirma que, a pesar del halo de invencibilidad que rodea a la NRA, el lobby de las armas está más vulnerable que en años anteriores. Esto se debe al alza de numerosos grupos que luchan por imponer un control más estricto sobre las armas, a lo que se le suman las crecientes desavenencias internas de la Asociación del Rifle.
Wayne LaPierre es el presidente de la Asociación Nacional del Rifle. / AFP
Wayne LaPierre es el presidente de la Asociación Nacional del Rifle. / AFP
Luego de un conflicto con el actual presidente de la NRA Wayne LaPierre, en abril se alejó del grupo Oliver North, el titular anterior. A su vez, el principal lobbista del grupo (y amigo personal de Donald Trump) Christopher Cox, fue forzado a renunciar en junio.
A esto hay que sumarle que el apoyo para el grupo se concentra casi exclusivamente en el Partido Republicano. Tras los recientes tiroteos, todos los precandidatos presidenciales del Partido Demócrata salieron a declarar que era hora de hacer algosobre este problema. "Basta de pensamientos y oraciones", declaró Kamala Harris. "Necesitamos acciones". 
De todas maneras, el NRA ha invertido décadas en construir su posición de supremacía actual, y sus ventajas, desde su vasto presupuesto hasta el "sello de aprobación" que otorga de cara a las contiendas electorales (un factor vital para numerosos candidatos en elecciones primarias republicanas), no van a desaparecer de la noche a la mañana.

Derechos y convicciones

Para entender la dificultad que existe en Estados Unidos a la hora de imponer algún tipo de control a las armas, es imposible negar la importancia que para un sector de la población tiene la Segunda Enmienda de la Constitución, la cual eleva "el derecho a portar armas" a rango constitucional.
La Segunda Enmienda, que forma parte de la Carta de los Derechos de Estados Unidos, fue ratificada en 1791. En esencia, lo que buscaba era proteger el derecho de las personas a defenderse y a luchar contra la opresión, como así también a alzarse en contra del Estado si éste era percibido como tiránico.
Las convenciones de armas
Las convenciones de armas
El mensaje del NRA, que resuena fuertemente entre sus miembros y simpatizantes, es que la Segunda Enmienda es un derecho que no puede ser infringido de ninguna manera, ya que la más mínima transgresión puede ser el primer paso camino a un Estado dictatorial. El derecho a portar armas se convierte así en una suerte de símbolo de los derechos cívicos de los estadounidenses.
A pesar de todas las encuestas que demuestran que una gran mayoría de los estadounidenses favorecen algún tipo de control de armas, cualquier intento de acción se topa eventualmente con la oposición de diputados y senadores que comparten la posición de la NRA sobre la Segunda Enmienda.
Si a esto se le suma que estos mismos legisladores dependen de los votos de sectores de la población para quienes esta cuestión es de suma importancia, resulta claro que la supervivencia política, el alineamiento con la NRA y el respecto a rajatabla a la Constitución se funden en un combo del cual es muy difícil escapar.