El lobby de la NRA y los acérrimos defensores del derecho constitucional a portar armas complican cualquier tipo de regulación y control.
Luego de la masacre en El Paso, Texas, donde 20 personas murieron a manos de un tirador, se erigieron cruces por cada una de las víctimas. / EFE
Los tiroteos masivos en los Estados Unidos son tan frecuentes que a esta altura es posible predecir de memoria qué sucederá luego de que la violencia sea contenida.
Los políticos saldrán a lamentar y condenar el hecho, ofreciendo sus tradicionales thoughts and prayers (algo así como decir que estarán "pensando y rezando por las víctimas").
La revista satírica The Onion publicará una nota sobre el hecho con el mismo título que no cambia desde hace años: "'No way to prevent this', says only nation where this regularly happens" ("'No hay forma de prevenir esto", afirma el único país donde esto ocurre regularmente").
La Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) también ofrecerá sus condolencias, bregará porque la tragedia no se "politice" y asegurará que seguirá trabajando en busca de soluciones "reales" para que los ciudadanos no sufran este tipo de episodios de violencia.
Y conforme pasarán los días, volverá a quedar establecido que no se hará nada por imponer un control más estricto a la venta de las armas.
Luego de los incidentes de este pasado fin de semana en El Paso, Texas, y Dayton, Ohio, en los cuales murieron 29 personas en poco más de 12 horas, lo que sucedió fue un calco de lo visto en ocasiones pasadas, incluida la esperanza prácticamente nula de que estos episodios tengan algún tipo de impacto en la legislación del control de armas.
Una familia reza en una ceremonia en El Paso, luego del tiroteo masivo que tuvo lugar en un Walmart. / AP
Las razones de esta suerte de punto muerto puede ser atribuido primordialmente a dos motivos: por un lado, el formidable poder de lobby que tiene la NRA, la cual cuenta con numerosos recursos y miembros comprometidos con la "causa", que es a su vez el otro factor de peso dentro de esta cuestión, la sensación de una porción de la población de que en torno a la posesión de las armas se juegan sus libertades civiles básicas.
El poder de un lobby
Si bien la NRA dice contar con tan solo 5 millones de miembros, su poder dentro de Washington es temible, donde es considerado uno de los tres lobbies más poderosos. Creada en 1871 como un organización pensada para reunir a entusiastas de las armas, viró de su perfil más lúdico y educativo hacia uno más combativo en la década del 30, luego de que empezaran a aprobarse las primeras leyes que obligaban a cualquier persona que quería comprar un arma a obtener un permiso gubernamental.
La Asociación Nacional del Rifle invierte mucho dinero en campañas y lobby, pero su influencia no puede reducirse simplemente al tamaño de su billetera. De hecho, hay otras industrias que gastan mucha más plata, como ser la de los lácteos o la inmobiliaria. A su vez, los fabricantes de armas y municiones tienen enormes ganancias, pero sus números palidecen cuando se las compara con lo genera la industria automovilística o la de las empresas tecnológicas.
Una ceremonia para recordar a las víctimas del tiroteo en Dayton, Ohio. El cartel dice "Podemos detener la violencia de las armas". / AP
Según los expertos, el poder de la NRA se deriva primordialmente de su inteligencia a la hora de saber a qué candidatos apoyar en las elecciones primarias, sobre todo entre los republicanos, donde el derecho a poseer armas se vive con mayor intensidad.
En base a mensajes de campaña dirigidos a votantes considerados single issue (votantes a los cuales les interesa de sobremanera un tema), la NRA es capaz de mantener una gran influencia. En ciertasregiones rojas de Estados Unidos, la suerte de los candidatos muchas veces puede quedar atada a su postura respecto al derecho a poseer armas.
En un artículo de The New York Times publicado tras los ataques en El Paso y Dayton, el diario afirma que, a pesar del halo de invencibilidad que rodea a la NRA, el lobby de las armas está más vulnerable que en años anteriores. Esto se debe al alza de numerosos grupos que luchan por imponer un control más estricto sobre las armas, a lo que se le suman las crecientes desavenencias internas de la Asociación del Rifle.
Wayne LaPierre es el presidente de la Asociación Nacional del Rifle. / AFP
Luego de un conflicto con el actual presidente de la NRA Wayne LaPierre, en abril se alejó del grupo Oliver North, el titular anterior. A su vez, el principal lobbista del grupo (y amigo personal de Donald Trump) Christopher Cox, fue forzado a renunciar en junio.
A esto hay que sumarle que el apoyo para el grupo se concentra casi exclusivamente en el Partido Republicano. Tras los recientes tiroteos, todos los precandidatos presidenciales del Partido Demócrata salieron a declarar que era hora de hacer algosobre este problema. "Basta de pensamientos y oraciones", declaró Kamala Harris. "Necesitamos acciones".
De todas maneras, el NRA ha invertido décadas en construir su posición de supremacía actual, y sus ventajas, desde su vasto presupuesto hasta el "sello de aprobación" que otorga de cara a las contiendas electorales (un factor vital para numerosos candidatos en elecciones primarias republicanas), no van a desaparecer de la noche a la mañana.
Derechos y convicciones
Para entender la dificultad que existe en Estados Unidos a la hora de imponer algún tipo de control a las armas, es imposible negar la importancia que para un sector de la población tiene la Segunda Enmienda de la Constitución, la cual eleva "el derecho a portar armas" a rango constitucional.
La Segunda Enmienda, que forma parte de la Carta de los Derechos de Estados Unidos, fue ratificada en 1791. En esencia, lo que buscaba era proteger el derecho de las personas a defenderse y a luchar contra la opresión, como así también a alzarse en contra del Estado si éste era percibido como tiránico.
Las convenciones de armas
El mensaje del NRA, que resuena fuertemente entre sus miembros y simpatizantes, es que la Segunda Enmienda es un derecho que no puede ser infringido de ninguna manera, ya que la más mínima transgresión puede ser el primer paso camino a un Estado dictatorial. El derecho a portar armas se convierte así en una suerte de símbolo de los derechos cívicos de los estadounidenses.
A pesar de todas las encuestas que demuestran que una gran mayoría de los estadounidenses favorecen algún tipo de control de armas, cualquier intento de acción se topa eventualmente con la oposición de diputados y senadores que comparten la posición de la NRA sobre la Segunda Enmienda.
Si a esto se le suma que estos mismos legisladores dependen de los votos de sectores de la población para quienes esta cuestión es de suma importancia, resulta claro que la supervivencia política, el alineamiento con la NRA y el respecto a rajatabla a la Constitución se funden en un combo del cual es muy difícil escapar.